Partida Rol por web

Más allá de las montañas de la locura

Capítulo 12: la rata.

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17/04/2016, 19:59
Guardián de los Arcanos

El tiempo que ha pasado desde que los expedicionarios abandonaron el barco ha transcurrido entre maniobras destinadas a que la tripulación no perdiera el ritmo, no se ablandara ni se aburriera.

El capitán Vrendenburgh, que se ha ganado el respeto general de la marinería, lo ha decidido así porque el viaje ha sido muy accidentado y, aunque la moral ha subido desde que al común de los mortales le fue claro que la mala suerte se les había pegado a los de la Lexington, no las tiene todas consigo.

Además, eso de la mala suerte es algo que tiene unas leyes y dinámicas muy precisas, y, dado que las dos expediciones se han unido en el continente, muy bien puede ocurrir que la mala suerte se les pegue otra vez a vuestros "paquetes" y que, por tanto, la vuelvan a traer a bordo pegada al culo, lo que no os hace ni puta gracia.

Y es natural que no os haga puñetera gracia: el cabrón del Jonás estuvo a punto de volar el barco con dinamita. Quién sabe qué podría pasar ahora.

El primero oficial, Turlow y Vrendenburgh han decidido, por tanto, que salir a alta mar será beneficioso.

- La banquisa todavía esta soltando trozacos de hielo peligrosísimos, salir a mar abierto dará maniobrabilidad al barco, y permitirá que capeéis cualquier temporal que se presente.

- La tripulación se mantendrá ocupada y, estando los paquetes fuera, existirá la oportunidad de volver a asentar la disciplina sin gente de tierra adentro que pueda hacer comentarios tontos.

- Hay combustible más que suficiente: recordemos que este viaje no ha sido de carga, las bodegas no han ido ni a media capacidad. Ni siquiera si hubieran ido cargados los tres boeing que se pensaba que iban a ir en un principio se hubiera notado mucho. De hecho, lleváis mucho, pero que mucho más lastre de lo normal, para evitar naufragar cuando una ola más grande de lo normal os pille a trasmano.

- Se había dejado a Rompehuevos la responsabilidad de parte del avituallamiento, y el muy cabrón se ha olvidado de las agujas para el gramófono. Se pensaba que había, bien guardadas, en una cajita empaquetada con pulcritud. Por eso, en Sidney, os habíais confiado. Pero esa cajita resultó estar llena de agujas de coser. Esa y otras pequeñas cosas han animado a vuestros oficiales a buscar un encuentro en alta mar con el Wihelmina, que viene y va desde el campamento base alemán en la Isla del Engaño hasta Australia. Oh, bien, podríais haber pedido las agujas al Talahasee, el barco de Lexington. Pero McHilvaine, vuestro radio, ha mentido por toda la cara y ha dicho a vuestro capitán que ellos tampoco tienen suficientes. Y es que, con buen criterio, ha pensado que la mala suerte podría pegarse con cualquier tipo de contacto. Así que todos conspiráis para que se reduzca al mínimo.

Entonces, ya en alta mar, con el Wihelmina a la vista, os han comenzado a llegar malas noticias por radio. Muertes, un puto terremoto, tormentas... ¡Narices! ¡Ya está otra vez la mala suerte!

Habéis comenzado a ver a los expedicionarios como a unos gafes de tomo y lomo, y no dormís de la prisa que tenéis por que acabe esta maldita singladura. Por eso, ha comenzado una carrera a muerte por hacerse con la mayor cantidad de amuletos que se pueda, para conjurar la perra fortuna que os está tocando. Entendámonos, es un juego medio en broma, medio en serio.

Dos de las guardias de máquinas habéis hecho bastante buenas migas. Sois buenos elementos, bien acostumbrados al trabajo, amigables. Os dais buena maña para dejar de lado las rarezas que siempre surgen en cualquier hombre que convive con otro. Bajo la responsabilidad directa de Pacquare sois (valga la redundancia) una máquina bien engrasada.

En el trato con alemanes se han hecho visitas de cortesía en las que se han intercambiado (cómo no) correo y noticias. Una vez han sabido de vuestras necesidades, el tema de conjurar la mala suerte ha sido fruto de delicadas negociaciones: el Wihelmina, al decir de varios marinos que venían con el bote de su capitán, se ha librado de una buena. Justo empezaron los problemas en su campamento base cuando se largaban, y los poseedores de los ópalos fueron traídos a bordo por pura casualidad, evitando así (siempre según la versión de los marinos alemanes) una muerte horrible. Porque parece que los alemanes también están teniendo problemas en la Tierra de la Reina María, junto a la Barrera de Shackleton.

Nada menos que tres cuernos de Narval excepcionalmente largos y bellos han costado esas piedras de un curioso color negro. Pulidas. Los alemanes las han sacado de quién sabe dónde, pero les confieren gran valor, y creen (y lo han sabido vender muy bien) que traen buena fortuna, tanta que, a decir suyo, no tienen precio. Como tienen cuatro, os han "regalado" dos de ellas.

Humpries es, ahora, el tesorero y el responsable de la guarda de los amuletos.

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19/04/2016, 20:38
Guardián de los Arcanos

El Weddell y el Belle llegaron a la costa sin poder distinguir la orografía. Sobrevolaban una espesa capa de nubes. Desde esas alturas se distinguían las formas torturadas de las nubes como si fueran parte de una piel cuarteada y gruesa, perteneciente a quién sabe qué behemoth surgido de tiempos pretéritos o leyendas olvidadas desde tiempos inmemoriales.

- Una buena borrasca, me cago en Dios. - A todo el mundo, a pesar de dirigir hacia otro lado la mirada por la vergüenza ajena, le alegró que Miles recuperara su habitual tono blasfemo. Era una blasfemia familiar, de andar por casa. Casi superficial. Piadosa. Nada comparado con lo que acababais de vivir.

Estabais preparados. Los avisos por radio, aunque entrecortados y confusos, habían sido claros, y Pickwell tenía harta experiencia prediciendo el tiempo a simple vista.

Algo no andaba bien.

En el momento de penetrar en la capa de nubes, un cambio súbito de corriente, un bache imprevisto, un rizo caprichoso, os hizo entrar en pérdida durante un largo y angustioso tiempo. Caíais y, con semejante trasto, un avión muy estable pero, también, muy pesado y grande, era un brete digno del más angustioso libro de aventuras. Como si no tuvierais suficiente.

Los legos adivinasteis lo jodido de la situación por la calmada voz de Miles: ¿calmada? Tensa hasta la histeria, sugerían los armónicos. El tono sugería más que el hecho de que estuvierais dando vueltas como una peonza.

- Tiradas (2)

Notas de juego

Pickwell: tira pilotar, y sácalo, si quieres aterrizar con el avión de una pieza.

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19/04/2016, 20:57
(Starkweather-Moore, técnico) Patrick Miles

Muchachos. Miles hablaba por el interfono. Asegurad bien los cinturones de seguridad.

Notas de juego

Emoción hasta el final, jojojojo.

Por cierto, todo el mundo ha ganado, en estos últimos días, otro d8 de puntos de vida, tiradlo y sumadlos.

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19/04/2016, 20:59
(SS Gabrielle, 1º oficial) Paul Turlow

Bien, hombres. Si Vrendenburgh era Dios, el primer oficial Turlow era su profeta. Su voz, en tono tranquilo, resonaba por la megafonía, en todo el Gabrielle. Regresamos. Hicimos bien en salir a mar abierto ¿verdad? Tenemos una buena borrasca. Marineros de guardia, atentos a las piedras de hielo. Sujetad bien todo lo que pueda estar suelto. Maquinistas, mucho cuidado ¿vale? Nos vamos a mover un poquito. No quiero quemaduras, ni golpes, ni nada de eso. Atentos a la voz para mover la máquina.

El Wihelmina se perdía ya en el horizonte. Aunque en estas tierras perdidas de la mano del Creador el sol se ponía cuando le daba la gana, se suponía que en tierras cristianas estaba a punto de hacerse de noche, y era el turno de la guardia de Pacquare en los infiernos.

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19/04/2016, 21:07
(Marineros del SS Gabrielle) Bert Pacquare

Éste se frotó la tripa, una oronda y bamboleante masa sebosa, y asintió.

-Ya habéis oído, chicos. -Chicos, así los llamaba siempre, fueran veinteañeros o peinaran canas. Y no lo hacía con ninguna mala intención, pese a sus cuarenta años de imberbe madurez. -Ojo, que esto va a ponerse feo.

Sonrió. Olía a aceite de maquinas, y eso que podía permitirse el lujo de no tocarlas, para eso era el ayudante jefe. Pero, ¡qué demonios! (eso era lo más fuerte que Bert soltaba, religioso hasta la médula), le gustaba, le gustaba mares hacerlo.

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19/04/2016, 21:17
(Marineros del SS Gabrielle) Tom Humphries.

- Maquinista Tom en posición. Grita Tom Humphies mientras se asegura que lleva su pata de conejo encima.

Notas de juego

Guardián: por los Otros Dioses, llevad cuidado con la ortografía, que me sangran los ojos :S

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19/04/2016, 21:50
Dominique Pickwell

Dom veía que el avión se le iba.

El bache les había puesto en barrena y no podía permitir que todo acabara así. Aferró con sus manos los mandos y dejó que toda la rabia y el miedo acumulado salieran, para tratar de domar al avión.

Agárrense, voy a intentar enderezar esto, tengan cuidado, átense o busquen donde asirse. Lo tengo...lo tengo. Intentare no ser brusco, ¡¡pero el tiempo es terrible!!!

Dom consigue enderezar el morro y tras ello, siente sus fuerzas renovadas y pilota bastante bien pese al nubarrón.

- Tiradas (2)
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20/04/2016, 00:36
Aramiker Menez

Una cosa era haberse inmunizado a los vaivenes del Gabrielle y otra, muy diferente, acostumbrarse a que el estómago se te pusiera en la garganta.

- ¡Por lo que más quiera Picwell, enderece!- Se apretó tan fuerte a los apoyabrazos de su sillón que se hizo sangrar las uñas. Hubiera sido gracioso que, después de sobrevivir a todas esas penurias, murieran en un accidente de avión.

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20/04/2016, 08:09
(Marineros del SS Gabrielle) Richard Hartz

Richard ya había dado un trago largo a su petaca antes de bajar a la sala de máquinas, y una vez allí, comenzó a mirar los diversos chismes de la sala, mascando tabaco como de costumbre

-Eh tios, necesito algo de grasa para las piezas de la máquina 3, va algo dura- Siempre llamaba 'máquina' a cualquier  artilugio con mas de un engranaje.

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20/04/2016, 11:05
(Marineros del SS Gabrielle) Sidney Beakins

Beakins comenzó a sudar en cuanto se arrimó a la maquinaria y la ensortijada maraña de pelo color zanahoria se apelmazó por la humedad. Se paró como siempre hacía al enfilar el pasillo frente a las enormes bielas que trasmitían el impulso al barco y se santiguó antes de comenzar la guardia.

Los gemidos del vapor al escapar por las válvulas de alivio y el rítmico latido de los pistones hacían pensar al irlandés que el barco era como una bestia marina, algo vivo que le infundía mucho respeto. Antes de que Bert le echara la bronca por estar ensimismado, agarró la pesada caja de herramientas metálica con una mano y se dirigió a cambiar un manómetro que había cogido aire, pero por el camino le dejó la pistola engrasadora al marinero Hartz.

Toma y si la gastas la rellenas, que no hay cosa que me ponga de peor humor que darle a la palanca y que esté vacía.

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20/04/2016, 11:55
(Marineros del SS Gabrielle) Carford Montaigne

El engrasador de primera Carford sonríe y se gira al escuchar a Richard.

Apenas se ven sus dientes tras una capa de grasa que parece formar parte de el mismo como si de una segunda piel se tratase, casi le da es aspecto de un extraño anfibio, un sapo sonriente salido de algún oscuro e insondable pozo de alquitrán.

Se pone con los brazos en cruz y las piernas separadas y dice:

- Y si necesitas más puedes coge lo que quieras, que ahora mismo podría follarme a la momia de Nefertiti sin necesidad de usar lubricación extra.

 

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20/04/2016, 12:55
(Marineros del SS Gabrielle) Albert Webb

Nos ponemos en marcha, ya nos ponemos en marcha... Webb se puso con su ritual habitual. Siempre lo hacia para que el viaje fuera sin problemas. No tenía muy claro si funcionaba pero...eh! Hasta ahora todo había ido bien no? Bueno menos aquella vez que el barco paso por un huracán y del bamboleo cayeron todos los bidones de aceite, acabando todos untados hasta arriba y resbalando cual sardina de lata...o aquella otra que su barco choco con un iceberg y murieron casi todos...eh, pero él se salvo no? Así que funcionar, funcionaba.

Cogió su crucifijo colgado, lo besó y se santiguó tres veces. Luego puso su mano sobre la estampita que tenía en la pared, y rezó unos salmos siete veces. Luego se agachó y levantó cinco veces, dándole gracias a dios por conservarlo intacto, por último se acerco al marinero más cercano, en este caso Carford Montaigne y dio siete vueltas alrededor suyo susurrando una oración (realmente no era una oración, era un si “ha de pasar algo, mejor a ti que a mi” pero sus compañeros no se enteraban).

Cuando acabo su ritual miro con el ceño fruncido a Montaigne.

-Ese lenguaje amigo! Espero que tú lengua sucia no enturbie mi ritual...- y le hizo la cruz por encima de su cabeza, para limpiarle de esas palabras sucias.

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20/04/2016, 13:17
(Marineros del SS Gabrielle) Carford Montaigne

- ¿Lengua sucia? Si te parece que tengo la lengua sucia deberías de verme el culo: después de 12 horas trabajando a 40º de temperatura y cubierto de grasa la mierda se desliza por mis tripas con una facilidad que a veces uno no se da ni cuenta hasta que nota el olor...

De la que habla pone su espalda contra el mamparo más cercano, para evitar que Webb pueda seguir dando vueltas a su alrededor como una gallina beoda.

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20/04/2016, 23:39
(Marineros del SS Gabrielle) Philippe Brunel

El mar protestaba con un fuerte oleaje como si maldijera la presencia de la embarcación, el barco se bamboleaba una y otra vez con cada embestida. Aquella pelea que se producía entre el bote y la mar no ayudaba al pobre Brunel quien estaba intentando dejarse abrazar por un poco cariñoso morfeo. Llevaba un par de horas con una duermevela bastante ligera y el momento del cambio de turno iba acercándose a cada segundo.

Tras numerosos intentos fallidos se santiguó y asomó la cabeza esperando encontrar otro compañero con el que compartir unas partidas antes de volver a intentar alcanzar el rem.

-¿Alguien? -Preguntó a voz de susurro esperando encontrar respuesta.

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21/04/2016, 13:02
(Marineros del SS Gabrielle) Albert Webb

El pobre Webb se queda a medias, porque Montaigne parapeta su espalda contra la pared. Webb vuelve a ceñir el cejo, pero al momento empieza una silenciosa letanía...

-Santa conchita de los marineros perdidos, dejame agarrarme fuerte al mástil y llegar indemne a tierra firme, que Montaigne naufrague, se golpee la cabeza, le de una insolación y un tiburón le arranque una pierna...- Y es que Webb estaba preparado para todo, su madre fue católica para pasarse al judaísmo, su padre era cajún con raíces musulmanas... tenia rituales y letanías para todos los casos...

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21/04/2016, 20:39
(SS Gabrielle, jefe de ingenieros) Charles Drummond

A Brunnel le terminó de despertar el vozarrón de Drummond, el Ingeniero jefe, que deseaba revisar a fondo toda la maquinaria. Resonaba como el diablo por las dos cubiertas de los dormitorios del castillo de popa, elevándose por encima del sonido de la hélice.

¡Venga, perezosos! ¡Inspección! ¿Es que tenéis cera en los oídos? ¡Todos arriba y al pasillo conmigo!

Detrás y a los lados (cuando esto era posible), tiesos como pollas, estaban los otros tres ingenieros, Willia Wheeler, Marck Folsom y Clyde Abernathy, que le seguían como la estela al barco.

Hicieron mucho ruido, sacaron a los maquinistas de las dos guardias que todavía andaban por ahí de sus literas y se dirigieron a la sala de máquinas por el pasillo que corría a lo largo de la quilla, en la cubierta inferior: los infiernos, los dominios de Drummond, que controlaba con mano de hierro.

El cálido aroma del hogar: gasoil, grasa, agua apestosa, ratas que, a veces, eran sorprendidas haciendo sus cositas por los rincones.

Era rutina, todo rutina. Cierto que Drummond hacía mucho ruido y procuraba, con muchas alharacas, hacer que el viaje fuera entretenido, que nadie se durmiera.

Pronto estaba repartiendo tareas en la sala de máquinas, ahora atestada. Los que estaban de guardia, por supuesto, permanecían en sus puestos. Drummond saludó a su segundo, Pacquare, al que obligaba a trabajar como a un operario cualquiera (aparte de sus tareas habituales como segundo). A Drummond le gustaban estos detalles.

A Pacquare le mosqueaba ese tratamiento: o bien el muy cabrón del ingeniero jefe le estaba haciendo pagar alguna imaginaria afrenta, o era una manera muy retorcida de mostrarle su afición haciéndole sudar para luego encumbrarlo con una luminosa promoción en algún otro barco.

Le veo muy limpio, Bert. ¿Novedades? ¿Sugerencias para la inspección? Al final haría lo que le diera la gana, por supuesto. El tío era como un brujo: a veces seguía las sugerencias, a veces no, sin llevar pautas que hicieran fácil manipularle, así que convenía ser sincero y cumplidor.

Le recuerdo que alguien tiene que ir a revisar la nevera, añadió como de pasada. La nevera era una pesadilla de tuberías acopladas al buen tun tun: desde que el Jonás se la había cargado a base de ácido sulfúrico y los científicos de la expedición la habían "arreglado" aquello era un sin vivir. Pero, oye, funcionaba. Los paquetes habían cumplido. De no haberlo hecho, ahora todo el mundo estaría comiendo galletas rancias y carne de foca y de pingüino. Y gracias.

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21/04/2016, 21:25
Guardián de los Arcanos

Pulaski, rodeado de perros, fue el primero en salir a recibir a los que llegaban. Sacudidos por la travesía, cansados... Pulaski abrazó a todos (excepto a Maggie, que le miró ceñuda: se mantuvo alejado de Maggie) con calor y revisó sus ropas para la corta travesía hasta el campamento base. La ventisca era dura, muy dura. La piel de las manos, a pesar de estar enguantadas, se dormía nada más experimentar el embate del viento. Todos estabais obligados a llevar protección especial para la cara. Puede que el termómetro del Weddell marcara unos cómodos -20º, pero el viento constante que traía trozos de hielo, granizo y nieve, todo a la vez, hacía que la temperatura efectiva bajara otros diez grados como mínimo.

Más alla de Pulaski, Cruz, Coole y López, irreconocibles debido a la enorme cantidad de ropa, desempacaban de un trineo de seis perros (los perros saludaban la tormenta, estimulados por el esfuerzo de tirar) los cables, los tensores y demás parafernalia que habían de mantener el avión pegado al suelo y de una pieza.

En el campamento base tenían encendidos todos los focos. Tena toda la pinta de haber sido un hervidero de actividad hasta hacía poco: algunas tiendas ya habían sido desmontadas, había huellas de los tractores por todas partes (la nieve se acumulaba solamente donde el viento encontraba algún obstáculo). Montones de paquetes bien envueltos aparecían aquí y allá bien atados con gruesas maromas. Las banderolas de señalización estaban por todas partes. La antena de la radio parecía a punto de descoyuntarse a cada embate del viento.

Al fondo, el perfil del Monte Erebus se destacaba por sobre todo lo demás. Humeaba mucho más que hace ya millones de años (eso parecían los días en el Campamento Lake y más allá), cuando partisteis para el interior del continente.

En el cielo las nubes corrían rápido. Muy rápido. Daba la extraña impresión, si se miraba solamente el firmamento prescindiendo de puntos de referencia, que eran las nubes las que estaban quietas, y el mundo huía en una fuga desesperada.

Un coro de aplausos recibió a los últimos expedicionarios llegados del campamento Lake. La sala común estaba atestada. Estaba bullendo en el hornillo Nansen, por cierto, la omnipresente sopa. Todavía quedaba chocolate. Una pequeña orquesta de armónica, guitarra y coros improvisó una canción de bienvenida.

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21/04/2016, 21:46
Guardián de los Arcanos

Cuando ya llevas un rato en la sala común, notas en el costado unos golpecitos. En su bote de cristal, el ópalo, al calor de la tienda, ha perdido otra vez su condición sólida, y se pega insistente en dirección a la fuente de calor más obvia: la estufa de carbón, que los expedicionarios han puesto a quemar a toda pastilla, sabiendo que ya no lo necesitarán mucho más, y que pueden desperdiciarlo a placer.

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21/04/2016, 21:50
(Starkweather-Moore, científico) Willard Griffith

¿El laboratorio? Está ya casi desmontado. No nos hemos molestado en desempacar lo que llegó del campamento Lake, y  aquí ya tenían el trabajo muy adelantado también.

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21/04/2016, 21:51
(Starkweather-Moore, científico) Avery Giles

Para lo que servirá... Giles había hecho una pausa con la armónica. Estaba achispado por wisky y era el alma de la fiesta. En su salsa entre tantas personas, haciendo oídos sordos a la tragedia. Y es que había que seguir viviendo, parecía decir con su actitud.

Podemos tener todo en paquetitos, y nosotros dentro, pero no está el barco. ¿Te han dicho cuándo llegará? Se dirigía al radio, a Laroche, que había recuperado su buen humor, pues volvía a fumar como un carretero.