Partida Rol por web

Hay una enorme rata negra pegada a uno de los muchos recovecos que tiene la maquinaria, aferrada a uno de los tubos de vapor. Es enorme. Es... piensas que si se levantara sobre sus patas traseras casi te llegaría a la ingle. Es tan negra que resulta muy difícil de ver, con la luz que hay en la sala de máquinas, donde las lámparas de sodio provocan sombras nítidas y oscuras.

Mira que habías visto ratas y ratas. Algunas enormes. Pues esta te provocó una inexplicable sensación de repulsión que hizo que la comida del medio día hiciera juegos malabares en tu estómago.

- Lo que vean, pero no mucho más de 13. Arréglenselas como puedan. Ahora bien, Turlow, ¿va a traer a esos dos marineros que trajeron las otras piedras? Hay que saber dónde fue vista pro última vez.

Ya hemos hablado con ellos. Tom las tenía guardadas en una lata de tabaco (con tabaco) que se dejó encima del radiador, antes de entrar a su guardia de esta tarde. Eso debió ser sobre las 16:00 horas. Cuando salió, fue directo a su camarote, porque estaba preocupado por si su tabaco se iba a resecar. La lata estaba caída en el suelo, completamente vacía. Pensó que le habían robado tabaco y piedras, así que se fue a la sala común e inició la pelea.

Cuando nos encontrábamos registrando el camarote, para ver si el ladrón las había escondido en alguna parte, Brunel debió entrar a la sala de gobierno del timón. Si esas cosas buscan calor... pues lo más seguro es que la cosa estaría aferrada al motor. Le pasaría un trapo por encima, pensando que era suciedad y se lo guardaría en el bolsillo. Entonces, la cosa le hizo aquel agujero.

Habría que hablar con los ingenieros, pero supongo que al menos esa debió ir escurriéndose por los tubos de vapor que accionan el motor de gobierno, que están instalados tras las paredes hasta llegar al motor. Si la otra está en el mismo lugar, eso es lo que deberíamos ver de inmediato. Si ha ido en la dirección contraria, debería haber llegado a la sala de máquinas, o al pasillo de la sobrequilla. Es un pasillo donde está a la vista el eje de transmisión entre la sala de máquinas y la hélice. Por ahí van todas las tuberías que van de las calderas a las calefacciones y al motor de gobierno del timón.

Ballard, suba y diga a Quingley que avise a Drummond, y que venga con los planos del barco.

Creo que podríamos usar sopletes de acetileno para atraer a esos monstruos. No se me ocurre nada que de más calor que el motor del barco. ¿Valdría?

De repente, Webb repara en una rata, una rata semi escondida que casi no se ve, de lo negra que es.

Realmente había visto muchas ratas, pero ninguna era igual de asquerosa que esa imagen repugnante que se le había plantado delante. Webb nota sus patitas pasearse por su estómago, sus pelos largos y negros rozándole sus paredes intestinales…

El experto marinero Abert Webb que nunca se había mareado en un barco, saca hasta la primera papilla.

Webb fija su mirada en un punto, dejando la tarea que tenía a medias. Su expresión cambia a la de asombro, mientas su cara se tiñe de blanco muy rápidamente.

El experto marinero Abert Webb que nunca se había mareado en un barco, saca hasta la primera papilla.

- Entonces las dos semillas-piedras-ópalos-llamelocomoquiera las tenía ese tal Tom. Menudo genio el tío. Pues menuda la que ha armado. Esperemos que Brunel pueda recuperarse.- La verdad es que le daba igual que se recuperase o no el pobre marinero. Era prescindible pero algo había que decir.- En el Waraloo, que yo recuerde, todo se precipitó en la sala de máquinas.  Esa cosa parece aumentar de tamaño con cada cosa que "come", por decirlo de alguna manera. Si le atraen las cosas calientes podemos guiarla como dice Picwell pero creo que sería aconsejable evitar que ingiera cosas. Necesitaremos agua fría, extintores. ¡tienen algún sistema de aspersión de agua?- Ahora sí que echaba de menos a los ingeniosos alemanes y sus inventos. Esperó a que Drummon trajera un mapa también para compararlo con el de gradientes de temperatura de Orgelfinguer.

Sonó el teléfono de la sala de máquinas.

La tensión se mascaba. Webb y Montaigne parecían embobados mirando a la maquinaria, los dos al mismo lado. Montaigne había parado sus cantos en seco y había empalidecido.

Drummond, tras una mirada a los dos operarios, se apresuró a atender el teléfono.

Si... Aham... De acuerdo, voy enseguida. Colgó. ¡Pacquare! Te quedas al cargo, tengo que subir. Mira a ver qué les pasa a esos dos...

En tanto salía Drummond, entró un muchacho del servicio con bocadillos fríos para la guardia que todavía no había cenado. Un buen detalle.

Drummond tardó poco en subir. Traía un plano general del barco y varias ampliaciones.

Juró en arameo cuando se le explicó la situación. Tras tranquilizarse, logró responder a las inquietudes de Menez.

...tenemos mangueras, claro, pero tienen una potencia tremenda como para usarlas en los pasillos. Se necesitan tres personas para manejar una de esas, de lo contrario, se escaparían de las manos del pobre desgraciado que intentara sujetarlas. Creo que la idea de Humphries de usar los extintores es mejor. No es que baje mucho la temperatura, pero algo hace.

Yo llevaría a esas cosas al exterior, sin complicarse mucho la vida. O a la nevera.

Podemos ir yo, Pacquare, que es un muchacho muy despierto, ustedes mismos y algún otro operario. Conocen bien las tripas. Podemos comenzar por el camarote donde ocurrió todo y, desde ahí, ir eliminando lugares. Todo el mundo con un extintor y con un soplete, para ir alternando, según deseemos que se acerque o se aleje.

-Claro, señor. -Se quedó mirando a esos dos, intrigado. -Bueno, ¿y ahora qué...? ¿qué narices os pasa a vosotros?- parecía que tenía algo que ver con algo de la maquinaria-  ¿qué mosca os ha picado? ¿habéis  visto un fantasma, o qué...?

Se acercó, rascándose la coronilla. Y con precaución. Después de lo ocurrido, Bert no se fiaba ya ni de su padre.

Webb al ver los bocadillos, volvió a vomitar. Ante las palabras de Pacquare, sin levantar la vista, señalo hacía el punto que observaba momentos antes.

Siguió con la vista la dirección que señalaba el dedo de Webb, sin dar demasiada importancia a que hubiera vuelto a sacar el ya escaso contenido de su estómago por la boca.

¿Qué cojones...?

Supero la tirada, así que solo pierdo 1 punto de cordura.

Carford se queda mirando fijamente a un punto indeterminado del interior de la maquinaria.

- Pero... ¿Qué coño? ¿Cómo es posible?

Da un par de pasos hacia atrás, temeroso, y mira alrededor, como buscando algún indicio acerca de qué hacer a continuación.

Beakins había rezado todas las oraciones que recordaba para tranquilizarse y se dedicó a tareas rutinarias que lo distrajesen. Observó, de paso, que la junta de cuero de una válvula de compuerta embridada de 3 tres pulgadas perdía algo de agua con un leve goteo incesante, pero decidió no decir nada. Estaban casi ya al final de la guardia y no le apetecía tener que ponerse a desmontar la válvula, ya lo haría alguno de los chicos de la siguiente guardia.

De pronto todos se quedaron mirando algo y aunque supo que se arrepentiría, no pudo evitar la curiosidad y se acercó a ver que era eso tan interesante.

Montaigne, Webb y, ahora también Beakins, están mirando acongojados. Pronto, todo el que no está ocupado en algo mira hacia ese rincón.

Hay una enorme rata negra pegada a uno de los muchos recovecos que tiene la maquinaria, aferrada a uno de los tubos de vapor. Es enorme. Es... si se levantara sobre sus patas traseras casi os llegaría a la ingle. Es tan negra que resulta muy difícil de ver, con la luz que hay en la sala de máquinas, donde las lámparas de sodio provocan sombras nítidas y oscuras.

Mira que habéis visto ratas y ratas. Algunas enormes. Pues esta provoca una inexplicable sensación de repulsión que hace que la comida todavía por digerir haga juegos malabares en vuestros estómagos.

No hace falta estar muy avispado para darse cuenta de que cualquiera que tocara esa tubería acabaría, por lo menos, con una buena ampolla.

Completamente lívido, como si hubiera tenido una visión para la que su mente no estuviera preparada, Peabody comienza a farfullar unas palabras apenas inteligibles:

La materia orgánica viva, buscarán, eso le complace..., las complace - hace una pausa, con el rostro perlado de sudor, a pesar de la temperatura - Ratas; como en el Mandalay. Estas cosas - añade espantado - tratan de controlar las mentes, estoy seguro, incluso las nuestras ahora mismo. ¿Qué no conseguirían de un roedor...?

No, no, no estoy loco - añadió apresuradamente - Por favor, tienen que confiar en mi. Deshagamonos de las que tenemos, en una fosa profunda donde no haya vida que pueda ayudarlas a crecer, el vidrio aguantará si igualamos la presión, tendré que hacer unos cálculos... - sus pensamientos iban a toda velocidad, apenas acertaba a hablar - Las ratas buscarán calor, debemos encontrarlas de inmediato. Iré al laboratorio, debo estudiar el modo de que estos frascos de cristal aguanten. Ustedes busquen a las ratas... - añadió, completamente febril - Y que alguien haga guardia para custodiar esta estancia, pero a una distancia razonable, la mayor posible, supongo que su influencia tendrá algún tipo de alcance. Y nunca una persona sola. Al menor síntoma de malestar o pensamientos extraños el otro deberá alertar a los demás. Es mucho lo que nos jugamos.