Partida Rol por web

Al fin parece que nos ponemos en marcha, me muero de ganas de encontrar a Antoine. Si resultará que este “juego improvisado” es el más entretenido de todos.

-Además de buscar si falta un bote, tal vez debiéramos mirar si alguno de los GPS se ha activado, todas esas embarcaciones auxiliares tienen uno en caso de naufragio para poder ser localizadas, si ya se han ido al menos sabremos donde han desembarcado. Simplemente, esperemos que el Príncipe tenga el barco actualizado según la normativa vigente.- Comento mientras vamos bajando.

Escucho a Shane. ¿Me está reprimiendo? Que el imbécil ese hubiera estado presente cuando se le acusó, no es mi problema. -¿Claro?- No puedo evitar reírme. -El ladrón del broche no tengo ni idea de quién puede ser, pero cada vez quedan menos candidatos para el ladrón de mi baraja, y si le gustan esta clase de objetos con historia, tal vez sean la misma persona. Solo tiene que contar quienes estábamos para ver como se reducen las posibilidades.- Le señalo y luego hago lo propio conmigo misma. El resto no están ahora presentes, pero quedan tan pocas posibilidades.

Pero tiene razón. Nada es lo que aparenta…  Supongo que está mucho más acostumbrado que yo, al final mis relaciones con otros vástagos son prácticamente nulas, aunque sé que no tengo que fiarme de ninguno, si es que a veces hasta James tiene razón.

-A todo esto hay que añadir lo que me ha contado el señor Dumont.- Miro a Jerome. -¿Quién mentiría y se quedaría para ver el desenlace?-

Me callo durante unos segundos, luego alzo los hombros. -Y quizás, yo ya me dejará llevar antes de tiempo…- Digo en voz más baja mientras empiezo a mirar a mi alrededor. -De momento solo tenemos que encontrarlos, luego ya podrán defenderse si eso…-

-Claro no- expreso Jerome –Vino a ofrecerme algo de lo cual estaba bastante interesado, luego la Señorita Morgan tras una breve charla expuso la falta de un objeto valioso- informo – uniendo cabos, me hubiera gustado tratar esto en otro lugar y momento, pero parece que las cosas se dieron de otra forma a la que pensaba – Los pasos de Jerome eran firmes, quizás el dolor o la molestia en su pierna habían pasado a segundo plano.

Me acerco con la dama a mi lado, pero la velocidad de mis pasos mengua a medida que escucho la irascible pregunta del señor Crawford. Mi sonrisa divertida se esfuma con la misma velocidad.

Arqueo una ceja y miro con gesto hastiado a la señorita Caroline.

Par tous les dieux señor Crawford... Por favor, no debería sulfurarse así. Tiene toda la eternidad para bajarle las bragas a Mademoiselle Drummond, ni siquiera tiene porque esconderse. Nadie en todo el barco duda de lo que han venido a hacer aquí.

No señor, dios me libre de querer arruinar una petite frénésie a unos compañeros. - digo arqueando los hombros de forma inocente. - Hemos recibido órdenes del príncipe, quiere que todos los invitados subamos inmediatamente a la cubierta de la última planta.

Parecía importante.

No quisiera interrumpirles, pero pensé que debían ser avisados. Ya vamos retrasados y no me gustaría que el príncipe se enojase conmigo por echar un polvo apresurado y torpe en un cutre camarote de su barco.

Aunque... ¿quién soy yo para juzgar lo que es importante para otros vampiros, y menos para dos Toreador?

¿Vienen?

Me giro de nuevo para subir las escaleras mientras miro a Caroline sonriente de nuevo.

- Como le decía, me gustaría una forma de contactar con usted para enviarle las referencias de la mercancía. Ahora mismo no opera en mi poder, pero pronto lo estará y me gustaría saber de cuanto estamos hablando.

Usted despierta en mi una confianza mucho mayor que ese otro hombre... cómo lo llamó... eso, Fowler. ¿tiene e-mail o alguna de esas cosas tan modernas?

Ignoro tanto la pregunta del barbas como la descarada replica de Antoine; aquello le concernía o interesaba tanto como el color de las dichosas bragas. Por eso se limito a observar la escena impasible, hasta que el muchacho quiso volver a los negocios. Le siguió, sin despedirse de la parejita.

-Desde luego, tengo de “esas cosas modernas”. Présteme su celular y le pasare el contacto completo, teléfono y correo. +replico en tanto subían. El comentario de que despertaba confianza no la ablando un ápice; lo sabía. Su reputación se basaba en eso, la confiabilidad, eficiencia y discreción con que manejaba los encargos. No necesitaba nada más.+  Aunque si también desea una tasación, las costas se encarecen. ¿Pretende que siga siendo una sorpresa o va a decirme de que se trata de una vez, para que pueda hacer los preparativos necesarios?

Su tono era claro, al igual que las intenciones de las palabras; en los negocios no le gustaba andarse con juegos.

Me quedo de pie, tenso e inmóvil mientras miro fijamente al tal Antoine y su untuosa sonrisa, que de repente ya no me parece tan amistosa. Trato de ignorar su parloteo altanero e irrespetuoso, porque sé que solo puede llevarme en una dirección que no deseo. Lo último que necesito es montar un altercado precisamente ahora. Mis ojos relampaguean cuando el tipo me recuerda la convocatoria del Príncipe.

—Como bien sabe, ya estaba enterado de la llamada del Príncipe. Estaba allí cuando usted nos lo anunció hace menos de cinco minutos, ¿o ya no lo recuerda? Precisamente por eso me he dado tanta prisa en bajar para avisar a la señora Drummond… Y precisamente por eso encuentro tan extraño que ustedes me hayan seguido solo para volver a insistir en lo mismo. —Lanzo un suspiro, y mis manos, que estaban apretadas en forma de puños, se relajan momentáneamente—. No obstante, prefiero pensar que actúan de buena fe, y les agradeceré su amable recordatorio. Así que gracias. Enseguida subimos. —Me esfuerzo por sonreír, sintiendo cómo la Bestia retrocede, decepcionada. Al verlos marchar, casi estoy a punto de dejarlo correr. Pero no puedo. Tengo que decir algo—. Y por cierto, señor Antoine: se equivoca por completo con la señora Drummond. Ella no es así. Pero eso usted jamás lo entendería. Aunque no lo culpo; a veces yo tampoco sé si lo entiendo.

Con estas crípticas palabras, dejo que los intrusos se vayan, sin mayor intención de retenerlos. Me doy cuenta de que me he situado delante de la puerta entreabierta, cubriéndola por completo con mi cuerpo.

Bajais a la planta principal, en ella esta el restaurante, donde están las muñecas de sangre del príncipe. Varios vástagos se encuentran tranquilamente ocupando la sala. 

Entre ellos está Trisha, la mujer de Antoine hablando animadamente con uno de los tremere, Louie. Apenas se percatan de vuestra entrada. Pero Antoine no está en la sala. 

Augustus acompañó en silencio al trío de Vástagos que abandonó el solarium. No le entusiasmaba especialmente el tener que comportarse como un chucho más al servicio del Príncipe, pero sabía desde hacía mucho que momentos como ese eran gajes del oficio. Todas las serpientes tienen que arrastrarse, se dijo. Y aunque le habría gustado hacer el viaje a solas con el señor Saunière, la señorita Morgan se había autoinvitado y él no pudo hacer nada por evitarlo. Por el contrario, que Jerome hubiera hecho lo mismo no le importaba lo más mínimo. Sabía muy bien que el dueño de La Cave aux Trésor coleccionaba rumores además de antigüedades, y que no tardaría en enterarse de lo que habría sido su conversación con el Gangrel. Ahora, sin embargo, nunca nadie lo sabría.

El ambiente en la planta baja no era el que había sido al comienzo de la noche, pero todavía había algo de movimiento. Azuzado por la mención que había hecho Morgan hacía unos minutos, reconoció de inmediato a la dama que había llegado con el tal Antoine. De él, por supuesto, no había rastro alguno. Nunca es tan fácil. Miró a la cuadrilla que le acompañaba y, sospechando que de todos ellos era él el que tenía la lengua más suelta, decidió adelantarse a los acontecimientos. Se acercó a la pareja, con las manos cerradas por delante de él.

—Monsieur. Mademoiselle. —empezó, entrometiéndose en la conversación que los dos mantenían como si fueran Adán y Eva y él la legendaria serpiente del Génesis. Extendió los brazos y los labios en una sonrisa sibilina, invitándoles a caer en su trampa—. Disculpen mi interrupción, les prometo que será breve, pero sospecho que lo que vengo a proponerles tal vez les interese.

Ni siquiera se dignó a esperar a que respondieran, pues contaba con que su presencia sobrenatural los hubiera enganchado a ambos.

—Me temo que he sido el afortunado pero indigno ganador de una de las exquisitas pruebas que la señorita Baker ha organizado. Desgraciadamente, el premio no es del todo de mi… agrado. Se trata de una máscara que perteneció a uno de los sacerdotes vudú que instigó la revuelta haitiana de finales del XVIII. ¿Cómo se llamaba, Jerome? —preguntó, volviéndose hacia él un segundo— ¿Bo… Boukman? En fin, la cuestión es que por experiencias pasadas recelo del vudú y, dado que estamos todos aquí reunidos, pensaba aprovechar el momento y organizar una pequeña subasta. Alguien mencionó a su acompañante y dijo que tal vez estaría interesado. Antoine, ¿no es así? —después miró al Tremere, quitando algo de peso a la mención del supuesto ladrón— Usted también está invitado a pujar, faltaría más.

Se volvió y extendió el brazo hacia el anciano del bastón.   

—Por supuesto, monsieur Dummont puede atestiguar su autenticidad. ¿No es así, Jerome?

Una vez bajamos a la cubierta principal. Saco mis gafas para poder ver mejor sus rostros, una de ellas es la que más llama mi atención. Me detengo pensativa, no quiero equivocarme y menos en un Elíseo. Quiero estar segura de que es ella, me ajusto las gafas mientras la miro con cara de pocos amigos.

Tal vez tardo demasiado en decidirme, por lo que puedo ver como se adelanta Fowler, acercándose sinuosamente y se introduce en la conversación del Tremere y la posible joven que acompañaba a Antoine, mi principal objetivo. Ya que si he de ser sincera, no recuerdo exactamente si era ella, realmente no me había importado hasta hace un momento. Escucho a la serpiente con atención, seguramente yo no lo hubiera hecho así y quizás esta fuera la forma más adecuada de actuar, pero no la más divertida. Mejor así.

-A ver qué tiene que decir…- Musito para Jerome y Shane, luego continuo escuchando la oferta que realiza la víbora.

Al parecer todos los premios que habían otorgado tenían que ver con absurdas supersticiones, aunque siempre me quedaba un ápice de duda, acaso no era yo misma un supuesto mito, por lo que era perfectamente posible que el vudú pudiera ser algo posible, a pesar de no tener ninguna base científica… Al igual que tantas cosas que había visto a lo largo de mi corta vida bajo el manto de la noche. Nunca dejaría de darle vueltas a todas estas nuevas situaciones que chocaban fuertemente con la visión que tengo del mundo, con la visión que se me había dado a lo largo de mi antigua vida y que aun no había conseguido adaptar totalmente a la actual.

Si se supone que esa es la pareja de Antoine, no se habría ido dejándola aquí, quiero pensar eso, aunque es un deseo extraño, puesto que preocuparse por los demás no es algo que suela ocurrirme a menudo. Apoyo mi peso sobre una de mis piernas mientras espero con toda la paciencia que puedo a que acaben la conversación, si conseguimos encontrarlo habrá merecido la pena, aun así sigo mirando con desprecio a la muchacha. En otro lugar, en otro momento, seguramente habría actuado de otra forma. Supongo que cerciorarse de que estamos en lo cierto también es la mejor forma de actuar, que sigue sin ser la más entretenida.

-por supuesto que puedo hacerlo- confirmo a la petición de Fowler, solo necesitaría un momento con el objeto y ya- comento mientras descansaba todo el pensó del cuerpo sobre el bastón. La mirada cansada pero a la ves segura, observó el lugar luego de contestar la pregunta como si buscará algo más detrás de quien sabe que. Se encontraba relajado aunque ciertamente no lo estaba, no eran las. Dudas de todo lo que había dicho si no más bien preocupado por que dicho objeto desapareciera y fuera vendido a quien sólo lo conciderara un pisa papeles más

 

—Como bien sabe, ya estaba enterado de la llamada del Príncipe. Estaba allí cuando usted nos lo anunció hace menos de cinco minutos, ¿o ya no lo recuerda? 

Mientras me daba la vuelta para subir las escaleras, las palabras de Sebastian me produjeron ganas de no decirle nada. Pongo los ojos en blanco.

- Monsieur Crawford, el príncipe quería hacer un brindis. Pero nos ha venido a avisar uno de los ghouls del príncipe de que ha ocurrido algo serio y se requiere la presencia de todos los vástagos en su presencia de forma inmediata. He querido venir a avisarles porque parece importante... pero disculpe si le ha parecido que sólo trataba de interrumpir su nada discreto encuentro sexual...

Me giro para continuar, subiendo escaleras, haciéndole un gesto a Caroline de disculpa.

Y por cierto, señor Antoine: se equivoca por completo con la señora Drummond. Ella no es así.

Me giro, miro confuso a ambos y hago una leve inclinación.

- Todos... somos así, Monsieur Crawford. 

Miro de forma pícara a Caroline, es una persona seria e imagino que no le hará gracia que haya picado al señor Crawford. Pero aaaaaah... ¡ha sido tan divertido!

- Por favor le pido que me disculpe. No lo he podido evitar. Evidentemente los sentidos de un Toreador son demasiado para nuestras aptitudes de ladrones - digo con un susurro divertido.

- Mire... necesito un aliado que sepa moverse y vender o mover mercancía. El señor Fowler ha intentado ofrecerme "de forma discreta" un objeto que nuestro clan ha buscado durante años y nos pertenece por derecho de sangre. Mi sire y los antiguos de nuestro clan lo codician desde hace años.

Quiero adquirirlo. Pero luego no quiero que permanezca con mi sire o su clan. Ya lo perdieron una vez, y volverá a ocurrir.
Todavía no está en mi poder, pero pronto lo estará. Me gustaría que me ayudase a venderlo. No quiero que esté en manos de la serpiente, eso le daría mucho poder sobre Trisha y todo el clan. ¿lo entiende?

Déjeme su teléfono y su correo. Le enviaré toda la información. No quiero hablar más en el Delta Night sobre dicha adquisición, porque como ha visto, los oídos de algunos llegan demasiado lejos.

Jane says: -Además de buscar si falta un bote, tal vez debiéramos mirar si alguno de los GPS se ha activado, todas esas embarcaciones auxiliares tienen uno en caso de naufragio para poder ser localizadas...

Miro sorprendido a la señorita Morgan. Eso es muy inteligente, maldigo haber estado tantos años desconectado de cómo la humanidad evolucionaba con su tecnología. Aún me parece increíble que pueda obtener fotos de semejante calidad con un puto dispositivo más pequeño que un paquete de tabaco.

- Me parece una idea excelente - digo afirmando como si tuviese idea de lo que digo.

Bajo las escaleras y dejo pasar a los demás para ir el último mientras atiendo las deducciones de ambos.

- Señor Dumont, dice que ese tal Antoine acudió a usted para tratar de vender una mercancía... - digo confuso, tratando de recordar el rostro de aquel cainita, algo complicado con todos los vástagos que se había cruzado en aquel barco. - ¿lo hizo en confidencia? quiero decir... si se fió de usted para tratar de vender un objeto que iba a sustraer (algo bastante estúpido por su parte, dicho se a de paso), lo primero que buscaría es confidencialidad absoluta, si no me equivoco.

Ha sido usted muy valiente delatándolo, señor Dumont. Sacrificar su reputación y confianza en futuros clientes a cambio de servir al príncipe le honra. Aunque ahora nadie que quiera discreción acudirá a vos.

Finalmente encontramos una sala donde está una hermosa dama hablando con un vástago desconocido para mi... hay tantas caras iguales en esta fiesta que me produce dolor de cabeza tratar de recordar todos los nombres y asociarlos a un rostro.

Fowler se adelanta, desplegando un aura de confianza devastadora y comienza a hablar de... ¿de que coño está hablando?
Miro a Fowler y Jerome indistintamente, como si fuese un partido de tenis cuya técnica no comprendía.

Me cruzo de brazos y observo a la señorita Trisha, esperando una respuesta que nos diga mejor lo que queremos. Pero mantengo silencio.