Partida Rol por web

Las indicaciones de vuestro nuevo patrón parecen ser sencillas. Ir hasta el campo de batalla, rebuscar entre los muertos (quien sabe si incluso saquear un poco) hacerse con el colgante que al parecer Jack prestó al barón de la heráldica del grifo y la doncella y volverse a cobrar.

¿Qué peligro puede haber en un campo de batalla después de la misma?

Algo os hace sospechar que del maldito Jack, al que casi estaríais tentados de llamar por otro nombre, todo lo que podéis esperar son mentiras y medias verdades. Pero una banda de desertores no puede ser exquisita escogiendo trabajo o patrones.

Así pues empezáis a andar hacia el sur, hacia el lago Onda, y al cabo de medio día las cada vez mayores bandadas de carroñeros que pueblan el horizonte os indican que vais por buen camino. Luego es el hedor, a sangre, mierda y carne quemada, el que os confirma la dirección tomada.

Por fin a primera hora de la tarde llegáis a la cima de una colina y avistáis el campo de batalla en si mismo. La falda de la colina se extiende en una amplia llanura cruzada por un rio unos cuantos kilómetros más adelante, al parecer (aunque cuesta decirlo en la distancia) dando un rodeo se puede llegar a un puente de piedra que lo cruza. Tras el rio un bosquecillo parcialmente quemado del que sobresale otra colina con una torre ruinosa. Algo de humo parece elevarse por ahí y el viento trae un débil eco ¿explosiones de cañón? ¿Es posible que sigan por ahí algunos enfrascados en el sangriento deporte de la guerra?. Y por todos lados una alfombra de cuerpos, armas rotas y estandartes quebrados. La carnicería fue de las que hacen historia.

A vuestra derecha veis a un grupito de figuras harapientas y sucias entreteniéndose en desnudar y saquear a un grupo de cadáveres, oiis sus voces chillonas al parecer excitadas pero no entendéis lo que dicen. ¿Deberíais pararos a preguntar para saber si saben algo de vuestra presa? ¿O son solo los saqueadores de cadáveres que igual que los carroñeros siguen a la matanza? Y si decidís bajar ya hacia el llano ¿vale la pena dar el rodeo hacía el puente o esperáis poder cruzar el rio sin dar tanta vuelta?

Tras vislumbrar el lugar, yo sabía que mis amigas deberían estar rondando por aquél lugar ,por lo que acercándome a la parte donde habían más cadáveres, hice unos pequeños graznidos, llamando a las ratas que había allí. Hablaría con ellas, quería saber los secretos, y ver si ellas tenían idea de donde estaba aquel barón que estábamos buscando.

Escucho los susurros que me acompañan a todas partes y que quiebran mi alma. Clavo la punta del arma en el sucio suelo y apoyo mis manos en su empuñadura, para que el peso de mi cuerpo descanse sobre el acero al que sirvo.

Observo la masacre tratando de encontrar al alguien que destaque sobre los demás cadáveres, tanto por su vestimenta como por su armadura.

- Deberíamos cruzar el puente. No creo que debamos caminar por el rio sin saber su profundidad.

-Con cuidado, no podemos fiarnos de que no nos ataquen esos buitres- Sentenció Estrilda, mientras observaba con curiosidad a Rufus durante unos segundos, antes de volver a ponerse alerta. Había muchas cosas que vigilar y los saqueadores no eran los únicos a quienes echar un ojo.

-Va a ser difícil encontrar ese cadáver entre tantos-

Harg permanecía en silencio mientras observaba a Rufus “hablar” con las ratas. Quizás el hombre tuviese una capacidad desconocida que pudiera servirles para no andar dando tumbos por aquel paraje de desperdicios humanos.

Muertos y vivos.

Estaba atento a todo, sin dejar de lanzar fugaces miradas hacia todas partes y con la mano hábil cerca del arma en caso de precisarla.

Un par de ratas, gordas y lustrosas, salen de debajo ¿o quizás de dentro? De un cadáver próximo. Con los hocicos aun embadurnados de sangre humana y con el aliento de la carroña a su alrededor avanzan rápidas hacia Rufus. De quien comprendéis ahora que el apodo "el ratero" es quizás más literal de lo que esperabais.

Las ratas parecen conferenciar entre ellas con agudos chillidos antes de que una de ellas se encarame por la pierna, el pecho y finalmente el hombre de Rufus para, en tono conspirador, susurrarle al oído en su infame lenguaje de chillidos.

Saludos querido primo te susurra la rata en su lenguaje que solamente tu puedes entender ¿has venido a este banquete glorioso que las princesas de esta tierra nos ofrecen? Realmente son ciertas las profecías, la era del hombre se acaba y la hora de la rata se acerca. Tres duques, cuatro príncipes, decenas de condes...y más de quince mil desgraciados. La rata ríe y se relame mientras repasa el menú del ágape.

Pero no, aquel del que me hablas aun no hemos tenido el placer de catarlo. Aunque al otro lado de esa colina aun hay un grupo que sigue enfrascado en matarse. Añade mientras te rodea el cuello para hablarte ahora en el otro oído. Si, cruza el rio y rodea o atraviesa el bosque. Y ahí los encontrarás en las ruinas de un antiguo castillo. Tres días llevan ya y creo que pronto no quedará ninguno. Pero ten cuidado pues otros poderes de la misma cofradía de ese al que apestas merodean por este valle plagado de manjares. ¡Y están aun hambrientos!

Y sin decir nada más se escurre por tu brazo y de un salto se pierde de nuevo entre los cadáveres. Descubres con cierto disgusto que se ha meado en tu hombro.

Rufus se puso blanco después de que su amiga se bajara del hombro. Pasando la muñeca de su chaqueta de cuero se limpió el "regalo" de esta, y acercándose a sus compañeros, los miró seriamente, y les dijo;

-El barón aún no ha caído. En este combate han luchado, princípes, duques y condes, lo que ven es solo una parte de la gran carnicería de casi 15 mil almas hubo en este lugar. Pasando esta colina la batalla continua, y allí, en las ruinas de un antiguo castillo, llevan tres días de combate imperecedero. Allí encontraremos al barón. Lo que sí...las criaturas con las cuales luchamos con la Compañía Negra rondan por el lugar, por lo que debemos andarnos con cuidado. -Dijo, mirándolos con seriedad, para ver que decisión tomaban respecto al camino.

Mucho se lo estaban pensando los mercenarios mientras disfrutaban del salutífero aire de carroña y podredumbre, así como de las vistas al valle sembrado de cadáveres. Solamente Metzger demostró tener algo de convicción y talante de líder para señalar la necesidad de echar a andar hacia el puente que se atisbaba en la distancia.

El resto escucharon el reporte del Ratero y sus peludos confidentes sin decir palabra. Al parecer estaba claro que por el momento su presa seguía estando viva y coleando. Por lo que lo mejor era actuar con rapidez antes de que pusiera distancia. A fin de cuentas solo tenían tres días para cumplir el encargo. Por lo demás la noticia de que otras criaturas tocadas por lo sobrenatural podían andar rondando el lugar hizo que un escalofrío recorriese las espaldas de todos. Su anterior roce con la magia se había saldado con una mortandad muy alta y solo era cuestión de tiempo en que los dados rodasen en contra de los presentes.

Mientras andaban en estas cavilaciones se acercaron cinco de los pordioseros que habían estado saqueando cadáveres.

Eran figuras patéticas, miembros delgados y cubiertos de suciedad y pústulas, ropas sucias que apestaban a humanidad y cadáver y rostros macilentos donde la vida no era una plenitud si no una ascua que se niega a aceptar la dignidad de la muerte.

Había cinco de ellos extendiendo las manos en señal de mendicidad mientras se acercaban.

Uno de ellos, tan harapiento como el resto, levantó la voz Que el buen Basilisco Bicéfalo os guarde dignos señores. Somos pobres almas dejadas de lado por la Fortuna y os solicitamos vuestra merced ¿no tendríais una moneda, un trozo de pan? ¿una caridad con los desfavorecidos?

Preguntó con tono lastimero mientras se acercaban, su nauseabundo olor y triste estampa asaltando vuestros sentidos.

Antes de que se acercasen los despojos malolientes dirgí una pregunta a Rufus.

"¿Saben tus amiguitos los colores que porta nuestro objetivo? Podriamos saquear a alguno de sus hombres y hacernos pasar por ellos, obteniendo el elemento sorpresa." - Me quedo un momento pensándolo y añado algo más. - "Aunque nos podriamos buscar guerra con el otro bando, quién sabe..."

El camino hasta aquel lugar había sido relativamente fácil. El Hedor guiaba las narices de los mas versados mientras que otros solo seguíamos al contingente en lo que parecía ser solo la búsqueda de un cadáver. En todo momento trate de guardar silencio, no era un persona muy habladora pero tampoco me creí un lobo solitario, esos idiotas suelen morir bastante rápido. No, no. El motivo de mi silencio era que viajaba con un grupo al parecer peligroso y no quería ser víctima de alguna agresión por un comentario a destiempo o desafortunado. ¡Mi salud es tan Frágil!
 Al llegar al lugar recibimos la noticia de que aquel "cadáver" que había que encontrar aun seguía de pie y peleando por lo que ahora no era una simple misión de rapiña sino que teníamos que matar a alta alcurnia y para colmo en el lugar estaba la presencia de algunos enemigos que este grupo había encontrado anteriormente en otro lugar. Cada segundo estábamos mas tapados de mierda.
 De pronto una idea surgía por parte de aquel que llamaban Isvar. -No me parece una mala idea, entre tantos cadáveres debe de haber una vestimenta con los colores de nuestro objetivo que sea de nuestra talla.- Agregué casi en el instante en el que  un grupo de  mendigante pedía una ayuda. -No poseo mucho metal pero puedo compartir esto con tigo dije extrayendo una moneda y acercándola tomando la precaución de que no viera que en el saco había más. -¿Saben ustedes quienes son los bandos que pelearon esta batalla? pregunte, tal vez de su respuesta pudiéramos extrae información de que uniforme era de cada uno.

Estrilda aflojó otra moneda de plata, para no parecer tacaños y así evitar una confrontación antes de tiempo.

-No me queda más, pero veo que lo necesitáis más que yo- Les dijo a esos tipos flacuchos antes de volverse hacia Rufus y el resto.

-Sí, hay que darse prisa si aún está vivo ese tipo, yo ya lo dije antes de asaltar la abadía, mejor el camino recto que dar un rodeo, y menos aún por un rio fangoso, al puente pues-

Harg miraba de reojo la situación entre sus compañeros y aquellos carroñeros. El hombre, desconfiado por naturaleza, se había ido apartando un poco del grupo como si buscara ver algo en el horizonte que escapaba a su escrutinio.

Lo cierto, es que no esperaba mucho de la inteligencia de algunos de los que ahora le acompañaban, pero de ahí a escuchar – y ver -, como dos de ellos comenzaban a darles monedas a los pedigüeños casi le hace carcajearse de nuevo.

Ilusos, pensó con una sonrisa ladeada en el bello rostro y mientras se alejaba un poco mas de lo que, intuía, no iba a terminar nada bien.

Ojala Isvar y Metzger, dado el tiempo que los tres habían pasado juntos, atinasen a percatarse de sus intenciones, pensó.

- No poseo monedas que daros, ni ningún otro bien que pueda compartir.

Mientras me dirijo hacia el puente, echo un vistazo rápido por si veo algo interesante o por si hay algún peligro cercano.

- No tengo intención de vestirme como un muerto. Aunque vosotros podéis hacerlo. No tengo tiempo que perder y supongo que haya bastantes mercenarios como para pasar desapercibidos.

Mientras espero a que Rufus termine de cuchichear con sus ratas sobre mi idea, me aparto un poco al ver que vienen unos desconocidos.

Con la intención de que se alejen lo más rápido, lanzo cinco monedas desde la distancia hacia ellos.

La cara de sorpresa de los pedigüeños cuando les arrojáis las monedas es un verdadero poema. Incluso uno de ellos queda tan sorprendido que deja caer el trozo de metal retorcido y con pinta de infeccioso con el que a buen seguro planeaba rajaros y robaros.

La sorpresa dura poco pues los cinco se arrojan al fango a por las monedas. Hay patadas, empujones y un mordisco en la nariz de uno mientras arreglan entre ellos el reparto del botín. Mientras se deshacen en elogios.

¡Muchas gracias bienaventurados señores. ¡¡Sobre vuestras mercedes recaigan las más libidinosas bendiciones! Dicen mientras se deshacen en lastimeras reverencias. Aquí en este lugar antes llamado Campo de Lirio combatieron las tropas de las dos hermanas que se disputan el trono. La Sangrienta Goneril que desuella a los hombres después de yacer con ellos y Regan la Oscura quien ha sacrificado más de trescientas vírgenes a la Hermana Sangrienta, ambas enviaron a sus tropas aquí para medirse en batalla. El nombre de las dos princesas que se disputan el trono de su horrible padre parece estremecerles ¡oh reverendísimos milores y dama! ¡Que gran matanza!

Escuchan la descripción que les dais de la divisa y sacuden la cabeza. No, no hemos visto ningún caballero con tal divisa. Pero la batalla dicen prosigue, aunque muy disminuida. Y además hay tantos cadáveres….

Más animado se alejan entre reverencias con una última oferta ¿no querrían sus señorías ilustrísimas comprar algo? ¡Tenemos dientes de oro, buenos pulgares y otros miembros! Les haremos mejor precio que a Mog-ur el saqueatumbas.

Rufus se pone un poco más atrás del resto, y sacando diez monedas de plata, vuelve al frente, y mirando a los tipos les dice;

-Hagamos un trato. Yo les daré 10 monedas de plata más, si nos guían a través del lugar, por el camino más corto, al castillo en ruinas que está más allá de la colina, ¿Qué les parece? -

Dijo, mientras hacía sonar las monedas y se las mostraba, listo para dárselas si ellos aceptaban el trato.

Los tipos aun se rien de la oferta de Rufus mientras se alejan. Ni hablar, hay cosas horribles y no es la menor de ellas Mog-ur el nigromante con su carro de despiece. Ni locos bajaríamos hasta ahí. ¡Majadero!

Rufus se da cuenta como a medida que se alejan la cortesía de los mendigos empeora. 

Tras tan interesantes conversaciones, que no pierdan nuestros protagonistas de vista la mendicidad pues probablemente ese sea el futuro que les espera (si viven lo suficiente), los miembros de la partida de busqueda echaron a andar hacia el puente en la lejanía.

El hedor a muerte era intenso y las nubes de moscas zumbaban sin cesar sobre los cuerpos postrados en varios estados de desmembramiento y destripe. Un ligero vientecillo va cogiendo fuerza haciendo que las moscas empiecen a zumbar enloquecidas. Rapidamente gana velocida y antes de que os deis cuenta es un vendabal de viento nausabundo, plagado de humores corrompidos de los cadáveres, que agita banderas rotas, levanta polvo y os ciega en vuestro camino.

Procurando protegeros del asalto de este nuevo enemigo ¿hasta el mismo clima en vuestra contra? y no perder el camino haceis de tripas corazón para seguir avanzando.