Partida Rol por web

Mil balas sobre Avalon Hill.

Cap. 6. Cuando partas hacia Ithaca...

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27/08/2009, 23:42
Catherine Wales.

Faltaban algunas horas para el amanecer y Catherine, con su pañuelo de lino blanco, no conseguía atajar el caudal de lágrimas que la sofocaba. El cuerpo de Thomas Lewis había sido depositado en la habitación de Josephine y Jeremy. Desde el umbral, observó cómo Gertrudis lo velaba infatigable, a la luz de cuatro velas. Tan sólo hacía poco que entre ambas habían logrado convencer a Josephine para que se retirase a una de las habitaciones de arriba y tener puesto un ojo en su hermano.

La mujer terminó de salir con un estremecimiento y comenzó a preparar una olla de café. Había llovido intermitentemente a lo largo de la noche. El rumor del agua la llevó a ensimismarse. Se recordó como una niña fastidiada y con aspiraciones culturales que se trasladaba desde Nueva Orleáns a Texas por voluntad de su padre, un hombre ambicioso que murió tres años después durante el asalto a una diligencia; como una jovencita enamorada hasta los huesos del granjero que llegaría a ser su esposo, Josey Wales; como una esposa abnegada y devota de sus dos hijos, a la sombra de un hombre de carácter y volcado en la defensa a ultranza de sus ideales; y como una mujer anulada en cierto modo, actualmente alcanzaba a entenderlo. La muerte de Josey (Dios la condenaría por sentir esto, estaba seguro) había reportado en su corazón pena y alivio a partes iguales: era como si una piedra hubiese echado a rodar, descubriendo el lienzo desgastado que había estado reteniendo y que algún día había sido su espíritu.

Ahora bien, si alguna vez había concebido en los últimos meses la esperanza de que el viento la pudiese orear y revolotearla hacia los cielos, los últimos acontecimientos no habían sino terminado de hundir en el barro esa tela. En un ataque de patetismo, quiso buscar a su alrededor la calidez de Potter, olvidando que el capataz y los hombres se encontraban desde hacía horas en los dormitorios de los empleados. Sarah también descansaba en su habitación, reponiendo fuerzas para el día siguiente, que prometía ser duro.

Oyó entonces voces recias en el porche. Era Miles, relevando a Tommy Smith. Se sorprendió esbozando una sonrisa mientras pensaba en ese hombre. Lo suponía de su edad, superando la cuarentena, y daba de la impresión de poseer una inquebrantable seguridad en sí mismo, sometido a duras penas a Potter, quien conciliador, permitía hacer y deshacer en el rancho en las tareas más cotidianas. El futuro del rancho era incierto, puesto que podía haberse convertido en el blanco de las iras de Gabriel Garrison, y se alegró de tener de su lado a un tipo como Miles. Sin tener una idea clara y distinta de lo que perseguía, se apresuró a servir una taza de café recién hecho para llevársela, tal vez buscaba compañía, tal vez asegurarse de forma inconsciente su fidelidad, tal vez atreverse a mirar a los ojos a aquel vaquero discreto, hasta misterioso.

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27/08/2009, 23:43
Catherine Wales.

Miles oyó abrirse la puerta. Era la señora Wales que salía, trayendo una taza de café. Se detuvo junto a él y se la ofreció con una leve sonrisa. Entrelazó las manos sobre la falda con recato y se disculpó:

-Espero que le guste. Rara vez lo hago yo, siempre es Gertrudis.

Notas de juego

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28/08/2009, 01:21
Tommy "Bonito" Smith

La fría llovizna era a partes iguales, dicha y maldición, según pensó el otrora curtido soldado.

Me gusta la compañía que me hace al caer... Pero que me parta un rayo si este hermoso manto de agua no me deja más ciego que una mula... No me sorprendería si está el mismísimo Tecumseh Sherman con sus huestes, arrasando con todo frente a mis narices, y yo ni siquiera puedo olfatear el perfume de la masa cansina...

Sí, la lluvia era una excusa casi tan buena como el pobre Thomas para intentar quitarse de la cabeza lo que tanto le inquietaba...

Killem murmuró en la oscuridad de la noche, mientras se detenía otra vez la suave precipitación Maldición Mary... Nuevamente, el Santo Padre obsequiaba la tierra con el llanto de los ángeles.

"Bonito" no parecía ahora percatarse siquiera del efímero e intermitente chaparrón. No. El entuerto no era con la prostituta, su prostituta, ni con el oficio que podía conseguir en los establos de su primo... Todo eso era ni más ni menos que un adorno.

Su gran encrucijada estaba en la bifurcación que tenía por delante en el camino de la vida.

Era en ese preciso momento que podía elegir la vida del vaquero, infatigable, a causa de la férrea voluntad que se debía forjar en el trajinar diario, aprendiendo de los compañeros que hoy podían estar, mañana quizá no... la dureza de Potter, el aplomo de Miles, de la entrega de Gertrudis, la inocente franqueza de Bobby, el esmero de Buckner o la casi insensata persistencia de Sarah... Era eso, o entregarse a vivir en un pueblo, rodeado de gente que no conocería el valor del silencio tan preciado como la intimidad, ni de la palabra empeñada...

Puede que fuera eso, puede que fueran motivos más mundanos, fraguados en las inseguridades de quien ha debido vivir antes de tiempo lo que muchos pasan dos vidas completas sin padecer ¿Hijos? ¿Sentar cabeza?

Tommy se encogía de hombros en la cerrazón de la noche, al ver la conocida figura que lo relevaría de la tranquila guardia nocturna.

¿Pero qué estoy pensando ahora? La duda debió surgir en la tinaja... Ahora ya están las cartas sobre la mesa... Este es mi camino y no otro mirando al viejo Lee Esta es mi familia, y ninguna otra...

Todo está calmo. Más calmo que un cement... Calmo, en fin. Dijo casi en un murmullo, respetando el sueño de quienes en el edificio más cercano pernoctaban, pero principalmente, el silencio de velatorio, de despedida al temerario Thomas Lewis... Se retiró rumbo a su dormidero, lamentando la inoportuna referencia al lecho del descanso eterno, pero sabedor de la poca importancia que a un juego de palabras impertinente como aquél podía dar el veterano compañero.

 

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05/09/2009, 17:51
Lee Miles
Sólo para el director

 Miles, en ese momento recostado contra uno de los postes del porche, sosteniendo bajo el brazo su escopeta y oteando fíjamente el horizonte ya oscurecido, se dio la vuelta lentamente, sorprendido por encontrar a la señora en ese momento.

Gracias, seguro que está tan bueno como el de Gertrudis. - agradeció escueto. Dejó su arma apoyada junto al banco de madera y titubeó un momento antes de descubrirse. Dejó el sombrero en el banco. - Siento que estén pasando por todo esto. - le dijo y agregó - Espero que Josie lo esté llevando bien. - luego no queriendo decir más, tomó un sorbo del café.

Está muy bueno. - halagó sucinto, a la señora Wales y se quedó un momento mirándola.

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16/09/2009, 06:44
Sarah Hudson-Parker

Abrió los ojos un tanto dispersa, era como si de pronto los años se hubieran asentado en ella. Era cierto que hacía mucho tiempo que había perdido a su padre pero también era cierto que cada vez lo extrañaba más. Los labios de la joven Sarah se abrieron en un bostezo de desperazamiento que había hecho miles de veces pero que ésta vez tenía sabor a desarraigo y desconcierto. Estiró los brazos y bajó por fin las piernas de la cama, cada una pesaba una tonelada, la chica sonrió amargamente porque a su mente vino un recuerdo: Zack besando sus labios. Sintió sus mejillas tibias, a pesar de todo, del buen recuerdo y demás, seguía sintiendo que quizás había hecho algo malo. Se lavó la cara con un poco de agua que había en una vasija para esos menesteres al lado de su cama y se miró al espejo, era la misma.

-Vamos, Sarah, no serías ni la primera ni la última... Quizás es eso que llaman amor.

Una nueva sonrisa se dibujó en su rostro, una sonrisa de alegría, un tanto amarga pero era mejor que no tener nada. Tenía a Zack y entonces la duda le asaltó: ¿Y sí él sólo estaba jugando? ¿Si ahora ya no recordaba nada de lo hecho o dicho? ¿Cuántas y tantas jóvenes habían caído en las trampas de un amor así? Negó efusivamente con la cabeza mientras se levantaba del todo, se ató el cabello y se puso los vaqueros siguiendo con la camisa, algo raída y lejos de ser blanca, la dejó entreabierta, no sentía demasiado frío pero si necesitaba un poco café caliente y se sentía hambrienta.

-No, no, él no es así. Es Zachary, Zack.

Pensaba al tiempo que abría la puerta para tomar el camino que la llevaría hasta dónde estaban los demás. Un camino que había hecho cientos de veces pero que ésta vez le costaba el doble de trabajo. No sabía muy bien como mirar a Zack, más bien no sabía cómo tomar todo lo que ella estaba sintiendo. Poco antes de cruzar el umbral de la cocina se detuvo y se mentalizó, tenía que ser la misma. No podía cambiar de un día para otro, ella era la misma Sarah en esencia, Zack no le había robado nada; muy por el contrario, le había devuelto las ganas de vivir.

-Buen día-saludó sin mucho ánimo al entrar a la cocina sólo para encontrarse a solas.-Huele a delicioso café... A pesar de todo.

Miró alrededor con un dejo de añoranza y sonrió, esperaba que fuera una buena mañana. Lo buscó con la mirada pero no, aún no estaba allí, más bien, nadie estaba allí. Sólo esperaba no haber hecho nada para que él se marchara; en cuestiones de amores, Sarah era lo más cercano a una niña que había. Se acercó a la estufa luego de coger un vaso de la estantería y se sirvió un buen tanto de humeante café, se sentó con poca delicadeza, cual lo hacían los vaqueros y empezó a beber, tratando de pensar en cosas que la pusieran menos nerviosa.

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19/09/2009, 10:55
Catherine Wales.

Catherine le dedicó una sonrisa, truncada, sin embargo, por la incursión de la estrofa de una vieja canción en su cabeza. La letra decía:

Hay una dama que piensa
Que es oro todo lo que reluce
Y ha comprado una escalera
Al cielo
Ella va sabe que
Aunque las tiendas de allí estén cerradas
No tendrá problemas para conseguir
Lo que le apetezca

Entrelazó las manos en la barandilla y se las estrujó, sintiendo una punzada de remordimientos, demudado el semblante. Clavó la mirada en el camino de entrada. El agua se escurría por los canalones y la llenaba de melancolía. Se tomó un tiempo antes de responder:

-Josephine es un enigma para mí, como lo fue su… padre –masculló la última palabra. El recuerdo de su esposo la impulsó a confesar: -Creo que no he sido honesta con vosotros, Miles. Josey apareció algunas semanas antes de ser fusilado y me dejó unos lingotes de oro por valor de dos mil dólares. Me hizo jurar que no se lo contara a nadie, pero… La muerte de estos dos muchachos... pesarán en mi conciencia… para siempre.

Rápidamente, se cubrió el rostro con ambas manos y continuó entre sollozos:

-Me ordenó que contratase hombres, que hiciese de este un rancho próspero. ¿Por qué? ¡No lo sé, nunca me contaba nada de lo que se proponía! Pero, oh, dios, esos lingotes… ¿Qué buscaban esos hombres que nos asaltaron?

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19/09/2009, 10:59
Director

Sarah captó un par de sombras a través de las cortinas de la ventana más a su izquierda. Alarmada, echó un vistazo: eran Miles y la señora, departiendo.

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20/09/2009, 05:29
Josephine "Josie" Wales

No pudo, pese a sus intentos no pudo. Durante tanto tiempo luchó por enterrar sus sentimientos al considerarlos signo de debilidad, el único sentimiento que se había y se permitía exteriorizar era el que sentía por Jeremy, su hermano, no había más, no se permitía más y sin embargo ahora, pese a que las lágrimas no corrían, pese a que a su voz no temblaba ni nada en ella parecía dar señal alguna del dolor que estaba sintiendo, aún así más de uno se dio cuenta pero no hicieron ningún comentario al respecto, cosa que Josie en cierto modo agradecía.

Aquella noche apenas y pegó un ojo, estaba inquieta, dolida y lloró en silencio largas horas sentada junto a la ventana mientras observaba la lluvia, que aunque intermitente, no dejaba de caer. El nuevo amanecer al fin llegó y la joven Wales, tras arropar a su hermano, decidió ir a la cocina por una taza de café para luego salir, haciendo caso omiso de la lluvia, e intentar domar uno de los caballos que había en los corrales... quizás domándolo pudiese, en parte, sosegar su alma y acabar de una vez por todas con ese dolor que sentía.

LLegó a la cocina, Sarah miraba por la ventana pero nada dijo. ¿Para qué? Tampoco es que tuviera mucho que decir ni tenía por qué hacerlo... o quizás sí. Se sirvió una jarra de café y puso un pan a calentar en la estufa, mientras esperaba que el pan se calentara abrió una de las estanterías y cogió de allí una botella de whisky a la que dio un sorbo y dejó con algo de brusquedad sobre la mesa.

El pan estuvo listo y Josie lo retiró de la estufa, dio un nuevo sorbo a la botella y la devolvió a su lugar, enseguida y como si nadie más estuviera con ella, todavía más huraña que antes, ocupó la silla de la cabecera y comenzó a desayunar.

Gertrudis no estaba por ninguna parte, tampoco su madre y sin embargo una de ellas tuvo que haber hecho el café. Sin levantar la vista de la jarra de café y poco antes de llevarse un nuevo mendrugo de pan a la boca, preguntó a la única persona que estaba con ella en esa cocina por Gertrudis y su madre.

-¿Y mi madre? -preguntó con voz seca y de pocos amigos- Tampoco he visto a Gertrudis.

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22/09/2009, 18:30
Zacharias Buckner

El día había tenido muchos altibajos, empezó mal con aquella infernal noche donde Bonito le había salvado el pellejo, siguió con la extraña historia contada por Príamo, y el momento más álgido brillo con sus labios perdidos en los de Sarah. Si todo hubiera acabado allí, podría perfectamente haberlo catalogado como el día más interesante de su existencia, pero por desgracia, el tiempo no se detuvo junto a aquel arroyo.

Había visto morir a muchos hombres, desde que era niño, pues los amigos de su padre tenían cierta tendencia a ser agujereados debido a su dudosa profesión, y en cierta manera, Buckner pensaba que se lo merecían, a pesar de que sintió simpatía por alguno de ellos. Pero el ver a un hombre como Lewis tirado como un fardo sobre el carro, le invadió una extraña tristeza difícil de definir. La iglesia decía que los muertos debían ser enterrados y bendecidos, pero quizás el muchacho se había acostumbrado a que quedaran en mitad del desierto, abandonados por sus compañeros, y lo más sorprendente, es que era lo que le parecía más natural.

Pero el momento de dolor debía ser breve, los que juraban venganza lo acallaban con ese sentimiento, pero Zacharias siempre había intentado huir de aquel camino, en realidad había intentado borrar cualquier rastro que les condujera hasta él, pues sabía que lo único que conseguiría encontrar sería cruce donde ninguna dirección le aportaría nada bueno. Debió dedicarle un último pensamiento antes de dormir a la joven vaquera, aunque fuera de manera inconsciente, pues pobló sus agitados sueños de diferentes maneras, y al abrir los ojos, el chico tuvo la necesidad de volver a verla.

Hacía algo de frío, y la luz aún no había comenzado a penetrar por los precarios ventanales, pero supo que le resultaría imposible volverse a dormir, se tumbó bocarriba sobre su camastro, y con la mirada clavada en una rendija del techo, el sonido de la lluvia comenzó a abrirse paso en la nocturna quietud…

Corre Sarah, eres muuuuuuy lenta el chiquillo rió mientras corría río arriba en dirección a los cercanos árboles, no solía llover muy a menudo por estos lares, pero la tormenta se había formado muy deprisa y preocupados como estaban en seguir el rastro de aquella liebre, no se habían dado ni cuenta y ahora tenía que darse prisa para ponerse a cubierto.

Esperó el muchacho para ayudarle a escalar una pequeña peña, el último obstáculo antes de poder ocultarse bajo el enorme nogal. Cogidos de la mano se sentaron respirando entrecortadamente, las risas y el cansancio se mezclaban. Zach soltó rápidamente la mano de la niña al percatarse de que la tenía entre las suyas, y la miró un tanto azorado estás empapada, pareces un castor le dijo a modo de pulla, no sabía porque, pero cuando se sentía demasiado cómodo, tenía la necesidad de meterse con ella, buscando que nunca se diera cuenta. Pero a diferencia de otras ocasiones, no se alejó de ella, pues la notaba temblar debido al agua caída. Se quitó la raída chaqueta y se la tendió a la chiquilla, esperaría a que pasara la tormenta, no podía durar mucho.

Él también empezaba a notar como la humedad se introducía en su cuerpo, y el calor que desprendía Sarah le atraía, así que se apretujo contra ella sin decir una palabra, mirando como algunos rayos cruzaban el cielo y parecía clavarse en la lejana llanura. Sintió de pronto un peso en su hombro, y vio como la cabeza de la niña estaba sobre él, es muy bonito dijo ella con un susurro, y él movió lentamente la cabeza asintiendo.

No supo calcular cuánto tiempo duró la tormenta, pero siempre le supo a poco, cuando el último trueno retumbó, esperó ansioso al siguiente, pero nunca llegó, y él se movió bruscamente tirando de la trenza de la chica Vamos, seguro que tu padre está preocupado

Le sorprendió no haber recordado ese momento hasta ahora, sobre todo porque ahora lo veía con extraordinaria nitidez. No esperó a que amaneciera, se puso rápidamente la camisa y las botas, agarró el sombrero y por el camino se ajustó el cinturón del que pendía su revólver tras salir con cuidado al exterior en dirección a la cocina. El día estaba próximo, y le alegró ver movimiento en la cocina, con cautela, se aproximó a la puerta y la abrió con gesto circunspecto, recorriendo la estancia con la mirada.

No podía dormir más dijo a modo de disculpa, aunque suponía que todos habían pasado una noche turbulenta, dedicó una tímida sonrisa a Sarah, y descubrió su cabeza e hizo un gesto solemne a Josie, aún plantado en la puerta, sin decidirse a entrar.

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22/09/2009, 18:51
Director

Zack había subido al porche y abierto la puerta de la casa, dispuesto a penetrar, sin advertir a la viuda y al segundo del rancho, instalados en un lateral -tal vez a causa de la penumbra, tal vez a causa de su ardor-.

El joven descubrió a Sarah cerca de una ventana, a su derecha, y en trance de encararse con Josie, que estaba desayunando, sentada a la cabecera de la mesa.

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22/09/2009, 18:57
Sarah Hudson-Parker

Sarah continuó sentada a la mesa a pesar de la llegada de la hija de la dueña, la miró como de reojo, la ventana había quedado bastante lejos. No es que le agradara tener o no compañía, simplemente había estado mucho mejor con su taza de café y sus pensamientos pero la joven decidió atender las palabras de la hija de la dueña, estaba al hacerlo cuando Zack entró por la puerta, dedicándole la mejor sonrisa que hubiera recordado jamás. Quizás una sonrisa de antaño, de esas que le dedicaba cuando hacían algo que no debían y su padre la recriminaba con cariño pero duramente.

-No te has ido...

Sarah le sonrió también, aunque su sonrisa fue más clara, más delatora, más cargada de sentimientos que ni ella misma podía explicarse. Las palabras pugnaban por salir de su boca pero la joven vaquera se mantuvo en su lugar, el cabello jugueteándole por el viento que había entrado tras abrirse la puerta. Puso ambas manos sobre la taza caliente y levantó el mentón para mirar hacia la cabecera dónde estaba la ruda vaquera.

-No lo sé, cuando entré ninguna de ellas dos estaban. Buen día, Buckner.

El saludo fue así, Buckner... Buckner, te estoy pinchando las costillas, le habría dicho de no haber tenido público pero ella se resistió, hizo lo que consideró mejor. Sabía que la señora no debía estar lejos, los acontecimientos recientes no dejaban en paz a nadie en el rancho y si había alguien capaz de mantenerlos a todos unidos, esa era la señora. Sarah se puso se puso de pie y fue hasta el mueble, cogió otra taza y la llenó de café, luego se la extendió a Zack.

-Bebe, hasta un forzudo como tú necesita alimentarse-esta vez se permitió la broma convenciéndose de que Josie no estaba allí.-¿Por qué no pudiste dormir?

No era una pregunta al aire, Sarah quería conocer los motivos de su amigo para no poder dormir. Según recordaba, apenas poner la cabeza en la cama, Zack dormía como un lirón pero claro, los tiempos cambian y las personas también; en especial ahora que a pesar de la juventud, eran adultos golpeados por la vida. Pero le sonrió antes de volver al lugar donde antes había estado sentada.

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05/10/2009, 12:02
Zacharias Buckner

Buckner no esquivó la mirada de Sarah, su sonrisa se lo antojo dulce, pero aún recordaba el regusto salado de la piel de la chica, le resultó imposible distinguir cual de las dos cosas le gustaba más, no quería renunciar a ninguna.

Se sacudió las botas antes de entrar, Buenos días señoritas y devolvió el saludo con educación y aquel tranquilo tono de voz que siempre usaba. Sonrío a la joven Hudson cuando le tendió el café Gracias Sarah pronunció con una ligera entonación familiar su nombre. Realmente se encontraba hambriento, ni se acordaba de cuando había tomado el último bocado, pero no tenía la suficiente confianza como para tomar bocado sí que le fuera ofrecido, así que se quedó de pie, junto a la puerta, sombrero descansado en la parte trasera de una silla, y la humeante taza en su mano.

Miró a la joven cuando está le hizo una pregunta directa, echó un breve vistazo a Josie, se encogió casi imperceptiblemente de hombros, y clavó sus pequeños ojos en la chica que había ocupado gran parte de su sueño.

Casi nunca sé el motivo exacto por el que no puedo dormir, a veces es por algo malo que ha sucedido, otras veces algo bueno, otras simplemente por el clima habló de manera distraída, evocando múltiples noches de insomnio, hasta que volvió a enfocar su mirada en Sarah pero hoy concretamente, se la razón no dudó en mirarla de arriba abajo, de manera bastante significativa, al diablo quien estuviera delante.

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05/10/2009, 17:58
Sarah Hudson-Parker

A la joven no se le escapó la mirada del vaquero, sus mejillas se tornaron rosas y bajó la mirada unos instantes, pretendiendo tomar pero mirándolo a él a los ojos; quizás el mayor desafío que podía hacerle. Luego miró a Josie y le sonrió sin esperar una respuesta, sólo fue un acto reflejo. Pensaba en las cosas que habían pasado, no sólo cuando habían estado a solas -lo que hacía que sus mejillas se encendieran aún más-,sino todo lo que había acontecido en el rancho. A Sarah le parecía que no estaban más que en el ojo del huracán, esa calma que precede a la tormenta pero que es sólo momentanea. Asintió levemente con la cabeza, sostener la taza le costaba demasiado, la puso sobre la mesa y cruzó los brazos.

-Es una pena lo de Lewis, ¿no? Espero que no repercuta mucho en los hombres del rancho...-ella no le conocía tanto, ni le tenía más o menos aprecio que a ninguno de los otros, así que estaba casi tranquila, aunque la muerte siempre la ponía un tanto nerviosa.-Espero que se haya ido al cielo y no al infierno, ya sabes lo que se dice, podría volver a aquí y darnos un susto...

Sarah estaba hablando cualquier cosa, se estaba saltando sus límites pero es que las insinuaciones no eran lo que mejor se le daba y si intentaba decir algo sugerente, seguramente terminaría diciendo alguna estupidez que no se entendería o peor aún, se entendería para mal. Se levantó, indicándole con la mano a Zack su silla.

-Siéntate, comeremos algo mientras viene la señora y Gertrudis.

Hizo una mueca que parecía la sonrisa de una niña a la que han pillado en algo indebido y se acercó a la cocina, tomó un trozo de pan, algo de queso, huevos duros y tocino, lo puso todo sobre la mesa, no con facilidad. Más bien parecía que aventara las cosas pero es que mucho no podía pedirsele a alguien como ella, una chica que se había dedicado a todos menos a la cocina. Dispuso un plato frente a al lugar que le había cedido a Zack, otro frente a Josie por si quería acompañarlos y uno para ella. Sirvió un poco más de café y se sentó.

-Yo con la boca llena me mantendré callada...-expresó casi inocentemente y comió un trozo de queso que además le supo delicioso, ojalá Gertrudis no la matara por meterse en su cocina.

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06/10/2009, 23:15
Lee Miles
Sólo para el director

 Aunque no estaba seguro de lo que debía hacer en ese momento, pues la señora siempre le había parecido una persona fuerte y capaz decidió consolarla. Dejó su taza en la baranda y la atrajo hacia sí y la abrazó.

Puede que tu marido no fuera el mejor hombre que haya pisado esta yerma tierra dorada por el sol, pero sin duda quería lo mejor para ti y su familia. - luego volvió a separarla de su lado - Catherine. - la llamó por su nombre en vez de llamarla "señora Wales" como siempre había hecho, no sabía si se había ganado el derecho a hacerlo, pero en este momento creía que ella necesitaba saber que él no era sólo un empleado. - No debes soportar sola esa carga. Desde el momento en que creó este rancho y nos dio empleo, nos convertimos en una pequeña familia donde todos cuidamos de todos.

Se volvió hacia el lejano horizonte, pues algunos queridos aunque dolorosos recuerdos de su pasado afloraron a su mente, cuando él tenía otra familia a la que proteger. Por un momento cerró los ojos y se mantuvo en silencio. Una lágrima corrió por su mejilla.

Esos hombres... - dijo, intentando responder a la pregunta de la señora - seguramente fueran conocidos de su marido o supieran del oro. Creerán que hay más lingotes escondidos aquí. No creo que haya más explicaciones. - dijo sin mirarla. Cerró el puño varias veces, apoyado contra uno de los postes del porche - los haya o no, volverán, y les pagaremos con la misma moneda - esta vez se volvió - tiene que demostrar la entereza que les falta a los demás en estas horas bajas - la sugirió con firme convicción. - Debe ser fuerte y aceptar todo lo que venga. Tenemos que saldar cuentas, se lo debemos.

La miré a los ojos y esperé ver la determinación que en el pasado había visto en ella.

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25/10/2009, 10:02
Catherine Wales.

El gesto y las palabras del vaquero la habían conmovido profundamente, pero tal vez lo que acabase deshacer su corazón como un terrón de azúcar en un vaso de agua fuese la percepción del brillo de aquella lágrima solitaria surcando el perfil de su rostro curtido, como una gema nacida en el áspero carácter, más preciosa si cabe; en cuanto había vuelto a encararla, por toda respuesta, Catherine se apresuró a atrapar una de sus manos callosas para llevársela a la boca y posar en ella los labios trémulos. Le ofreció la cara súbitamente iluminada y pronunció:

-Que Dios le bendiga, Miles.

Y Miles pudo captar un destello en sus ojos, una promesa de afecto, no podía estar seguro, algo igual de valioso en cualquier caso. No era el momento de averiguarlo. Y el destino se apresuró a confirmárselo cuando oyeron los cascos de un caballo batiendo el barro desde la entrada del rancho.

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25/10/2009, 10:03
Carlos Príamo.

¡Era Príamo, llegaba en el caballo del difunto Lewis, a galope tendido!

-¡Señora! ¡Miles! Rápido, ¿dónde está Potter? -exclamó tirando de las bridas.

Dejó al caballo en el abrevadero y descabalgó trabajosamente, cojeó hasta el porche, empuñando el rifle.

-¡Rápido, tenemos que prepararnos!

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25/10/2009, 10:05
Director

Gertrudis salió de la habitación en que se velaba el cuerpo de Lewis; por unos instantes, Josie, Sarah y Sack pudieron percibir cómo el torbellino que era se había retirado un ápice y les permitía adivinar la desolación en su alma, exteriorizada en sus ojeras y un ligero temblor en las manos. Se llevó las palmas a la boca en cuanto advirtió su buena disposición para desayunar y enseguida volvió a ser la de siempre.

-Oh, pero quién se ha molestado en hacer el pan –murmuró contrariada. - Lo siento mucho, señorita, creo que me he quedado amodorrada, dios me lo perdone.

Oyeron entonces los cascos de un caballo batiendo el barro. Alguien había llegado con prisas y alzaba la voz en el porche:

-¡Rápido, tenemos que prepararnos!

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25/10/2009, 21:50
Lee Miles
Sólo para el director

Quedé prendado de su belleza como aquella primera vez que había ido al rancho en busca de trabajo, hechizado bajo su mirada, y aquellos sentimientos concebidos pero no expresados por palabras que parecían querer quebrarme. Quise besarla.

Pero aquel momento mágico se rompió repentinamente. ¿Qué sucede, Príamo? - recogí mi winchester y fui a ayudarle a moverse al interior de la casa. 

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26/10/2009, 07:07
Director

Catherine se apresuró a abrirles la puerta y Príamo tranqueó apoyado en Miles, lanzando algún gañido que otro.

Dentro, Josie, Sarah y Zackary estaban en trance de desayunar. Gertrudis trajinaba junto al hogar, cuyas ascuas iluminaban indolentemente la estancia.

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26/10/2009, 07:08
Director

La puerta se abrió al cabo de unos segundos y Príamo y Miles se descolgaron ruidosamente hacia el interior, arrastrando un manto umbrío. La luz del hogar encharcó sus siluetas. La señora no había tardado en seguirlos.