Partida Rol por web

Busco y rebusco... por fortuna, hay unos muebles con cajoneras, cada una con una letra del alfabeto, donde están las referencias a las fichas de cada persona, calle, evento por tipo.... agiliza bsatante la búsqueda, pues nos dice donde están los documentos deseados

López se queda observando el edificio donde vivía el abogado, no se ven luces en la fachada exterior, “seria un pena que no hubiera ningún vecino despierto, ya que estamos, podríamos averiguar si escucharon algo, gritos mientras caía, solo el impacto o nada.”

-Si, -dijo López- , entremos, ademas es la misma hora de la muerte veamos que actividad hay en el edificio y si el acceso al mismo podría ser discreto, si fuera el caso de que alguien accediera ese día y lo arrojara o no por la ventana.

Sigo a Marro y probamos a entrar sin tocar la aldaba.

La búsqueda entre legajos y expedientes resulta un éxito. Encontráis artículos de periódicos que hablan de la participación del señor Aureli en multitud de juicios (siempre relacionados con el Derecho Administrativo). Durante años fue directivo del Colegio de Abogados. Ahora, por lo que dicen en los últimos artículos, sólo era una especie de consultor externo para el Colegio, mientras que en su despacho particular atendía aún numerosos casos.

No conseguís sacar nada más en claro.

Podríamos tener la sensación, tras tantas horas de minucioso trabajo, que no encontrar nada era un fracaso, pero no tengo esa sensación: También encontrar un vacío es información. Simplemente, nos permite descartar que estuviese metido en asuntos turbios que tuviésemos identificados. Aparentemente, el señor Aureli era un ciudadano modélico, repetado en su gremio, y más orientado al derecho Administrativo que al Penal, lo cual le alejaría de ciertos ambientes de bajo nivel.

-Bien, señorita Novoa... ahora podemos descartar varias líneas de investigación, así que... lo mejor que podemos hacer es retirarnos y descansar; mañana será otro día, y será largo, porque tendremos que aprovechar para ver, principalmente, la casa y despacho a la luz del día, y si podemos, también al forense, por si hay algo anómalo en el cuerpo, que no reflejase en el informe oficial. Váyase a dormir, que tendremos que estar frescos. A primera hora, nos veremos aquí. Dejaré anotado que no hemos encontrado nada.

- Es raro que no se anuncie en la entrada. - Dijo el inspector. - Esta gente normalmente pone una placa o algo... ¿Sino como saben sus clientes a que piso tienen que subir? - Meneó la cabeza contrariado.

José trató de abrir la puerta de la entrada al edificio. Podía ser que estuviera abierta. Prefería inspeccionar primero la zona por libre antes de tener que encontrarse con el portero o los vecinos. Aunque si no quedaba más remedio golpearía sobre la puerta o el timbre hasta que alguien les abriera.

La perspectiva de pasar una noche rebuscando en los archivos le gustaba. Tampoco es que fuera a pasárselo en grande, pero era un trabajo que le gustaba, buscar libros era uno de sus pasatiempos favoritos; buscar casos antiguos era lo que mejor se le daba... O al menos eso pensaba ella, que llevaba un año ordenando aquel caos a la que toda la brigada contribuía con mayor o menor esfuerzo, desordenando con mayor o menor ímpetu todo aquel catálogo.

Estaba claro que ella era una novata en todo eso, el señor Zapata tenía más años y por lo tanto, más experiencia, y sabía lo que hacía. Ella, debido a su juventud y porque todavía era estudiante, tenía muchísimo que aprender. Observar lo que hacían los demás, lo que hacían los expertos, era una forma de aprender. Así que cuando el policía llegó al archivo en el que ella estaba guardando unos documentos, se dio cuenta de que quisiera o no, tendría que contribuir a la resolución de aquel caso si una vez licenciada como abogada quería que la tomasen en serio. Las cosas estaban cambiando para las mujeres y ya que ella tenía la oportunidad de formar parte de la brigada, tenía que dejar atrás recelos y miedos y dar un paso al frente. Escondida entre los archivadores no iba a conseguir nada. 

Ayudó al señor Zapata a buscar, pero parecía que no necesitase ninguna indicación; sabía lo que tenía que hacer. Teresa observó como observaba a sus profesores de la universidad, con toda su atención y registrando en su memoria todo lo que había que hacer bien y lo que hasta ahora había estado haciendo mal. 

-El señor Aureli es una figura importante dentro del Colegio de Abogados, pero no parece estar relacionado con ningún caso penal que puediese poner en riesgo su vida -comentó Teresa, tras horas de búsqueda-. ¿No cree que deberíamos investigar principalmente su despacho? Aquí solo tenemos sus casos y las causas en las que llevaba, la mayoría procedimientos administrativos sin más, pero sus notas y lo que estuviese haciendo de forma extraoficial nos podría dar más pistas...

Lo que fuese con tal de no ir al forense. Una cosa era archivar casos y ver fotografías desagradables colgadas en las paredes de los despachos y pasillos y otra muy diferente hablar con un médico forense y ver un cadáver. Solo de pensarlo le daba escalofríos.

-Si quiere puedo acercarme mañana al despacho, con uno de ustedes, y ver en lo que estaba trabajando. Soy estudiante de Derecho de la Universidad, ¿sabe? Y estoy trabajando en el archivo para pagarme los estudios -comentó, por hablar de algo-. Quizá pueda encontrar algo para ustedes que me llame la atención, lo prefiero a tener que visitar al forense, ya sabe... No estoy familiarizada con personas muertas -murmuró antes de proseguir-. En su casa seguro que podemos encontrar algo que nos aclare por qué hizo lo que hizo, o si le hicieron algo (¿quizá el asesino trepó por el tejado y lo empujó, contrataron a un experto ladrón para fingir que la puerta estaba cerrada por dentro, no sé, es como en esa novela de Poe, o al más puro estilo Sherlock Holmes, un caso que por lo insólito debe tener una explicación lógica que puede resolverse con un poco de imaginación, así que aunque parezca que solo trabajaba en la administración, seguro que vio o escuchó algo que no debía) -Hablaba en voz alta, pero para sí misma. Luego miró a Zapata con determinación-. Tal vez se llevara trabajo a casa, tal vez tuviese relación con algo que desconocemos. También puedo preguntar en la Universidad, a alguno de mis profesores, que me hable del señor Aureli. Quizá lo conozcan, seguro que consultaba la Biblioteca de vez en cuando, es bastante común que los abogados hagan ese tipo de cosas, porque no lo saben todo, aunque lo parezca. Pero yo sola no sabría hacer las preguntas adecuadas, si alguno de ustedes me acompaña, seguro que podemos obtener la información que necesitamos.

Aunque Teresa disimulaba, se la notaba cansada y ojerosa. Estaba desando echarse a dormir y al mismo tiempo, salir a investigar como una más.

Asintió ante las palabras de la joven, pues estaba definiendo correctamente lo que sería lógico como paso siguiente. Al ser un especialista en Administrativo, lo lógico es que lo más interesante de su trabajo estuviese en su despacho, y quizá, bajo llave; en cuanto a los libros que pudiese consultar... también es muy posible que tuviese alguno en casa o en su propio despacho, pero más que el propio libro, sería interesante saber a que biblioteca acudía, pues sería otro hilo del que extraer relaciones de la víctima con otro entorno o personas...

... esto está apenas por empezar, pensó. Sea como fuere... muchas claves estarán en el despacho desde el que saltó nuestro "amigo"

-Bien, vaya a escansar entonces, no hay problema con el tema del forense, pero mañana tenemos que estar descansados para que no se nos escape nada

Fue entonces cuando José recordó algo. Llevaba las llaves del domicilio en el bolsillo. El turno de noche empezaba a afectarle más de la cuenta. No soportaba aquel horario. A él le gustaba dormirse pronto y de ser por él, ya dormiría haría un par de horas. Pero en cambio estaba allí, al pie del cañón. 

Sacó las llaves del bolsillo y abrió la puerta de la entrada. 

- Seré idiota... - Dijo en voz alta. - Adelante... - Le ofreció a su compañero. - Vamos a ver si hay alguna habitación del portero. Sino... subamos ala vivienda del difunto.

Sin más inspeccionó el rellano del edificio. Podía ser perfectamente que ese edificio no tuviera portero. No todos lo tenían y de cada vez era algo más habitual. Si no encontraban al portero se dirigirían al cuarto piso.

Cuando os acostumbráis a la penumbra del vestíbulo, vislumbráis la garita del portero al pie de una estrecha escalera. La garita acristalada está cerrada. Al fondo de la misma podéis ver una puerta cerrada que da a lo que suponéis que es la vivienda del portero.