Partida Rol por web

Para la mayoría, o quizás para todos, vuestra carrera como aventureros empieza aquí. Carecéis de experiencia pero el haber completado con éxito misiones menores para el gremio y vuestro compromiso con el pueblo hizo que Morrigan decidiera daros una valiosa e irrepetible oportunidad, encomendando al grupo una misión de vital importancia, tanto para vuestra ciudad como para los vecinos del valle. Algunas veces Morrigan acepta encargos sin animo de lucro por el bien común, y esta es una de ellas, por lo que completarla con éxito servirá para granjearse su favor y el del resto de maestros.

Hace dos semanas que el correo ha dejado de realizar el recorrido habitual por el valle. Los ricos y eruditos de renombre disponen de medios rápidos y arcanos para comunicarse a largas distancias al instante, pero para la gente común la única forma de que disponen es mediante la correspondencia. Vuestro objetivo está claro, encontrar y recuperar el carro desaparecido, ya que por lo visto el mensajero salió de su destino pero en algún punto de su ruta desapareció. Después de dos días de viaje e investigación el grupo dio con una pista valiosa del ultimo pueblo que lo vio de forma más reciente, por lo que os encontráis actualmente siguiendo el sendero que debió haber tomado a su siguiente destino y al que nunca llegó.

Avanzo por un lado del sendero, tratando de buscar sombras de los árboles, si los hubiera, tratando de pasar desapercibido por si resultara ser una trampa.

-¿Veis algo? ¿Algún rastro del carro? -susurro.

El semiorco Zwak gruñe mientras observa sus alrededores. Se rasca lo que queda de su mejilla, enfocando su mirada en el elfo.

-¿No sé, no que tu eres nuestro vigía? Encuentra un rastro o algo.

Llegué sonriente. Hoy vestía los rasgos de una pelirroja de buenas proporciones, y cara de no haber roto un plato, La llamaba Mia Lenderson, Una de mis identidades favoritas, con lo que iba animada, tocando el violín. No era mi mejor melodía, pero si lo suficientemente buena como para que no me tirasen tomates (una ventaja de ser pelirroja: no se nota tanto).

- Sosegate, camarada, y aprovecha para disfrutar del paisaje un poco. Mis ojos no ven nada, aún, pero es pronto todavía. Y seguro que nuestro vigía tiene buenos ojos, ya llegará su momento -

Le guiño un ojo, divertida.

-. La señorita Daini tiene razón, don Zwak…-. Una sensual, pero firme vozarrón se hace presente en el lugar mientras que su bella dueña abre lentamente sus sobrenaturales ojos dorados. Esto, debido a que hace pocos minutos ella estaba invocando una pequeña oración de gratitud hacia su Dios -. La justicia y el acero castigador de la purificación esta de nuestro lado… no os preocupéis-. Lentamente su mirada, la cual desprende una leve aura, de igual color que de su caballera y ojos, se mueve para contemplar el paisaje de su alrededor, invocando, en el proceso, una enorme y hermosa sonrisa que purificaría a cualquier escoria herética mal parada-. Solo estemos atentos y disfrutemos, mientras tanto, de la sacra creación antes de prender fuego a los responsables de interrumpir la comunicación del inocente pueblo llano-. Finaliza, para luego cerrar lentamente sus ojos con el objetivo de seguir rezando y concentrar sus sentidos divinos. Dicha acción, es acompañada, al mismo tiempo que posiciona una de sus blancas manos a descansar sobre el desgastado pomo de su espada y la otra, por su parte, se agarra con suavidad de su símbolo sagrado que cuelga despreocupadamente de su cuello…

La atractiva aasimar proyecta sus sentidos gracias a la fe de su deidad, una habilidad que le había resultado muy útil en el pasado para detectar el mal encarnado, pero en esta ocasión ni los infernales o criaturas de la muerte en vida rondaban las cercanías.

En su lugar los curiosos ojos de Daini, en cualquiera de sus formas, captaron algo. Una de las vallas del camino había sido arrancada, destrozada y esparcida en esquirlas de madera. No era claro si se trataba de un accidente de hace ya tiempo, un acto de vandalismo o una pista potencial del carro desaparecido.

Kroggar rezongaba molesto al final de la comitiva. Si tener las botas llenas de polvo ya eran motivo suficiente para que el enano ya estuviera de mal humor, la compañía tampoco ayudaba. Un orco, un elfo y la chica que cambiaba de aspecto. Por suerte estaba con él Arael, a la que ya conocía con anterioridad, y si no le miraba las orejas la podía considerar una compañera decente. ¡Y si algo era Kroggar precisamente era un enano decente!

Pero ahí estaba, dando una larga caminata, con una compañía poco digna para alguien como él y lleno de polvo hasta la cintura. Esto era casi tan humillante como la traición de Breda. Bueno esto quizás era algo exagerado, como también era algo exagerado considerar una ruptura amorosa como traición... Pero es que Kroggar era la exageración hecha enano. 

—Arrael, es Mia no Daini—le dijo a la aasimar en voz baja—. De nada nos sirrve tenerr a alguien como ella si rrevelamos su identidad.

Momento de una balada, eso siempre entra en el mundo.

- Erase una comitiva...

Un orco cuyos ojos de muerte mandaban misivas

Un ángel que toma el alma cautiva

Un hombre de negro con mirada furtiva

Un enano gruñón con un punto de perspectiva

Y una moza de alma caritativa

Se encontraron con una valla asaltado por la destructiva

¿Destructiva de qué? De un alma primitiva

Eaeaeaeh

Me coloco  en la valla y empiezo a examinarla, aunque no es que vea demasiada cosa, una valla rota. Igual nuestro guía consigue saber algo más.

A pesar sus dotes sociales y las artes, entre sus habilidades no destacaba tanto el campo de la investigación, siendo incapaz deducir más allá de lo evidente: fragmentos de madera que formaban una valla.

Viendo que nadie sabe qué hacer o no hace nada útil a mis ojos vuelvo al camino, suspirando exasperado.

-A ver, lo primero no sé quién te ha dicho que soy guía, pero se ha reído de ti. De todas maneras deja que eche un vistazo a ver si encuentro huellas o un rastro... pero vamos, que seguro que cualquiera de vosotros lo haría igual o mejor que yo. A mí dejadme la parte de cubriros desde las sombras.

A pesar de las quejas del misterioso elfo, el reciente hallazgo arroja luz sobre el enigma en forma de astillas que tenían delante, mientras que a su vez reforzaba el tópico de que los elfos eran buenos montaraces.

No solo sacaba en claro que los cascos de dos caballos habían destrozado la valla al intentar huir, también pudo identificar dos hileras de hierba aplastada por las ruedas de un carro, las cuales conducían a la espesura del bosque que los rodeaba.

-Me da que huían de algo, compañeros. Será mejor que sigamos esas huellas. Eh... id tirando, os sigo.

Luego de concentrar sus sentidos y no poder detectar nada que sea digno de su atención, puso atención a la pequeña pero vital corrección del enano, la cual, y sin ningún tipo de tardanza, ayudo al cerebro de la mestiza a buscar las posibles consecuencias de su error en otro tipo de escenario, golpeando su puño con la palma de su otra mano al momento de enumerar dichos funestos escenarios. Sin perder otro segundo, miró nuevamente al enano y le guiñó uno de sus hermosos ojos como un sincero agradecimiento, acción, que si fuese vista por personas ajenas al grupos de aventureros, lo verían como un actos lleno de una misteriosa sensualidad, facultad bastante común dentro de su propia especie, la cual, a veces, Arael olvida por completo dada su "pequeña" obsesión a su trabajo.

En cualquier caso, una vez zanjado lo anterior, de haber disfrutado la canción de la barda y demostrado, nuevamente, que su incompetencia con todo lo relacionado a lo sigiloso es digno de ser comparado con la pericia de un ogro tratando de comprender los misterios de la metafísica arcana. La paladín, sin demora, se acerca al misterioso elfo y, con una fría mirada que observa el camino hacia el bosque, declara mientras saca su espada y se equipa su escudo-. ¡Vamos! Aligeremos nuestro paso y estén listo ante cualquier cosa-. Con rapidez, la mujer se adelanta al grupo con el fin de funcionar como una punta de lanza en caso de un posible ataque-. Nuestros objetivos pueden necesitar nuestra ayuda o, en el peor de los casos y como la ley sagrada dicta, debemos hacer descansar sus almas purgando con acero a los pecadores responsables-. Dicho esto, y  con una dulce pero inquietante sonrisa, la caballero sagrado espera a que sus camaradas inicien sus preparaciones para ingresar a dicho frondoso bosque y encontrar una explicación a este nuevo encargo.

-Pues en marcha

Dice Zwak, asegurándose primero que su hacha salga fácilmente del agarre, en caso de que tenga que reaccionar rápidamente 

-Arael, junto a mi, liderando la marcha. Kroggar, deja de lado la pereza y vigila nuestra retaguardia. Yador y... Mia, en el medio y estén atentos a señales de emboscadas. No bajen la guardia

El semiorco empieza a dar órdenes a todos, con dureza. Se coloca frente al grupo, pasando la valla destruida y procede a caminar, tratando de seguir las indicaciones del guía, mientras se asegura de detectar cualquier incongruencia en el paisaje

Sonríe ante las ordenes del semiorco, divertida. Soldado de malas pulgas, pero que ni siquiera da mucho miedo.

- Marchemos pues, espero no encontrarme con estas fieras desprotegida, pero confío en vuestras habilidades de combate, noble caballero.

Sardónica, empieza a caminar. Cualquier otro buscaría el sigilo, incluso ella, pero... ella era partidaria de otro arte: el canto que amansa a las bestias y seguir interpretando a su personaje.

- Abuelito, dime tu:
¿Qué sonidos son los que oigo yo?
Abuelito, dime tu:
¿Por qué yo en la nube voy?
Dime ¿por qué huele el aire así?
Dime ¿por qué yo soy tan feliz?
Abuelito,
nunca yo de ti me alejaré.

Sigue tatareando dando algún brinco

Aprovechando el inmenso ruido que están organizando mis compañeros les sigo de nuevo desde fuera del camino con la excusa de buscar nuevos rastros, yendo por las sombras que encuentre agachado, tratando de no llamar la atención de tal manera que si hay alguien en un kilómetro a la redonda que nos esté escuchando y resulta ser hostil yo sea el último en ser atacado.

El semiorco imparte órdenes e intenta organizar a un grupo que, en su mayoría, no lo respetaba. Alguno cumple con la parte que le corresponde, mientras que otros hacen ruido de forma deliberada o se mantienen al margen para poder ocultarse. Pero todos terminan dejando el camino de piedra para adentrarse en la espesura del bosque.

Durante más de un kilómetro el grupo sigue el claro rastro dejado por el carromato, hasta que dan con este volcado, con los dos caballos muertos y nada del cargamento.

Escuchar al semiorco darle órdenes, era mucho para Kroggar. Que lo llamara perezoso, suficiente por hoy. El rostro del enano se volvió rojo brillante y su calva brilló perlada de sudor.

—¿A quién llamas perrezoso esputo de orrco?—el sacerdote hizo ademán de llevarse la mano al martillo pero se contuvo—La prróxima vez que quierras dirrigirrte hacia mí, hazlo con rrespeto adecuado o tendrremos más que palabrras.

Con la presencia del enano y el semiorco, el grupo de aventureros se había convertido en un polvorín explosivo. La cuestión era donde iban a explotar, si sobre el enemigo o sobre ellos mismos. Cualquier que conociera a Kroggar habría asistido asombrado a como el enano había sido capaz de contenerse, pues por norma general tenía menos control que una ruleta. Así que sólo quedaba rezarle a Moraddin porque su sacerdote aguantara esa situación.

Una hora después, con el enano refunfuñando y más enfadado todavía encontraron el carromato. El enano se acercó a examinarlo, como era más bajito no tendría que agacharse tanto.

—Esto no me gusta—anunció.

¡Oh sorpresa! ¿Qué no le gustaba a Kroggar?

—A mí no me gustan los caballos, ¿perro parra qué matarrlos? Puedes venderrlos o incluso utilizarrlos... ¿Te llevas al rresponsable del corrreo y dejas a las bestias?—el enano chasqueó con la lengua con disgusto—. Esto es más feo que la carra de un orrco.