Partida Rol por web

Njarda, ciudad corrupta

Njarda, la gran ciudad

Cargando editor
07/12/2016, 11:12
Master

Notas de juego

Situación política de la ciudad: hace un mes o mes y medio hubo elecciones y las ganó un noble llamado Amadjen. Este noble hace una política muy liberal y pretende ampliar las rutas comerciales de la ciudad, que han mermado un poco desde hace unos años a causa que el mercado de esta ciudad era poco rentable y los comerciantes prefieren ir a Gmel, la ciudad vecina a vender sus mercancías.
Este noble tiene el apoyo de diversas personas influyentes en la ciudad y en las elecciones todos estaban de acuerdo con sus ideales. Entre estas personas influyentes se pueden destacar: el anterior gobernador ( hay algunos que creen que el que verdaderamente tiene el poder es el anterior y no Amadjen ), el capitán del cuerpo de seguridad de la ciudad ( Este cargo es independiente del gobernador y es elegido cada 5 años entre los guardias mejor preparados. El actual se llama Ignabar y es un guerrero excelente y muy patriótico. Este cree de todo corazón que Amadjen hará que la ciudad vuelva a tener el mismo esplendor de hace unos años ) y el clérigo de timora, que es la deidad principal de la ciudad ( el actual clérigo se llama Pmedig y es relativamente joven para ser el clérigo principal de la ciudad. Este también cree que el gobierno de Amadjen sera bueno para la ciudad y no ve malicia en ello.

También existe una fuerte disputa entre las ciudades de Njarda y Dergos, a causa del pirateo de mercancías y un fuerte mercado negro. Verdaderamente, la principal causa de esta disputa ( odio ) viene desde hace mucho tiempo, ya que los habitantes de la isla la conquistaron a los habitantes de Njarda hace unos pocos siglos y aun les duele la derrota.

Cargando editor
07/12/2016, 11:22
Master

Todos os encontráis en Njarda, una ciudad en esplendor, no lleváis mucho tiempo en ella y os alojais en una de sus posadas más famosas La ola gris, una enorme posada, abarrotada, con buena comida y bebida, situada en una zona decente en la que los sobresaltos no son habituales.
ES el atardecer y este es uno de los mejores lugares para encontrar fortuna, conocer algo más sobre esta ciudad y relajarse del largo viaje.
Las mesas en esta posada son todas redondas y de gran tamaño, en cada una pueden sentarse algo más de 12 personas y a pesar de llevar poco entre los muros de esta ciudad, conocéis la costumbre de sentarse en cualquier mesa y poder charlar con los parroquianos, es una tradición muy arraigada en todos los puertos en los que el contrabando está a la orden del dia...

Notas de juego

Comenzamos la partida, todos en la posada aunque podéis narrar vuestra llegada y aprovechar para las típicas presentaciones. Algunos, todos o ninguno podéis conoceros, lo dejo a vuestra elección.

Cargando editor
07/12/2016, 23:07
Galdor

Descendí las escaleras con una calma que algunos habrían tildado de parsimonia. El tiempo y las enseñanzas de Kord me habían mostrado el camino del sosiego, previo a la explosiva tempestad. El relámpago no resuena si no hay tormenta, el rayo no impacta en la tierra sin ella. ¿Por qué correr, sin un lugar al que ir ni motivo de premura? Cuando no hay tormenta, debe haber calma. Esa premisa, como tantas otras enseñanzas de mi deidad, guiaban mis pasos. Ya había realizado mis oraciones por la mañana, con las primeras luces. Posturas atléticas destinadas a desentumecer los músculos agarrotados tras una noche de reparador descanso, ejercicio matutino, y unos instantes de contemplación bajo el cielo. Kord no exige más sacrificio que el personal, el esfuerzo en mantenerse y mejorarse, en exigirse más y más. De modo que, el resto de la jornada, no había tenido mucho que hacer.

Odiaba las ciudades. Bueno, odiar quizás no haría justicia al sentimiento que me producían, pero no eran santo de mi devoción. Los agrestes territorios salvajes habían sido siempre mi hogar, y era donde podía sentirme uno más con sus gentes y mi palabra era escuchada con mayor atención. Las ciudades me eran extrañas y peligrosas, y si bien el peligro no me amilanaba en absoluto, el desconocimiento de sus gentes me incomodaba. Pero eran el lugar donde obtener buenos emolumentos por diversas labores, y mi cruzada por propagar la palabra de Kord no salía barata. Precisaba equipo, provisiones, y todo el oro que pudiera acumular para poder algún día lejano erigir un templo a mi deidad.

Por eso estaba allí, en Njarda, en la taberna La Ola Gris, aguardando a esa oportunidad que, según se afirmaba en los mentideros de la ciudad, siempre aparecía por esos lares si se estaba en la mesa adecuada. Y de momento, eso suponía tomar asiento en una mesa vacía. Desenganché la correa que sostenía mi martillo de guerra al cinturón, y lo deposité de un sonoro golpe sobre la mesa, ante mí. La campana que tenía grabada en el costado quedó con el badajo hacia abajo, dado que el martillo se aposentaba con el mango mirando al techo, y esa visión era suficiente para transmitirme algo de calma. Esperé paciente a que alguien del local me atendiera, y solicité con palabras secas una cena sencilla y algo de agua fresca para beber.

Cargando editor
09/12/2016, 22:14
Candela Dorne "Triana"

Caminé ese camino,
me encontré con su brillo,
esa es una verdad
que en mi siempre vivirá...

Bajaba las escaleras de la abarrotada posada cantando en voz baja y levantando ligeramente mi falda de volantes con las manos, no queriendo tropezar. Había llegado hacía pocos días a Njarda, y aún no había tenido la oportunidad de tomarme un rato de descanso o dedicarme a conocer la ciudad en profundidad. Tal y como acostumbraba, los primeros días me había centrado en visitar los lugares más emblemáticos, como plazas y mercados, tratando de ganar unas monedas cantando y bailando. Así había sido también aquella mañana, en la que los transeúntes habían sido especialmente generosos, así que opté por tomarme la tarde libre e improvisar.

Terminé de bajar las escaleras, deteniendo la cantinela y atusando la falda de mi vestido nada más pisar el suelo; y acercándome a la barra alcé mi mano, moviéndola para que el tabernero reparara en mi presencia.

- ¡Niño! Lo de ayer, por favor, a aquella mesa. – le dije, señalándole una mesa casi vacía.

Me dirigí entonces hacia allí, tarareando, hasta que al alcanzarla silencié mi voz para saludar al hombre que ya ocupaba esta. Me pregunté qué clase de tipo sería. Se encontraba solo, y su tamaño podría ser intimidante para algunos, ¿Quizás el tener malas pulgas era el motivo de que nadie se hubiera sentado allí? Me encogí de hombros, apartando aquellos pensamientos, y le saludé.

- Buenas tardes, espero que no te importe tener compañía. – le dije apartando una de las sillas, una cercana, aunque no la inmediatamente contigua; y le dediqué una sonrisa.

Tomé asiento, viendo como en seguida llegaba un camarero con lo que el hombre debía haber pedido, y también con mi comanda. En un segundo viaje, trajo agua fresca para ambos.

- Me alegra ver que no soy la única que aún no ha comido. Las obligaciones… - reí, alzando la cuchara y comprobando que esta no estaba del todo limpia, lamiendo discretamente la punta de un pañuelo de tela que saqué para frotarla. – Al menos la comida no está del todo mal. – volví a dirigirme al hombre, con una media sonrisa de resignación. – Que aproveche, corazón. – añadí, antes de hundir la cuchara en mi plato.

Cargando editor
09/12/2016, 23:10
Ragaard el Destructor

Tras la exitosa misión en las guerras fronterizas en el norte, Ragaard viajo para ofrecer sus servicios allí donde eran necesitados sus poderosos brazos. Haciendo un alto en la ciudad de Njarda, se alojó en la posada la Ola Gris, entreteniendose en aprovechar la buena voluntad de los mercaderes de la ciudad, cambiando y mejorando su equipo, ya que el botín que había obtenido había sido cuantioso.

Cuando regresaba de comprar con éxito lo que buscaba, entro en la posada, abriendo sus ojos de par en par cuando se encontró en una mesa a un gigante con un gran martillo que esgrimía el símbolo de Kord. Exclamo: Galdor, Maldito bastardo! Jajajaja, que Kord te lleve! Avanzando con grandes zancadas lo abrazo y golpeo en el pecho mientras que volvía a abrazarlo, para sorpresa de la guapa joven que había a su lado. Tabernero dos jarras de hidromiel! Hoy es un gran día en esta ciudad.

Brrrmm, carraspeo el Goliath, al ver la guapa humana. Mis saludos joven, soy Ragaard!

Se le veía raro al Goliath, ya que para sorpresa de Galdor, vestía una reluciente armadura de buena manufactura, portando en su espalda lo que parecía un poderoso escudo y un martillo enorme. Este se movia con elegancia, incluso parecía un Caballero para aquellos que no lo conocieran. El mismo parecía imparable.

Espero hacer fortuna en esta ciudad! sentencio en tono jocoso, tocando la madera de la mesa con unos suaves golpes de sus nudillos. Y tu viejo amigo, que haces aquí? Hay algo de interés que te haya atraído. Aparte de la dama claro esta.

 

Cargando editor
10/12/2016, 02:01
Galdor

Esperaba aún a que uno de los empleados de la taberna trajera la cena, cuando una mujer se acercó a la mesa. Sus formas eran peculiares, muy abierta y dicharachera, aunque más peculiar era su atuendo, el cual me sonaba haber visto recientemente. ¿Quizás la noche anterior? Cantando, bailando, algo así. Me preguntó muy cortésmente si me importaba la compañía, ante lo que negué con la cabeza extendiendo mi brazo con la palma de la mano hacia arriba en dirección a los asientos libres más cercanos a su posición. Yo no había sido bendecido con una locuaz lengua ni la dicharachera alegría que ella mostraba, pero eso no era ápice para valorarlo. El disfrute no contraría las enseñanzas de Kord.

El camarero trajo sendos pedidos de comida, y en un segundo viaje agua para ambos. Me llamó la atención su elección de bebida, pues era poco habitual que las gentes que frecuentaban la taberna no optasen por bebidas alcohólicas como la cerveza, el hidromiel o el vino. Costumbres sanas para un cuerpo sano. Kord es la deidad de los atletas, y como ejecutor de su obra en la tierra mi cuerpo debía ser un templo sagrado.

Alcé una ceja al verla reír tan despreocupadamente, limpiando su cuchara, pero mis ojos se abrieron desmesuradamente por la sorpresa al ver cómo se dirigía a mí en términos de tanta confianza. ¿Corazón? Extrañado y ruborizado, agaché rápidamente el rostro centrándome en la comida, con el ceño fruncido, aunque eso no duró demasiado.

¿Hmmm? -Alcé mi rostro, frunciendo el ceño con molestia al ver que se mentaba a mi patrón divino tan a la ligera. Reconocí el rostro, ¡cómo no hacerlo! Y soporté estoicamente su exagerado gesto de camaradería. Por lo que a mí respecta, aquellos que han compartido el valor de la batalla deben respetarse mutuamente con un buen golpe o un apretón de manos. Pero un abrazo sobrepasaba lo que yo entendía por confianza- Serán las dos para ti, Ragaard, bien sabes que yo no ingiero alcohol. -Le espeté, invitándole con un gesto a tomar asiento- Me trae lo mismo que a ti, supongo. Extender la palabra no sale barato. -Expliqué discretamente, antes de girarme de nuevo a la mujer- Ehm... mis disculpas, no me he presentado. Galdor, clérigo de Kord el Púgil. -Me presenté, realizando una tenue reverencia.

Notas de juego

Aclaración: el martillo no lleva el símbolo de Kord, lleva grabada una campana.

Cargando editor
10/12/2016, 15:44

Ah, la ciudad. Tras tantos años lejos de la civilización era difícil volver a acostumbrarse y no sentir un nudo en el estómago ante las grandes masas de gente, los apiñados edificios, las sucias calles. Y el sol. Lo había echado de menos, pero a la vez, cuando volvió a sentirlo en su piel, cuando pudo mirarlo después varios siglos, bueno, una parte de él sintió miedo, tanto que a punto estuvo de regresar a la Infraoscuridad. Imaginaba que así debían de sentirse los drows y otras razas de la Antípoda Oscura cuando salían a la superficie. Pero él no lo había hecho, no se había dejado llevar, y poco a poco se había vuelto a adaptar, había retomado sus ganas de vivir, de disfrutar. Ahora volvía a tener la promesa de que el sol saldría cada mañana, una certeza que durante mucho tiempo había olvidado y que en ocasiones aún tenía que recordarse mirando al cielo. Era un gran precio el que había pagado por sus poderes, pero cada amanecer se decía a sí mismo que, algún día en su virtualmente inmortal existencia, aquellos recuerdos no serían más importantes que la vida de una flor. Un efímero soplo de aire en medio de un huracán.

Pensaba en ello mientras regresaba a la más que decente posada en la que se alojaba. Se había levantado pronto, antes del amanecer, y desde entonces había caminado sin rumbo fijo por Njarda, disfrutando de sus habitantes, de sus edificios, de su esplendor. No eran para él -después de tanto, no sabía que habría para él realmente-, pero merecía la pena visitarla. Era una joya en bruto esperando a ser descubierta, como la mayoría de cosas de aquél mundo. Sin embargo, había sido ya momento de volver. No porque tuviera prisa, ni porque tuviera hambre o sueño, simplemente porque merecía la pena estar allí. Aunque sentía nervios entre tantas personas, y aquella taberna estaba siempre abarrotada, también se sentía más a salvo en compañía. No es que necesitara protección, ya no, ni que creyera que un grupo de viajeros pudiera frenar una partida de caza ilícida, no podrían. Era, simplemente, porque entre tantos, él solo era uno más, no destacaba. Siempre había un tipo más grande, una mujer más hermosa, un gnomo más estrafalario, un mediano haciendo piruetas.  

Como si el destino quisiera darle la razón, su mirada se desvió en cuanto entró a La Ola Gris hacia una mesa no muy abarrotada donde varios gigantones hipermusculados se saludaban alegremente y hablaban con una muchacha de joven y bella. Exactamente tal como él decía. Caminó lentamente hacia allí, apartó una de las sillas, separadas del resto, y se sentó sin decir nada en un principio. Estuvo así casi un minuto, mirando fíjamente, analizando, a los otros que se habían sentado antes que él, y deleitándose con los olores de la comida que no necesitaba normalmente pero que le agradaba degustar. Luego sonrió, con una mueca forzada que no contenía ni un ápice de alegría ni naturalidad, y saludo jovial. 

- Buenas tardes. No interrumpo nada, ¿verdad?

Era una actitud curiosa -teniendo en cuenta que, si molestaba, ya era tarde para hacérselo ver-, pero a él no parecía importarle, realmente parecía no darse siquiera cuenta de ello.

En ese momento llegaba la camarera con dos jarras de hidromiel, y aprovechando su presencia, pidió una jarra de agua para él, y cualquier bollo o comida caliente que hubiera por allí. No le importaba el qué, cualquier cosa le parecía un manjar después del alimento que los azotamentes daban a sus prisioneros, así que no solía siquiera preguntar.

Cargando editor
12/12/2016, 13:11
Bermong de Aguas Profundas

 El viaje por Barco había sido largo y prospero, pues los largos ratos de ocio de los marineros eran perfectos para obtener información sobre mi destino, en una semana un hábil tiburón social, como el menda, podía reunir una importante cantidad de información, sobre todo de constumbres y personas importantes.

 Cualquiera con dos dedos de frente quiere saber a quién no conviene contrariar y que no hacer para ofender a la comunidad local, pués cualquier viajero experimentado, sabe que lo que en una región esta bien visto e incluso socialmente reconocido en otra solo es motivo de malas miradas y peores palabras cuando no constitutivo de delito de cárcel o de pena de muerte.

  Así a mi llegada a Njarda, la ciudad si bien nueva no era ya una desconocida para mí.Tras bajar del barco y deambular un  buen rato por los muelles paseando de forma desenfada pero atento a cada retazo de conversación que se cruzara en mi camino, nunca sabes lo que puedes encontrar de utilidad en la charla risueña de dos estibadores mientras descansan, o en lo que los vendedores de baratijas dejan caer en su charla de liante para que le compres ese broche que encandilará a las damas, o esos pendientes mágicos que rendiran a aquellas damas que damas que resistán mi encanto natural.

 Una moneda bien colocada en las manos de un pilluello de cualquiera de los que pululan por el puerto, bien para hacer de guías, bien para aligerar de la pesada carga de sus bolsas a aquellos viajeros distraidos y que parecen presa fácil, te abre un mundo de información desde el nombre de las bandas comunes, a cuales son los sitios a evitar si no quieres ser despojado de tus bienes y de tu vida.

 Y así pasa mi primera tarde en la cuidad sin apenas salir de los muelles, empapándome de la ciudad en la que me hallo,de quien manda, oficialmente y quien en los bajos fondos. una fructífera tarde de recogida de información, y un  primer contacto con la ciudad donde seguramente pase un buen tiempo.

 El ajetreo del día, el viaje y los paseos despertaron el hambre que se había mantenido agazapado desde la comida del medio día, así pues apreste mi equipaje y me deshice de una plata para que un pilluelo me llevase por una senda "segura" a la Taberna de La ola Gris.

 Una vez en su puerta me despido del pequeño y paso a traves de las puertas al salon un delicioso olor a comida y bebida hacen que mis tripas rugan cual leon. Mi mirada recorre en un momento la estancia analizando a los parroquianos. Una mesa en espacial atrae mi atención, dos enormes moles junto a una preciosa señorita, un hombre con un tatuaje en la cara , un grupo poco usual.

 Pero lo primero es lo primero, así que dirijo mis pasos hacia la barra sin dejar de obserbar a la bella señorita, parece una flor entre fuertes espinos.

Buenas noches, digo al que parece ser el posadero, busco alojamiento y cenar, una cerveza y lo que tenga a bien vuesa merced para para un estomago hambriento, y si hace el favor me manda las viandas a esa mesa, digo indicando con la cabeza la mesa de la bella señorita.

 Sin esperar respuesta me dirijo con paso decidido hacia la mesa, y al llegar me coloco junto a la bella dama, hago una ligera inclinación de cabeza y digo:

 Caballeros, mi lady , ¿está esta silla libre? ¿ Puede unirse un viajero cansado y hambriento a su mesa?

Cargando editor
12/12/2016, 22:32
Ragaard el Destructor

Por Kord! No os conozco de nada, pero sois bienvenidos a tomar un trago. Esta ronda la pago yo. Tabernero, que corra la hidromiel! Exclamo alegre llevado por la euforia del momento.

Ragaard es mi nombre! En las tierras del Norte me conocen como el destructor. Pero el mérito no es solo mío. Es también de mi gran martillo "Lasthbreathe". Pocos aguantan un golpe de el.

Pero dejémonos de fanfarronadas, estoy de paso por Njarda y veo que hay muchas posibilidades. Quizás me quede un poco mas, por si sale algún trabajo interesante.

 

Cargando editor
12/12/2016, 22:44
Galdor

Si no hay un culo sobre la silla, es que está libre. -Respondí con gesto serio al tipo de la melena y el elegante afeitado, incluso a riesgo de que no fuera de mi voz de quien esperase respuesta. En cualquier caso, ni me molesté en mirarle demasiado. La comida ya estaba en la mesa, y me afané en colocar el trapo que la acompañaba cubriendo mi ropa para evitar manchas de salsa innecesarias en mi atuendo. Los tiempos en que vivía como un salvaje habían pasado, ya no era un simple guerrero dedicado a la guerra. Ahora estaba al servicio de un bien superior, era un representante en la tierra de quien moraba en un lugar más elevado, y debía mantener una cierta compostura y decoro- Nadie molesta ni interrumpe, y si eso sucediera ya se lo haríamos saber, de modo que dejaos de preguntas innecesarias, ¿de acuerdo?

Cogí los cubiertos y comencé a cortar cuidadosamente el trozo de carne que habían tenido a bien hacerme a la plancha, poco hecho, acompañado de una generosa ración de verduras para acompañar. Mis padres habrían reducido esa taberna a escombros solamente por el insulto de haberles ofrecido verdura. Una triste sonrisa se dibujó en mi rostro durante un breve instante al pensar en ello. Por suerte o por desgracia, ni mis padres ni casi nadie de mi pueblo vivía ya. Yo era de los últimos supervivientes, pero sus costumbres no habían perdurado en mí.

Al sur de esas tierras le conocen como "el bocazas"... -Repliqué ante las bravatas de mi compañero de aventuras, con expresión agria y ni un atisbo de humor, a pesar de que mis palabras representaban obviamente una chanza- Habla y habla sin parar, aunque no tenga nada que decir, especialmente si puede ser de sí mismo. -Añadí sin levantar la vista del plato, llevándome un trozo de carne a la boca acompañado con unos trozos de verdura picada y pochada- ¿Y vosotros? -Pregunté tras tragar- ¿Cazafortunas, quizás? ¿U os traen otros menesteres?

Cargando editor
13/12/2016, 00:01

Sonrió. No había pizca de naturalidad en el gesto, pero lo hizo, porque era lo que había aprendido que se esperaba de él cuando alguien hacía una broma o cuando tenía a bien de ser amable con él. No captaba lo primero, ni le importaba lo segundo, pero buscaba no desentonar y eso significaba seguir las costumbres de las demás gentes. Desde fuera, eso solo lograba llamar más la atención sobre él, pero por supuesto, él seguía sin darse cuenta.

Cuando el gigantón se ofreció también a pagar una jarra de hidromiel, se encogió de hombros y ladeó la cabeza, mirándole fíjamente. 

- Gracias. 

En un intento de sonar alegre, pero insípido y carente de sentimiento, sus palabras, o más bien su única palabra, eran un simple ejemplo más de trato social.

Después su atención se desvió hacia el otro enorme hombre, el que había hecho la burla, aunque por su tono el no supo si era verdad o no. Tras lo que parecía una gracia -que no estaba seguro, debe ser recalcado- dijo algo a lo que, en cambio, si podía responder. ¿Cazafortunas? Lo pensó un instante. ¿Qué se consideraba una fortuna? Seguramente se refería a dinero y otras riquezas, y el no las buscaba. Así que no. ¿Otros menesteres? Eso sí, claro. Si no era lo primero, era otra cosa, incluso si no era ninguno en especial, eso era considerado ya "diferente". 

- Yo sólo estoy de paso, disfrutando de... -Miró a su alrededor, hasta fijarse en el humeante plato-, de la comida supongo. Si. ¿Y a vos?

Cargando editor
13/12/2016, 04:23
Candela Dorne "Triana"

Apenas había comenzado a comer cuando un hombre se acercó a la mesa, un tipo descomunal, que en seguida se dirigió al hombre cerca del cual me sentaba. Galdor parecía ser el nombre de este, con quien el hombre que acababa de llegar comenzó a abrazarse. Intuí que serían viejos amigos, cosa que no se tardaría en confirmar, pero antes de ello el recién llegado se detuvo en mí, carraspeando antes de presentarse.

El gesto me pilló desprevenida, llegando casi a atragantarme con el agua, pero rápidamente me recompuse.

- No es necesario tanto formalismo. – sonreí, secando con otra esquina del pañuelo mis labios. – Puedes llamarme Triana. – le dije a Ragaard, mirando entonces al hombre de pelo rubio. – Podéis. – añadí, incluyéndole en mi presentación.

Continué con mi comida, consciente de que siendo amigos tendrían asuntos que tratar, aunque ello no impidió que el primero de los hombres que me había topado allí se detuviera a presentarse. Hizo una reverencia incluso, ante lo que en circunstancias le hubiera dicho que no era necesario, pero el dato dado me dejó pensativa.

¿Clérigo, eh?

Su aspecto no era el habitual para un clérigo, al menos no correspondía con el de los que me había topado hasta el momento, y entonces me pregunté a qué se dedicaría Ragaard. Galdor había hablado de extender la palabra también en su caso, quién sabía.

A lo mejor resulta que el otro fortachón es un pícaro.

Reí por lo bajo, continuando con mi plato, cuando un tercer hombre se aproximó. Negué ante su pregunta de si molestaba, continuando a lo mío, aunque intuía que no por mucho tiempo. La mesa comenzaba a animarse, y bien sabía yo que no podría permanecer mucho tiempo callada.

Otro nuevo hombre se aproximó, este de aspecto más refinado que el resto, cosa de la que dieron cuenta también sus palabras. El clérigo se adelantó a responderle, haciéndolo en un tono bastante seco, lo cual provocó que me girara hacia él.

- No me seas saborío… Sonreír no te va a matar. – reí suavemente, fijándome en lo que Galdor comía, llamándome la atención que un hombre de su envergadura y aspecto más bien salvaje se molestara en comer verduras. – Hago yo una menestra que quita el sentío. – le dije guiñándole un ojo, mirando después al recién llegado de la melena. – Claro, caballerete, puedes sentarte. Pero hazlo rápido, a este paso se llena la mesa en un pis pas. – dije riendo, ocupando la silla junto a Galdor y dejando libre el asiento a mi otro lado.

Un entusiasmado Ragaard se mostró generoso, invitando a los presentes a hidromiel y hablándonos sobre sí mismo; ante lo que el clérigo respondió con lo que parecía una broma, cosa de la que no podía estar segura, pues en su rostro no se veía señal alguna de que así fuera.

- Gracias, Ragaard, pero no acostumbro a beber, y menos antes de la puesta de sol. – sonreí. – Salvo que haya motivo de celebración, claro, a veces una mujer tiene que hacer excepciones. – reí.

Mientras continuaba con su comida, Galdor preguntó por lo que nos había llevado hasta Njarda, y aproveché que aquel hombre que ni se había presentado contestaba para seguir comiendo; aunque fue muy breve. Le miré con suspicacia, aunque guardé silencio a ese respecto, posando la cuchara en el plato para responder.

- Digamos que soy nómada. – fue lo primero que dije, mostrándome pensativa un momento. – Me muevo de un sitio a otro dispuesta a aprender cuanto pueda, y canto y bailo en la calle, además de ejercer como bardo. ¿Que qué me ha traído hasta aquí? – volví a retomar la pregunta, mostrando pronto una gran sonrisa. – Vivir, eso es. – concreté con alegría.

Cargando editor
13/12/2016, 11:05

Scratty había sido el último en llegar, no estaba acostumbrado a as grandes masas y le gustaba permanecer, en la medida de lo posible, siempre escondido y entre las sombras. Cuando entró en la Ola Gris pudo ver que la posada estaba bastante animada y que parecía que se conocieran de toda la vida.

Scratty no era como ellos, él era un tipo silencioso y prefería pasar desapercibido. Lleva puesta una capa con una capucha para esconder su verdadera naturaleza. Es cierto que estaba acostumbrado a que en algunos sitios lo miraran raro, y en otros lugares simplemente nadie le hiciera caso. Pero lo cierto es que no era especialmente atractivo, y prefería esconder sus prominente alas detrás de la capa para que no llamaran la atención.

Oteó el lugar con sus saltones ojos y analizó todo lo que había a su alrededor, confiando en que el empleado de la posada no se fijara excesivamente en él, prefirió acercarse a la barra y pedir algo de beber. Le hubiera gustado algo de sangre, o algún animal muerto, pero no era costumbre pedir esas cosas en las tabernas. Así que sería mejor pedir esa otra bebida que en otras ocasiones ya había probado. ¿Cerveza lo llamaban? Alzó una de sus patas, mostrando unas uñas alargadas y pelo en todo aquello que correspondería a su mano y llamó al camarero para pedir uno de eses brebajes espumosos que tan de moda estaba por sus burbujas y su sabor amargo. Luego se quedó analizando todo lo que estaba pasando.

Notas de juego

Disculpad por la demora, ha sido un finde de puente intenso y no he parado. Y ahora ando poniéndome al día.

Cargando editor
13/12/2016, 23:19
Bermong de Aguas Profundas

Que agradable reunión, me honrais dejandome unirme a vuecencias, por no hablar del placer de poder disfrutar de la compañía de una dama de vuestra belleza my lady Triana, y de la generosidad y hospitalidad de Maese Ragaard, dejad pues que me presente:

 Soy Bermong de la Brillante Aguas Profundas, viajero impenitente, diletante, y aspirante a emular al Gran Volo y dejar para las generaciones futuras una obra de la calidad de las Guias de Volo.

My lady Triana tal vez podaís compartir vuestras andanzas y aportarme una notas sobre vuestros viajes y vuestras opiniones sobre las hospederías y tabernas que habéis visitado. Me dirijo a nuestra bella interlocutora con los ojos chipeantes por la emoción de compartir andanzas viajeras.

Maese Galdor, perdonad el atrevimiento pero ¿quien es el tal Kord de quien quereis extender sus enseñanzas? No me suena haberlo escuchado antes y os aseguro que soy bueno para los nombres. Ahora miro al grandullon con gesto expecta pues simpre estoy ávido de nuevas y noticias, al fin y al cabo la información es mi negocio.

 

Cargando editor
13/12/2016, 23:53

No se fijó en el encapuchado que entró a la taberna más de un segundo, pues eran muchos los que iban y venían por allí, y ver a alguien cubierto y embozado no era nada nuevo. En cambio si atendió a las palabras de la mujer y después a las del caballeroso hombre con pinta de aventurero y espadachín. Tanto milady, y esa chispa en sus ojos, empezó a pensar que estaba siguiendo algún rito de apareamiento que él tiempo atrás había olvidado, y se inclinó para observar mejor los gestos y movimientos del tal Bermong mientras hablaba y se dirigía a la dama. Sin duda era interesante, llevaba mucho tiempo alejado de la humanidad, de la sociedad, y todo aquello era como volver a descubrir las cosas que de niño ya había vivido.

También, por supuesto, tenía curiosidad por saber quien era Kord*. ¿Tal vez algún campeón divino? ¿Una deidad incluso? No le gustaban los dioses, ni prestaba mucha atención a los panteones de los Reinos. Él era tan antigüo que aquellos temas habían perdido el sentido para él, pero sí que le gustaba observar la sagrada devoción de las razas más jóvenes, siempre y cuando, por supuesto, no fueran fanáticos que le persiguieran por tener dones que desconocían.

Notas de juego

*Es ser un poco capullos, pero claro, Kord no es de los dioses de Faerûn, aquí sería, lo más similar, Tempus jaja 

Cargando editor
14/12/2016, 10:26
Galdor

Continué degustando la carne con verduras, sin alzar la mirada del plato, mientras la conversación continuaba discurriendo como el agua de un río tranquilo, lejos de cascadas y rápidos, y sobre todo de crecidas provocadas por las lluvias y el deshielo. Eran momentos de calma, y el hombre que vivía para la tormenta debía saber disfrutar de la calma.

El hombre calvo, que no se había presentado, evitó también mi pregunta. Parecía alguien que gustaba de mantenerse oculto en el misterio. O lo que era peor, necesitado de ello. ¿Alguien buscado? Era una posibilidad, aunque en aquellos tiempos yo ya había aprendido a no hacer valoraciones acerca de ello. Había conocido a hombres buenos buscados por sus enemigos, e incluso por las leyes de los hombres, y hombres llenos de maldad regocijarse en sus posiciones de poder por encima de todo ello. Los asuntos de aquel hombre sin cabello en la sesera no eran de mi incumbencia... por el momento.

La mujer, Triana, se dirigió a mi pidiéndome que no fuera sa... sabo... algo que no comprendí en un principio, aunque luego aclaró que se refería a mi gesto tan serio. No, sonreír no me mataría, pero tampoco me ofrecería alegría. El orden de las cosas era el inverso. Un hombre debía sentir alegría para sonreír. Y la alegría era algo que yo no sentía hacía muchos años. Orgullo, satisfacción, agradecimiento.... sí, todo eso era lo más que me había concedido la vida. ¿Alegría? Había perdido demasiado como para volver a ser feliz. Vivía únicamente por y para mi causa y mi señor. Al fin y al cabo, todo lo que alguna vez había amado estaba ya bajo tierra...

También añadió algo acerca de una... menestra. Me sonaba ese nombre, algún tipo de plato que no me sonaba haber probado, pero del que habría oído alguna vez. El motivo de aquella apreciación hizo que la mirase de medio lado, a tiempo para ver que se cambiaba de asiento, situándose en el de mi izquierda. Con ello dejaba su propio asiento disponible al hombre del afeitado elegante, al tiempo que rechazaba con alegría la invitación de Ragaard y se presentaba como una viajera, artista ambulante si no entendí mal, y en resumen alguien que disfrutaba de la vida.

Kord aprecia la vida...

El tal Bermong también se presentó, curiosamente como viajero igualmente. Al parecer, pretendía emular a alguien, seguir un camino marcado por un tal Volo, y recopilar información acerca del mundo a través de sus viajes. Parecía una gran empresa, una llena de obstáculos y pruebas a superar con determinación y coraje, el tipo de situaciones donde se forja el carácter de los hombres. Ahí, en cada uno de esos puntos de inflexión, es donde Kord observa y determina el valor de los hombres.

¿Hmm...? -Bermong me interpeló con un exceso de cortesía, preguntando acerca de mi deidad patrona. La pregunta me sorprendió con los cubiertos tratando de cortar un nuevo trozo de carne, pero con parsimonia los deposité sobre el plato para que descansaran, limpiando las comisuras de mis labios con el trapo que pendía de mi cuello- No preciso perdonar lo que no ha supuesto ofensa alguna, Bermong, y el atrevimiento es valor. El valor no debe ser personado, sino agradecido. -Afirmé, dejando patente parte de las enseñanzas del Púgil- Kord el púgil, el alborotador, el de la tormenta... no es uno de los grandes dioses de Faerûn, ni siquiera está entre los intermedios. Es una deidad poco conocida y muy minoritariamente reverenciada, patrón de los deportes, del perfeccionamiento fisico, la fuerza y el coraje. Desprecia la cobardía, y propugna que quien posee la fuerza necesaria para hacerlo, debe velar por aquellos que carecen de su bendición. Odia profundamente a aquellos que abusan de su poder... -Mis ojos se entrecerraron ligeramente, mostrándome escenas de un pasado recóndito, batallas y matanzas que me llevaron al servicio de mi religión- ...y bendice a aquellos que se enfrentan a la adversidad y perseveran hasta salir victoriosos. Sus templos... bueno, son escasos y se encuentran muy lejos de estas tierras. De hecho, yo mismo sólo he llegado a estar en uno, pero era como un enorme gimnasio, destinado al perfeccionamiento físico de cuanto hombre quisiera acercarse a sus enseñanzas. -Expliqué elevando la mirada, rememorando el tiempo pasado en aquel lugar. De hecho, pasé un breve instante en esa posición, antes de volver a mirar a Bermong- Algún día, lograré erigir un templo en su nombre... -Concluí, emitiendo un carraspeo de incomodidad. No acostumbraba a hablar tanto, habitualmente mis actos hablaban por mí, pero en ocasiones la palabra de Kord debía ser pronunciada en voz alta. Permanecí unos instantes en silencio, esperando a comprobar las reacciones de los presentes, principalmente de Bermong y de Triana, sentada a mi lado. Ya conocía de sobra la opinión de Ragaard acerca de Kord, al que seguía desde hacía años, y por cuya fe había velado en más de una ocasión. El hombre calvo... bueno, aún no tenía una opinión sobre él, me preocupaba menos su opinión acerca de Kord.

Cargando editor
15/12/2016, 17:16
Ragaard el Destructor

Ante las palabras del rufián que decían no saber quien era Kord, Ragaard escupió su jarra de Hidromiel echando espuma por la boca al no poder controlar su asombro. Que me aspen! **Exclamo, levantándose de la mesa y tensando sus poderosos y musculosos brazos capaces de atravesar un muro de piedra del grosor de 30 pulgadas, haciendo que el silencio se hiciera en aquella taberna. No sabe quién es Kord! Diles Galdor quien es Kord, diselo tu. En ese momento comenzó el clerigo a relatar con más calma y tino la deidad a la que adoraban. Este parecía ser más cauto y sensato que el Goliath, el cual era furia y destrucción. El tabernero por su parte le trajo otra jarra de Hidromiel haciendo que el gigantón se relajará y volviera a tomar asiento, crujiendo su silla como muestra de queja ante su peso.

Tras acabar el relato, Ragaard apuntillo: Di que sí compañero! Nosotros haremos que conozcan en los Reinos a Kord y te ayudare a erigir un templo para el.

 

**

http://tapatalk.imageshack.com/v2/15/04/03/09da5c3...

Cargando editor
15/12/2016, 19:21
Bermong de Aguas Profundas

Maese Ragaard, no os aleteréis, perdonad mi desconocimiento, por eso pregunte educada y respetuosamente.

Si vuestra figura fuera menos amenazante, me atrevería a jugarme otra ronda a que de los presentes en la posada sin contaros a vos y a maese Galdor no sacais ni a dos más que sepan de vuestra deidad tutelar.

 Entonces maese Galdor de lo que puedo inferir de vuestras respuesta Kord es una deidad que se alinea con el bien, y que promueve la mejora física, la competición y el progreso de la persona mediante el esfuerzo, más o menos.

 

Cargando editor
15/12/2016, 21:00
Candela Dorne "Triana"

El hombre que terminó sentado a mi otro lado, entusiasmado y zalamero, intervino tras de mí; presentándose y explicando su cometido en la vida, para después pedirme que le contara sobre mis andanzas y preguntar por aquella deidad llamada Kord. Desconocía la existencia de aquel dios, pero no había imaginado que también sería así para otros. No era una persona muy ilustrada, de hecho varias de las palabras empleadas por Bermong me eran desconocidas, mas preferí callar por el momento. De hecho, ante la propuesta del hombre sobre compartir información, simplemente sonreí.

Fue entonces cuando mis ojos se abrieron de forma desmesurada, al ver como Ragaard se ponía por el desconocimiento de Bermong de la deidad a la que seguían, pidiendo a Galdor que nos contara quién era Kord. El clérigo, que parecía un hombre de pocas palabras hasta entonces, se explayó en la explicación acerca de su dios, hablándonos de los nobles valores que este defendía y de la escasez de templos erigidos en su honor por estas tierras. No tardó en dejar claro que su meta era crear uno de estos templos, labor a la que Ragaard en seguida se ofreció a colaborar.

Durante todo su discurso me mostré sorprendida y curiosa, mirando del mismo modo a Ragaard y a él al finalizar este; mientras Bermong se disculpaba y trataba de confirmar aquello que acababa de escuchar. En ese momento me giré ligeramente hacia Galdor, llevando mi mano hacia su bíceps, ese que ni tan siquiera con ambas manos sería capaz de abarcar.

- Ahora lo entiendo todo…. Un clérigo tan… - dije en un murmullo, pensando en voz alta, apretando ligeramente su brazo con mi mano y mirando después a ambos seguidores de Kord. – ¡Normal que estéis hechos unos hombretones! – reí, soltando el brazo del clérigo y dedicándole una sonrisa. – Espero no haberte molestado. – me disculpé en voz baja por si acaso, pues el hombre parecía ser algo serio, y bien sabía que mi carácter jovial y desenfadado no siempre era bien recibido. – Dignos valores los que defiende vuestro dios, he de confesar que yo tampoco sabía de su existencia. Venero principalmente a Corellon Larethian, siendo dios de la música y las artes entre otros muchos nobles campos, pero no es la única deidad a la que tengo en estima. Son varias las deidades intermedias alineadas con el bien las que cuentan con mi favor. – añadí mostrándome orgullosa de ello, aun siendo consciente de que una postura tal podía no ser demasiado bien vista por los menos tolerantes.

Cargando editor
16/12/2016, 01:12

Las intervenciones de unos y otros le traían bastante sin cuidado. Ver la reacción del goliath le había quitado todo interés, uno que se vio disminuido ante la diatriba del enrome Galdor. Pese a que sus palabras habían sido amables y sinceras, pese a que hablaba con reverencia y estima, pese a que todo lo que decía era digno de ser escuchado, él, cuya complexión estaba incluso más cerca a la de la artista que a la del elegante hombre de mundo, se alejaba mucho de los cánones de aquél dios menor que, en cierto modo, le recordó a Tempus. Seguramente, igual que la Tríada formada por Tyr, Ilmater y Torm, aquellos dos tendrían algún tipo de asociación divina que, si se le sacaba partido, podría impulsar aquella fe. Pero no era cosa suya dar la idea, ni ofrecer sus conocimientos para ello. Su larga vida le había enseñado que era mejor no entrometerse en los asuntos de otros, y tras su largo "encierro" en la infraoscuridad, había comprobado aquello demasiadas veces. 

Sin embargo sus pensamientos no estaban pasando desapercibidos para el gigantesco hombre, o simplemente no le había caído en gracia por algo, pues sus continuas miradas daban a entender más de lo que salía de su boca. El silencio que había decidido mantener, al parecer, estaba causando el efecto contrario al esperado, y él ante todo no quería llamar demasiado la atención. 

Así que sonrió con una mueca de nuevo carente de alegría y pensó en algo rápido que decir. Un halago, tal vez, y entonces vio a Triana tocarle el brazo y hacer uno. Asintiendo para sí, se estiró sobre la mesa y, haciendo lo mismo, tocó el otro brazo al clérigo, apretándolo con su mano antes de apartarse. 

- Sí que estás fuerte sí, ¡todo un hombretón! - Confirmó con amabilidad, creyendo que es lo que quería oír y que ela zalamería serviría para hacerle ver que no tenía nada en su contra. Luego, siguiendo de nuevo el ejemplo de la chica, añadió algo más, en tono casual -. Un gran dios el vuestro, digno de ser atendido, seguro que lo lograréis. Yo, bueno, soy menos de acción, ya sabéis, dar vueltas a las cosas y eso -Se tocó la sien con el dedo índice de la mano izquierda-. Pensar nunca pasa de moda, je, je.

Lo dijo con tranquilidad, sin acritud alguna, sin maldad. Pero al hacerlo, al final, podía parecer que les estaba llamando estúpidos, aunque eso estaba muy lejos de la realidad. Él, en verdad, no compartía aquella vida, pero agradecía tener a dos enormes guerreros cerca. Nunca se sabía cuando iba a haber una pelea, y él estaba claro que prefería no usar sus habilidades, si es que tenía alguna.