Partida Rol por web

¡El glorioso ejercicio de las armas! Habéis pasado ya un mes al servicio del Barón Adolph Shicklgruber. Este joven cadete de la muy antigua casa de Shicklgruber logró ascender al titulo de Barón tras la muerte de súbita de su padre Martin IV "el desollador" y el envenenamiento de su madre y tres hermanos mayores durante el banquete funerario posterior. Con empuje, y cierta afición por la tortura de débiles y desposeídos, el Barón Adolph III "el envenenador" ha decidido llenarse la faltriquera con una campaña de saqueo y expolio en los alrededores.

Tras haber extorsionado a sus propios villanos busca ahora nuevos objetivos. Y los rumores sobre la plata que los Monjes de San Simeón de la Anunciación han acumulado en años de gravosos diezmos resultan muy tentadores. Estos monjes son una rama heterodoxa, o herética, de la Orden de Cretón y la Iglesia del Basilisco Bicéfalo fundada por el propio San Simeón hace doscientos años. Este santísimo varón recibió la revelación, el Anuncio, de la llegada de la Divinisima Forma un renacimiento del Basilisco Bicéfalo, y decidió formar una comunidad para preparar su llegada mediante la renuncia al Pecado. Para evitar pecar el propio San Simeón derramó su propia sangre y abrazó el DOLOR haciéndose quemar al hierro sus partes pudendas, cortando todos sus dedos de las manos y las piernas a la altura de las rodillas. Luego fue enterrado vivo bajo el altar mayor de la iglesia del monasterio. Donde por gozoso milagro agonizó durante treinta años de continuos gritos de dolor hasta que fue devorado vivo por las ratas del lugar.

Aunque tales precisiones teológicas, por inspiradoras que sean, carecen de todo interés para la Compañía Negra. Vuestro patrón os ha mandado saquear el lugar y no necesitáis más razón para ello que vuestra propia codicia. Will "el bocas" afirmaba que otra banda mercenaria La Compañía del Águila ya había saqueado el lugar. Pero Will era un idiota que no sabía cerrar ese pozo de mierda desdentado que era su boca.

Aunque ahora apostados en la esquina de una de las ultimas casas del villorio situado a los pies del monasterio pensáis que quizás tuviera razón. Una pena que para demostrarlo tuvieran que reventarle la cabeza de un tiro de arcabuz disparado desde el muro que rodea el monasterio. Al parecer es posible que los otros mercenarios si que se os hayan adelantado.

Es probable que esto no sea tan fácil como torturar a unos monjecitos para que aflojen la plata.

Una decena de los miembros de la Compañía Negra estais agazapados en la esquina de la última casa del pueblo sin nombre a los pies del monasterio. La tarde empieza a decaer y el gris y mortecino sol que ilumina esta tierra maldita amenaza con esconderse al otro lado de las colinas a vuestra derecha. Con la menguante luz veis la empinada subida hasta el monasterio, un conjunto de edificios rodeado por un muro y de donde sobresale la torre de la iglesia,  no muy distante pero claramente peligrosa tal y como señalan los cuatro cadáveres de vuestros camaradas que ahora la decoran.

De hecho tres cadáveres y un herido, pues el joven Thom el aguador, un niño de apenas doce años al que maltratáis como a un perro pero que no tiene a donde ir, gimotea y pide ayuda con un virote de ballesta sobresaliéndole del muslo. ¿Deberíais exponeros a compartir su destino para salvarle? ¿O como mínimo intentar arrastrar los cadáveres para saquearlos?

Para empeorar vuestra situación veis venir hacía vosotros por la calle de la aldea la amenazadora figura del Capitán de la Compañía Negra: Klaus el Loko.

¡Que la maldición del Basilisco Bicéfalo os lleve pandilla de cobardes! grita furioso al veros a cubierto. Sus ojos, claramente vacíos de cualquier trazo de alma, saltan de uno a otro de vosotros llenos de furia homicida. ¿A que diablos estáis esperando? 

Uno de vuestros camaradas abre la bocaza para hablar de la resistencia armada, proponer una retirada o esperar a la noche. Klaus no espera a que acabe para agarrarle por el cabello, retorcerlo y empezar a descargar golpes con su guantelete de placas. El horrible sonido del metal contra dientes y músculos prosigue mucho más de lo que lo hacen los gemidos de dolor. Para cuando Klaus finaliza hay poco que pudiera reconocerse como una cara en el cadáver que deja en el suelo.

Os señala y podeis ver como gotas de sangre y masa cerebral caen lentamente del guantelete al suelo. Vosotros seis ¡sois la nueva partida de asalto! Corred colina arriba y abrid las puertas. El resto os seguiremos. Mira al cadáver de aquel que tenía dudas y luego a vosotros. Y no tardéis, su Señoría tiene prisa y al que remolonee yo mismo lo entregaré al potro. Así que ¡en marcha!

Asoma la cabeza y ni pestañea cuando un disparo de arcabuz hace saltar parte de la pared de la casa a pocos centímetros de su cara. ¡Bien han disparado! Andarán recargando así que echadle huevos y corred colina arriba. Podeis superar el muro por ahí. Señala un punto donde parte del muro parece derruido parcialmente, a unos metros a la izquierda del portón principal del monasterio.

O podeis demostrar algo de astucia y rodearlo por ahí y buscar otro punto por donde entrar. Señala hacia la derecha de vuestra posición. La colina sobre la que está el monasterio cae hacia el rio que corre a sus pies en un corto terraplén. Quizás podáis tratar de escalar por ahí pero vete a saber que horribles animales serpentearán bajo las pútridas aguas del río.

Klaus os mira y hace crujir el ensangrentado guantelete. ¿Que estais esperando? ¡En marcha! ¡El último cobra!

-¡JA!- Jack se levantó de golpe del sitio en el que estaba tranquilamente sentado, había estado evitando todo tipo de situaciones complicadas...Pero la guerra era la guerra y ya tocaba.

-Al lío tunantes, bien sabe mi hermanito Prügl que los atajos entre los malditos árboles nunca son buenos-

Se atusó las ropas para sacudir el polvo.

-Bueno, el basilisco bicéfalo siempre sonríe a los valientes, y por sonreir no será ¿Por qué caminar si podemos llegar antes corriendo de frente? ¡JA! ¡A por ellos-

En realidad estaba cagado de miedo, pero mejor era arriesgarse a unas flechas que a un camino lleno de árboles malignos y bestias peligrosas.

-En guardia mi valiente avanzadilla a abrir las puertas-

Mientras se arrancaba una costra de la mano Lapp se percató de que Klaus se dirigía hacia ellos. Tras observar como pulverizaba a uno de los ingratos que tenía al lado, suspiró y barajó las dos opciones que mostraba el loko.

"Sí... sí, sí... ahora mismo." - Dijo levantando un poco la cabeza y observando el camino al monasterio.

Lapp contemplaba con nerviosismo los cadáveres y al niño chillón que se encontraban en la subida hacia la torre, a su vez también sentía como la mirada de Klaus se posaba en él, era como un escalofrío.

Finalmente decidió ir por el frente, al menos sabía qué les estaba esperando y los desgraciados tenían muy mala puntería.

Lapp se levanto junto con Jack y miró a sus compañeros. Junto con Jack, azuzó a los demás. - "¡Venga vamos, al frente!" - Dijo mientras le pegaba una patada a Aegog, que lo tenía al lado.

Harg se sentía desolado mientras veía al pequeño Thom desangrarse poco a poco.

Se había llevado la mano izquierda a la barriga la cual presionaba con fuerzas pues sus tripas se revolvían ahora como si se le hubiera despertado en el estómago un vórtice marino de órganos y heces. Su mano derecha, se aferraba al cochino muro de la casa como la garra de un gran felino y tanta era la presión que aplicaba en aquel gesto que los nudillos se le notaban blancos de sangre.

Su hermoso rostro dejaba entrever la batalla interna de sensaciones que ahora le azotaban el alma y la mente a partes iguales. Gestos, marcas y expresiones claras a ojos de todos.

Arrugas en su frente de piel rosácea y perfecta, ojos enmarcados con abundantes pestañas entrecerrados ante el horrendo espectáculo, dientes pequeños y blancos que mordían el carnoso labio inferior rojo como una manzana dulce.

Que corazón abnegado, que mente altruista, que alma de poeta sufriente, podrían decir algunos al verle por vez primera.

La realidad era más bien que…!ná!.

A Harg le importaba una real mierda que el pequeño Thom terminara su miserable vida en aquel lugar pero, el ver aquella deliciosa, roja, tibia y joven cosecha de vida liquida desperdiciarse sobre el inmundo suelo le había hecho a Harg olvidarse de todo el jodido resto de preocupaciones actuales que le acosaban.

Ahora, solo le importaba una cosa. Beberse a Thom hasta dejarlo tan seco como un odre de piel de ternero mamón.

Así que cuando el capitán llego hasta el sitio donde estaban con sus usuales mierdas y tras cepillarse a uno de los compañeros en un plis plas – otro desperdicio innecesario de bebida pero esta cosecha no era de su agrado y tenía gonorrea  -, escuchó a medidas las palabras de alguno de los compañeros de infortunio allí reunidos antes de abrir a su vez la boca.

Pues mucho dices y poco haces, si se debe marchar, menos hablar y más correr, expresó con un tono muy nasal de voz y a continuación hizo lo propio.

Correr.

Ya llego Thom, ya llego, iba pensando con maniático deseo y relamiéndose los labios.

Mientras el capitán destroza el rostro de uno de los miserables que formamos la compañía, recuerdo mi propio dolor. Miró el garfio que ocupa el lugar de mi mano y deslizo el filo del arma por él.

- Arggg

Lanzo un patético grito de batalla mientras mis compañeros avanzan y espero a que me lleven unos pasos de ventaja para ir tras ellos. Soy un cobarde, pero eso no tienen por qué saberlo. Al menos no por el momento. Trato de que sus cuerpos me cubran mientras llegamos y aunque soy más bajo que ellos, me agacho mientras les sigo.

Al ver que todos sus compañeros habían marchado, el hermitaño, mirando su arma, reviso el cuerpo del despojo humano y si él llevaba un arma mejor que la suya la llevaría encima, tras eso correría tras el resto de sus compañeros. A diferencia de estos, los dejaría avanzar, y a mitad de montaña revisaría los cadáveres de los muertos y dejaría que sus otros compañeros se encargasen de salvarle la vida a Thorm. Se fue fijando en todos sus alrededores de que nadie le apuntara, y si notaba que alguien le apuntaba, retrasaría el paso para que prefiriera apuntar a otro de sus compañeros que fuera más adelante en la carrera.

Aegog, preso del pánico y la vorágina de la escena, mira asustado y escondido tras el muro derruido como sus compañeros van avanzando cautelosos para adelante. Intenta armarse de valor pero la imagen de sus compañeros de armas muertos, desangrados y desmembrados hace que se le quiebre la voz y sea apenas capaz de saltar un rídiculo silbido. 

Mira al frente y veo en lo alto de la colina al pequeño Tom. Respira profundamente y se arma de coraje y valor para i a salvarlo, descolgarlo y librarlo de ese funesto final.

Es sorprendente lo que la certeza de una horrible y dolorosa muerte hace para que una banda de despojos acepten el riesgo de una horrible y dolorosa muerte como la mejor de las dos opciones.

Temiendo más a los ojos enajenados de Klaus, tentados por la promesa de infligir dolor, o de hartarse de sangre los seis mercenarios echan a correr colina arriba hacia el prometedor hueco en el muro que protege el monasterio de San Simeón de la Sangre Derramada.

Jack, Lapp y el pequeñajo feo como un pecado al que sencillamente todos llaman El Chamorro echan a correr optando por el camino más directo. Con las ultimas luces del atardecer y resoplando por correr cuesta arriba la rapidez de su iniciativa ha debido sorprender a los defensores pues ya han avanzado gran parte del camino para el momento en el que un primer disparo de ballesta pasa a escasos centímetros del muslo de Lapp para clavarse en el suelo.

Harg y Aegog corren hacia el pobre muchacho, Thom, que sigue gritando como un pequeño cerdito mientras se le escapa la vida. Ambos mercenarios se mueven con velocidad aunque llevados por propósitos opuestos. Claro está que el abalanzarse sobre el muchacho los convierte en un buen objetivo. Un virote vuela certero hacia Harg mientras este está inclinándose sobre el malherido Thom. Pero por esta vez el Destino parece entretenido con ver cual será su siguiente villanía pues su cota de malla sorprendentemente para el proyectil que queda atascado entre las anillas que cubren su hombro derecho. En ese momento se oye un estruendo y una nube de humo negro brota entre las piedras derruidas del agujero en el muro del monasterio. Aegog tiene el tiempo justo de echarse al suelo cubriendo, o ahogando, a Harg y Thom cuando un disparo de arcabuz les pasa silbando por encima.

Dúrer por su parte deja mayor distancia, con su natural paranoico prefiere dejar la dudosa gloria a sus “camaradas” y gustosamente acepta el sacrificio de sus pellejos para proteger al propio. Aunque eso implica que es el que menos distancia ha cubierto y que si esos malnacidos echan a correr puede lamentarlo al quedar descubierto.

Lapp siguió corriendo, pero no se percató de una minúscula y bien escondida piedra en el camino que hizo que tropezase, cayendo al suelo.

Sin duda esto le retrasó bastante y le convirtió en un buen blanco.

Emito un grito gutural al oír el disparo del arcabuz. Si esto no termina pronto necesitaré unas calzas secas. Trato de alcanzar el muro, pero mis piernas cortas y la pendiente hacen que fatigue con rapidez. Maldigo mientras temo que mi vida sea tan breve como mi estatura.

El pequeño cráneo que llevaba colgado al cinto, perteneciente a su hermanito Prügl, avisó a Jack justo en el momento en el que casi se tropezó con los cascotes del agujero del muro, posibilitándole así el poder saltarlo sin esfuerzo.

-Gracias hermanito- Le dijo a la calavera colgante mientras desenvainaba su espada corta, listo para acuchillar a alguien, si es que en su destino había alguien y no era otra cosa más que una vil trampa.

-¡Vamos haraganes, que el capitán está mirando!- Gritó mientras continuaba la carrera final.

Dürer fue retrasando cada vez más el paso, quedándose más atrás, puesto que no era tan rápido como el resto como para avanzar por la colina, y quería observar de primera mano que iba sucediendo. Observó cómo a uno de sus compañeros los atacaron, pero no por eso apresuró el paso, si no que todo lo contrario, esperaba que eso provocará que el enemigo se concentrará en quienes iban adelante, cosa de poder entretenerse revisando los cuerpos de aquellos que habían caído más atrás. Y si podía, y veía algún arma botada en el campo de batalla no dudaría en llevarla consigo. 

Quizás fuera por la luz menguante. Quizás sencillamente por su mala forma física debido a una alimentación deficiente. O quizás fuera la burla cruel de un azar indiferente. Pero la cuestión es que de los tres que echaron a correr solamente Jack el gracioso logró alcanzar el muro y colarse por el hueco derruido del mismo espada en mano y grito de guerra en los labios.

Dürer, Lapp y el Chamorro quedaron más atrás resoplando y tratando de alcanzarle. En el caso del Chamorro eso es hasta comprensible pues recibió un virotazo en su pechito de enano contrahecho. Aunque la armadura paró el golpe sin mayores peligros el chiquitín fue a dar al suelo para gran hilaridad del resto (y decepción por no poder saquear su cuerpo sin vida). Aun así, a trancas y barrancas alcanzaron la brecha y se unieron a Jack.

¡Con que bravura acometía Jack a sus enemigos! ¡Con que poca maña los atacaba! No logró rebanarle el pescuezo a nadie, pero su entrada en tromba logró que el trio de hombres que guardaban la brecha dieran un paso atrás entre sorprendidos y asustados. Mientras trataban de desembarazarse de las ballestas y el arcabuz y echar mano de las armas cuerpo a cuerpo los camaradas de Jack se plantaron junto a él obteniendo ventaja en los números y saltando al ataque.

Mientras tanto Harg y Aegog seguían a lo suyo, apostados alrededor del pobre Thom quien ya pálido y desangrado solo pedía que enviasen a su madre sus pocas monedas para que no tuviera que vender a otra de sus hermanas al lupanar. Es dudoso que Aegog y Harg tuvieran tan misericordiosos pensamientos en mente. De hecho para Aegog lo de tener mente llegó a su triste final cuando un arcabuzazo disparado desde la torre de la iglesia monacal, que se alzaba ominosa gobernando la escena, le reventó la cabeza.

Como si de una sandia que hubiera estado demasiado tiempo al Sol pedazos rojizos y melosos salpicaron al niño moribundo y a Harg.

Por un momento, el graciosete de Jack pensó que quizás podría convencerlos para que depusieran las armas o cualquier tipo de tontería que finalizase la pelea. Estuvo muy tentado y su labia supuestamente no era mala, pero estaba seguro de que los energúmenos que estaban a su lado se lanzarían al cuello de aquellos cabrones, por lo que todo su esfuerzo sería en vano. Eso si lo tomaban en serio, claro, porque la labia de Jack no era precisamente poesía, sino un atajo de payasadas varias que tenían la posibilidad de salir bien o mal, según el basilisco bicéfalo quisiera....

...Y de tanto pensar en payasadas, falló su ataque, como era lógico cuando estabas en la puta parra.

-¡Ay Prügl! No damos ni una- Se quejó lastimeramente.

Harg que había llegado hasta donde el pequeño moribundo, le había tomado de las piernas y se disponía a decirle a su compañero que hiciera lo propio con los brazos cuando, tras un estallido cercano, se vio a si mismo bañado por una súbita chorreada de sangre, pedazos de huesos y sesos de Aegog.

Tras el inicial shock, el único pensamiento que vino a la mente de Harg para su compañero fue que bien podría haberse muerto mas cerca del muro puesto que ahora le dejaba en medio de la nada e indeciso sobre que cuerpo arrastrar.

Si seguía a este ritmo, pronto se le acabaría la suerte y seria su cuerpo el que terminaría con la cabeza reventada en el suelo.

Por lo tanto, y con mucho pesar, tomo de las manos del chico las monedas, un par de dientes de su compañero que habían volado cerca cuando le reventó la cabeza y sin mirar hacia atrás, corrió tan rápido como pudo hacia el muro.

Ojalá sus compañeros hubieran acabado con alguien.

Tenía mucha sed.

Aprovechando la situación, Dürer intentó avanzar desapercibido, y al ver como su compañero estaba siendo atacado por tres guardias, aprovechó y atacó uno de ellos directamente por la espalda, con la intención de apuñalarlo en el cuello, o en algún punto vital, donde chillara más, no importaba, si era necesario, lo apuñalaría el suficiente número de veces hasta que estuviera muerto.

Me levanto entre las risotadas y avanzo hasta el agujero. Me cuelo tras Jack y aprovecho para atacar a los hombres que él ha sorprendido. Usando mi corta estatura a mi favor le clavo el garfio en la entrepierna al primero de ellos.
La sangre corre mientras se dobla sobre si mismo. Ahora verá el mundo como yo lo veo, desde lo más bajo de esta miserable vida.

Lapp desenvainó su espada y decidió dirigir una estocada de su arma al estómago de un enemigo cualquiera.

Pero falló tristemente.