Partida Rol por web

Las imágenes bombardeaban la mente de El Toro. En una de ellas se encontraba en un cuadrilátero, de pie, levantando los puños ensangrentados y con multitud de luchadores tirados a su alrededor, vencidos. El público rugía enfervorecido, y el olor a sudor y sangre era embriagador. Todos gritaban su nombre, pero no le llamaban El Toro sino Xolotl, y el les respondía ladrando, como si fuera un animal. Los flashes de las cámaras de fotos eran como relámpagos luminosos que le dejaban ciego. Pero no importaba. Lo único que importaba era la sensación de victoria.

Los flashes de las cámaras se convirtieron en dolorosos rayos de luz mientras el Demonio Rojo se tambaleaba bajo uno de los puñetazos de Justicia Divina. No era la primera vez que se encontraban: Justicia Divina le había detenido en otras ocasiones y el Demonio Rojo no estaba dispuesto a dejarse vencer de nuevo. Pero el superhéroe parecía invulnerable a sus golpes y presas. Lo que más enfurecía al Demonio Rojo era que todo el mundo pensara que Justicia Divina era perfecto, noble y bueno. Porque él podía notar cómo disfrutaba con cada golpe, cuando se dejaba llevar y le atizaba con todas sus fuerzas. Y cómo le dejaba ciego y enloquecido con sus ráfagas de luz, sus malditas ráfagas de luz. 

Héctor tenía un recuerdo hermoso. Con doce años, volviendo de una excursión a un teatro. No había ido con muchas ganas, pero había disfrutado de la representación. Era una de esas extrañas historias de los griegos, llenas de héroes y heroínas con nombres antiguos. Pero lo había entendido. Entendía lo que habían querido contar sobre el sentido trágico de la vida y sobre cómo los deseos y anhelos de la humanidad no podían superar al destino y al propio carácter humano. Sobre cómo éramos esclavos de nosotros mismos. A Héctor le gustó haber entendido el mensaje porque él no entendía mucho ese tipo de cosas. En el autobús de vuelta lo había comentado con un par de compañeros. Se sintió listo y aceptado. Miró por la ventana y el sol poniente tiñó el recuerdo de una extraña luz, cálida y acogedora. Llenó el recuerdo de significado y aceptación. Héctor sonrió por última vez con ese recuerdo y después la luz se fue haciendo más y más grande y la máscara se comió el recuerdo y lo borró de la mente del muchacho, como si nunca hubiera existido.

En el helitransporte, El Toro se paró al escuchar la voz de Kenji. No la de Warhead, sino la de Kenji. Miró hacia él y se quedó mirando a su alrededor. Todo estaba medio destrozado, con cables colgando y planchas de acero medio derruidas. El Toro se acercó a Warhead y entonces se dio cuenta de que algo no iba del todo bien. La altura no era correcta. Miró hacia abajo y se sorprendió al ver su pecho medio desnudo, hinchado, y unos pies un poco más grandes de lo que recordaba. Se miró las manos y los brazos, más fuertes y musculados de lo que los había tenido nunca. ¿Qué estaba pasando? Esto no era normal. No le había pasado antes. Miró a su alrededor de nuevo; ¿había provocado él todo ese desastre? 

Un golpe del helitransporte contra un muro hizo que todo se tambaleara. Desde su posición, El Toro vio a uno de los helicópteros acercándose. Podrían disparar y terminar de derribarlo. —WARHEAD, YO ME ENCARGO DE ELLOS, ESTABILICEN ESTO —gritó, mientras salía corriendo con un gran rugido y se lanzaba de un salto hacia el exterior del transporte, en rumbo de colisión con el helicóptero más cercano.

¿Valkiria?, ¿Asgard?, los conceptos le sonaban vagamente, quizá los hubiera leído en algún sitio... La guerrera que se le presentaba enfrente era la causante de la niebla, entonces... ¿Era de los buenos e iba a ayudarla? Con las manos aún en la cabeza, miró de reojo a su padre y cuando sus miradas se cruzaron bajó las manos hasta esconder la cara. Mierda, ¿me ha reconocido?

Miró por primera vez a los ojos a la asgardiana. - Ah, yo... Llámame Bool. - Le costaba pensar con claridad, la cabeza le dolía horrores, unas de las consecuencias de intentar acallar la voz del ente maligno cuya alma vivía en su interior. Trató de reincorporarse en vano, cayendo violentamente contra la pared tras la sacudida.

- Joder, vaya hostia... - Masculló llevándose una mano a la cabeza, pero no había tiempo para preocuparse por eso si no quería llevarse una hostia mayor. La voz volvió insistir y ella extendió las manos al frente. - ¡QUE NO, JODER, NO TE NECESITO! - Canalizó la energía acumulada en el cuerpo hacía el artefacto que estaba apunto de embestir contra ella y, huh, la ahora enorme guerrera, con suerte podría frenarlo lo suficiente para que pudieran esquivarlo a salvo.

Subida a la Vindur, la doctora Livingstone golpeaba el panel de mandos:

-¡Maldita tecnología asgardiana!¡Arranca,  te digo!

Detrás de ella, abrazado a su cintura, Travis Rosenberg no estaba seguro de lo que veía. 

-¿Willow?

* * *

DJ aterrizó sobre el techo inclinado. El viento le golpeaba la cara. El suelo bajo sus pies se balanceaba peligrosamente. 

La sala Turquesa se apartó de la fachada como un péndulo, aproximándose peligrosamente a uno de los helicópteros (llamémoslo H1) cargado de sicarios gurentai que la flanqueaban. 

DJ advirtió el punto rojo de una mira láser en su pecho. 

* * *

El Toro sentía el ardor guerrero quemándose por dentro. ¡Tenía que apagarlo!

La gatling del helicóptero (llamémoslo H2) llenó el aire a su alrededor de una nube de proyectiles anti-persona. Iban a necesitar muchos. 

* * *

Darklaw, negro como un trozo de noche con garras, entró en el helitransporte trepando por el cabestrante. Visto de cerca uno comprendía que hubieran surgido tantas historias truculentas en torno a su figura.

Incluso enfundado en la Mark 8, Kenjiro era sólo un poco más ancho que el vigilante. 

-Vamos a llevarnos bien esta vez (1). Yo tomaré los mandos de este trasto. "Antes de ser un fantoche fui marinero" y todo eso. ¿Aún tienes tu repertorio de fuegos artificiales?

Sean O’Donnell nunca había mencionado a Darklaw. 

El radar de Warhead pitó. Había alguien más en la bodega de carga. 

Las balas rebotaron en su piel de acero sin causarle ningún daño. La masa semidesnuda de El Toro se estrelló contra el helicóptero, desestabilizándolo. El superhéroe enmascarado se agarró al morro y fue avanzando por el costado del vehículo. Uno de los gurentai se asomó por el costado y comenzó a disparar contra el Toro. Consiguió darle un par de tiros antes de que le agarrara del arma y se la estampara en la cara. El tipo se quedó grogui y estuvo a punto de caerse del helicóptero, pero El Toro le agarró antes de que se cayera y lo usó como proyectil contra sus propios compañeros del interior del helicóptero.

Una vez dentro, se le echaron encima unos cuantos delincuentes más, pero los fue dejando inconscientes o incapacitados con bastante rapidez, a base de cabezazos, golpes con el revés de la mano y, en el caso de uno que llevaba un casco bastante duro, un piquete de ojos.

Solo quedaba encargarse de los tipos de la cabina, pero antes de ir hacia allá, El Toro arrancó una puerta y la arrojó contra otro de los helicópteros que volaban cerca y se estaba acercando peligrosamente a la Sala Turquesa (*). La puerta golpeó al otro helicóptero con tremenda fuerza.

Por su cabeza pasaron muchas opciones, a cada cual más ridícula, con tal de engañar y hacerle creer que no era su hija. ¿Qué harían sus padres si se enteraban de que era una bruja que practicaba la hechicería y rituales paganos? Quizá fueran capaces de echarla de casa, desentenderse con ella y negar la existencia de cualquier hija. Igual la felicitaban por usar sus poderes para defender a los inocentes. Quizá... Mierda, ahora no hay tiempo que perder.

- Tenemos que poneros a salvo, ¿vale? - Dijo mirando muy fijamente a su padre. - No creo que el museo aguante mucho más. - Le dio una palmada en el hombro a la asgardiana. - Gracias. - Sin su ayuda el artefacto la hubiera aplastado como a un mosquito.

Dicho eso sacó el móvil con el manos libres para ponerlo a la altura de la boca. - Había unos matones en la Sala Turquesa. No deberían darnos más problemas, intento evacuar a todos cuanto antes. - Guardo el móvil al bolsillo y miró a su alrededor, llevándose las manos a las mejillas, pensativa. - Cómo coñ-... Digo, ¿cómo lo hacemos para sacar a todos de aquí? - Por los pelos, si su padre descubría que además de bruja era malhablada la desheredaban de cabeza.

Sicarios incapacitados, artefacto detenido (al menos de momento), dos mortales indefensos necesitados de rescate. Bien. Podía hacerlo.

─Bøøl, si tenéis cømunicación cøn løs que cøntrølan el transpørte, decidles que esø ─dijo señalando al artefacto que a punto había estado de chafarles como un mosquito─ es un artefactø... ¿cómø le llamáis vøsøtrøs? Ah, sí, nuclear. Aconsejø delicadeza.

Y lo decía en serio. Al menos eso era lo que pensaba. Aquel artefacto era de una tecnología que no pertenecía, cuanto menos, a ese tiempo. A saber quién o cuándo lo había dejado donde se encontró.

En cualquier caso, ahora había otros asuntos urgentes que tratar. La asgardiana, de vuelta a su forma "original", se dirigió a grandes zancadas hasta donde se encontraban la doctora y el guarda, junto a Stjörnuvindur, su desastrado vehículo. Le daba pena de sólo verlo así. Iba a pasar muuuucho tiempo tratando de que volviera a funcionar correctamente.

─¿Habéis visto el Señor de los Anillos?... ─preguntó de pronto a los mortales.

¡Venga tíos! ¿Porqué me lo ponéis tan difícil? DJ aprovechó la inclinación del tejado y la velocidad del balanceo para "ascender" a toda prisa en dirección al otro extremo. Mantener el equilibrio era complicado. Más aún cuando había alguien intentando perforarle el pecho.

Un sonoro balazo pasó a unos centímetros de su hombro y soltó un chispazo al impactar contra un saliente metálico. ¡Mierda! No lo había esquivado. Sólo había tenido un afortunado resbalón con un cascote. Era cuestión de tiempo hasta que el sicario afinara el siguiente y... ¡CRACK! De no se sabe dónde un enorme trozo de metal voló directo contra el fuselaje del helicóptero, muy cerca de la hélice de cola haciendo que éste se desestabilizara y girase sin control. El matón, dejando caer su rifle, se aferró como pudo al asidero mientras el piloto se apresuraba a recuperar los mandos. DJ, junto a uno de los tragaluces, se volvió hacia un lado. Otro de los helicópteros parecía tener serios problemas. Escalofríos recorrieron la espalda de la muchacha al ver asomado desde el hueco donde debería haber una puerta a... La Máscara.

Venga, un problema a la vez. Ya fuera huyendo de aquella posible situación o en auxilio de la joven hechicera, DJ se dejó caer a través de la cristalera.

- ¡Hey, Bool! - saludó tras alzarse entre una lluvia de cristales rotos - ¿necesitas que te eche un cable? Puedo... ¡Wow! ¿Es eso lo que creo que es?

No era posible saber si se refería al motor de Vimana o al vehículo asgardiano, pero ambas cosas parecían llamar poderosamente su atención.

Con bastante probabilidad este helicóptero estaba ya a punto de intentar un aterrizaje forzoso, así que El Toro decidió intentar convencer a los del otro de que tomaran una decisión similar. Tuvo la tentación de arrancar un par de cables aquí y allá, pero tampoco era cuestión de ponérselo muy difícil a los pilotos y que se mataran todos. En lugar de eso, El Toro volvió a coger impulso para tratar de alcanzar al otro helicóptero. Quizá podría usar la Sala Turquesa para rebotar ahí antes de llegar al otro helicóptero...

Aquella mortal, la doctora Livingstone, era audaz, le caía cada vez mejor. Algunos detalles de ella revelaban que no era una humana cualquiera. No era asgardiana, claro está, pero parecía haber vivido una vida interesante.

Una vez depositados suavemente sobre la azotea del edificio más cercano, Brynhildur se deshizo en plumas, como si de un sueño se tratase y sólo quedó un cuervo graznando, a modo de despedida, mientras se esforzaba por remontar el vuelo y regresar al escenario de batalla. Había un trozo de museo que devolver a su sitio... o al menos del que deshacerse en un lugar donde no fuera a causar más daños o poner en peligro a la población humana.

Además, dentro del museo estaba Stjörnuvindur, su vehículo, que ella misma había montado. Debía recuperarlo. Con la tecnología de Midgard de cero sería incapaz de volver a fabricarla y se quedaría atrapada en aquel mundo atrasado y bárbaro.

Aquella mole le daba escalofríos. ¿A quién no? Darklaw era una leyenda en Halcyon City, pero cuando quien más corea tu nombre son aquellos de moral más dudosa, igual había que cuestionar qué tipo de leyenda era aquella. Parecía que iba a jugar en equipo, pero el chico no pensaba dejarle como pitcher, bateador y entrenador*.

—Te cedo gustoso los mandos, Darklaw, yo me encargo de... Un momento, parece que hay alguien más dentro de este heli.

Kenji confió en Armadura para que se encargara de los analizadores multiespectro mientras él se entretenía en desplegar todo el armamento como si fuera un puercoespín.

—¡Yo de ti me rendiría ahora mismo! Si antes tenías pocas posibilidades, ahora ya no te queda ninguna —la voz amplificada le hacía parecer hasta convincente, pero lo cierto es que estaba bastante nervioso y preparado para soltar una buena andanada.

- ¿Nuclear...? - Repitió con cara de boba y la mirada fija en el motor de Bimana. Joder, no, ¿si no tenemos cuidado podríamos volar media ciudad? Alzó de nuevo el móvil, acercándolo a los labios. - ¡Tened cuidado con el aterrizaje! ¡Hay un puto artefacto nuclear en la exposición del museo, si la liamos no sé si podría estallar!.

Echó un vistazo a su alrededor, igual el problema ya no era tanto el evacuar la sala, sino el de evitar que el artefacto explotara. Por lo menos su padre abandonaría el museo gracias a la ayuda de la valkiria. Saludó sin mucho entusiasmo. - ¿Qué hacemos DJ? Creo que Warhead planea algún tipo de aterrizaje forzoso, pero no sé si ese cacharro de ahí podría reventar si chocamos. - La cabeza aún le daba vueltas y era incapaz de pensar con claridad, por suerte la otra Bool no estaba aprovechando la situación para seguir ejerciendo su influencia sobre ella. O al menos de momento.

El techo se venía abajo, el helitransporte no parecía capaz de recuperar el control y el motor de Bimana era en realidad una bomba de relojería (al menos en su actual estado). La antigua Debbie se habría marchado de allí cagando leches pero, por fortuna o por desgracia, DJ había desarrollado cierto sentido del deber que le dejaba frente a una difícil decisión.

- Ok, vamos a tomarnos un segundo - como si les sobrasen - Tenemos un vehículo asgardiano inutilizado, un artefacto inestable y nuclear, media docena de matones (por cierto, buen trabajo) y otros dos pellejos que salvar (los nuestros).

DJ se golpeó el visor con los nudillos forzándose a pensar en una salida a aquella situación.

- Warhead, Warhead, ¿me recibes? Los civiles están a salvo. Bool y yo estamos buscando una forma de evacuar a los criminales inconscientes... espera...

Una breve ráfaga sónica aturdió a uno de los matones que planeaba hacerse con una de esas molestas armas de fusión.

- Perdona, ¿podéis dirigir el ala del museo hacia un lugar seguro? El río... sí... el Pancoma sería una buena opción.

Se volvió hacia la joven hechicera. 

- Nuevo plan - El plan es una mierda, lo admito, pero menos da una piedra - Metemos a todos estos idiotas en ese trasto de allí - ¿Trasto? Mi brazo por trastear aunque fuera un rato con sus mecanismos - y cruzamos los dedos para que el fuselaje aguante el impacto. Esos cacharros están diseñados para soportar viajes a través del espacio profundo, ¿no?

La oscura bodega de carga se ilumino con el brillo de diez figuras que se materializaron en el aire. Eran todas iguales, mujeres de piel oscura con un traje ajustado de lentejuelas de color blanco-dorado.

-Ah, ¿si? Vamos a verlo. 

Las diez mujeres alzaron la mano derecha que empezo a brillar. 

Darklaw miro a su alrededor. Sus garras se escondieron con un chirrido.

-Toda tuya. Voy a aparcar este trasto.

Y entro en la cabina. Kenjiro estuvo casi seguro de oirle murmurar "Empate a dos, O'Donnell".

El helicoptero sin puerta abandono la persecucion.

El Toro salto hasta la Sala Turquesa antes de embestir el segundo helicoptero. Un sicario con un rifle de francotirador empezo a disparar a bulto en los dos segundos escasos que tuvo al ver al hombre enmascarado tirarse contra el.

El trozo de museo completo su movimiento pendular acelerado ligeramente por el salto del luchador* y se estrello contra la fachada del Teatro Palace DeLuxe destrozando el cartel que anunciaba el nuevo musical de Ronald Gropitsky. Un trozo del suelo desaparecio y cuando la sala se inclino de nuevo empezaron a caer vitrinas, escombros, cuerpos y superheroinas por el agujero. 

Bool perdio pie y noto como el estomago se le subia por el pecho. DJ se deslizo por el suelo de baldosas mientras lo arañaba intentando agarrarse y de repente vio el asfalto alla abajo.

Una pequeña forma emplumada volo en picado hacia ellas.

Una vez a solas con el guarda herido en la azotea, la doctora marco un numero en su movil.

-Rojo Doce Heraclito Alfa-espero un momento-Necesito extraccion de una azotea de la Avenida Saint Trinian... no lejos del Palace Deluxe... tengo mi localizador encendido. Atencion medica... un hombre herido. ¿Sabeis algo de Gilbear?...

Fruncio el ceño. Se agacho y recogio una de las enormes plumas que la enorme aguila habia dejado tras de si.

-Si, lo incluire todo en mi informe...-la pluma se desvanecio entre sus dedos-Tenemos una chica nueva en la ciudad.

El vuelo de El Toro hacia el segundo helicóptero apenas se vio detenido por los disparos del francotirador. El superhéroe se protegió el rostro con una mano, no del todo seguro de si una bala podría llegar a dañarle si le acertara en el ojo, por ejemplo. Finalmente, se estampó con un tremendo golpe contra la parte inferior del helicóptero, desestabilizándolo. 

El piloto trató de mantener el vehículo estable, pero El Toro comenzó a pegar recios tirones desde abajo, haciendo que el helicóptero comenzara a descender al nivel del suelo. Pronto estuvieron casi a la altura de los coches aparcados, que el enmascarado comenzó a pisotear y, después, a usar como freno para el impulso del helicóptero. Los coches empezaron a amontonarse por delante de El Toro, algunos de ellos partiéndose por la mitad, mientras el helicóptero se iba ralentizando más y más, aún con los motores a máxima potencia para tratar de coger altura y desembarazarse de él. 

—¡MÁS LES VALE DETENER EL MOTOR Y BAJAR, HUEVONES, O LES ESTRELLO CONTRA EL SUELO! —gritó El Toro mientras clavaba los pies en la maraña de coches que iba arrastrando avenida abajo entre una llluvia de chispas, y a la vez agarraba los bajos del helicóptero, retorciendo la chapa blindada como si fuera cartón grueso.

Las cámaras térmicas de la armadura le ayudaron a descartar a todas las copias falsas de Facet, lo que le permitió centrarse en la verdadera y prepararse para el rayo de luz que brotó de su mano. El visor polarizado de la Mark IX hizo el resto, evitando el deslumbramiento y otorgándole la iniciativa.

Warhead se lanzó contra la mujer y la golpeó en el esternón con la palma abierta del guantelete de su armadura, controlando su fuerza pero enviándola del golpe al fondo del helicóptero. Luego voló hasta ella, la agarró del cuello y se precipitaron fuera del helicóptero al vacío durante unos metros antes de activar los repulsores y recuperar algo de altura. Aquello debería de haber bastado para acojonarla pero, por si acaso, prefirió añadir una amenaza.

—Te lo vuelvo a repetir. Depón tu actitud hostil, ríndete y te entregaré a las autoridades sin causarte mayor daño.

Kenji se percató de algo: el modulador de voz de la armadura le hacía sonar como el puto Robocop. Así no hay manera de que me tomen en serio, joder. Necesito un casco nuevo. No, un casco no, EL casco. El que le birlamos a mi hermana...