Partida Rol por web

La Guerra es el Infierno.

Lo decían los que regresaban del frente, escupiendo sangre, con los pies gangrenados, con los nervios quebrados por las semanas de bombardeos constantes. Lo decían los que transportaban las municiones a través de kilómetros y kilómetros de trincheras atestadas de ratas, de cuerpos, de soldados con ojos vacíos que no sabían si estaban vivos o muertos. Lo decían los que llegaban a retaguardia con la piel escaldada y los ojos licuados, escupiendo sangre por el gas mostaza.

La Guerra es el Infierno.

Pero incluso en el Infierno hay lugares terribles.

La tormenta. La niebla. El bosque. La confusión de no saber dónde estás, dónde ir, qué hacer. El peso del arma en tus manos te lastra, segundo a segundo, haciendo que te duelan los músculos, entumeciéndote los dedos.
La tormenta y los obuses. Las explosiones.

No puede haber un lugar peor.

No puede existir nada peor.

La guerra es el Infierno.

Octavius intentó en vano abrir la puerta. Parecía que estaba cerrada tan fuerte, que ni un millón de hombres podrían despegar sus hojas. Los soldados, aún en shock por la muerte de su teniente, lentamente se reponían de lo vivido e iban tomando en consideración muchos factores... aunque siempre había uno que era el más importante... la supervivencia.

Octavius no pudo con la puerta por lo que finalmente desistió, pero en ese momento, los campesinos también charlaban entre ellos acerca de que podían hacer ahora.

Con la cabeza de mando cortada de cuajo, los soldados estaban en manos del Sargento Karl, ahora el militar de más rango dentro de la mansión.

Por sobre todas las cosas… estáis decididos a sobrevivir…

Pieter se sorprendió al ver a Octavius salir corriendo y gritando. El ambiente estaba demasiado tenso, y tras la muerte del teniente Diedrick, el siguiente en cargos era el sargento Karl, y detrás los soldados.

Un gran revuelo se había producido tras el grito de Octavius: ¡Corred!, y los continuos comentarios fuera de lugar de los campesinos, hizo que Pieter perdiera la poca paciencia que le quedaba, y subiendo su fusil lo más alto posible, dio un tiro al aire mientras decía:

-¡A CALLAR TODOS!.- dijo tras disparar, mirando con furia a todos los que se encontraban a su alrededor.

- Aquí se hará lo que nosotros digamos.- refiriéndose al sargento y sus compañeros soldados.

Pieter tras estas palabras, había pensado dejar a su hermano Hans vigilando a los campesinos y salir a hablar con Octavius, que al parecer, había perdido la cordura, pero vio que Gruber ya se había dirigido hacia allí.

Pieter, se queda en su lugar, sin perder de vista a los prisioneros.

Cuando Grüber vio la cara desencajada de Octavius, su corazón se sintió oprimido pues parecía que lo perderían mucho antes de lo que esperaba. Se echó hacia atrás, evitando el cuchillo y sonrió con cierta frialdad; habría sido muy estúpido morir por el cuchillazo de uno de los suyos y cuando ni siquiera era una pelea, mucho más estúpido que morir bajo el yugo del enemigo. No intentó tranquilizar al hombre, estaba visto que no podría salir aunque quisiera, al menos por el momento. No se preocupó por la puerta, pues le parecía que en el desesperado intento de abrirlas Octavius no alcanzaba a hacerlo con coherencia y por eso no había podido, así que realmente aquello no le preocupaba.

-Quizás tengas razón, soldado pero no lo haremos sin luchar. Mejor que te levantes de allí y exploremos esto, no sea que nos encontremos con alguna sorpresa...

Grüber no tenía la menor intención de hacerse al mando, sabía quién lo estaba y prefería que fuera así; sólo había actuado por inercia, por costumbre, porque alguien tenía que hacerlo y para ser sincero, porque no había encontrado nada mejor que hacer. Miró alrededor suyo dando dos pasos para alejarse de Octavius lentamente y lo que vio le dio escalofríos, no es que hiciera más frío allí que afuera o quizás sí, lo cierto es que era profundamente desconcertante, entrar en la casa de alguien más así, con lo que se cocía afuera y sin saber exactamente qué estaban haciendo. Definitivamente eran unos intrusos pero ya arreglarían aquello, no tenía sentido lamentarse por invadir la casa de alguien que en definitiva quizás estuviera muerto. Se quitó el casco y observó a sus compañeros y después al sargento, había de decidir qué hacer.

Nikolai maldijo entre dientes la estupidez de  preguntar quien mandaba ahora pues era obvio que de poco serviría. Tuvo  la seguridad de que la ansiada respuesta había sido dada pero no oída por el, así pues opto por pasar lo más desapercibido posible, agacho la cabeza y se dio la vuelta.

Medio cojeando por sus congelados pies y con su entumecido cuerpo atravesado por escalofríos se adentro unos pasos observando la estancia. Al ver la blanca manta sobre la mesilla redonda se abalanzó sobre ella como un poseso, la cogió  y se dejo caer de culo. Si! Si!  – dijo en tono alto mientras se quitaba las botas con rapidez -. Nikolai refregó con fuerza la manta por su cuerpo y por los pies tratando de secarse e intentando recuperar su calor.

De repente un ruido parecido al crujir de una caña sobre paso la barrera de sonido y le hizo alzar la vista hacia el frente. Allí estaba Peter con el arma en alto y furiosa mirada. Su mente adivino lo comprometido de la situación y su cuerpo se quedo petrificado a la espera de nuevos movimientos.

Alexeva había vuelto a lograr su cometido (aunque esta vez sin armas ni muertes). Uno de los alemanes respodió a su pulla, y lo hizo de manera exagerada. Ese era peligroso, de él había que cuidarse mientras ellos tuviesen las armas.

La actitud de Nikolai, sin embargo, le recordó a Alexeva que, después de todo, eran seres humanos, y le dio un pretexto para cambiar de tema y tratar de aligerar el ambiente, aunque de antemano sospechaba la respuesta.

-Lo de la nevada está solucionado, ahora deberíamos comer algo.- dijo a los alemanes.

-¿Un obús?-. Lo que la campesina le dijo a Grigori era bastante tétrico y el campesino vió en su mente algunas imágenes de cómo podría haber quedado. Se decidió a dar un pequeño vistazo atrás, ahí estaban algunos alemanes cuando su mirada tropezó con el cuerpo destruído del capitán. Era mucho peor de lo que él había imaginado, ver todo ese montón de carne e instentinos le afectabamucho, y claro, el putrefacto olor. El campesino se levantó del suelo lo más rápido que pudo y se alejó de él. Se detuvo y se dio cuenta de que estaba manchado con sangre y con las manos trató de limpiarse, pero éstas se ensuciaron con los fluidos del difunto. Un terror nunca antes sentido invadió al campesino, quién empezó a retroceder siguiendo con el intento de sacarse eso de la ropa, veía borroso y se tropezaba con varias cosas, hasta que chocó con una pared. No, era una puerta. Se dio vuelta y se quedó mirandola.

Un momento. ¡Alto! ¡Quieto todo el mundo! Grito el Sargento mientras levantó su fusil apuntando al campesino que se había alejado unos metros del grupo.

Aquí nadie se moverá si yo no lo ordeno, ¿está claro?  Volvió a gritar Karl mientras le señalaba el grupo a Grigori.

Según la cadena de mando, el que tiene mayor rango paso a ser yo con la muerte del teniente, así que vamos a seguir una serie de directrices. Primero, nadie se mueve si yo no lo ordeno. Segundo, ningún prisionero estará solo nunca, siempre tendrá una escolta armada por cualquier problema que pueda surgir.

Después, el sargento se volteó hacia los prisioneros, mirándolos con seriedad, pero a la vez con respeto.

Vosotros, sois prisioneros, y seréis tratados como tal. No sufriréis daño alguno por parte de mis hombres si cumplís con las órdenes, en caso contrario, mis soldados están autorizados a utilizar la fuerza contra vosotros. ¿Está claro?

El sargento no esperó a recibir una respuesta y continúo hablando.

Tú. Dijo señalando a Dieter. Encárgate de buscar algo para comer en esta puñetera casa.

Dieter escuchó con atención las palabras del sargento, el oficial al mando tras la muerte del teniente. Tenía que cumplir las órdenes a rajatabla, pero no deseaba cumplirlas el solo.

Señor, sí, señor. Gritó bien fuerte para que todos escucharan.

¿Quien de vosotros me va a acompañar? Volvió a decir el soldado mirándo a todos sus compañeros allí presentes.

Sí. Tengo miedo. Pero no pienso demostrarlo ni aqui ni ahora. Sé que mis compañeros también tienen miedo y no lo demostrarán... pero tenemos que sobrevivir y salir de aquí cuanto antes.

Durante los minutos que siguieron a la muerte del Teniente, Hans permaneció ajeno a todo lo que le rodeaba. Ni los gritos de Octavius intentando abrir en vano la puerta, ni la extraña actuación de sus prisioneros... nada logró afectarle. Plegado sobre sí mismo, con la vista perdida en un punto indefinido del suelo de cerámica, su rostro no dejaba traslucir ninguna emoción salvo una profunda conmoción. Morir...sí, al final, antes de que acabase aquella maldita guerra morirían...y si era sincero comenzaba a darle igual....De repente un sonido seco a su lado le hizo volver en sí sobresaltado y con ello la realidad que le rodeba le golpeó como un mazazo. Atontado, contempló a su hermano que con el fusil en alto y cara de pocos amigos miraba a los campesinos con expresión amenazadora. Debía de estar diciendo algo, pues su boca se abría y cerraba, pero por alguna extraña razón sólo oía un extraño zumbido. Debo de tener el oído dañado por la explosión pensó con cierta lentitud mientras sacudía la cabeza. Al hacerlo se golpeó contra la pared levemente y confuso miró a su alrededor. ¿Cómo...? No entendía por qué pero estaba tirado en el suelo de cualquier manera y al bajar los ojos a las manos vio que éstas estaban cubiertas de sangre. Recordaba la explosión, la muerte del teniente...que Dios le acogiese en su seno...bueno..al menos él por fin está muerto. Resignado, se limpió en la tela basta de los pantalones y con esfuerzo se puso en pie, aún tambaleante.

Cita :
 

La voz del sargento le llegó apagada, como de muy lejos pero por lo menos parecía que la sordera no sería permanente. Sin dejar de mirar alrededor para tomar nota de donde estaba todo el mundo se acercó a su hermano y le puso una mano sarmentosa, medio amoratada en el brazo. Al principio de aquella guerra hubiera estado ansioso por comprobar si estaba bien pero ahora...bueno era su hermano y punto.

-Pieter...¿estás bien?-intentó hablar en voz baja pero todavía no oía muy bien así que supuso que en contra de su deseo su pregunta habría sido escuchada por todos.

Pieter escuchó atentamente las órdenes del sargento Karl, asintiendo a cada palabra, en señal de que estaba haciendo lo mejor para todos. Aquellos campesinos, en opinión de Pieter, no podían salirse ni un poco de las normas impuestas por ellos, o terminarían burlándose y escapándose.

El sargento mandó a Dieter en busca de comida para todos, y éste pidió que alguien lo acompañara. Pieter, estaba en pie, con el fusil colocado sobre el suelo; durante unos momentos pensó en acompañarle, pero finalmente decidió que lo mejor sería quedarse vigilando a los prisioneros.

Así que, mirando a Dieter y al sargento Karl, añadió:

-Creo que lo mejor será que te acompañe Gruber, los soldados deberíamos quedarnos vigilando a éstos.- dijo señalando con su cabeza a los campesinos.

Tras aquellas palabras, esperó la afirmación o negación de Karl, y en ese momento notó que su hermano le ponía la mano sobre el hombro, mientras le preguntaba si estaba bien, a lo que él respondió:

-No te preocupes Hans, me encuentro bien. Solo hacía falta un poco de disciplina.

Post Ayuda a los Jurados de esta Partida.

Partida: Nieve Carmesí III.

A mi parecer: Alexeva, Grüber, Hans y Pieter tienen un plus del director. Me parecen muy buenos jugadores. Sin embargo, los demás les van pisando los talones.

El Sargento Karl no ha posteado durante toda la semana, en único post que hay en la partida es un post mío, PNJtizado por mí.

No sé si está OUT y no ha avisado o simplemente ha pasado de la ambientación, de ser así, por favor comunicármelo así puedo tomar las medidas correspondientes.

Tendido en el suelo, sollozando como un niño, Octavius se giró un poco, tendiéndose de lado en posición casi fetal. La larga marcha por la nieve de ese día había consumido muchas de sus fuerzas, y los últimos acontecimientos, incluída la última reacción, habían hecho el resto. El sonido del disparo al techo sólo provocó en él un estremecimiento más, mientras sus manos y sus piernas temblaban. Había perdido gran parte de los vínculos que sujetaban su razón a la cordura, y las palabras de los prisioneros y de sus compañeros apenas lograban rozar su consciencia, mientras seguía murmurando -Vaaamos a morir-. Sin embargo, de alguna manera, algunas palabras de sus compañeros llegaron a encajar y a formar una idea en su cabeza: - Alguien iba a abrir esas puertas y a adentrarse en la casa - . El renovado miedo a lo que podía aparecer por esas puertas junto con el instinto de supervivencia le hicieron sacar fuerzas de donde no había para apoyar una de sus sucias manos en el suelo, incorporarse a medias y decir con una voz rasposa – Noo, no vayaaais,moriremos tooodos, esta casa está..., está..., está maldita- tras lo cual cayó al suelo, sin sentido.

Alexeva pensaba que ya estaba bien de perder el tiempo, y la inefectividad de los alemanes la estaba empezando a exasperar, asi que se encaminó con paso decidido hacia Dieter mientras decía:
-Dejemos las discusiones para los demas y vámonos ya.- y agregó mirando a Pieter -Y usted, si cree que sabe donde esondemos las provisiones las rusas en tiempos de guerra acompáñele, y si no lo sabe, déjese de poner trabas a todo, porque o me equivoco mucho o en su uniforme no veo galones de mando ¿verdad, soldado?-

Grüber escuchó las órdenes con la cabeza baja, en silencio y respeto mientras se alejaba de Octavius para recargarse de la pared y luego, escuchó a Pieter decir que debería ir él; el médico se levantó por completo aunque parecía que sus hombros llevaban una carga muy pesada. Sin embargo ante el nuevo grito de Octavius, Grüber no pudo menos que estremecerse. Era obvio que todos tenían miedos y que algunos lo controlaban mejor que otros pero lo de aquel soldado parecía estar más allá de todo control. Miró la casa, el techo, las ventanas, todo parecía demasiado amenazador, como el peor de los escenarios cuando eres niño y las madres te asustan con alguna historia de casas encantadas. El médico movió la cabeza como alejándose los pensamientos aquellos, ya no eran niños y no podían asustarse así. Cogió el arma pero cuando estaba dispuesto, vio a Alexeva, una mala idea quizás el que fueran juntos pero la mujer parecía decirlo convencida además no estaba de más llevarla con ellos.

-Vamos.

No había duda en la voz de Grüber, aunque si en el fondo de su alma. Lo único que le faltaba es que les encontraran y murieran todos como Octavius había vaticinado.

Alexeva se levanta de su sitio, y se aleja del resto de prisioneros, con la intención de imponer su criterio.

El sargento Karl, había ordenado que Dieter buscara comida, y Pieter aplicando el criterio más correcto dijo que el acompañante fuera Gruber.

Habiendo dejado bien claro, que nadie se moviera de su sitio, Alexeva había desobedecido nuestras órdenes, tomado decisiones por su propia cuenta, y lo peor, faltado el respeto y burlado de Pieter.

Antes de que se vayan, Pieter se acerca lentamente hacia Alexeva, sin dejar de mirarla a los ojos. Enfurecido, la coge fuertemente del hombro, y sacudiéndola la tira al suelo.

En este instante, Pieter sin pensárselo, carga rápidamente su fusil, y apunta hacia la pierna de la mujer, pegándole un tiro.

-Quizás así te quede más claro quién manda aquí...- dijo mirando al resto de prisioneros.

Tranquilizado por las palabras de su hermano, Hans asintió y giró sobre sí mismo mirando a todos para tomar buena cuenta de la situación. Todavía le zumbaban un poco los oídos pero el malestar iba desapareciendo.

Cita :
– Noo, no vayaaais,moriremos tooodos, esta casa está..., está..., está maldita-

Eso no lo sé, pero lo de que vamos a morir todos...viendo reflejada su propia desesperación en el soldado Octavius, se agachó a su lado y observó preocupado cómo caía inconsciente.

-Grüber...no creo que sea buena idea que vayas en busca de comida...Octavius tiene pinta de estar bastante mal...-comentó alzando la mirada en dirección al médico que en ese momento se dirigía hacia una de las puertas. Y entonces antes de que pudiese añadir nada más Pieter se acercó con aspecto enfadado a una de las campesinas, la tiró al suelo y le disparó en una pierna.

-¡PIETER!-había reprimenda y asombro en su voz al tiempo que se incorporaba aturdido por la impresión.

Los soldados parecían impacientarse a medida que los segundos pasaban. En algún lugar de la casa, un reloj comenzó a hacer sonar sus campanas, indicando que eran las diez de la noche.

Octavius intentó por todos los medios de que sus compañeros se quedaran donde están, sin moverse del recibidor donde habían entrado, pero las órdenes del sargento fueron claras, ir a buscar alimento dentro de la casa.

Pero en ese momento, un estruendo resonó en toda la mansión... el estruendo de un disparo...

Todos se giraron para ver de donde procedía y entonces lo vieron... Pieter había disparado contra Alexeva y de su rifle salió una columna de humo, que ascendia hacia el techo.

Todo parecía pasar a cámara lenta en el recibidor, cuando de repente, un sonido mucho más aterrador que el sonido de una bala, comenzó a escucharse en toda la mansión.

"¿Pero que coño...? no termina de pensar Alexeva mientras reacciona al ataque de Pieter...