Partida Rol por web

Menos mal que dije que le cortaran la cabeza piensa Deliamber, podria parecer salvaje, pero es mucho mas tortura el quemarlo

Henry mira el cuerpo del monje arder, con disimulada espectativa.

Quizas sea tambien conveniente, quemar su artefacto, vaya uno a saber que poderes encierra

Deliambert piensa luego en las victimas que pudo haber provocado este y todos los monjes que con viles intenciones sacrifican gente inocente.

y luego recomiendo guardar un minuto de silencio, en homenaje a las victimas de esta noche.

DeValin ha pronunciado sus últimas palabras cuando Illianna se da cuenta de que algo raro está sucediendo alrededor del cuerpo del Monje.

Melegat se va hacia ellos, junto a su hermano Willer, que ha abrasado las ropas del ser. Probablemente para evitar que vuelva a la vida de nuevo.

Mientras Henry ora por las almas de las víctimas inocentes que han caído por causa de la maldad desatada, Illianna se acerca a Dammeryn y coge el bastón que aún mantiene bajo su pié.

Lo separa de las llamas, y lo mira con detenimiento.

Dammeryn observó sereno e implacable la pira humana, sin mover un músculo de su rostro ni de su cuerpo, excepto por la presión creciente que ejercía sobre el báculo derribado.

Sus heridas brillaban con las llamas, como sus ojos se perdían en ellas, intensos, capaces de atravesar el fuego y recordar los gritos, el dolor. Todos sufrimos. Ya lo había visto demasiadas veces.

Siguió mirando fijamente, incluso cuando Illiana le quitó el báculo de debajo del pie. Apenas desvió la mirada hacia ella y añadió un susurro.

- Cuidado con lo que tocas, sanadora. Esto sólo trae muerte y daño.

Pero su mirada y su mente volvían a la sombra en llamas. Su luz lo hipnotizó. Deliambert ya tenía su minuto de silencio y más. Y él tenía así su propia pregunta. ¿Quién eres?

- Cuidado con lo que tocas, sanadora. Esto sólo trae muerte y daño.

Illianna sigue con el báculo firmemente agarrado. Lo mira con aprensión, pero no puede hacer con él otra cosa más que lanzarlo al fuego. Aunque no lo hace. A las palabras de Dammeryn asiente en silencio, y separa sus ojos de la vara para mirar al soldado, pues su tono y su actitud le llaman la atención.
Y ve el dolor en él.
Se acerca, y le devuelve el susurro, con tristeza.

-No sé qué te tortura... y no traigo consuelo. Pero aunque no sé la causa, sí comparto el sentimiento, como todos hoy aquí. Saldremos del dolor, Dammeryn, y lo haremos para combatir... eso de ahí... esa criatura maligna, sea lo que sea...

Después se aparta, y sigue hasta Henry, que aún mantiene su actitud recogida, contemplativa.
Posa una mano sobre su hombro, y le habla quedamente, para no sobresaltarle.

-Henry... me pregunto... ¿quizá podrías averiguar algo del báculo, con tus conocimientos...?

Las ropas del enviado oscuro se inflamaron al primer contacto con la antorcha que Willer mantenía fija contra el cuerpo caído. Tan sólo unos instantes, y una gran llamarada consumió por igual ropa, piel y carne, dejando en el aire un aroma amargo, profundo y desagradable, que nada tenía que ver con el penetrante olor a carne quemada que suele desprender un cuerpo ardiendo. El humo que emitía el fuego sobre la criatura era de un color verde oscuro y de una densidad tal, que hacía imposible ver nada a través suya.

El cuerpo del Monje, teóricamente sin vida, convulsionó tres veces mientras era consumido por el fuego y de su garganta, sin piel ni cuerdas vocales, surgió un desgarrador lamento que silenció cualquier otro sonido en el valle. Éste se prolongó durante algunos segundos, perdiendo fuerza paulatinamente. Cuando finalmente el silenció volvió a cubrir con su siniestro manto el cuerpo en llamas, de éste surgió un hálito negro como la noche más oscura. Se elevó en el aire, claramente visible entre el verde humo y permaneció girando a una altura de dos cuerpos sobre el suelo. Los allí presentes dieron un paso atrás, alguno incluso se arrastró por el suelo llevado por el miedo, intentando poner la máxima distancia posible entre ellos y aquel... ente del Averno.

El espíritu fuliginoso, pues no cabía otra posible descripción para aquel desgarro de la naturaleza, incrementó la velocidad de su giro, hasta convertirse en un remolino de energía que enviaba con su inercia jirones de humo en todas direcciones, para posteriormente desaparecer en la Nada más absoluta. La Nada de la que un día surgió y a la que fue devuelto.

-¡¿Qué demonios?!

Mélegat se vió sorprendido por la repentina aparición de aquella especie de espíritu maligno entre el humo y las llamas.

Instintivamente levantó el pesado martillo del suelo, apretándolo entre sus enormes manos cubiertas por una capa de espeso pelaje rojizo.

Guiado más por la tozudez que por la valentía, el hombretón fue uno de los que no retrocedieron ante la siniestra visión, más en pocos segundos ésta desapareció, haciendo al minero replantearse si lo que acababa de ver era real o producto de algún tipo de desvarío...

Se giró buscando rostros conocidos entre la verdosa humareda, de tan desagradable olor que producía náuseas y obligaba a toser constantemente.

-¿Habéis visto lo mismo que yo?...¿esa cosa era real?

Mélegat buscaba explicaciones entre los presentes, más incluso aquellos con apariencia de albergar mayor sabiduría callaban ante tales sucesos.

Luego del desagradable espectaculo de la muerte del monje Henry toma el baculo que le enseña Illiana, lo observa unos momentos buscando algun signo que lo identifique

Se que algunos objetos poseen magia y algunas personas son capaces de trasladar algo de su poder a estos objetos, en este caso tambien puede ser tambien un concentrador de dicha energia, vimos que lo uso para paralizarme, tambien lo uso para atacar y quien sabe si lo precisa para recuperarse dada la necesidad con que lo atrajo hacia el

Henry examinaba el báculo que Illianna le tendía, y estaba comentándole sus características, cuando el fuego acabó de consumir por completo el cuerpo del Monje.

Si ya la consunción de ropas y carne había sido terrible de presenciar, tanto por el hedor pestilente como por que, para el espanto de todos, los miembros ardiendo se convulsionaron resistiéndose a desaparecer sin más, emitiendo incluso un gemido inhumano, lo que siguió a continuación fué pavoroso.

La imágen del tenebroso vórtice elevándose de las llamas sugiere un espíritu maligno, una entidad oscura que aunque ha perdido el cuerpo al que se anclaba, no pertenecía a él, sino a otra dimensión distinta, poderosa y malvada.

Illianna se atemorizó, a pesar de haber ya presenciado otras manifestaciones de ese poder, incluso en sus propias carnes. Retrocedió ante la humareda y el remolino, retomando y sujetando con fuerza la vara que temía aún pueda representar una amenaza.

Por fin aquel espíritu se disolvió en la Nada, y todo quedó en calma de nuevo, y la muchacha, temblando dejó caer por fin lo que esperaba que fuera ya una simple rama pulida.

-¿Habéis visto lo mismo que yo?...¿esa cosa era real?

La mirada de Melegat buscando una explicación, una respuesta, tropezó con la suya. Ambas estaban repletas de angustia.

-Me temo que si, mi buen amigo. Me temo que si...

El soldado había escuchado las palabras de la sanadora en silencio, con la vista fija en las llamas.

Ninguna tortura. Sólo recuerdos, era lo que pensaba, nada fuera de lo normal en una vida hecha de guerra.

El humo verde que salío de las llamas ya no era tan normal. Se arremolinó y se agitó casi con odio, si eso fuera posible, como una amenaza, rabioso, hasta que se consumió en la Nada.

Dammeryn había dado dos pasos hacia atrás, mientras volvía a llevar la mano a su espada sabiéndolo un gesto inútil. Con la vista en lo alto, sólo le quedó esperar atento a que finalmente la nube, como esperaba, se desvaneciera. Dejó escapar el aire contenido cuando finalmente desapareció esa magia demoníaca y el mundo volvía a ser un poco más fácil de comprender.

Aún así, se daba cuenta de que este asunto comenzaba a tener poco que ver con las espadas, y mucho más con otro tipo de destreza.

Vio a la sanadora hablando con uno de los hombres, preguntando por el báculo, y asintió. Era importante saber qué era eso.

Se acercó también al tal Deliambert para hacer su propia pregunta.

- Ya que participásteis en el primer ataque, quiero saber de dónde podría haber venido ese "monje", cómo disteis con él, o cómo se reveló.

El minero no sabía si tranquilizarse o preocuparse aún más por la respuesta que su amiga le había dado...por una parte se aseguraba de no estar loco, o al menos no ser el único loco...pero por otra...también debía aceptar que lo que acababa de ver era tan real como la vida misma...

Mientras trataba de asimilar lo sucedido, el hombre de la cara cortada se acercó a Illianna y a Henry, buscando saber de dónde procedía el monje.

Mélegat, aunque partícipe en el primer combate con el monje, desconocía su procedencia...y quizá ese Deliambert, haciendo uso de sus conocimientos y sabiduría fuese capaz de aclarar un poco el complicado asunto.

El minero volvió a dejar reposar su martillo, colgándolo de su espalda mientras se acercaba al pequeño grupo de mentes inquietas que comenzaba a arremolinarse en torno a Deliambert, ansiosos de respuestas para multitud de incógnitas que se les estaban planteando esta noche...

Las preguntas se agolpan en las mentes de todos, y poco a poco son proferidas.

Hay que dar explicaciones, hay que compartir experiencias y sensaciones. Puede que eso sea lo que necesitan para llegar a un punto de partida. Después de todo el Heraldo les otorgó unas facultades, y les bendijo con dones, dones que serían necesarios si finalmente asumían la necesidad de emprender la marcha. O lo que es lo mismo, emprender la lucha.

Esta noche, antes de acostarse, antes de la aparición del maldito Monje, todos los elegidos por el Heraldo han estado de acuerdo. Partirán.

Así que Illianna habla ahora a los tres hombres que la rodean, los tres con los que comparte esa misión que han aceptado conjuntamente.

-Reunámonos con Tarkean y Nhadia, quienes han estado llamados también por el Heraldo. No podemos saber si los demás están con nosotros o no, así que la prudencia me aconseja que sólo los que compartimos la visión del Muchacho, y su don, hablemos de lo que está sucediendo, y elaboremos planes. Pero nosotros hemos aceptado combatir ese mal, así que ha llegado el momento de que cada uno de nosotros haga partícipes al resto de lo que sabe, y del don que ha recibido...

Os retiráis con discreción a un lugar un tanto apartado al escuchar las palabras de Illianna. Mientras, alcanzáis a ver al Capitán DeValin dando órdenes a diestro y siniestro a sus hombres y a todo aquel que se cruza en su camino, ya sea sirviente del Mesón o huésped. Marius le acompaña y se afana por organizar a los allí presentes siguiendo las instrucciones del Capitán.

Una vez comprobado que todo se desarrolla según sus indicaciones, DeValin se dirige hacia vosotros y se une a la conversación con gesto interrogativo.

Illianna, que ha estado hablando algo apartada con varios de los que han presenciado el horrible espectáculo del fuego, mira a su alrededor. Sitúa a cada persona del Mesón, o de lo que de éste queda, y luego se acerca a Deliambert. Habiendo recogido del suelo el báculo, ahora inerte, lo sostiene en la mano de nuevo, y le habla en voz baja mostrándoselo.

Después, cuando DeValin se dirige a ellos con gesto interrogativo, hace un movimiento afirmando con la cabeza, espera a que se una a ellos, y le pregunta:

-¿Y bien, Capitán DeValin, habéis podido averiguar algo acerca de lo que os he comentado antes? ¿Habéis sacado alguna conclusión al respecto...? La verdad es que necesitamos todas las opiniones que puedan decirse, y escuchar todas las propuestas que puedan hacerse....

Susurrando sólo a Henry:

-Necesito que mires el corazón de DeValin, Henry. No sé si podemos fiarnos de él, y habrá que pensar si le hacemos confidencia de todo, o sólo de lo que no hemos tenido más remedio que decirle ya.

Ah, y dime luego todo cuanto sepas del báculo, te lo ruego.
Profundiza en tu memoria, seguro que en tu sabiduría, en tus conocimientos, habrá algo más que nos ayude...

Sin tener demasiada idea de como activar el don que le proporciono el Heraldo, Deliambert mira a DeValin, concentrandose en sentir su naturaleza, sus sentimientos, sus ideales.

Luego sigue el mismo procedimiento con los demas, le da mucha curiosidad y hasta algo de preocupacion la personalidad de Nhadia y de Nicolas (el caballero Abernio)

La muchacha se encuentra en una posición privilegiada, desde la cual puede ver todo lo que sucede a su alrededor, mientras el resto de los allí presentes piensa que está dormida.

¡¡¡Desde luego que eso no lo he visto nunca antes en ningún otro combate!!!

Alexandra se queda asombrada, pero apretando el mango de su daga, lo que se podía ver en el lugar no era otra cosa que el alma de aquella especie de demonio, de tan extraña naturaleza que le hizo pegar un pequeño salto entre su manta, poniéndose en guardia preparada para todos los imprevistos.

Finalmente se desvanecio entre las sombras, ante los ojos de todos los que le habían visto arder. Apenas se había vuelto a incorporar cuando escuchó a Illiana decir que debíamos unirnos todos.

¡¡Qué demonios con esa muchacha!! ¿Es qué no sabe estarse callada? Casi pierde la vida y sin embargo pretende ir a buscar a más criaturas de esas...

Las cosas se ponían feas para Alexandra. La sanadora requería la presencia de todos quienes habían tenido visiones de un muchacho, y eso implicaba estar delante del capitán.

¡¡¡Si me llegan a descubrir me colgarán ahora mismo!!! Aunque... Pensándolo bien... ¡¡¡Qué deomonios va saber el guardían de una taberna sobre mí, que vengo más allá de las montañas!!!

Tras pensarselo dos veces, la chica se echa la manta por los hombros y se acerca donde están todos reunidos. Con voz timida interviene en la conversación...

- Perdonad... ¿Pero a donde pretendéis ir?