Yo también me alegro, mi señora -respondió Euxeo-, sobre todo después de haber vivido lo que hemos vivido. Esta semana he temido por las nuestras vidas, especialmente yo por la de vos. Sinceramente -volviendo al tema de la Señora Ontatxu-, cierta extrañeza veo en las palabras de todos: tanto en la reacción de soldado y criados, como en la de ese caballero llamado Manuel... o incluso en Malena. Parece ocultar algo, sin duda... Nosé. Lo que más me gustaría es descansar, ¿no crees?
¿El barón os ha pedido eso? -dijo algo sobresaltada-. Sea la palabra del Barón, pues no me atrevería a contradecir. Estaba temiendo por los sucesos que podrían darse aquí, todo lo que contó el caballero Manuel es verdad en cuanto al miedo de los campesinos y jornaleros de Echauri. Mas en estando tu aquí, que bien podré aguantar entre estos muros. En mi opinión, las nieves no tardarán mucho en llegar. Et ahora...
Entonces Ladia se tumbó en la cama.
Puedes narrar lo que quieras. Malena querría dormir.
- Tranquilo soldado, nunca se sabrá quién me informó de todo esto. Le digo al soldado que pidió silencio a su compañero. Teneis mi palabra de Caballero. Y esa fué la misma noche que encontraron el cadaver del Caballero Robert de Vincio? He oido que fué encontrado en muy malas condiciones, o mejor dicho en condiciones...... extrañas.
No, señor -dijo el soldado-. Lo de la tregedia de don Robert fue anterior a ello. La quema de su casa y la de su familia fue, creo recordar, un par de días o tres después. Et que sí: corazón y ojos arrancároselos... algo insólito. Por eso está Echauri y sus campesinos así de consternados, también nosotros -referíase finalmente a la mesnada soldadesca, que por mucha espada y armadura que llevaban, el miedo era el miedo, y más a lo desconocido-.
- No cejeis en vuestro empeño soldado, la gracia de nuestro Señor, está siempre con los justos y nobles de corazón. Respondo al soldado queriendo apaciguar su espíritu. Pero..... hay otro asunto que también me inquieta. Y es la salida del Barón. Salieron en busca de una anciana, que profirió gritos contra la Señora del Castillo. Consiguieron encontrarla? Sabeis alguna cosa de ello? Pregunto queriendo cambiar el tema, ya que me parecía que al soldado aquello se le hacía demasiado tedioso ya.
Aguantaremos pues ─respondíle ─habemos, eso si, de cuidarnos mucho de que et con quien fablamos. Paresce haber opiniones divididas sobre los extraños acontecimientos et no quiero tomar parte aún por ningún lado hasta haber averiguado algo más ─tumbéme entonces en el camastro hasta que el sueño llevóme...
- Tenéis razón, esposo mío. - digo, bostezando, debido al cansancio y la falta de sueño. - Descansemos, y olvidemos, por esta noche, a Don Sancho, a su esposa, a Don Diego, a su criada Malena, quien, seguramente, en estos momentos, le esté haciendo un buen servicio a su Señor, y a los monstruos que nos hemos encontrado días atras. Simplemente, dediquémonos a descansar. - Tras terminar de hablar, beso a Euxeo en la mejilla, deseándole que disfrute de una apacible noche, me tumbo en el lecho, y me dispongo a dormir.
No, mi señor -respondió el soldado-. Esa vieja era conocida en Echauri, quizá vos haya escuchado de ella. Irrumpió en el banquete de nuestro señor el Barón, y blasfemó contra su recién esposa. Luego, al amanecer siguiente, apareció clavada una cabeza de gallo en el portón, por fuera... -señaló el portón que teníais delante de vosotros-. Pero se dice por el castillo que no logró rastrear nada. Quizá don Sancho dé mas detalles mañana, ahora está con su esposa... -y dijo esta última frase con cierta picardía-.
Fue entonces cuando los dos soldados cambiaron de lugar y los del adarve se pusieron en la plaza de armas y éstos en las almenas.
¿haces algo más o te vas a dormir?
Quizás debiera haber empezado por aquí. Había conseguido más información que en toda la noche, yaunque me quedaban un par de cosas por aclarar, las piezas empezaban a cobrar algo de sentido para mi.
La guardia debía de seguir con su ronda, y no quería entretener más sus que haceres. Por esta noche me doy por satisfecho, así que me voy a mis aposentos, con la intención de descansar del largo viaje. Solo de pensarlo, la fatiga empezaba a entrar en mi. Tantas noches mal durmiendo por los caminos, pasaban factura. Añoraba un colchón mullido de plumas.
Es hora de dormir.
Tras la conversación, te dirigiste a descansar a la torre-cuartel noreste. Una alcoba modesta, individual y acogedora se presenaba ante tí y además había algunos muebles con recambios de sábanas, sobrevestes y camisones varios. Unas cortinillas secas y pequeñas tapaban algunos ventanucos (muy pequeños, claro, al ser torre) de la construcción.
El sueno te invadió en breves.
* * *
Día treinta y uno del mes de octubre.
Radiante fue el amanecer, pero por poco tiempo, pues los nubarrones seminegros comenzaron a invadir la Baronía de Landarria, y Echauri y su castillo. Todos vosotros, alojados en tres habitaciones en una de las torres-cuartel, fuísteis avisados por el servicio de doncellas para que acudiérais a un evento: el barón Sancho os había hecho llamar en el salón-comedor principal.
Vistiéndoos tan aprisa como podíais, las prisas notábanse por los muros del castillo. Una vez bajásteis al salón, ya decentes para ver al señor Sancho, éste os hizo sentaros en la gran sala. Estaban allí la Señora de Echauri, el caballero Manuel Pérez en solitario y varios criados en fila en un lateral.
Buenos días, mis invitados, ¡pasad!, ¡PASAD! -dijo el de Landarria como con aires renovados, como si la noche hubiérale sentado excesivamente bien...- ¡Sentáos! -el servicio comenzó a servir el desayuno: huevos revueltos con pan y untado con grasa de embutido, acompañado de queso, miel y algo de vino y leche-. Fue entonces cuando el caballero Manuel Pérez, hizo poner sobre la mesa tres pequeñas bolsas de cuero, a la vista de todos.
Treinta maravedíes, más veinte florines de oro, para cada uno -apuntó Sancho-. Ello como buena instancia de la batida, pese al resultado y el duro viaje. He de disoponer, delante de la mi esposa, que el caballero Diego de Zúñiga -hizo saberlo al resto- queda a la disposición d'este castillo y bajo mi tutela y mandato -no dijo el tiempo de ello, así era "el gran" Sancho de Landarria-.
Luego miró a Malena, a Ladia y a Euxeo.
Et a vos -os dijo-, podéis, si así gustáis, quedar a mi servicio, al menos hasta que llegue la primavera, pues no es tiempo para viajar: pronto empezará a nevar y los puertos de la costa cerrarán su trasiego. A vos, caballero Natxo, del cual gozo de vuestra confianza y vos de la mia, os aconsejo lo mismo; dejad de guardar los caminos a la Ciudad Santa hasta la primavera. Además, aún hay que encontrar a esa vieja intrusa, acabar con las alimañas de los bosques y reconstruir aquella ermita sagrada, la de la Peña, la del Ermitaño. Toda ayuda precisada es poca.
Diego, Ladia y Euxeo, sumáos 30 maravedíes y 20 florines de oro.
- Toda ayuda será poca Don Sancho, a demás, estos acontecimientos y otros sucedidos, atañen a la seguridad del Camino, por lo que no dejo de cumplir con mi deber. Respondo con una sonrisa pícara para que me entienda el Barón.
Nos complace oir eso, don Natxo... Por supuesto nunca está de más ayuda de otros -apuntó Manuel adelantándose al propio Barón-.
Asentí al escuchar las palabras del barón, las que fazían referencia a mi servidumbre al su castillo et mandato; ─Honrado hállome de servir a aqueste fuedo et al mandato de vuesencia, don Sancho.
Esperé que aqueste terminara su discurso et reparto de dineros et luego añadí: ─Don Sancho, plasceríame partir con premura en batida en busca de tales alimañas. Credo que debieremos fazerlo antes de las primeras nieves. Yo mesmo vos traeré las cabezas de aquestas clavadas en una pica.
Tras lo dixo acerquéme al Santiaguista con intención conciliadora. ─don Natxo, habemos empezado con mal pie. Espero tales diferencias sólo sean una anéctota a recordar et que nuestros pasos, a partir de agora, llevennos a entablar buena amistad. ─propuse con tono cordial ─Vos prestaré, gustoso, cualquier ayuda que necesitéis, pues credo que el bienestar de aqueste feudo interésanos a ambos.
─Será un honor, don Sancho ─me limité a decir.
Tirada oculta
Motivo: Empatía
Tirada: 1d100
Dificultad: 70-
Resultado: 98 (Fracaso)
Malena aprovecha, como buena arpía observadora, para analizar los gestos y palabras de los presentes; la buena presencia de don Sancho, el semblante de Natxo, y la veracidad de las palabras de Manuel...
- Sois realmente generoso, mi Señor. - digo, tras ver como Don Sancho nos entrega treinta maravedíes, más veinte florines de oro, a cada uno de los que fuimos con él en busca de aquella extraña anciana.
Después, tras una pequeña pausa que apenas llega a un minuto, digo:
- Será un placer poder pasar el invierno a vuestro servicio, y al de vuestra esposa. -
Asiento, con una ligera inclinación de cabeza, ante las palabras de mi esposo.
- La lástima es que la frívola de Malena también estará aquí. - pienso, mientras miro de reojo hacia el lugar en el que ésta se encuentra.
El caballero Manuel, el Barón, la Señora de Bureskunde, ahora también de Landarria... Mmm... Malena, ¿acaso no deberías ver más de lo que ves? -pensaba para sí-. Sin embargo, poco o nada de certeza lograba alcanzar Malena con su mirada analítica, aunque fuera a los más pequeños gestos de los presentes.
Espero haberte "respondido".