Partida Rol por web

En el momento en el que ya os disponéis a subir, Tim, que acaba de llegar, detiene a Moore y le hace entrega de un sobre. Lo abre y lo lee, mientras esperáis el ascensor.

¡Alto! Está leyendo en el momento en que os detiene, ya que las puertas se están abriendo. No suban. Vengan conmigo, hay noticias. Os vuelve a meter en el salón rosa, y os comenzáis a preguntar si algún día podréis salir de él... cuando hace rular de mano en mano la siguiente nota:

Parece que tenemos otro anónimo...

- Mi recortada se viene conmigo. Señor Moore, debería poner este anónimo en conocimiento de la policía, creo que ayudará. Sugiero que hasta el día de partida, siempre que nos movamos fuera del hotel y fuera del barco lo hagamos por parejas. Al final no conseguí averiguar cuales son las leyes locales respecto al uso de armas, pero sugiero que vayan armados... 

Maggie pareció acordarse de algo más.

- Una cosa más. Señor Field, ayer antes de salir hacia comisaría, llamé a una conocida. Quizás le suene, se llama Berenice Abbott, es una fotógrafa que suele exponer por aquí por Nueva York. Quédese con su nombre y dentro de unos años diga que la conocía, porque pasará a la historia. El caso es que le comenté su percance con su cámara. Encontrará una Leika II, funcionando perfectamente, en esta tienda -dijo pasándole una dirección-, naturalmente ya pagada. Cuando volvamos de la expedición ya discutiremos como devolverme el dinero. Como no estaba seguro de si sus objetivos habían sobrevivido, tendrá también un 35mm, un 50 y un 135. El juego completo, aunque me temo que esos serán de segunda mano porque hasta donde ella sabía no estarán disponibles de nuevo hasta dentro de unas semanas.

Vaya, vaya, vaya...

Por una parte, Chester no tenía la más mínima intención de ir armado a ninguna parte; él era un periodista, y lo único que pensaba disparar - al menos, en la ciudad - era su cámara nuevecita.

Por otra parte, el último modelo de Leica y todo un juego de lentes bien valían, al menos, una sonrisa y un sincero agradecimiento.

Muchas gracias, señorita O'Connel; no sabe el favor que me hace.

A Chester le gustaba llevar siempre la cámara encima... pero se guardaría muy mucho de ir por ahí cargando también el tele y el gran angular; estas ópticas se rallaban con solo mirarlas. O al menos, esto le habían dicho; para la Leica que él solía llevar encima, su cámara "de batalla", por así decirlo, ni siquiera se había molestado en adquirir otras lentes que no fueran las estándar.

En cuanto al nuevo anónimo, poco había que añadir; otro delirante mensaje de algún perturbado con demasiado tiempo libre, que además se aprovechaba del desdichado fin del capitán para lanzarles una aún más ominosa advertencia. No pensaba darle la más mínima credibilidad.

500$!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

madre del amor. Piensa Menez en silencio, con los ojos como platos, mientras vuelve de nuevo a la tediosa tarea de encontrar cosas sin probar los "tonicos" de Hitch.

Lo que me faltaba, donde este un buen cafe........ no me habré chupado noches en la redacción, y por la mañana tal cual.

JAJAJAJAJA, ese con tal de probar sus "medicinas" es capaz de cualquier cosa. Que peligro.

Sutton levantó la mano, como quien pide un nuevo combinado en un club afamado, cuando Hirch abre y muestra el contenido de su maletín a modo de oferta de un estimulante para aguantar la jornada.

La excusa de A mi edad ya no aguanto igual... serviría de maravilla para ocultar su interés de probar algo distinto.

Se dirigía a asearse cuando una nueva nota llegó.

Si el asunto de la policía lo tiene el Señor Starkweather controlado, llevarles la nota solo serviría para que mañana esté en primera plana del diario que mejor pague entre los miembros del cuerpo de policía. - comentó como respuesta a Maggie.

Cuando la mujer comentó el asunto de la cámara de Field, no pudo ocultar una mueca de decepción en su rostro.

Moore realiza la reunión como si por la noche no hubiera pasado nada (¿duerme algo, este hombre?) Mientras ibais a cambiaros, ha hecho desaparecer todos los periódicos.

Por otro lado, parece que los trabajos van a ir más rápido, ya que hay varias personas que se están quedando libres de sus listas y que (¡por fin!) no hay más que añadir, por lo que pueden ayudar a los más atrasados. Otro buen punto es que ya todos vais conociendo bien cómo moveros por el barco, y sabéis dónde están las cosas o, al menos, dónde seguro que no están.

Ese día llegan los explosivos con los detonadores y los preceptivos permisos. Ese día, por la mañana Silkes os va a probar los trajes, que parece que ya han sido terminados.

Os visten de pieles, guantes, gorros, máscaras, botas... varias capas de cada cosa. Las gafas son como de aviador... se ha tenido mucho cuidado con las partes metálicas de las prendas que lo necesitan. A cada uno le lleva (si no hay problemas) más de una hora probarse todo. El trabajo de Silkes tiene pocos fallos...

Field es, además, apartado de su propia lista para hacer fotos del proceso... ¿con qué cámara?... pues cuando quiere darse cuenta ¡tiene dos! Por un lado O'Connel y por otro lado Sutton se han lanzado a la búsqueda de una cámara que sustituyera a la suya. O'Connel, quizá, ha estado más fina, ya que también ha añadido en su paquete varios complementos muy necesarios para un profesional.

Toda la mañana transcurre, pues, bien. Los compañeros os miran algo raro, y a más de uno le hacen preguntas incómodas. El día está siendo, de nuevo, algo caluroso... parece que se prepara el verano indio, los metereólogos así lo afirman.

Durante la hora de la comida Moore, que ha estado cerca como una gallina clueca, desaparece y, en la sobremesa, véis un buen barullo de prensa y varios de los muchachos contratados como seguridad hacer piña en torno a dos personas, de modo que se puedan hacer sitio para entrar en el recinto: son Moore y un hombre mayor, con uniforme de la marina mercante.

Moore se acerca a las mesas plegables donde todos toman te o café.

Señores, les presento al señor Vrenenburgh, nuestro capitán.

La tripulación del barco, avisada a destiempo y maldiciendo por ello, se apresura a formar frente al Gabrielle de cualquier manera.

El hombre, bajo, de mediana edad y cabello cano, observa con ojo clínico a lo que será su tripulación y, de manera muy política, habla a los oficiales.

Señores, no se preocupen, por favor, sigan con su trabajo. Mañana por la mañana tomaré posesión del mando y será entonces cuando inspeccione todo. Luego saluda a la gente de la expedición con cierta blandura, se toma un café bien cargado mientras habla sobre numerosos asuntos con Moore y parece más o menos abierto a todo tipo de conversaciones. Casi de manera notoria evita mirar el barco, para que los marineros (que han ido rápidamente a mirar con lupa todo lo que pueda estar mal, pero asoman la cabeza para mirar) no se pongan nerviosos.

Así que aquel sería el nuevo capitán... bueno, parecía un hombre muy poco interesado en los flashes de los periodistas, lo que al menos a Chester le parecía un buen augurio; huir de las polémicas era lo que necesitaba aquella expedición en aquel momento.

Si la profesionalidad del nuevo capitán parecía quedar más o menos a la vista de todos, la de sus compañeros de expedición empezaba a plantearle ciertas dudas; ¿por qué diablos alguien dispuesto a ir por el mundo regalando cámaras se habría apuntado a viajar hasta el Polo Norte, si no era por una acuciante necesidad pecuniaria? Solo podía ser, entonces, por afán aventurero, y los amantes de las emociones fuertes podían, a veces, ponerse en peligro más de lo necesario, a ellos y a quienes les acompañaran. Habría que andarse con ojo...

Pero a Leica regalada no le mires la óptica, y Chester, por el momento, no tenía la más mínima intención de quejarse; al menos, no en público.

Maggie empezaba a estar cansada de revisar bodegas, pero era su actual trabajo y no quedaba otra que terminarlo. Así que se puso a ello de nuevo, sacó su lista de su bolsillo y miró con un cierto aburrimiento las cosas que todavía estaban sin tachar. Pues bueno, adelante... 

En las ediciones de la tarde...

El capitán no se queda mucho, tras la comida. Las diversas listas que quedan sin acabar de revisar ya tienen a dos o tres personas pendientes con lo que la tarea (una vez todo el mundo encuentra la manera de organizarse bien) van tan rápido que todo parece ya pan comido.

En otros artículos periodísticos queda patente la contraofensiva de Starkweather, que hace suponer que los de la mañana (recordemos que desaparecieron misteriosa... o no tan misteriosamente) venían cargados con dinamita; sin embargo el tono mejora y da cierta intriga a la expedición (periodistas con narices rotas, nerviosismo entre las filas, problemas con la policía, asesinatos misteriosos) de manera que ahora sale en primera plana, tras varios días de noticias de relleno en páginas interiores... ¿es bueno que se hable tanto? Bien, los carteles publicitarios de Dior, en los que se menciona el viaje y en los que aparecen las chicas de la expedición estupendísimas con sus trajes polares (fotos de Field, por cierto) dan que pensar.

Los perros parece que van adaptándose, y ya comen de la mano de varios de sus cuidadores. Dos de las manadas están parcialmente unidas (ha costado bastante esfuerzo de los encargados de personal y de los oficiales del Gabrielle impedir que se organizaran apuestas, al menos abiertamente, ya que cada fase conlleva peleas muy vistosas)

Ya funcionan las duchas (el agua caliente, se entiende), las cocinas... la luz interior de las habitaciones no es ya de esas lámparas de petróleo tan molestas, sino eléctrica, algunos marineros ya duermen en sus puestos, los encargados de la intendencia van y vienen con paquetes de sábanas, colchones, almohadas... los últimos detalles para que todo esté a punto.

La gente, tras el palo del día anterior, comienza a silbar mientras trabaja.

El Dr. Hirsch apenas daba crédito a lo que estaba ocurriendo. Anónimos, asesinatos, investigaciones policiales, compañeros detenido ¿Quién demonios se oponía al desarrollo de la expedición al ártico? Todo aquello empezaba a darle muy mala espina y la tranquilidad de su jefe le llamaba la atención. Durante la reunión de la noche decidió dirigirse a él con franqueza.

-¿Hay algo que debamos saber acerca de la anterior expedición?- dijo mientras miraba fijamente al Sr. Moore – Está claro que hay algo que une al capitán con usted y con los anónimos. Creo que debería ser sincero con nosotros-

El resto del día transcurrió con la normalidad esperada hasta la llegada del nuevo capitán. Parecía una persona sólida, de actitud directa y que sabía estar en su sitio. Como era de esperar habría escuchado hablar de la ola de infortunio que parecía empezar a rodear la expedición y quería tenerlo todo atado.

-Espero que encuentre todo a su gusto capitán- dijo mientras extendía la mano para saludarle –Espero que pase pronto por mi pequeño “estudio” para que pueda incluirle entre mis entrevistas preliminares-

Sutton, internamente, se sorprendió que Field no mostrara más agradecimiento por haber hecho que Tim le consiguiera una cámara pero, bueno, su abuela ya solía repetirselo en numerosas ocasiones.

¡Ya sabes como es el pueblo llano, lleno de desagradecidos!

Saludó al capitán sin demasiadas florituras y siguió realizando sus labores, dándose cuenta que no notaba nada excepcional por los estimulantes de Hirsch. ¿Quizá ya hubiese probado algo similar en alguna alocada fiesta?

Así pues, pasa la tarde. A las palabras que Hirch ha dirigido a Moore por la mañana no ha habido respuesta. Solo un rostro pétreo y un envaramiento. Ya veo. Esta tarde nos reuniremos de nuevo, espero que de manera discreta, ya que no deseo que los demás compañeros constaten que hay una relación especial entre ustedes y yo. No deseo minar la autoridad de mi encargado, Packard.

Y es eso justamente lo que ocurre. Tras llegar al hotel (y, de nuevo, el acoso de la prense se ha recrudecido notoriamente), ducharse y cenar, veis que Moore se hace el remolón, alargando el café. Y así que todos han subido arriba os hace un gesto para que acudáis a su mesa. En ese momento llega Starkweather, que viene de torear a la prensa. Corpulento y con mucho nervio para la hora que es. Starkweather no se sienta, sino que pasea y deja hablar a Moore.

Señor Hirch, esta mañana ha insinuado usted que había alguna relación entre esos desgraciados anónimos, yo, la anterior expedición y el capitán Douglas, que en paz descanse. Esto es algo muy grave, ya que parece significar que no tiene usted total confianza en mi. En todo caso, expliquese y, tras eso, pregunte lo que haga falta preguntar, por si puedo serle de ayuda.

Moore, sentado en la silla, sigue completamente frío y tranquilo, como siempre, solamente se le notan las secuelas propias del cansancio físico y la falta de sueño, pero nada de nervios.

Starkweather, que pasea de arriba a abajo, no parece, en absoluto, tan frío. Os lo imagináis perfectamente sacudiendo a Hirch como un pelele agarrado por las solapas ya que parece que lo que expresa Moore lo enerva y hace que se ponga colorado. Sin embargo no hace semejante cosa, sino que se calla, tras una mirada incendiaria a Hirch y se va al pequeño mueble bar para servirse un vaso con hielo al que añade el contenido de una pequeña petaca de alpaca enfundada en cuero viejo y bruñido por el uso y un chorro de agua carbonatada.

Sutton abre la boca pero la cierra, prefiriendo que sea el propio Hirch quien exponga las dudas que, claramente, varios de los miembros allí reunidos comparte.

Entonces se levanta, tranquilamente, acercándose al mueble bar, junto a Starweather y, tras saludarle con un gesto de cabeza, se sirve un vaso a sí mismo, usando su propia petaca para aderezar el contenido.

Parece que el ambiente se esta enrareciendo, espero pronto las explicaciones de uno y las preguntas de otro. La anterior bronca fue para mi, en esta no pienso hacerme notar, asi que viendo como esta el patio me uno a la fiesta de la petaca, con la mirada puesta en el grupo pregunto: Alguien mas se anima... levanto ligeramente la petaca y pienso, a la copa o a las preguntas...

Charlene observa a los bebedores con un aire científico. Algo así como si estuviera observando el comportamiento del simio macho mientras resuelve un problema cuidadosamente reglado que algún investigador le ha puesto. Es una expresión universal expresada del modo más sutil: ¡hombres!

Todo ello se puede leer en la comisura izquierda de sus labios que se curva en una leve risa haciendo juego con una de sus cejas y con el cruzar de piernas. Por lo demás, parece que admite lo importante de las cuestiones planteadas y atiende con interés al doctor Hirch.

Vaya, vaya... a Chester no se le habia ocurrido pensar que habia alguna relacion entre sus jefes y el anterior y desafortunado capitan, mas alla de la puramente profesional, pero todo podria ser.

El no sospechaba de nadie del grupo interno de la expedicion; estaba convencido que si alguien intentaba estropearlo todo seria alguien de fuera, quizas infiltrado, si, pero mas bien un saboteador que un traidor al espiritu de la mision.

En cualquier caso, Chester estaba bastante feliz; sus fotos para Dior le podrian suponer un buen pellizco (algo que se agradecia mientras esperaba el primer cheque a nombre de Starkweather-Moore), su lista de trastos estaba completa y tenia dos camaras nuevas a las que empezaba a sacar partido. Aquella reunion nocturna no iba a enturbiar su animo, eso seguro.