Partida Rol por web

Rufus, al ver como la criatura le daba un manotazo a Morfeo, se enfureció, y lanzó un tajo como pudo a la criatura, al menos así llamaría su atención, pensó. Pero no tomó en cuenta que Morfeo se molestaría aún más, y dando unos valerosos ladridos, se lanzó contra la criatura nuevamente, justo donde la había mordido antes, y empezó a rasgar su carne y piel intentando desgarrar allí donde antes había mordido.

Estrilda continuó golpeando a aquella criatura, pero quizás el cansancio la privó de un toque mínimo de fuerza necesaria para hacer mella en ella. El lucero del alba rebotó sin causar ningún daño a la bestia. Cada asalto de aquel demencial combate los acercaba a la muerte, tenían que matarla lo antes posible.

-¡No flaqueeis, seguid!-

El combate contra aquella criatura era cada vez más complicado, lo único alentador en todo esto era que era un solo enemigo que podíamos enfocarnos todos juntos a él esperando ver si moríamos o si lo lográbamos vencer. Con toda la fuerza que le quedaba a mi cuerpo comencé a darle golpes aquel enemigo, la suerte estaba echada esto se reducía a golpear sin cansancio hasta que te maten y ver si por azar, lográbamos derrotarla.

A tomar por culo el plan de desertar sin levantar sospechas. Si aquel jodido crío daba el aviso estaban jodidos y eso, no podía permitirlo.

Tocaba ajustarse el cinto y por esta ocasión, intentar apuñalar traperamente a aquel bastardo.

Con la rapidez para la puñalada trapera que todos le sospechábamos el Rajaviejas clava su espada en al nuca del pobre chaval. Este baja los ojos para ver la cuarta de acero ensangrentado que le cruza el cuello y con un único estertor queda muerto e inerte, colgando de la espada de quien creía un camarada y protector.

Poca atención le dedica Harg mientras saca la hoja y lo deja desplomarse en el suelo. Otro huérfano más muriendo con la cara hundida en el fango de Schelswig.

¿Qué hacer con los caballeros en la casa? ¿Es algo que pueda ignorarse? ¿Una oportunidad para un último golpe de mano?

Avanzo al lado de Harg.

"Una puñalada digna de rivalizar con la de mi amigo el Costras... me pregunto que habrá sido de él." - Digo mientras cojo la daga del chico y la guardo en mi cinturón.

"Pues ya no nos queda otra que marcharnos Harg... dudo que podamos hacer algo contra esos cuatro. Y si Klaus ha sobrevivido nos desollará nada más vernos. Quería acercarme desde la distancia al monasterio y ver si habían sobrevivido, pero ya no hace falta."

Le hubiera gustado prenderle fuego a la casucha donde estaban reunidos aquellos cuatro bastardos. Escucharlos suplicar por sus vidas mientras la piel les chorreaba derretida y sus ojos explotaban como huevos hervidos por un largo tiempo.

Seguro se hubiera reído ante aquella visión, incluso, hasta tal vez “jugar” un poco con los moribundos.

Pero, algo mas importante le urgía a marcharse de ese lugar, un impulso primigenio, algo que no podía evitar.

Tenía sed.

Volvió la mirada hacia Ivar y este sin dudas pudo apreciar en los ojos del Harg un brillo malsano, un humor oscuro, la sombra de la oscuridad mas oscura que el negro de sus pupilas y que bailaba, desencajada de cordura y maldad.

Tras unos tensos segundos, Harg asintió hacia su compañero y sin mediar palabra cargo con el joven cruelmente asesinado hasta uno de los caballos sobre el cual también el montó.

No había mas que decir, solo hambre.

De esta forma salió a la oscuridad plena de la noche roja. Riendo entre dientes, babeando ante la suculenta próxima bebida. Y no mucho tiempo después, se aboco a beberse toda la sangre aun caliente del chico.

Su casta, su familia, su parentesco, su raza y linaje, su estirpe y abolengo, sus escasos sueños y la totalidad de su sufrimiento.  

La criatura revoloteó con sus siniestros movimientos alrededor del trio de mercenarios, y el perro, cuando el tajo de Rufus y el ataque infatigable de Morfeo el can volvieron a herir su carne. Más ectoplasma siseante corrió por el suelo de la desacralizada iglesia del monasterio. ¿Cuántos golpes podría resistir esa abominación? ¿Correrían todos el destino de Salvatore quien inerte era ahora un bulto, enorme, de carne muerta?

La horripilante criatura pareció flotar delante de Estrilda durante un instante. Una ráfaga de aire, frío y helado, pareció salir de la figura mientras un chirrido resonó en la cabeza de la antigua bailarina exótica. El sonido era horrible, una nota musical blasfema e impropia de esta realidad. El chirrido de dos planos no euclidianos rozándose en dimensiones que nunca conocieron la luz solar. Lugares aun más abandonados a la desesperación que este moribundo mundo en el Fin de los Días. Lugares llenos de seres que ansían cruzar el Velo de la realidad y ser alumbrados por la sangre derramada en nuestro plano. Durante unos instantes Estrilda paralizada grita muda de terror mientras esta insostenible claridad y revelación le hacen comprender el horrible destino del que nadie podrá escapar.

Pues el fin está cercano, y todo aquello a lo que el Basilisco Bicéfalo nos condenó ha de pasar.

Rufus, aprovechando que la criatura tenía su atención puesta en Estrilda, se abalanzo a la espalda de la criatura, y conjunto a su perro, intentaron atacarla. Lamentablemente, la extraña esencia de la criatura le hizo fallar el golpe, al igual que su perro, ya que esta apariencia fantasmagórica que tenía les hizo dificultoso el intentar golpearla.

Ambos desertores se pierden. Al menos por el momento, en la tenebrosa noche, siendo quizás dos más de los horrores que en ella se agazapan. Con la cara cubierta de sangre tras el banquete Harg el Rajaviejas, revelado ahora como una criatura apenas humana, e Isvar el cojo ( a quien podrían apodar el Rompejuramentos) abandonan a amigos y camaradas a la tortura y la muerte.

¿No son acaso los mejores ejemplos de la caballería en este reino enloquecido? ¿llegaran sus maldades y traiciones a ser recompensadas con el Dolor que llegará con el Fin de los Días? ¿o bailarán al final de una soga antes de que llegue ese gozoso momento?

La muerte esperaba para abrazarnos y llevarnos a los confines del averno. Pero ¿no vivíamos ya en uno?  Estrida había quedado consumida en el miedo, no la culpo, Rufus y su can luchaban con gran valentía y yo no seria como los cobardes de Harag e Isvar. Que se pudra su memoria y que se pudran en el infierno de los traidores. -¡Por la Compañía Negra! sentencie mientras me arrojaba al ataque, quizás la ultima carga de Harald el Podrido.

Mientras nos alejamos del poblado maldito a caballo, no puedo evitar hablar sobre lo que Harg hizo antes.

"Bueno... he visto a gente comer mierda o meado por gusto, pero nunca me he encontrado con alguien tan degenerado como tu. A estas alturas me da ya igual que seas una sanguijuela, te prefiero a ti que a las monstruosidades del monasterio o cualquier otro tarado de la compañía."

Por el camino cuento la hermosa historia de como Cabroncete y yo nos conocimos. Contarla siempre ha ayudado a mis oyentes a despejarse y olvidar la crueldad del mundo por un momento.

Cuando era más joven pertenecía a un grupo de piratas y surcaba los profundos y peligrosos mares buscando tesoros. En una de mis aventuras encontré a Cabroncete en una de las selvas de una isla remota. Le di de beber de mi botella de ron por hacer la gracia y cogió confianza conmigo, haciéndonos compañeros inseparables. Tras contar algunas esplendorosas hazañas que el mono y yo hicimos concluyo la esperanzadora historia.

Harg parece haberselo creido, pero en realidad todo es mentira. Maté a su familia de monos apestosos y me quedé con el pequeño Cabroncete porque los viajes se me hacen muy aburridos.

Paralizados unos, descompuestos por el terror otros y todos temiendo por sus vidas los mercenarios no logran herir a la criatura. Con sus hipnóticos movimientos la monstruosidad parece moverse indemne como si de un gato jugando con la rata herida se tratase.

Solamente Rufus, el inmundo ratero y aborto de alcantarilla, acierta a golpear con su corta espada. Durante un segundo incluso le parece notar como una mano amiga guía su brazo para superar la defensa de la criatura y hundir hasta el pomo la espada en su carne dura y correosa. ¿Una intervención celestial? ¿La ayuda de su ángel de la guardia? La marca grabada a fuego y con olor a azufre de unos largos y huesudos dedos que le quedará de por vida en el antebrazo parece sugerir que su ayuda procede de…otras fuentes.

Sea como sea, y sea cual sea el precio al que el Ratero se ha comprometido, el golpe es suficiente para que la criatura vuelva a emitir uno de esos chillidos incorpóreos. La misma sangre del pozo parece ahora borbotear en respuesta y gira en un remolino que parece absorber el aire de la sala. Una corriente primero que en segundos deviene un vendaval sacude las llamas de las velas que iluminan la escena mientras el remolino gana velocidad como si se perdiera por un desagüe hacia las profundidades ignotas de esta tierra.

La criatura parece arrastrada por esa corriente invisible y, casi con desesperación, alarga sus antinaturales brazos. Con uno agarra a Rufus pero el ratero logra, por la mínima, soltarse. Pero Harald no es lo suficientemente rápido. La criatura mete sus largos dedos por las cuencas de los ojos de la piel prestada que “el Podrido” lleva como si se tratase de un traje sobre su propia y putrefacta figura. Harald patalea y trata de cortar la piel para liberarse, sin éxito, y es arrastrado junto a la criatura por la corriente invisible al remolino de sangre. Antes de que su cabeza desaparezca en el denso líquido rojo lo oís chillar lastimeramente pidiendo ayuda.

El viento y el remolino se detienen tan pronto como empezaron. Y a la luz de las pocas velas que permanecen encendidas los dos supervivientes, Estrilda y Rufus se miran comprendiendo el cruel azar que los ha librado de la muerte. O algo peor.

Y esta fue la gesta de la Compañía Negra en el monasterio de San Simeón de la Sangre Derramada. Aunque sin saberlo fueron figurantes y sacrificio en la primera de las MISERIAS a las que el Basilisco Bicéfalo nos condenó con su certera profecía. Así pues la sangre de sus camaradas, derramada en el infame y blasfemo pozo, fue la matriz en la que ELLA enemiga y heraldo de la muerte de Vehru y Gorgh las dos sacrosantas cabezas de ÉL.

Aunque las ramificaciones teológicas escapaban de la mente de la veintena de los pocos supervivientes que, como perros apaleados, abandonaron prendiendo fuego al lugar saqueando cuanta plata pudieron y jurando nunca más volver a hablar de esa noche de pesadilla. Ese fue el fin de la Compañía Negra, al menos por el momento pues no sufráis pues esas purulentas fuentes de violencia que son las Compañías mercenarias siempre encuentran la forma de resurgir como abscesos infectados.

A grandes pasos se acerca ahora si el Fin de los Días ¡Lloran lagrimas de sangre los niños aun por nacer en esta tierra condenada! ¡Gozoso dolor! ¡Implacable condenación!

Fin del Epígrafe I