Partida Rol por web

Transcurrieron las primeras centinelas de Dardo y Arvak, sin nada a destacar, observando la lluvia caer y escuchando el bufar del viento. Arrebujados en vuestras capas y acosados por malos presagios, comprobáis de vez en cuando el estado de los pobres caballos, que soportaban con paciencia el aguacero. Este viaje tenía visos de durar todavía mucho. Ahí fuera os aguardaba el destino. Un destino incierto, esquivo y peligroso en los confines del mundo.

Contemplas la lluvia derramarse sobre el bosque, escuchabas el ulular del frío viento soplar afuera. Arrebujada en tu capa y acosado por malos presagios. Tenías la certidumbre de que este viaje no estaba cerca de su fin y que vuestras penalidades no terminarían pronto. Por otra parte, no distingues prácticamente nada entre la lluvia incesante y las tinieblas que te rodean y solo escuchas el rugido del viento atravesar las hojas de los árboles y zarandear sus troncos.

Debajo de la manta, escuchabas la respiración profunda de tus compañeros dormidos y sus ronquidos, así como algún ocasional movimiento de Zeleria en su guardia. No lograbas conciliar el sueño, tratas de apartar de tu mente los fantasmas que la acosaban y al final medio te dormiste.

Te despertaste con un sobresalto, liberado de las garras de una pesadilla. Al apoyarte el suelo tus manos tocaron algo: estaba cubierto de una sustancia pegajosa, resbaladiza, como gelatina. Pringosa y espesa, goteaba de muros y techo, cubría las paredes y ocupaba buena parte del piso de la cueva. Un escozor repentino en tus manos, una abrasión, esa especie de babas laceraban tu piel, la agrietaban, hacían que se desprendiese de la carne.

Entonces notas flotando en el aire cargado de unas minúsculas esporas. Tus compañeros tenían la cabeza y parte de sus facciones cubiertas de ellas, de un color amarillento, si te pasas los dedos por la cara se manchan de ese polvillo. Te notas un poco aturdido y la vista parece que se te nubla ocasionalmente.

Al calor del fuego conseguí intentaría descansar las pocas horas hasta la penúltima guardia. Conforme de acercaba el alba, las criaturas de la noche se retiraban, salvo alguna bestia hambrienta, pero los hombres solían escoger esas grises horas para  el ataque.  El debate de Zeleria con Arvak ya me era indiferente. Salvo el cómo sanar a Arctostafilos, todo lo demás había quedado zanjado por mi parte.  Ir hacia el oeste quedaba descartado por el momento y confiaríamos en que los captores de Maclo andasen más lento que nosotros.

Los hombres eran estúpidos. Si le hubieran seguido la corriente sin duda los aesires hubieran cantado y los cimmerios no se a habrían jurado. Pero volver atrás en el tiempo era algo imposible y tenían que resignarse con lo que tenían. Suerte de haber "pactado" un preacuerdo contra contingencia de ese tipo durante la noche previa, con su ogro favorito. 

-  Pues nada... - Dijo mientras miraba desde la entrada de la cueva hacia el cielo estrellado. Siempre le había atraído el firmamento nocturno. Era... misterioso e inquietante. - Al menos aquí estamos calientes. Espero encontrar la cura del estúpido de Arctostafilos. Por mucho que la cagara, sigue siendo un buen compañero. 

Y es que se fiaba más de Dardo que de sus otros dos compañeros. Arvak era demasiado tonto. Su concepto del honor y su rígida forma de ver la vida, le hacían peligroso en ocasiones. Arkra en cambio era un hombre oscuro, que perseguía sus propios intereses y que llegado el momento, les podía llegar a traicionar. Aunque eso no le sorprendería de ninguno, al fin y al cabo, en aquella época la traición era algo que estaba a la orden del día.

Arvak estornudó estrepitosamente mientras movía la cabeza a los lados intentando despejarse. Tenía que despertar a los demás.

- ¡¡ Arriba !! ¡¡ Todo el mundo arriba !! - gritó mientras daba una patada al más cercano.

- ¡¡ Arriba !! ¡¡ Todo el mundo arriba !! -El vozarrón de Arvak junto con sus patadas apremiantes y sus estornudos, os acaban por despertar.

Soñolientos, algo aturdidos, os vais despertando. A la luz danzarina del fuego mortecino podéis ver que en las caras de vuestros compañeros y en el pelo hay un polvillo de color amarillento.  El suelo está un poco cubierto de una sustancia pegajosa, resbaladiza, como gelatina. Goteaba de muros y techo, resbaladiza y espesa, cubriendo de forma parcial las paredes de roca. Allá donde vuestras manos la tocan, notáis un repentino escozor, como una quemazón, y la piel se despelleja a los pocos segundos. Os sentís un tanto adormecidos, con un cierto sopor, la coordinación y los miembros torpes, un entumecimiento progresivo, incluso la vista empeora. El que peor se encuentra es Arkra que, aunque recupera el sentido, no se ubica, más desorientado.

Al mirar hacia la angosta entrada, descubrís que esta se encuentra casi bloqueada por esa mucosidad a la vez que el goteo de la babosa pasta se incrementa tanto donde os encontráis como hacia el fondo de las penumbras de la cueva. 

Esta casi terminando tu aburrida guardia cuando el grito de la potente voz de Arvak te hace dar la vuelta hacia el interior de la cueva- ¡¡ Arriba !! ¡¡ Todo el mundo arriba !! - escuchas, amortiguada no solo por el chaparrón interminable y el viento que no detiene su ímpetu, sino porque descubres que el acceso bajo y estrecho a la cueva está casi bloqueado por una especie de gelatina pegajosa que cada vez la cubre más, goteando desde la parte alta del interior de la gruta e incluso naciendo en el suelo. 

Zeleria rápidamente agarró su espada y la desenfundó presta para el combate, aunque... ¿Qué era lo que estaba obstruyendo la entrada de la cueva? No acababa de comprender a que se estaban enfrentando.

-  ¿Pero qué diablos es eso? - Preguntó sorprendida. Miró a sus compañeros.  - ¡Creo que deberíamos salir de aquí cuanto antes! - Advirtió.

Zeleria se acercó a aquella cosa. Quería descubrir de donde procedía o averiguar que diantre era aquello. Por supuesto, si podía salir al exterior sin quedar pringada por aquella gelatina lo haría sin dudarlo, por ello agarró todo su equipo y se lo echó a la espalda.

Arvak gritó a los que estaban dentro de la cueva

- ¡¡¡ Poneos detrás de mi !!! - Tras lo cual se cubrió la cabeza y embistió la mucosidad de la entrada para atravesarla y salir de ella, esperando que sus compañeros le siguieran.

Confuso y aturdido, como si hubiese bebido demasiado licor, me levanté y miré a mi alrededor.  Una viscosa y vil sustancia nacía de la misma roca, pequeñas e innumerables gotas cuyo mero contacto hacia arder la piel.  Brujería. ¡La espada! Agarré el arma algo confuso, no pensaba con claridad, no era el acero lo que nos salvaría, ni correr hacia las profundidades de la caverna, ni embestir ciegamente la capa de ardiente icor que taponaba la entrada.  

El grito de Arvak me hizo ponerme en movimiento. Me sacó del estupor como una bofetada. Con la manta sobre la cabeza, cubriendo lo mejor posible rostro y ojos, saldría inmediatamente tras el enorme cimmerio.  

-¡Loco! - le gritaría si conseguíamos salir. E intentaría retirar toda esa infernal sustancia de su cabeza, rostro y de aquellos sitios donde la piel hubiese quedado expuesta, usando mi capa o cualquier tejido disponible.

- ¿que sucede? ¿que es esto?

Dardo trató de seguir al gigante Arvak fuera de la cueva, espués de coger sus escasas pertenencias y sacudirse el sueño de la cabeza

El ímpetu de la embestida de Arvak contra aquella gelatina pringosa que taponaba la angosta entrada a la cueva, hizo que buena parte de ella cediese a su colosal fuerza. Aunque se encontró con más resistencia de la que pudo haber calculado, logró romper la telaraña mucosa endurecida y salió al exterior. Zeleria, muy cerca, investigando esa sustancia, tuvo que apartarse para que no se la llevase por delante. Vio que supuraba tanto del techo, de los muros de piedra y del mismo suelo, dentro y alrededores de la entrada en el exterior.

Continuaba la tormenta. La lluvia fue una bendición para Arvak, le limpió y liberó de esa suciedad maloliente y asquerosa de cabeza, manos y cara. Tenía abrasiones y quemaduras leves en las mejillas, la frente, los antebrazos y las manos y trozos de su ropa casi deshechos por efecto de esa especie de ácido.

El hueco abierto por el cimmerio sirvió para que Arkra, aun aturdido, lograse escapar de la trampa. Rodó fuera y se ocupó como pudo en ayudar a su compañero. Dardo le imitó, se demoró un poco, y ya el acceso se cubría una vez más de ese componente áspero como una lima. Consiguió salir también, aunque cayó sobre la tierra húmeda, medio narcotizado. A Zeleria le pareció claro que la sustancia viscosa era alguna clase de organismo que se alimentaba de seres vivos.

Y en eso estaba, cuando de repente la tierra bajo sus botas se ablandó, se descompuso en segundos y se abrió sin previo aviso bajo sus pies, tragándosela. Cayó y, cuando quiso sujetarse a las raíces o piedras de alrededor, se encontró con la pastosidad de la sustancia quemando sus manos. Esa cosa la succionaba y ya solo le quedaba fuera del agujero el torso y la cabeza.

En cuanto Arvak se percató que Zeleria era engullida por el agujero del suelo inmediatamente estiró el brazo para ayudarla a salir.

- ¡Mierda! - Exclamó cuando el suelo cedió bajo sus pies cayendo hacia las profundidades. Para su horror comprobó que todo a su alrededor estaba cubierto  por aquella sustancia ácida que le quemaba al tacto. - ¡No, no puedo! ¡Esto quema! - Se quejó amargamente.  

Entonces vio como su compañero cimmerio trataba de alcanzarle con la mano y ella  trató de agarrarse. No le gustaba deberle una a nadie, pero agradecería con creces ser sacada de aquella tumba ácida.

Justo cuando parecía que la ciega y urgente confusión remitía, con Arvak apenas dañado por el ácido, era Zeleria la que veía el suelo hundirse bajo sus pies.  Me aparté del camino del tuerto y me lancé hacia donde se hallaba la mula. ¡La cuerda!.

No me gustaba esa tierra junto a la entrada de la cueva.  Igual se podía tragar a Zeleria que a Arvak, que a todos nosotros.

Lancé un cabo hacia la guerrera y rodeé el otro extremo de la cuerda alrededor del cuello del fuerte animal.

-¡¡Agárrate a la cuerda!! -Si entre mi fuerza, la de Arvak y la de la mula no sacábamos a Zeleria, ya podía darse por muerta. Acabaría partida en dos. -​​​​​​¡¡Brevea!! - ¿Había llegado a salir, no lo tenía claro. -​​​​​​¡Ayúdame con la cuerda!

Dardo tuvo la misma idea que Akra, pero fue más lento en llegar a la mula y la salvadora cuerda. Mientras Arkra la sujetaba a la propia mula, Dardo se la lanzó a la guerrera atrapada y procedió a tirar con todas sus fuerzas para sacarla del atolladero.