Partida Rol por web

Al momento que las garras te impactan, todo empieza a volverse oscuro. Aunque no lo ves, las negras marcas que el Oni impregnara en ellas pasan dentro de tu cuerpo.Tan pronto como intentas alejarte para tomar distancia, esta se vuelve inmensa… un negro abismo que te envuelve y al cual caes sin poder evitarlo…

Te tomara tiempo volver donde estabas, debes arrastrarte de regreso, lo cual no es nada facil. Y los rugidos son acompañados por otras voces, nada que los ecos distorsionados permitan entender.

Solo duran unos pocos segundos, antes que regrese el silencio, cuando apenas has desandado unos pocos metros.

Hiroto todavia estaba paralizado. Si es lo que parece, las cosas han ido mucho peor de lo que podias desear. El sender de regreso se siente mas largo, y un peso en tu pecho muy angustiante, como un presagio, empieza a nacer...

Hiroto no comprendió lo que ocurrió en el momento en el que las garras del Oni atravesaron su armadura y lograron herirle. No había duda de que la herida era grave, pero debería ser capaz de seguir luchando... -¿Qué... qué me has hecho?- Dijo en un murmullo a penas audible mientras se desvanecía. Aquello no era una herida normal y lo que arrastraba a Hiroto no era la extenuación o la gravedad de sus heridas. Algo más oscuro y desconocido era lo que invadía su ser y sumía su consciencia en una profundidad insondable...

Abres los ojos a un cielo azul, poblado de nubes claras. Tu cuerpo se siente extrañamente pesado… Al bajar la vista, notas una figura que no habías visto en muchos años. Una de tus vecinas. Su cuerpo rasgado descansa sobre el tuyo.

Instintivamente te apartas, pero ya no sientes la fuerza y velocidad que te caracterizan. Es fácil descubrir porque. Tus manos… son las de un niño. Y al alzar la vista sobre la tierra que pisas puedes ver una aldea en llamas. Tu aldea. Allí están tus padres.

Los bandidos están cerca. Sus hojas se ensañan con los cuerpos de los compañeros de huida… Su sangre empapa el suelo tan vívidamente…  Pero Mukui-sama ya vendrá… ya casi, cuando ese bastardo se encare a ti… Sientes una presencia a tu lado. Ya! Al girarte a verla encuentras al Oni.

-Siempre necesitando ayuda… Siempre demasiado débil. +dice la sierpe suavemente, esta vez sin su siseo+ Eres una lástima, muchacho…  No vales de nada sin los demás.

Los bandidos parecen también ver al monstruo, porque vacilan. Este solo extiende su garra y atraviesa al más cercano de ellos. Pero allí donde el kunai de Mukui solo se hundió, él le desgarra el pecho, arrancando sus corazón todavía palpitante, y dejándolo caer en el suelo antes que el mismo cuerpo se desplome, reconociéndose muerto.

-Esta es la fuerza que deseas tener, ¿verdad?+pregunta como si nada, mientras los demás bandidos se ponen en fuga. Pero entonces el oni sopla y una lluvia de saetas de fuego escapa entre sus fauces, impactando en sus espaldas e incendiándoles.  Gritan mientras se queman… gritos de dolor y de piedad no muy distintos a los de la gente de tu aldea.+ Conoces mi poder y puedo enseñártela… Puedo darte la fuerza para cuidar a todos los que amas ... si me juras lealtad…

Las caras de tus compañeros van pasando, como asi también las de la gente de la aldea de la Hierba… ¿Qué no podrías hacer con la fuerza del Oni de tu parte?

La respiración de Hiroto se corto súbitamente al escuchar la voz del Oni y sus ojos llorosos se abrieron hasta un doloroso límite al ver a la bestia ahí, frente a él, en su recuerdo. Aquello no podía estar pasando, era sencillamente imposible. Pero a penas tuvo tiempo para preguntar pues el Oni comenzó su propia matanza en el momento en el que debía llegar el rescate del que había sido su maestro. 

La sangre empapaba el suelo mientras el demonio le hablaba con condescendencia. Hiroto pudo ver el alcance del poder del monstruo mientras éste le hacía ver su propia debilidad, su incapacidad para proteger a nadie. Ni a su familia, ni a sus vecinos, ni... Ni a sus compañeros... -¡Basta!- Gritó con rabia a pesar de su voz aniñada. Pese a verse de nuevo en el cuerpo de su infancia, la determinación de Hiroto no flaqueaba. -¿Crees que me voy a fiar de tu oferta? ¿Que daría cualquier cosa por una promesa de poder?- Respondió furibundo. -He visto de lo que eres capaz, ¿de verdad piensas que me convertiré en un cómplice de tu destrucción?- La mirada de Hiroto se clavo en los fulgurantes ojos del Oni, sin ceder ni un ápice.  

El oni no se inmuta. Tan solo se asienta suavemente sobre si mismo, mientras el humo de los cuerpos va formando una espesa oscuridad en torno, borrando el paisaje a la vez que enmarcando su figura.

- No es como si tengas opción... salvo morir. +responde condescendiente. Ensancha las fauces, en una sonrisa atroz que se vuelve bocado cuando se abalanza de improviso sobre ti, mucho mas rapido que nunca... Todo se vuelve oscuro y lo que queda es el dolor.

El dolor en tu rostro, sumado al liquido calor que corre por sobre la piel de tu cuello, te hacen abrir los ojos tras un parpadeo. Lo que ves es el techo de roca de la cueva, iluminada por la tenue luz azul. Pero esta compite con el suave resplandor rojizo de una figura que pues entrever al mirar hacia tus pies, detenida no mucho mas alla, rascandose la barbilla con las uñas como si aguardara. 

Al verte reaccionar parece tener lo que necesita. Sin despedirse siquiera, se aleja serpenteando raudamente hacia la entrada, dejandote solo en la oscuridad; otros asuntos parecen reclamarle. Pero su presencia no te abandona, sino todo lo contrario... La sientes, la hueles, y quema tus fosas nasales negandose a irse.

Hiroto no tuvo la menor oportunidad. El Oni lo engulló sumiéndolo en una oscuridad que pronto se tornó en un dolor agonizante. Parecía como si un torbellino lleno de espadas con su acero al rojo vivo lo arrastrase durante lo que cualquiera hubiese sentido como una eternidad. El metal candente salpicaba su carne, quemándolo y lacerándolo. 

Entonces despertó en un lugar que pronto reconoció como la cueva donde se había enfrentado a la bestia. Hiroto intentó incorporarse pero el dolor se apoderó de su cuerpo con la primera bocanada de aire. Ni siquiera tenía fuerzas para gritar. La boca del guerrero estaba abierta en una mueca aterradora que expresaba perfectamente el infierno por el que estaba pasando. Había rechazado el poder del Oni, someterse a él. Pero parecía que la presencia del demonio no lo abandonaría hasta que llegase su final...

Tras un largo y apresurado regreso, una sucia Okazaki reaparece por el estrecho corredor de continuación que posee la cueva. Apenas echa un vistazo puede darse cuenta que la situación ha cambiado en el lugar.

Hiroto esta tendido en el suelo en un lateral. Se mueve lentamente y sin duda adolorido, mientras su rostro exhibe unas horribles heridas sangrantes, como si hubiera sido brutalmente desgarrado. La sangre baña las piedras cercanas y su torso. Sin embargo, no suelta la piedra azul…

Hay algo… extraño en las heridas de tu compañero. Tal vez sea por la luz azulada, pero se ven muy oscuras. Mientras te aproximas, puedes notar que es como si las sombra en ellas se revolviesen. Pero ya tienen un rojizo color normal cuando llegas a su lado.

Okazaki frenó su carrera al ver el rostro de Hiroto. Parpadeó un par de veces como si no entendiera lo que veían sus ojos. ¿Qué diablos había pasado? Miró alrededor en busca del causante de aquel ataque.

- Hiroto, soy yo. ¿Qué ha pasado?¿Estás bien?- Si podía moverse quizá pudiera hablar también. ¿Dónde estaban sus hamakis? Menudas aliadas estaban hechas...Se acercó al herido para examinar de cerca sus heridas. Se acuclilló junto a él, con una mano a su espalda dispuesta a desenfundar su afilado tantô.

El dolor hacía que el interior de la cueva se diluyese, que la débil luz se desdibujase allí donde se encontraba con la oscuridad. Pero lo que no podía dejar de sentir era la abrasadora presencia del Oni, todavía lacerando su piel y quemando sus pulmones con cada agonizante bocanada de aire. Hiroto luchaba por su vida mientras se mantenía en un límite de la inconsciencia, en un peligroso limbo de uno puede perderse en la locura. 

Pero entonces, una voz lo trajo de vuelta. Con dificultad, la mirada de Hiroto buscó a la persona que lo llamaba. -O... Oka... ¿eres tú?- Preguntó mientras su agotada mente hacía el esfuerzo por dilucidar si lo que veía era real o tan solo una ilusión. Finalmente, cuando su compañera lo tocó, pudo sentir que no se trataba de una ilusión. -Me... menos mal que... que estás... viva.- Una sonrisa sincera brotó en su ensangrentado rostro. Casi como si, en medio de todo ese dolor, encontrase cierto alivio. Pero enseguida alegría se esfumó pues se dio cuenta de que su amiga todavía estaba en peligro. -Ti... tienes que salir de aquí... No puedes dejar que te coja... Es... demasiado...- El cuerpo de Hiroto se rindió en ese momento. Tosió sangre y su mirada se perdió en algún punto infinito sobre el techo de la cueva. Su respiración se tornaba cada vez más pesada, cada inspiración suponía un esfuerzo extremo. Las fuerzas le abandonaban, ya no podía aguantar más aquel dolor. "Sólo necesito descansar un poco..." Aquel ingenuo pensamiento fue su último acto de rebeldía ante el destino que se le había impuesto, su último golpe en un batalla que ya había sido decidida.

Sus heridas son bastante serias; las garras (porque sin duda son eso) le han abierto hasta el hueso y rozado las venas. La pildora puede aliviarle, pero no sanarle heridas tan graves. Necesita tratamiento medico urgente.

Hay otra cosa. Sus heridas lucen ennegrecidas bajo la sangre. Pero no es una condicion medica ni algo normal; la unica explicacion es que tenga algun jutsu obrando sobre el por dentro, solo que no es ninguno que conozcas.

Antes de evaluar las heridas, Okazaki hecha un vistazo a la cueva, pero no siente nada inusual; en el siniestro interior de todas formas incluso el Oni podría disimularse. Por otra parte tampoco están las hamaki, pero su tiempo de invocación ya debió haber terminado.

Tras examinarle, obliga al debilitado shinobi a tomar una píldora. Es mejor que nada y Hiroto siente que algo de su fuerza vuelve, aunque las heridas siguen abiertas y ardiendo por dentro, con un dolor cada vez mas vivo.

La visión de las garras termina con la resistencia de Sunauto, quien suspira con tristeza y rodea la cintura de la kunoichi.

-No soy yo… Cometí un error Nadeshiko. Ahora le pertenezco… Soy un idiota.

Parpadea, y la mira. Siente la boca seca. Pero si no va a huir, será mejor decirle todo de una vez, sin secretos. Con la voz pausada le explica.

-Ofreció darme el poder que necesito y acepte. Me siento… más fuerte... Aunque no sabré cuanto hasta que me recupere de las heridas. Pero ahora sabe lo que pienso, que quiero que escapes.  Incluso puso imágenes en mi mente… de lo que les haría a los aldeanos si lo permitia.

se tensa cuando le cuenta lo que había hecho, había sucumbido al poder del Oni, y ella no había podido vencerlo, sin embargo suspiró, y apoyó su frente en el pecho del hombre.

- entonces... nada que decir... no puedo escapar... Me quedaré aquí... yo... Aunque me resistí... No fui lo suficientemente fuerte como para desafiarlo... y sucumbí... imagino que estoy en una peor posición que tú... pero también le pertenezco... incluso... creo que por eso no estoy muerta...- considerando que esas garras la habían atravesado - esperemos que sucede... esperemos que los demás logren escapar...- decaída, se fue recostando de nuevo, cerrando sus ojos - estamos en sus garras... - tampoco es que pudiera decirle mucho más, ni siquiera sabía si el Oni podía sentir sus emociones y pensamientos, pero de momento era mejor no compartir muchos planes con el joven.

-sé que no es el momento pero...¿me sigues queriendo?- le pregunta, sonriendo suavemente y aún con sus ojos cerrados.

- Nos vamos de aquí.- Dijo la kunoichi pasando el brazo del debilitado Hiroto por encima de su hombro. Sus heridas eran muy graves y ella no podría hacer gran cosa. Si tan sólo Nade estuviese allí.

Cuando Hiroto se tragó la píldora de Oka, sintió que su cuerpo recuperaba fuerzas. -Gracias...- Murmuró mientras hacía un terrible esfuerzo para incorporarse. Hasta ahora a penas se había movido por lo que el dolor había pasado a un ardor constante que casi le había hecho perder la sensibilidad pero al que se había acostumbrado en cierto modo. Por eso soltó un grito mudo al notar un dolor indescriptible con cada movimiento que realizaba para ponerse en pie. 

El efecto de la esfera también estaba presente por lo que el shinobi tenía dificultad extra a la hora de articular el menor gesto. -Sí. Me parece muy buena idea.- Dijo con tono afectado mientras aceptaba la ayuda de la estratega. -¿Sabes algo de Nade y Sunauto?- Le preguntó cuando iniciaban ya su lento regreso a la superficie. Le preocupaba que el Oni les hubiese dado caza durante la persecución. Y también estaba Osha, quien no parecía dar señales de vida... 

- Nada.- Dijo con un tembleque en la voz que delataba que estaba asustada.- No me dio tiempo ni a salir de aquí cuando oí tus gritos. No debí dejarte a solas pero...- ¿Qué podía hacer?- ¿Qué te ha atacado? El Oni se supone que no debería estar aquí.- Miraba a todos lados como si fuera a abalanzarse sobre ellos en cualquier momento.- El camino pro el que he llegado se estrecha y estrecha hasta dar con una zona de paredes de tierra húmeda. No estoy segura de que haya salida. ¿Crees que serás capaz de regresar por donde entramos?

Ciertamente no era el momento. Quizás eso lo hacia mejor y mas sincero. Sunauto se cerró mas sobre ella, sonriendo, mientras sus manos se tensaban sobre la suave carne de su costadito al estrecharla firmemente contra su pecho.

-Claro que si. +susurro, para luego besarle el cabello intensamente. Hizo una pequeña pausa, respirando su aroma, antes de volver a hablar+ Supongo que debí recordarlo en ese momento, lo que arriesgaba, pero la visión del oni era… En fin, ya no hay nada que hacer respecto a eso. Pero no creo que sea necesario que esperemos al bastardo aquí en el barro. Podemos volver a la casa y aguardar allí, recuperarnos. Creo que si me quedo contigo y no escapamos esta bien. Y tu tienes que curarte. +dijo, mirando de reojo las heridas de ella, mordiéndose el labio inferior con impotencia por no conocer ningún ninjutsu medico… aunque tampoco tendría energías para eso la verdad.

No estaba seguro, pero por probar, visualizo la casa que les había servido de refugio, y a él volviendo con Nadeshiko a la misma. Si el oni lo leía, que supiera lo que pretendía. Ahora que no quedaba otra, cumpliría su palabra, al menos para que ella estuviera a salvo.