Partida Rol por web

Por un momento dudo. Temo que Rex, enajenado por las drogas, nos envíe hacia el oculto y sucio trasero del espacio, cuando sea su turno. O que Lloyd nos haga una mala jugada y nos condene a todos. Al final me vence el cansancio y continúo con el plan previsto.

Se mancha la corbata con tu sangre tras rebanarte la mano.
Ruedas por el suelo.
Cauterizas el muñón con una plancha al rojo.
Apuntas a su figura cuando se retira.
Se gira y te dispara primero.

Llevaban los tres 75 años durmiendo dentro de la Lucifer Rising. Ese es mucho tiempo para soñar, seguro, pero las líneas anteriores describen las impresiones del último sueño de Claudia antes de despertar, o al menos el único que consigue recordar. Poca sustancia para tantos años de descanso, pero una sustancia llena de adrenalina y miedo que todavía la tenía con el corazón en la garganta. 

Tras media hora de descanso en la que la marine consiguió escupir la mayoría de líquidos y nutrientes no asimilados en las últimas horas previas a despertarse, Pink revisó la trayectoria y ruta de la nave. Todo parecía seguir el recorrido programado por Lloyd, pero había algo que la molestaba, y no era el malestar común del despertar. Se notaba más oxidada y más lenta, y sus dedos parecían más largos, huesudos y arrugados. Aparentemente, su cabello también había clareado.

La mujer fue al improvisado baño en el que una Claudia de 50 años le devolvió la mirada desde los fragmentos de distintos espejos, pegados mediante silicona, que servían como única superficie reflectante en la que mirarse en la nave. En el espacio común encontró un post-it escrito por Lloyd: algo había fallado en los años previos y los mecanismos de conservación de sus cápsulas habían fallado. Esperaba haber arreglado el suyo. Todo resumido en menos de tres líneas.

Entonces, Pink comprobó las cápsulas. Rex seguía durmiéndola, él llevaba todo el viaje haciéndolo, pero la cápsula de Lloyd también debía de haber sufrido desperfectos. Su esqueleto le sonreía desde dentro de su último cubículo. La mujer revisó su cápsula una vez más, encontrándose con los apaños de emergencia realizados por el difunto carroñero. Sus pocos conocimientos en la materia parecían decirle que si, que Lloyd había reparado lo que fuese que había fallado antes. Tal vez pudiese volver a dormirla allí durante los próximos 25 años sin miedo de que fuese una Claudia de 75 años la que la saludase desde el espejo. O tal vez se quedase allí dentro, riéndose del último chiste que Lloyd debió recordar, el que le dejó con aquella carcajada seca en el cráneo.

Ante el desbarajuste que se muestra ante mis cansados ojos, me tambaleo. Mi mente piensa que no puede ser posible. Lo único que me encuentro es al pelirrojo aún dormido, el esqueleto sonriente y yo. Una vieja decrépita que se mira en un espejo, al que trata de golpear para romperlo y así no poder ver esa imagen burlona. El reflejo apenas hace justicia a la mujer que fue antaño.

Durante unos instantes se derrumba, con la moral por los suelos, y deja que sus rodillas toquen el suelo.

Cuando la escasa convicción que aún le queda, le hace comportarse con valentía, comprueba los equipos para ver que ha fallado.

Tras revisar el equipo, la marine comprobó que aparentemente todo se había debido a algún fallo mecánico. Comparando el daño sufrido por las cápsulas, confirmó que  antes de ser reparada por el carroñero, la suya había sufrido el mimo desgaste, pero el pobre mecánico no había tenido tanta suerte como ella, y había sucumbido. La cápsula de Rex comenzaba a sufrir el mismo desgaste en sus piezas, peor por ahora no había fallado. Tal vez la reparación efectuada por el difunto esqueleto seguiría manteniendo la cápsula operativa, y sin hacerla envejecer más tras aquel susto, o tal vez... 25 años eran mucho tiempo para estar suspendida en aquel cofre confiándose al cruel destino... 

A pesar de la impresión que me causa todo este desastre, consigo mantener la calma. Aunque cuando lo logró, ya me estoy tirando del cabello cada vez más fuerte.

Miro la capsula y no me queda más que confiar en que funcione. Mientras entro y activo la programación de hibernación, espero no estar equivocada... espero que no sea peor que seguir despierta en esta nave, durante veinticinco años más mientras enloquezco lentamente.

El sol, rojo, se eleva lentamente sobre la línea del horizonte.
La luz carboniza los dedos de tus pies.
La luz carboniza tus pies.
La luz carboniza tus piernas.
Solo puedes observar.
El olor de la carne asada te supera.

Claudia volvió a despertar, con el corazón obstruyendo su garganta. Todavía notaba la fragancia de su propia carne frita, pero no había ningún sol rojo que la devorase, solo la paulatina luz blanca de la cápsula encendiéndose paulatinamente para facilitar el que se acostumbrase al interior, entre tinieblas, de aquella cáscara de nuez que los transportaba a través del espacio, poca protección frente a la inmensidad de la oscuridad cósmica. Cuando consiguió acostumbrarse vio que sus dedos conservaban el aspecto avejentado que había reconocido la última vez. Parecía que la cápsula había cumplido y no había vuelto a llevarse un buen susto.

Hasta que vio el calendario digital que había junto a las cápsulas, una pantalla tosca reaprovechada de alguna otra nave, que indicaba cuánto tiempo llevaban de viaje y cuanto les faltaba para terminar aquel viaje suicida... Habían pasado 5 años, deberían faltar otros 20. Cuando su cuerpo comenzó a reaccionar a las descargas de los medicamentos que le permitían reactivar el funcionamiento de su cuerpo tras tanto tiempo de reposo, se encaminó hacia la sala principal de la nave, tras comprobar que las dos cápsulas que antes ocupaban sus compañeros estaban vacías. Alguien estaba sentado en una silla, de espaldas al conducto por el que ella se aproximaba.

Temblando, presa de un terror que le atenazaba su garganta y hace que su corazón esté a punto de salirse de su pecho, cae de rodillas junto a las cápsulas vacías. ¿Qué ha pasado? ¿Han muerto?

Mira con atención esa figura sentada y se aproxima en silencio, con la intención de agarrarle por la espalda y hacerle una llave para asfixiarle.

La asustada Claudia se las apañó, aun estando nerviosa, para caminar en silencio hasta la figura que estaba sentada de espaldas en una de las cuatro sillas de la sala, consiguiendo hacerle una llave y empujarla al suelo, tratando de prevenir cualquier tipo de ataque. El cuerpo de Lloyd, solo un saco de huesos envuelto en su polvoriento uniforme, cayó a un lado.

La marine ya lo había visto muerto y casi consumido, en su cápsula, pero entonces, debía de ser Rex el que, habiéndose despertado accidentalmente, pues su cápsula no estaba programada para ello, había dejado allí al carroñero. Aun así no había rastro del pelirrojo a simple vista.

Dejo caer el cuerpo al suelo y me aparto un par de pasos. Respiro con dificultad y tengo los ojos abiertos como platos. No sé que va a pasar, o que esta pasando, pero necesito respuestas.

Busco lo primero que pueda usar como arma y me dispongo a recorrer la nave para encontrarme con lo que sea.

En la superficie de la mesa frente a la que se sentaba el cadáver de Lloyd había un cuchillo, no clavado, solo reposaba allí, sin su punta, pero con suficiente filo dentado como para seguir siendo una buena amenaza en caso de que se clavase en la carne de algún desaprensivo, incluida la de la propia Claudia, así que mejor que fuese ella la que lo portase. Algo no iba como debía, lo podía notar en aquel sexto sentido que se le había despertado en la academia militar, peor no acababa de saber por qué lado iba a reventar aquella calma chicha.

Claudia pudo percibir algo... Por encima de su cabeza... Algo que cayó sobre esta, peor estuvo rápida de reflejos, esquivando a un avejentado Klaus Rex, ya sin su característico cabello rojo... Y sin sus ojos, ya puesto. Sus cuencas, abiertas y vacías, parecían limpias, era difícil saber cuanto tiempo llevaría así. En su mano tenía un cuchillo de combate, que no había soltado aun tras su aparatosa caída.

- Por fin ha despertado la durmiente. Ellos... Ellos me dijeron que debía ser paciente, que estaban alimentándose de tus sueños, y que el huevo se rompería cuando volvieses entre nosotros. Ja ja ja ja... Espero que no me mintiesen, jodida Pink. Los chistes de Floyd llevan meses sin hacerme gracia, han pedido el sabor, como los putos chicles.- El tipo parecía más allá que aca.

Empujo al pelirrojo, con la intención de hacerle caer y sentarme sobre su rostro. Le agarro de una mano y le retuerzo algún dedo.

- ¿Qué demonios estás diciendo? Habla claro o te golpearé la cabeza contra el suelo. Aunque no creo que lo notes, con esa boñiga que tienes por cerebro.

La marine consiguió tirarlo e inmovilizarlo, logrando alcanzar su mano para intentar retorcerle los... ¿Dedos? Era su mano izquierda la que sostenía, pero Rex parecía haberse arrancado o cortado los dedos, y aquello pintaba infectado. Aun así, eso facilitaba el hacerle daño para interrogarlo, y así lo hizo, golpeando la carne macilenta de aquellos muñones.

- ¡AGH! Hablo de los dioses antiguos de aquel lugar... Los habitantes del planeta muerto, aquel que flotaba sobre nosotros en aquella colonia donde todo perdió el sentido. Comenzaron a susurrarme una nana cuando descansaba en mi cápsula, comenzaron a enseñarme cosas... Darme lecciones. Solo me pedían que fuese un buen aprendiz, que no tuviesen que repetirme las cosas, porque no teníamos mucho tiempo antes de que volvieses. Tenemos que volver, nos están esperando, ¿Sabes? Pero yo solo no puedo pilotar esto, por el... por el pago que me pidieron JA JA JA JA JA.

Mientras hablaba, consiguió girarse de una manera extraña, como si sus articulaciones respondiesen a posiciones o movimientos que un humano normal no podría realizar, con lo que consiguió zafarse de la presa, usando su fuerza para empujar a la marina de encima de suyo, al tiempo que rodaba en la dirección opuesta, tratando de deslizarse hacia el cuarto de máquinas contiguo.