Partida Rol por web

La sala principal del hotel es muy amplia. Frente a la entrada principal hay una gran escalera de mármol cubierta por una alfombra roja que conduce a la primera planta. Hay varios sillones que parecen bien cómodos y alguna mesas bajas. A la izquierda de la escalera un piano de cola y a la derecha un pequeño estrado.

En la pared derecha hay tres puertas, y entre las dos primeras un pequeño bar con una selección de vinos de la bodega Zúñiga.

En la pared izquierda hay también tres puertas y un mostrador con revistas de moda y diseño tanto nacionales como españolas y diarios de Mendoza, Buenos Aires y Santiago de Chile.

Junto a cada lado de la escalera hay dos pasillos estrechos bastante disimulados por el mobiliario.

El techo es alto, siete u ocho metros.

Por encima de las puertas del lado izquierdo hay una gran pintura de un paisaje andino, que desentona bastante con el resto del ambiente. Del lado derecho un vitral cubre la pared desde unos metros sobre las puertas hasta el techo, resulta difícil descifrar qué quiso representar el artista que lo diseñó, quizá sea arte abstracto.

Al entrar ven que el equipaje de todos estaba mezclado y apilado en el centro el salón. Junto a la pila de maletas estaba aguardando un mozo, detrás de ustedes había quedado el ama de llaves que les abrió la puerta y parado sobre el tercer escalón de la gran escalera. Una vez que los vio a todos reunidos comenzó a hablar con un marcado acento inglés.

—Sean bienvenidos a la finca Zúñiga. Lamento informaros que por un descuido del personal de la compañía de transporte no hemos podido identificar a quién corresponde la mayoría de las maletas.

»Señora Figueroa, Señor Peñareal, sus cuartos ya están listos. Al resto por favor les pido que le indiquen al mozo cuáles son sus maletas y él se ocupará de llevarlas a sus respectivas habitaciones. También pueden servirse una bebida en la barra— concluyó señalando hacia la derecha de ustedes.

Bon, bon, bon. Très bon.

Mozó, pog favog, hagasé caggó de mi equipaje. Es el maletón guígido de las pegatinas.

Tras dar la instrucción al mozo, se dirigió al Mayordomo. 

Enchanté. Soy el monsieur Eliott Duchamps. Aggadecegía si podemos fogmalizag el guegistgo paga que me infogmen de cuál es mi habitación y cuáles son los hogaguios del hotel.

Claudia se masajeó las sienes con los dedos, sin quitarse las gafas de sol ni en el interior del lugar. 

- ¡ Mozo! Las maletas de Gucci y la de piel de cocodrilo son las mías- indicó al mozo con tono cansado aunque autoritario- Por favor, trátelas con sumo cuidado. Cada una de esas maletas cuesta más de lo que usted gana en un mes. Y eso sin contar el contenido. 

- Si me disculpan, me retiro a descansar- se dirigió al resto de huéspedes en un tono más cordial- estoy muy cansada del viaje. Espero verles en la cena.

Y tomó el camino que le mayordomo le indicaba hacia su habitación.

Al llegar al hotel, no le pareció malas las vistas solo que bueno el servicio un poquito cuestionable. Más aún cuando dos de los presentes tenían sus habitaciones asignadas y el resto estaban con el equipaje al lado. 

—Hm, soy María Elena Fangio. Si, sobrina del famoso corredor... —dijo orgullosa, le encantaba mencionarlo—. Por favor, me indica en dónde está mi cuarto. 

Sin más observó al variopinto grupo y puso los ojos en blanco cuando habló aquella mujer sobre la piel de los animales, tranquilamente es demandable. Tenía un amigo proteccionista, ya le mandaría un mensaje para comentarle. 

—Mister Duchamos.— murmuró mientras tildaba algo en su planilla, —habitación 5. Todas las habitaciones están subiendo por esta escalera.

»Se servirá el té a las 5, dentro de un rato. La cena a partir de las 8 en el comedor.— Señaló hacia la pared del lado sur. —Mañana, el desayuno ente las 7 y las 10 y el almuerzo a partir del mediodía.

»Si necesitara algo más, puede hallarme aquí, o si no estoy llame usando aquella campañila— señaló al bar de vinos donde había una campanilla plateada —y yo vendré lo más pronto que me sea posible.

Ricardo se mostraba alucinado y boquiabierto de que en aquella finca tuvieran un mayordomo inglés. Eso le gustó, era un gran nivel. La gente inglesa siempre tendía a ser muy servidora.

-La maleta negra es la mía -declaró el muchacho, señalándosela al mozo. Ricardo dio una fuerte palmada de emoción mientras sonreía al oír que podrían servirse bebidas en la barra-. ¡Disculpe! -levantó el dedo índice para dirigirse al mayordomo, como si le fuese a caer un dónut-. Disculpe, pero, ¿cuántas comidas nos servirán al día? -quiso saber, preguntando con interés.

El surtido de vinos de la barra era excelente, pero faltaba el mejor vino de la bodega. Una rara y escasa cosecha que sirvió para afianzar el éxito de los viñedos.

Yo tomaré una copa de este... y le ofrezco a Ricardo otra copa de uno de los mejores vinos que puedo alcanzar. Le recomiendo empezar por este también, pero no conviene abusar de él. La resaca que deja es devastadora.

Y con aire despreocupado me dirijo a uno de los sillones.

Parecía que llegaba tarde, pero no. Llegaba justo a tiempo.

- Chist! Eh mozo mi equipaje es la bolsa de deporte, va con esa maleta de mano de color azul. Soy Sagastizábal.

Aproveché a pegar un vistazo rápido y vi a un par de personas bebiendo en la barra. Me acerqué a ellos.

- Buenas señores… Camarero una buena copa de ese vino por favor - me giré al resto de lo que parecían mis nuevos compañeros de parroquia - Soy Andrés Sagastizábal. Un placer encontrar por aquí a gente dispuesta a pasárselo bien. Con uno más podemos jugar un mus… si les apetece claro.

Y cogiendo la copa, mareó un poco el vino, lo observo y lo cató.

-Su...pongo que... gracias -dijo Ricardo, cuando Rodolfo le ofreció el que parecía ser uno de los mejores vinos de los que tenían.

El muchacho no estaba demasiado acostumbrado al vino. Por su trabajo o tal vez por gusto personal, estaba más acostumbrado al café. Era habitual que se le viera consumiendo una taza de café tras otra para mantenerse despierto. Por ello, Ricardo parecía un tanto confundido con la copa de vino en sus manos.

Observó que Andrés comenzaba a marear un poco el vino antes de probarlo y decidió  hacer lo mismo, agitándolo un poco para que cogiera un buen sabor.

Rodolfo había captado su atención. ¿Se había tratado solo de un gesto amable por su parte servirle una copa de vino o, por el contrario, estaba tratando de envenenarle como había hecho él con Carlos Zúñiga? Era lo suficientemente desconfiado como para creer en esa posibilidad.

Todavía era pronto para saberlo, aunque a priori Ricardo estaba convencido de que sus compañeros se estaban tragando su estúpida actuación. Cuanto más inocente y bobalicón les pareciese, menos posibilidades habría de que pudieran relacionarle con el asesinato de Zúñiga. Debía de obtener las pruebas que delataban que Carlos Zúñiga había estado extorsionándole y después deshacerse de ellas. ¿Dónde estarían? Lo más probable es que Carlos las tuviera en su despacho, quizá guardadas en una caja fuerte. Tenía que intentar llegar a las dependencias de Carlos como fuese.

Por otra parte, aquella copa de vino... Fingiría acercar los labios a la copa, aunque no se la bebería. Él era un envenenador, por lo que no caería en su propio juego.

El mozo subió las escaleras con todas las maletas en una demostración impresionante de destreza.

El ama de llaves se fue por uno de los pasillos y el mayordomo permaneció en un rincón anotando algunas cosas en su planilla.

Claudia Figueroa se retiró siguiendo al mozo que llevaba las maletas.

El resto permaneció en el lugar, ya sea bebiendo una copa, sentados en los sillones o simplemente parados disfrutando de la arquitectura del lugar.

No le gustó que la ignoren y se quedó con un gesto de sorpresa, así que volvió a intentarlo. 

—Quizás no se escuchó, pero he pedido por favor que me indique dónde está mi cuarto. 

Tras decir aquello, se quedó esperando ya un poquito más impaciente. 

-Bueno bueno… esto está exquisito- dije mientras me terminaba la copa y hacía señas para que me la rellenasen - Un gran cosecha, sin duda alguna.

Miró a sus parroquianos haber que opinaban ellos. Parecía que eran más de los que saben escuchar a los que suelen hablar e irse de la lengua, y eso me gustaba.

Cogí la copa y mientras daba vueltas por el bar, mirando no sabía que, me fui alejando del lugar con aire despreocupado.

En su vagar por el salón Andrés pasó junto a una puerta que decía "biblioteca" y sin dudarlo entró cerrando la puerta tras de sí. Tuvo suerte de que el mayordomo no lo viera, si no le habría advertido que no se permitía llevar bebidas ni comida a la sala de lectura.

Eliot Duchamps subió con paso tranquilo la escalera rumbo a las habitaciones.

Justo en ese momento bajaban la mucama y el mozo conversando entre ellos y se fueron por una de las puertas de la pared sur.

El resto siguió en el lugar degustando vinos. El mayordomo seguía en una esquina, se apoyó en un banquito para estar más cómodo.

Un momento después María Elena Fangio apareció en la escalera mirando atentamente a los presentes.

En los sillones estaban Ricardo Bolívar y Rodolfo Peñareal compartiendo un vino, un dúo extraño por lo diferente que eran sus estilos.

En un rincón estaba el mayordomo.

Por las ventanas empieza a verse un tenue nevada

Con gesto despreocupado termino mi copa de vino y me levanto. Abotono el chaleco de mi traje y una amplia sonrisa adorna toda mi cara al ver como degustan el vino. Me acerco a una de las ventanas para ver como empieza a nevar. Mi cara cambia al ver la nieve. Es evidente para todo el que me vea que no me gusta. Normalmente la gente disfruta con la nieve, sobre todo en un paraje de ensueño como este. El semblante arrugado que mira por la ventana cambia otra vez a una cara afable cuando me dirijo al resto de huéspedes.

- Un placer caballeros. ¿Nos veremos en para la cena? – y dando media vuelta me dirijo a las escalera para subir a mi habitación.

Me cruzo con la señorita María Elena y la saludo con una educada inclinación de cabeza, la misma que le dedico al Mayordomo.

Por la puerta principal entra un muchacho de razgos orientales y ropas de jardinero. "¡Por favor! Nieve en mayo, el mundo se volvió loco" iba diciéndose a sí mismo y luego desapareció por el pasillo a la izquierda de la escalera.