Partida Rol por web

Zapata no halló nada de interés en el Salón, así que se movió rápidamente hacia la siguiente habitación. Al entrar en ella (en 2), se dio de bruces con Guillén, que estaba ya en el interior de lo que era sin duda un baño. Baño,, retrete, jofaina y un armarito justo delante que estaba examinando su compañero, era todo lo que había en el interior. Dentro del pequeño armario no había demasiado, tan solo utensilios corrientes como cepillo de dientes, un peine y todo lo necesario para afeitarse (brocha, jabón de afeitar, un vaso metálico para mezclarlo con agua y preparar la espuma y una navaja, y una loción para después del afeitado), además de un espejo.

Lo cierto es que el fallecido parecía vivir con bastante sencillez y únicamente tenía en su casa lo que utilizaba habitualmente, ni más ni menos.

Tras los intentos de abrir aquella puerta quedó claro que o bien lo hacíais con una llave o tendríais que echarla abajo, si es que queríais ver lo que había detrás, claro que aún restaban dos puertas por examinar y no tenían por qué estar cerradas, la que estaba a mano izquierda, en mitad del pasillo (4) y la del fondo (3).

Mientras tanto, notabais el ambiente cargado, sin duda por no haberse abierto las ventanas, seguramente, desde que su dueño muriese. Eso hacía que respirar fuera cada vez más agobiante.

Zapata salió al distribuidor desde la habitación que había resultado ser el cuarto de aseo, y dado que la casa tenía unas dimensiones que permitían que la voz dada en el pasillo, llegase a la gente del resto de habitaciones, informó al resto:

-De momento nada; voy a la habitación del fondo

Ya me conocen, saben que soy metódico: salvo urgencia, suelo evitar dejar detras mío elementos sin comprobar, de modo que no os extraña que quiera "asegurar" el contenido de las demás habitaciones antes de que pase a investigar con el resto lo que parece ser el lugar más interesante: el despacho.

- Yo iré a revisar la última habitación. - Dijo Marro. - ¿Viene conmigo Novoa? 

José se conocía bien. Sabía que era despistado por naturaleza y que muchas veces se le pasaba algo por alto. No era muy bueno siguiendo pistas. De hecho no era muy bueno haciendo nada, por eso no se fijaba de si mismo y quería que alguien le acompañara.

- Mejor ven cuatro ojos que solo dos. - Afirmó con rotundidad mientras se dirigía a la habitación que se encontraba a la izquierda en medio del pasillo. 

Te diriges hacia la habitación de la izquierda (4), abres la puerta fácilmente y ves que resulta ser la cocina. La cocina presenta el mismo aspecto ordenado e impoluto que el resto de la casa, quizás con un olor un poco fuerte debido a algunos alimentos que empiezan a descomponerse, pero nada te llama la atención.

A la vista de que no había nada llamativo en el baño, te fuiste directamente hacia la habitación del fondo, que resultó ser el dormitorio. Tan austero como el resto de la casa, no parecía haber nada que llamase tu atención. En el interior del armario había varios trajes, planchados y colgados como si estuvieran dispuestos para ser utilizados. No daba la sensación, a la vista de ello, que aquel hombre se hubiese suicidado.

Tras la cama, te llama la atención el enorme crucifijo colgado de la pared, que la preside. Parece que era muy religioso.

El inspector Marro salió de la estancia. Allí no había nada significativo. No al menos algo a simple vista. Antes de examinar más a fondo la casa, quería comprobar todas las habitaciones y desde luego, la cocina no parecía el lugar más indicado para buscar pistas. Esperaba no equivocarse. Una vez en el distribuidor, se dirigió de nuevo a la puerta cerrada, al que seguramente tenía que ser el despacho del difunto.

José se situó junto a la cerradura, y trató de forzarla. Tenía cierta idea en esa materia. Probó con su navaja, golpeó sobre la misma en diferentes posiciones estratégicas. Nada...era una cerradura bastante buena. Iba a ser difícil abrirla sin que hicieran un estropicio.

- ¿Alguien quiere probar? - Preguntó antes de dar una patada y abrirla de golpe. Nunca mejor dicho.

-Sí, por supuesto - le dijo a Marro. Teresa estaba bastante perdida, solo era una casa y parecía un laberinto. Tenía que centrarse-. ¿Qué buscamos, exactamente?

Cuando salieron de allí, todos se pusieron ante la puerta cerrada. Intentaron forzarla, abrirla y hacerle de todo. Teresa carraspeó.

-Uhm, ¿no nos dieron dos llaves con el informe? ¿Han usado alguna de las dos?

- Buscamos algo que no encaje, Teresa. - Le respondió. - Buscamos una pista que nos puede llevar a otra y de esa manera llegar a una posible hipótesis.

Aquella chica era lista. Más lista que él al menos. Había perdido un rato tratando de forzar la cerradura y tenían la llave. Se sentía algo estúpido tras aquello, pero estaba acostumbrado a no ser el más avispado de su grupo de trabajo. Agarró la llave la introdujo en la cerradura y la hizo girar.

- ¡Wala! - Exclamó.

Gracias a Novoa, la puerta por fin se abrió, cediendo a vuestros esfuerzos y también, permitiendo que os adentrarais en sus secretos, fueran cuáles fuesen.

El despacho era una habitación de pequeño tamaño, y la gran cantidad de libros y el enorme escritorio la hacían más pequeña todavía, aunque todo estaba perfectamente ordenado. Detrás de la mesa había una ventana que daba al patio de luces.

- Se debió tirar por aquí... - Dijo entonces el inspector. - ¿No? Acabó en el patio de luces. Igual saltó desde aquí. ¿Quién cerró la puerta? ¿Los detectives? No es algo que alcance a entender. Igual alguien más tenía llaves de la vivienda. Algún familiar, un amigo... 

Igual estaba divagando. El turno de noche era terrible para él. Hacía que se le olvidarán las cosas. Incluso lo que acababa de vivir, parecía que hacía más de un mes que había pasado. 

- Vamos a ver si encontramos algo de interés por aquí... - Dijo entonces Marro.

El agente se sentó en la silla del escritorio y empezó a mirar sobre la misma. También miró en los cajones de esta y alrededor de la misma. Buscaba un cuaderno, un diario, cartas comprometedoras, facturas, algo...

Aparentemente, el resto de la casa no tenía nada anómalo; podría decirse que todo era normal, lo esperable. Solo quedaba el lugar de los hechos, el despacho, aparentente el lugar desde que el hombre saltó al vacío. Era de agradecer que, según parecía, no hubiese rastros de un registro no profesional, de esos que dejan todo patas arriba, y tras los que es imposible casi encontrar la puerta de salida, por el desorden generado.

No, el resto de la casa estaba pulcro, como si su dueño aún no se hubiese levantado por la mañana.

Sea lo que fuere que supusiese alguna pista del motivo del "vuelo del pichón", tendría que estar ahí dentro...., y así se lo hizo saber al resto del equipo.

-Si no encontramos nada ahí dentro... pocas pistas tenemos, de momento.

Marro empezó a abrir y cerrar cajones, en busca de cualquier cosa que llamase la atención, fijando su atención en la agenda que había guardada en uno de los cajones.

La agenda era un recordatorio de las citas, en su mayoría laborales, que el señor Aureli había ido teniendo a lo largo del último año. El día de su muerte, sin embargo  su último apunte registrado en la agenda era a las 20:00h con un tal Manel. Al efectuar un breve repaso a la agenda, notó que Don Marius quedaba con el susodicho Manel un mínimo de dos veces por semana y siempre a esa hora.

- Mirad... - Dijo entonces el inspector. - Esto es algo interesante. 

Marro llevaba un libro entre las manos. Un agenda más bien. La estaba ojeando muy atento. Entonces levantó la mirada asintiendo pensativo.

- Veo en la agenda del señor Aureli, que el día del suceso, debía reunirse a las veinte horas, con un tal Manel. - Dijo casi eufórico. No estaba acostumbrado a ser él quien encontrara pistas de interés. - He dado un repaso a la agenda y veo que Don Marius quedaba con el susodicho Manel un mínimo de dos veces por semana y siempre a la misma hora. No es mucho, pero es algo por donde empezar a tirar...

Lopez se encuentra algo frustrado, no ha encontrado nada de interes, escucha a Marro comentar los datos que ha encontrado en la agenda del fallecido. ¡Ah!, dice Lopez, correspondera a lo que nos comento el portero, quedaba con un tal señor Domenech dos veces por semana, parece que tenemos el nombre completo.

Mientras Marro se centraba en el escritorio, Teresa revisó el correo y trató de no pensar en que hasta hacía bien poco, un señor usaba esa misma silla para sentarse frente a sus papeles. Puede que al policía le pareciese de lo más normal que alguien se lanzase hacia el patio de luces para matarse, pero eso a ella le provocaba escalofríos, así que lo disimuló yendo hacia la biblioteca para buscar algo de interés. Libros de leyes, lecturas personales o algo fuera de lo común, como libros que no deberían estar en la estantería de alguien tan respetado. Eran las diferencias, lo fuera de lo común, lo que de verdad tenía que darles una pista.

Al mirar entre todos los libros, ves los manuales típicos de la profesión. Códigos civiles, penales, compendios de leyes, etc... En la pared hay enmarcado un plano de Barcelona. Los libros no te llaman la atención, pero si el mapa, dado que rompe con la homogeneidad del lugar, como si quisiera dejar claro del lugar en el que se encontraba o de lo importante que era la ciudad de Barcelona para él.

Al mirarlo, viste sus calles, las mismas que ya conocías y que tantas veces habías recorrido a pie. Era un lugar en el que te sentías a gusto y comprendías que también el Sr. Aureli se sintiese así. Pero había "algo" que te parecía ver al fijarte en ello. No sabías de qué se trataba, pero podías notarlo en tu cerebro, como si estuviese dándote martillazos. Entonces te fijaste en que el plano estaba salteado con algunos puntos marcados con lápiz. Había extraído el mapa fuera del marco y señalado los puntos, para después volver a colocarlo en su lugar.