Partida Rol por web

Tomé con delicadeza del brazo a Euxeo, indicándole que camináramos.

- No es este el mejor lugar para hablar. Acompañadme.

Mientras Euxeo, Malena, et el caballero Pérez iban prestos hacia el patio de armas, ellos pudieron comprobar cómo la mesnada activa del Barón Sancho de Landarria se preparaba. Armaduras puestas, lanzas y espadas en alto y un atisbo en las murallas, centinelas allí apostados. Algo afuera pasaba, y el correteo y vocerío ahora por doquier enseñaba que no parecía aquello sino un asalto al castillo. El barón, como antes hablara a Euxeo, se apresuró al grupo de los tres.

¡Manuel! ¿Qué hacéis aquí? -dijo don Sancho con sorpresa-. ¡Guardad a mi santa señora! Et vos, Malena, Euxeo, ¿vos no sabéis que nos atacan? ¿No te lo acabo de decir, hombre? -hablaba al pastor-. ¡Idos dentro! ¡Y refugiáos con el servicio!

Fue entonces que don Sancho, espada en mano, se alejó con su caballero Aingeru, otros ocho soldados, dos escuderos, et dos cazadores, así como diez siervos armados que habían sido llamados hacía escasos minutos de Echauri. El portón se abrió, y entonces, todos ellosya en formación, avanzaron hacia abajo, alejándose del castillo. Don Sancho tenía que enfrentarse a las nuevas de los invasores (que no sabían muy bien quiénes eran por la confusión), empero que a buen seguro de Dios no lo hiciera en el suyo propio castillo, siendo su hijo aún en el vientre de la suya esposa...

El último de aquellos hombres fue degollado también, et tan cruel parecía ahora don Diego que no se le reconociera en tales hazañas que pudieran imaginarse de su buen porte. El de Otazu y Ladia, entonces, montaron en los caballos, et acompañados por los otros soldados dieron la vuelta hacia el castillo del Barón de Landarria. Ardua era la noche por las impresiones y las muertes acaecidas, et que habría que dar buena cuenta de aquello cuanto habían visto y quién sabe si también hecho.

* * *

Et que en volviendo a eso de otra hora que gastásteis. El camino, acompañado de las aún gélidas noches que recordaban al invierno, se hizo en silencio, como meditando cada uno lo que había acontecido. Et que no fue sino bordeando Echauri, al lado del castillo cuando vísteis a un grupo de unos quince o veinte hombre apostados en la base de la cuesta que daba a la puerta de la casa de Sancho. Et que otro grupo de aquella tal cantidad, más o menos, salía del susodicho castillo, et parecían soldados del Barón. Era como si fueran a enfrentarse un grupo contra el otro... Vosotros andábais al lado del camino, viendo la escena a varias varas de allí.

- Aprovechemos la confusión del ataque para buscar un lugar en el que poder fablar tranquilamente, sin riesgo de ser escuchados. - digole a Malena, después de que Don Sancho hayase marchado.

Se detuvo un momento para intentar ver algo, luego aguzó el oído pero era incapaz de entender nada - esos dos grupos se van a enfrentar. No sé quienes son los otros pero los del castillo son nuestros camaradas de armas. Debo ir a ayudarles. Diego, mejor será que te quedes aquí con Ladia, puede ser peligroso. Esperad hasta que les hayamos despachado y entonces seguidme.

Espoleó a su montura hacia el combate...

Miré al de Otazu ofendido por sus palabras.

- ¿Peligroso? Sin lugar a dudas, mas credo haber probado de sobra mi valía en combate.

Dicho lo cual, desenvainé la mía espada, et dispúseme a acompañar al santiaguista en la pretensión de ayudar a los siervos del Barón.

- ¡Vamos! - ordené a los soldados - Nuestro Señor necesita de nuestras lanzas et espadas.

Malena tomó del brazo a Euxeo, dictándole con tal acto que caminara deprisa. Parecía tener cierta prisa, como si algo le acuciera por dentro. Sin embargo, la reacción de la dama no era sino más que propensa a la prisa por la terrible nueva en el castillo: el asalto. Quizá la joven supiera un buen escondite donde guarecerse o incluso ayudar a la mesnada interior del castillo. Ambos dos, Euxeo y Malena, subieran a la muralla. El gélido viento le golpeaba ahora en la cara, y nada se veía de don Natxo, don Diego y Ladia, idos a Irabarruzia. Claro que, en su lugar, dos pequeñas masas de hombres iban a enfrentarse en la cuesta del castillo del Barón. Aquel sitio entre las almenas era el mejor asiento de guerra posible.

Sancho de Landarria azuzó a sus hombres, entre los que se encontraban soldados de su castillo y otros aliados de Irabarruzia y Echauri reclutados en los últimos momentos. Vísteis pues que éste se lanzaba contra los atacantes por sorpresa en la base de la colina donde el castillo se erguía. Los atacantes no hicieron menos, et que se fueron contra ellos incluso antes de lo que lo hiciera el señor Barón. Natxo de Otazu y Diego de Zúñiga espolearon el suyo caballo hasta allí (el primero con doña Ladia encima), et que se unieron a las filas de su buen señor don Sancho (hediondo a veces, fornidos casi siempre, y fondón en las menos ocasiones, empero ahora valiente).

El cruce de espadas, metales, escudos y otras armas se sucedieron bajo la vista de los curiosos de las almenas del castillo, et seguramente de las asustadas gentes de Echauri, cerquísima de la propia fortaleza. El feroz rumor nocturno de la batalla no iba dejando sino muertos, heridos y caídos al mismo tiempo, mientras la ferocidad de los avenidos y los defensores se mostraba en las suyas caras y la forma de pelear. Cierto era que el bando defensor eran mas, pero éstos notaban cómo los asaltantes iban bien, muy bien armados, como si la guerra les fuera siempre con ellos. Durante algo menos de quince minutos, el tintineo de filos y el quebramiento de huesos se hizo dueño del lugar...

Desde lo alto de la muralla, me asomé para vislumbrar lo que pudiere estar ocurriendo allí abajo, temerosa de que mi señor don Diego pudiese estar en peligro.

- Euxeo, debemos estar cerca. Si alguien de condición resultare herido, podría yo ayudarle. ¡Y mi señor puede encontrarse allí abajo, o vuestra esposa! - dije temerosa.

Al fin había encontrado el modo de deshacerme del molesto Euxeo. Más aún, no habría de matarlo, pues si lograba fazerme con un trozo de sus vestimentas, quedaría su voluntad sometida a mis deseos, y tal cosa habría de complacer a doña Ontatxu más incluso que la muerte del pastor. Y si aún así la deseaba, fácil habría de resultar conseguir aquesta.

Así pues, asegureme de conducir a Euxeo cerca de la lid. Quizá una flecha mal lanzada rozase a algún guardia en el interior del castillo, o bien hubiere excusa para salir al exterior, mas para todo ello debíamos permanecer cerca.

Con la determinación de causar todo el daño posible a aquellos malditos que osaban atacar al Barón, me arrojé contra ellos sin temor, a lomos de la montura que mi anfitrión me había brindado*. Et allí hube de hallar non pocos hombres dispuestos a morir en sangrienta lid a manos de la mía espada, que ya habíase cobrado non pocas vidas esa jornada.

Pelea de Natxo:

X2: 21
Natxo: 19 --> Declara
X1: 18 --> Ataque y Ataque con espada.
X3: 18 --> Ataque con espada y parada.
X4: 16 --> Ataque con espada y Esquiva

Pelea de Diego:

Diego: 28 --> ¿Carga a caballo?
Y2: 22 --> Esquiva y ataque con espada
Y1: 17 --> Esquiva y Ataque con espada