Partida Rol por web

El otro tipo, lejos de estar retorciéndose de terror, únicamente apartó la mirada de las severas puñaladas que Diego, fuera de sí, le propinaba al otro. Aquel murió tras soportar el fino hierro, y regó alrededor todo en sangre, empero el tipo no que quedba en pie no dijo nada, et que parecía tener el mismo aplomo.

Bueno, pues a ver si un día cena vos y su querida esposa acompañándonos en el salón de .... ¿eh? -El Barón fue interrumpido por el correteo de guardias que venían a avisarle-.

¡Mi Señor! -dijo uno de ellos-, vuestros leales en Irabarruzia han avisado que una tropa, sin más detalle, se dirígía a este castillo. Nuestros centinelas han avistado desde las almenas: ¡al menos tres o cuatro decenas de hombres se acercan! No sabemos quienes son, y la noche no ayuda...

¿¡QUÉE!? -dijo el barón alterado-: preparen las armas y salid tras la muralla: ¡que todos los soldados confronten sin piedad! -los soldados se fueron con las órdenes, et que luego te miró de nuevo-. Et vos, guardáos, si no sabéis luchar.

Entonces desapareció entre los pasillos de su castillo. Fue entonces cuando se abrió una puerta cercana: era la de la alcoba de la Señora de Bureskunde y esposa de don Sancho. De ella salió Ladia y el caballero Manuel Pérez.

¡Vamos, mujer! -te dijo Manuel Pérez, como si se molestara porque le ordenaras algo en siendo él quien era-. Manuel abrió la puerta entonces, la de la alcoba, y al asomar la cabeza se quedó mirando a alguien en el exterior. Volvió a meterla (pero sin cerrar la puerta) y te dijo que salieses. Su cara era un poema, y te miró con cierto recelo... ¿quién estaba ahi fuera? Una vez en el pasillo te encontraste a Euxeo, a unas varas más allá en medio del pasillo...

- Quizá. - díxele a Natxo tras sus palabras - Mas a buen seguro que el su amigo sabrá agora que non trata con pusilánimes.

Aún temblábanme las manos de rabia tras haber acabado con el maldito desgraciado, cuando volvime hacia el otro.

- Claro está que non est del vuestro gusto fablar por las buenas, así que habré de aplicarvos forma que vos suelte esa maldita lengua.

Clavé entonces la daga en su piel por varios puntos, mientras ordenaba a los soldados que sujetáranle, et disfrutaba viendo el dolor que embargaba a aquel indeseable.

- Dezid quién sodes, quién son aquestos cerdos a los que hemos matado, et quién osa desafiar al señor de aquestas tierras enviando hombres armados a las mismas. - dije en una pausa.

Observé extrañada a Euxeo al verle allí.

- Euxeo. - dije - ¿Qué fazéis aquí? No esperaba veros tan pronto.

Di un paso hacia él con gesto preocupado.

- ¿Acaso habéis recibido noticias de la expedición de mi señor?

Entre tanto, llevé una mano al pecho pretendiendo con ello que me pudiera faltar el aire por el temor de que mi señor hubiere regresado, mas mis dedos rozaron el talismán que había de valerme de protección e impedir que aquel pastor demasiado curioso llevara a cabo ninguna huida. Confié en que Manuel fuese lo bastante avispado como para reaccionar a tiempo, pues si el pastor había oído parte de aquella conversación (si no toda) sin lugar a dudas trataría de huir.

- Y decid si sabéis de qué iba todo aquello de la Señora. ¡Cómo había traído el mal a las gentes de la comarca y de cómo había podido acabar con la familia de aquél!

El caballero miraba ahora desafiante al último de los que había osado atacarles. Una cosa era que la Señora fuese una bruja y otra muy distinta tratar a una dama y un caballero como él de aquel modo.

¡¡¡AAAAGGGHHH!! -se quejaba el tipo mientras hacía gestos de dolor con la cara-, no somos nosotros quienes desafiamos a nadie, ¡augh! -los punzantes dolores le atormentaban-, ¡sino sois vosotros et a quienes servís quien desafía a la Santa Iglesia! ¡La Vera Lvcis os llevará a todos al fuego!

El tipo tenía tanto poderío como el anterior, et que parecían todos como iguales, similares en argumento et en compromiso con sus intenciones, fueran las que fueran.

¡Servís a una bruja, malditos! -continuó entre gritos de dolor desesperantes-, ¡et que lo sabéis a conciencia o embrujados ya vagáis! ¡Matadme ya o so... augh, o soltadme, pues esto no acabará aquí! ¡Bonito tiempo el que ya perdéis! -y una mueca, entre espasmo y espasmo de dolor, lográsteis, por contra, sonsacarle-.

PNJOTIZADO.

Sin duda es una crueldad... -dijo Ladia al acercarse de nuevo a sus compañeros-, lo que han hecho con este hombre, o esta bestia... -se refería al enorme tipo empalado-. Parecen muy fanáticos, muy embebidos en sus propias palabras -la mujer no sabía qué pensar-.

No, Malena, no hay noticias de los nuestros -miraba a la mujer y al caballero Manuel, el cual le devolvía una mirada sombría y ojerosa, sin casi pestañear-. Preocupado ando por ellos, como vos. Hay noticias -añadió-, problemas afuera, tras las murallas; algo pasa, alguien viene armado y bien armado... Empero, ¿qué quería la señora, Malena?

Sonreí a Euxeo ante la suya pregunta, y posando una mano en su brazo, le invité a acompañarme.

- Nada quería la señora, Euxeo, salvo que revisare su estado. Llegó a sus oídos el rumor de que en otro tiempo fuí partera, y quiso saber mi opinión. - dije aquello en voz alta, mientras comenzaba a caminar hacia el pasillo.

- He de contaros algo. - dije entonces, entre susurros, mientras lanzaba una mirada furtiva hacia atrás comprobando que no nos siguieren.

Al volverme, pretendiendo comprobar que no nos seguían, miré con fijeza a Manuel, confiando que fuese lo bastante astuto como para seguirnos. Mas no quise hacer señas, pues Euxeo podría descubrirnos.

- ¿El qué, joven Malena? - pregunté, entre susurros, intrigado ante las palabras de la moza.

Corté sin piedad el gaznate de aquel tunante, regándome con la suya sangre mientras disfrutaba de la expresión aterrorizada del suyo rostro al morir.

- Al puto inferno habréis de ir, con los vuestros hermanos, et allí pudrirvos por toda la eternidad. - díjele, mientras le degollaba con lentitud, viendo cómo ahogábase en su propia sangre.

Cuando todo hubo terminado, arrojé el su cadáver al suelo, escupiendo también sobre aqueste.

- Hemos de dar cuenta al Barón lo antes posible de la presencia de hombres armados en las suyas tierras. - díjeles a Natxo y Ladia, et también a los soldados que allí reuníanse con nosotros - Tamaña afrenta non ha de quedar impune.

Mucho había fablado aquel maldito. Si la Vera Lucis andaba rondando, algo podía torcerse en mis planes et los de mi señora. Habría que actuar con presteza, pues de otro modo pronto estaríamos atados a una pira, camino del mismo Infierno.