Partida Rol por web

Una vez la motosierra de Elsa hubo puesto fin a la innecesaria algarabía de la zona, Ivy pudo por fin concentrarse en la tarea que le tocaba. Tensó su arco y fue escupiendo flechas hasta que ya no quedaba nada a lo largo y ancho de todo el corredor.

Para su asombro, y como pequeño daño colateral, uno de esos yonkis que parecía que se habían chutado uranio empobrecido se vengó de ellos desde el más allá: tras ser su carne atravesada por la flecha de Ivy, una masa gelatinosa salió despedida, como a presión, desde el interior de sus entrañas. Y al entrar en contacto con la piel de Claudia, que, machetes en mano, era la que más cerca se encontraba, se comportó como una especie de ácido corrosivo que le produjo a la latina series heridas en un hombro y en parte de la espalda. La visión de su piel desnuda, desfigurada por el denso líquido, estuvo a punto de hacer que se le revolviese el estómago. Pero sus gritos de dolor la hicieron salir de aquel asqueroso ensimismamiento, y reacción al momento de forma espontánea.

-¡Médico, médico! ¡La chiquilla está herida! ¡Tiene... quemaduras, o algo así!

Un fabuloso rugido puso sobre aviso a todos los supervivientes de que la abominación acababa de reanudar su persecución. Esa maldad primigenia que de alguna forma le insuflaba vida y gobernaba sus instintos volvía a colocarlos en su punto de mira...

Aunque eran los zombies tóxicos quienes se habían revelado, al menos hasta el momento, como los enemigos más enrevesadamente complicados de evitar. Tenerlos cerca significa la muerte, como Claudia casi corrobora. Pero mantenerlos a distancia es casi imposible en aquellos angostos corredores de El Corte Infectado.

Por lo demás, sendos pelotones de la muerte se arrastran por El Corte, buscando converger sobre la suculenta carne de los supervivientes. Cada vez son más los gordos y los rápidos que sazonan las filas de los no muertos, mientras que a sus víctimas les está costando sangre y sudor encontrar nuevo equipo con el que defenderse. El espectáculo acentúa lo dantesco de su naturaleza cuando los dos corredores que acababa de descubrir Elsa son derribados por la caída de una de las estanterías de la tienda, quedando atrapados, con los brazos extendidos hacia el aire, y casi aullando de frustración por no poder despedazar el cuerpo de la pelirroja.

-¡Tenemos que salir de aquí! -grita Elsa al ver a la abominación doblando la esquina y la horrible herida que los tóxicos le han dejado a claudia. Ademas podía escuchar a las docenas de zombis que se acercaban por los pasillos del centro comercial-. Salgamos y rodeemos el centro comercial, hay una entrada mas al sur.

Sin pensárselo, se lanza sobre el gordo y sus dos acompañantes con la intención de matarlos y abrir la puerta que da a la calle. Para su mala suerte la moto-sierra comienza a fallarle y se apaga justo cuando intenta cortar en dos al gordo. La ladrona da unos pasos hacia atrás mientras intenta prender la moto-sierra de nuevo. Uno de los lentos se le hecha encima y Elsa se defiende con la sierra metálica, pero apagada no es efectiva.

Por fin, después de dos intentos, la moto-sierra comienza a funcionar, pero solo lo suficiente para acabar con uno de los pequeños. Sin poder hacer nada mas, Elsa se mete debajo de una larga banca y comienza a arrastrarse hasta el otro lado, lo que le dar unos segundos de ventaja.

Sin tener otra arma que pueda usar de manera efectiva contra el gordo aquel, su única esperanza es que el grupo se encargue de él. Pero la ladrona no sera del todo inútil este turno pues al menos podrá llegar hasta la puerta y abrirla antes de tener de nuevo al gordo encima de ella.

....pero ¿es que nadie piensa en los niños?...piensa irónico mientras comienza a revisar sus bolsillos y acercarse a Claudia.

- Quieta, esto te va a doler un poco - saca una pomada cicatrizante y la unta en la quemadura para a continuación sacar unas gasas húmedas para cubrir la herida. Con este grado deberíamos dejarla al aire pero me preocupa más que no se te infecte, así que intenta no ensuciar la herida.

Entonces se gira al escuchar las maldiciones de Elsa a la que la motosierra se le ha parado...joder, no vamos a salir de aquí a este paso. Desenfundando de nuevo las espadas se mueve rápido para ayudar a la mujer pelirroja: Abre la puerta y yo te cubro. Los dos zombies caen despiezados al suelo, parece que el médico se va acostumbrando a las armas japos conforme las va usando. 

Elsa abre la puerta y Raoul sale a la calle: Despejado, ¡corred!

Marvin aportó su parte en la refriega al vaciar el cargador de las pistolas en las piernas de los 2 zombies restantes, con la suerte de que un caminante se reventara la cabeza al caer. El tóxico que quedaba apenas podía arrastrarse por el suelo, por lo que la única amenaza real en ese momento era la abominación que se acercaba a paso ligero.

-Habeis hecho un gran trabajo, nos vemos afuera- dijo el guardaespaldas mientras investigaba un almacen de ropa situado cerca de la salida.

La tranquilidad temporal de la situación había hecho que Marvin bajara la guardia, por lo que casi hubiera quedado a merced del caminante que estaba atrapado en ese cuarto, si no llega a tener a Bismuth para que le salvara el cuello en ese momento. Hiperventilando por la opresión del ambiente, no se sabía si Marvin estaba acariciando al perro en señal de agradecimiento, o lo hacía para recuperar los nervios después de esa experiencia... probáblemente ambas cosas.

Secándose el sudor de la frente con la manga de la americana, el afroamericano reparó en un armario con la inscripción "solo para personal de seguridad autorizado". Segundos después, salió con una sonrisa de satisfacción ante el hallazgo de un juguete nuevo para el equipo.

Estaba acostumbrada a ver heridas de bala, de navaja, y de algunas otras armas improvisadas de naturaleza más truculenta. ¡Pero aquella mierda que le abrasaba la piel era algo nuevo!

-¡¡Aaahhh!! ¡Mi espalda! ¡Que alguien haga algo, joder! Arrodillada en el suelo, sostenida por un solo brazo con la palma de la mano apoyada contra los balsosines del pasillo, su otra mano tentaba la zona de la herida con una extraña mezcla de prudencia y desesperación. De no ser por la intervención de Raoul, allí se hubiera quedado, paralizada, sin tener ni idea de qué hacer.

-¡Pues claro que no la voy a ensuciar! -exclamó mientras corría en dirección al callejón. Y para eso lo mejor que puedo hacer es alejarme de esa zorra y sus flechas. Más concentrada en descargar su ira contra alguien que pudiera sentirse ofendida que en hacerlo contra unos cachos de carne sin el menor atisbo de inteligencia, sus piernas la llevaban en todo caso en dirección opuesta al lugar del que parecía proceder aquello infrahumanos explosivos.

Una vez se hubo cerciorado de que la herida de Claudia no era nada grave dejó de prestar atención a sus aspavientos. Se negó a ello, de hecho, por mucho que la mulata se esforzase en crisparle los nervios. Ella no era un matón de tres al cuarto, como aquel guardaespaldas con ínfulas de príncipe azul. Ya darás gracias a todo lo sagrado por tener cerca a esta zorra la próxima vez que sus flechas te salven el trasero, chiquirriquitina.

Un par de pasos hacia atrás más tarde, un nuevo proyectil cruzaba El Corte para acabar atravesando el cráneo de un nuevo zombie radiactivo. Esta vez ya sabía cómo calcular las distancias para que esa ponzoña de la que estaban rellenos no hiciese daño más que a las paredes del edificio. Lo que para la pandillera había sido un 'nunca más', para ella sencillamente se había tratado de una prueba de la que extraer información valiosa. Ella no echaría a correr como una cobarde. Ella mantendría la sangre fría y el carcaj a mano, a la espera de nuevos objetivos para la cabeza explosiva de sus esbeltas compañeras de fatigas.

-Has hecho un buen trabajo con la herida de esa pandillera escandalosa -le dijo con calma al que acababa de erigirse como médico del grupo. Así que voy a dejar que le eches un vistazo a la mía. Se mostraba seductora casi sin poder evitarlo. Le encantaba poner nerviosos a los hombres, y en medio de aquel caos sus instintos estaban todavía más desordenados que de costumbre. No me mires con esa cara, porque seguro que agradecerás pasar de un vulgar chicle de menta a todo un bombón de praliné bañado en chocolate. Subrayó esa última palabra con una mirada que recorrió de punta a punta su vestido negro, que estaba ya casi irreconocible tras todos los jirones en que se había ido deshaciendo desde  la huida del barrio de lujo.

-Qué, ¿ves algo que te guste? -prosiguió en su sensual acoso a Raoul, esperando que tardase más de lo debido en darse cuenta de que se refería al contenido de su mochila.

La continua retirada de los supervivientes parece ser más que suficiente para mantener alejada a la abominación, y los engendros tóxicos quedan ya a una distancia segura. Sin embargo la persecución sigue su curso, eterna. Y el tiempo corre en contra de los vivos: más y más muertos acuden al reclamo de los disparos para acurrucarse al calor de semejante matanza; ya no sólo desde los lugares más recónditos de El Corte Infectado, sino incluso desde más allá de la plaza cuyo centro todavía ocupa el coche calcinado del locuelo de Ned.

Raoul se queda unos segundos recorriendo el cuerpo de la mujer con la mirada hasta que detecta su sonrisa...será zorra, está jugando conmigo...como respuesta a su pregunta acerca la mano y acaricia el vestido a la altura de la rodilla, coge uno de los jirones y comienza a levantarlo...y cuando Ivy comienza a perder la sonrisa pega un tirón y lo arranca.

- Esto servirá, dice con el jirón en la mano mientras aplica betadine a la herida de la mujer. Comienza a liar el trozo de vestido alrededor de la mordedura - ¿Puedes poner el dedo aquí? Gracias - y le hace un lazo al vendaje - Lo siento pero no hay tiempo para más, le dice acercando su rotro al de ella hasta que las narices casi se tocan.

Entonces la abominación se lanza en carrera a por ellos y el médico corre por la calle: ¡Vámonos! Al llegar a la esquina ve algo dentro de un bidón volcado pero cuando se acerca para cogerlo un zombie sale de dentro y casi le arranca la mano de un mordisco.

Siguió corriendo por el callejón, pensando en que no había sido mala idea eso de 'atajar' por el callejón. Cuando todo aquello hubiese terminado, tendría que hablar seriamente con Elsa para que le enseñase a forzar cerraduras.

Al ver que Raoul demostraba una vez más su mala suerte se coló por la espalda del zombie y le rebanó el cuello haciendo pinza con ambos machetes. Cada vez se manejaba mejor entre las bestias, y nunca estaba de más devolverle al médico la que le debía por haberla curado.

-¡Ya sólo quedar doblar la esquina y nos plantamos en la puerta de entrada! -gritó a los rezagados. Supuso que necesitaría ayuda para abrir el portón de entrada en caso de que lo hubieran dejado cerrado, pero no le importaba disponer de un pequeño respiro. Allí en la calle parecía que la situación era mucho más liviana, así que si tardaban en llegar, mejor para ella.

Con el resto del grupo en desbandada, callejón abajo, Marvin urgió a su nuevo mejor amigo que dejara de olisquear la estancia y lo siguiera a través de puerta que acababa de quedar abierta. Todo ello no sin antes, evidentemente, arramblar con una pila de linternas que llenaba uno de los estantes de la tienda. No sabía qué buscar exactamente, así que dejaría que fuese Raoul quien juzgase si alguna de aquellas piezas de chatarra podría valer para fabricar el extraño artefacto del que les había hablado.

-Adelante, señoritas -les dijo a Elsa y Ivy sin el menor atisbo de condescendencia. El peludo y yo nos quedaremos aquí cerrando la marcha, por si alguna de esas maldiciones con patas se atreve a pasarse de lista.

Chapuzas más lamentables habían obrado sobre sus heridas matasanos más antipáticos, pero esa actitud tan poco lúdica de Raoul casi le molestó más que una extracción de bala sin anestesia. Fastidiada por el aguafiestas, agradeció no obstante, con una sonrisa más transparente, que los nada sofisticados métodos del medicastro la hubieran dejado casi como nueva. Lo de su traje... Esa se la guardaba para más adelante. Envueltos por un caos de aquella magnitud, habría tiempo de sobra para devolverle la jugarreta.

Con esos pensamientos trotó grácilmente por el callejón detrás de la vulgar pandillera, como si los tacones de esos exclusivísimos zapatos formasen parte de su propia anatomía, extendiéndole una nueva sonrisa a Raoul al pasar por su lado. No te preocupes, hombretón. Ya ajustaremos cuentas tú y yo.

Con la abominación y una horda de zombis detrás, el grupo se ve forzado a huir por la puerta trasera. Y peor aun, tendrían que volver pues dentro había equipo y armas que necesitarían mas adelante.

Le dedica una sonrisa a Marvin: Al parecer el apocalipsis no le a quitado lo galante. Y de paso le hecho ojo al rifle automático que cargaba. -Mas adelante-. Pensó. Justo ahora sus habilidades se requerían para abrir una de las cortinas metálicas del centro comercial, mientras mas rápido lo hiciera, mejor para todos.

Con el interior de El Corte Infectado absolutamente infestado de zombies, son ahora las calles de Villaningunlugar las que empiezan a cobrar vida. O muerte, más bien. Los gordos son ya legión, y se mueven con una soltura soprendente, dejando atrás a todo caminante cuanto intenta pegarse a ellos. Aunque el colmo de la agilidad son los corredores, que recorren los pasillos del centro comercial a toda velocidad como pequeñas copias a escala de la abominación ciega.

La única zona en calma es precisamente el callejón que ocupan los supervivientes. Aunque en cuanto se abran los portones traseros de El Corte eso probablemente cambie de forma radical.

Con todo el grupo ya por delane de él, Marvin hace honor al nombre de su profesión sirviendo como muro infranqueable entre sus compañeros y la riada de zombies que se acerca desde el centro comercial. Poco a poco va retrocediendo, eso sí, y se echa demás sobre sus espaldas la tarea de organizar el arsenal que han ido obteniendo.

-Elsa, ya que tanto te gusta disparar en cuanto tienes la más mínima ocasión, aquí tienes una pareja de pistolas automáticas. Raoul, el pastor alemán te servirá como apoyo, y si te enganchas este revólver podrás también defenderte a tiros, en caso necesario. Yo prefiero ir ligero de equipaje, por si nos encontramos con alguna otra cosa de valor.

El portón echado no amilanó a Claudia, que se dirigió directa hacia él, cargando con todas sus fuerzas. Por desgracia, lo único que consiguió fue magullarse el hombro y llenarse la cresta de óxido.

-Qué pasa, ¿es que la chica del vestidito es demasiado fina para esto? -reprendió a Ivy, que se había quedado en la esquina sin mover un dedo para ayudarla.

Sin embargo, mientras esperaba a que llegara Elsa a obrar uno de sus milagros vio aparcado un coche con los colores de una banda rival. Y le pareció una ocasión inmejorable para matar dos pájaros de un tiro: mancillar uno de los bugas de esos hijos de puta, y hacerse con algún arma que probablemente tendrían camuflada en algún rincón de la tapicería.

Apurándose a llegar hasta la siguiente entrada, Elsa corre por la calle a toda velocidad para ganar tiempo sobre los zombis, que ya eran un ejercito.

-Dejame que yo lo intente -le dice a Claudia, haciéndola a un lado para ella poder trabajar en la cerradura. Afortunadamente tenia las herramientas con ella, así que en un par de segundos la gran cortina metálica esta subiendo, abriéndoles el paso hacia la parte trasera del centro comercial-. Listo, vaciemos el lugar y sigamos adelante.

Solo cuando vio que ambos frentes se encontraban asegurados, procedió la sicaria a deslizarse hacia el nuevo acceso al Corte que acababa de crear de la nada Elsa.

-Muy buen trabajo, 'compañera'. ¡Te has ganado un bonito cuchillo ensangrentado! Ya sé que disparar te encanta, pero hasta que aprendas a hacerlo realmente bien no te vendrá nada mal algo con lo que defenderte si los yonkis se te acercan demasiado. Hablaba con calma y soltura, como si las tres estuviesen en un descanso de la clase de Pilates.

-En cuanto a tí, querida... Me temo que ese arma es demasiado para ti -le dijo ahora a Claudia, al tiempo que le cogía la escopeta que acababa de encontrarse. "No se hizo la miel para la boca del asno"; es sólo una expresión, no te lo tomes al pie de la letra -concluyó justo antes de girarse hacia la entrada, con una sonrisa despreocupada.

....ahora si corren todos...pensó al ver a las mujeres...y ahora tengo que llevar al chucho... no se podía decir que el humor de Raoul mejorara por momentos.

- Venga perro, vayamos a por las señoritas - dice corriendo.

Ahora ya no sólo El Corte se halla desbordado de zombies, sino también el callejón al fondo del cual los supervivientes se apelotonan mientras juntan los ánimos necesarios para volver a internarse en esos corredores plagados de muertos vivientes. Lo que sí sigue igual son las ansias de carne de los zombies más orondos, que se desplazan a velocidades prodigiosas empujados por la maldición que se los robó a la muerte.

Toda estas sutilezas, sin embargo, quedan en un muy lejano segundo plano para el grupo de supervivientes, cuya atención se encuentra enfocada en otro asunto: ¡desde detrás mismo de Raoul, sin que casi tan siquiera a Bismuth le diera a tiempo de alertar a su amo, acaba de surgir el cadáver reanimado y a medio descomponer de El Cholo! El mexicano no ha perdido ni un ápice de su instinto asesino, y aunque ahora es algo más lento de lo que era en vida, compensa dicha debilidad con una resistencia sobrenatural.