Partida Rol por web

Claudia escuchó el triste final del relato de la joven. Definitivamente, estaba de luto.

- Lamento lo de su padre, señorita... no sabía...

Rodolfo Peñarreal bajó la escaleras cruzándose con Andrés Sagastisabal que iba subiendo. Unos segundos después de las puertas que están bajo el vitral sale el mozo portando unas tazas de té y variedad de tartas para servir a los huéspedes.

Tomó la taza que el mozo le ofrecía y preguntó.

—Disculpen. ¿Les molesta si me siento con ustedes? Es que no me gusta tomar el té sola.— Y sin esperar respuesta se acomodó en un sillón.

Un minuto después el mayordomo se acercó a Claudia Figueroa llevando una gran taza de café.

—¿La señora prefería café, verdad?

—No hay nada como unos buenos mates—comentó María Elena y agregó—. Cuéntenos querida, quizás podemos ayudarla de alguna manera... Es muy triste todo esto. 

Hizo un gesto lamentándose por ello, y esperó que la mujer soltase un poco más la lengua así podía enterarse de lo que había sucedido con su padre. No obstante le pidió un café al mayordomo, así al menos podían seguir conversando con la joven que parecía bastante dolida por todo esto. Era razonable. 

Ricardo sonrió para sus adentros.

El envenenamiento había funcionado, a tal punto que todos creían que la muerte del padre de la familia había sido un accidente náutico. Técnicamente, él era el único que sabía la verdad detrás del fallecimiento, si bien no podía confiarse. El joven Ricardo era obsesivo y estaba convencido de que en aquel hostel había personas tan peligrosas como lo era él mismo. Le tocaba seguir interpretando su papel, averiguar dónde se encontraban los datos con los que Carlos le extorsionaba y deshacerse de ellos.

De momento, bailaría al son de María Elena. Tal vez aquello le supusiera algún tipo de beneficio.

-Si-si-si-siento lo de su padre, señorita -aseguró el muchacho, tartamudeando, pues desde luego la muerte del señor Zúñiga debía haber sido de lo más inesperada para la hija-. A-a-al menos murió haciendo lo que más quería, ¿no? -planteó, a modo de un pequeño consuelo, dado que al parecer el hombre adoraba los deportes náuticos.

Ricardo se mostró un poco nervioso de que la joven se quisiera sentrar con ellos en el hall, aunque no dijo nada. Al ver que el mayordomo servía ya una taza de café a Claudia, levantó el dedo tímidamente.

-Se-se-se-señor, yo-yo-yo-yo también tomaré café. ¿Pu-pu-pueden preparármelo muy cargado? -le preguntó al mayordomo, echando una mirada hacia el café de Claudia Figueroa para comprobar si tenía el tono oscuro que a él le gustaba.

—Aquella mañana ni siquiera desayuné con él, me quedé dormida. Luego a la tarde vino la policía a decir que lo habían hallado río abajo. Aquí todos creíamos que estaba en el embalse controlando la toma de agua de la asequia de riego.

»Y después vino la prensa, se instalaron con carpas ahí afuera. Todos los días salíamos en los diarios de Mendoza y Buenos Aires, hasta aparecidos en esos diarios que regalan en el metro de Santiago. Imagínate que hasta llegaron a decir que mamá o yo lo habíamos matado...

»Ay, pero yo aquí dándoles la lata. Perdonen, es que cuando creía que ya estaba terminado la semana pasada volvió a salir en los diarios. Espero que eso no arruine la llegada de pasajeros al hotel. Realmente necesitamos esos ingresos.

- Oh, sí, muchas gracias- respondió Claudia al mayordomo, tomando la taza de café y aspirando su aroma.

Mientras tomaba un sorbo, iba atendiendo en silencio a la conversación a su alrededor.

- La prensa... esos malditos carroñeros...- respondió a la joven con tono maternalista- Al margen de esos buitres de los periodistas... imagino que habrá una investigación policial en curso...

—Claro que la investigación se ha hecho.— Miró a Claudia con algo de desconfianza —El juez ha dicho que se trató de un accidente. Aunque hace poco en un diario de Buenos Aires dijeron que "alguien" quiere reabrir la causa. Supongo que serán los cuervos del seguro intentando dilatar el pago. A esos nunca les gusta pagar— dijo encogiéndose de hombros.

-A-a-a-a menudo quienes intentan reabrir las causas sobreseídas su-su-su-suelen ser familiares cercanos al difunto que tienden a de-de-desconfiar de la esposa -expuso Ricardo lo que siempre había escuchado en los programas sobre crímenes resueltos-. ¿Ti-ti-tiene alguien en su familia paterna que pu-pu-pu-pudiera encajar en el perfil? ¿Abuelos? ¿Primos? ¿Un tío...? Normalmente son siempre quienes tienen más interés y provecho económico que sa-sa-sa-sacar.

—Qué fuerte y violento todo querida, es que la justicia de este país es lamentable—comentó al negar con la cabeza—, no te han dado tiempo ni siquiera para el duelo. Soy psicóloga, así que si en algún momento necesitas hablar, desahogarte, cuentas conmigo. Son instantes de la vida muy duros y muchas veces se escarba en donde duele por otros intereses. 

Sin dudar María Elena tras escuchar todo aquello, quiso ofrecer sus servicios para ayudar a la joven que pobre, se la vio muy afectada con todo esto. 

Tomando una taza de te de la bandeja y una galletita de mantequilla con una jugosa guinda roja encima, me acerco al grupo. 

- Mi más sentido pésame - y tomo asiento en un hueco del pequeño círculo que se ha formado, entre Ricardo y Maria Elena.

- Cuando hay herencias cuantiosas de por medio, todo tiene que quedar muy claro. El dinero hace que las personas pierdan la cabeza y les lleva a destrozar vidas por pura ansia -

Miro a los presentes con un semblante sereno, cuando paso la mirada sobre Clara una sonrisa afable se escapa, pero rápidamente vuelve a cambiar a mi sonrisa normal, encantadora.

- Tiene usted razón, joven - aunque no seré más de 4 ó 5 años mayor que él - cuando las familias son extensas siempre surgen problemas de herencias.

Tomo otro sorbo de te y mi atención pasa a Maria Elena. Con los ojos entrecerrados, la mirada algo perdida en un punto sobre su hombro y unos golpecitos del meñique sobre los labios mientras sujeto la taza.

- ¿Maria Elena?...¿La doctora Fangio? Creo recordar que escribió un libro bastante famoso, como era... "Duelo en las altas esferas", ¿podría ser?

Andrés Sagastisabal bajó con el cabello aún húmedo por la ducha que se había dado y tomó la taza de té que el mozo le ofreció. Vio al grupo que se había reunido en torno a la joven Clara Zúñiga.

—Gracias por el interés. Pero no creo que los abuelos o tíos pudieran hacer tal cosa, los Zúñiga y los Alzaga somos familias bien, y todos tienen sus tierras allá en Buenos Aires. Papá y mamá fueron los primeros de la familia en cambiar a las vaquitas por las uvas.

»Y gracias María Elena por el ofrecimiento. No quisiera abusar, pero en realidad es difícil conseguir psicólogos por aquí (¿De verdad escribiste un libro?). Hay uno en Potrerillos, y si no habría que bajar hasta la ciudad.

»Quizá, podría ofrecerte una visita guiada a los viñedos cuando pare la nevada y aprovechamos a charlar y que me des unos consejos.

Las conversaciones iban y venían, hasta que escuchó esa pregunta que vino de aquel hombre que tenía el bigote. Sí, el mismo que la miró cuando se cruzaron en el pasillo. 

—No, me temo que no—dijo en un tono tranquilo—. Justamente estoy por escribir mi primer libro y escogí este lugar para escribirlo. Espero no haberlo decepcionado... 

Le guiñó un ojo coqueta y luego desvió su atención hacia la jovencita que había aceptado hablar con ella sobre su duelo. Esto le agradó en demasía a María Elena porque al fin de cuentas, podía ayudar y sostener a esta mujer que estaba sufriendo por el fallecimiento de su padre. 

—Estaría encantada, cuente conmigo—respondió sincera—. Cuando guste, incluso ya mismo. 

Detrás de André descendió también Eliott Duchamps y se acercó al grupo que estaba bebiendo té y café, cogiendo él también una taza.

-Por favor, disculpe mi torpeza. Estaré encantado de leer su libro cuando lo publique- respondo con una media sonrisa y un ligero alzar la ceja, respondiendo a su guiño.

Es una mujer atractiva. Y su atractivo parece no sólo provenir de su físico. Se nota que es inteligente y que sabe dominar las situaciones.

-Caballeros- saludo a los recién llegados, comprobando que hay sitio por si se quieren unir al pequeño grupo que se ha formado.

Por la puerta rotulada como "oficina" salió una mujer muy parecida a Clara, pero 30 o 40 años más grande. No lo dudasteis ni un segundo, se trataba de la viuda de Zúñiga.

—Buenas tardes, y bienvenidos todos. Disculpen que no me una a ustedes en este momento, es que tuve bastante trabajo y estoy un poco cansada. Más tarde los veré para la cena.

»Steven, por favor, ¿me subirías un té a mi habitación?

Y saludando con un gesto de la mano subió las escaleras al tiempo que el mayordomo cargaba una tetera y algunas porciones de tarta en una bandeja

—Cuando quiera hablamos de ello, copa de vino en medio. ¿Qué le parece?—respondió a Rodolfo sonriendo. 

De repente apareció la viuda, pero no dijo nada al respecto, quizás necesitaría un poco más de confianza o una posibilidad para hablarle. Al menos con la hija si que surgió.