Partida Rol por web

Sorpresa fue lo primero que sintió lorenzo cuando la vio salir de la posada. Esa sorpresa se transformó casi de inmediato en tristeza, pero conforme se iban acercando a ella esa tristeza pasó a ser desconfianza. Estando junto a Morslav el miedo no apareció en ningún momento, pero sí la inquietud y la sospecha de que aquella joven no era lo que parecía. Sus amenazas disimuladas sólo consiguieron que Lorenzo se irritase profundamente, cosa que hizo que éste hablase finalmente con ella.

Al oír al otro hombre, le dirige una fría mirada teñida de rabia, esto está tomando más tiempo del necesario y resulta exasperante. Podeis observar como cada vez se encuentra más tensa y nerviosa, no parece agradarle la compañía masculina, y mucho menos en número superior; cabe destacar que esto es Däwnholf, ¿qué puedes esperar de una escena parecida en un sitio como éste? 

-Descuida anciano, no pienso malgastar mis balas en rateros como vosotros. Escupe las palabras mientras se aproxima al hombre mayor sin mostrar ningún titubeo, con la cabeza alta y la mirada firme. Si así os vais tranquilos os diré que ahí dentro está el desgraciado que solía abusar de mí cuando era niña y me ha traído malos recuerdos. Los mira a los dos con dureza durante unos instantes antes de acercarse un poco más. Que pena que solo suponga un peligro para mí. Mirando al anciando, más cerca de él todavía, pero a una distancia prudencial desde la cual puede seguir vigilando de reojo al otro hombre.

-Y ahora entrad de una jodida vez en ese tugurio y dejadme tranquila. Con los brazos cruzados y a tres pasos ya del anciano, queda así durante unos instantes. 

-Con suerte resbalareis con vuestro propio meado y os desnucareis. Finalmente prosigue mientras camina hacia atrás de forma fingidamente despreocupada, de vuelta a su posición inicial, dando por zanjada la conversación.

La chica que tenéis frente a vosotros no es para nada una chica dulce y delicada como os haría pensar su bello rostro y su delicado cuerpo; a decir verdad resultan bastante desagradables sus palabras

La chica os habla con una seguridad en sí misma que os sorprende, no es para nada mentira que no os teme a vosotros, y eso que la pistola como mucho puede disparar una bala, y con una bala jamás os podría derribar a ambos.

Sin embargo, parece que sigue algo nerviosa por lo que le haya pasado, y aunque intenta mantener una fría máscara inexpresiva, sus palabras dejan delatar más de lo que quiere. 

Al llamaros "rateros" notáis que lo usa más como insulto que con un significado verdadero, seguramente no piense que sois rateros típicos de la ciudad, por no decir que no lo parecéis demasiado. El otro detalle que destaca es que parece mentiros de manera rápida para librarse de la conversación al deciros "ahí dentro está el desgraciado que solía abusar de mí cuando era niña", aunque si que notasteis cierto reflejo de dolor en sus ojos al decirlo, y más aún al hablar sobre "los malos recuerdos"

La joven se ha apartado dejándoos espacio de sobra para entrar, en ningún momento estaréis a menos de dos metros de ella (aunque seguramente, al acercaros ella retroceda un poco más, pues parece extremadamente desconfiada)

Te das cuenta que has hablado de más, seguramente por culpa de las palabras de Taji que tanto te alteraron...

Incluso les has hablado sobre uno de tus recuerdos más horribles y dolorosos, aunque enmascarado con una mentira... ¿o quizás tu mentira ha delatado mucho más de lo que esperabas?

Por otro lado una voz interna te avisa de que tengas cuidado, ambos parecen muy fuertes, y pese a tus poderes seguramente sería un combate muy peligroso... demasiado para arriesgarse por no saber controlar tu lengua...

Entrecerró los ojos ante las palabras de la chica, evaluándola, pero no tardó mucho en esbozar una tenue sonrisa.

-Afortunadamente tengo un apoyo para no resbalarme, preciosa- dijo, haciendo destacar en sus manos la vara que usaba para caminar-. Yo seré algo más amable y no desearé que te desnuques, así que ten un buen día.

Lanzó una significativa mirada a Morslav antes de darse la vuelta para entrar en la posada; sin embargo, antes de llegar a la puerta se dio la vuelta una vez más con el rostro endurecido y sin rastro alguno de su sonrisa anterior.

-No se si lo que nos has dicho es cierto o no- comentó a la desconocida-, pero en el caso de que así fuera deberías darle uso a ese chisme tan bonito que tienes en la cintura. Hay actos que merecen ser juzgados por las autoridades, pero hay otros que lo único justo que merecen es acabar flotando en el muelle. Si ahí dentro hay alguien que abusó de ti de pequeña no te quedes aquí lamentándote- su mirada se endureció todavía más al final de la frase-, ¿o acaso quieres que quede libre para buscar a más niñas?

Dejó la pregunta en el aire y se quedó unos segundos mirando a los fríos e incómodos ojos de la norteña. Pasados esos momentos se volvió a dar la vuelta, abrió la puerta y entró cojeando en la posada.

Cuando oyó que ahí dentro había alguien que abusaba de niñas el corazón de Lorenzo se aceleró con una rabia homicida que no sentía desde hacía tiempo. El dolor afloró entremezclado con toda esa ira, pero todo se diluyó un poco al notar que era posible que no estuviera siendo sincera. Un leve sentimiento de exasperación lo invadió con la última frase de la chica, pero se lo tomó con humor. Por mucho que fuese un pueblo de piratas y delincuentes, y que esa mujer fuera de todo menos amigable, no podía evitar senir cierta empatía. Se notaba que había tenido un pasado duro, y eso enternecía un poco el viejo corazón de Lorenzo.

Siempre lo hago- pensé de forma automática tras escuchar a la mujer decir que vigilásemos nuestras espaldas. Tras ello, se dedica a observar las armas que llevo de la misma forma que hice yo con ella, como si se midiese conmigo, por lo que le sonrió con seguridad y relajando un poco la mano sobre la empuñadura para evitar malentendidos... aunque sin separarla. Luego se me quedó mirando, como si me vigilase... al menos hasta que las palabras de Lorenzo hicieron que dirigiese una mirada nada amable, algo comprensible teniendo en cuenta como le había hablado. De todas formas le contestó, aunque para ser sincero, solo escuché una cosa de lo que dijo, sin apenas prestar atención al resto, ignorando los insultos y aspavientos.

Si eso es cierto...- pensé con una peligrosa mirada en los ojos y acariciando de forma distraída la empuñadura de la daga que portaba en el cinto -Tal vez “arregle” algo antes de lo que pensaba- me dije. Luego volví a mirar la pistola de la mujer y luego a ella con una mirada llena de ¿decepción?¿desaprobación?¿desanimo?¿tristeza?¿critica?¿reproche?. Era difícil decirlo, tal vez lo más acertado era una mezcla de todo eso y algo más. Seguí a Lorenzo hacía la puerta, y cuando habló, dijo lo que había estado pensando.

Estoy con el- le dije, en un tono inexpresivo, pero con algo así como un deje frio -Si eso es verdad, ya sabes qué hacer con eso- le dije mirando a la pistola -Todo el mundo tiene que rendir cuentas por lo que hace... tarde o temprano- añadí casi en un susurro y con un brillo peligroso en los ojos.

Y si no lo hace...- pensé mientras entraba a la posada tras Lorenzo.

Katrina queda apoyada en la pared de la posada, escuchando las palabras del viejo sin mucho interés, al fin y al cabo, no había mucha verdad en aquello que acababa de decir, aunque que sí más de la que esos hombres sabrían jamás, y ni siquiera había sido convincente, que más da, probablemente no los vuelva a ver. Cuando ambos mencionan eso de "hacerle pagar por lo que hizo" una sombra cruzó el rostro de la malhumorada muchacha, sus ojos quedaron abiertos como platos durante un momento y clavó la mirada al suelo de súbito, tragó saliva y apartó la cabeza; por pura casualidad le habían hecho recordar más de lo que ella deseaba. Toda su presencia inquietante y su aura de peligrosidad se desvanecen de pronto, y durante unos instantes, podeis observar a una pobre niña indefensa que ha sufrido demasiado para su edad. 

-Ha-hacerles pagar... Antes de entrar en la posada, escuchais un leve murmullo que parece más para sí misma que para otra persona, si quiera parece que su mente se encuentre aquí en estos momentos. Tras estas palabras, recupera la compostura y os dirige una mirada de incertidumbre, se incorpora de su postura y toma la pistola en sus manos, la mira, preguntándose qué hacer con ella, y tras unos segundos de reflexión, la vuelve a guardar.

Se quita la capucha dejando totalmente al descubierto su bello rostro.

-Ya cumplí esa promesa. Dice firmemente, con una implacable frialdad en la mirada. Tras esto, entra en la posada tras vosotros.