Partida Rol por web

Aun un poco confusa por la serie de acontecimientos, en tan breve lapso de tiempo.

Menez no tiene muy claro por donde seguir, hay algo que no encaja. No sabría decir exactamente lo que es, pero no le encaja.

Hay veces que lo mejor es empezar de nuevo, alejarse un poco y tomar otra perspectiva.

Lo primero será encontrar ese libro, las Aventuras de Arthur Gordon Pym, de Poe pero de forma discreta. Se dice para si Menez.

En cuanto al Sr. Pooster, hay algo que no me termina de convencer. Asi que le digo a mi detective que investigue todo lo posible sobre Pooster y Peabody. Sigue rumiando

Bien, hasta que abran, si te parece. podemos pensar como ser utiles, o sino descansar. Creo que todo es importante ahora mismo. Me da que el anciano sabia mas de lo que nos ha comentado. Puede que le haya dejado un poco trastocado mi discurso, pero preferia ser directo. ¿no estaremos locos, verdad Alex? Todo lo que he contado lo hemos vivido o creemos haberlo vivido, ¿no?

- En Tim empieza a estar la duda de si ha perdido la cordura, ante los hechso vividos-

Del barco salió el anciano, Roerich, tras hablar con Pooster y con Peabody. Parecía cansado y pálido. Muy serio. Atravesó trabajosamente la pasarela, esquivó como pudo a los marineros que volvían para preparar el cambio de turno y se subió a un impresionante Rols Roice que tenía aparcado en la calle, cerca de la entrada al complejo portuario. Un criado de librea, oriental, le esperaba solícito cerca.

Pooster y Peabody también salieron, igualmente serios, y se unieron al grupo formado por Menez, que estaba murmurando para si algo, Kleiver, Pickwell y Sutton. Todos vieron llegar a Greene y a O'Connel, que se dirigían a la enfermería. Al parecer, hablaban de música. Subieron a la cubierta de botes y se perdieron en las entrañas de la superestructura. Salía, además, la persona que había estado hablando con Hirsch. Poco después, de la enfermería, surgieron las notas de la música de Wagner...

El ambiente cambió inmediatamente. Cuajaba, con el sonido del agua, con las ensoñadoras luminarias de las torres de ladrillo, hierro y hormigón... La noche, además, era clara, y las estrellas, con Venus a la cabeza, parecieron pararse a escuchar. Los trabajadores ya habían dejado el jaleo de última hora, y desde el comedor solamente se escuchaban murmullos.

Field, tras pensar un rato, fue a dar una vuelta. Se le escuchó preguntar por Avery Giles a la primera persona que encontró.

Un camarero, que traía la cena a la enfermería, reparó en los compañeros que estaban sentados en la cubierta de botes.

¿Desean que les traiga algo de beber, antes de la cena? Era un tipo alto y desgarbado, con ojos algo tristes y hundidos, pero sano.

Siguiendo la inveterada costumbre de la marinería anglosajona, primero comían los trabajadores menos cualificados y los enfermos, luego los oficiales (y como oficiales se tenía a los miembros de la expedición) y, por último, se servía al capitán.

Se escuchó cómo, en la pasarela, saludaban a Vrendenburgh, por cierto y ya que de él se habla, los marineros que acababan de entrar de guardia.

En la cámara de oficiales, ya que el comedor estaba ocupado por un montón de marineros trasegando alimentos y armando bastante jaleo, estaba casi la totalidad de la nómina de la expedición. Sonaban los primeros acordes de una canción. Entraban en ese momento, también, el capitán Vrendenburgh, Turlow, el primero, y el joven Driscoll. Todo el mundo se levantó para recibir a los que llegaban, incluído Field, aunque pasó algo desapercibido.

El espacio estaba bastante lleno, y cargado de humo. Se estaban bebiendo algunos licores aperitivos, Madeira, Jerez, Martini, Zarzaparrilla para los abstemios, o agua de regaliz... Algún camarero bien intencionado había dejado unos enormes cuencos, uno lleno (cada vez menos) de cacahuetes y otro vacío (cada vez menos) para tirar las cáscaras. La luz eléctrica subía o bajaba de intensidad al ritmo del lejano generador del barco...

El mar. La mar. 
El mar. ¡Sólo la mar! 
¿Por qué me trajiste, padre, 
a la ciudad? 
¿Por qué me desenterraste 
del mar? 
En sueños, la marejada 
me tira del corazón. 
Se lo quisiera llevar. 
Padre, ¿por qué me trajiste 
acá?

Si. Ese es Giles, que está cantando acompañado por Huston al ukelele, justo cuando ha entrado el capitán y compañía. El capitán hace gesto de guardar silencio y de que la gente se siente hasta que termina la canción, que es cantada con muy buena intención por el joven científico. Hacen un ritmo cálido, algo que suena a La Habana o alguna tierra de similares músicas. No es profesional, pero da gusto. Hasta aquí no llega la música de Wagner.

Así pues, Field ha encontrado a Giles pero, como suele ser común en el muchacho, hay con el muchas más personas.

Greene se entretiene todavía un poco, mientras la enfermera os prepara para la noche, con la enésima cura. El doctor va cambiando ligeramente los emplastos que os pone, según observa la evolución de las quemaduras.

Pronto pasaremos el momento crítico. Paciencia.

Hacéis todo con Wagner como fondo, cuyos acordes salen de un gramófono que hay encima de la mesa de caoba que adorna la suite de propietario. Es curioso cómo se olvida el dolor, cuando han pasado unas horas de la última acometida. Greene os está bajando drásticamente la dosis de opiáceos, lo que os tiene bastante nerviosos, así que la cura es trabajosa y lenta.

Finalmente se va y os deja tranquilos, cada uno a su lado del biombo. Hirsch boca arriba, O'Connel boca abajo, dependiendo de dónde tiene cada uno el mal.

Chester se alegra de llegar a aquella especie de celebración improvisada; afuera se había girado un viento del carajo (seguro que al menos la mitad de los que estaban allí dentro podrían explicarle de dónde, por qué y cuánto tiempo soplaría) que a Chester le había dejado helado. Nada más entrar, el veterano fotógrafo trata de integrarse con los demás expedicionarios, con los que ha mantenido menos trato del que le hubiera gustado, y que parecen estar aprovechando uno de los escasos momentos de distensión de los que van a disponer antes de poner rumbo hacia el sur desconocido. Tanta marinería también saca mi lado más poético, reconoció Chester para sí mismo. Sabe que tampoco puede entretenerse mucho; en cuanto abran las hemerotecas debe acompañar a Alexander y a Timoty.

Antes de acechar a Avery, que parece estar disfrutando de lo lindo, Chester echa un vistazo alrededor, para comprobar si su jefe, Charles Myers, está por allí. Quizás si no está aquí pueda arrastrarlo afuera con alguna excusa y tratar de que me cuente algo interesante...

Myers no parece nada impresionado con el ambiente que crean la voz y el ukelele. Más bien parece aburrido. Y se fija en ti. Alza una ceja y amaga un bostezo a escondidillas, como para hacerte ver que ya tiene callo en relación a estas cosas... debe ser eso de la convivencia.

Carga su pipa y sale a la cubierta tranquilamente.

En la cámara todo el mundo está saludando a los oficiales.

Junto a otros, Abermale también te saluda, pero no con la cabeza esta vez.

¿Ya han terminado su reunión con Moore, Chester? ¿Se sabe algo? ¿Han pillado al infame?

Notas que mucha gente presta oído.

- Arthur... el doctor cree que el secretismo está bajando la moral de la marinería y que Moore debería darles un discurso, creíble y apasionado, pero también cree que no es capaz de algo así por ser demasiado frío. ¿Qué opina usted? Eso entra dentro, al menos en parte, de sus competencias... 

Pooster mira al joven y con cierta dejadez, acierta a comentar.

Tomare un te con limon y alguna pasta si tiene, que hay algo de hambre.

Tras ello, se atrece a afirmar

Creo que podiamos preguntar al jefe de personal, el sr. David Packard, sobre si reclutó a alguien extraño, que no este limpio o del que dejara alguna imagen turbia, es claro que alguien se ha colado por aqui. No se, es una primera idea, ¿que os parece?

Tim se decide a tratar de buscar algun indicio, sin demasiado analisis de las cosas.

Dominique mira al camarero un poco duditativo y al final se decide.

Me podria traer un bocadillo y un cafe solo, gracias. Y tras la idea del señor Pooster comenta: Bien pensado, se tendria que hacer un pequeño seguimiento del historial laboral  de los que parezcan sospechosos Tras lo cual me pongo de pie y llamando la atencion de nuevo del camarero le comento, Camarero, perdone, no haga caso de lo que le pedi, ire a la cocina y lo cogere directamente. Voy a acercarme al aerodromo a ver como van los preparativos y tengo prisa.

Tras lo cual me pongo en marcha direccion a la cocina...

En seguida van a servir la cena, señor, respondió por partida doble, tanto a Pickwell como a Pooster. Entró en la enfermería con las bandejas para los quemados.

El disco que tenía puesto Greene ahí dentro se acabó, y se pudo escuchar que abajo, en la cámara de oficiales, había bullicio y música, esta vez más popular: el ukelele de Houston (tenía que ser él, no dejaba que nadie lo tocara) y alguien que cantaba, seguramente Avery Giles. También se escuchaba el entrechocar de copas.

A la cubierta, salió Charles Myers, fumando su pipa. Quedó de pie, cerca de la barandilla, mirando al Hudson. Al abrir la puerta subió el volumen de las voces. Ahí abajo estaba la gente bastante animada. Desde la cubierta de botes veíais la coronilla del arqueólogo, hasta que levantó la cabeza y os miró.

Ah, así que estaban ahí ¿eh? ¿Cómo van las conspiraciones? ¿Ya han pillado a los malos? El tono cínico era bastante típico de él, así que tampoco sonó muy extemporáneo, al menos a los que no eran recién llegados.

Por cierto -en un talante más llano- ese que salía antes, el vejete... ¿No era Roerich?

Subió las escalerillas y se instaló junto a vosotros.

Ahí abajo el ambiente es demasiado sofocante, para mi gusto. Se está mejor aquí, casi en la cima. A un paso, diría.

Era Roerich, si. Ha sido todo un honor conocerle en persona. Ya había colaborado con su hijo ¿sabe? En el Himalaya. Un chico estupendo.

Charlene, antes de esto, había respondido a Pooster: creo que Packard está abajo, aunque antes de la cena no creo que sea oportuno llevarle aparte para hablar. Hay mucha gente por ahí.

Señalaba, claro está, la cámara de oficiales, donde en una media hora se serviría la cena.

Mmmh. De detrás de las vendas que cubrían el rostro de Hirsch parecía no surgir una idea muy concreta. Pensó un rato.

Supongo que decir la verdad simple y llanamente acallará los rumores, que son algo bastante maligno en un espacio cerrado. Pero, claro, es necesario guardar un equilibrio, que no parezca una señal de debilidad... yo que se. Tendría que pensarlo bien. ¿Usted qué opina? Tiene experiencia práctica. ¿Qué haría, si estuviera en lugar de Moore? Ahh, dijo al hacer un movimiento inesperado, sin querer. Esto ya va doliendo un poco más.

E.. e.. eso, señor Field, tartamudeó el joven y lechuguino ayudante de Abermale, ¿será seguro que salgamos a... así?

El resto del respetable de la expedición se miró entre si. Debía estar imaginando hordas de malignos saboteadores detrás de cada esquina.

Lo que es yo, como lo pille, lo voy a matar. Al maldito cabrón, dijo Huston dejando a un lado el ukelele.

¡Señor Huston, por favor! Modere su lenguaje. No somos animales ¿sabe? Al menos algunas personas decentes.

La tensión se acrecentó varios puntos más.