Partida Rol por web

New Sydney 2.0

Acto 2 - 5 Sombras de Sydney

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09/10/2017, 21:47
Director
Sólo para el director

Escena 2 - 5 Sombras de Sydney

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09/10/2017, 21:49
Eve Wright

McKenzy era un detective inusual. Pero eso era precisamente lo que le daba su reputación y le permitía conseguir los resultaods que conseguía. No trabajaba para la "Oficina de Contramedidas" de Omega, como otros Vitalistas a caballo entre el trabajo policial y militar, pero en ocasiones se veía forzado a colaborar con ellos. Ocasiones que podía contar con los dedos de las manos, por suerte.

La jurisdicción era otro asunto conflictivo. A menudo, que hubiese algo sobrenatural en un caso no implicaba necesariamente que la Oficina de Contramedidas fuese a hacerse con el mismo. Ni siquiera que tuviesen que participar en él. Pero en ocasiones McKenzy debía recurrir a ellos para conseguir información, e incluso en ocasiones deshacerse de su investigación y dejarla en sus manos.

Siempre que trataba con alguien era con Eve Wright. Una mujer ligeramente más joven que Ethan, de unos treinta y pico años. Atractiva, estatura media, piel pálida y maquillaje ligero en el trabajo. Profesional y educada, salvo que llegase a conocer a alguien lo suficiente como par que sus personalidades eran similares. Y aunque no conocía mucho a Ethan, sí lo hacía lo suficiente como para saber que podía ser directa e insultar sin problemas.

Normalmente era la señorita Wright quien esperaba en su despacho a McKenzy, pero aquel día, por algún motivo, no se encontraba en el mismo a tiempo y llegó un par de minutos tarde. Su secretario invitó a McKenzy a esperar dentro, asegurando que tardaría solo unos minutos, y así fue.

Del mismo modo, Wright normalmente solía llevar traje y camiseta, con un corte clásico y estandarizado, pero aquel día entró en el despacho con vaqueros grises, cazadora negra, un par de anillos y pendientes a juego. Sin maquillar, mostrando unas ligeras arrugas de expresión. Nadie en aquella oficina, en el área de la ciudad con más edificios gubernamentales con diferentes, vestía así.

— Perdón, McKenzy, perdón— se excusó la mujer—. Me ha entretenido una chiquilla que intentan reclutar para Contramedidas. Está fuera, por cierto. Necesitaré que me hagas un favor rápido al terminar, si no te importa, y me digas si está sola o no— comentó sin dar mayores explicaciones, asumiendo que era un tema para después.

Se quitó la cazadora, dejándola sobre su asiento en el despacho, y se sentó en el mismo, frente a Ethan, mostrando una camiseta sin mangas, mostrando brazos color leche con un músculos bastante decentes.

McKenzy sabía, a grandes rasgos, el papel que Eve Wright tenía en todo aquello. Ella era la supervisora jefe a cargo del reclutamiento de nuevos Vitalistas, y un hueso duro de roer. Pero precisamente por ello estaba bien al tanto de la presencia de Hijos de Dios en la ciudad, especialmente en lo que se refería a aquellos con talento que no trabajaban para el gobierno.

— He leído el informe— dijo sin más, poniendo las manos boca arriba en gesto de apertura—. Siento que tuvieras que ver algo así, Ethan— añadió tuteándolo. No solía hacerlo, pero era una forma de simpatizar en aquellas circunstancias—. Sé lo que ese caso significaba para ti.

Sacó una carpeta de uno de sus cajones, mostrándole a McKenzy un número de fichas sobre Vitalistas sin registrar.

— Esa es mi lista de sospechosos— se limitó a decir, dejando la carpeta frente al detective—. Son los "espiristas" sin registrar en la ciudad— aquellos con poderes conectados con la muerte, como los del propio Ethan— que no trabajan con nosotros. Pero si quieres mi opinión, la clase de circo que se lió en esa celda requiere cierto nivel de poder.

Señaló la ficha un hombre en particular. Según la misma, un Vitalista escandinavo apodado "El Nigromante" que emigró a New Sydney de forma discreta intentando pasar desapercibido tras adquirir el pseudónimo de "Cotard". Sus capacidades incluían control avanzado del Drenaje de la energía vital y el contacto con otras Dimensiones. Además, era conocido por un amplio abanico de poderes en relación a la muerte: El único reconocido era la capacidad de animar y controlar cadáveres, pero entre interrogantes cabía la posibilidad de que fuese capaz de hablar con los muertos... como Ethan. Los demás eran desconocidos, pero se sabía que debía contar con otras capacidades. No constaba residencia fija, pero sí un posible número de pisos francos.

— Eres libre de hacer lo que quieras, Ethan, pero nosotros en principio no vamos a mover un dedo salvo que encuentres algo más gordo— frunció los labios en señal de desinterés—. Sé que matar a un hombre es ilegal, pero acabar con un desecho como Kemper para llegar hasta ti es algo por lo que Omega no va a mover un dedo de sus lacayos.

Básicamente, quería decir que aquel asunto seguía en manos de la policía "ordinaria". Los vigilantes de Omega solamente mataban cuando era estrictamente necesario, como la fuerza policial, pero a diferencia de esta, los vigilantes concretaban sus esfuerzos en Vitalistas que suponían una amenaza relevante para Australia. Por el momento, Cotard "El Nigromante" no entraba en dicha categoría.

Por otro lado, Eve Wright sabía, probablemente, que iba a ser difícil, sino imposible, recoger pruebas suficientes como para encerrarlo. Al menos siguiendo métodos ordinarios. Y aún así tenía órdenes de no meter la nariz en el asunto, lo que indicaba que Omega, o quien quiera que fuese el jefe de Wright, realmente no tenía particular interés en perseguir a aquel espiritista. Si es que él era realmente quien estaba del crimen, claro.

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09/10/2017, 21:49
Al Adam Blake

Blake permaneció apoyado, contemplando la vasta extensión de New Sydney y cómo la ciudad se perdía en las entrañas de Australia. Era bueno evitando que le leyesen; simplemente se limitaba a parpadear y respirar de forma pausada, pero claramente estaba escuchando al hombre.

— Los humanos necesitan— que no "necesitamos"— una historia en que creer para formar parte de una civilización— comenzó—. Una asociación pequeña, de unos cien miembros, puede subsistir basándose en el conocimiento del otro y la confianza, pero una mayor requiere de un contexto más amplio— vagamente, abrió una mano hacia la vasta extensión de la ciudad—. Primero fue Dios. Luego, la democracia. Después, el dinero. Y durante un breve periodo, los datos.

>> Hombres como Eugenius o Kurt Novák hubiesen sido los patriarcas de esa nueva civilización, pero si algo hemos aprendido de la historia de la humanidad, es que nunca hay que subestimar la estupidez humana. Pasó con los Mayas, con los Egipcios, los Griegos, los Romanos y hace unos años, con la eminente pero fallida "Datacracia".

>> La reconquista nazi frenó el presupuesto de desarrollo en internet, inteligencia artificial, y tecnología no militar, además de destrozar Silicon Valley, y con él, los sueños de los gigantes cibernéticos y la nueva Meca. Fue Omega quien recogió las piezas y le dio a la humanidad una nueva historia. Una donde el nuevo credo no era vox populi, el capitalismo, o el transhumanismo, sino los hombres convertidos en Dioses.

>> Los Griegos y Romanos adoraban a humanos divinizados. A Dioses, semidioses, y mortales glorificados. Omega ha utilizado dicho concepto, quizá inconscientemente, y lo ha aplicado a individuos tangibles, de carne y hueso, que se pasean por las calles pero exhiben poderes propios de Zeus o Minerva. Deidades reales que representan el potencial de la humanidad.

>> Ese es el poder de Omega. Omega no tiene nombre, no tiene rostro, no tiene voz, ni carne ni huesos. Omega no necesita nada de eso, porque a nadie le importa quien o qué sea Omega. Omega no es una persona, es una idea. Un concepto. Hizo exactamente lo mismo que El Cuarto Reich, y lo hizo por un motivo: Porque sabe que las historias, y las ideas, son más poderosas que las personas. Omega o El Cuarto Reich son más poderosos como entidades omnipresentes que como individuos.

>> Entiendo que considere la neutralidad, la pasividad y la moderación como estrategias condenadas al fracaso, Señor Task. Pero mientras Omega permanece en las sombras, la idea de él crece. La intriga crece. Y la admiración por sus Dioses que caminan entre mundanos sigue dotando a Australia, la nueva civilización, de sentido. Si Omega un día decidiese mostrarse en público, incluso aunque fuese a través de un suplente, podría provocar un fervor que sólo puedo comparar a Moisés en su día separando las aguas del Mar Rojo.

>> Usted, en cambio, representa al dinero, Señor Task. A las corporaciones. Omega representa el presente, Novák el pasado. Usted representa el jurásico, Señor Task. No digo que lo sea. Es simplemente lo que creen los ciudadanos que ya no creen en el capitalismo, sino en el Vitalismo. Pero los ciudadanos no dejan de estar atados a la historia en la que creen, a diferencia de usted.

>> El problema, por tanto, reside en cómo puede ayudar a la cruzada contra el nazismo. La historia ha cambiado, y con ella también la guerra. En las guerras de Dios se usaban espadas. En las guerras por la democracia, balas. En las guerras por el dinero, drones. En las guerras por los datos, bits. En las guerras el Vitalismo... se utilizan a Dioses. Hace décadas Corea del Norte tenía diez soldados por cada militar estadounidense, cometiendo el error de pensar que eso seguía siendo relevante, cuando lo importante era el ratio número-eficiencia de drones. Hoy importan los poderes divinos. Simplemente.

>> Por otro lado, su visión de los nazis me parece reduccionista, Señor Task. Comprenda que mi percepción puede ser un poco más amplia que la de la mayoría. Al menos eso quiero pensar. Es cierto: No respetan la vida, la inteligencia, ni el alma. Pero sí respetan el poder, Señor Task. El desorden, el caos y la destrucción, son sus armas para crear dicho poder; una civilización opuesta a la de Omega, donde los héroes no están para proteger a la sociedad, sino donde los héroes son dicha sociedad, y los humanos, una casta inferior. Llegado ese estado habría orden, y habría respeto. El respeto al poder, a los Dioses. Simplemente hacen falta medidas radicales, similares a cuando un meteorito acabó con tres cuartos de la vida conocida en este planeta.

>> Y aquí es donde reside el problema. Omega representa la antítesis del nazismo, y bajo su mandato, todo funciona. Hay paz, las ciudades crecen, la situación de los ciudadanos mejora. Pero efectivamente, nadie sabe el plan real de Omega a largo plazo: A grandes rasgos, constituye seguir desarrollando a la civilización, expandiendo su calidad de vida, su conocimiento, sus capacidades, sus límites. Pero eso no significa que no tenga un plan muy concreto, sólo que no tiene porqué decirlo. ¿Y si su plan incluye redirigir todo el poder que gobierna hacia otro objetivo? ¿Y si decidiese aliarse con los nazis, o hacer algún pacto con ellos? Australia no es una democracia, pero tampoco parece un totalitarismo nazi. Y aún así, el peligro de convertirse en algo igualmente perjudicial está ahí.

>> Es posible, incluso, que mientras mantenga el bienestar el pueblo, a este le de igual el cómo. El maltrato animal es tolerable para la civilización. También lo es tener a esclavos haciendo tus zapatillas. ¿Porqué no que el resto del mundo sea una dictadura? ¿Porqué no incluso apoyarla, mientras no vivamos en sus condiciones? Mientras no veamos el maltrato animal, a los esclavos, o a los nazis... ¿qué más le da a la civilización lo que pase?

>> Y si pensamos en posibilidades más distópicas... ¿y si Omega pudiese copiar los poderes de todos sus vigilantes? ¿Y si su alma fuese más poderosa por cada uno que recluta? ¿Y si Omega es Eichmann, o cualquier otro nazi, o alguien aún peor? No sabemos siquiera si Omega es un humano corriente o un Vitalista, y en cuyo caso, cuales son sus poderes.

>> Cuanto menos sabemos de él, mas poder tiene.  Hay muchas posibilidades, y considerar que Omega no tiene un plan, o que está condenado al fracaso, es inocente a mi modo de ver. Omega puede ser el líder que todos quieren que sea, pero también puede ser una mascarada.

>> Así que dígame, Señor Task, ¿cómo puede ayudar a la cruzada contra el nazismo? Porque su poder, y el de Novák, reside en elegir bajo qué civilización vivir. Si la del Reich o la de Omega. Su dinero, su empresa, y su condición de Vitalista puede otorgarle un papel principal en la civilización, pero no le permite crear la suya propia, porque la civilización que creía en usted se reinventó hace décadas. Y ni el dinero ni la tecnología servirán en dicha guerra. No sé cuál es el plan de Novák, pero si es de carácter tecnológico, y no veo de qué otro tipo iba a ser, está condenado a fracasar cuando un Dios en el bando del nazismo demuestre que puede manipular la tecnología o actuar ignorando sus leyes.

>> Se lo digo como dirigente del culto más poderoso de la tierra. Lo cual me lleva al siguiente punto: Los Iluminados somos una asociación compuesta exclusivamente por Vitalistas. Actualmente se nos conoce por ser una fuerza bélica contra el nazismo, probablemente la más relevante, pero no es nuestro enemigo actual el que nos define. Lo que nos define es nuestra historia, nuestra creencia. Y nuestra creencia no es que seamos Dioses para servir a los humanos, o Dioses que debamos ser servidos, siendo criaturas que utilizan un poder prestado que va más allá de su comprensión.

>> No somos Dioses, Señor Task. Somos una fuerza que los mueve. Verá, el problema es que el ser humano tiende a creer que todo es suyo o gira en torno a él. Pero la civilización comete un error similar a cuando la tierra era plana, o el sol giraba a nuestro alrededor. El Vitalismo, el Alma, el Éter o como lo quiera denominar, no es nuestro. En los humanos habita sólo una minúscula parte de él. Afecta a nuestro ADN, sí, pero las bacterias en nuestros intestinos también son capaces de decirle a nuestro cerebro qué quiere comer.

>> Sabemos que antes del Big Bang el tiempo no existía, y no sabemos que había antes. Sabemos que existen otras dimensiones, pero decidimos ignorar que en ellas hay muchísima más energía de la que habita en nosotros. Una energía que no comprendemos, y que desde luego, no controlamos. ¿Y creemos que somos Dioses? Quizá somos, por comparación, cucharachas que no entienden nada sobre el coche que circula más allá de la alcantarilla. Siendo la alcantarilla nuestra dimensión, y el coche la inmensa masa de "alma" que observamos una y otra vez en las dimensiones que podemos ver.

>> Nosotros respetamos eso, Señor Task. No con adoración o miedo a un Dios omnipresente y omnipotente, pero sí aceptando que no somos el centro del universo, ni la fuerza más poderosa que en él reside. El objetivo de los Iluminados es, simplemente, entender y sintonizar con dicha fuerza. Y considerando que soy, probablemente, uno de los dos "humanos" o "Hijos de Dios" más poderosos sobre la faz de la tierra, diría que sé un poco sobre ello.

>> ¿Somos una Secta? Quizá. ¿Un culto? Definitivamente. Si después de lo que le he dicho sigue mostrando interés en unirse a nosotros, es un asunto que puede tratarse. Aunque si no comparte nuestra filosofía, lo sabremos, y naturalmente será rechazado. No hay espías ni falsos creyentes en nuestra organización. Disponemos de los suficientes recursos "divinos" como para poder asegurarnos de ello.

Tras dicho discurso guardó silencio de forma abrupta, esperando la respuesta de Task. Desde luego, era un fanático, pero un fanático sabio. Tuviese o no razón con respecto a la filosofía de "Los Iluminados", su entendimiento del progreso de la humanidad, su organización y los elementos de poder en juego en el último siglo eran remarcables, aunque de esperar considerando que, literalmente, ha vivido dicho siglo y constituido uno de dichos elementos de poder.

Esperaba dos respuestas por parte de Task; Cómo podía verdaderamente contribuir a la guerra contra los nazis, y si de verdad estaba interesado en formar parte de "Los Iluminados". Y aunque sus palabras habían sido frías, probablemente se las hubiera guardado si su intención fuese otra que ver la opinión de Task a la realidad que le exponía.

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09/10/2017, 21:52
Narrador

El coro de cadáveres aplaudió durante unos segundos, sonriendo. Lafayette, con las suturas en una mano y la cuchilla en la otra, acababa de cerrar la cavidad abdominal del cadáver de John Morrow. Estaba en aquel almacén abandonado donde Cotard había reanimado al tal Doctor Kidman.

— Buen trabajo, querida, pero soy yo el que está preocupado por ti— comentó Morrow desde la mesa de operaciones—. Te das cuenta de que guardarle secretos a Ancel no es la mejor idea que has tenido, ¿verdad?

— Tiene razón— comentó Zimmerman, de repente de pie, enfundado en su traje negro, al lado de la mesa de operaciones—. Mi frágil ego va a cabrearse mucho cuando me entere de que has intentado jugármela. Y voy a hacerte daño. Es lo único que se me da bien— añadió sonriendo mientras apuraba un cigarrillo, al tiempo que, con delicadeza, le quitaba la cuchilla de la mano a Lafayette.

— Yo diría que tienes problemas más urgentes— comentó Cotard, sentado en la mesa de operaciones, mientras de un manotazo convertía a Zimmerman en humo. Morrow ya no estaba—. ¿Qué excusa vas a poner en el trabajo? ¿Vas a decir que te ha secuestrado el ministro del Reich para la Ilustración Pública y Propaganda?— añadió refiriéndose a Viktor Eichmann, el gemelo de Ancel. Sacó la escopeta del traje, el pastillero de Lafayette de un bolsillo, y comenzó a cargar cartuchos que sacaba del mismo—. Porque será más fácil convencerles de que te has follado a Santa Claus con un strap-on, querida.

— ¿Estás jugando a forenses y muertos con esta zorra, cabronazo?— gruñó Genesis, despechada, de pie donde antes estaba Zimmerman—. Dudo que te guste tanto cuando le borre la sonrisa de la cara— arrancó el arma de las manos de Cotard y la apuntó al rostro de Lafayette—. Así aprenderás a dejar a los muertos en paz.

Apretó el gatillo. Todo se volvió rojo.

— ¡Ni siquiera la conocía! Sólo la aconsejaba porque el fantasma de su novio me lo ha pedido— replicó un Cotard indignado.

— Paso de hacer el trabajo sucio esta vez— refunfuñó Zimmerman, también irritado por la situación—. Morrow, saca tú la basura hoy, que también estás acostumbrado.


Lafayette abrió los ojos de golpe, con el corazón amenazando con salírsele del pecho. Se incorporó en la cama de golpe. Su pastillero estaba en la mesita de noche, convenientemente cerrado, aunque recordaba haberlo usado. Recordaba a Zimmerman, la morgue, y los cadáveres en el almacén. Por un momento dudó sobre si aquello formaba parte de la pesadilla, hasta que vio su bata colgando de la percha y sacó el mechero que había tomado prestado del cadáver del tal Dr. Kidman.

Recordaba no haber encontrado nada de valor, o útil por si mismo, entre los cadáveres. Ancel y su gente se habrían encargado de revisar todo aquello. Sólo quedaban baratijas sin valor y aquel viejo Zippo era lo único que podía tener cierta utilidad para la doctora.

Sin embargo, también recordaba el contacto de su mano junto a la de Zimmerman. Una mano áspera, fría, que la provocó un escalofrío por toda la columna. Una sacudida de energía corriéndole por el brazo, una sensación de calor en el pecho, y una helada mental. No era una experiencia agradable, pero al mismo tiempo resultaba adictiva. Como inyectarse heroína.


Recordaba volver a ver el salón de aquel piso minimalista y aséptico, con Cotard y Genesis recuperando los detalles de la conciencia de aquel pobre fallecido. Recordaba, confusa, sentir cómo los fragmentos se unían. A aquel hombre parpadear, mirar fijamente a Genesis, y dar una zancada para abrazarla, acariciarla el pelo. Llamarla hermana. Y después abrazar a Cotard, dándoles las gracias a ambos. Ir a mirarse en el reflejo del ventanal, dejando ver a través un edificio de color azul claro con paneles de cristal.

Era un hombre atractivo, de una edad similar a la de Genesis, aunque algo mayor. Rondaría los 30 años. Más alto que Cotard y Genesis, cabello negro, mandíbula ancha, y una cicatriz a lo largo del lateral derecho del rostro. Ojos de esclerótica amarilla, con pupila e iris negros. Se llevó las manos al rostro, palpándolo.

— Einar... necesitas saber algo— interrumpió Cotard—. No eres el verdadero Einar. Él volvió al flujo.

El hombre frente al espejo apretó la mandíbula y pestañeó lentamente. Suspiró.

— Así que soy sólo los recuerdos de mi hermana...— replicó mientras tragaba—. Pero tú eres el titiritero, ¿cierto?— Cotard asintió—. De acuerdo— concedió mientras volvía sobre sus pasos y se situaba junto a Genesis—. Tengo que matar al mestizo. Después seré vuestro.

Salieron del apartamento. Número 67 en la puerta. Y todo volvió a desaparecer, lentamente.


Al terminar, y volver a aquel cuarto con los cadáveres, Lafayette estaba cansada. Demasiado como para aventurarse a volver a usar sus poderes con Zimmerman. El alemán, calculadamente, sólo le había prestado la energía necesaria para mantener aquella visión en concreto y no acabar exhausta.

Recordaba irse de ahí. Beber. Fumar. Beber más. A la camarera, una mocosa rubia con menos de veinte inviernos, diciéndola que no la iba a servir más. Que cerraban. Salir de aquel local llamado "Purgatorio". Ir a casa. Beber. Fumar. Beber más. Y usar su pastillero. Le dolía la cabeza, y se notaba cansada, pastosa. No sabía muy bien si la había pisado un camión, o si el vecino había puesto su estruendosa lavadora toda la noche. Pero ahí estaba, despeinada y frente a su bata de trabajo, sosteniendo el mechero del Doctor Kidman como recuerdo de que todo, salvo la pesadilla, había sido real. Probablemente estaba demasiado cansada como para usar sus poderes en aquel momento; una noche de alcohol, tabaco y pesadillas no era precisamente una forma de cargar pilas.

Pero estaba en casa, y estaba sola. No había Zimmermans, ni Cotards, ni Einars, ni otros monstruos para atormentarla.

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09/10/2017, 23:57
Bevidiere Lafayette
Sólo para el director

Lafayette despertó, como si de pronto todo su organismo descubriese que seguía respirando, sentándose mientras emitia un gemido ahogado, sobre el colchón, descubriéndose a si misma agitada y sudorosa, con el zippo de un desconocido en la mano y aquella sensación matutina y familiar de denso y pesado alquitrán deslizándose por cada una de sus neuronas. Oscureciendo cada uno de sus recién paridos pensamientos, entremezclándose con el retumbar de una mente de hiperactividad incesante y nocturna, y con el tan bien conocido aguijoneo sobre las sienes, fruto de la deshidratación y la hipoglucemia que seguían a la ingesta etílica. 

Respiró hondo varias veces, llevándose la mano vacía a la cabeza, mirando alrededor, confusa, como si de hecho aquella fuese la primera vez que amanecía en aquella habitación, aunque aquel panorama de sábanas enredadas, batiburrillos de ropa, botellines vacíos de cerveza y colillas a medio consumir fuese el que la recibía todas las dichosas mañanas. O no tan mañanas. 

Respiró hondo, sí, varias veces, como si de hecho se obligase a hacerlo, sintiendo el cuerpo entumecido, y el olor del tabaco rubio y el alcohol impregnados en su pelo desaliñado, su ropa y sus mismísimas entrañas, que con un quejido sordo se declaraban revueltas y nauseosas, aún rechinantes, en plena metabolización fermentada- Acetaldehido deshidrogenasa...-pensó, de manera casual y absurda, mientras se dejaba caer de nuevo sobre el colchón, como un fardo pesado, exhalando todo el aire que cabía en sus pulmones, apretando los labios, y guardando un silencio sepulcral, en el que su respiración se mantuvo ausente hasta que fue incapaz de combatir las propias necesidades vitales de su cuerpo, y una bocanada de aire rancio se deslizó a través de su garganta.

Cerró momentáneamente los párpados, oscurecidos por el maquillaje deshecho y las grises y permanentes ojeras que solía cubrir con corrector, y acto seguido miró hacia un lado. Hacia la mesita en la que descansaba el pastillero convenientemente cerrado, y la foto de aquel chico del que ya comenzaba a olvidar la voz, e incluso a veces el rostro, en una suerte de desgracia personal que no sabía si considerar beneficiosa o fruto de la propia desidia- ¿Por qué cojones sigues sonriendo?- pensó- A mí nada de esto me hace puñetera gracia.-añadió, con un murmullo arrastrado, antes de dejar caer el retrato, con suavidad, hacia la moqueta que cubría el suelo, perdiéndolo de vista mientras una lágrima silenciosa que no ofrecía alivio ni cobijo, se deslizaba por su mejilla, siendo tan sólo el preludio de aquel llanto contenido que la ahogaba, y que pasó a considerar parte de su rutina mientras utilizaba el zippo de aquel hombre muerto para encender un cigarro a medio consumir que descansaba sobre el borde del cenicero de porcelana que descansaba en el suelo, ahora junto al retrato. 

 

Dio una profunda calada, y exhaló el humo, con una suerte de sollozo enmudecido, mientras sus pupilas apagadas se mantenían clavadas en el techo. En la lámpara. En la ventana. En cualquier cosa que no fuese ella misma. Que no fuese el chico de la foto, el pastillero, o la botella vacía de Jack Daniels que actuaba como testigo indolente a los pies de la cama, enredada entre sus vaqueros. 

El cigarro acababa de consumirse entre sus dedos, al mismo tiempo que el llanto acababa por enmudecer del todo, en su pecho, y con un gesto descuidado lo dejó caer sobre el cenicero, mientras trataba de sentarse de nuevo. De alzar su cuerpo y arrastrarlo hacia el borde de la cama, para pisar finalmente la moqueta, y ponerse en pie, con un quejido, llevando a continuación el dorso de la mano hacia sus pómulos, pesados, humedecidos...

Dejó caer también el zippo, escuchando cómo emitía un sonido sordo al toparse contra el colchón. Y con pasos absolutamente carentes de la motivación de quien se levantaba con la vana esperanza de productividad y hechos positivos, se dirigió al baño, introduciéndose en la ducha y dejando que corriese el agua, caliente hasta el punto de resultar dolorosa, capaz de sacarla de su ensimismamiento y hacerla reaccionar. 

¿En qué cojones me he metido?pensó, encogida, bajo las agujas candentes que caían sobre su espalda, despegando, con parsimonia, la camiseta empapada y el resto de su ropa de su pálida piel, notando que la respiración se le entrecortaba al percibir, directamente, el calor, sobre su carne, mientras sus piernas se convertían en arcilla maleable y provocaban que se deslizase, hacia abajo, hasta acabar sentada sobre el suelo de la ducha al mismo tiempo que el agua perdía calor y comenzaba a enfriarse, embalsamándola.

El café, oscuro, sin leche, ni azúcar, aderezado con aquella pastilla de la que dependía su estabilidad emocional, acababa por traerla de nuevo de vuelta al mundo. A una realidad que en aquella mañana, más que en muchas otras, le resultaba ajena. Una barrita energética acabó de completar su nutritivo desayuno. Después de todo, en la cocina no había mucho más con lo que llenar el vacío de su estómago, y tampoco necesitaba demasiado, en realidad, para hacerlo, en su circunstancia. 

Volvió a vestirse, y a cubrir su rostro, sus ojeras, y los poros y pequeños surcos que recorrían su piel, tratando de disimular el aspecto demacrado con el que todo su ser parecía gritar que había pasado una noche horrible. Y mientras su mano sostenía el delineador negro, pudo recordar el tacto áspero de la mano de Zimmerman, imprimiendo a través de su médula espinal aquella sensación de sacudida 

fría, la mismo tiempo que percibía la delicadeza con la que había retirado la cuchilla de su mano, en aquel sueño revuelto, como si de hecho quisiese utilizarla para procurarle algún daño. O como si quizá incluso previniese con aquel gesto que se lo hiciese ella misma.

Sí, se dijo, mientras percibía cómo comenzaba a temblarle el pulso; podía ser cualquiera de las dos cosas. Al fin y al cabo, eran ambas igual de probables. 

Y con el tacto fantasma de la mano de Ancel Zimmerman llegó el tacto frío de la piel de los muertos renacidos. Y con él la mirada helada de Cotard, las pupilas amarillentas de un nuevo y falso Einar, y la expresión consternada de su hermana, Genesis, mientras aquella frase que hablaba de jugar a forenses y muertos reverberaba, repitiéndose, en bucle, persiguiendo la espiral ascendente de sus pensamientos.

Los ecos de una pesadilla que no terminaba de comprender, o que comprendía demasiado bien y no quería terminar de recordar comenzaron a martillear de nuevo en sus sienes, antes de que tratase de acallarlos con un vaso de agua y un naproxeno.

Antes de que cerrase de nuevo y por última vez los ojos, suspirando, resignada, sabiendo que tarde o temprano debería enfrentarse un día más al mundo. Un día más a aquella mujer que veía reflejada en el espejo, y que le resultaba primariamente necesaria y detestable a partes desgarradoramente iguales que no lograban reunir el valor suficiente como para acabar de raíz con un problema de características transhumanas que llevaba asfixiándola desde que había intentado dejar de respirar. 

Notas de juego

Declaración de intenciones: ir al trabajo. Y aprovechar para buscar información referente a la identidad de los muertos que vi el día anterior y a Genesis, Cotard, Einar, y compañía. 

 

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11/10/2017, 12:51
Sebastian Task

Blake era bueno ocultando sus emociones. Pareciendo enigmático. Era una táctica, como otras muchas, para engrandecer el misterio... conseguir un aura de misticismo que atraía a las masas. Pero Task no era nuevo en esas lides.

- No creo en Dios, la democracia, el dinero o los datos. - Explicó tras escuchar las palabras del Vitalista. Aunque cualquiera lo diría viendo el saldo de cualquiera de sus cuentas corrientes. - Al menos no creo que sean una especie de poder o ente superior. Todos son herramientas. Ni más ni menos. - De hecho pensaba algo parecido de los Vitalistas. Probablemente de todos y cada uno de los seres del universo. Todos eran herramientas para Task. De un modo u otro acabaría usándoles para beneficio propio... para conseguir sus objetivos. La única diferencia estribaba en la forma. No era lo mismo utilizar a un simple humano, que a un Vitalista como Blake. Los modos de manipulación eran distintos, y ahora... ahora debía ser sutil.

- Y como herramientas, dependen mucho de quién las utilice, cómo lo haga, y con qué intenciones. -

Cerró los ojos e inspiró el aire de la ciudad, levantando con suavidad el mentón.

- Las historias, las ideas... de nuevo no son más que herramientas. Herramientas en manos de Omega en este caso. - Continuó. - Los humanos necesitan liderazgo... y en este caso es Omega quien se lo ofrece. Liderazgo y una falsa sensación de seguridad. -

- Ese nuevo credo basado en los Hijos de Dios... no perdurará. - Admitió a modo de aviso por si Blake creía lo contrario. Los humanos eran inestables, y de nuevo, sin un liderazgo fuerte – aunque no necesariamente el que ejemplificaba el régimen nazi – derrumbarían cualquier civilización que surgiera... más pronto o más tarde, pero acabaría cayendo. - Omega y el Cuarto Reich no serán más que nombres en los libros de historia del futuro. Más o menos importantes... sí. Pero nombres pasados al fin y al cabo. - Afirmó convencido. - Y la historia la escriben los vencedores. -

Se humedeció los labios antes de continuar.

- El Cuarto Reich llegará a Australia, señor Blake. No se equivoque. Rusia no les va a parar. La pregunta es si Omega será suficiente para evitar la destrucción de esta ciudad... Y más importante aún... independientemente de quién gane, ¿qué sucederá después? No me imagino una vida bajo el régimen nazi, pero estoy convencido de que otra vida bajo la vigilancia del Gran Hermano – clara referencia a Omega - tampoco sería muy buena. - Eran preocupaciones bastante legítimas. - Me gusta que también se haya planteado todas las posibilidades. No es oro todo lo que reluce, ni los nazis serían tan malos ni Omega tan bueno. - Aclaró.

Que los ciudadanos siguieran creyendo que Task pertenecía al jurásico, tal y como Blake apuntaba. No le sentaba mal... de hecho, le parecía un orgullo haber mantenido oculta su condición de Vitalista durante tanto tiempo.

- En esa... "cruzada". - Añadió tras dejar pasar unos segundos para que Blake sopesara sus palabras. - Puedo ayudar. Hay algo que no hace distinción entre personas... ya sean humanos o Vitalistas. Y es que todo el mundo quiere algo. Se me da bien negociar. - Dijo encogiéndose de hombros levemente.

- Incluso usted tiene un objetivo. Lo muestre o no, lo tiene. Ese algo que le reconcome por dentro... Puedo olerlo desde aquí. - Procuró adoptar una expresión de lo más relajada antes de soltar su propia bomba. - Zimmerman. - Sólo pronunció aquel nombre. Quería que calara en lo más hondo del oído de Blake, y de paso comprobar si había alguna reacción en su rostro.

- Puedo ayudarles a acabar con él. No creo que a los suyos les guste tener a un nazi cazador de almas pululando libremente por New Sydney. - Era evidente. Si había "Iluminados" en New Sydney, probablemente serían Vitalistas poderosos. Si Zimmerman estaba de caza iría a por ellos. Eso si el "Nigromante" no pertenecía a los "Iluminados", claro.

El discurso de Blake acerca de que tanto Task como Novák sólo podían escoger en qué civilización vivir estaba destinado a minar la moral de Sebastian. A hacerle bajar sus defensas, pero había caído en saco roto. Blake no sabía de Avalon... no podía tener ni idea pues nadie fuera de sus cuatro miembros había escuchado ni mencionar el nombre. La sociedad había surgido de la nada pero poco a poco había ido creciendo en poder e influencia.. .desde las sombras. Y así seguiría hasta que Task decidiera que había que dar un golpe sobre la mesa. Blake estaba convencido de que su grupo, "Los Iluminados" eran el culto más poderoso de la Tierra. Y probablemente así lo fuera... pero durante poco tiempo.

Sonrió. - Se equivoca respecto a Novák. - Omitió que también se equivocaba respecto a él mismo. - Si un Dios nazi demuestra que puede manipular la tecnología o actuar ignorando sus leyes... se llevaría una ingrata sorpresa, habida cuenta de las habilidades vitalistas del propio Novák. - Matizó sin llegar a entrar en detalles. Prefería dejar ver que sabía más de lo que decía, fuera o no verdad.

- Respecto a ustedes. Hay algo en lo que coincido. Pienso igual: no somos la fuerza más poderosa. Siempre hay alguien más poderoso que uno mismo. Y habrá algo o alguien más poderoso que el más poderoso de nosotros. - Explicó. - Yo también busco comprender dicha fuerza... -

- Quizá sí me gustaría unirme a ustedes... pero primero debo comprenderles más. - Admitió. - Ni ustedes desean que cualquiera se integre en sus filas, ni yo meterme de cabeza en algo que no entiendo del todo. Querría saber todo lo que implica unirme a sus filas... - Dijo con solemnidad. Por supuesto que no estaba interesado en ingeresar las filas de los "Iluminados", pero no había otra manera de saber más sobre ellos... al menos por el momento.

Estaba bien saber que disponían de "recursos divinos" para averiguar si alguien les mentía. Obviamente, Sarah no era la única vitalista con capacidades mentales del mundo entero. Task sabía que no podría infiltrarse en los "Ilumiandos". Su filosofía chocaba directamente con la manera de pensar de Task. Él arrasaba. Por donde pisaba no creía la hierba. Comprender a sus potenciales enemigos era importante, y sabía que tarde o temprano Blake y "Los Iluminados" chocarían con él.

Ya había respondido. Para ayudar en la guerra contra los nazis ofrecía a Zimmerman... Aunque claro, probablemente requiriera colaboración o al menos información por parte de Blake y los suyos.

Respecto a ingresar en su "secta"... Task no había querido dar una respuesta clara a propósito. Sí, había mostrado interés pero no a toda costa. Necesitaba saber más de ellos primero, y claro, aceptaba y asumía que ellos de él también. La cosa era ver si para Blake aquello sería suficiente para iniciar una aproximación.

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11/10/2017, 18:44
Ethan McKenzy
Sólo para el director

Me sorprendió enormemente ver a Eve tan... natural. Puede que fuera la primera vez que la vi realmente guapa. Siempre he pensado que los trajes son una máscara más, y la puntualidad y rigor que percibía en Eve a menudo siempre había supuesto una barrera entre nosotros. Ahora parecía más humana. La observé con bastante concentración y me propuse firmemente no interrumpir. 

Aún así, la tensión era palpable en la sala. En el momento en el que comenzó a hablar de Kemper mis hombros se tensaron. Sé lo que ese caso significaba para ti. De alguna forma retorcida la frase me llevó a un recuerdo de mi mujer. Yo llegaba a casa, agotado, llevaba meses investigando un asesinato y la cosa no había acabado bien. En cuanto me vio, lo supo de inmediato que el caso se había venido abajo. Me abrazó unos segundos, mientras yo olía su pelo, con una mezcla de derrota y autocompasión... lo dijo, esa reconfortante frase que emanaba comprensión. Lo siento mucho, cariño. Sé lo que mucho que significaba para ti. 

Ese flash repentino me dejó sin aliento. Noté como se me secaba la garganta y aparté la mirada. Necesitaba una copa. Cogí las carpetas, contento de poder alejar mi mente de allí y leí por encima la ficha de Cotard. Tras eso volví a mirar a mi interlocutora, ni si quiera se parecía a mi mujer, y sus palabras no eran capaces de transmitirme algo tan profundo. 

- Eve... tú siempre tan pragmática. - Dije con voz queda, y media sonrisa, tratando de rebajar la tensión - Te lo agradezco mucho, has hecho más que suficiente. Además, como... comprenderás, considero este caso bastante personal. Lo que quiero es encontrarle y conseguir descifrar todo esto. - Suspiré - Quizá es mucho pedir, pero lo que si necesitaría es que... bueno... si te enteras de algo...  llámame. No sé si será su única intervención, pero deduzco que volveremos a encontrarnos escenas similares. Si alguien es capaz de llevar a otro ser humano al suicidio... dudo mucho que sea su último crimen. 

La observé un segundo tratando de dilucidar si realmente lo haría. Luego observé la puerta. 

- Volviendo al tema de esa chica... cuéntame. - Sonreí. Mientras me distraía pensando en una copa, y en Eve, y sí podría invitarla a un Whiskey solo con hielo. 

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12/10/2017, 15:46
Walter Mongoose

La ciudad seguía brillando. Con sus drones, sus enjambres de humanos, sus rascacielos, sus coches autónomos y sus dioses greco-romanos a los que la mayoría de la población rendía culto. Todos ajenos a la no-muerte que acechaba en la ciudad. Todos disfrutando de su vida aumentada por la tecnología y rindiendo un culto cuasi religioso a los Vitalistas.

El hospital parecía normal. Parecía. En cuanto la doctora bajó al primer subsuelo, donde estaba la morgue, pudo ver un par de policías corrientes apostados al final de la escalera. Sin embargo, no parecieron reparar particularmente en la doctora, vestida en su uniforme, a la que dejaron pasar tras ver su identificación y escanear el código de barras de la misma. Algo rutinario para dificultar la falsificación de identidad.

Sin embargo, ya en el pasillo que llevaba a la morgue, pudo ver a dos personas discutiendo. La primera, un hombre afroamericano de unos 60 o 65 años, con el cabello totalmente blanco y un aspecto ligeramente envejecido, pero aún así enfundado en un uniforme de oficial de policía. Parecía discutir, achacado, frente a una mujer por encima de él.

Una mujer cerca de los cuarenta, de aspecto profesional y severo, vestida de traje y sin identificación aparente, pero con un ordenador de pulsera en un brazo y un broche en el cuello de la camisa. El símbolo Ω. Probablemente una empleada de la Oficina de Contramedidas de Omega, el departamento gubernamental a caballo entre la policía y el ejército, encargado de lidiar con los problemas paranormales de la ciudad.

Aquello no indicaba que aquella mujer fuese una Hija de Dios. Ni mucho menos. Simplemente que se dedicaba a mantener las cosas bajo cierto control, algo difícil considerando que New Sydney no obligaba a sus ciudadanos a llevar un registro genético -salvo en ciertos casos, como el proceso legal de John Morrow- o declarar su condición de Vitalistas ante el gobierno.

El oficial de policía terminó de replicar, claramente molesto, a la mujer del gobierno. Fue entonces cuando vio a la doctora, e hizo un gesto para llamarla. No parecía particularmente agresivo, ni amenazante de algún modo para con la forense.

Usted debe ser la forense— saludó, afirmando mientras la tendía la mano para estrecharla como parte del saludo—. Soy el comisario Walter Mongoose, de la oficina central. Un par de preguntas, señorita, si me lo permite— aunque no esperó para hacerlas—. Ethan McKenzy, uno de mis detectives, está investigando un caso de suicido inducido por control sobrenatural, asumiblemente a manos de un Vitalista. Debo pedirle que haga de la autopsia y análisis del cuerpo su máxima prioridad. Esta dama— señaló vagamente a la mujer a su lado— insiste en que tras la misma deben llevarse el cuerpo para investigación científica.

Aquello significaba que el caso seguía siendo jurisdicción de la policía ordinaria, pero que la Oficina de Contramedidas de Omega quería el cuerpo. Y si ese era el caso, probablemente ningún amigo o familiar estaba interesado en reclamar el mismo o acudir al funeral. Omega solía ser bastante respetuoso con ese tipo de cosas... cuando podía afectar a la opinión que los ciudadanos tenían de su gestión.

Por otro lado, Lafayette había oído hablar de ese tal Ethan McKenzy. Un detective Vitalista aparentemente zumbado como un cencerro, motivo por el cual era ligeramente conocido. Normalmente la gente no se acordaría del nombre pasados 5 telediarios, pero Bevidiere no era una persona vulgar con un CI de 105. Recordaba, aunque vagamente, que McKenzy tenía mala reputación... porque todos sus compañeros consideraban que estaba como una cabra; deprimido y con delirios disociados de la realidad. Quizá verdad, quizá realidades que solo un Vitalista con ciertos poderes podía conocer, pero en ocasiones, difícilmente asimilar y digerir con naturalidad.

Y por otro lado... algo totalmente aislado de lo que acabo de pedirle: Ayer al parecer hubo algún tipo de bloqueo sobrenatural sobre la visión de las cámaras de seguridad— por cómo lo decía, aquel hombre no era muy ducho lidiando con el Vitalismo. Se notaba que para él era algo alienado y distante, que no comprendía con comodidad. Quizá un cristiano muy confundido durante las últimas décadas—. Sombras bloqueando su cono de visión. Y desapareció un cadáver de la morgue. Usted también abandonó su puesto de trabajo, y no volvió, según su jefe. ¿Puede explicarme su relación con esto? ¿Donde fue? No hay registro en las cámaras de que abandonase el edificio.

No preguntó si había visto o escuchado algo sospechoso, sino cuál era su relación, asumiendo que algo tenía que haber visto. No parecía estar acusándola, pero sí que exigía una respuesta al respecto. Una que explicase qué sabía y cómo y porqué había abandonado su puesto de trabajo.

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12/10/2017, 15:46
Eve Wright

— De nada— comentó Eve con fingida suficiencia, bromeando.

Sonrió.

Sobre la chiquilla...— comenzó— es una bomba de relojería; telepatía, telequinesis y campos de repulsión. Pasó buena parte de su infancia en un laboratorio— hizo una mueca, indigando una cierta compasión, aunque bastante diluida tras años tratando con ese tipo de Vitalistas—. Toda su vida ha tenido un amigo imaginario, pero tengo serias dudas sobre si es real. La chica no sabe controlar sus poderes, lo cual es raro a su edad teniendo en cuenta que lleva más de diez años con poderes, y sus capaces son bastante superiores a lo normal.

Era normal que los poderes se fueran de control de tanto en cuando, pero un adulto normalmente aprendía a controlarlos. Para más seña, aquellos con mayores capacidades tenían que desarrollar un mayor control, salvo que algo, generalmente sobrenatural, afectase a su capacidad para gobernar sus propios poderes.

— Creo que él es el telépata, probablemente otro niño de laboratorio— nuevamente, una ligera mueca de compasión, aunque distante—, y simplemente está escondido en la mente de la chica. Bueno, su "alma", espíritu, éter, o como lo llames tú— concluyó en relación a McKenzy y su percepción del Vitalismo—. Y ahí es donde entras tú. Sé que es de muy mal gusto por mi parte pedirte algo así, pero eres un telémetre. Estés loco o no, saber si ves o no a un chaval junto a la chica me hará un gran favor.

Sacó de un cajón una tarjeta de bolsillo. Su nombre, "Eve Wright", su cargo, la dirección y el número de teléfono de su secretario. Sin embargo, le dio la vuelta a la tarjeta y escribió con un bolígrafo su número de teléfono personal.

Te pegaré un toque si pasa algo relevante con Cotard o el caso— afirmó tendiéndole la tarjeta de visita entre dos dedos, con uñas pintadas en negro—. Sigue siendo jurisdicción de la policía, pero cuando el forense acabe la autopsia apuesto a que Omega querrá echarle un vistazo— se encogió de hombros—. Suele hacerlo cuando nadie va a reclamar el cuerpo y hay algo sobrenatural involucrado.

Se levantó, poniendo ambas manos sobre la mesa, y puso rumbo a la puerta, invitando a McKenzy a hacer lo mismo.

Era difícil discernir si simplemente estaba mostrando colegueo entre profesionales o se trataba de algo más personal. Le había dado su número de teléfono, es cierto, pero quizá simplemente no le importaba tener una vía de comunicación más directa llegados a ese punto, tras haber tratado varias veces con el detective. Lo único que realmente parecía personal, como tal, era el hecho de que trataba los asuntos delicados de McKenzy con cierto respeto, pero no de forma fría, sino considerando que el detective ya era lo bastante mayor como haber digerido todo aquello y poder ahorrarse las formalidades con ella, al menos en lo que a su condición mental se trataba.

Eve probablemente habría visto a unos cuantos Vitalistas a medio caballo entre la locura y la iluminación, y no parecía atreverse a decir en qué campo se encontraba McKenzy. Simplemente no disponía de los medios para saber si estaba loco o si podía ver algo real que los demás ignoraban. Pero fuesen su hijo, o los demás muertos, reales o producto de una mente atormentada, si sus poderes estaban conectados con los residuos de la vida y con la muerte, y era capaz de ver a algunos espíritus, bien podrían funcionar en aquel caso.

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12/10/2017, 15:47
Al Adam Blake

El Iluminado asintió ante las respuestas de Task en relación a las historias de Dios, la democracia o el dinero, compartiendo que no eran sino ficciones utilizadas para unir a un colectivo. Por otro lado, se inmutó cuando el billonario mencionó a Zimmerman. No mostró odio, ni siquiera interés. Mostró sorpresa, probablemente porque no esperaba que el empresario estuviese al tanto de su mera existencia, y aquello le había cogido desprevenido. Fue algo sutil, pero visible.

No se le da mal negociar— repitió Blake esbozando una leve sonrisa, antes de difuminarla de nuevo—. Debo asumir que está dispuesto a colaborar en la caída de Zimmerman por mero interés político-social, ¿o quiere algo a cambio?— preguntó directamente y sin rodeos—. No es mi máxima prioridad, pero descrearlo inclinaría un poco la balanza.

Un término curioso el de "descrear", probablemente usado para apuntar, aunque de forma tosca, que no se trataba solo de acabar con su vida orgánica, sino también con su misma alma, haciéndolo desaparecer de la existencia. Probablemente aquello que Task más debía temer, aunque por suerte nadie parecía interesado en hacérselo a él.

Si lo desea, puedo concertar un encuentro para examinarlo— continuó, aunque parecía haber cambiado de tema tras la pausa—. Podemos hablarle más sobre la organización y sus pormenores, pero antes de divulgar más información debemos saber si es un candidato válido o no— hablaba con cierta frialdad técnica al respecto, como si fuese comparable a ir al médico de cabecera por una tos persistente—. Nadie intentará bucear en sus recuerdos o sus secretos más oscuros, pero sí en su consideración sobre la organización y sus intereses.

Guardó silencio, esperando a ver el proceder de Task en los puntos prácticos de su conversación.

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17/10/2017, 12:05
Abigail Kidman

Abigail nunca se había caracterizado por ser especialmente puntual, vivía de noche prácticamente y hacer planes diurnos para ella era toda una Odisea, pues casi siempre se quedaba dormida. La chica no llevaba esos horarios de vampiro simplemente por su trabajo en el bar, sino porque era cuando menos dolores de cabeza tenía; por las noches, la gente duerme y ese barullo incesante se convertía de repente en un murmullo, no había estrés, no había gente atareada... solo sueños y pensamientos que no se hilaban los unos con los otros. 

Sin embargo, esa vez la chica se retrasó no solo por su sueño, sino por mera inseguridad de no saber qué llevar puesto. Normalmente su estilo es más bien informal y sencillo, pero no creía que en una reunión con una agente del gobierno fuese adecuado ir con unos vaqueros desgastados y las Converse sucias que solía llevar. Se esmeró en buscar un atuendo adecuado y Ángel la aconsejaba desde el sofá mientras ella se cambiaba una y otra vez.  Por fin, consiguió encontrar el conjunto apropiado, o por lo menos, el menos inadecuado: los únicos vaqueros que no tenían algún roto y una camiseta negra sin mangas. Apenas usó maquillaje, solo algo de lápiz de ojos y brillo de labios, no sabía si debía ir maquillada pero prefería la falta de maquillaje al exceso de este. 

Llegó casi sin aliento al lugar de la cita, pues casi había tenido que correr entre metros, autobuses y demás medios de transporte. Había mucha gente allí y un agudo dolor de cabeza comenzaba a instalarse. Al llegar junto a Eve, pidió un frapuccino de caramelo (su favorito) y se sentó a su lado para dar comienzo a esa extraña reunión.

Se sentía más segura teniendo a Ángel al lado, pero aún estaba tensa. Al principio se mostraba poco participativa, pero la cosa fue a mejor conforme avanzaba la conversación. Trataron temas diversos y sin importancia, Aby sabía que era para que se relajase, no le hizo falta leerle el pensamiento para saber eso... Pero debía admitir que, efectivamente, ayudaba.

Estaba disfrutando de los últimos tragos de su bebida cuando Eve soltó la bomba. Se quedó quieta, sin reaccionar, con la mirada perdida en el infinito. No sabía hasta qué punto debía sentirse enfadada con su psicólogo... se suponía que no podía contar esas cosas, ¿no? Pero, ¿y si él no contó nada cómo lo sabía? Comenzó a darle algo de miedo esa falta de privacidad de repente, esa sensación de desnudez. Tenía sentimientos encontrados, a la vez se sentía comprendida, en cierto modo, por una vez... Esa era la primera vez que alguien hablaba de Ángel y no era para negar su existencia. Por fin alguien que decía un: "no estás loca, Aby". 

Sin embargo, Eve lo había llamado "difunto". Nunca se había planteado algo así... Ángel había crecido con ella, tenía recuerdos de un Ángel más joven. Nunca había pensado en su origen, es decir, claro que lo había hecho... Pero nunca pensó que era porque fuese un fantasma, es decir... que estuviese muerto. Nunca se planteó tampoco qué pasaría cuando se hiciesen ancianos, ni cómo podría morir Ángel... El hecho de barajar que ya estuviese muerto, la abrumaba. 

Fueron las palabras de Ángel quienes la sacaron de su pensamiento. Lo miró, sí, esta vez lo miró directamente, sin importar que hubiese otra persona con ella. Parecía que él ya había tomado su decisión y no sería ella quien le negase algo así. Asintió con los ojos puestos en él y luego devolvió su mirada a Eve. 

- De acuerdo-contesta, con un extraño nudo en el estómago-. Quiero... queremos ir-se corrigió-. Llévanos con él, por favor. 

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18/10/2017, 05:01
Eve Wright

La puerta del despacho se abrió.

Eve Wright salió por la misma, seguida por un hombre que de mediana edad, probablemente más cerca de los 40 años que de los 30 a juzgar por las incipientes arrugas de expresión en el rostro y la pérdida de vitalidad en el cabello. Alrededor de metro ochenta de altura, y una complexión física decente, probablemente cultivada en el pasado y algo descuidada en los últimos años. Nada espectacular. No parecía cuidar demasiado su aspecto, pero iba aseado salvando algún mechón de pelo fuera de lugar. Sus ojos inmediatamente fueron a donde se encontraba un joven de unos veintipocos años.

El joven, de cabello castaño claro y ojos azules, miraba fijamente en respuesta al hombre de mediana edad, petrificado. Iba vestido de forma muy sencilla, con una camiseta negra y unos vaqueros, sin complementos de ningún tipo.

A su lado había una joven. Cabello castaño oscuro, teñido de rubio platino salvo en las raíces y ciertos mechones. Piel fina, pálida y pecosa, casi enfermiza. Frágil. Facciones aniñadas, pese a ser bastante atractiva. Probablemente tenía menos de 20 años. Delgada, alrededor de metro sesenta y cinco, metro setenta. Y una cierta timidez inherente, pegada a ella como una camisa de fuerza, aunque sus ojos verdiazules miraban la escena con expectación.

Abigail, te presento a Ethan McKenzy, el hombre del que te hablé— comenzó—. Es un detective de la policía central de New Sydney.

Y guardó silencio. Observó al detective, siguió la trayectoria de sus ojos, pero entonces observó a Abigail, y de nuevo al detective, sin reparar en la presencia del joven al que McKenzy observaba.

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18/10/2017, 05:02
Ángel

El joven observaba a McKenzy, taladrándolo con los ojos sin saberse muy bien qué pasaba por su cabeza.

Finalmente, abrió ligeramente la boca, balbuceando.

¿Puedes verme de verdad?— preguntó, aunque en parte parecía afirmarlo en vista a la mirada de McKenzy.

Permaneció expectante, aunque Eve Wright pareció ignorar completamente sus palabras, sin inmutarse.

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19/10/2017, 19:59
Bevidiere Lafayette
Sólo para el director

Entrar en el hospital había sido como sumergirse en las profundas aguas de las vicisitudes de la vida tediosa, corriente y mundana. Como nadar entre las aguas de la crudeza de la angustia, o empalagarse con el regusto dulce y eufórico de las buenas noticias, al mismo tiempo que sentía la presión nauseabunda de la preocupación ajena aguijoneando sobre su cráneo. Ahí donde la cefalea llevaba amenazando con estallar a modo de dolor hemicraneal insoportable desde que había abierto los ojos, al despertar, muy a su pesar, aquella mañana.

No cabía duda de que todo parecía estar igual que siempre, y no supo si sentirse aliviada o maldecirse porque se avecinase otro puñetero día infumable, en el que se vería obligada a lidiar demasiado tiempo consigo misma. Pronto, sin embargo, se encontró a si misma chasqueando la lengua, con un gesto a medio camino entre el fastidio y el improperio, mientras se reprendía mentalmente, llevándose los dedos índice y corazón de la mano izquierda al entrecejo, masajeando, con parsimonia, el inicio de sus cejas, mientras se aproximaba al policía y a la agente de Contramedidas de Omega. 

No debería haber salido de la puñetera cama.-pensó, lamentándose, suspirando, lentamente, al mismo tiempo que estrechaba la mano del comisario Walter Mongoose, que tenía pinta de ser quizá, un buen hombre. Un hombre que no quería meterse en asuntos que ni entendía ni debía encontrar convenientes. Perfecto.- Sí. Soy la forense. Lafayette, un placer.-contestó, enarcando ligeramente una ceja, dedicando un breve vistazo a la mujer mientras escuchaba hablar sobre aquel suicidio inducido y la relación de aquel caso con Ethan McKenzy. 

Ethan McKenzy... Sí. Había escuchado hablar de él. Aunque no lo conocía personalmente. El prototipo de genio demente, supuso, aunque uno jamás podía dar nada por sentado. Muchas de las diatribas que había escuchado en torno a su persona no tenían una base sólida. Y ella nunca se había sentido impelida a invadir gratuitamente la privacidad de nadie que no tuviese absolutamente nada que ver con ella, o con alguno de sus silenciosos pacientes. Pero si ahora iba a meter las narices en un asunto que incumbía a Ethan McKenzy, sería legítimo informarse un poco sobre él, en la medida de lo posible. Si se lo encontraba, quería saber de qué era capaz. Y a qué se enfrentaba. 

Comenzaba a pensar que había tenido algo de suerte. Y que a nadie le interesaba lo que había ocurrido el día anterior, cuando aquel hombre que no debía desear meterse en asuntos como los que había vivido tras abandonar la morgue junto a Ancel Zimmerman abría la boca y soltaba aquel zurullo enorme en forma de pregunta- Entiendo.-dijo, tratando de no modificar en demasía su expresión, pareciendo lo suficientemente preocupada por el asunto, sin que el gesto resultase excesivo, mientras comenzaba a caminar despacio, en dirección a la morgue, asumiendo que tanto el policía como la mujer que lo acompañaba, la seguirían-  Lo cierto es que ayer por la tarde, mientras me encontraba en mi despacho, alguien me avisó a través de la línea interna de que vendrían a buscar el cadáver al que acababa de practicarle la autopsia, por lo cual, me sorprende que no haya registro alguno de esa salida. -expresó, utilizando un tono comedido y extrañado, mientras miraba alrededor, como si quisiera comprobar que todo se encontraba bien- Normalmente los celadores son los que se encargan de comprobar la documentación y tomar parte de cada recogida. Y hay varios en cada turno. No sabría decirle cuál fue el que habló conmigo, porque aunque lleve un tiempo aquí, para cuando empiezo a acostumbrarme a la voz de cada uno de ellos, los de arriba deciden cesar las contrataciones temporales de aquellos que carecen de términos indefinidos, para recontratar y economizar los gastos de personal.-comentó, adelantándose a otra una posible pregunta, añadiendo cierto matiz indignado a sus palabras, al tiempo que dedicaba una mirada, algo más prolongada, a la mujer de Contramedidas Omega- Por mi parte, aproveché para salir a fumar. Se supone que no se puede fumar en el complejo hospitalario, así que, los que tenemos este vicio tan feo... En fin, hay una salida hacia una zona "estratégica" y disimulada, a través del garaje. -explicó, buscando ahora con la vista el nuevo historial, el informe preliminar del caso del suicidio inducido, y leyendo el nombre, el sexo y la edad de su nuevo paciente antes de acercarse a su bolsa, descubriendo únicamente su rostro, dedicándole una mirada profunda. Una mirada que en parte era lástima y en parte envidia. Y que quizá podía resultar ligeramente incomprensible, o perturbadora, a ojos ajenos que no comprendían la dimensión extracorpórea que adquirían los asuntos de la vida y la muerte, una vez se vislumbraba el otro lado. 

¿Qué más puede contarme sobre este asunto, comisario? ¿En qué condiciones fue encontrado el cadáver? ¿Cuál ha sido el método presuntamente empleado durante el acto suicida?- preguntó, casi en un murmullo, antes de volver a erguirse para enfrentar a Mongoose, mientras en su cabeza, la imagen del cadáver recién descubierto agitándose bajo los espasmos de una existencia vacía e impuesta, se aparecía a modo de idea peregrina e intrusa, obligándola a tomar aire por la nariz y a apretar ligeramente los labios, apartándose un paso de la mesa de autopsias mientras el característico sonido del agua, corriendo a través de las tuberías de abastecimiento corriente, se instalaba en el fondo de su cabeza, proveniendo de ninguna parte, y sin embargo atrayendo momentáneamente parte de su atención. 

- Tiradas (1)
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19/10/2017, 23:57
Walter Mongoose

Walter escuchó a la forense, asintiendo con paciencia y tranquilidad, dejándola decir y hacer mientras avanzaba junto a la agente gubernamental, un par de pasos por detrás de la médico, camino a la morgue. Una vez dentro, la agente se apoyó en la pared, junto a la puerta, y se limitó a observar de brazos cruzados. El agente Mongoose permaneció en la puerta mientras la doctora terminaba su explicación.

Entiendo— se limitó a decir el oficial con un par de lentos cabeceos afirmativos—. Joey— dijo tras pulsar un botón de su reloj de pulsera—. Joey— repitió—, consigue el listado de los celadores y su horario esta semana. Interroga a los que estaban trabajando cuando pasó lo de las cámaras— dudó antes de añadir—, y si no encuentras nada habla con los que tenían el día libre— esperó unos segundos, probablemente mientras escuchaba la respuesta por un pequeño auricular—. Me importa una mierda, Joey— replicó de mala gana—, haz lo que te digo y punto. Quiero un informe preliminar mañana a primera hora, y el definitivo para el Viernes.

Pulsó de nuevo el botón, dando por terminada la conversación, y volvió a mirar a la doctora.

Disculpe— comentó con sinceridad ante la conversación de hacía unos instantes—. Me temo que voy a necesitar que declare, Lafayette — aunque lo normal es que fuese algo opcional, no se lo presentaba como una opción. Quizá porque acusar a los celadores era su forma de librarse del marrón, al menos por ahora, y la alternativa igualmente incluía declarar —. Cuando termine con el cadáver, por favor diríjase a uno de los guardas en la escaleras para que le tome testimonio.

El comisario esperó a que la doctora analizase el historial, y echase un vistazo al cuerpo, sin mayores interrupciones o comentarios con respecto al crimen y el cadáver de ayer. Al menos un poco de paz en aquel océano marrón. Aunque a decir verdad, si bien el informe y el cadáver parecían algo desconectado de todas sus vivencias en las últimas 24 horas, seguían siendo una mirada a los abismos más oscuros de la ciudad.

En el historial preliminar del cuerpo decía un nombre; Edmund Kemper. Un hombre envejecido, que entraba en la tercera edad. Al principio no cayó en la identidad del cadáver, pero recordó una vez descubrió su rostro tras la cremallera blanca y la bolsa negra. ¡Edmund Kemper! El asesino de las universitarias. Probablemente uno de los criminales más salvajes de todo New Sydney, aunque en un sentido poético de la palabra.

Hacía ya 7 años de aquel caso, pero fue brutal. Se llevó la primera página en la mayoría de informativos digitales y telediarios. Incluso se hizo algún debate en televisión al respecto... a los que McKenzy nunca acudió, por mucho que lo invitasen. Era lógico que aquel suicidio inducido le hubiera sido asignado, considerando que él fue el detective que puso entre rejas a ese psicópata.

Kemper se dedicó, durante 7 años, a matar a chiquillas de unos 20 a 25 años, quizá 27. Aunque matar es, quizá, un término demasiado piadoso para describir lo que en realidad ocurría. Todas universitarias, abandonadas en cunetas, ríos, parques, aserraderos y demás lugares ingratos. Violadas múltiples veces, asfixiadas hasta morir y desmembradas.

Tras la tercera víctima toda la ciudad enfermó, metafóricamente. Enajenada. Un monstruo así era peor que los putos nazis. Algo que sólo empeoró cuando se creyó una especie de estrella y comenzó a enviar mensajes a los medios de comunicación y la policía. Típico asesino en serie en busca de atención.

La policía no consiguió hacer una mierda. Así que llamaron al chalado de McKenzy para que se tragase el estropicio. Típico modus operandi; no tenemos ni idea, así que llamemos a un semidios grecorromano que sepa lo que hace. Aunque en este caso McKenzy sería más bien un Hades que un Hércules.

Poco a poco estrechó el cerco, y Edmund Kemper terminó por amenazar al detective. Varias veces. Al final hizo lo que cualquier perro arrinconado y amenazado: morder. Mató a la esposa y el hijo del detective. Entre ansiedad, cólera y frustración, terminó cogiendo al asesino tras un total de 14 víctimas.

Seamos realistas. Kemper era lo peor de lo peor. Basura. Bueno, peor. La basura podía reciclarse, Kemper no. Era difícil considerarle humano. Lo ingresaron en un psiquiátrico a los 15 años por matar a sus abuelos. El cadáver de su madre se encontró enterrado en el jardín de su casa; golpeada hasta la muerte, decapitada, violada tras decapitarla y el demente había usado su cabeza como diana.

Finalmente, Ethan desveló la identidad del asesino: Edmund Kemper, un chico trastornado, que ingresó en un hospital psiquiátrico a los 15 años por matar a sus abuelos. 

Se puso una orden de busca y captura por todo el país. Esa misma noche la policía recibió una llamada porque se había encontrado una de las víctimas. La madre había recibido una carta diciendo que la cabeza de su hija estaba enterrada en el jardín, y que esperaba que eso pudiera impresionar a sus "captores". No hizo falta rebuscar mucho para encontrar los restos de la pobre chica de 15 años que llevaba muerta hacía más de una semana. Pero esa fatídica noche no terminó ahí... Cuando Ethan volvió a casa... descubrió que las amenazas de Kemper se habían convertido en realidad. El detective tuvo una crisis de ansiedad y no pudo seguir con la investigación. 

Debido a que ya se conocía su identidad, no pasó mucho tiempo hasta que Edmund Kemper fue capturado. Para entonces, había matado a 14 víctimas, incluida la familia McKenzy y se encontraron en su casa los restos de su madre, que había sido golpeada violentamente hasta la muerte, decapitada, violada -sin cabeza -, y se había usado su cabeza como diana.

Era disfuncional, poco agraciado físicamente, y solo hacía falta mirarle a la cara para saber que estaba mal de la puta cabeza. Pero tenía un CI de 135, o 140, o una cifra por el estilo. Se hizo amistad con un médico de la casa de locos y... salió. 14 asesinatos después el propio Kemper pidió la pena capital, pero se la denegaron. Desde entonces se pudrió en la prisión estatal... hasta entonces. Llamaba la atención que el pecho, dentro de la bolsa de cadáveres, parecía particularmente grande. Excesivamente desproporcionado, indicando que algo estaba mal ahí.

Bueno...— comenzó a responder el comisario tras las preguntas de Lafayette sobre el cadáver de Kemper—. Encontraron el cuerpo en su celda, en la prisión estatal. Lo único que sabemos con seguridad es que, de algún modo, Kemper pudo abrirse el pecho usando sus propias manos... y uñas— aclaró, sorprendido de lo que él mismo estaba diciéndole a la forense—. Naturalmente, creemos que murió antes de terminar, pero Kemper, o... bueno, su cuerpo, siguió hasta que se arrancó el corazón con la mano— hizo una pausa, mostrando la mandíbula a medio abrir, desencajado por la situación—. Antes de eso, escribió en la pared, con su sangre, "You Are Welcome".

El hombre abrió la puerta de la morgue, preparándose para largarse de allí.

La agente de Contramedidas— apuntó señalando brevemente a la mujer apoyada en la pared, que seguía en silencio contemplando la escena, a todas luces prestando atención y analizándola— cree que se trata de algún tipo de... espiritista— oh, oh...—. Ella terminará de contrarle los pormenores. Yo me pierdo un poco con estas cosas— comenzó a abandonar la estancia—. Oh, y acuérdese de declarar a uno de los guardas del pasillo cuando termine, Lafayette. No la molesto más.

Y abandonó la estancia.

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20/10/2017, 04:03
Jade Hickling

La agente de Omega se quitó el traje, dejándolo sobre el pomo de la puerta después de que el oficial Mongoose cerrase tras de si. Aunque bajo el traje llevaba un chaleco sin mangas, aún conservaba el ordenador de pulsera en el brazo. Estaba sorprendentemente en forma para su edad. Probablemente, más en forma que el propio Mongoose, y desde luego más que Lafayette. Podría ganar más de una pelea de bar. Observó con gravedad a la forense antes de hablar.

Jade Hickling— se presentó, haciendo una pausa—. Un placer— añadió con profesionalidad y distancia—. Un telépata, mentalista o controlador mental hubiera sido incapaz de manipular el cuerpo después de la muerte. Y un telequinético no hubiera podido controlar el cuerpo sin estar dentro de la prisión— comenzó a explicar con diligencia—. Es teóricamente posible que sea un kinético con múltiples poderes. Cierto. Pero un espiritista resulta mucho más plausible. Podría extenderme, pero prefiero que se limite a procesar el cadáver y hacer el informe— sacó una pequeña tarjeta de visita, que dejó en la mesita más cercana—. Por favor, llame al número de mi secretario cuando termine. Probablemente sea una pérdida de tiempo, pero quizá colegas suyos puedan aprender algo útil del cuerpo para el futuro. Lo dudo.

Se encogió ligeramente, mostrando su escepticismo respecto a datos relevantes en el ámbito físico. Con "colegas", claramente se refería a otros médicos, compañeros de profesión de Lafayette, dedicados al ámbito de la investigación.

Se acercó el cadáver. Acercó su brazo izquierdo, y tras tocar un par de sensores en su ordenador de pulsera, un pequeño visor escaneó el rostro de Kemper. Acto seguido la agente se recogió, volviendo hasta la puerta y abriéndola al tiempo que recuperaba su abrigo.

Por cierto, Lafayette— comentó, con un tono de voz algo más vivo—. No quiero meterme donde no me llaman, pero necesito saberlo. ¿Tiene lo de ayer algo que ver con alemanes o es una coincidencia?— preguntó directamente, mirando con seriedad a los ojos de la doctora, taladrándola—. No debiste dar tantos detalles sobre la situación laboral de los celadores— corrigió a la forense—. No si eres capaz de mantener la calma. Buen pulso, por cierto.

Levantó ligeramente el brazo izquierdo, donde estaba el ordenador de pulsera, justificando así el cómo sabía de su frecuencia cardíaca. Desde luego, ella no era Mongoose. Sabía que Lafayette había mentido, al menos en esa parte. Pero a juzgar por la primera parte de su intervención en aquel tema, no tenía intención de delatarla. Tampoco podía probar nada, por buena que fuese leyendo neurolingüística. Probablemente sólo había preguntado porque el cadáver desaparecido era alemán y Lafayette había mentido en su declaración.

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20/10/2017, 18:13
Abigail Kidman

Nunca antes un paseo se le hizo tan largo. Sentía que el corazón le latía pesado, pero con fuerza, resonando en todo su interior. Por un momento, ese ruido incesante casi ni le molestaba, solo podía escuchar el bombeo sordo en sus sienes. Su mirada iba del suelo a Ángel y de Ángel al suelo, ¿y si Eve mentía? ¿y si Ángel se escapaba de lo que ese hombre pudiera ver? ¿Sería capaz de soportar la decepción en los ojos de Ángel? Después de tantos años completamente invisible a otros ojos que no fuesen los suyos, si resultaba ser un fiasco... Sacudió la cabeza teñida y recolocó algunos mechones tras las orejas. Mejor no pensar en ello. 

No dejó de morderse las uñas hasta que llegó a la puerta del despacho, ahí tuvo que esforzarse por separarla de su nerviosa boca. Cruzó los brazos sobre el pecho, en un intento de atrapar las dichosas manos. Ahora su mirada no se apartaba de Ángel.

Por fin, el encuentro se produjo. Hubiese deseado en ese momento poder coger a Ángel de la mano y estrechársela, aunque ya estuviese hecha a la idea de que no era posible hacer eso, no hacía que doliese menos. Su mirada pasó de Ángel a ese hombre que Eve presentó como Ethan McKenzy. Era mayor, se notaba, quizás era de la edad de su jefe o del doctor Goldman. Parecía serio, muy serio, las arrugas de expresión más marcadas no estaban en los propios de la sonrisa, a diferencia de su madre. 

Entonces vio que no la miraba a ella, si no a Ángel. Tuvo que mirar varias veces para cerciorarse de que así era. Era real. Lo veía. Podía verlo. Y eso, por algún motivo, no alegraba a Aby. Quería hacerlo, quería sonreír y alegrarse por su inseparable amigo... Pero por algún motivo, algo atenazó su garganta y creó un nudo en su estómago. Por primera vez vio como Ángel miraba a alguien y ese alguien le devolvía la mirada... y no sabía cómo sentirse. Hundió un poco los hombros y agachó la mirada durante un momento, como si en cierto modo se sintiese intrusa en ese lugar... Era la primera vez que sentía esa sensación de ser ajena a un sitio, a una situación, pero jamás le había pasado con Ángel. 

Volvió a mirar a ese hombre. No estaba muy segura si era alguien de fiar, tendría que esperar. Si era capaz de ver a Ángel... ¿podría hacerle daño? Quizás, él podría tocarlo. O quizás sabría la forma de hacerlo, o incluso más allá... Quizás hay algún modo de hacerlo visible para todo el mundo...

Baja.

A veces tenía que recordárselo. Su cabeza se perdía entre nubes y sueños, y era ella misma quien se tenía que forzar a bajar. 

A girl can dream...-pensó, desalentada. 

Soy Abigail Kidman-se presentó, no extendió la mano, no deshizo su cruce de brazos. Señaló con la cabeza y la mirada a Ángel, jamás pensó que podría decir algo así en esa situación. Jamás pensó que se pudiera dar esa situación-. Él es Ángel-sonrió un poco, aún sin creérselo-. Eve dijo que podrías verlo, que puedes... ¿ver difuntos quizá...?-lanzó la pregunta, deseando que no fuese así. No quería pensar que Ángel era un espíritu, no le gustaba la idea. 

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23/10/2017, 08:46
Sebastian Task

Sorpresa. Eso era lo que buscaba Task. Adam Blake había sido pillado con la guardia baja, aunque fuera una milésima de segundo. Lo que tardó en recomponerse. Una sorpresa muy sutil pero visible para alguien atento, acostumbrado y especializado en esas lides como Task.

- ¿Descrearlo? - Repitió Task con monótono, sin elevar la voz ni bajar un ápice la tonalidad. - Jamás había escuchado referírse a eso con ese término. Desde luego es mucho más políticamente correcto que... hacerlo desaparecer. - Confesó a sabiendas de a qué se refería Blake.

Dejó que pasaran dos o tres segundos más en silencio. Una medida calculada, para que Blake mantuviera la atención y se preguntara qué tramaba Task, o qué quería... tal y como le había preguntado tan directamente.

- Si Zimmerman cae es un punto a nuestro favor para sobrevivir a los nazis. - Confesó. - Descrearlo estaría bien. Pero es un individuo poderoso, peligroso y muy difícil de localizar. - Añadió.

- Eso sin contar con los perros que se ha traído con él. - Aunque no iban a suponer problema alguno. El reto sería Zimmerman.

- No, no deseo nada más a cambio. - Añadió. No quería forzar las cosas. Y si se le presentaba la oportunidad de tomar él el alma de Zimmerman... lo haría con gusto. - Tómelo como un gesto de buena voluntad. - De aquella manera, Task estaba seguro de que le tendrían en cuenta para muchas otras cosas en el futuro. - Si lo desea... anótese el mérito de eliminar a Zimmerman si lo logramos. No deseo tener una diana en la frente y que todos esos locos nazis quieran venir a por mí. - Apuntó de forma acertada. Aunque tampoco era algo que le preocupara en extremo, pero prefería que el Cuarto Reich creyera que si alguien había eliminado a Zimmerman, ese alguien hubiera sido Blake. A Adam Blake no debía preocuparle algo así, después de todo ya todo el Cuarto Reich le quería muerto... o mejor aún, prisionero para ser interrogado y torturado.

- Cuando esté listo avíseme. Tengo que hacer algunos preparativos antes de encontrarnos con Zimmerman. - Por descontado, Task quería organizar a Avalon. Aunque tambíen tendría que llamar a Morrow. Le podían las ganas de ver el ansia en los ojos de Morrow, las ganas de que llegara la hora de enfrentarse a su enemigo. - Presupongo que sabe cómo localizar al nazi o cómo atraerlo a una emboscada... - Comentó deseando que así fuera. - Preferiría no organizar una cacería utilizando a Vitalistas como cebo. -

Respiró hondo... ahora venía la parte más difícil. Cómo superar un escrutinio "superficial" por parte de los Vitalistas de Blake, de "Los Iluminados". ¿Hasta qué punto podía fiarse de que no bucearan en sus recuerdos? ¿Hasta qué punto podía fiarse de que no descubrirían sus planes de verdad? Debía hablar con Sarah primero. Ponerle al corriente de los pormenores y saber si se sentía capaz de burlar a otros psíquicos hurgando en la mente de Task. De lo contrario, era mejor ni intentar la prueba.

- Deme un día para pensármelo. - Pidió a Blake. - Mañana le confirmaré si deseo organizar ese encuentro. - Era tiempo de sobra para hablar con Sarah, explicarle el tipo de escrutinio al que se vería sometido, y saber si ella sería capaz de camuflarlo, cambiarlo o protegerle en modo alguno para que esos psíquicos no supieran la verdad.

Con esas dos respuestas, Task daba por finalizada aquella conversación, a la espera de que Blake quisiera añadir algo más... o replantearse alguno de los puntos. Al final, resultaba que, de nuevo, la reunión había resultado provechosa para el billonario.

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24/10/2017, 00:00
Bevidiere Lafayette
Sólo para el director

- Puto Zimmerman. Putos nazis...-pensó, para si, mientras escuchaba hablar a Mongoose, y recordaba lo acontecido con McKenzy y el saco de mierda que tenía sobre la camilla. ¿Quién no iba a quedarse tocado después de algo como aquello? Se preguntó, de manera fundamentalmente retórica, suspirando, asintiendo ante las palabras del comisario para que entendiese que continuaba escuchándolo a pesar de su silencio- La próxima vez que vea a ese hijo de puta con Asperger voy a dejarle un par de cosas claras.- mentó, pensando en el inconveniente que supondría tener que declarar. Pero al fin y al cabo, a Mongoose no le convenía saber qué había pasado realmente. No si tenía una familia, mujer, hijos, lo que fuese. Y a ella tampoco es que le apeteciese especialmente explicárselo. Pero había tratado de escurrir el bulto, y le había salido mal. Sabía de qué iba el asunto. Entendía por dónde iban los tiros- No me pueden acusar de nadaPor ahora.-sí, aquella era una puntualización acertada. Después de todo, mentir en una declaración sí que podía considerarse delito. Pero no sabía hasta qué puto aquel caso adquiriría trascendencia. No sabía hasta qué punto Omega querría barrer el polvo debajo de la alfombra. 

Claro. Avisaré.-añadió, sin más, al escuchar las últimas palabras del policía, mientras un término concreto reverberaba en su cabeza- Un espiritista... ¿Cotard?-seguramente lo sabría pronto. Lo... Vería pronto. 

Quedaba entonces a solas, con la agente de Contramedidas, que finalmente se presentaba, efectuando una suerte de papel de poli neutral, que dejaba ver un trozo de su máscara de poli buena al querer hacerla entender que no iba a delatar su pequeño embuste, para luego ejercer una pregunta "casual" en la que podía incluso entreverse la amenaza velada del poder de Omega en aquella ciudad en la que todo sucedía bajo su aparente supervisión omnisciente. En la que la rebajaba al nivel coloquial de saberse conocedora de su pequeña trasgresión, tuteándola y mirándola directamente a los ojos.

Lafayette guardó silencio varios segundos, aún cuando aquella mujer había terminado de hablar, sin molestarse en apartar la vista de su rostro, sometiéndola al mismo escrutinio al que ella la había sometido, concediéndole, con un leve asentimiento, cierto reconocimiento, aunque desconfiando abiertamente de cualquier cosa que pudiera decirle. Al fin y al cabo, al igual que aquel asunto cláramente tenía mucho que ver con los alemanes, también tenía que ver con John Morrow. Un hombre que se había cagado en la Justicia, tomándosela por su mano y ejerciéndola como creía conveniente mientras Omega limpiaba la diarrea que salía de su culo anti-hitleriano. 

- Ciertamente no debí dar tantos detalles innecesarios. Tiene usted razón en eso. -concedió, sin molestarse en negar que de hecho, había mentido, mientras tomaba una profunda bocanada de aire, con auténtica parsimonia, abriendo, despacio, un set de autopsias, poniéndose unos guantes de vinilo del seis y medio, con delicadeza, para proceder a colocar, sobre la mesita auxiliar de aluminio, los utensilios que iba a precisar para escrutar en el interior de aquel individuo.

- Debo confesárselo: su pregunta me sorprende sobremanera. Después de todo... La autopsia no fue realizada a un hombre cualquiera. Fue realizada a un hombre asesinado por John Morrow. Y cualquiera con un mínimo interés por la actualidad sabe que lo que tiene que ver con John Morrow... Indudablemente tendrá que ver con los alemanes.-respondió, encogiéndose de hombros- Él lo llama Justicia.- añadió, resoplando, con desgana y desaprobación- John Morrow, claro- aclaró, antes de volver a mirarla, directamente, esbozando una media sonrisa curiosa-¿Cómo lo llama el señor Omega? 

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24/10/2017, 20:06
Jade Hickling

La agente escuchó a la forense, aunque descompuso su semblante serio. No pareció tratar de ocultar su expresión. Era una mezcla entre indignación, frustración y desaprobación. Una mueca exasperada, soltando aire.

Venganza— declaró la agente con simpleza—, aunque Omega probablemente usaría un término más poético. Vendetta— soltó aire de forma nasal, en una risa torcida—. Le he escuchado palabras pomposas como despique, o talión, pero no sirven en este caso.

Devolvió la media sonrisa. Los agentes de Omega, y aquellos conectados con él, siempre tenían tiempo para poner buena cara y vender a su líder. A juzgar por la frecuencia y naturalidad con que lo hacían, lo más probable es que realmente se sintiesen cómodos bajo su gestión, asumiendo que cualquier progresista, conservador, tirano, político o empresario iba a ser bastante peor dirigiendo la ciudad y, en última instancia, el país. Omega tenía las cosas claras: quería ganarse a los ciudadanos, que el Vitalismo estuviese al servicio de estos, y que los ciudadanos a cambio venerasen a los Hijos de Dios, como antes se veneraba al consumismo, la democracia o la religión.

Pero se asumía que sus palabras eran una conjetura. Aunque aquella mujer no había visto cara a cara a Omega, jamás, probablemente le habría escuchado, visto algún avatar digital, o simplemente tratado con él a través de un intermediario. Era difícil desgranar que personalizar tenía Omega, pero por las veces que había hecho alguna declaración pública, a través de un alto cargo gubernamental, una grabación o un avatar, había demostrado ser sencillo y directo, aunque con un léxico culto y rico en matices, aunque apto para las masas. Quizá fuese más pedante y sabelotodo en petit comité.

Lidiaremos con Morrow, otra vez— comenzó de nuevo, con cierta molestia en la voz—. Pero necesito saber la verdad. ¿Porqué debería creerte?— aunque lo dijo sin demostrar el menor interés en creerla—. O en otras palabras, cómo lo sabes, que es lo que me importa de verdad– apuntando a que la creía—, y si el alemán era simplemente un imbécil más con ideología nazi o uno que pueda conectarse al imperio– apuntando a que la creía—. Y qué pasó para que dejaras tu puesto —añadió como coletilla final tras una breve pausa—. ¿Vino él o algún tipo de compinche a llevarse el cuerpo? Porque no me consta que Morrow pueda moldear sombras.

No se molestó en ocultar que estaba ligeramente preocupada y molesta. Era de esperar que la palabra "alemán" provocase un arqueo de ceja, y que cualquier tema conectado directamente con el imperio nacionalsocialista del norte del globo hiciese que los funcionarios se llevasen las manos a la cabeza.