Partida Rol por web

Pirata se había lanzado en una de sus maniobras preferidas: ladrar y correr en círculos. Sucedía muchas veces cuando se asustaba por algo repentino, o porque quería comida, o porque no veía hacía tiempo a Franerick. Esta vez fue por un enano golpeador de paredes, pero la cura era la misma: el mediano se le trepaba a la cara, y le tiraba de las orejas poniendo la cara frente a sus ojos. Podían ser una o dos vueltas, pero esta vez fueron 3 vueltas, hasta que lo frenó. Probablemente era por tanto ruido y por el olor. Los perros son muy sensibles a ambas cosas.

-Tranquilo, amigo, tranquilo... sólo fue el enano que está enojado con la pared- le dijo, logrando que éste se detuviera. Justo a tiempo como para ver que había quedado a unos dos pasos de mediano de caer ambos al precipicio -Eso... estuvo cerca-

Bigotes, aprovechando la situación, trepó hasta su compañero peludo (Pirata) y le mordió una oreja. Otra maniobra preferida... pero de Bigotes.

Viendo que el perro no podría avanzar, lo miró a los ojos.

-Ve a la entrada y cuídala. Ladra mucho si aparece alguien- le dijo, intercalando algo parecido a gruñidos y ladridos en voz baja.

El perro, obedientemente, y resbalando muchas veces, fue hasta la puerta y se acostó cual Esfinge.

-Te ayudo Tukk, veo que no te gustan las paredes- le dijo, arremangándose un poco, y saliendo a la cornisa.

Si algo no se podía decir del mediano, era que fuera cobarde. Aprovecharía su tamaño pequeño, su agilidad de piernas... y la cuerda de Tukk. Cada tanto miraba hacia la otra puerta, y buscaba el origen de la voz de su hermano. ¡Tenía que ayudarlo! Pero no contaba con el gong, y la impresión que le dio mirar hacia abajo. Estar en un lugar así, desviando la atención de lo que se está haciendo, por buscar a un hermano perdido, no es buena idea.

Franerick tiró de la cuerda, pero parecía que no cedía demasiado bien. Decidió seguir intentándolo, dando pequeños tirones, centímetro a centímetro. En su mente albergaba la idea de poder ayudar a Tukk con su propia cuerda. Un plan sencillo y sin fisuras.

Cuando Tukk logró incorporarse, recuperándose del golpe, se encontró con que Montero había desperdigado media mochila intentando extraer la dichosa cuerda. Tras un último tirón, logró sacarla finalmente… solo para encontrarse con una maraña de nudos.*

-¡Pero hombre, maese enano! ¿Qué tiene pies de mantequilla? - Exclamó el mago al ver como su ligero empujón para envalentonar a Tukk había terminado con el enano estampándose contra el marco de la entrada. Snorri chasqueó los labios y negó con la cabeza, mostrando su desaprobación ante la torpeza de su compañero.

Debían cruzar un estrecho pasaje con una apariencia tan resbaladiza como el suelo que había hecho tropezar a Tukk. El enano, inteligentemente, se puso a clavar piquetas para asegurar una cuerda que hiciera más fácil el paso para el resto de la compañía, pero algo lo distrajo y terminó martilleándose su propia mano. Montero quiso ayudarlo, pero entonces sacó de su mochila una cuerda que más bien parecía el ovillo de lana de un cachorro felino de gran tamaño.

-¡Por todos los libros de Thilano de Berverak, que bien gordos eran sus compendios sobre vexilología! -Exclamó el mago, y de un tirón le arrebató la cuerda a Montero. Le dio un par de vueltas a unos cabos, tiró de un par de nudos, extendió los brazos y lanzó el sobrante sobre su hombro mientras murmuraba algo sobre que todo lo tenía que hacer él, hasta que finalmente logró liberar la cuerda de todos sus nudos y se la devolvió a Montero. -Ahí tienes.

Snorri logró desenmarañar la cuerda con sus hábiles manos. Por suerte, los nudos no eran demasiado fuertes y pudo deshacerlos con relativa facilidad. No obstante, algo de lo que se había enredado salió disparado hasta caer por el foso*.

Lo que siguió a continuación fue un concierto de crujidos, chirridos y borboteos que resonaron como una advertencia por toda la sala.

-Vamos demasiado cargados para andar trepando muros y cornisas. -Dijo el mago viendo como los objetos de Franerick se caían al suelo e incluso uno de ellos se iba rodando foso abajo. Evidentemente nadie quería correr la misma suerte, por lo que Snorri comenzó a mover las manos gesticulando de modo que a otros les parecería estúpido de no ser por un extraño reflejo azulado que se dibujaba tras cada movimiento de sus brazos.

Una vez finalizó su extraño ritual, Snorri se agachó y recogió uno de los objetos desperdigados por el suelo de la mochila de Montero. Con una mano a la espalda y sosteniendo el objeto con un par de dedos al tiempo que lo alejaba de su cuerpo, lo colocó con cierto desdén a media altura en la más y absoluta nada. Pero el objeto, en lugar de caer al suelo de nuevo, se sostuvo flotando en el aire mágicamente.

-Venga, ¿a qué esperáis? - Les dijo al resto al ver que no se movían. -Colocad vuestras cosas aquí, el sirviente invisible las llevará.

Snorri dejó su bolsa de libros, que permaneció flotando en el aire junto al objeto que había recogido de Montero y esperó a que el resto cargara sus cosas del mismo modo. En poco tiempo, a la espalda de Snorri iban un motón de cosas que flotaban y revoloteaban unas encima de otras mágicamente y le seguían allí a donde el mago se moviera. Había que cruzar aquella repisa, y ante la indecisión del grupo Snorri chasqueó la lengua y se abrió paso.

-Déjame, déjame, maese Tukk. Iré al otro lado y así os será más fácil asegurar la cuerda conforme vais pasando. - El mago le arrebató de nuevo la cuerda a Montero, cogió un extremo y le tendió el otro al enano. El motón de cosas flotante le iban siguiendo. -Por las barbas de Zarrameo el Escriba, agarrad bien esa cuerda no sea que me deje los cuernos ahí abajo. -Dijo al asomarse a la profundidad del abismo.

Pero Snorri no perdió el pie mientras avanzaba por la estrecha y resbaladiza repisa seguido de un montón de trastos flotantes. El mago logró superar el abismo con cierta gracia y soltura una vez dio los primeros pasos y se sintió más confiado. La cornisa era estrecha, pero no deslizaba tanto como el suelo donde había dejado a sus compañeros gracias a las porosidades y rugosidades que presentaba.

-¡Hala, ya está! No era para tanto.

Tukk se había agarrado a duras apenas a la cuerda para no caer. El martillazo en el dedo le hacía ver las estrellas pero caer al pozo habría sido el fin. Se encaramó como pudo a la resbaladiza cornisa con la ayuda de la cuerda que había anclado a la pared mientras sus compañeros parecían ignorarle. Un mediano, un mago y un bardo, valientes compañías se había buscado, si al menos Hortensia estuviera con ellos, pero no, tenía que quedarse en ese pueblucho. El enano gruñó agarrado con uñas y dientes con la nariz pegada la pared. No podía seguir, pues había perdido el martillo, y su orgullo no le permitía volver.

Snorri el mago pasó junto a él como un gato caminado por la cornisa. Snorri hablaba tan poco claro como solo los magos saben hacerlo así que su cháchara no le servía de mucho, pero llegó al otro lado del foso sin demasiado problema. Tukk ahogó una maldición porque sabía que el insidioso mago se lo restregaría. ¡Qué condena era el protegerle! Se dispuso a usar la cuerda de Snorri para ayudarse a llegar al otro lado colgando de ella tras resbalar en la cornisa varias veces. Las insolventes palabras del mago le hicieron ron avanzar con decisión, a puro pulso. Con la cara roja como un tomate llegó al otro lado del foso.

Por otro lado no dejaba de pensar qué podía anunciar ese gong que habían oído antes. 

En qué momento se había enredado tanto, no lo sabía, pero lo que sí sabía, era que ahora no tenía su olla preferida. Miró a Snorri con malos ojos, mientras volvía a meter sus cosas en la mochila.

-Nada ni nadie lleva mis cosas más que yo... y Pirata- dijo colgándose de nuevo la mochila, pero sacando comida para Pirata y dejándosela más cerca de la puerta, con un "que dure" suavemente al oído del perro.

Se adelantó, y el mago pasó como un suspiro a su lado, cruzando al otro lado de una manera más propia de un equilibrista que de un mago. Tal vez había sido equilibrista... ¿quién sabe? A todo eso, Montero se había olvidado de agarrar la cuerda, así que agradecía que hubiera sido, o no, acrobático.

Tukk también había demostrado, aunque con mucho esfuerzo, el tesón suficiente como para cruzar. Así que él no podía ser menos...

Pero lo resbaloso, la presión de no quedarse atrás (aunque Talan aún no había cruzado) y que la cuerda le quedaba medio incómoda, trastabilló... y apenas se pudo agarrar al borde, mientras Bigotes corría por su mano, y parecía querer ayudar con sus pequeñas patitas delanteras, y mirando con reproche a los demás, que miraban...

-Si... alguien... quiere darme... una... mano... lo agradecería- dijo con esfuerzo, porque justamente lo de hacer flexiones no era lo suyo.

Tanto Snorri como Tukk lograron llegar al otro lado de la sala. El enano había logrado sacar su determinación al ver cómo el ingrato mago cruzaba el saliente como si nada. Sin embargo, la ligereza de los pasos de Snorri provocó que su sirviente invisible se moviese a la misma velocidad, provocando un gran alboroto que se atrevía a rivalizar con el monótono estruendo que vomitaba el foso.

Una flecha se clavó a escasos centímetros de la cabeza de Snorri, que tardó unos segundos en asociar el siseo cortante con el proyectil que por poco le cercena la oreja derecha*.

Franerick, por su parte, tuvo peor suerte. El ruido y el olor le mareaban. La voz de su hermano le había confundido, volviendo sus pasos más inseguros a cada baldosa del saliente. El siseo de la flecha lo distrajo lo suficiente como para hacerle trastabillar. Lo primero que vio Tukk al dar el impulso final para alcanzar el otro lado fue a Montero colgando del saliente mientras el pobre Bigotes trataba de ayudar a su compañero sin demasiado éxito.

Snorri alzó los brazos y los dejó caer con exasperación de nuevo cuando vio a Montero agarrado al pico de la cornisa y a punto de caerse al infernal abismo que había al fondo de aquel foso gigante. Había tratado de aliviar la carga del grupo pero habían rechazado su ayuda, también les había dejado un extremo de la cuerda con la que él había cruzado pero no le hicieron mucho caso.

-No quiere que le lleve las cosas, pero bien que quiere que le ayude ahora. - Murmuró el mago en voz baja para sí mismo. -¡Para qué os dejado una cuerda! - Gritó a continuación.

Iba a dirigirse a ayudar al mediano pero entonces algo pasó silbando cerca de su oreja. El mago se alarmó al comprobar que una flecha había estado a punto de ensartarse en su cabeza y entonces se lanzó al suelo consciente de que no sería la última con la que intentarían perforarle su bonita túnica de mago.

-¡Nos atacan! - Le gritó al resto desde el suelo, alzando la cabeza lo justo para tratar de discernir de dónde había venido el disparo. Más le valía a ese mediano aprender rápidamente a trepar como una araña o que el enano aprovechara la cuerda que Snorri había dejado para salvarle el pescuezo.

Montero escuchó las palabras del mago, pero realmente no podía decirle nada al respecto. Y eso lo enojaba.

-¡Pero... no llego... a la cuerda!- dijo el mediano, empezando a balancearse para intentar llegar al borde de una manera que pudiera trepar.

Esa situación, salvando las distancias del peligro a morir descuartizado por algo del fondo, le hizo acordar a cuando con su hermano hacían algunas acrobacias y monerías por monedas. No era el mejor momento de los hermanos Cienleguas, pero algo de dinero hacían. Su hermano aprovechaba su fuerza, él aprovechaba su agilidad.

Continuó con el balanceo, y con un par de chillidos le dijo a Bigotes que dejara de intentar ayudarlo en ese momento. Se distraía, y ya una distracción había generado esa situación. Tenía que trepar y continuar, o las flechas comenzarían a repicar cerca suyo... o en él.

Tukk agarró a Montero de un brazo y tiró de él hacia arriba. Su rostro se enrojeció y se le marcaron las venas del cuello tratando de subir al pesado mediano. Jamás hubiera jurado que pesaba tanto. ¡¿Pero qué lleva este chico en los bolsillos, herraduras?! Su respiración era agitada y bufaba por las fosas nasales como un toro antes de embestir.

—¡Snorri ponte a cubierto! Estoy un poco liado ahora mismo para protegerte ¡¿De dónde diablos ha venido esa flecha?! —dijo tratando de ayudar a Montero sin conseguirlo realmente— ¡Hay que salir de aquí pero ya! Vamos vamos, por la puerta.

Una gota de sudor cayó de la barbilla de Franerick, encontrando un funesto final contra el filo de una de las muchas sierras radiales del foso. Los chirridos de la maquinaria oxidada apenas ahogaba el corazón desbocado del pobre explorador. Debía hacer algo o terminaría convertido en carne picada.

Tukk se apresuró a ayudarle, pero cuando casi había logrado auparlo, tuvo que apartarse para impedir que una flecha le atravesase la mano. Por suerte, su acción desplazó lo suficiente la cuerda como para que Montero pudiese alcanzarla y terminar de trepar hasta la cornisa. Estaba a salvo. Apenas tuvo tiempo a recuperar el aliento cuando una flecha cortó el aire a pocos centímetros de su hombro. Habían llegado al otro lado, pero todavía debían alcanzar la puerta*.

Snorri por su parte, se dedicó a estudiar la procedencia de los disparos. El hecho de que ninguna flecha diese en el blanco hablaba muy bien de la agilidad felina del mago o muy mal de la precisión de sus atacantes.

Snorri permaneció tumbado en el suelo mientras Tukk ayudaba al mediano a trepar, ladeó la cabeza rápidamente para mirar hacia ellos y comprobar que así lo había hecho. También descubrió que no sólo él era objetivo de los disparos de las flechas. Así que en el fondo se sintió algo aliviado. Mal de muchos...

El enano le había gritado que se pusiera a cubierto, aunque la sala no daba opción a mucho más. El mago se había tirado al suelo panza abajo y completamente estirado porque era la mejor manera de convertirse en un peor blanco para los proyectiles que volaban por encima de él.

-¿Y qué te crees que hago? ¿Bailar la danza de las siete flechas? - Un popular baile tradicional de la zona cercana a Schwarzendorf, que de manera apropiada con aquella situación llevaba ese particular nombre. Pero al contrario que en la danza tradicional, aquellas flechas que pasaban rozando sus cabellos en ese momento estaban bien afiladas, y eran lanzadas a mala saña. 

Snorri levantó apenas la cabeza para buscar a quien, o quienes, lanzaban las flechas. También buscó algo que les pudiera servir de cobertura mientras cruzaban a la siguiente habitación.

Franerick, aprovechando que a la espalda llevaba su abultada mochila, corrió en zig zag hacia la puerta, con intensión de abrirla apenas llegara. Estaban muy al descubierto, y aunque podría sacar su arco y responder a quienes estaban disparando las flechas, de nada serviría sin una protección.

Esta vez, sin tener que mirar hacia abajo ante un vacío que lo llevara a una muerte horrenda, pudo demostrar su agilidad. Dio un salto hacia el costado, justo donde una flecha impactó apenas una milésima de segundo después de que su cuerpo estuviese allí. Corrió en línea recta unos pasos, que parecían que continuarían, y realizó un giro de su cadera virando a último momento, esquivando un proyectil, sin ver siquiera.

Otro, y otro más, fueron necesarios para acortar las distancias. Abriría la puerta, alguien tenía que hacerlo...

Snorri observó detenidamente la sala. Hasta el momento, apenas se había fijado en los diseños geométricos que decoraban las paredes. Tardó un par de flechas erradas en conectar el trampantojo que ocultaba el foso con la aparición de aquellos atacantes. Era más que probable que aquellos arabescos también engañasen al ojo, escondiendo pequeñas oquedades desde las que les estaban atacando.* El ruido había alertado a aquellos arqueros.

La falta de un ritmo lógico en los disparos y la falta de un interruptor que la accionase, evidenciaba la ausencia de trampas: las flechas provenían de alguna forma de vida que protegía las ruinas. Era evidente que podrían perseguirles si así lo deseaban. No solo eso, sino que nadie le aseguraba que no hubiese pasadizos que conectaban varias salas en las ruinas. Debían andarse con cuidado**.

Ya fuese un intrincado conocimiento de la perspectiva que permitiese engañar al ojo o complejos hechizos de magia dimensional, Snorri sabía que, si dedicaba el tiempo suficiente, podría sacar algo de provecho al estudiar las ruinas. Pasar demasiadas horas podría agravar la enfermedad, ¿pero acaso no era un riesgo necesario por el bien del poder y el conocimiento?***

Talan se había mantenido en silencio, cosa rara en él, fascinado por el maquiavélico mecanismo de ruedas, engranajes, palancas y ejes, cuidadosamente preparados para triturar a intrépidos aventureros. ¿Cuantos habrían caído ya y su recuerdo se ha perdido para siempre? Pero por fin los gritos de sus compañeros le sacaron de su ensimismamiento y se apresuró a pasar por la cornisa para alcanzar el otro extremo de la habitación. Con la espalda pegada a la pared recorrió toda la sala, pero cuando ya se acercaba a la puerta la bolsa con las raciones se enganchó en un saliente de la pared y su contenido cayó a la maquinaria mostrando el destino cruel que les depararía si caían al pozo.

-¡Maldita sea! -Bramó Snorri todavía desde el suelo. Por más que miraba y miraba no daba con los atacantes. No fue hasta que vio por fin salir una de las flechas a través de una pequeña rendija que había entre un triángulo isósceles y el dibujo de una función geométrica que comprendió al fin que les estaban atacando desde una sala paralela a la del trampantojo. El ruido que hacían el mediano y el enano debía haber alertado a los atacantes; y no le extrañaba, entre los gritos de uno y los objetos que se iban cayendo por todos lados del otro, aquella no había sido la entrada más sigilosa del mundo.

-¡Perfecto! Hasta los guardias sordos se han enterado de nuestra llegada.

Había algo en las figuras geométricas que decoraban la sala que le llamó poderosamente la atención. No podía permanecer allí el tiempo suficiente como para detenerse a estudiarlas, y menos con aquella lluvia de flechas. Mientras sus compañeros se decidían a cruzar el foso y abrir la siguiente puerta, Snorri intentó fijarse en su composición para ver si le sonaban de algo. Volvería más tarde cuando aquella sala no fuera un peligro mortal para intentar descifrar lo que ocultaban aquellos símbolos.

Mientras Franerick se apresuraba a abrir la puerta —espoleado por la arenga de un Tukk que trataba de levantarse con esfuerzo— y Snorri estudiaba las paredes de la habitación, Talan se había quedado petrificado ante la visión del foso. La ominosa estridencia ya le había anunciado un escenario similar, pero tenerlo delante era una cosa muy diferente.

Procurando mantenerse pegado a la pared y aprovechando cualquier porosidad para apoyarse lo mejor que pudo, fue capaz de llegar al otro lado al tiempo que su compañero abría la puerta, lamentando únicamente la pérdida de las raciones que había empaquetado para el viaje —un precio pequeño en comparación a su propia vida—. Tukk tuvo que desviar un par de flechas con su escudo para que todos pudiesen precipitarse a la siguiente sala. 

Cuando cerraron la puerta, todavía pudieron oír unas cuantas flechas clavándose de forma inmisericorde contra la madera, seguidos por chasquidos de lenguas e improperios entre susurros.

Por fortuna, parecía que ya no había arqueros ocultos ni trampantojos en la nueva habitación. Al contrario que la anterior, esta era de planta alargada*:

La entrada tenía forma de cuello de botella invertido, abriéndose en una sala alfombrada y donde apenas llegaban los chirridos del foso. En las paredes, a ambos lados de la habitación, colgaban seis cuadros; amén de seis bancos situados en frente de cada pintura para poder admirarlas cómodamente. Al fondo, la salida: una puerta de diseño similar a las anteriores, de madera y con exquisitos arabescos tallados tanto en la hoja como en el marco de piedra.

El primero por la izquierda (f) era el retrato de una mujer desnuda, tumbada sobre un diván. En la placa que lucía unos centímetros a su derecha podía leerse el título: Abir. Indígena de Yerba.

El primero por la derecha (c) era La cena de los temerarios, un bodegón donde podía apreciarse una composición de frutas y verduras.

Marina 2 (b) es el segundo cuadro por la derecha. A simple vista parece un aburrido aunque bucólico paisaje rural: el sol del atardecer tiñendo de anaranjado y rosa las suaves colinas bajo las que habitan los medianos y un río que serpentea entre ellas y bajo un pequeño puente de piedra.

Frente al paisaje (e) había un hermoso paisaje estrellado: Camille. Sin embargo, el autor de aquella obra había plasmado las estrellas en un orden incorrecto —según pudieron precisar, acostumbrados como estaban a observar el cielo nocturno mientras acampaban— o que no se correspondía con la bóveda celeste que ellos conocían.

Las últimas dos obras eran Prisión de luz (d) y, en frente, Conde Duque de Avellaneda (a). El primero era un innovador ejemplo de arte abstracto, una composición geométrica que recordaba mucho a la vidriera que habían visto desde la Plaza del Brillo de Pasombrío. El último era el retrato de un hombre pálido y altivo, que parecía seguir con la mirada al espectador; tras él, hay un espejo que no le devuelve el reflejo.

Talan y Snorri, más acostumbrados a ese tipo de despliegue**, comprendieron enseguida que se trataba de la pinacoteca privada del geómetra. En un estado de conservación óptimo, aparentemente (si uno no se fijaba en las manchas de melaza negra que había en algunas grietas del techo y sobre la alfombra de motivos geométricos).

Cuando cerró la puerta, Franerick suspiró. Pero pensó en Pirata, y que había quedado del otro lado. ¿Y si se encontraba con aquellos arqueros? Sólo esperaba que le dieran tiempo de levantarse, que de seguro se los cargaba a todos.

Al darse vuelta, y mirar la sala que tenía frente a él, se enderezó un poco, como si hubiese entrado a la casa de su abuela Celia, donde había que estar todo muy pulcro y que, por lo tanto, siempre recibía algún reto por no estarlo.

Pero se dio cuenta que no había nadie que lo fuera a retar. Así que relajó el porte un poco.

-Tenemos que avanzar, mi hermano está en alguna sala más abajo- dijo como si realmente supiera que había que ir más abajo, que había sido su sensación.

Las pinturas poco le interesaban, así que avanzó mirándolas de pasada con su observación natural a los detalles, pero sin detenerse... hasta que se encontró con los del medio. Miró el paisaje con medianos, y luego el cielo erróneamente pintado. Algo le llamaba la atención de esos dos, pero no estaba seguro de qué...

Los labios de Talan se entreabrieron cuando sus ojos se posaban sobre las pinturas. Los bellos lienzos fascinaron al bardo.

- ¡Qué belleza! ¡ Que buen gusto! ¿Que mano experta habrá sabido plasmar con tanto tino realidades, no se sabe si pretéritas o futuras, con tal precisión?

Hablaba en voz alta pero a nadie en particular.

- Así como el medio por el que los juglares nos expresamos es el aire que transporta nuestros palabras y acordes, el pintor usa una estampa más permanente. Y aún así logra expresar, a veces con mayor y otras con menor fortuna, lo muchos no pueden con sus composiciones.

Fue recorriendo la sala observando una a una las pinturas, analizando si podía saber algo más de los hechos que representan, el autor que los dibujó o, quizás más útil, el dueño de la colección.