Partida Rol por web

-Si no les importa, me gustaría ir a hablar con el señor Domenech. Aunque mi hermano se encuentra estudiando medicina y trabaja para el forense de la policía, a mí no me gusta ver cadáveres -comentó la mujer, un poco pálida-. Ya bastante me cuesta estar aquí sabiendo lo que sé.

Asintió a las palabras de Marro y a las de Novoa: Parecía lo más lógico; es más... sospechaba que el informe crudo del forense podría ser bastante... desagradable (lo de crudo, no se refería al punto en que estaría la carne del fallecido, aunque algún bromista podría sacar tajada de ello... y tampoco, lo de tajada tampoco tenía que ver con la carne)

-Bien entonces. López y yo al Anatómico a hablar con el forense, por si hay algo que no haya indicado en el informe

(Pues bien era cierto que el informe oficial, por su categoría legal, debía ser exacto y ponderado, alejado de hipótesis y conjeturas no basadas en indicios tangibles, sino en impresiones abstractas... esas cosas que se dejan en los márgenes de los apuntes que tomaría el médico forense... precisamente las cosas que suelen ser más interesantes para el investigador, que no para el juez)

-De todos modos, hablaremos con centralita para que tengan un cuaderno separado para las notas que queramos dejarnos de unos a otros. Será lo más práctico para cominicarnos cuando estemos separados, porque hay bastantes locutorios disponibles para comunicar con la Comisaría

(..."bastantes"... para los estándares de la época, claro está. Digamos que tantos como oficinas de correos hoy en día. Pero lo justo para poder llamar a Comisaría, dejar recados y saber si hay alguno para la gente del grupo)

José miró el reloj por casualidad. Era tarde, demasiado tarde como para ir a hablar con el señor Domenech. Tampoco eran horas como para ir a molestar al forense de guardia.

- Creo... - Dijo entonces Marro. - Que ya es demasiado tarde como para investigar nada más. El señor Domenech tiene que estar durmiendo a éstas horas y en cuanto al forense... - Hizo una pausa. - Creo que si vamos a pedirle información sobre cualquier cosa en éstos momentos, no tendrá más remedio que mandarnos a la mierda. - Soltó una carcajada. - En el caso de que no lo haga, tampoco tendrá muchas ganas de colaborar demasiado. Se cierto que a estas horas, si no hay urgencia alguna, suelen dormir. Como haría yo mismo de poder. - Se rascó la barbilla. - Tan solo nos daría información sesgada y sin demasiada... - Chasqueó los dedos, no le salía la palabra. - ¿Sin demasiadas ganas? ¿Sabéis a lo que me refiero no? - Se encogió de hombros. - Podemos simplemente dormir hasta las seis menos cuarto que acabamos el turno. Irnos a dormir y a las doce más o menos volver al trabajo. Habremos descansado y tendremos mejor disposición para investigar. ¿Qué me decís?

Lopez no puso ninguna pega a la distribucion de las tareas ni a ir con uno u otro de sus compañeros. Daba por hecho que ese peso deberia recaer en los compañeros con mas experiencia, era novato en la unidad y debia absorver la forma de trabajo de Marro y Zapata, cada uno con sus peculiaridades pero igualmente enriquecedor llegado el momento en que tuviera que acometer ciertas responsabilidades.

Escuchando a Marro la idea de ir a dormir, se percato de su propio cansancio, no habia podido recuperar horas los ultimos dias y notaba sus ojos pesados, deseando cerrarse y abandonarse al sueño.

-Vaya Marro, dijo Lopez, me encanta su idea siempre en cuanto el comisario Martinez no se entere de esta jugada, recuerde la charla que nos ha dado sobre esta investigacion. Aunque es cierto que podemos justificar que debemos realizar las tareas que tenemos durante el dia..., como ustedes vean. Yo incluso me tumbaria sobre este suelo y estaria encantado, he perdido muchas horas de sueño estos dias.

-Estoy de acuerdo con Marro... no son horas de ir a sacar a la gente decente de la cama... Hacer el turno de noche, a veces te hace pensar que el resto de la gente vive igual. López, no te preocupes por el Comisario: si estamos trabajando, estará contento. Y cuando vea que mañana, cuando él esté despierto, nosotros taremos interrogando a testigos, lo estará aún más....

Se rascó la cabeza, pensando

-Aprovechemos para ver al forense, que será el mismo que examinó el cadáver; sus impresiones personales pueden ser interesantes ,al margen de lo que haya plasmado en el informe oficial... nunca se sabe, y así avanzamos algo. Mañana podemos ir a Doménec y al Colegio de Abogados. Entre medias... si conseguimos dormir algo, nos vendrá bien; a saber cuando podremos hacerlo de nuevo...

... en este trabajo, nunca sabías si te tocaba doblar turno o no, como ahora mismo, que pasaremos de trabajar de noche, a buscar testigos de día, y quien sabe si tendremos que volver al turno de noche de nuevo e inmediatamente.

- Pensándolo bien... - Intervino entonces Marro. - Si el forense del turno de noche es quien realizó la autopsia de Aureli... Igual deberíamos ir ahora a hablar con él. - Reflexionó en alto. - Todas aquellas impresiones subjetivas que debió de percibir y no plasmó en el informe, sólo nos las puede desvelar él. - Hizo una pausa y se dio varios toquecitos con un dedo sobre la barbilla. - Mañana igual deberíamos empezar antes el turno para entrevistarnos con todos los posibles testigos, familiares y amigos. Y con Domenech. Si el comisario no nos cambia el turno... Tendremos que hacerlo así. - Miró a sus compañeros con una leve sonrisa. - ¿Al anatómico forense?

Todos estuvisteis de acuerdo en que a aquellas intempestivas horas, la única posibilidad que teníais de avanzar en la investigación era visitando al forense. La oficina estaba en el Hospital Universitario y en concreto, en el sótano. Cuando llegasteis, debían ser aproximadamente las tres y media de la madrugada. Os recibió un somnoliento celador con cara malas pulgas, seguramente, porque le habríais despertado.

No parecía que hubiese demasiado movimiento y no contaba con tener que levantarse a abriros.

Tras identificaros como agentes de la ley, os condujo a través de unos pasillos mal iluminados y saturados por la mezcla de olores, hasta dejaros en la puerta de un despacho en el cual, aparecían grabadas unas letras en una placa:

Esteve Rius.Médico Forense

-El doctor está dentro -dijo de mala gana, antes de marcharse por donde había venido, con los hombros caídos y arrastrando los pies.

No era la primera vez que tratabais con el doctor Rius. Era un profesional con más de 20 años de experiencia que había colaborado estrechamente con la policía en una importante cantidad de casos. Era muy profesional.

Nada más llamar a la puerta, oísteis una voz grave que os respondía desde el otro lado.

-Adelante.

- No hay mucho movimiento por aquí, eh... - Le dijo Marro al celador en tono de broma. - Y menos de noche. - Sonrió. 

Lo cierto fue que el celador no le hizo mucho caso. Forzó una sonrisa y le retiró la mirada. Era evidente que aquel hombrecillo tenía ganas de dormir. Algo lógico por las horas en las que se encontraban. De poder, Marro ya dormiría hacía dos o tres horas como mínimo. No acababa de acostumbrarse al turno de noche. Le habían dicho que muy pronto el cuerpo se habituaría a los horarios, pero lo cierto era que el suyo no quería. Esperaba que el jefe le levantara pronto el castigo y pudiera regresar a la rueda diurna.

Entonces llegaron al despacho de Rius. Recordaba a ese hombre de muchas otras ocasiones. En especial de la vez que la funeraria invitó a los principales mandos de la policía y también al equipo forense a una comida de navidad. Se sorteó un jamón y el matasanos fue quien tuvo la suerte de llevárselo a casa, aparte que también se llevó una buena borrachera.

- Señor Rius... - Dijo alegre Marro. - ¿Se acuerda de mi? - Le preguntó. - Venimos a preguntarle por un paciente suyo. El señor Aureli... ¿Lo recuerda?

La morgue... una de las antesalas del reino de la Parca. No era supersticioso, pero de sus años mozos en Cuba, aún retenía recuerdos... Se lo tomaba entonces a guasa, pero cuanto vió, no hizo sino provocarle plantearse preguntas, preguntas que procuró aparcar una vez volvió a la Península. No obstante, cada vez que visitaba este lugar, sentía siempre el mismo escalofrío... Y ese olor a alcoholes...

Ahora, ante el forense, terminó la pregunta cuya presentación había hecho Marro; sacó la sempiterna libreta de notas, se armó con el lápiz habitual, y empezó a recitar, para evitar ambigüedades y refrescar la memoria del galeno de los muertos:

-Don Marius Aureli i Puig, varón de 76 año, abogado residente en Barcelona, en la calle Cerdeña, número 293, cuarta planta. A fecha 20 de mayo de 1926, fué encontrado muerto en el patio de luces de la finca, a las 23 horas aproximadamente. Se dictaminó muerte por suicidio tras arrojarse por la ventana de la citada cuarta planta.

Levantó la mirada del cuadernillo al doctor Ríus, esperando que lo dicho le refrescase lo suficiente la memoria...

El doctor se puso en pie, recolocándose sus pequeños anteojos, y os miró con atención, deteniendo sus inteligentes ojos durante unos segundos en cada uno de vosotros.

-Eh... a sí, sí, señor Marro, un placer volverle a ver. Hace mucho tiempo desde la última vez, ¿no? 

Entonces, oyó el nombre de Aureli, y su mente empezó a divagar en un intento por recordar de quién se trataba.

-Aureli....Aureli.... no recuerdo ahora mismo. ¿Me podrían dar más información? Por desgracia, no son pocos los infelices que pasan por aquí...

-Don Marius Aureli i Puig, varón de 76 año, abogado residente en Barcelona, en la calle Cerdeña, número 293, cuarta planta. A fecha 20 de mayo de 1926, fué encontrado muerto en el patio de luces de la finca, a las 23 horas aproximadamente. Se dictaminó muerte por suicidio tras arrojarse por la ventana de la citada cuarta planta.

-Aaah, sí, sí, ya recuerdo. Oh, una auténtica pena. Marius Aureli...sí. Un abogado anciano que se lanzó desde un cuarto y se estrelló contra el patio de luces de su vivienda. Múltiples fracturas y contusiones. Traumatismo craneoencefálico que causó su muerte, resultante del impacto contra el suelo. Suicidio. Nunca olvido un diagnóstico, a pesar del tiempo que haya transcurrido.

Aquello era otro callejón sin salida. Si esa era su última palabra, ir hasta allí no había sido más que una completa pérdida de tiempo. Aunque siempre podían tratar de insistir. 

- ¿Y no vio nada raro? - Preguntó entonces. - ¿Algo que pudiera indicar otra posible hipótesis? ¿Ninguna impresión fuera del informe? - Tras aquella batería de preguntas, Marro pasó a explicar el porqué de lo sucedido. - Verá... No es que dudemos del informe, pero el colegio de abogados a pedido una investigación ma exahustiva del caso y el comisario... Bueno quiere que revisemos todas las pruebas. - Resopló. - Política... Ya sabe...

El doctor Rius se mesa la barbilla un momento, como si pensara. Da la sensación de que está intentando recordar algo más para vosotros, hasta que después de un rato, se da la vuelta y se dirige hacia su mesa. Una vez en ella, abre uno de los cajones, rebusca en su interior y saca una carpeta con papeles en su interior.

-Lo mejor será que veamos el informe directamente. De esa manera, no podrán acusarme de que no les ayudo con sus... problemas burocráticos. Yo también tengo los míos, ¿saben? Bien, bien, aquí lo tengo.

El doctor abre la carpeta y comienza a leer.

-Sí. Justamente lo que les he dicho. Suicidio -os confirmó, entregandoos el documento.

José se interesó enseguida por el dosier que el forense acababa de sacar. Fue el primero en agarrarlo y ojearlo. Paso las hojas con sumo cuidado y las miró de arriba abajo mientras gesticulaba a medida que iba recopilando información en su cabeza.

- No... - Chasqueó la lengua. - No veo nada raro, no... - Afirmó. - Si quieren echarle un vistazo ustedes... - Y les pasó el informe a sus compañeros.

Miró de nuevo al forense con una amplia sonrisa en el rostro y se recostó sobre la mesa. Tras un silenció incómodo entre ambos, Marro se decidió a hablar.

- Por nosotros, mejor así. - Dijo. - Todavía no sabemos que es lo que estamos buscando. Es cierto que no parecía tener motivo alguno para el suicidio, pero tampoco hay evidencia alguna de que no fuera así. ¡Hay veces que nos hacen hacer unas cosas que...! - Meneó la cabeza. - Siento las molestias señor Rius. De verdad que si... Pero ya sabe, las órdenes son las órdenes...