Partida Rol por web

-Ya sé que tono le gusta a usted y olvídese.-

La siguiente pregunta me hace sonreír y no puedo evitar soltar una suave carcajada de una manera sincera e incluso agradable. El protagonista de esa película es la versión decente e interesante de James, es decir, todo lo que él no es, sin embargo comparten un extraño parecido. -Mierda…- ¿Me ha hecho reír esa rata?

-Se equivoca, yo no robo. Ella está aquí delante y enseguida que terminemos esta conversación se lo devolveré con un “gracias”.-

-¿Qué? ¿Cómo me ha llamado trozo de mierda? Repita eso delante de mí, imbécil. Voy a componer una melodía con el sonido de sus huesos al crujir.-

Me callo, intento calmarme, es complicado mantener una conversación normal. Creo que ha sido culpa mía, debí hablarle como si fuera un cliente. La amabilidad no es mi fuerte.

Hago rechinar mis dientes. ¿Me está retando? -No pienso molestarme en despertar su interés, hasta luego imbécil.- Cuelgo la llamada y vuelvo a dejar el móvil en el bolso.

-Gracias.- Le digo secamente a Trisha. Después me quedo un momento recapacitando sobre la llamada, tampoco es que haya sido mi peor conversación, soy de Nueva York.

-¿Alguien sabe dónde había programado algún espectáculo? Por lo que parece está entretenido, aunque creía que ya estaba finalizando la fiesta, por lo que es posible que sea algo improvisado.- Una opción es llamar a la señorita Baker, ella es la organizadora, no creo equivocarme pensando que está al tanto de la situación. Meto la mano en el bolsillo de mi pantalón y contemplo al resto de vástagos.

Alzo lo hombros con indiferencia. -No ha ido tan mal ¿no?- 

Tras escuchar y evaluar los rostros, concluyo que aquel asunto le interesaba menos que el clima, por lo que desvió su atención hacia el cielo nocturno con aburrimiento. Aquellos jueguitos eran hartantes en verdad, aunque podía imaginar a quienes les divertiría hacer una “broma” semejante.  Pero en todo caso, no era su problema.

Mas le llamaba las faltantes que había entre los presentes. Si se suponía este era el cierre de la noche, deberían estar todos. Alzando una ceja al meditarlo, tomo su celular y jugueteo ligeramente con él, distrayéndose con un poco de “consideración social”, de aquella situación.

Bajo al restaurante siguiendo las órdenes del príncipe, cuando me encuentro el espectáculo ¿pero qué cojones? El extranjero sujetando a una de las invitadas del pelo, la otra con las manos metidas en los bolsillos como si nada y los otros dos mirando como pasmarotes. 

Gruño sin poder evitarlo. Señor Sauniere ¿acaso no es usted conocedor de las leyes de Elíseo? Si no sabe controlar a la bestia a lo mejor deberíamos tener una discusión en privado. me dirijo a la serpiente y al anciano. Ustedes son miembros respetados en nuestra ciudad, no deberían tolerar este tipo de situaciones. 

Alzo una mano para acallar su contestación. 

​Suban a cubierta. El príncipe desea reunirlos.  

en mi ignorancia lo tiré al río

Miro a todos los presentes, uno a uno, cierro los ojos un instante intentando mantener el control. La miro a ella intentando frenar las ganas de enviarla al Mississippi a buscar el broche. 

Y puedo demostrarlo. Su Majestad, es libre de buscar en mis pensamientos, o de requerir que alguien capaz de hacerlo y que sea de confianza lo haga por usted. Verá que no miento.

Yo decidiré qué hacer con usted señor Crawford. Tenga por seguro que llegaré al final de este asunto. me recuesto en el asiento y junto las yemas de mis dedos. Pero no será hoy. El amanecer está demasiado cercano y han hostigado demasiado al resto de mis invitados. Usted, la señorita Drummond y el... que alguien lo encuentre a ese tal Sauniere... se reunirán conmigo, mañana en privado. Y no, no será agradable. 

Jerome iba a contestar pero el gesto de dutch basto para que se guardará algunas cosas, solo miro la situación de la cual se le acusaba de no actuar, luego dio media vuelta con gesto negativo y ayudado por el bastón se dirigió a cubierta.

Aunque lo único que me apetece ahora mismo es tomarme una aspirina y meterme en la cama una semana, salgo en defensa del toreador. Sebastian puede ser muchas cosas, pero desde luego jamás se rebajaría a la cutrez de robar un broche para regalárselo a una mujer, por muy divina que esta sea.

-Mi señor -murmuro hacia Marcel, con todo el respeto- salvo en un par de ocasiones, en las que me consta que Sebastian estaba en público, estoy prácticamente convencida de que le he estado viendo durante toda la velada. Según mi cronología mental, es imposible que haya robado el broche. Todos sabemos que hay dones de la sangre que te permiten adoptar la apariencia de otros, y parece que hay alguien sobre esta embarcación que tiene algo en contra de Sebastian... -dirijo una mirada hacia los acusados, alzando las cejas- o de Lavonne. Al fin y al cabo, fue esta quien tiró el broche, pero quizás la intención de quien se lo regaló fue que lo ostentara, y usted pensara que lo había robado ella.

Me siento sobre una tumbona, y aunque el gesto quería ser algo grácil, acabo dejándome caer sobre ella, con las piernas débiles.

-Sé que la palabra de una mortal no vale nada en este lugar, pero dado que me he encargado de organizar esta fiesta, puedo asegurarle que esta noche he estado prácticamente en todas partes, y no he visto que Sebastian hiciera nada sospechoso. No más sospechoso que llevar un piercing en el ombligo a los cincuenta y tantos, claro -profiero una risilla.

Augustus observó cruzado de brazos a Shane tomar las riendas de la situación. No pudo evitar sonreír cuando la cabeza de Trisha golpeó la mesa. Aunque con los años había empezado a desdeñar la violencia en favor de senderos más sinuosos y elegantes, no podía negar que la muy puta se lo había ganado. Solo por el tiempo que le había hecho perder se merecía que le arrancaran los colmillos. 

Dutch apareció, y les reprochó la situación que encontró ante él. 

Ustedes son miembros respetados en nuestra ciudad, no deberían tolerar este tipo de situaciones. 

—Yo respondo por el monsieur Saunière, querido Dutch —dijo, mirando a uno y a otro—. Reconozco que la escena puede resultar cruda, pero la verdad es que esto no es nada. Todo ha sido un malentendido. 

Entonces miró a Trisha, con los dedos entrelazados, acariciándose los nudillos los unos a los otros. 

—¿No es así, querida?

Noto la vibración de mi móvil en mi mano. Un mensaje. Lo saco y muestro cierto entusiasmo por lo que leo, así me ahorro tener que escribir a JoJo, escribo una pequeña respuesta y vuelvo a guardarlo en mi bolsillo. Pues habrá que subir.

En ese momento escucho un gruñido, seguido de la voz del primogénito Brujah, me giro y puedo ver en su rostro que la situación no le está gustando. Ciertamente en algo tiene razón, no sabe controlarse demasiado, pero esa es la parte divertida de todo esto.

Fowler excusa a Shane, en este caso no puedo estar más de acuerdo con él y ver la parte en que delicadamente le deja caer la amenaza a Trisha me llena de satisfacción. ¿Tanto le costaba colaborar?

-Como quiera.- Digo extrañamente contenta ante su orden, lo cierto es que iba a ir ahora mismo y demostrar enfado por algo que iba a hacer sería realmente absurdo. El brindis que organizaba el Príncipe tenía que ser el evento al que se refería esa rata.

Me encanta ver a Morgan poniéndose chula al teléfono. Está cabreada, muy cabreada. Cualquiera diría que el colgante del príncipe era suyo. No me gustaría ser ese tal Antoine ahora mismo.

Me giro lentamente al escuchar la voz del brazo armado del príncipe.
Me pongo tenso, pero me concentro en reprimir mis ganas de violencia para después relajar la musculatura poco a poco y soltar a la dama Trisha lentamente. Sonriendo y acariciando el pelo de la cainita.

Sonrío a Dutch  y comienzo a pensar en una excusa que pueda parecer medianamente creíble... ¡bah! nunca he sido bueno diciendo mentiras. Para qué cagarla más...

Voy a comenzar a hablar cuando el señor Fowler intercede por nosotros y nos salva el culo. Me quedo con la boca abierta y simplemente arqueo los hombros en gesto de conformidad.

- Bien, entonces subamos todos a la cubierta para contentar a nuestro Príncipe. 
No le hagamos esperar...

Me acerco hacia Caroline cerrando el móvil con gesto de enfado. Semejante ofensa, pienso quejarme al príncipe, o al Sheriff, o a quien coño sea que haga falta en esta ciudad. Como hayan tocado un solo pelo a Trisha...

Llego justo a tiempo para escuchar al Príncipe y su amenazante sentencia.
- Sin duda las palabras de los acusados son enternecedoras, pero son ellos los que deben demostrar que hubo un engaño y no al revés... mientras no tengan pruebas, el señor Crawford es el culpable. - Digo en susurros a Caroline - Créame, antaño... en otro tiempo más joven... estuve metido en muchos follones parecidos - digo negando con la cabeza - y aunque lo que digan los amantes sea cierto, la verdad no importa, solo las evidencias.

Cojo una copa para brindar antes de que el barco nos deje al resto en tierra.

- Entonces la fiesta se termina ¿no?

Me zafo de los brazos de tal "Señor" Sauniere mirando a Dutch a punto de acusarle, cuando la serpiente posa en mi sus ojos, y no, no es lujuria ni deseo, es una demostración del poder del miedo. Y funciona, no merece la pena, es demasiado peligroso. 

No pasa nada, shérif, ... me tropecé. Me tropecé con este imbécil. ​Podemos subir cuando gustéis. 

No ahora, pero ya te la devolveré, maldito desgraciado, a ti, a la zorrita, y al maldito imbecil que ha osado tocarme. 

Fowler, Jane, Jerome y Shane, suben acompañados de Dutch y de Trisha que tiene un corte en el labio. 

-Tampoco importan las evidencias, señor Antoine… solo lo que el Príncipe quiera creer. +lo corrigió con desgano en un murmullo, volviendo a guardar el celular. + Por fortuna, ninguno es mi cliente, así que… nada que lamentar.

Ciertamente, las desventuras de la parejita de bailarines la tenían totalmente sin cuidado. Además, su atención estaba mas en el final de la fiesta y en observar a los que quedaban, especialmente a un par que no había sospechado fueran interesantes antes de comenzada la noche.

Ya iban llegando los últimos; aunque viendo la lastimadura de una, alzo la ceja ligeramente. ¿Es que acaso no sabían comportarse? Con suerte, eso seria fruto de un beso apasionado…  De lo contrario, esta reunión había sido mucho peor de lo que aparentase.

Subimos a cubierta, la llamada del Príncipe hay que respetarla y más si me requería para un evento en presencia de un vástago tan “querido” por mí. Una vez arriba, respiro profundamente, un acto sin duda innecesario y carente de toda su función biológica pero a pesar de todo este tiempo, me sigue relajando. Con cuidado vuelvo a sacar mis gafas para poder situar a todos los presentes, concretamente a dos de ellos y por una extraña casualidad, están juntos.

Siento la rabia fluir por mis venas al verle, calentando mi sangre y preparándome para un estado de lo más desagradable. Uno, dos, tres… Dominar la situación es algo que me fascina pero demasiadas veces mis actos escapan a mi control, solo espero que no ocurra nada hasta que pueda dejarme llevar.

Decidida, avanzo hacia Caroline, para colocarme a su lado. -Lamento la tardanza.- Aunque poco tiempo había pasado desde que había recibido el mensaje. Miro hacia los bailarines de los que me habían hablado y en mi rostro se puede apreciar cierto reconocimiento, recordaba a aquel hombre, un buen discurso seguido de un silencio cuando me presente ante él, que poco me podía importar lo que le ocurriese.

-¿Qué les ha llevado a esa situación?- Pregunto a Caroline mientras miro de de reojo a Antoine.

Me levanto rápidamente de la tumbona ante la aparición de los recién llegados, casi con una sonrisa. Sin embargo, el rápido movimiento me provoca un vahído, y tengo que volver a sentarme, mareada.

Merde.

-¿Qué les ha llevado a esa situación?

-Me temo que tendrán que enterarse de esto mediante radio Stokers -murmuro, apretándome el entrecejo. Si es que sigue en pie para mañana, claro- creo que el Príncipe sólo desea hacer un breve anuncio a uno de los invitados, y luego cada uno por su lado. 

Jerome llegó tras Morgan, observó a los presentes y luego terminó por escuchar a jojo. Se mantuvo en silencio con ambas manos sobre el pomo del bastón. Luego de divo anunció por parte del. Príncipe partiría hacia su hogar, tenía un par de cosas que preparar para la próxima noche.

Por fin. Ya estamos todos. Hago un vago gesto con la mano hacia los recién llegados, para que adelanten sus posiciones y no se queden tras los testigos y curiosos que tan sólo aportan cháchara insustancial a una situación, a todas luces, gravísima.
-Señor Saunière -saludo, dirigiéndome a él directamente, y pasando por alto, por ahora, las intervenciones de la mortal y los murmullos del resto de los invitados- le he convocado hasta aquí por un motivo. Como bien sabe, han sustraído de mi camarote un broche de gran valor, y todo apunta, según los testimonios, a que fue efectivamente el mismo broche que usted vio que el señor Crawford trataba de regalarle a la señorita Drummond. Usted es el único testigo, así que me gustaría saber qué fue lo que sucedió exactamente.

Cerró los ojos un momento para abstraerse, llevándose los dedos a la sien y reteniendo dentro las ganas de resoplar de la angustia. No merecía la pena. Ignoró los comentarios y cuchicheos, volviéndose para observar a los últimos que llegaban ligeramente encogida sobre sí misma. Se había cambiado de ropa y llevaba una toalla sobre los hombros para recoger el agua de sus rizos mojados. En su semblante traslucía una expresión que bailaba entre la tristeza, la preocupación y la angustia, incapaz de mantenerse del todo serena.

Su mirada se detuvo en la figura de Shane unos instantes y despegó los labios en un amago de decir algo que quedó en nada, reconsiderando su intervención. Terminó por agachar la cabeza y, tras un leve titubeo, se dirigió hacia la tumbona donde estaba JoJo para sentarse a su lado aún manteniendo una distancia prudencial.

—Lo siento mucho —musitó en tono quedo y añadió, esperando que lo entendiera: —Por todo.

Augustus Fowler emergió de las escaleras que llegaban a la cubierta acompañado por Shane, Jerome, y Jane. Dutch y Trisha les seguían unos pocos pasos por detrás, y en cuanto el Setita cruzó el último peldaño, se hizo a un lado para dejar pasar al Sheriff y a la mujer de Antoine, guiñándole el ojo a esta cuando cruzó la mirada con ella y con su labio sangrante. Parecía que les esperaban así que, antes de que comenzara el discurso de clausura, apuró los últimos instantes que le quedaban acercándose a una de las ventanas. En el cristal podía verse el contorno de la ciudad y, sobre este, su propio reflejo. Nueva Orleans como él lucían esculturales. 

Sin embargo, parecía que la noche no había terminado al gusto de todos. El Príncipe, Josephine, Lavonne… las caras de algunos eran casi tan largas como la eslora del barco. Ocupó un sitio entre el público y atendió a las palabras de Marcel, incapaz de contener una expresión de sorpresa cuando la acusación salió por sus labios. Se acarició el mentón, mientras aguardaba a la respuesta del extranjero.

Cuando los últimos en llegar nos regalan el don de su presencia, puedo ver cómo mi amada Trisha viene con ellos. Sujeto con delicadeza mi copa pero mi eterna sonrisa comienza a esfumarse cuando me percato que mi preciosa joya lleva el pelo alborotado y el labio partido. Me apresuro a acercarme a su lado y la cojo con suavidad de la cintura con una mano, mientras que la otra acaricia su mejilla con dulzura.

- Mon petit... ¿Qué te ha pasado? - beso su labio herido y lamo la herida con mi lengua, saboreando los ínfimos restos de su sangre.

Ella hace un gesto para restarle importancia, pero no soy imbécil. Podría haber sanado sus heridas con su sangre. No, ella la ha dejado visible para que yo viese.

Miro a los cinco cainitas que la acompañan y estudio sus rostros. Sin duda uno de ellos le ha hecho daño... Uno de ellos lo va a pagar muy caro.