Partida Rol por web

El Caballero Blanco dirige su ataque contra Rufus el ratero, quien empezó toda la trifulca. Su maza se mueve con rapidez y el ratero, más acostumbrado a las puñaladas traperas que al combate real, apenas puede defenderse con su hacha. Tras lograr desviar los primeros dos rápidos golpes no ve venir el que supera sus defensas. Nota como se le llena la boca del regusto de la sangre cuando la maza le golpea en la boca del estómago y aunque agradece haber putañeado y saqueado para comprarse una cota de mallas sabe que no podrá encajar muchos como estos.

Mira y ve como sus compañeros permanecen impasibles como si asistieran a ver como se decanta el duelo.

El Caballero Negro no tiene duda alguna a quien atacar. Pronunciando una palabra en un idioma que desconocéis pasa la mano por el cabezal de su hacha y este parece quedar rodeado por un fuego de llamas negras.

Con una sonrisa se acerca hacia Rufus. Ven aquí maldito villano. Tu vista será un justo pago por tu insolencia a levantar la mano a tus superiores.

El hacha se acerca a la cara de Rufus antes de que este pueda apartarse. Y aunque por un segundo cierra los ojos esperando que el filo le abra el cráneo con un melón no siente dolor. Con los ojos cerrados y los dientes apretados espera oír el crujido de su propio hueso al astillarse, pero no oye nada.

Es cuando abre los ojos que se da cuenta que hay destinos peores que la muerte. Pues el golpe no le ha robado la vida si no el sentido de la vista.

Ciego y perdido en la negrura el Ratero grita mientras los tres Caballeros se Carcajean.

Marchaos ahora. Nos habéis divertido y poco más entretenimiento sacaríamos de ultrajar vuestros cadáveres. Dad el rodeo hasta el vado del río. Dice señalando corriente abajo. Y no nos hagáis repensar nuestra caballerosidad.

Rápidamente llamo a Cabroncete y me encamino a rodear el puente como nos han indicado con lentitud y sin dar la espalda a los caballeros.

Rufus, quién se vio cercado por la oscuridad, se agarró de su perro, y Morpheo, notando que algo pasaba con su dueño, comenzó a guiarlo por el camino, siguiendo al resto. Rufus de vez en cuando tropezaba, pero aún así, mantenía el hacha bien apretada con su mano.

-Sí, ahora mismo nos vamos, sires, recogeré lo que es mío y nos marcharemos con la paz del basilisco-

Lo más rápidamente posible, Estrilda fue a recoger su lucero del alba antes de salir por patas de ahí.

-Perdón por todo el revuelo que hemos causado, caballeros-

Respirando con dificultad, aunque aliviado por seguir vivo y dejar el arma maldita atrás, gateo entre el barro y me alejo varios metros antes de ponerme en pie.

Quizás cuando terminemos este encargo pueda volver a mi hogar.

El camino por la embarrada orilla, sembrada aquí y allá con cadáveres mutilados, es deprimente y denigrante. Los integrantes de la partida de aventureros acaban cubiertos hasta las pantorillas de un fango asqueroso y maloliente. Su único consuelo es ver al pobre y ciego Rufus caer de cara en el lodo un par de veces.

Finalmente llegan hasta el vado que avistaran. El agua marronosa parece correr más lenta aquí, o eso indican los cuerpos que perezosos flotan corriente abajo, pero el suelo del río debe ser tan embarrado como la orilla. Por lo que un mal traspiés puede llevar a uno a ahogarse de forma innoble en este cauce de aguas viles y cenagosas.

Como advertencia de este peligro un carromato aparece tumbado sobre su lateral y semihundido en la corriente en la mitad del vado. ¿Quizás valga la pena acercarse a rapiñar algo? ¿O mejor ir a lo seguro y cruzarlo? ¿Y son débiles gritos lo que se oye desde el otro lado del carromato volcado?

Cruzo el rio con Cabroncete en brazos, que si se moja apesta aún más. Lo hago rápido por si hay algo en el agua... tengo malas experiencias con cosas escondidas en el agua.

Una vez en la otra orilla, escupo una de mis flemas negruzcas y ahora sangrientas al rio.

Respire aliviado tras terminar el combate contra aquellos caballeros, agradecí a la suerte de no haber contado con bajas en el grupo, mientras combatíamos imagine que varios de nosotros nos uniríamos a ese campo de cadáveres como un igual. Al llegar al vado intente cruzarlo lo más rápido posible, al igual que mis compañeros divise el carromato pero mi curiosidad no era tan grande como para arriesgarme a ir hasta allí. 

Rufus dejó que su perro avanzara al seguir el torrente del agua, y agarrándose a este, comenzó a avanzar como pudo agarrado de su perro, si notaba que este se empezaba a hundir, intentaría agarrar al desgraciado más cercano que tuviera para agarrarse de él y darse impulso para seguir nadando.

Me acerco al carromato. Es posible que encuentre algo de utilidad o que alguien esté atrapado.

El rio no le infundía mucha confianza a Estrilda y rebuscar en aquel carromato volcado, menos aún. No iba a ser demasiado difícil cruzar sin mojarse, no con su entrenamiento circense de cuando practicó una temporada con los funambulistas. Se acercó al borde y de un grácil y ágil salto la chica cruzó sin ningún tipo de percance.