Partida Rol por web

 En tono amable, los policías asienten y toman notas. Luego te invitan a abandonar la sala.

—Usted puede quedarse, —le dicen al director, para que esté presente cuando entre el siguiente.

 —Que pase el siguiente, por favor; Garikoiz —dice el policía leyendo el nombre con una ligera incorrección—. Amanda, siéntate junto a Raquel y esperad.

Tras la puerta, en la sala en la que os hacen las preguntas, podéis ver al director, que parece un pez fuera del agua, de su ambiente. Nervioso, preocupado y algo sudoroso.

Asiento y me levanto con cara cansada. Tengo ojeras, los ojos hinchados de llorar y me tiemblan un poco las piernas por el cansacio.

Salgo al pasillo a junto de mis compañeros.

-Ya han terminado conmigo. Supongo que ahora os irán llamando a vosotros- les comento.

Me acerco a Raquel y le hablo al oído. -Raquel, aún estás a tiempo. Diles que lo soñaste o algo. Te van a mandar a una cárcel para niños... y no quieres ir allí-

Sonrio a la niña tonta del gorrito.- ¿Por que lloras?.- le pregunto ignorando sus palabras.- ¿Te han pegado?

Miro a Raquel malhumorada.

-No lloro- contesto sorbiéndome los mocos -y nadie me ha pegado-

-Esta niña es tonta, la van a llevar a la cárcel para niños, y seguro que allí se la comen las sombras-

- Mi mama decia que no debo decir mentiras, que las mentiras hacen llorar al niño jesus y a la niña jesusa.

Creo que la frase era asi mas o menos, no lo recuerdo bien... le saco la lengua a la niña tonta del gorrito tonto.

Miro muy mal a Raquel.

-Jesús no existe. Es como papá Noel. Jesús son los padres- digo enfadada.

Me siento en el barco del pasillo muy enfurruñada y mirando al suelo.

Sonrio a la niña del gorrito tonto. Tan tonta ella como su gorrito porque no comprende que parecer una buena niña es la mejor baza que juega a mi favor.

Sin mas le susurro.- ¿ Que te han preguntado?¿Son malos?.- pregunto con interes mientras mi mente comienza a urdir una idea....

Me anima un poco escucha palabras con sentido salir de la bocaza de Raquel.

-No, no son malos. Me han preguntado lo mismo que en el cole, que qué había pasado. Y les he contestado lo mismo que ya había dicho antes- contesto a la niña.

-Y ahora espero que ella diga lo mismo, y se pueda quedar con nosotros-

Entro en la habitación con la mirada gacha y sin fijarme muy bien por donde voy, sin darle importancia a un golpe contra el marco de la puerta y una silla.

Cuando entro permanezco de pie, igual que cuando estaba en el despacho del director de mi antiguo orfanato.

—¿Qué sucedió con Marta? Todo lo que nos puedas decir, puede ser útil. Dinos lo que creas conveniente —pregunta uno de los policías sin detenerse demasiado.

El director asiente con la cabeza animándote a responder.

—Tranquilo, Gari, sólo di lo que viste.

Parpadeo tratando de ganar tiempo y evitando mirar al policia. Los padres siempre decian que mentir estaba mal, pero seguro que hay sitios peores a los que te llevan si eres un niño que ha matado a otro.

De todas formas, todo estaba demasiado borroso en mi mente como para aclararme del todo aun.

Marta?...le ha pasado algo a Marta?. Tenia miedo de la oscuridad...recuerdo eso.

 El policía parece vacilar un instante. De todo lo que se podía esperar, una de las cosas no era "¿le ha pasado algo a Marta?". Así pues, el hombre duda.

—¿No fuiste tú, entonces, quién la sujetó? —pregunta con evidente ambigüedad—. Gari, no debes mentirnos...

El director empieza a mostrar cierta mala cara y a plantearse, tal vez, la cierta necesidad de un abogado.

Mentirles?...pongo cara de extrañado, aunque con una cierta mirada de estar perdido también. Se cayo y yo la ayude a levantarse...no?. Parpadeo al borde de las lagrimas sin hacer gesto alguno por tratar de limpiarlas. Pero se pondrá bien pronto verdad?. Así mañana podremos seguir jugando al mentiroso. Le gusta mucho jugar a las cartas con nosotros.

 —¿Qué tal se llevaban las otras niñas con ella? —pregunta uno de ellos con curiosidad.

—¿Y tú? —pregunta después.

Tardo un poco en procesar sus palabras , sin recordar por un instante a que otras chicas se refiere.

Amanda...Amanda se lleva bien con todo el mundo. Y Raquel...bueno, Raquel se preocupa por su perro, sabe?. Suspiro y me trato de peinar con manos temblorosas. A todos nos gusto jugar al mentiroso.

 —Traele un chocolate caliente, por favor —le dice un policía a su compañero, que se levanta prestamente con una sonrisa.

Mientras estáis solo un policia, el director y tú; este policía parece distenderse un poco.

—Gari, no tienes por qué estar tan nervioso. De verdad, no te va a pasar nada. Verás, cuando llegamos allí, y cito casi textualmente, la niña rubia dijo: «Marta era tonta y yo discutía con ella. Esta noche, como soñando, se acercó a morderme y yo le di un puñetazo fuerte en un ojo». ¿Lo recuerdas? Creo que estás intentando proteger a tus compañeras, lo cual... si bien es noble, es complejo. Para empezar, tu versión ya no coincide del todo con lo poco que sabemos... ¿entiendes?

Llega el otro policía con el chocolate y te lo pone en la mesa, justo delante de ti. Caliente, humeante y con un aspecto delicioso —sobre todo, para ser un chocolate de máquina.

—Bébetelo, el calorcito te hará bien...

Después hacen una pausa, esperando que te serenes y hables con mayor coherencia.

—Adelante, Gari.

Le miro como si me estuviera contando un cuento antes de ir a la cama. Lo cierto es que no recuerdo nada de lo que paso desde que me di cuenta de que Marta no se levantaría y no se si Raquel dijo algo o no.

No lo se...no recuerdo haber oído eso. Desde que Marta se golpeo contra el cristal y la cogí todo parece ser un poco raro.

Me callo cuando llega el vaso de chocolate, y aunque me tenso cuando se acerca como si temiese un golpe lo tomo con manos inseguras, aunque dado el nudo de mi garganta no se si lo podre tomar. Aun así, el calor en las manos es agradable.

Suspiro y miro al policía de nuevo.

Estaba oscuro...yo dormía con las zapatillas en la cama...ya sabe, para que no se metan dentro los bichos. No me gusta levantarme al baño y encontrarme uno dentro...es algo asqueroso, verdad?.

 —Muchas gracias, puedes esperar fuera a que acabemos con Raquel.

Algo en ese "acabar con" te suena especialmente tétrico y desagradable.

—Y puedes llevarte el chocolate —dice guiñándote un ojo con gesto cómplice.

 La puerta se abre, un policía invita a salir a Garikotiz; el otro se acerca hasta el quicio y ofrece entrar a Raquel.

—Pasa, pequeña, por favor.