Partida Rol por web

Y entonces, el mundo se me hizo pedazos.  Quiero decir, le entendía.  Podía entender que no me creyera, habían sido demasiados juegos, en el mismo equipo y en equipos rivales. Todo un año de idioteces que, en su cabeza, habían consolidado una imagen de mí.

En mi cara, cualquiera que me conociera sabría que estaba destrozado.  Agaché la cabeza cuando tomó su bolso y asentí, con una mueca de dolor.

Pensé que esto podía pasar... Estás tan acostumbrada a ser la segunda de Tina, que dejaste de creer en tí misma... En qué puedes ser la primera para alguien.

Me encaminé hacia el elevador. Y luego me volteé.

Quizás tú no lo recuerdes, pero el día de la fiesta de primavera había cambiado mi vida, por algo que preferiría olvidar... Estaba en un muy mal lugar, y no sabía cómo seguir.  Pero, sentados en ese balcón, me preguntaste por qué dejaba que toda esa mierda me afectará... Y me dijiste que valía más de lo que creía.

No podía decirle lo que había sucedido con mi padre, no podía decirle por qué estaba pensando en dejar todo atrás.  Y quizás no debía exponerme así... Volví a voltearme hacia la puerta y seguí, sin mirarla.

Me diste el empujón indicado en el día indicado... Y, luego, comenzaste a darme un consejo, una sonrisa, un abrazo, en el momento indicado... Y, sobre todas las cosas, ni siquiera lo notaste.  Me levantaste del suelo, como si nada, y ni siquiera buscabas hacerlo.  Me hiciste creer en mí.  Solo espero poder hacer que creas en tí.

Claro que lo recordaba: fue ahí cuando comenzamos a hablar más a menudo porque jamás antes le había visto tan vulnerable. Hasta entonces sólo había sido ese chulito que de alguna manera había pasado el complicado examen de admisión  para ser la pareja de Clementine. No lo entendí hasta entonces. Y ni siquiera necesité saber qué le había ocurrido para comprender que incluso él tenía problemas.

Bajar en el ascensor ahora es incómodo, pero sólo necesito algo de tiempo para conseguir ignorar ese intento desesperado por apelar a mis emociones. No está bien, me pone una gran presión encima.

— Por favor te pido que lo olvidemos, Dino... Vamos a dejarlo por hoy, ¿de acuerdo? —suspiro con los ojos cerrados, tratando de recomponer mi respiración antes de volver a la calle.