Partida Rol por web

Nieve Carmesí III

La Mansión

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08/11/2008, 05:41
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Una tormenta de nieve infernal, bombardeos que arrasan con todo lo que encuentran a su paso, frío mortal... y el único lugar para refugiarse es una antigua mansión abandonada.

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09/11/2008, 06:54
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Año 1914. En algún lugar al norte de Varsovia.

Aquella maldita tormenta parecía empeñada en acabar con sus vidas. No era una exageración, aquel tiempo podía matarles si es que no lo lograban antes los proyectiles de artillería que les llovían desde cielo y que eran lanzados por ambos bandos.

Lluvia, viento, arena, nieve… y metralla. Las fuerzas de la naturaleza y el hombre combinadas para crear un infierno en mitad de las estepas rusas. En mitad de ningún lugar. Perdidos en la inmensidad de un desierto, en la profundidad de una niebla impenetrable, en el corazón de una guerra interminable, injusta, cruel, sin vencedores ni gloria.

Estaban perdidos y sus vidas tan sólo dependían del cruel azar. En las últimas horas el escenario había variado levemente, pasando del desierto y la estepa a un bosque no demasiado denso. Mas tan sólo fue eso lo que varió, pues sus cuerpos seguían siendo azotados por la tempestad y las explosiones continuaban sucediéndose a mayor o menor distancia de ellos, provocando un sobresalto general cuando un proyectil impactaba lo suficientemente próximo. En alguna ocasión incluso tuvieron que echar cuerpo a tierra y cubrirse tras unas rocas hasta que cesó la lluvia de metal.

A pesar de los árboles continuaban perdidos. Avanzaban por inercia e intuición, obligados más por la necesidad imperiosa de alejarse de la zona bombardeada y por encontrar refugio de la tormenta que por llegar a algún destino concreto. ¿Cómo habían terminado en aquella situación? ¿Qué tiempo llevaban vagando sin rumbo?

El último recuerdo claro que tenía era que los habían despertado en mitad de la noche para lanzar un ataque sorpresa sobre las líneas rusas. En plena oscuridad les ordenaron saltar las trincheras y avanzar a través de un terreno plagado de zanjas y espino, horadado por las bombas y sembrado de cráteres. Supuestamente todo aquel esfuerzo tendría su recompensa al llegar hasta las posiciones de un enemigo dormido y pillado por sorpresa gracias a la densa niebla que lo cubría todo. Nada más lejos de la realidad. Los rusos les estaban esperando y descargaron contra ellos todo cuanto tenían, odio y metal.

Los atacantes se dispersaron como pétalos al viento. Cada cual tiró para donde pudo en un intento vano por salvar su vida. Los hombres caían a tierra donde quiera que se mirase. Los gritos de dolor acallaban el atronar de las balas. Desde ese momento todo se volvió tan confuso que la mente apenas fue capaz de registrar recuerdos de las horas siguientes.

Barro… arrastrándose por él con las uñas y las rodillas… la tormenta comenzando, apenas una lluvia fina en su inicio… el viento que arrecia… la luz intermitente de las explosiones… la sed… el cansancio y el dolor… la tormenta que gana intensidad poco a poco… fuego… nieve… sangre…

Octavius se encontró sólo, caminando hacia ningún lugar mientras trataba de escapar del infierno. Mas no sabía hacia donde se dirigía ni qué dirección debía tomar. La niebla lo cubría todo y tratar de orientarse era tan inútil como intentar evitar los proyectiles de la artillería. Sin embargo, en un determinado momento los duendes de la fortuna quisieron sentarse a su vera, pues apareciendo de entre la niebla se encontró con dos campesinos que se sorprendieron tanto como él. Presto alzó su fusil y los tomó prisioneros. Ellos les servirían de guías y así al menos sabría hacia donde dirigirse. Afortunadamente su dominio del ruso era suficiente para mantener una comunicación fluida. Los campesinos estaban asustados, pero no hasta el nivel de querer provocar problemas.

Así, se pusieron en marcha en la dirección en que pensaban que se encontraba el campamento alemán, y al poco se encontraron con una patrulla. De alguna forma varios de los hombres que consiguieron escapar de aquella trampa mortal acabaron encontrándose, antes o después, en mitad de la niebla y ahora Octavius se había topado con ellos. Entre todos el oficial de mayor rango resultó ser el Teniente Diederick, un hombre sencillo y amable. Junto a él y de su misma unidad estaban el Sargento Kart, los soldados Pieter y Dieter, el artillero Hans, y Grüber, médico de campaña. Entre ellos caminaba también una mujer, una campesina rusa que habían tomado prisionera.

Diez almas luchando contra el vendaval y rezando a todos sus dioses para que ninguno de aquellos proyectiles que silbaban en el cielo tuviera la retorcida intención de caer sobre sus cabezas. La situación era desesperada. El agua comenzaba a escasear.

…apareció como un fantasma de entre la niebla, esquiva, irreal. Una luz en el horizonte. Se hizo visible por momentos, mas desapareció al instante siguiente. Se miraron sorprendidos, presas de una mezcla de esperanza e incredulidad. La luz apareció de nuevo, tan sólo un rasguño entre el muro blanco que los atenazaba. Avanzaron decididos hacia ella y ésta respondió mostrándose más nítida, más clara. Quizás fuera la luz de una casa. Aquella era su única oportunidad.

Notas de juego

 

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07/03/2009, 20:19
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Año 1914. En algún lugar al norte de Varsovia.

Aquella maldita tormenta parecía empeñada en acabar con sus vidas. No era una exageración, aquel tiempo podía matarles si es que no lo lograban antes los proyectiles de artillería que les llovían desde cielo y que eran lanzados por ambos bandos.

Lluvia, viento, arena, nieve… y metralla. Las fuerzas de la naturaleza y el hombre combinadas para crear un infierno en mitad de las estepas rusas. En mitad de ningún lugar. Perdidos en la inmensidad de un desierto, en la profundidad de una niebla impenetrable, en el corazón de una guerra interminable, injusta, cruel, sin vencedores ni gloria.

Estaban perdidos y sus vidas tan sólo dependían del cruel azar. En las últimas horas el escenario había variado levemente, pasando del desierto y la estepa a un bosque no demasiado denso. Mas tan sólo fue eso lo que varió, pues sus cuerpos seguían siendo azotados por la tempestad y las explosiones continuaban sucediéndose a mayor o menor distancia de ellos, provocando un sobresalto general cuando un proyectil impactaba lo suficientemente próximo. En alguna ocasión incluso tuvieron que echar cuerpo a tierra y cubrirse tras unas rocas hasta que cesó la lluvia de metal.

A pesar de los árboles continuaban perdidos. Avanzaban por inercia e intuición, obligados más por la necesidad imperiosa de alejarse de la zona bombardeada y por encontrar refugio de la tormenta que por llegar a algún destino concreto. ¿Cómo habían terminado en aquella situación? ¿Qué tiempo llevaban vagando sin rumbo?

El último recuerdo claro que tenía era que los habían despertado en mitad de la noche para lanzar un ataque sorpresa sobre las líneas rusas. En plena oscuridad les ordenaron saltar las trincheras y avanzar a través de un terreno plagado de zanjas y espino, horadado por las bombas y sembrado de cráteres. Supuestamente todo aquel esfuerzo tendría su recompensa al llegar hasta las posiciones de un enemigo dormido y pillado por sorpresa gracias a la densa niebla que lo cubría todo. Nada más lejos de la realidad. Los rusos les estaban esperando y descargaron contra ellos todo cuanto tenían, odio y metal.

Los atacantes se dispersaron como pétalos al viento. Cada cual tiró para donde pudo en un intento vano por salvar su vida. Los hombres caían a tierra donde quiera que se mirase. Los gritos de dolor acallaban el atronar de las balas. Desde ese momento todo se volvió tan confuso que la mente apenas fue capaz de registrar recuerdos de las horas siguientes.

Barro… arrastrándose por él con las uñas y las rodillas… la tormenta comenzando, apenas una lluvia fina en su inicio… el viento que arrecia… la luz intermitente de las explosiones… la sed… el cansancio y el dolor… la tormenta que gana intensidad poco a poco… fuego… nieve… sangre…

Pieter había conseguido mantenerse en todo momento al lado de su hermano y juntos habían estado alejándose del infierno durante horas. De alguna forma varios de los hombres que consiguieron escapar de aquella trampa mortal acabaron encontrándose, antes o después, en mitad de la niebla. Entre ellos el oficial de mayor rango resultó ser el Teniente Diederick, un hombre sencillo y amable bajo cuyas órdenes habían servido ya con anterioridad. Junto a él y de su misma unidad estaban el Sargento Kart, el soldado Dieter y Grüber, médico de campaña. Entre ellos caminaba también una mujer, una campesina rusa a la que habían hecho prisionera para que les sirviera de guía.

Caminaron a la deriva durante horas. Bien entrada la tarde se encontraron con otro superviviente del ataque, aunque perteneciente a otra unidad, el soldado Octavius, quien en su huida se topó con dos campesinos rusos a los que hizo prisioneros y que ahora le acompañan.

Diez almas luchando contra el vendaval y rezando a todos sus dioses para que ninguno de aquellos proyectiles que silbaban en el cielo tuviera la retorcida intención de caer sobre sus cabezas. La situación era desesperada. El agua comenzaba a escasear.

…apareció como un fantasma de entre la niebla, esquiva, irreal. Una luz en el horizonte. Se hizo visible por momentos, mas desapareció al instante siguiente. Se miraron sorprendidos, presas de una mezcla de esperanza e incredulidad. La luz apareció de nuevo, tan sólo un rasguño entre el muro blanco que los atenazaba. Avanzaron decididos hacia ella y ésta respondió mostrándose más nítida, más clara. Quizás fuera la luz de una casa. Aquella era su única oportunidad.

Notas de juego

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07/03/2009, 20:23
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Año 1914. En algún lugar al norte de Varsovia.

Aquella maldita tormenta parecía empeñada en acabar con sus vidas. No era una exageración, aquel tiempo podía matarles si es que no lo lograban antes los proyectiles de artillería que les llovían desde cielo y que eran lanzados por ambos bandos.

Lluvia, viento, arena, nieve… y metralla. Las fuerzas de la naturaleza y el hombre combinadas para crear un infierno en mitad de las estepas rusas. En mitad de ningún lugar. Perdidos en la inmensidad de un desierto, en la profundidad de una niebla impenetrable, en el corazón de una guerra interminable, injusta, cruel, sin vencedores ni gloria.

Estaban perdidos y sus vidas tan sólo dependían del cruel azar. En las últimas horas el escenario había variado levemente, pasando del desierto y la estepa a un bosque no demasiado denso. Mas tan sólo fue eso lo que varió, pues sus cuerpos seguían siendo azotados por la tempestad y las explosiones continuaban sucediéndose a mayor o menor distancia de ellos, provocando un sobresalto general cuando un proyectil impactaba lo suficientemente próximo. En alguna ocasión incluso tuvieron que echar cuerpo a tierra y cubrirse tras unas rocas hasta que cesó la lluvia de metal.

A pesar de los árboles continuaban perdidos. Avanzaban por inercia e intuición, obligados más por la necesidad imperiosa de alejarse de la zona bombardeada y por encontrar refugio de la tormenta que por llegar a algún destino concreto. ¿Cómo habían terminado en aquella situación? ¿Qué tiempo llevaban vagando sin rumbo?

Nikolai había huido de la guerra. Tan pronto como el conflicto se había iniciado cogió sus escasas posesiones, su ganado y a su familia y se había perdido en las montañas. Durante todo este tiempo tan sólo había bajado dos veces de su refugio para ir furtivamente a la población más cercana a vender algunos productos y comprar algunas medicinas y para aprovechar la ocasión de recolectar algunos productos de la huerta en la que antes trabajaba. Las veces anteriores había conseguido esquivar a los soldados de ambos bandos. Se pasaba días observando los movimientos de las tropas desde las alturas antes de decidir por donde ir. Las dos veces anteriores aquello le había funcionado, esta no. ¿Qué hacía aquella patrulla perdida en mitad de aquel páramo? Los alemanes surgieron de la nada y le atraparon sin dejarle tiempo a reaccionar. Eran una patrulla extraña, que parecía huir de algo más que dirigirse a algún lugar. Le mantenían retenido para que les hiciera de guía, pero él no dejaba de pensar en su familia, su mujer y sus dos hijas, que le esperaban allí arriba en la montaña. Junto a él, los alemanes también mantenían retenidos a otro campesino más y a una mujer.

Diez almas luchando contra el vendaval y rezando a todos sus dioses para que ninguno de aquellos proyectiles que silbaban en el cielo tuviera la retorcida intención de caer sobre sus cabezas. La situación era desesperada. El agua comenzaba a escasear.

…apareció como un fantasma de entre la niebla, esquiva, irreal. Una luz en el horizonte. Se hizo visible por momentos, mas desapareció al instante siguiente. Se miraron sorprendidos, presas de una mezcla de esperanza e incredulidad. La luz apareció de nuevo, tan sólo un rasguño entre el muro blanco que los atenazaba. Avanzaron decididos hacia ella y ésta respondió mostrándose más nítida, más clara. Quizás fuera la luz de una casa. Aquella era su única oportunidad.

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07/03/2009, 20:32
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Año 1914. En algún lugar al norte de Varsovia.

Aquella maldita tormenta parecía empeñada en acabar con sus vidas. No era una exageración, aquel tiempo podía matarles si es que no lo lograban antes los proyectiles de artillería que les llovían desde cielo y que eran lanzados por ambos bandos.

Lluvia, viento, arena, nieve… y metralla. Las fuerzas de la naturaleza y el hombre combinadas para crear un infierno en mitad de las estepas rusas. En mitad de ningún lugar. Perdidos en la inmensidad de un desierto, en la profundidad de una niebla impenetrable, en el corazón de una guerra interminable, injusta, cruel, sin vencedores ni gloria.

Estaban perdidos y sus vidas tan sólo dependían del cruel azar. En las últimas horas el escenario había variado levemente, pasando del desierto y la estepa a un bosque no demasiado denso. Mas tan sólo fue eso lo que varió, pues sus cuerpos seguían siendo azotados por la tempestad y las explosiones continuaban sucediéndose a mayor o menor distancia de ellos, provocando un sobresalto general cuando un proyectil impactaba lo suficientemente próximo. En alguna ocasión incluso tuvieron que echar cuerpo a tierra y cubrirse tras unas rocas hasta que cesó la lluvia de metal.

A pesar de los árboles continuaban perdidos. Avanzaban por inercia e intuición, obligados más por la necesidad imperiosa de alejarse de la zona bombardeada y por encontrar refugio de la tormenta que por llegar a algún destino concreto. ¿Cómo habían terminado en aquella situación? ¿Qué tiempo llevaban vagando sin rumbo?

El último recuerdo claro que tenía era que los habían despertado en mitad de la noche para lanzar un ataque sorpresa sobre las líneas rusas. En plena oscuridad les ordenaron saltar las trincheras y avanzar a través de un terreno plagado de zanjas y espino, horadado por las bombas y sembrado de cráteres. Supuestamente todo aquel esfuerzo tendría su recompensa al llegar hasta las posiciones de un enemigo dormido y pillado por sorpresa gracias a la densa niebla que lo cubría todo. Nada más lejos de la realidad. Los rusos les estaban esperando y descargaron contra ellos todo cuanto tenían, odio y metal.

Los atacantes se dispersaron como pétalos al viento. Cada cual tiró para donde pudo en un intento vano por salvar su vida. Los hombres caían a tierra donde quiera que se mirase. Los gritos de dolor acallaban el atronar de las balas. Desde ese momento todo se volvió tan confuso que la mente apenas fue capaz de registrar recuerdos de las horas siguientes.

Barro… arrastrándose por él con las uñas y las rodillas… la tormenta comenzando, apenas una lluvia fina en su inicio… el viento que arrecia… la luz intermitente de las explosiones… la sed… el cansancio y el dolor… la tormenta que gana intensidad poco a poco… fuego… nieve… sangre…

Karl había conseguido salir de aquel infierno junto con algunos de sus hombres. De alguna forma varios de los soldados que consiguieron escapar de aquella trampa mortal acabaron encontrándose, antes o después, en mitad de la niebla. Entre ellos el oficial de mayor rango resultó ser el Teniente Diederick, un hombre sencillo y amable bajo cuyas órdenes había servido ya con anterioridad. Junto a él y de su misma unidad estaban el soldado Dieter y su hermano Hans, y Grüber, médico de campaña. Entre ellos caminaba también una mujer, una campesina rusa a la que habían hecho prisionera para que les sirviera de guía.

Caminaron a la deriva durante horas. Bien entrada la tarde se encontraron con otro superviviente del ataque, aunque perteneciente a otra unidad, el soldado Octavius, quien en su huida se topó con dos campesinos rusos a los que hizo prisioneros y que ahora le acompañan.

Diez almas luchando contra el vendaval y rezando a todos sus dioses para que ninguno de aquellos proyectiles que silbaban en el cielo tuviera la retorcida intención de caer sobre sus cabezas. La situación era desesperada. El agua comenzaba a escasear.

…apareció como un fantasma de entre la niebla, esquiva, irreal. Una luz en el horizonte. Se hizo visible por momentos, mas desapareció al instante siguiente. Se miraron sorprendidos, presas de una mezcla de esperanza e incredulidad. La luz apareció de nuevo, tan sólo un rasguño entre el muro blanco que los atenazaba. Avanzaron decididos hacia ella y ésta respondió mostrándose más nítida, más clara. Quizás fuera la luz de una casa. Aquella era su única oportunidad.

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07/03/2009, 20:34
Director

Año 1914. En algún lugar al norte de Varsovia.

Aquella maldita tormenta parecía empeñada en acabar con sus vidas. No era una exageración, aquel tiempo podía matarles si es que no lo lograban antes los proyectiles de artillería que les llovían desde cielo y que eran lanzados por ambos bandos.

Lluvia, viento, arena, nieve… y metralla. Las fuerzas de la naturaleza y el hombre combinadas para crear un infierno en mitad de las estepas rusas. En mitad de ningún lugar. Perdidos en la inmensidad de un desierto, en la profundidad de una niebla impenetrable, en el corazón de una guerra interminable, injusta, cruel, sin vencedores ni gloria.

Estaban perdidos y sus vidas tan sólo dependían del cruel azar. En las últimas horas el escenario había variado levemente, pasando del desierto y la estepa a un bosque no demasiado denso. Mas tan sólo fue eso lo que varió, pues sus cuerpos seguían siendo azotados por la tempestad y las explosiones continuaban sucediéndose a mayor o menor distancia de ellos, provocando un sobresalto general cuando un proyectil impactaba lo suficientemente próximo. En alguna ocasión incluso tuvieron que echar cuerpo a tierra y cubrirse tras unas rocas hasta que cesó la lluvia de metal.

A pesar de los árboles continuaban perdidos. Avanzaban por inercia e intuición, obligados más por la necesidad imperiosa de alejarse de la zona bombardeada y por encontrar refugio de la tormenta que por llegar a algún destino concreto. ¿Cómo habían terminado en aquella situación? ¿Qué tiempo llevaban vagando sin rumbo?

El último recuerdo claro que tenía era que los habían despertado en mitad de la noche para lanzar un ataque sorpresa sobre las líneas rusas. En plena oscuridad les ordenaron saltar las trincheras y avanzar a través de un terreno plagado de zanjas y espino, horadado por las bombas y sembrado de cráteres. Supuestamente todo aquel esfuerzo tendría su recompensa al llegar hasta las posiciones de un enemigo dormido y pillado por sorpresa gracias a la densa niebla que lo cubría todo. Nada más lejos de la realidad. Los rusos les estaban esperando y descargaron contra ellos todo cuanto tenían, odio y metal.

Los atacantes se dispersaron como pétalos al viento. Cada cual tiró para donde pudo en un intento vano por salvar su vida. Los hombres caían a tierra donde quiera que se mirase. Los gritos de dolor acallaban el atronar de las balas. Desde ese momento todo se volvió tan confuso que la mente apenas fue capaz de registrar recuerdos de las horas siguientes.

Barro… arrastrándose por él con las uñas y las rodillas… la tormenta comenzando, apenas una lluvia fina en su inicio… el viento que arrecia… la luz intermitente de las explosiones… la sed… el cansancio y el dolor… la tormenta que gana intensidad poco a poco… fuego… nieve… sangre…

Hans había conseguido mantenerse en todo momento al lado de su hermano y juntos habían estado alejándose del infierno durante horas. De alguna forma varios de los hombres que consiguieron escapar de aquella trampa mortal acabaron encontrándose, antes o después, en mitad de la niebla. Entre ellos el oficial de mayor rango resultó ser el Teniente Diederick, un hombre sencillo y amable bajo cuyas órdenes habían servido ya con anterioridad. Junto a él y de su misma unidad estaban el Sargento Kart, el soldado Dieter y Grüber, médico de campaña. Entre ellos caminaba también una mujer, una campesina rusa a la que habían hecho prisionera para que les sirviera de guía.

Caminaron a la deriva durante horas. Bien entrada la tarde se encontraron con otro superviviente del ataque, aunque perteneciente a otra unidad, el soldado Octavius, quien en su huida se topó con dos campesinos rusos a los que hizo prisioneros y que ahora le acompañan.

Diez almas luchando contra el vendaval y rezando a todos sus dioses para que ninguno de aquellos proyectiles que silbaban en el cielo tuviera la retorcida intención de caer sobre sus cabezas. La situación era desesperada. El agua comenzaba a escasear.

…apareció como un fantasma de entre la niebla, esquiva, irreal. Una luz en el horizonte. Se hizo visible por momentos, mas desapareció al instante siguiente. Se miraron sorprendidos, presas de una mezcla de esperanza e incredulidad. La luz apareció de nuevo, tan sólo un rasguño entre el muro blanco que los atenazaba. Avanzaron decididos hacia ella y ésta respondió mostrándose más nítida, más clara. Quizás fuera la luz de una casa. Aquella era su única oportunidad.

Notas de juego

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07/03/2009, 20:45
Director

Año 1914. En algún lugar al norte de Varsovia.

Aquella maldita tormenta parecía empeñada en acabar con sus vidas. No era una exageración, aquel tiempo podía matarles si es que no lo lograban antes los proyectiles de artillería que les llovían desde cielo y que eran lanzados por ambos bandos.

Lluvia, viento, arena, nieve… y metralla. Las fuerzas de la naturaleza y el hombre combinadas para crear un infierno en mitad de las estepas rusas. En mitad de ningún lugar. Perdidos en la inmensidad de un desierto, en la profundidad de una niebla impenetrable, en el corazón de una guerra interminable, injusta, cruel, sin vencedores ni gloria.

Estaban perdidos y sus vidas tan sólo dependían del cruel azar. En las últimas horas el escenario había variado levemente, pasando del desierto y la estepa a un bosque no demasiado denso. Mas tan sólo fue eso lo que varió, pues sus cuerpos seguían siendo azotados por la tempestad y las explosiones continuaban sucediéndose a mayor o menor distancia de ellos, provocando un sobresalto general cuando un proyectil impactaba lo suficientemente próximo. En alguna ocasión incluso tuvieron que echar cuerpo a tierra y cubrirse tras unas rocas hasta que cesó la lluvia de metal.

A pesar de los árboles continuaban perdidos. Avanzaban por inercia e intuición, obligados más por la necesidad imperiosa de alejarse de la zona bombardeada y por encontrar refugio de la tormenta que por llegar a algún destino concreto. ¿Cómo habían terminado en aquella situación? ¿Qué tiempo llevaban vagando sin rumbo?

El último recuerdo claro que tenía era que los habían despertado en mitad de la noche para lanzar un ataque sorpresa sobre las líneas rusas. En plena oscuridad les ordenaron saltar las trincheras y avanzar a través de un terreno plagado de zanjas y espino, horadado por las bombas y sembrado de cráteres. Supuestamente todo aquel esfuerzo tendría su recompensa al llegar hasta las posiciones de un enemigo dormido y pillado por sorpresa gracias a la densa niebla que lo cubría todo. Nada más lejos de la realidad. Los rusos les estaban esperando y descargaron contra ellos todo cuanto tenían, odio y metal.

Los atacantes se dispersaron como pétalos al viento. Cada cual tiró para donde pudo en un intento vano por salvar su vida. Los hombres caían a tierra donde quiera que se mirase. Los gritos de dolor acallaban el atronar de las balas. Desde ese momento todo se volvió tan confuso que la mente apenas fue capaz de registrar recuerdos de las horas siguientes.

Barro… arrastrándose por él con las uñas y las rodillas… la tormenta comenzando, apenas una lluvia fina en su inicio… el viento que arrecia… la luz intermitente de las explosiones… la sed… el cansancio y el dolor… la tormenta que gana intensidad poco a poco… fuego… nieve… sangre…

Grüber había conseguido mantenerse en todo momento al lado de su sargento y juntos habían estado alejándose del infierno durante horas. De alguna forma varios de los hombres que consiguieron escapar de aquella trampa mortal acabaron encontrándose, antes o después, en mitad de la niebla. Entre ellos el oficial de mayor rango resultó ser el Teniente Diederick, un hombre sencillo y amable bajo cuyas órdenes habían servido ya con anterioridad. Junto a él y de su misma unidad estaban el Sargento Kart, el soldado Dieter y su hermano Hans. Entre ellos caminaba también una mujer, una campesina rusa a la que habían hecho prisionera para que les sirviera de guía.

Caminaron a la deriva durante horas. Bien entrada la tarde se encontraron con otro superviviente del ataque, aunque perteneciente a otra unidad, el soldado Octavius, quien en su huida se topó con dos campesinos rusos a los que hizo prisioneros y que ahora le acompañan.

Diez almas luchando contra el vendaval y rezando a todos sus dioses para que ninguno de aquellos proyectiles que silbaban en el cielo tuviera la retorcida intención de caer sobre sus cabezas. La situación era desesperada. El agua comenzaba a escasear.

…apareció como un fantasma de entre la niebla, esquiva, irreal. Una luz en el horizonte. Se hizo visible por momentos, mas desapareció al instante siguiente. Se miraron sorprendidos, presas de una mezcla de esperanza e incredulidad. La luz apareció de nuevo, tan sólo un rasguño entre el muro blanco que los atenazaba. Avanzaron decididos hacia ella y ésta respondió mostrándose más nítida, más clara. Quizás fuera la luz de una casa. Aquella era su única oportunidad.

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07/03/2009, 20:48
Director

Año 1914. En algún lugar al norte de Varsovia.

Aquella maldita tormenta parecía empeñada en acabar con sus vidas. No era una exageración, aquel tiempo podía matarles si es que no lo lograban antes los proyectiles de artillería que les llovían desde cielo y que eran lanzados por ambos bandos.

Lluvia, viento, arena, nieve… y metralla. Las fuerzas de la naturaleza y el hombre combinadas para crear un infierno en mitad de las estepas rusas. En mitad de ningún lugar. Perdidos en la inmensidad de un desierto, en la profundidad de una niebla impenetrable, en el corazón de una guerra interminable, injusta, cruel, sin vencedores ni gloria.

Estaban perdidos y sus vidas tan sólo dependían del cruel azar. En las últimas horas el escenario había variado levemente, pasando del desierto y la estepa a un bosque no demasiado denso. Mas tan sólo fue eso lo que varió, pues sus cuerpos seguían siendo azotados por la tempestad y las explosiones continuaban sucediéndose a mayor o menor distancia de ellos, provocando un sobresalto general cuando un proyectil impactaba lo suficientemente próximo. En alguna ocasión incluso tuvieron que echar cuerpo a tierra y cubrirse tras unas rocas hasta que cesó la lluvia de metal.

A pesar de los árboles continuaban perdidos. Avanzaban por inercia e intuición, obligados más por la necesidad imperiosa de alejarse de la zona bombardeada y por encontrar refugio de la tormenta que por llegar a algún destino concreto. ¿Cómo habían terminado en aquella situación? ¿Qué tiempo llevaban vagando sin rumbo?
Grigori había pasado por muchas adversidades. Cuando estalló la guerra sus tierras fueron requisadas y a él se le reclamó para unirse al ejército de la madre patria. Grigori escapó antes de que vinieran en su busca y volvió a encontrarse con una lucha diaria. Primero los Zares, luego los Bolcheviques, y luego los Prusianos. La vida del campesino ha sido siempre la de sufrir bajo la bota del poderoso. Pero Grigori era un hombre listo que sabía sacar provecho de la desesperación y que no rendía cuentas a sus escrúpulos. Vendiendo comida a precio de oro primero, ofreciendo refugio a los Rusos Blancos o a los Bolcheviques para después venderlos al otro bando y cobrar suculentas recompensas. Metiéndose en más y más problemas. Hace unos días, la situación se volvió demasiado peligrosa y Grigori decidió poner algo de tierra de por medio entre él y cualquiera que pudiese reconocerle. Habían puesto precio a su cabeza y justo cuando los Bolcheviques se decidían a fusilarle, aparecieron los Alemanes y le hicieron prisionero. Eran una patrulla extraña, que parecía huir de algo más que dirigirse a algún lugar. Le tenían retenido, pero eso era mejor que esperar de pie frente al pelotón de fusilamiento. Aún respiraba y todavía tenía parte de sus riquezas cosidas al forro del chaleco, monedas de oro del Zar. Esperaba poder ganarse a los Alemanes para que le llevaran a Berlín y poder empezar una nueva vida en el bando ganador, con dinero para llevar una buena vida… al fin. Junto a él, los alemanes también mantenían retenidos a otro campesino más y a una mujer.
Diez almas luchando contra el vendaval y rezando a todos sus dioses para que ninguno de aquellos proyectiles que silbaban en el cielo tuviera la retorcida intención de caer sobre sus cabezas. La situación era desesperada. El agua comenzaba a escasear.

…apareció como un fantasma de entre la niebla, esquiva, irreal. Una luz en el horizonte. Se hizo visible por momentos, mas desapareció al instante siguiente. Se miraron sorprendidos, presas de una mezcla de esperanza e incredulidad. La luz apareció de nuevo, tan sólo un rasguño entre el muro blanco que los atenazaba. Avanzaron decididos hacia ella y ésta respondió mostrándose más nítida, más clara. Quizás fuera la luz de una casa. Aquella era su única oportunidad.

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07/03/2009, 20:52
Director

Año 1914. En algún lugar al norte de Varsovia.

Aquella maldita tormenta parecía empeñada en acabar con sus vidas. No era una exageración, aquel tiempo podía matarles si es que no lo lograban antes los proyectiles de artillería que les llovían desde cielo y que eran lanzados por ambos bandos.

Lluvia, viento, arena, nieve… y metralla. Las fuerzas de la naturaleza y el hombre combinadas para crear un infierno en mitad de las estepas rusas. En mitad de ningún lugar. Perdidos en la inmensidad de un desierto, en la profundidad de una niebla impenetrable, en el corazón de una guerra interminable, injusta, cruel, sin vencedores ni gloria.

Estaban perdidos y sus vidas tan sólo dependían del cruel azar. En las últimas horas el escenario había variado levemente, pasando del desierto y la estepa a un bosque no demasiado denso. Mas tan sólo fue eso lo que varió, pues sus cuerpos seguían siendo azotados por la tempestad y las explosiones continuaban sucediéndose a mayor o menor distancia de ellos, provocando un sobresalto general cuando un proyectil impactaba lo suficientemente próximo. En alguna ocasión incluso tuvieron que echar cuerpo a tierra y cubrirse tras unas rocas hasta que cesó la lluvia de metal.

A pesar de los árboles continuaban perdidos. Avanzaban por inercia e intuición, obligados más por la necesidad imperiosa de alejarse de la zona bombardeada y por encontrar refugio de la tormenta que por llegar a algún destino concreto. ¿Cómo habían terminado en aquella situación? ¿Qué tiempo llevaban vagando sin rumbo?

Su unidad se dispersó tras un ataque especialmente cruento hace varios días. Desde entonces, ha estado vagando por los bosques, disparando sobre las tropas alemanas cuando ha tenido la oportunidad y huyendo de nuevo a la espesura antes de que pudieran localizarla. Se ha ganado incluso un apodo. La llaman "El Lobo Negro", los ha escuchado cuando hablan... porque ninguno de ellos imagina que el francotirador que les está diezmando es una menuda mujer regordeta disfrazada de campesina. Lástima que anoche se encontrase con esta patrulla alemana, que escapaban de un bombardeo. Aparecieron de repente de entre la niebla, ellos quedaron tan sorprendidos de verla como la propia Alexeva. La hicieron prisionera pero tan sólo la han tomado por una simple campesina. Ahora está desarmada pues no tuvo tiempo de ir a recuperar su fusil del escondite donde lo tiene a buen recaudo. Eran una patrulla extraña, que parecía huir de algo más que dirigirse a algún lugar. Junto a ella, los alemanes también mantenían retenidos a otros dos campesinos rusos.

Diez almas luchando contra el vendaval y rezando a todos sus dioses para que ninguno de aquellos proyectiles que silbaban en el cielo tuviera la retorcida intención de caer sobre sus cabezas. La situación era desesperada. El agua comenzaba a escasear.

…apareció como un fantasma de entre la niebla, esquiva, irreal. Una luz en el horizonte. Se hizo visible por momentos, mas desapareció al instante siguiente. Se miraron sorprendidos, presas de una mezcla de esperanza e incredulidad. La luz apareció de nuevo, tan sólo un rasguño entre el muro blanco que los atenazaba. Avanzaron decididos hacia ella y ésta respondió mostrándose más nítida, más clara. Quizás fuera la luz de una casa. Aquella era su única oportunidad.

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09/03/2009, 16:11
Pieter

Lucha, bombas, terror, gritos, dolor... era lo que se respiraba en aquel lugar desde que habían sido despertados para atacar por sorpresa a sus enemigos. Pero...se habían encontrado ellos con la sorpresa al darse cuenta de que los rusos habían previsto su ataque y estaban preparados para defenderse.

Pieter había estado en todo momento junto a su hermano Hans, y cuando comenzó el ataque de los rusos le gritó que debían salir de allí lo más pronto posible.

Así lo hicieron, juntos salieron como pudieron de aquel sitio, encontrándose por el camino con algunos compañeros de batalla y uniéndose con ellos para poder encontrar un sitio donde resguardarse.

A lo lejos vieron una luz, parecía una casa, pero no estaban seguros. De todas formas, era la única oportunidad que tenían para poder seguir vivos, si se quedaban a la intemperie morirían de frío en pocas horas.

Al parecer todos se habían dado cuenta de lo que tenían ante sus ojos. Pieter le comentó en voz baja a Hans:

-Parece que es un refugio, quizás no muramos aquí.- dijo mientras lo miraba con tristeza por no haber podido dar todo lo que podía en el combate, y haber tenido que huir de allí.

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09/03/2009, 16:48
Grüber

Grüber estaba más que nunca odiando aquella guerra y maldiciendo a aquellos que sólo por tener más dinero que él, habían conseguido esquivarla. No estaba hecho para aquellos menesteres y sin embargo, ahí estaba, en el medio de la nada con miles de proyectiles sonándole por encima de la cabeza, recordándole que era pequeño e insignificante y que su vida podía cortarse en cualquier momento. Se escurrió la lluvia de la cara, iba en franco silencio; no porque no los fueran a escuchar, no porque su compañía no le fuera a responder, era porque no tenía nada que decir. Si hubiera abierto la boca, habría sido para maldecir y ya estaban bastante calados como para encima añadirle malas palabras y maldiciones. Sin embargo, seguía autoconcenciéndose de que saldría vivo de aquello para ser el médico de su pueblo, como su madre siempre decía: "No hay mal que dure cien años, Grüber". Una sonrisa escapó de su boca, allí en el medio de aquel desastre, en el medio de un bosque que parecía empeñado en no dejarlos salir, cuando el corazón se sentía aprisionado y temeroso, el médico esbozó una sonrisa recordando la tierna cara de su madre.

-Te veré pronto, mamma...

Él lo creía de verdad porque al fin, siempre pensó que los hombres vivían de las cosas que pensaban que harían y esta no iba a ser la excepción, aunque estuviera agonizante, en sus más intimos sueños, volvería a casa a como diera lugar. Y parecía que fuera a ser así, no había nada que les indicara que podrían ayudarles, además, la sensación de hambre, de sed y desesperación, se hacía cada vez más grande y él sabía que quizás sin comida sobrevivirían unos días pero no sin agua. Bajó la mirada unos instantes mirando sus botas llenas de barro, sus pantalones empapados, curiosamente no tenía una sola herida, rasguños tal vez pero nada que pudiera considerarse una herida, seguía entero. Cuando levantó la vista, ya cansado, agobiado, con el frío calándole los huesos, le pareció ver una casa a lo lejos. Una casa que prometía un refugio, quizás agua caliente y un buen baño, así como comida decente. De pronto parecía como si el día hubiera amanecido soleado y muy lejos de allí pero claro, era un sueño, no podía ser que estuviera en el medio de aquella lluvia de disparos y odio. La perdió de visto, creyó haber tenido una alucinación y de pronto, ahí estaba de nuevo; quizás no se había equivocado pero no lo sabría, ni diría nada hasta estar más cerca y más seguro. Se sentía especialmente ansioso, temeroso, algo le molestaba pero claro, luego de caminar en las condiciones en que lo estaban haciendo, de huir de las balas, aquello era hasta normal.

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09/03/2009, 18:09
Alexeva

La pequeña y regordeta Alexeva caminaba torpemente en el fango, hacía bastante ruido al chapotear y cada vez que trastabillaba soltaba por lo bajo alguna maldición en ruso.

Odiaba a los alemanes, odiaba a la patrulla que la había sorprendido y sobre todo odiaba haberse dejado sorprender y estar, en consecuencia, sin su fusil.
El lado bueno era que nadie tenía idea de quién era, y Alexeva haría todo lo posible porque creyesen que era una sencilla campesina ignorante de todo.
Después de andar lo que le parecieron siglos el que parecía ser el capitán de aquella panda de soldados miró dos veces seguidas en una misma dirección, Alexeva hizo lo propio y descubrió la sombría silueta de una casa.

"Vaya vaya... llegamnos a su cuartel" pensó "el Lobo Negro" mientras tomaba una nota mental aproximada del sitio done estaban, para comunicarselo a sus superiores apenas pudiera escapar de allí.

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09/03/2009, 19:05
Hans

Trastabillando, Hans se agarró al húmedo y quebradizo tronco de un árbol para no caer mientras parpadeaba en un intento de aclarar su visión. A su lado sus compañeros y los prisioneros que éstos escoltaban caminaban cabizbajos, con aire cansino, como fantasmas condenados a vagar sin rumbo en busca de almas. Temblando miró alrededor y pateó el suelo congelado en un intento de entrar en calor. Frio....debería de sentirlo pensó medio atontado mientras, sin ser apenas consciente de ello, sus ojos enfocaban sus maltrechas manos, antaño bien cuidadas, y que ahora presentaban diversas cicatrices de bordes amoratados y congelados, rodeadas por trozos de piel pálidos, sin riego. Si seguimos así nos vamos a congelar...una tos ronca, profunda que nacía en lo más hondo de su pecho ascendió por su garganta y sin poder contenerla se inclinó hacia delante por los espasmos. Un moco verde, espeso, ligeramente sanguiloniento, cayó al barro y en cuestión de segundos fue cubierto por nuevos copos, de una belleza sobrecogedora pero igualmente mortales.  Sin saber cómo se encontró pensando en su mujer, en la pequeña Lisbeth y el pequeño Hans...apenas podía recordar sus rostros pues éstos habían sido desdibujados por el odio, por la sangre, por el fuego...por aquella maldita guerra en la que se había visto obligado a participar y que le había demostrado que si existía el infierno, no era algo abstracto, vago como lo pintaban los curas, sino que estaba allí mismo, entre aquellas trincheras, en aquel bosque congelado, muerto, olvidado de Dios.

De repente algo le hizo alzar la mirada. Parpadeando como un búho luchó por enfocar la vista y sobrecogido lo pudo ver. Un sueño...no es real... ha comenzado, estoy alucinando...se dijo mientras una apagada luz, aparecía y desparacía entre la niebla.

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09/03/2009, 20:22
Director

El sol comenzó a ocultarse tras el horizonte, mientras las estrellas empezaron a aparecer en el firmamento.

De repente, todos comenzaron a escuchar un suave silbido proveniente de algún lugar no muy alejado de donde se encontraban. El silbido se hacía más audible mientras los segundos avanzaban hasta que una explosión iluminó todo el horizonte.

El ruido del obús de la artillería al golpear el suelo hace retumbar todo el lugar, y la luz que desprende la explosión, ilumina como un flash la mansión que a lo lejos se puede ver.

Otro silbido... y otra explosión... esta vez, mas cerca del grupo... justo en la retaguardia...

Parece que las tropas están afinando la puntería...

Unas nubes negras comenzaron a cubrir las pocas estrellas que se asomaron en el firmamento mientras que un viento helado empezó a soplar, helando los huesos de los soldados y los campesinos que allí se encontraban.

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09/03/2009, 20:42
Teniente Diederick

¡Corred, soldados! ¡Corred y no perdáis de vista a los prisioneros! ¡Debemos llegar a esa casa antes de que el fuego de artillería nos convierta en confetí!

El Teniente Diederick os espolea para que continuéis avanzando, sin mirar hacia atrás. Él mismo se queda en la retaguardia, vigilando y sin dejar de apuntar con su rifle hacia la nada, atento ante cualquier cosa.

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09/03/2009, 22:39
Octavius

Empapado en agua y con los dientes fuertemente apretados para que no hicieran ruido al castañetear por el frío,Octavius avanzaba impasible por el incómodo terreno.Llevaba tanto tiempo moviéndose por la niebla que cualquier referencia que pudo haber tenido para orientarse había desaparecido hace mucho. En ese momento su única realidad eran los otros soldados alemanes,los prisioneros que habían capturado y los petardos que los malditos rusos les lanzaban sin descanso. A él le había tocado vigilar a uno de los hombres y a ello dedicaba su vista además de a controlar el suelo. Cuando vio por primera vez la luz, con su habitual pesimismo hizo una plegaria para que no fuera un nido de ametralladoras ruso,pues no cabía en su cabeza que ese día tuvieran algo de suerte. No, no era posible, su mano...
Cuando finalmente se confirmó que era una casa, más bien una mansión, no por ello dejó de prever desastres para su unidad. Sin embargo al escuchar la orden del teniente, no tuvo otra opción, animó al prisionero con un pequeño golpe de la punta de su arma, y una palabra en ruso, y ambos echaron a correr.Tenía que reconocer que ese día la suerte no le había sido del todo esquiva, no le había caído ningún petardo en la cabeza, pero, no, seguro que no, algo estaba por suceder, seguro.

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10/03/2009, 00:57
Alexeva

Alexeva, aunque permaneció en silencio, reconoció esos silbidos casi desde el primer momento. Eran obuses, y sólo podían ser de sus camaradas rusos.

Alexeva sabía el modo de proceder. flexionó ligeramente las rodillas y avanzó pisando firme, aunque disimulando para que los alemanes no lo notasen. A los pocos segundos cayó el primer proyectil, y casi de inmediato un segundo, bastante más cerca.

Uno de los alemanes la empujó con la punta de su arma, azuzándola para ir hacia la enorme casa que se veía ahi delante, mientras pudo ver que el resto hacía lo prpio con los demás.

"Tienen miedo.... y hacen bien en tenerlo." pensó Alexeva mientras se dejaba conducir por el alemán, y bajó la cabeza para que nadie pudiese advertir que estaba sonriendo.

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10/03/2009, 00:19
Grigori

El viento asotaba la cara del campesino, el frío se metía por sus porors llegando a sus huesos y el cansancio ya desgastaban el funcionamiento de su cuerpo. Grigori avanzaba a paso rápido entremedio del bosque junto a sus acompañantes, iba desorientado, pero no más ni menos que ellos. De repente se desviaba del camino que en conjunto todos tomaban, pero cuando se daba cuenta de eso, en el momento trataba de unirse de nuevo, porque pensaba que los alemanes que lo mantenían preso podían tomar eso como un intento de escape y probablemente lo fusilarían al instante.Grigori intentaba en lo que podía por mantener su juicio, a pesar de su pésimo estado. Para él esto no era una pesadilla o un infierno, era un obstaculo más en su vida y el campesino debía de sobrepasarlo, con trampa si era necesario.

A lo lejos vieron una luz, al parecer una casa o una mansión, al menos esperaban que fuera mejor que afuera. Uno de los alemanes le gritó a los alemanes, quienes se pusieron a correr. Por atrás, uno de ellos lo golpeó con su arma a Grigori dándole la orden de hacerlo también, y para no crear más problemas, se puso en el acto. Avanzar entre los grandes árboles era bastante difícil, y aun más si estaban mareados. Con poco equilibrio, el campesino corría tiritando como podía, pero una raíz se opuso en su camino y tropezó quedando con el barro en la cara. Pero como le había enseñado su vida, no debía rendirse nunca, por lo que se paró y retomó su ritmo hacía la misteriosa luz.

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10/03/2009, 03:36
Nikolai

 

Paso tras paso Nicolai avanzó, sus ropas pese al tiempo eran solo de ligero abrigo pues esto siempre le ayudo a moverse mejor por la montaña . Sin embargo lo que teóricamente debió ser una rápida incursión ahora se había convertido en el peor de sus temores. 

La fuerte ventisca penetraba a través de sus ropas arañando su piel, el oxigeno degradado quemaba sus pulmones mientras la sangre de sus pies latía con fuerza al intentar transcurrir por una masa de carne congelada. 

El cuerpo de Nicolai se torció inclinándose medio abatido, su mirada atravesó la nube de vapor de su respirar dando con el blanco manto de nieve. Fue justo en ese instante cuando su agonía se entremezcló con las ultimas palabras de su amada esposa “vuelve pronto cariño”. Un arranque de rabia le hizo incorporarse de nuevo, fue cuando entonces vio la fugaz luz, tal vez era su amada que le enviaba una señal… Comenzó a andar paso a pasó, muñon a muñon.

 

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10/03/2009, 16:06
Pieter

Cansado, helado y calado hasta los huesos se encontraba Pieter cuando escuchó aquel primer silbido lejano. Sabía de que se trataba, estaba acostumbrado a las batallas , y para él era un sonido inconfundible. Tras éste, una explosión, como había imaginado.

Había aligerado el paso tras la primera explosión. De repente... ocurrió una segunda, a lo que el teniente Diedrick dio la orden de que se dirigieran todos hacia la casa iluminada recientemente por las bombas.

El cielo había comenzado a oscurecerse minutos antes, algo que pronosticaba que deberían resguardarse pronto en algún lugar o morirían congelados en mitad del bosque.

Así que, Pieter, con fúsil en mano, corrió hacia el lugar señalado, sin dejar de mirar  y controlar en ningún momento a los prisioneros.