Partida Rol por web

La acción se desplazaba por el claro mientras que los hombres intentaban cercar al ser que se revolvía ante cada asalto como una bestia acorralada. Nuevamente los dos soldados atacaron y reiteradamente el Monje se las arregló para detener sus embestidas, pero en esta ocasión los hermanos Ansey y Dammeryn llegaron a su altura y se unieron al combate. Las posiciones de éstos, sin embargo, no eran las más idóneas para asaltar a un enemigo, ya que al ser tan elevado el número de atacantes, involuntariamente se estorbaban entre sí.
Dammeryn lanzó una estocada certera, pero con un violento giro de su cuerpo, el Monje consiguió que el arma tan sólo penetrara inofensivamente en su túnica, sin llegar a tocar la piel. Mélegat descargó su martillo, al igual que hizo Willer con su espada, mas la vil criatura había encontrado un resquicio entre sus atacantes y ya no se encontraba en su posición original.
Su agilidad era sorprendente, así como la velocidad de sus movimientos, no obstante, al centrar toda su atención en esquivar las acometidas y escapar del cerco humano al que se había visto sometido no tuvo tiempo de preparar ataque alguno.

Mientras, Tarkean y Nhadia esperaban el momento oportuno para unirse a la lucha y poder asestar un golpe a su común enemigo.
Éste, por su parte, pareció mirar extrañado durante unos instantes su mano derecha, con la que sostenía el bastón. Un gesto contrariado apareció en su inhumano rostro mientras con la otra mano intentaba sujetarla y evitar lo inevitable. De repente, la mano que sostenía el bastón dejó de obedecerle, se abrió y lo soltó, dejándolo caer al suelo.

Veloz como todo ser viviente que está al borde de la fatalidad, Illianna abre los ojos y se mueve, aunque está claro que está cansada por algo que le ha costado un gran esfuerzo.

Como si ejecutara un baile mesurado, sus movimientos fluyen para conseguir su objetivo: se abalanza hacia donde ha caído la vara que hasta hace un segundo sujetaba el Monje, cogerla, y seguir en un arco perfecto para alejarla de su propietario...

Alexandra contempla el combate desde la protección que le brindan los árboles.

En el momento de distracción del monje, cuando su bastón cae al suelo y se centra en la mano que lo sostenía, ella ve su oportunidad y se lanza a la carrera con el fin de sorprenderle por la espalda y hundir con frialdad el filo de su daga en su cuello...no sería díficil, puesto que la afilada arma ya conocía de sobra el trayecto...un corte rápido y sencillo...

"PLOOOMMM", el pesado martillo de guerra se hundió en la tierra, esparciendo pequeños trocitos de hierba a su alrededor, más el combate continuaba.

Era una situación angustiosa, el siervo del mal se revolvía cual culebra mientras un nutrido grupo de atacantes corría hacia él intentando abatirle.

El minero, con los músculos aún brillantes y gotas de sudor cayendo por su rostro debido al anterior encuentro con el monje, no pensaba quedarse atrás, y empleando todas sus fuerzas continuaba corriendo con sus gruesas piernas mientras alzaba su martillo intentando impactar al huidizo enemigo... le pareció ver una sombra moverse más alante, cuando al monje se le cayó el bastón...más no prestó mucha atención...pues era el momento idóneo para atacar.

Al ver Henry que el monje deja caer su vara, se arroja a patearla lejos del alcance del mismo, pero su reaccion es tan lenta que posiblemente quede detras de sus compañeros.

Se despierta maldiciendo en voz baja, se levanta con rapidez y coje su escudo y espada, dirijiendose al varullo.

Ve medio grupo peleando a con una criatura de los infiernos, piensa sino sera el responsable del terremoto y el destrozo del meson.

Corre sin parar hasta que llega a la escena y dice:
Maldito seais y volver a los infiernos!!!!!!!!1

El soldado no se permite el lujo de sorprenderse ante la extraordinaria agilidad de lo que parece ser un monje. En sus recuerdos, la superioridad numérica era motivo suficiente para acabar con un enemigo, por diestro que fuera. Sin embargo, éste había logrado esquivar a todos, y aún peor, la escasa coordinación del grupo, que no había luchado junto nunca antes, les hacía estorbarse y perder efectividad.

La repentina situación se había vuelto aún más irreal cuando el monje soltó el arma. Aún así, nada había cambiado. Si no hablaba ni solicitaba rendición, no había por qué tomar aquello de ninguna manera, de modo que se preparó para asestar otro nuevo golpe, procurando esta vez apartarse de sus compañeros para no estorbarse ni ser estorbado por ellos.

La noche había avanzado irremisiblemente, al igual que el tiempo, y Nisha había dejado su lugar a Albey sobre el cielo de Dabacht. Apenas se comenzaba a divisar su luz blanca mientras despuntaba por el horizonte, remarcando la silueta oscura de los montes y reflejando la claridad de las nubes.

El escándalo de la lucha había despertado a los huéspedes que quedaban en el Mesón y muchos de ellos se asomaban en las ventanas del edificio anexo para observar qué estaba ocurriendo, mientras otros más curiosos salían por la puerta del mismo y se acercaban al claro.

Del puentecillo de madera que cruzaba el pequeño riachuelo llegaba corriendo el Capitán DeValin con tres de sus hombres, armas en mano y prestos a unirse a la contienda, aunque aún a bastante distancia. La voz del Capitán podía escucharse desde esta distancia, dando órdenes a sus hombres y exigiendo explicaciones de lo que estaba ocurriendo a todo aquel que se cruzaba en su camino.

La escasa iluminación que había en el claro, así como el caos que reinaba debido a la lucha, permitieron al Monje retroceder hacia una zona sombría del valle, buscando la salvación en la oscuridad, pero encontrando en ella el desastre, pues en ese momento fue cuando la vara cayó de su mano, de forma incomprensible.

Entonces todo ocurrió en unos instantes. El Monje intentaba recuperar su báculo mientras Henry e Illianna se lanzaban al suelo para evitar que éste lograra hacerse con él; Dammeryn y los soldados se desplegaban alrededor del fanático sirviente procurando rodearle, cerrando cualquier vía de escape en una aproximación coordinada; Mélegat y Willer, los hermanos Ansey, emprendían una carrera directa hacia su enemigo con las armas en alto; DeHarve y Tarkean buscaban un hueco por el que sumarse a la lucha... mas nada de eso ocurrió. No hubo tiempo de ello.

Una mano apareció de la nada y agarró la cabeza del Monje desde detrás, un brazo surgió de la oscuridad empuñando una daga y realizó un suave pero rápido movimiento a través de su cuello. Una línea roja apareció sobre la piel del servidor de la diosa oscura y su cabeza se desvió hacia atrás inerte. Finalmente, el brazo y la mano soltaron a su presa y éste cayó al suelo sin vida en medio de un charco de sangre.

Todos los ojos se volvieron hacia la figura que permanecía en pie en el lugar donde antes se encontraba el Monje. Se trataba de Nhadia, a quien nadie había visto acercarse a su víctima, ni moverse con aquella agilidad. El ataque se realizó de forma mecánica, precisa… perfecta. A ojos expertos, aquella no había sido sin duda alguna la primera vez que la muchacha realizaba ese tipo de acción.

El alterado Mélegat no se percató de que el monje yacía muerto hasta que hubo descargado sobre él un par de martillazos...

-¡MUERE COBARDE CULEBRA!

Aún tardó unos segundos en divisar la fina línea roja que rodeaba su cuello...comprendiendo así que no había encontrado la muerte bajo el acero de su martillo, sino que se habían adelantado a él...

Al alzar la vista pudo ver asombrado a la muchacha de cabellos rubios, depié tras el cadáver...

-¡Pedruscos!...tanto tiempo intentando abatir a esta escoria...y una dama lo logra antes que yo...es inaudito..

Todo ha sucedido tan rápidamente que casi no ha tenido tiempo de asimilar lo ocurrido. Pero cuando se levanta del suelo, donde ha ido a parar buscando hacerse con el báculo del monje, Illianna puede contemplar casi a sus pies el cuerpo desmadejado de la malvada criatura, con el cuello cercenado, del que mana la sangre.

Se lleva la mano a su propio cuello, donde una cicatriz plateada dibuja una fina línea todo a lo largo, en la que se abre, en una esquina, un tatuaje en forma de rosa. Balbucea, y sus palabras tienen un significado oscuro para casi todos, habla casi más para sí misma que para que se la entienda.

-Parece... parece un juego del destino...

Mira a Nhadia, aún de pie, su daga aún en la mano, y le sonríe.

-Degollado... y por una mujer...

Rápida como una flecha, aprovechando las sombras de los árboles y la oscuridad de la noche, tan sólo pudo vislumbrarse un leve destello de su daga al surgir de la nada y segar la vida del monje.

Fría, sin contemplaciones, sin remordimientos...

Miró su arma empapada de sangre... Odiaba que estuviese sucia, por ello se inclinó sobre el cadáver y limpió su afilada hoja entre la túnica agujereada.

Al volver la vista al frente todos la miraban, pero ella no dijo nada,tan sólo susurró a Illianna, que la miraba sonriente...:

-Ya no te molestará más...

Después se alejó lentamente de la escena, recogiendo su manta y volviendo al lugar donde dormía para descansar hasta el día siguiente.

Ya he visto a este impio ser revivir despues de recibir un golpe mortal, la oscuridad proteje su alma, recomiendo asegurarnos que no vuelva a vivir

dice Deliamber, que luego de haber visto lo ocurrido anteriormente, no se confia de la victoria obtenida

-¡Es cierto!, ¡lo vimos caer con nuestros propios ojos, y después se levantó sin un rasguño y salió corriendo de nuevo!

Dice Mélegat mientras agita su martillo para dar más énfasis a sus palabras.

El monje se retira asustado,no parece ni magia ni del mismo infierno piensa, luego se da cuenta de lo ocurrido y respira hondo. Va hacia el cuerpo por si encontrara algo o algun objeto que identifique al sujeto...