Partida Rol por web

Cada vez peor, cada vez peor... No pienses, no le mires, no está allí...

Pero Grüber sabe que no puede convencerse de ello y menos aún cuando aquella bestia le golpea con sus dos garras, no sabe, no tiene idea de la fuerza, del miedo, de cómo las piernas del médico tiemblan incluso antes de que aquellas cosas le hayan golpeado. Y pide a Dios, a su Dios y pide a todos los dioses, a los de todos, que aquello termine pronto.

-Grigori, alejate de ahi que esas ropas no tienen nada.- grita Alexeva en ruso.
Sus ojos están completamente abiertos, clavados en esa cosa que ha irrumpido en la habitación, y cuando eso atacó a gruber Alexeva se mantuvo lo más alejada posible, mirando si había algún sitio por donde poder colarse para salir de allí.
Los alemanes estaban paralizados (aunque ya no tuviese sentido, Alexeva supo con certeza de que ellos perderían la guerra) y aparentemente no iban a actuar.
-¡¡FUEGO!! ¡¡MATAD A ESA COSA!!- gritó la mujer en alemán a la azorada tropa, más para disimular su miedo que porque pensase que aquello iba a servir para algo.

Octavius observó extasiado como el cuello del demonio, a semejanza de los míticos dragones se doblaba para hacer entrar la cabeza del ser por la puerta y fue retrocediendo mientras se tapaba los oídos con las manos, retrocediendo hacia la esquina más alejada de la puerta. Oyó a la rusa decirles que dispararan mientras la bestia se ensañaba con Grubber pero no pudo, No sabía si sería capaz de acertarle al monstruo en vez de al médico, pero ni siquiera pudo intentarlo,angustiado como estaba por alejarse lo más posible de aquello.

La criatura lanza una de sus garras sobre Grüber, al cual le abre una brecha en su pecho en diagonal, desde el hombro derecho hasta la parte izquierda de sus costillas, dejando cuatro zurcos sangrantes en su pecho.

El soldado retrocede unos metros debido al impacto mientras que la criatura ataca otra vez. Sin embargo, esta vez falla en su ataque, hiriéndose a ella misma con sus garras, haciéndose un corte en un brazo, del cual comienza a manar sangre oscura.

¡Puede ser herida! Grita uno de los soldados.

¡Es mortal! Grita el Sargento al ver como la criatura sangra.

La criatura grita nuevamente con su voz estruendosa mientras se prepara para atacar nuevamente a todos los que se crucen en su camino.

-¡¡Por el amor de Dios, el que no pueda disparar deme su arma!!- grita la rusa con pocas esperanzas de que algo así vaya a ocurrir.
Mientras se aleja todo lo posible de la criatura y está atenta principalmente a dos cosas :
* Mantenerse a distancia de eso.
* Si alguien está incapacitado o sencillamente no actúa le pedirá su arma, o se la quitará. No se puede perder tiempo con un enemigo tan formidable.

En su caminar de espaldas alejándose de la bestia, Octavius tropieza finalmente con la pared. Mira un momento a ver con qué ha chocado, y se da cuenta de que ya no podrá alejarse más. Entonces resuena por toda la habitación el grito de que la criatura puede ser herida y Octavius, tras dedicar un instante a barajar sus opciones, se echa el fusil al hombro, apunta al monstruo y dispara.

Grüber sabía que estaba en shock, por eso no sentía nada. Grüber sabía que aquella cosa podía ser herida pero no sabía si tenía sentido intentarlo. Además, estaba tan cansado de convencerse de que cosas buenas pasarían que no sabía de dónde sacaría fuerzas para seguir intentándolo. Al menos el ataque de la bestia lo alejó algunos pasos de él, cosa que el médico agradeció; sintió como su frente se perlaba de gotitas de sudor, algo tibio que había en su pecho y no era la fé. El joven sonrió con ironía, tomó el arma con ambas manos como le fue posible y sólo al intentarlo sintió un ligero dolor. Iba a ser difícil pero intentaría dispararle a esa cosa, además, quizás si lo hacía, llamando la atención sobre él, se la quitaría a todos los demás y ellos podrían disparar. Haló el gatillo y esperó un instante para abrir los ojos, con tan mala fortuna, seguro que no le daba en nada.

El corazón de Pieter se encogió cuando vio como Grüber era atacado por aquel monstruo, pero sonrió al darse cuenta de que podía ser herido.

Lo primero que pensó es que todos dispararan, así que después de haber escuchado a Alexeva, dio la orden:

-¡Soldados! ¡Disparad!.- dijo gritando seca y bruscamente.

Karl veía con estupor que lo que hacían no estaba resultando, no como esperaban al menos. Esa cosa, ese monstruo, sí, porque eso era, no se detenía, iba directo hacia ellos, a esa habitación. No había escapatoria, estaban acorralados. El monstruo asomó su cabeza... su cuello, ese cuello que movía a su antojo y que por cómo lo estiraba y encogía se asemejaba al de una tortuga. Asomó su cabeza y a Karl le dio la impresión que, al ver lo que había ocurrido con el cuerpo de los niños, el odio en su mirada se había intensificado.

Rápidamente apartó la vista, no debía mirarlo, porque mirarlo le hacía sentir más miedo del que ya sentía.

Lo que vino después pasó tan rápido que si intentara explicarlo difícilmente podría. El monstruo comenzó a lanzar zarpazos a diestra y siniestra y todos comenzaron a esquivarlo, pero Grüber fue alcanzado por las garras de la bestia y fue seriamente herido.

El sargento sostenía con fuerza su fusil, uno de los soldados se dio cuenta que la bestia estaba sangrando por una herida que al parecer ella misma se había causado y el grito surgió de la garganta de Karl enseguida.

-¡ES MORTAL! -sin pensarlo apuntó al demonio y comenzó a disparar- ¡DISPAREN! -gritó- ¡DISPAREN!

Los disparos comenzaron a sonar, escuchaba que otros también gritaban ordenando que disparasen. Le daba igual quién lo decía. Le daba igual que fuese uno de sus soldados o uno de los rusos; estaban disparando y eso era lo que importaba. Si en ese minuto alguien le hubiese dicho algo acerca de la cadena de mando lo habría mandado a la mismísima mierda, se trataba de sobrevivir.

Grüber y Karl, junto con Octavius disparan a la criatura...

Los soldados apuntan con cuidado y disparan sus fusiles contra la criatura, pero en el último momento, los fusiles de Grüber y del Sargento parecen encasquillarse y el disparo resulta fallido. Sin embargo, la polvora que contenían los casquillos, estalla hacia atrás, haciendo que los dos hombres queden temporalmente cegados por el dolor a quemado.

En cambio, Octavius tiene mucho más suerte, y logra impactar contra la criatura, que grita abriendo los brazos en todo su explendor, asi mismo como sus alas, que casi abarcan toda la habitación.

La criatura no se amedrenta debido a la herida sufrida y se lanza sobre Grigori, intentando golpearlo con sus hombros cubiertos de espinas.

El monstruo se acercó más a ellos, su aspecto era horripilante en todo sentido, con su cuello, su cabeza y cuerpo podía apartar al ejército más impresionante de todo los tiempos, era algo completamente inhumano, al igual que toda esa maldita casa. Grigori intentaba ayudar en la situación, por mínimo o inútil que fuese. Escuchó lo que Alexeva le recomendó, que se apartara de aquellas prendas, que no servían de nada, y aunque sabía que ella era la que conocía más sobre el lugar en donde estaban atrapados, el ruso seguía sospechando sobre las ropas, ¿por qué estarían ahí? -¡¿Cómo lo sabes?! ¿Crees que se le quedó a alguien aquí mientras la visitaba? Puede que tengas razón, pero yo creo que...-, pero se interrumpió al ver para un lado, donde se encontraba la criatura alzando una zarpa que iba directo a su cuerpo. Sin pensarlo un segundo, las manos del campesino agarraron las prendas y salto para el otro lado de la cama protegiéndose con los brazos, esperando esquivar el temible ataque. -¡Mierda mierda mierda mierda...!-.

Octavius observó como su disparo impactaba en el cuerpo del engendro, sin producir mucho efecto aparentemente,aunque a la criatura parecía haberle dolido por lo enfadada que se la veía. Observó cómo se abalanzaba sobre uno de los prisioneros rusos y rezó para que el monstruo se olvidara de él mientras el sudor comenzaba a recorrer su cuerpo.
Preparó el fusil, apuntó un momento y volvió a disparar.

Grüber no podía creerlo, cierto era que su especialidad no eran las armas pero aquello era totalmente absurdo, en el peor momento la cosa esa endemoniada iba a fallar y claro, sonrió con ironía intentando recobrar la vista y el aliento, si aquellas cosas eran del diablo. Poco a poco fue recuperando la vista, se intentó poner en pie pero la herida empezaba a doler, se miró y como médico que era, sabía que quizás tuviese una oportunidad; oportunidad que al parecer se vería truncada muy pronto porque nada podían hacer contra aquella bestia. Cerró los ojos un instante, sólo escuchando los gritos de sus compañeros, de los rusos, los rugidos de la bestia maligna y se entregó, elevando una oración al cielo, pidió que terminara pronto todo aquello.

-Qué termine, Señor... Vivos o muertos pero haz que termine de una vez...

-Mierda...- murmuró Alexeva al ver a Grigori casi meterse en manos de la cosa aquella. Y para peor el alemán que la había curado parecía querer abandonar la lucha.
-Déme su fusil.- dijo Alexeva casi como una orden mientras se acercaba a tomarlo sin perder de vista a la monstruosa entidad que trataba de matarlos a todos, mientras trataba de imaginar algún punto débil (¿Los ojos?¿La cabeza?)

Pieter observa el resultado de los disparos de sus compañeros, asustado, se seca el sudor de la frente y apunta a aquel horrible monstruo, disparándole en la cabeza.

-¡Ayudadme!.- gritaba viendo que algunos se quedaban parados.

-¡NOOO! ¡MALDITA SEA! ¡NO! -exclamó para sí al ver que el fusil se trababa.

Retrocedió para aumentar la distancia, la poca que podía, entre él y la bestia, mientras que intentaba destrabar el fusil. Dio otro paso y chocó con la cama. Alguien había conseguido acertar a la criatura. ¿Quién? No lo sabía, tampoco era tiempo de preguntar.

El click que oyó le dijo que el fusil ya se encontraba destrabado, o al menos así lo creyó, por lo que se dispuso nuevamente a disparar.

-¡VACIEN SUS FUSILES! ¡DENLE CON TODO LO QUE TENGAN! -gritaba- ¡SI HEMOS DE MORIR QUE SEA DEFENDIENDONOS!

La sucesión de hechos fueron los siguientes a partir de ahora…

Los soldados y los campesinos, ante las órdenes del sargento, comenzaron a correr hacia la entrada de la casa. Corrieron por el oscuro pasillo, donde se encontraban Dimitri y la niña, a los cuales esquivaron sin dejar de mirar las sonrisas que se formó en sus rostros al pasar junto a ellos.

Bienvenidos. Bienvenidos a todos. Dice la mujer mientras sonrie.

Pasaremos un largo tiempo juntos.