Partida Rol por web

Miles se levantó antes de que Menez dijera nada al escuchar las voces.

¡Voy a abrir! Gritó. ¡No disparéis!

Se abrió la puerta y entró la nieve. Fuera estaban, muy tapados, Chester y Charlene. Miles dejó sitio para que los recién llegados entraran. Tumbado entre dos butacas se encontraba Rucker, el geólogo del grupo alemán muy quieto, muy pálido y con sangre en el pecho; mucha sangre. Parecía inconsciente o, quizá, muerto.

En otra butaca, pero con el pie apoyado en unos bultos y desnudo estaba Menez. El pie tenía síntomas de congelación, y por el gesto de la periodista le estaba empezando a doler bastante.

Chester venía casi tirando de Charlene, que se tambaleaba muy conmocionada. La cubierta exterior de los pantalones parecía bastante desgarrada, pero la parka no. La cara de la bióloga estaba surcada por golpes y moratones y nada más entrar se derrumbó sobre lo primero que encontró.

El avión estaba relativamente caliente, aunque el hecho de que tuvieran que emplear oxígeno en él no permitía poner el hornillo muy fuerte, así que no podía uno dormirse en los laureles.

Al otro lado del arco había un hall estrecho y largo, amplio y vacío. La temperatura era bastante más cómoda, el suelo estaba limpio. No había grabados en las paredes. En la pared opuesta a donde habían entrado Sutton y Meyer había otra arcada con su correspondiente cortina de fibras vegetales trenzadas. No había rastros. Todas las superficies eran lisas, excavadas en la roca pero de una textura fina y regular, sin junturas.

Cruzando hasta el otro lado y mirando tras la segunda cortina, nuestros héroes pudieron ver otra estancia alargada, de techo bajo (para los estándares del lugar) y abovedado (bóveda de medio punto). Tendría unos 20 metros y habían accedido por uno de los lados pequeños.

La sala estaba llena de mesas de piedra y gigantescas formas de masas cristalinas. De los cristales emanaba una muy ligera luminosidad que la potente luz de las linternas multiplicó en irisadas facetas por todo el lugar. Un leve zumbido sonaba por toda la sala. El aire era algo más fresco todavía.

Las mesas y las masas de cristal se alternaban a ambos lados dejando solamente un pequeño pasillo para poder cruzar toda la estancia por el centro. Las dos mesas más cercanas a la puerta estaban desordenadamente llenas de pequeños discos planos de piedra, cuencos poco profundos y herramientas de piedra. Desde la entrada se podía observar que las demás mesas estaban vacías.

Las masas de cristal tenían casi dos metros, eran muy parecidas y debían pesar mucho. Eran, en realidad, piedra adornada con abundantes vetas de cristal.

Se podía ver que el muro más alejado de la sala, al otro extremo, estaba profundamente acanalado y agujereado, como si alguna cosa hubiese reblandecido la piedra y luego la hubiese moldeado con unos enormes dedos. Había varias profundas oquedades entre las que destacaban un trío de agujeros cilíndricos como si fueran taladros que habían sido rellenados con algo que no era fácil distinguir a esa distancia.

Aparentemente no había salida, descontando la que ahora estaban usando.

- ¡Yo qué sé! Salí corriendo, no estoy orgullosa pero no quería morir allí. Baumman se puso a dar tiros si no me equivoco. Si no regresa con los otros creo que ...significará que ha muerto de una manera horripilante.- Un piloto desaparecido con altas probabilidades de estar muerto, otro loco. Su única esperanza era Charlenne.

Cuando escuchó la voz de Chester a la periodista se le iluminó la cara. Apenas podía sujetar el rifle que le tendía Miles en aquel momento de lo nerviosa que estaba.  Al ver la cara de CHarlenne no pudo evitar que sus ojos derramaran lágrimas de alegría.

- ¡Estáis vivos!- Le parecía increíble después de lo que habían vivido.- ¿ Y los demás?- Preguntó ahora con preocupación esperando sobre todo que le hablaran de la suerte corrida pro su amano Pooster.- Baumman, Poster, Meyer, Suttton, Nandan, Rompehuevos...- Enumeraba como hacía de pequeña con los presidentes estadounidenses. Al ver caer a Charlenne se levantó con extrema dificultad por el dolor del pie y, cojeando, ayudó a colocar a la mujer de manera cómoda.- ¡Por Dios! Dime que está bien.- Clavó su mirada en Chester como si le culpara de no cuidar bien de la joven.- Es la única piloto que nos queda y tenemos que irnos de aquí como sea.

Charlene no pudo evitar que una sombra cruzara por su contusionado rostro cuando Menez preguntó por los demás. Se limitó a menear la cabeza, en gesto de triste negativa; apenas podía articular palabra, ni mantenerse en pie.

No creo que debamos esperar a nadie ya... - acertó a susurrar, sombría - Los que no están ya muertos han ido en busca de un glorioso final; dudo que puedan tener algún éxito, y sin duda esas criaturas terminarán por alcanzarnos, incluso aquí - hizo una larga pausa, mirando con intensidad a Chester antes de proseguir, como si buscara las palabras - Pooster ha sido muy valiente, Aramiker; valiente hasta el último instante. Trató de salvarnos a todos. Lo siento...

El terreno se está calentando, de alguna manera. Deberíamos prepararnos para despegar - añadió, tras otra nueva pausa, visiblemente sin fuerzas - Haremos las comprobaciones en el avión que se encuentre en mejor estado, y dejaremos el otro por si alguien regresara...

Por cierto, hemos escuchado disparos que parecían provenir de esta dirección, ¿Qué ha ocurrido?

Yo también me alegro de verla, señorita Ménez -dijo Chester dejándose caer en uno de los asientos del avión. 

A ver, déjeme pensar... Muerto, muerto, vivo, vivo, muerto y muerto. Así, en ese orden.

Chester sabía que no estaba siendo nada amable. Podría haber sido algo más sensible, pero sentía como parte de su humanidad se había quedado allí dentro para siempre. Y le iba a costar recuperarla.

Ahora, voy a por los detalles, no sea que no me crea usted por no traerle fotos, aunque espero que la descripción le sirva. A Baumann le aplastó uno de los Antiguos con sus tentáculos. Los carambolos, para que nos entendamos. Pooster fue decapitado por una masa amorfa que gritaba Tekeli-li, tekeli-li. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Chester. No iba a olvidar aquel sonido en su vida. Tomó aire y siguió con su explicación.

Meyer y Sutton siguen allí dentro, tratando de dar caza a los carambolos. Si Charlene está así - dijo señalando a la maltrecha aventurera - es porque el imbécil de Sutton creyó que lanzar un cartucho de dinamita era una buena idea. Y ya ve usted el resultado.

Y en cuanto a Nandan y Rompehuevos, pues... ya estaban muertos mucho antes de que les encontráramos. Charlene y yo hemos salido porque ya no podíamos seguir allí dentro ni un minuto más. 

Fue entonces cuando Chester cerró los ojos y se relajó un poco. Había cumplido con su objetivo: Charlene estaba a salvo. El resto ya no era tan importante.

Ah, se me olvidaba. Charlene y yo nos vamos a casar. Por supuesto, todos los que logren sobrevivir están invitados a la boda, faltaría más. ¿Sabe algo del bueno de Pickwell? Me haría ilusión que fuera el padrino.

No puede describirse el gran alivio que sintió Menez cuando Charlene habló. Por un momento pensó que se había desmayado o algo peor.

- ¡Claro que no! Tenemos que irnos. Esto se nos ha ido de las manos.- Apoyaba totalmente la propuesta de abandonar inmediatamente aquel infierno de hielo.- ¿Valiente?... Claro que ES valiente...- ¿Qué insinuaba Charlenne?

¡Oh!- Las duras palabras de Chester no dejaban lugar a dudas. Había muerto sacrificando su vida por salvar al gusano fotógrafo. Tenía un rifle en su poder que temblaba en sus manos por los nervios.- El Sr. Pooster era más hombre en una sola brizna de pelo de su bigote que lo que usted será en toda la vida Sr. Field. No ha muerto.- Sentenció.- Ha pasado a una mejor vida pues era un hombre de "entreplanos".- Se inventó la palabra sobre la marcha. Pero estaba segura de que un hombre que había viajado entre distintas realidades de la existencia dejaba una marca de por vida que no podía extinguirse. Quizá se lo encontrara en otra vida, en otro tiempo.- Si no quiere usted acabar como Rucker...- Señaló con la punta del rifle al hombre tendido en el suelo del avión herido de bala como si ella hubiera tenido algo que ver en ello.- ...cállese o tráteme con el debido respeto. ¿Me entiende?- Todos estaban alterados ella la primera. Ya desahogada comenzó a relatar a Charlene lo de los disparos.- Hay otro piloto vivo: Halperin. Pero se ha vuelto looooocoooooo...- Acompañó el adjetivo con inconfundibles gestos con la mano que indicaban que se le había ido la chaveta completamente.- Ve extraterrestes por todas partes y está encerrado en nuestro avión pegando tiros. Cualquiera se acerca.-Cuando Chester informó de que aquellos dos se iban a casar no pudo más que reír. Desde luego era divertido.- JAJAJAJA.  Les doy mi enhorabuena si es que de aquí puede salir algo bueno. De Pickwell no sabemos nada pues no vino con nosotros. Pero puestos a adivinar supongo que habrá muerto o algo peor. Quizá pueda ser testigo de su boda si en el registro admiten cerebros embalsamados.

Se escuchó cómo llamaban a la puerta del avión.

¡Pam! ¡Pam! ¡Pam!

Todo el mundo dio un respingo. Las noticias tenían anonadado a Miles, que no había dicho esta boca es mía, aunque su expresión prometía un verdadero torrente de exabruptos en cuanto se recuperara lo suficiente.

¡Abrid! ¡Abrid! ¡Soy yo, Acacia!

En vuestra enumeración os habíais olvidado de la jefa de la otra expedición americana.

- Esperad. No abráis.- Susurró para que Acacia no la escuchase. Los ojos de la periodista, ahora sí, se abrieron de par en par, como si hubiera escuchado a un fantasma. Ella misma había ido a la torre, obligada por Baumman. Allí habían explorado sus tétricos interiores. Bajado a sus cálidas profundidades y visto el foso. Después la explosión y el terremoto les había hecho volver a subir. Entonces , no les había visto pero sí escuchado. Había escuchado la declaración de Chester a Charlene. Por mucho que el fotógrafo pretendiera sorprenderla con su invitación a la boda no podía, ella ya lo sabía. Pudo ver al carambolo vivo y a los soggoths. El pavor se apoderó de ella y huyó dejando a Baumman vendido. No se sentía culpable, como si que ella se hubiera quedado hubiera cambiado el triste final del piloto alemán que habían relatado sus compañeros. Pero antes de huir había podido escuchar los escalofriantes gritos de Acacia Lexington siendo devorada o hecha tiras, o vete tú a saber qué barbaridad, por uno de los carambolos. ¿Cómo era posible que estuviera ella allí ahora? Le daban ganas, como en el cuento de los tres corderitos, de pedirle a la supuesta expedicionaria, que mostrara la patita a través de la puerta para saber que no era un lobo disfrazado con la piel de un cordero. ¿Acaso la locura de Halperin no estaba tan injustificada? ¿Y si aquellos soggohts multiformes pudiesen adquirir las formas de sus víctimas a través de asimilar su material genético? Fue sólo un instante pero en su cabeza algo hizo click, como un mecanismo que, movido por el azar del destino, encajara todas sus piezas.

Recordó la carta que encontraron en el hotel Douglas dirigida al capitán de barco ya fallecido. 

La prisión de hielo y TIEMPO.

Recordó el relato de Poe, el de Arthur Gordon Pym, y los capítulos recientemente recuperados, los que habían robado a Roerich en su secuestro, por alemanes, claro, y que habían supuesto también el "suicidio" del padre de Acacia. En dichos capítulos se mencionaba aquella alta y siniestra torre. EL FARO. ¿No era eso lo que repetía Hirsch una y otra vez antes de desaparecer? Y en dicho relato se describía la misma sensación que ella había tenido al huir de allí. Incluso se hablaba del foso y de lo que contenía.

La torre...El Faro que marca la entrada a los infiernos...su luz azulada...bajaban y sentían el calor de sus entrañas...el foso y la cosa dentro..- Aquellas últimas palabras le vinieron a la cabeza en la voz de Picwell relatando las últimas palabras del Jonás de la Lexington, Kyle Williams. Ese maldito desgraciado y mentiroso. De repente su mente de periodista se había despertado y puesto en funcionamiento, tratando de encajar las piezas. Al contar a Meyer que Kyle era el saboteador no tardó en preguntar por sus documentos desaparecidos que eran:

1- Los capítulos perdidos de Pym

2.- El diccionario Alemán-Carambolo.

3.- Cómo explicarles el por qué.

Jijijiji.- Reía mentalmente ante lo absurdo de su razonamiento pero, después de haber visto lo que había visto, no se cerraba ya a nada. ¿Y si...? El último de los documentos era una especia de, por llamarlo de alguna manera, hechizo o ritual para hacer "ver" a los demás. ¿Y si Kyle Williams lo había realizado con el pobre Hirsch o incluso con Halperin? Según Picwell, Kyle también había dicho:

"No importa lo que él hizo. Lo que vosotros hagáis. ¿No os dais cuenta del peligro? ¿Nadie lo entiende? Es una... infección... se extiende desde fuera hacia dentro. Lake y el resto lo pusieron en marcha. No lo entendían. ¡Todos los que están aquí hacen que sea aún peor! ¡Tenemos que morir todos, como los gérmenes! Nadie puede regresar. Tenemos que perder nuestras vidas, es la única manera de salvarlos, mantenernos alejados, mantenerlos a salvo tras el muro. ¡He intentado decíroslo! ¡No lo habéis entendido! Él no escucha cuando la gente habla, ¿verdad? Incluso el profesor ha dado media vuelta. El edificio estaba a oscuras. ¡Nadie sabía dónde podía estar!

Intenté decírselo a los nuevos. Novatos. Creí que ella me escucharía, pero nadie lo hace. El resto sólo era dinero. ¡Sólo cosas! ¡Cargamento! ¿Cuánto vale una vida? ¿Cuánto valen todos ellos. Ella me agradecería que lo hubiera intentado si lo supiese...

No teníamos que haber abandonado el casquete polar la última vez. Jamás tendríamos que haber venido aquí. Dyer y yo las vimos. Eran terribles. Se movían, viven en la oscuridad... Oh Dios, incluso saben hablar... el sonido de sus movimientos y ese olor... Son terribles, terribles. Oh Dios.

¡Se están riendo de ti! ¡Se están riendo de todos nosotros! Nos están observando con sus ojos grandes y vacíos. Esos ojos sumidos en tinieblas. ¡El tiempo y el espacio no son suficientes, oh no... no son suficientes para ellos. ¡Estuvieron a salvo durante millones de años! Pero todo era mentira. Esa fortaleza sigue ahí. Está aún ahí, y el Foso. ¡Lo vi! ¡El foso y la Cosa dentro! ¡El foso! ¡El foso!"

Si atabas cabos podrías pensar que, al hablar de infección, podrían ser una especie de parásitos. ¿Y si los soggoths pudieran adquirir el cuerpo del otro? Eso haría imposibles a sus ojos de diferenciarlos y, si Acacia era uno de ellos, podrían llevarla de vuelta más allá de la prisión de las montañas, donde el frío los tenía retenidos. 

Pero por donde iba... Tenían a Halperin encerrado en uno de los aviones viendo extraterrestres quizá presa de un hechizo. ¿Qué más datos sobre ello podría reunir? Rebuscó en su libreta desesperada, presa de la presión por resolver el misterio antes de que dejaran pasar a Acacia. Pero su mente ahora iban tan rápido que asimilaba la información en décimas de segundo, como cuando era joven e intrépida. Quizá jugarse la vida le hacía rejuvenecer. 

Oh...

Entre sus notas estaban las versiones de lo ocurrido el día que el campamento Lexington les pidió ayuda por un ataque a su campamento. Ese día Bradbury el cocinero y Dinsdale el piloto se volvieron "locos", o quizá más cuerdo que todos ellos, o quizá bajo los efectos del hechizo, diciendo que "ya estaban allí" y que tenían que quemarlos a todos. ¿También veían a los extraterrestres? Y recordó cómo Chester había fotografiado un matojo congelado de pelos de dos tipos diferentes. Recordaba perfectamente haber visto la fotografía. El caso es que el el tercer documento sobre cómo hacerlos ver decía que debía usarse algo de la persona objetivo, ya fuera pelo, una pieza de ropa, etc.

Pero eso no era todo. También recapituló sus expediciones a la ciudad fantasma. El hecho de encontrar un nombre en inglés, Nathaniel Wingale Peaslee, había resquebrajado los pilares sobre los que se asentaba su mente. Ahora veía otra opción que la de un fraude. Varios datos de los recopilados durante el inicio de la expedición hablaban de portales, del espacio y del tiempo. Incluso Pooster se había atrevido a confesarla que no era de este plano. ¡Qué chorrada! O no...

Prisión de hielo y tiempo...- De nuevo aquellas palabras. El recuerdo de Pooster casi le hizo llorar y su masculina voz resonó en su cabeza como un fuerte eco que no disminuía con cada entrechocar de las vibraciones en las paredes.

La puerta a través de la cual Aquellos del Vacío volverán a entrar....aquel que conoce los laberintos del tiempo...

Según su amado las monedas radioactivas encontradas en el Warallo no eran más que portales de un dios malvado para traer monstruos a este plano. ¿No habían descubierto en la ciudad fantasma relatos acerca de una Torre, un arma sólo usada en momentos excepcionales, cuando los carambolos se veían amenazados por sus propias creaciones, como esos insectoides? ¿ Y si ahora eran los humanos, posiblemente otras de sus invenciones, los que amenazaban a su raza, casi extinta, y desesperados también, estaban intentado usar El Faro, La Alta Torre? Sí, lo veía claro. Aquella Torre era un artefacto capaz de atravesar el espacio y el tiempo. Querían volver con los suyos y,posiblemente, regresar con más fuerza o quizá abandonarlos para siempre junto a los soggoths, los únicos aparentemente capaces de vencerlos. De esa manera estaba ese inquietante nombre entre grabados tan antiguos, debido a un viaje en el tiempo. La Torre era un arma. Por eso huían las "Sirenas" del mar, posiblemente otras de sus creaciones, como los terribles soggoths.

- ¡Chsssssst!- Mandó callar a todos los demás. No había tiempo para relatarles todo y,además, la tomarían por loca.- Dejad que vaya al otro avión.- Les dijo. Después de todo, alguien tenía que encontrarse con Halperin, mejor que fuera otro, y más si era sospechoso de estar infectado. Si al final era la verdadera Acacia podrían ayudarla y tomar contacto con un Halperin, quizás, más calmado. Podrían aprovechar la distracción para atrapar al piloto loco.

Sin duda, la voz era idéntica a la de Acacia; solo que era imposible, imposible. No podía haber sobrevivido, y mucho menos llegar hasta ellos, nadie podía conseguirlo. Otra imposibilidad más para atormentar a sus mentes tras meses de devastadoras locuras e improbables sucesos absurdos. Charlene ya no era capaz de recordar apenas algunos hechos aislados, las pistas que no dejaban duda alguna sobre criaturas cuya existencia, sencillamente, no podía ser real. Era mejor no recordar, sentir como la propia consciencia se refugiaba tras un atisbo de agradable confort, de ignorancia feliz...

Pero no, debían vivir, salir de aquello. Oyó lejanamente a la periodista aconsejar no abrir la puerta y permancer en silencio, y aquella sencilla recomendación resultó para ella balsámica, como si un misterioso engranaje dentro de su cerebro le indicara que eso era lo correcto, lo prudente.

No pudo evitar pensar en el enorme Faro, aquella Torre, y lo que podría significar. ¿Era la puerta por la que volverían aquellos Antiguos, de los que hablara Pooster?. Azathoth, Yog-Sothoth... El simple recuerdo de aquellos nombres le provocó un agudo malestar. ¿Podrían haber desencadenado con sus acciones una reacción en cadena, un despertar de aquellas criaturas, del oscuro mecanismo oculto en aquel lugar?. Le parecía acariciar apenas la sombra de una idea que estaba allí, en los datos que poseía; pero sentía como su bien disciplinada mentalidad científica obviaba, esquivaba y daba rodeos para evitar el camino que llevaba a la solución. Su subsconciente trataba de mantener un precario equilibrio, alejándose de una verdad cuyo esclarecimiento destrozaría todo vínculo con la "realidad" que necesitaba, a todo coste, preservar.

Negando vigorosamente con la cabeza, reunió con dificultad las fuerzas necesarias para levantarse, tratando de no hacer ruido. Revisó escopeta y fusil, colgó este último al hombro y apoyada en uno de los asientos apuntó con toda la firmeza de que fue capaz la primera hacia la puerta. La Lexington permanecería fuera, tenía que haberles oído; bien, mantendría su arma preparada, a esa distancia no podía fallar, en caso necesario. Acacia tendría que dar muchas explicaciones, y muy convincentes...

¡Señorita Lexinton! De fuera vino la voz inconfundible de Priestley. A ambos les habíais perdido durante el camino de bajada de la torre. ¡Está viva! Me... me he perdido al venir. Había huellas pero... ¿Qué pasa? ¿No abren el avión? ¿Es que no hay nadie? Uno de los dos golpeó la puerta.

¡Eeeeh! ¡Nos estamos congelando de frío aquí! Creo que había una manera de abrir desde fuera. Espere a ver si...

Ah, Albert. Si. Hay gente dentro, he escuchado voces. ¡Abrid! ¡Abrid! No me acuerdo de nada, siguió dirigiéndose a Priestley. Probablemente fruto de haber tenido cerca las explosiones todavía gritaba. Vosotros, todos menos Menez y Miles, también gritábais.

Pero, vamos a ver. Miles estaba usando un tono razonable y suave: ¡por primera vez desde que lo conocíais! ¡Todo un cambio! Baja el arma Charlene, por favor. ¿Nos estamos volviendo locos, o qué?

Se escuchó ruido de manipulación en la puerta. Seguramente estaban intentando abrir.

Chester apenas oyó las últimas palabras de Ménez. Tras todo lo acontecido en la torre, al fin el agotamiento había logrado darle caza, y su maltrecho cuerpo y aún más maltrecha mente se habían ganado el derecho a un merecido descanso. 

Claro, claro, señorita  Ménez...

Cerró los ojos y se quedó sumido en un profundo sueño casi al instante. Pero no tuvo un reposo tranquilo; solamente veía las cabezas de los expedicionarios que se habían quedado en la torre, volando por el aire, sin cuerpo, riéndose a carcajadas de todos ellos por haber pretendido entender algo de aquellas mentes nacidas hacía millones de años a universos de distancia.

Habían partido rumbo a la Antártida llenos de ilusión, con la esperanza de dar con la antigua Expedición Arkham e ir más allá de donde ellos jamás llegaron. Pero la cegadora luz de la Gloria no les dejó ver algo que ahora le resultaba evidente: no eran los únicos que querían descubrir qué se ocultaba más allá de las montañas antárticas. Acacia Lexington partía con el mismo objetivo, y mejor pertrechada que ellos en cuanto a conocimientos, pues disponía - ahora estaba seguro - de los últimos capítulos del libro de Poe, los que su padre iba a subastar. Ella, toda avaricia y ambición, cambió la vida de su padre por aquel documento. Allí empezó su relación con los alemanes, secuestradores, ladrones y al final incluso asesinos, quienes habían demostrado ser los más fieles amigos de aquella bruja. Sí, estaba seguro de ello: Acacia era una asesina despiadada dispuesta a todo con tal de lograr la fama.

Fue entonces cuando sus gritos le despertaron.

¡No la dejen entrar, por lo que más quieran!

Chester se levantó de golpe, con los ojos abiertos como platos.

Es la Muerte, la Muerte Helada que viene a por nosotros.

Aquí ocurre algo muy extraño, Sr. Miles - apostilló Charlene, bajando con reticencia el doble cañón de la escopeta, aunque sin dejar de dirigirlo hacia la puerta - Sé lo que parece, pero debemos comprobar que son quienes dicen ser, ¿Cómo han podido salvarse, y llegar hasta aquí?. Abra la puerta si tiene que hacerlo, pero debemos estar preparados para cualquier cosa. Les sugiero que se armen.

Me cago en la puta, (qué respiro, volvía a maldecir) si esto es así, ¿cómo estar seguros de que tú eres quien dice ser? ¿Eh? No me fastidies y baja el arma, ya hemos tenido un herido (señaló a Rucker) por esas gilipolleces. Por favor.

¿Podía tener razón Patrick? ¿Acaso estaban permitiendo que la paranoia dominara sus actos? Chester sabía que no podía confiar mucho en sus propio cerebro, pero parecía que no era el único que detectaba un peligro inminente en la llegada de Acacia y Priestley.

Priestley... le conocía desde hacía años. No podía dejar que se helara allí fuera, y menos aún solo al lado de Acacia. Porque quizás ella fuera un monstruo, pero él... él no tenía por qué serlo, ¿verdad?

Chester se levantó y se acercó a la puerta. 

Patrick tiene razón; tratemos de mantener la calma.

Dio unos pasos más hacia la puerta, con las manos levantadas para que Menez viera que no tenía intención de abrirla.

Solamente quiero hablar con ellos; será un momento. - Alzando la voz tanto como pudo, Chester trató de hacerse entender con los que estaban al otro lado de la puerta. - Priestley, dime una cosa; ¿Con qué nos encendimos los cigarrillos dentro de la cueva? ¿Te acuerdas?

Si lo sabe, significará que es él. O que quienquiera que pueda adoptar su forma y voz, también puede adoptar sus recuerdos...

El plan no era infalible, pero era lo mejor que se le había ocurrido.