Partida Rol por web

Midnight Special

Angelo

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18/10/2018, 23:55
Narrador

 

 

La Tierra. Hogar de miles de millones de seres humanos. Un pequeño planeta situado en la tercera órbita de un sistema que gira alrededor de una pequeña estrella, el Sol. Un sistema que alberga siete planetas más, de los cuales, cuatro son más grandes que la Tierra, y que se encuentra en un extremo de un brazo compuesto por astros que pertenecen a una pequeña galaxia, la cual aloja entre doscientos mil y cuatrocientos mil millones de estrellas; la Vía Láctea:

 

Ésta a su vez, forma parte de un lado exterior de un cúmulo de galaxias conocido como el Grupo Local. Éste cúmulo está formado por otras cincuenta galaxias como la Vía Láctea, con un tamaño total de diez millones de años luz. El Grupo Local se encuentra en el interior del Supercúmulo de Virgo, de un centenar de millones de años luz:

 

Laniakea. Un supercúmulo en el que se alojan cuatro supercúmulos más pequeños, y entre los cuales se encuentra el de Virgo. Se compone de cien mil galaxias, se trata de uno de los seis millones de supercúmulos que pueden existir en nuestro universo detectable y posee un tamaño aproximado de quinientos veinte millones de años luz. Además de una extraordinaria belleza:

 

Laniakea podría ser un cuatro por ciento del total del universo observable, y éste, a su vez, es sólo una pequeña parte del universo total.

¿Un hecho aislado ocurrido en un pequeño planeta, que pertenece a una pequeña galaxia de un pequeño cúmulo, que forma parte de un pequeño supercúmulo, podría ser de importancia para el vasto universo? Quizás, y sólo quizás, si se tratara de un hecho que no hubiera ocurrido nunca antes en ningún otro lugar, en ningún otro minúsculo planeta del universo...

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20/10/2018, 00:35
Narrador

Amanece en Toscana. La luz anaranjada baña los verdes viñedos de la bodega Paolicchi. Es una bella mañana dominical de comienzos de otoño. Hoy es un gran día para el niño, hoy cumple doce años y, como cada año, es un día con un sabor agridulce: Mañana comienza el colegio. El día anterior, Alessia le dijo que ordenara la habitación para el comienzo del curso. Muy típico. Él no necesita estudiar, y menos el primer día, aún así guardó sus dibujos. Había dibujado mucho durante el verano. Algún día, la gente apreciaría sus obras.

El sol, débil aún, se cuela a través de los cristales de la ventana de Angelo inundando la habitación y haciendo que el muchacho se despierte de forma natural. Y al abrir los ojos ve por enésima vez su cuarto. Su cama está cerca de la ventana, ésta queda a la izquierda de aquella. En la pared a su derecha se encuentra el armario. Grande, empotrado y las puertas forradas con las obras de Angelo. Al lado derecho del armario, la puerta de entrada a la habitación. Era espaciosa y suficiente para la vida interior del muchacho.

Frente a Angelo, a unos metros a sus pies, se encuentra su escritorio poblado de botes de distintos tamaños atiborrados de lápices de todos los colores a la venta. En un lado, su preciado ordenador. De sobremesa, por supuesto. Fue cedido por Flavio cuando éste decidió "pasarse a Apple". Su hermanastro era muy cuidadoso para algunas cosas, pero no lo suficiente con su privacidad sexual. Angelo pudo conocer un poco más a Flavio al abrir una carpeta, no muy escondida, cuyo nombre genérico y aburrido, presagiaba archivos interesantes; su hermanastro resultó ser un fan acérrimo del "hentai". 

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20/10/2018, 01:50
Flavio Paolicchi

Después de dos golpes en la puerta, ésta se abre bruscamente y aparece Flavio portando una flamante sonrisa.

-¡Qué pasa, ragazzo! -Se cuela sin permiso, dejando la puerta abierta y avanza a zancadas hasta Angelo. Cuando llega a la cama alborota el pelo del niño con una mano, en un gesto torpemente cariñoso. 

-¡Felicidadeees!, aah, pensaba pillarte dormido y despertarte, qué mala suerte. -Se incorpora de nuevo. -Andiamo, la nonna ha preparado un desayuno especial. -Le dice acompañando sus palabras con un gesto de su mano. 

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20/10/2018, 18:34
Angelo Paolicchi

El niño abrió los ojos lentamente, disfrutando del cálido calor de los rayos de sol sobre su piel. Un último bostezo dulce le hizo abrir la boca ampliamente antes de despertarse.

Lo primero que observó casi intuitivamente fueron los dibujos que colgaban de su armario pegados con celofán. Alessia, la nonna, Flavio, Amadou... había retratos de ellos hechos a carboncillo. Estaba lleno y no había hueco para ninguno más.

 

 

Excepto para ella. La mujer que imaginaba siempre en su cumpleaños desde que tenía uso de razón. Una desconocida, una entre tantos protagonistas anónimos que Angelo dibujaba en ocasiones imaginando despierto, sin saber por qué. 

¿Imaginación o recuerdos? Cada cumpleaños ella estaba presente y él necesitaba aferrarse a la idea de que no le había olvidado. Tenía una mínima esperanza de que la mujer recordase el día y la hora en que había venido al mundo, independientemente de donde estuviese el padre en el momento del parto. Lejos de ella o muerto.

No sabía de dónde había sacado los rasgos de la hermosa mujer de cabello negro y ojos oscuros que dibujaba. Angelo creía que solo se trataba de una proyección de si mismo, no obstante no estaba del todo seguro. Esa incertidumbre que había sentido tantas veces dibujando personas y espacios que conocía y desconocía perfilando sus dibujos entre la delgada línea que separa la imaginación y los sueños había anidado fuertemente en su interior como una pequeña semilla en forma de esperanza creciendo cada vez que sus lápices la dibujaban.

La posibilidad de encontrarla cuando fuese adulto era su mayor ilusión, no se había rendido a pesar de los años y las amargas preguntas sin respuesta que rodeaban su historia. Aún era pequeño y todo niño tiene derecho a soñar.

Antes de que pudiera incorporarse de la cama la puerta sonó dos veces. Flavio entró sin esperar a que él dijese nada y le felicitó con una sonrisa de esas que a la nonna le hacía sentir orgullosa.

Cuando Flavio le revolvió los cabellos ensortijados Angelo empezó a reír mientras intentaba zafarse de él inútilmente. - ¡Para! ¡La nonna se enfadará si aparezco en el comedor con los pelos revueltos como Frank de la jungla!- se aplastó el pelo torpemente con ambas manos alisando sus rizos rebeldes.

 

 

No dejó de sonreír y se puso en pie. - Grazie, hermano... Es un día especial pero solo me siento así porque estoy con vosotros. - un silencio incómodo y Angelo bajó la cabeza evitando mirar a Flavio para que no captase su tristeza, como si pudiera ocultársela. - ¿Diez minutos, vale? - dijo con la intención de meterse en la ducha rápidamente y vestirse. A la nonna no le gustaría verle en pijama el día de su cumpleaños y él además de ver su sorpresa, tenía muchas ganas de bajar al comedor y darle un abrazo.

Mañana empezaba el colegio, la preocupación por sentirse aislado y no poder controlar esas visiones extrañas que le sacudían de repente desde que era pequeño, sin embargo hoy era su último día para disfrutar ocioso con su familia y no iba a estropearlo.

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24/10/2018, 23:18
Flavio Paolicchi

Flavio mira hacia el suelo cuando oye las palabras de cariño del muchacho. -Siempre tan correcto, sensible, tan petulante... a veces dan ganas de dejarlo donde lo abandonaron, ¿Por qué no puede ser normal?. -Piensa Flavio con un gesto de incomodidad.

-Está bien, le diré a la nonna que vas dentro de un rato. No tardes, mocoso, no me quiero comer el desayuno frío. -Vuelve a revolverle el pelo con una mano y le sonríe guiñando un ojo. Después avanza por la habitación hasta la puerta. Sale y la cierra tras de sí. Al momento se oyen sus pisadas bajando las escaleras. 

De fondo se puede oír a Alessia con la voz apagada por la distancia y los muros, preguntando a Flavio si Angelo ya se había despertado, con tono impaciente. El hermanastro le responde que sí, con tono neutro. Es el modo normal de comportarse de Flavio. Diligente, pragmático, generoso y correcto en el trato, pero sin excederse. 

De repente, un golpe seco en el cristal de la ventana. Después otro. No es la primera vez que Angelo los oye, ni sería la última. Es la clásica llamada de Amadou, seguramente querría que el joven se asomara para felicitarle. Menudo momento para interrumpir... Y más cuando seguro que la abuela Virgilia lo ha invitado a desayunar también. 

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27/10/2018, 17:16
Angelo Paolicchi

Algunas veces el niño no podía evitar pensar que Flavio no le quería a su lado, al menos no tanto como Alessia y la nonna. Ese pensamiento no era agradable para él, pero le resultaba difícil bloquearlo de su cabeza, según en que ocasiones. No sabía porque la actitud del joven era unas veces más fría y distante que otras, como si el niño le estorbase.  

Asintió un poco acongojado debido a su malestar al pensar que no era del todo querido y la responsabilidad latente de bajar rápido para que el desayuno no se enfriase. Así era él, demasiado responsable y preocupado para la edad que tenía.

Cuando su hermano mayor se marchó, Angelo se acercó rápidamente al armario y rebuscó entre su ropa algo cómodo que ponerse.

Cogió una toalla blanca, grande y limpia que envolvió entre sus manos y aproximó a su rostro. Aspirando el aroma fresco de jabón que desprendía escuchó el inconfundible golpe que Amadou solía dar en su ventana para avisarle de que estaba allí.

Angelo abrió la ventana de par en par deseando ver a su amigo en un día como hoy.

- ¡Amadou! ¿Te acuerdas de que día es hoy? - preguntó sonriendo y enarcando las cejas cómicamente, esperando con ansia su respuesta.

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29/10/2018, 19:33
Amadou

Allí está Amadou, con una camisa de manga larga, y pantalón largo, de pie, con una piedra en la mano, la eterna sonrisa que contrasta con su rostro marrón, mirando hacia arriba. 

Angelo sabe que cuando su amigo va de manga larga, ya no vuelve a llevar manga corta hasta entrada la primavera, por mucho calor que haga durante el invierno. Según le cuenta Amadou, con bastante indignación, cada vez que un cambio estacional importante se aproxima, su madre guarda la ropa de la estación pasada en el armario, saca la de la estación presente y no vuelven a verse los anteriores atuendos. No es raro ver al muchacho con manga corta durante un día de lluvia veraniega o con la ropa larga en los días calurosos del otoño en Toscana. De hecho, varias veces durante el año, Angelo tiene que prestar una chaqueta a Amadou, "porque mi madre la ha guardado y, para un día, dice que no la saca". Hoy es uno de esos días en los que el mejor amigo de Angelo no lleva el atuendo correspondiente.

-¡Claro tío, ¿qué te crees?, ¡Feliz cumpleaños, Angeeelooo!, Ja, ja, ja, ja... -A veces le gusta decir el nombre de Angelo con un acento italiano exagerado. -Quería despertarte, y por tu peinado creo que lo he conseguido. -Sonríe de oreja a oreja mostrando sus blancos dientes. Luego mira hacia abajo, hacia la puerta de entrada de la casa y deja caer la piedra en el suelo. -Te veo dentro, macho, que estoy oliendo los croissants de tu abuela. -Dice de forma tan natural como siempre, estropeando la sorpresa que la nonna pretendía darle. 

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02/11/2018, 17:05
Angelo Paolicchi

Observó con una sonrisa la piedra que sostenía en su mano. Amadou era esa clase de niño que tenia el empuje y todo el carácter travieso que a Angelo le faltaba. Sus detalles "incorregibles" disgustaban a los mayores pero a su amigo le divertian y eran una excusa perfecta para que un par de chavales preadolescentes se lo pasasen bien.

- ¡Tio eres un crack, que puntería! ¡No sé como aún no has roto la ventana¡ - rió estirando el brazo haciéndole una señal con la mano agitada a modo de complice mafioso de la cosa nostra. - ¡Gracias, sabía que no te olvidarías! Pero ah, si te olvidabas ya sabes lo que pasaría cuando te tocase a ti... - enarcó una ceja dejando entrever una sonrisilla. - ¡Que no te regalaría nada para tu cumpleaños! - sonrió soltando una carcajada.

Normalmente Angelo le regalaba a Amadou cosas hechas por el mismo, un dibujo,  una manualidad y cuando podía un regalo comprado por él mismo con dinero que se había ganado ayudando en casa o echando una mano en el campo. Nunca le pedía dinero a la nonna ni a sus hermanos porque ya se sentía de prestado en la casa y la satisfacción de regalar algo con su propio esfuerzo prefería que no se la quitase nadie.

- Gracias por el spoiler... - dijo torciendo el labio y poniendo una mueca de fastidio, al segundo estaba sonriendo pensando en el rico desayuno de la abuela que iban a compartir todos juntos. - Llegas tarde, estos pelos me los ha dejado Flavio. Cree que aún soy un niño de parvulario. Bueno tio, ahora bajo, no te comas toda la mantequilla y mermelada, déjame algo. - bromeó.

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02/11/2018, 18:44
Narrador

 -Ja, ja, ja... Algún día te contaré mi secreto, Angelo. -Responde el muchacho en referencia a su habilidad lanzando piedras.

-Eh, eso no, macho. Quiero que me regales un dibujo de esos que se te dan bien, pero que enseñen un poco, ya sabes. La tía esa que dibujas, está buena, ¿sabes?. Podrías hacerla de cuerpo entero desnuda, ja, ja, ja. Y luego me la regalas, estaría de puta madre. -Mira hacia la puerta, a ver si alguien le escucha. No ve a nadie, así que lo más seguro es que no.

-Jo, ¿no sabías que hay croissants? Lo siento... Bueno, no me entretengas, que se enfrían. 

En ese momento, alguien abre la puerta. Se oye la voz de Alessia. 

 -Amadou, eres tú. No me digas que estáis de cháchara. -Sale al exterior y se asoma mirando hacia arriba y sonriendo. -¿No podéis esperar a estar dentro? En serio... ja, ja.

-Ya voy, Alessia. -Contesta Amadou mientras corre hacia el interior de la casa, desapareciendo de la vista de Angelo. 

-No bajes sin arreglarte esos pelos, Angelo. Hasta ahora. -La joven también desaparece de la vista y se oye la puerta al cerrarse. 

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03/11/2018, 12:06
Angelo Paolicchi

Quiso responder a lo que dijo Amadou sobre el dibujo de la tia buena pero su mente se quedó bloqueada. ¡Su madre, era su madre joder!* La mujer bella y dulce que él imaginaba que era.

- E-h... a-h... e-h-m.... - balbuceó mirando con cara de idiota a su amigo. Tardó unos segundos en volver a reaccionar e ignorar la rabia momentánea que había sentido al imaginar al chico excitado con las formas femeninas de su madre.

- Eres muy pequeño para ver mujeres desnudas... - bromeó haciéndose el mayor, él cumplia 12 años y su amigo aún tenía 11... Le vino bien para disimular su torpeza verbal. - Confórmate con ver su cara de ángel en mi armario. - remató con una sonrisa.

En ese instante apareció Alessia por la puerta de entrada y las mejillas de Angelo se sonrojaron al instante preocupado por si les había escuchado. Por suerte no fue así... y si fue, ella no les dijo nada. - Estábamos hablando de... lo último que ha salido para la ps4. - rió entre dientes. Por si acaso.

- ¡Ya vooooy, tengo ganas de probar el desayuno! ¡Ahora bajo! - respondió a su hermana despidiéndose de los dos. En pocos minutos bajaría al comedor bien peinado y vestido con el buen ánimo de compartir su cumpleaños con sus seres queridos.

Notas de juego

*He interpretado que se refería a la madre :D

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06/11/2018, 11:09
Narrador

Cuando el muchacho considera que tiene las condiciones adecuadas para presentarse en el desayuno de su cumpleaños, sale del cuarto de baño y se dirige hacia las lujosas y enormes escaleras, que bajan en forma ovalada pegadas a la pared, hacia el hall de la vivienda. 

Mientras baja, peldaño a peldaño, acariciando el pasamanos, una visión irrumpe su mente. Su mundo desaparece, y se convierte en el espectador de una escena que pertenece a algunos años atrás. 

Es ella, de nuevo, como cada año. Como cada cumpleaños. Aunque ésta vez es diferente. La mujer sale de un aeropuerto en un lugar que no parece Italia, ya que los letreros del entorno están escritos en inglés. Angelo puede ver que empuja un carricoche con un bebé de cabellos rubios en su interior. La mujer está visiblemente preocupada y avanza a toda prisa, como si no tuviera un momento que perder. 

Segundos después, cuando el niño intenta hacerse cargo de la visión, o lo que fuera aquello, para averiguar más información, la escena desaparece con un fogonazo. Angelo se encuentra de nuevo en la escalera, con la frente manchada de sudor y el corazón palpitando rápido. No sabe cuánto tiempo ha pasado. Abajo, en el hall, delante de la puerta doble de la entrada, sobre la bonita alfombra redonda que preside la estancia, se halla su abuela Virgilia con una mano en el pecho y gesto de preocupación. 

 -¡Angelo, hijo mio!, ¡¿qué te ocurre?! -Comienza a subir las escaleras rápido hacia donde está el muchacho, aunque con la dificultad propia de alguien de su edad. 

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11/11/2018, 20:05
Angelo Paolicchi

Bajó las escaleras despreocupado, cuando todo dio un vuelco y de repente un fogonazo en forma de película le atravesó, perdiendo la visión de lo que había a su alrededor. Confundido por completo casi cayó por las escaleras cuando vio a la mujer morena que él creía era su madre.

A lo lejos sintió la voz de la abuela entremezclándose con la visión nítida que estaba viendo. Era como si pudiese verla de verdad. Alargó la mano como para intentar tocarla y nuevamente estuvo a punto de perder el equilibrio de no ser porque se agarró del pasamanos.

Era ella, arrastraba un carro con un niño rubio dentro y el lugar donde estaba era un aeropuerto. No parecía italiano. ¿Por qué tenía esa cara de preocupación y lo más importante, quién era el niño?

Tal como vino la visión la imagen se fue sumiendo a Angelo en un estado de shock. Tenía los ojos muy abiertos y un poco de sudor brillaba en su frente. - ¿Que me pasa? - dijo aturdido con la voz de alguien que no sabía donde estaba hasta que alzó la mirada y encontró los ojos de la nonna, que lo miraba estupefacta.

- Abuela... ¿Estoy loco? ¿Qué me pasa en la cabeza? - se dejó caer sobre uno de los escalones agarrándose de las sienes. - La he visto... otra vez. La mujer que veo en todos mis cumpleaños. Era real. - sus manos se aferraron más fuerte a su cabeza, tirándose del pelo para que el dolor del tirón eclipsase del todo el sufrimiento de la confusión psicológica en que nadaba, harto ya de no poder ser normal. No era la primera vez que en una de sus crisis Angelo se hacía daño a sí mismo.

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14/11/2018, 18:03
Virgilia Paolicchi

-Nonomi niño!, así te haces dañomírame, ya pasó. -La anciana coge las manos de Angelo, las junta y las cubre con las suyas. El niño siente al instante el calor que desprenden las arrugadas y suaves manos de su abuela, y recuerda esa sensación familiar que, por un momento, había olvidado.

Virgilia ha subido los escalones hasta llegar a donde se encuentra el muchacho y se ha agachado para ponerse a su altura. Ahora los dos están en cuclillas sobre los escalones, Angelo con cara de pánico y la mujer con las manos del niño entre las suyas.

-No estás locoAngelonada de eso. -Dice Virgilia mientras levanta al chico. -Eres un niño muy especial, puedes ver cosas que otros no pueden y eso es un don de Dios. Hacía tiempo que no te veía así, por lo visto han vuelto y eso seguro que es por alguna razón. Siempre he pensado que ésto viene de Dios y ahora que eres mayor te lo puedo decir. No es nada malo, es una carga que te ha tocado y tienes que aprender a vivir con ella. -Se asoma encima de la barandilla para cerciorarse de que no hay nadie cerca. -Escucha. Ahora vamos a desayunar, vale?, las penas con pan son menos. -Sonríe mientras mueve las manos de Angelo entre las suyas, acariciándolas. -Y luegosi quieres podemos ir a hablar con el padre Gennaroque es de confianza y no dirá nada a nadiea lo mejor tiene respuestas. - Agarra ahora a su nieto de una sola mano y comienzan a bajar ambos. Seguidamente le da un beso en la frente. -Te sientes con ánimos de ir con los demás, mio figlio?, ya sabes que te apoyaré en lo que decidas, es algo sólo tuyo. Pero recuerda que ni estás loco ni es nada malo, capisci?, y me gustaría que me contaras lo que has visto ésta vez,después de tanto tiempo.

La señora Paolicchi piensa que la habilidad de Angelo viene de Dios. De dónde sino?. La mujer es religiosa y cree en la iglesia católica romana, además le une una amistad, desde hace años, con el padre Gennaro, al que también conoce Angelo. Es el páter de la bella, medieval y monumental iglesia de Santa Maria della Pieve, en el centro de Arezzo. A la anciana le tranquiliza creer que es así, aunque no esté segura de de ello. Mejor eso a que sea un trastorno extraño o provenga del diablo. Además el chico, hasta ahora, ha llevado una vida normal y se le ve totalmente sano. Desde luego, tampoco deposita demasiado su confianza en los médicos.

La voz de Amadou es la que más puede oir Angelo en la distancia. Desde el gran comedor, el amigo del niño bromea junto a Alessia y Flavio.

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17/11/2018, 22:27
Angelo Paolicchi

Sentir el cariño y las cálidas manos de su nonna envolviendo las suyas le ayudó a calmarse lentamente. Hizo lo que le pidió la anciana, mirarle y escuchar su voz para volver a la realidad.

- Lo... Lo-siento... - dijo con voz entrecortada, respirando acelerado y afectado por mostrarse descontrolado ante ella. Le había preocupado y la bendita mujer no se lo merecía. Ni él tampoco merecía hacerse daño a si mismo.

Angelo necesitaba comprender, aceptar su don como se acepta el bien y el mal en las personas. Dejar de llevarlo a cuestas como una cruz sobre sus hombros.

- ¿Dios quiere que vea el pasado, nonna? ¿Para qué? - preguntó retóricamente, con genuina curiosidad. Poco a poco se fue tranquilizando, la voz de la anciana era sabia, así como sus palabras.

Se frotó los ojos húmedos y asintió a su consejo sobre ir a desayunar y olvidar el mal trago de la visión. Después de todo, ella creía que su poder venía de Dios. ¿Sería algo realmente malo o podría usarlo en beneficio suyo y los demás para hacer el bien?

¿No debería sentir alegría por haber sido "tocado" por Dios?

- Si, me gustaría hablar con el padre Gennaro. Pero tengo miedo de este don, abuela. Siempre lo he tenido, te oculté las visiones para no preocuparte. Las he seguido teniendo. - confesó con pesar por haberle mentido.

Angelo se había acostumbrado a ir a la iglesia de Santa Maria para asistir a clases de catequesis en su primera comunión y su confirmación estaba próxima, así que el santuario de Arezzo se había convertido en una especie de segunda casa para él.

- Gracias abuela. - besó la mano de la anciana en señal de agradecimiento después de su beso en la frente. - Estoy bien, lo estaré en cuanto entienda algunas cosas. - empezó a bajar las escaleras junto a ella para ir al comedor cuando ésta preguntó que había visto.

- A una mujer, creo que es mi madre. - respondió observando como los viejos ojos azules de Virgilia se abrian de par en par sorprendidos. - ¿Sabes el dibujo que hay en mi armario, el único que no pertenece a la familia ni a Amadou? Es ella. Creía que era mi imaginación, pero la he visto más veces. Estaba en un aeropuerto que no era italiano y empujaba un carro con un niño rubio en su interior.

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19/11/2018, 23:35
Narrador

El Mercedes GLA se detiene frente a la entrada de la iglesia de Santa María della Pieve. Se abren las puertas del copiloto y una de las traseras, y del vehículo salen la señora Paolicchi y Angelo. La mujer se asoma de nuevo al interior del coche, antes de cerrar la puerta.

 -Flavio, bello, ven a buscarnos dentro de una hora a la gelateria de Carla. -El serio muchacho asiente, obediente, y arranca de nuevo para iniciar la marcha por las empedradas y concurridas calles de Arezzo. 

La anciana agarra la mano de Angelo y ambos suben las cortas escaleras y caminan entre las personas que salen del santuario, vestidas de domingo. Cuando entran al edificio, con sus gruesas columnas de piedra a cada lado del pasillo central, ambos ven al padre Gennaro, vestido con su túnica de misa, al fondo, saludando a una familia de feligreses, mientras sonríe y pasa la mano por el cabello del hijo de éstos. Cuando llegan a la altura del sacerdote, los saluda con una sincera sonrisa y los brazos abiertos. 

-Aaah, Virgilia, Angelo, come stai?, me alegro de veros. -Gennaro Carluccio, párroco de la parroquia de Santa María della Pieve, un hombre de mediana estatura, delgado, calvo, con gafas, de unos cuarenta y pocos años y aspecto amigable, sabe que si Virgilia ha faltado ha misa éste domingo es por una razón importante.

-Ciao, padre, qué alegría verle. -Saluda la mujer con dos besos al modo italiano mientras con una mano aún sujeta al niño. -Me gustaría comentarle algo en privado, cuando tenga un momento, que sé que es muy popular. -Dice, sonriendo. 

-Oh, no hay problema, Virgilia, tú eres de la familia, vamos a la sacristía. -Anuncia mientras mira a Angelo con una sonrisa y le guiña un ojo. El hombre se gira y se dirige hacia el fondo de la iglesia, a la derecha, hacia una pequeña y antigua puerta de madera gruesa. Por el camino saluda aquí y allá a algunas personas que se marchan, después de terminada la misa dominical. El hombre abre la puerta y acceden a una de las sacristías del templo. La más pequeña e íntima. 

La que sirve al padre Gennaro para cambiarse de ropa y alojar sus pertenencias. Cuando entran, el sacerdote cierra la puerta.

-Tomad asiento, por favor. -Dice mientras se quita la túnica dejando ver un atuendo sencillo, pero elegante. Después abre el armario, saca una percha, introduce el vestido y cierra la puerta. -Contadme, ¿en qué os puedo ayudar? -Habla mientras mira a la abuela y nieto, que ya han tomado asiento en dos de las sillas de la pequeña mesa. Después, el hombre toma asiento también. 

-Verás, Gennaro... -Comienza la mujer, denotando la confianza que tiene con el cura. -Ésto que te voy a contar es muy delicado y puede parecer imposible o sorprendente, pero te aseguro por nuestra amistad, que es todo cierto. Sólo te pido tu opinión, tu consejo y... tu discreción. 

-Por favor, Virgilia, por supuesto, podéis contar con todo eso y además con mi ayuda si es necesario, faltaría más. -Dice ahora, mirando alternativamente a abuela y nieto. -¿Ha pasado algo? -Cambia ahora la cara, mostrándose preocupado. 

Virgilia mira a Angelo. -Creo que será mejor que te lo cuente Angelo. Él sabe qué es lo que decidirá contar. -Ambos adultos miran al niño. 

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22/11/2018, 12:51
Angelo Paolicchi

Inmediatamente al entrar en la iglesia Angelo respiró un clima de paz. Entre aquellos muros el chico conseguía relajarse, era su santuario preferido. Observar las imágenes de los santos para él era todo un acontecimiento, le creaban mucha curiosidad, tanto religiosa como artística.

La misa dominical acababa de finalizar y el padre Gennaro se despedía de sus feligreses con amabilidad. El momento de hablar se acercaba y los nervios aumentaron. Los pies de Angelo parecieron realentizarse sobre el frío suelo de mármol, bajo aquella majestuosa iglesia imponente del medievo. Sin embargo de mano de su abuela Virgilia consiguió disipar esos primeros nervios iniciales y también la idea de dar media vuelta y no contarle nada al sacerdote.

- Buenos días padre Gennaro. - respondió el niño a su cálido saludo feliz por verle de nuevo.

Pronto pasaron los tres a una sacristia íntima donde hablar del problema o "don" que la abuela aseguraba tenía el niño. Virgilia inició la conversación pidiéndole máxima discreción y consejo al padre, y para finalizar le dio la palabra a Angelo, que tragó saliva nervioso y miró con temor a ambos adultos.

- No sé por donde empezar... Lo que me pasa es muy raro padre Gennaro.  - sus manos estaban ligeramente sudadas y jugueteaban entre si inquietas. - Desde que soy pequeño he tenido visiones. - dijo sin rodeos. - Pero no de las que nos han explicado en catequesis. -  se apresuró a aclararle al padre.

- No son apariciones religiosas, veo otro tipo de imágenes. Al principio la abuela y yo pensábamos que era mi imaginación pero las cosas que dibujaba y veía en mi mente no eran visiones normales. Eran un mapa del pasado, cosas que yo por mi edad no puedo saber y tampoco nadie me las contó. - paró de hablar, esperando una primera reacción del sacerdote.

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26/11/2018, 22:16
Narrador

El padre Gennaro mira al niño con los ojos muy abiertos, pensativo y atento, mientras éste le habla. Cuando Angelo termina de describir su situación, el hombre se queda callado unos segundos. Después, viendo que el niño se había detenido, da una fuerte aspiración hinchando sus pulmones, con las manos sobre la mesa. Mira a la anciana, que le devuelve la mirada de forma seria esperando también su reacción. El sacerdote vuelve a mirar al niño. Seguidamente se levanta.

-Bueno... -Da la espalda a abuela y nieto y se acerca hacia una pequeña mesa donde reposa una cafetera de cápsulas. Comienza a preparar un café. -En otras circunstancias, no os habría creído. Ya sabes, Virgilia, la gente que intenta llamar la atención con éstas cosas. Si te dijera la de gente que se acerca al Vaticano con situaciones parecidas... Estigmas, visiones, charlas con el más allá, viajes astrales... Ah, lo siento, ¿un café, Virgilia? -La mujer le responde que no con un gesto de la mano, con el rostro serio aún. -A Angelo no le ofrezco porque tienen cafeína. -Continúa Gennaro mientras introduce una cápsula y la máquina comienza a vibrar de forma sonora. -En fin, ¿qué estaba diciendo?... Ah, sí, que el Vaticano estudia muchas de ellas y la inmensa mayoría, por no decirte todas, no llegan a nada. Y que en otras circunstancias no os creería, pero, per Dio, que nunca te había visto así. A ninguno de los dos.

El hombre extrae el café humeante y se acerca de nuevo a la mesa. Se sienta. -Además me da la sensación de que ésto es algo muy meditado y que no se lo habéis contado a mucha gente más, por lo tanto, refuerza vuestra posición y os agradezco la confianza que habéis depositado en mí. -Sigue hablando mientras mueve el café con una cucharilla. -Así que... -Expulsa aire deshinchando los pulmones. Bebe un sorbo de café y mira a Angelo. -Antes de que me cuentes qué es lo que has visto... si quieres, claro, hay dos maneras de llevar éste asunto: -Gennaro toma aire.

-Una, es como supongo que queréis, que es de forma discreta. Yo seré vuestro confidente para lo que necesitéis y nadie más lo sabrá. Os ofreceré consuelo, consejo e investigaré por mis medios para conseguir toda la información que pueda para ayudarte a comprender lo que te sucede, Angelo. -Dice el sacerdote. -Si quieres, claro. 

-Y otra, elevarlo al Vaticano. Ellos tienen más información y más medios, pero ésto también hay dos formas de hacerlo: Por la vía oficial o por al extraoficial mediante algún contacto o amigo, con lo cual no sería tan discreto, pero al menos, más que si lo hago de forma oficial. Aunque, ojo, yo puedo jurar y prometer mi discreción, pero no la de un tercero. Ya sabéis lo que se dice: "el peor lugar para guardar un secreto, es en otro ser humano". -Da otro sorbo y continúa. -Pero vamos, me acercaría a alguien discreto, descuidad. -Termina de hablar y mira a Virgilia.

 -La decisión es de Angelo.-La mujer mira a Angelo con gesto tierno y le coge la mano. -Sé que has entendido perfectamente las opciones. Por algo eres un niño tan inteligente y especial. -Sonríe para dar su apoyo. -Aquí, lo importante, es que tú estés bien. 

Ahora, tanto Virgilia como Gennaro, miran al muchacho esperando una respuesta. 

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28/11/2018, 13:08
Angelo Paolicchi

Nunca antes había prestado tanta atención a una máquina de café. Angelo observó al padre Gennaro paso a paso poner la cápsula en la cafetera, y como el líquido negro salía humeante por el dispositivo y le ofrecía uno a su abuela Virgilia.

Su impaciencia por conocer la opinión y consejo del sacerdote era acuciante. Cuando el hombre empezó a hablar sus ojos se posaron en él fijos, mirándole como a la posible salvación para su problema.

A medida que iba hablando el chico se fue sumergiendo en un campo desconocido, solo abierto al público y masificado por clichés en películas de Hollywood o relatos religiosos que programas sensacionalistas y de parapsicología se atrevían a tocar.

Angelo creía en Dios, al igual que su abuela y el padre Gennaro. Aquellas historias sobre estigmas, posesiones o mediums le daban realmente miedo y de la misma forma acudir al Vaticano presionaba todo el asunto ante la posibilidad de un seguimiento mediático. Acudir a la Santa Sede le venía demasiado grande. Podía sentir los nervios revolotear de su pecho al estómago solo pensando en esa posibilidad.

Cuando el sacerdote terminó de hablar el silencio cayó como una losa sobre Angelo a la espera de una respuesta que decidiese el siguiente paso a tomar. - Yo... no quisiera que mi problema se sepa padre. Es algo muy personal que he ocultado a mi propia familia, solo lo sabe la abuela y mi hermana Alessia. Ha sido muy difícil para mi aceptar lo que me pasa, he intentado enterrarlo y no hacerle caso pero esas visiones no dependen de mi voluntad, llegan cuando quieren.  - el corazón le latía deprisa al explicarse.

- Seguramente el Vaticano tenga respuestas. La abuela nunca me ha llevado a Roma y tengo curiosidad por ver la plaza de San Pedro, la basílica y el museo. Pero también tengo miedo de que mi nombre y mi cara salgan a la luz pública. - el chico valoraba los pros y contras. - Aceptaría ir allí, si me promete que hará lo posible para que la gente no sepa cual es mi problema. Necesito una respuesta, no puedo llevar una vida normal si no entiendo lo que me pasa y aprendo a controlarlo. - la decisión estaba tomada, Angelo se arriesgaría a acudir a los expertos del Vaticano.

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30/11/2018, 21:12
Narrador

El padre Gennaro da un sorbo a su café, ordenando sus pensamientos, mientras el niño explica su decisión. Después deja la taza sobre la mesa con suavidad. La anciana mira a Angelo con un orgullo reflejado en sus inteligentes ojos claros.

-Bien. Ante todo, Angelo, tienes que saber que ésto lleva un proceso burocrático. Tengo que escribir un informe, elevarlo al obispo y éste a la sección correspondiente en el Vaticano. Puede tardar meses. Así que, como éste es un caso especial, puedo hablar con un amigo de la Santa Sede, el padre Enrico Luci. Él tiene mano y buena fama. Es la manera más...

POM, POM, POM!!

-Padree, está ahí dentro? -Alguien golpea la puerta y se oye una voz de mujer, llamando a Gennaro, al otro lado de la gruesa madera. El sacerdote se levanta con gesto sorprendido al oir los golpes repentinos. -Disculpadme un segundo. -Avanza hacia la puerta, la abre lo suficiente como para salir y cerrar de nuevo. 

-Padre, era para decirle que me marcho ya. Y que ya están listos los folletos que me pidió de la asociación... -Se oye la que parece ser la ayudante del cura.

Mientras tanto, Virgilia mira a Angelo y le coge la mano. -Estás seguro, mio figlio?. 

Poco después, el hombre se despide, entra y cierra la puerta con pestillo ésta vez. Camina hacia la silla y se sienta. Saca un pañuelo, se quita las gafas y las limpia de forma mecánica. -Perdonad, era Emilia. Como os decía, acudiendo a Roma, al padre Luci, el asunto sería llevado con más discreción, pero como te dije, no te puedo garantizar la totalidad una vez que no dependa de mí. -Mira al niño con los ojos sin gafas. -Y además llevará menos tiempo, que es lo que nos interesa. -Señala Gennaro haciéndose partícipe del problema. 

Vuelve a colocarse las gafas sin quitar la vista de Angelo. -Bueno, Angelo, cuéntame con más detalle qué es lo que ves y cómo funciona tu don. 

El párroco lo llama "don" directamente para proyectar una imagen tranquilizadora en el chico. Cuando éste comienza a hablar, Gennaro se gira hacia el mueble trasero, saca un bloc de notas de un cajón y comienza a apuntar.

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03/12/2018, 23:37
Angelo Paolicchi

Angelo iba asintiendo a medida que el padre Gennaro explicaba con más detalle el procedimiento para que su caso fuese remitido a alguien experto del Vaticano. En algunos momentos de inseguridad y aprovechando la interrupción de una mujer golpeando a la puerta, el niño alterno la mirada entre el padre y su abuela buscando la tranquilidad y apoyo que los ojos de la anciana transmitian.

Cuando la nonna le preguntó si estaba seguro de su decisión Angelo asintió apretando su mano cálida de forma instintiva. Tenía miedo a lo desconocido, sin duda, pero confiaba plenamente en las palabras del padre Gennaro.

Tras una pausa, el hombre preguntó como funcionaba su don y comenzó a tomar notas. Angelo respiró profundamente y se dispuso a contarle una de las pequeñas anécdotas que había vivido como si se tratase de una película. Sin mediar palabra se arrodilló al lado de los pies de la abuela y levantó suavemente su pie derecho. - ¿Ve ésta cicatriz? - dijo señalando la línea blanca que cruzaba horizontalmente el empeine de la anciana.

- No sabía como mi nonna se había hecho esto. No es algo de lo que a ella le guste hablar. - aclaró. - Cuando era más pequeño sentí curiosidad por esa cicatriz y la toqué, como estoy haciendo ahora. Entonces mi visión del mundo real se difuminó, no ví a la abuela, ví a una niña con sus mismos ojos y supe que era ella porque también ví a sus padres gritándole que no corriera tanto con su caballo, porque era peligroso. - Angelo recordó las imágenes de forma muy vívida.

- ¡La abuela gritó quiero saltar más alto, más alto! ¡Salta caballito! y lo que ocurrió es que se cayó del caballo y su pie se rasgó por el choque contra una roca, quedando abierto y ensangrentado. En los libros de biología del cole hay ilustraciones del cuerpo humano y lo que yo ví fue algo parecido a eso, padre. Lo ví con mucho detalle, tanto que me asusté. - gesticuló con las manos alrededor del pie de la abuela. Miró al cura con un poco de preocupación por lo que pudiese pensar o anotar y continuó con el relato.

- Vi otras cosas más tristes. - dijo pensativo. - Momentos que saltaban de un lugar a otro, como en un sueño ¿sabe? - quiso explicarse mejor. - Por ejemplo, cuando el médico que la operó analizó su caso y les dijo a los padres que la abuela podia quedar coja si no le operaba de urgencia. Sabia el nombre del médico, Tiziano di Ferrara. ¿Cómo podía saberlo? Podría dibujar como era su consulta médica. - miró a la abuela, nunca habían puesto a prueba ese detalle porque la información que Angelo manejaba ya era de por si sorprendente.

- Y más cosas... como las muletas que usó la nonna, con grabados de flores en la parte de madera que ella misma habia hecho, o su miedo al asistir a su primer baile y que los chicos se fijasen en la cicatriz de su pie en vez de otras cosas y no la sacasen a bailar... - sonrió dejando el pie de la anciana con cuidado sobre el suelo. Estaba nervioso, tanto que el pecho le subía y bajaba como si hubiese subido del tirón por una escalera un par de pisos. - Y eso es todo padre... - dijo tímidamente. - Todo lo que ví sobre su cicatriz. - por supuesto había más. - Si quiere le cuento más cosas.