Partida Rol por web

Todos los mineros y lugareños que hay en la taberna están ya bastante borrachos por lo que te es muy difícil entender lo que dicen, y las conversaciones parecen tener poco o ningún contenido. Sin embargo si que notas un tema común entre algunos grupos sentados en las mesas o de pie:

Discuten entre ellos sobre si se han visto criaturas extrañas en las cuevas, pero que no han atacado nunca ha nadie. Hay quiénes lo afirman con decisión y otros lo niegan y los llaman locos. También sobre hombres bestia (que ellos llaman solamente mounstruos) pasar corriendo de largo cerca de casas.

También hablan de un accidente que hubo hace poco en una de las minas.

-Curioso el día de hoy, ¡mucha gente nueva! Es bueno ver caras distintas, aunque sea por un día. Y es mejor aún ver que los hombres de fe no se esconden en sus templos en estos tiempos de necesidad, incluso cuando son mensajeros de Sigmar y no de Ulric. - Comenta Dieter, el posadero, mientras os va sirviendo la comida que se había preparado en la noche, de una olla enorme junto a las escaleras. Un líquido marrón, espeso con trozos de carne y otras cosas. También os sirve la bebida que sea que pidáis.

La noche irá avanzando y poco a poco los lugareños se irán yendo a sus casas (por su propio pie o arrastrados por sus compañeros).

Se habría visto al joven charlar con gente, escuchar rumores y demás. Y la verdad es que su cara era un poema. Aprovechando que el posadero se había acercado, procedió a preguntarle a él mismo:

- He escuchado que hay extrañas criaturas morando por la zona, que incluso parecen peligrosas. Que las noches por aquí no son igual que antes, y que la gente ha visto monstruos corriendo alrededor de las casas. ¿Qué hay de cierto en todo esto? ¿Ha pasado algo extraño durante éste tiempo? ¿Hay algún tipo de recompensa, o trabajo disponible con respecto a eso? Me han hablado de una cueva, una cueva donde dicen que moran... Dinos, tabernero, ¿Quien manda en este pueblo y donde vive? Necesitamos hablar con él, quizás esté buscando ayuda para atajar ese problema. Eso y todo lo que nos puedas decir del problema. Si nadie nos contrata, tendremos que seguir el camino, y nos gustaría saber qué podría intentar atacarnos en el camino... Cualquier prevención es poca.

Miró alrededor. De los que estaban allí ninguno parecía rico. Seguro que unas coronas les vendrían bien... Y si trabajaban para un noble local y le libraban de un problema gordo, quien sabe si les recompensanrían con equipamiento...

También las palabras de los borrachos de la zona podrían ser cuentos, pero visto lo visto, ese tipo de rumores deberían tomarse en serio.

Dieter mira asombrado a Johan ante la avalancha de preguntas, su cara es un poema.

-No creo entenderte amigo. Desde siempre los mineros han contado historias sobre criaturas, de todo tipo, no puedes hacerte una idea de la imaginación que tienen para estas cosas. Y ahora, ¿justo después de la guerra contra esos ejércitos venidos del infierno? El pasatiempos preferido de estos hombres es discutir sobre quién vio qué en los túneles, yo no se si hay algo de cierto en ello o no, ¡ni voy a bajar allí a descubrirlo! -Dice riéndose a carcajadas.- Quién sabe qué habrá de cierto en todas sus historias, no niego nada... pero mucho alboroto o algo muy grande tendría que pasar para que los vigilantes diesen una voz de alarma... Amigo, aquí no sabemos de nobles ni aldeas. Hace mucho que esto es una comunidad esparcida alrededor de las explotaciones, tenemos mineros y tenemos vigilantes, y los dueños de las minas en Middenheim no necesitan venir aquí para nada. De hecho, hasta que yo no llegué, ¡no había una sola posada en toda la región! No creo que a unos tipos como vosotros haya que advertirles de qué mora en los bosques del Imperio. -Acercándose a darle una palmada a Johan en el hombro se queda pensativo un momento - Quizá lo único curioso que haya ocurrido en estos días haya sido un pequeño accidente en unas minas, dos mineros perdieron un brazo, algo terrible, terrible... y no se los ha vuelto a ver. Pero ¿qué quieres que te diga muchacho? desafortunadamente estas cosas pasan de tiempo en tiempo. 

Termina regresando a sus tareas, comenzando a recoger las jarras y platos de los que ya se han ido.

Miró alrededor, buscando los ojos del resto de los integrantes de la mesa, y cuando el tabernero se hubo apartado habló:

- He viajado mucho. Soy natural de esta zona, y creedme si os digo que me puedo hasta creer lo que esos borrachos pudieran decir. ¿Gente que pierde los brazos? ¿Que no se les ve mas? ¿Y lo dice tan tranquilo? Me parece que estas gentes aún no han visto nada de lo que ha pasado mas al norte, y se piensan que son rumores. Deberíamos dormir todos en la misma sala, y hacer guardias a partir de ahora. No se que pensáis, pero a mi no me gusta nada.

El joven dio un pequeño sorbo a su cerveza. Estaba aún por la mitad, pero no quería beber mas. Tenía que estar despierto, no era de los que se tomaban esos rumores a la ligera.

- Tal vez hayan asumido ya la pérdida, no se... O tal vez como no son un pueblo les de igual lo que les pasa a sus vecinos. Lo que está claro es que es una idea muy buena la de dormir todos juntos y hacer guardias.- dice señalando a Johan con el dedo índice indicando que tiene razón.

Heinrich agradeció al posadero el gesto de bondad hacia su persona. Siempre reconfortaba encontrar gentes que respetaba a los hombres de fe, incluso cerca de Middenheim donde el culto al dios-lobo era más numeroso que el de Sigmar. El panorama que el dueño de la posada representaba parecía no concordar del todo con el horror al que el mundo se había enfrentado recientemente. Todo parecía demasiado normal según el tabernero, y la tragedia de los mineros parecía algo tan habitual como el respirar. Este contraste llamó la atención del sacerdote, que devolvió la atención a sus compañeros mientras comía su plato y bebía su agua.

- Está claro que el mal campa por este mundo con una mayor intensidad, y que precisamente por ello debemos ser más cautos. Estoy de acuerdo con la idea de permanecer unidos.

Si Magnus tenía aunque sea el más ínfimo interés en la conversación de los otros viajeros, realmente no lo demostraba en lo más mínimo. Muy por el contrario, casi parecía hasta ignorarlos, concentrando su mirada sólo en el plato de estofado y en su cerveza.

El estofado no era la gran cosa, pero era comprensible que, dado dónde se encontraban, a todo el mundo le pareciera una delicia. Si bien no había tenido intención de permanecer mucho en esa taberna, era un buen sitio para pasar la noche, aunque, lejos de las paranoias conspirativas de sus acompañantes, dudaba mucho que alguien pudiera suponer una amenaza para ellos en un lugar como ese, a no ser que quisieran matarlos con su estupidez, como los borrachos de antes.

Asentió con gravedad a las palabras del sacerdote, pues también él estaba convencido que tras la tormenta del caos habrían resquicios y pequeñas bandas que hubieran quedado rezagadas o incluso hubieran decidido ocupar algunas de las zonas menos transitadas del Imperio - Como si no tuviéramos bastante ya con las  bestias inundando los bosques o esos hombres rata recorriendo las entrañas del país.

No pudo evitar que ese último pensamiento se cruzara con las historias de las que hablaba el tabernero, pero no quiso aumentar la histeria y paranoia del grupo, que parecía que iba "in crescendo".

Su intención era volver a Middenheim, volver a ponerse a las órdenes de los grandes condes electores y terminar de arreglar el Imperio, al menos en la medida que él pudiera. Pero tampoco tenía prisa, no había nadie que esperara su regreso así que podría aguardar unos días si finalmente decidían investigar los rumores.

Me parece un asunto a tener en cuenta ese del que hablais, pero creo que será mejor debatirlo mañana - dijo mirando a la oscuridad desde la ventana - o no tendremos fuerzas para emprender empresa alguna.

Ya se han ido todos cuando Dieter se acerca de nuevo a los cinco viajeros, habiendo escuchado su conversación sobre la noche. 

-Esperaba poder ofreceros camas en las habitaciones, yo no daría crédito ni maldormiría la noche por las historias de esos hombres amigos. Aún siendo ciertas, ¡estos no son los túneles de las minas! - os dice sonriendo. - No voy a obligar a nadie a dormir en una cama, pero ahí están si las queréis. 

Cuando habéis decidido donde dormir y le habéis pagado os indica donde están las habitaciones o que os pongáis frente al fuego si vais a dormir en la sala y os trae mantas de lana. 

Buenas noches amigos. - Se despide finalmente subiendo las escaleras y desapareciendo en el piso de arriba. 

- Bueno- dice después de terminar el pichel de agua y dejándolo en la mesa, apartándolo a un lado.- creo que habrá que dormir, estamos todos hechos polvo por lo que veo. Lo suyo sería ir a hablar con los mineros mañana, cuando estén más sosegados, no creéis?.- dice levantándose y bostezando mientras marchaba a una de las salas comunes, dejándole el dinero a Dieter.

- Yo descansaré en la sala común, dudo que haya una habitación lo suficientemente grande para todos. Así que me quedaré aquí, junto al fuego.

Empezó a preparar sus cosas para pasar la noche, escondiendo entre las mantas la espada, por si algo pasara. Dormiría con el chaleco de cuero, pues al ser flexible no le incomodaba nada.

A ver que pasa mañana... Tengo un mal presentimiento.

- No me parece mala idea ir a preguntar a los mineros mañana. Y ver si hay alguien interesado en contratarme, o contratarnos, si os parece la idea. Hasta la capital aún quedan unos días, y yo empiezo a notarlo en el bolsillo. Por suerte en la capital tengo quien me espere.

- Por mi parte, no preciso de muchas comodidades, así que podré dormir en la sala común también. - dijo mientras ofrecía al posadero las monedas que precisaba. - Creo, Johan, que es un gesto noble preocuparse por el problema de los mineros, incluso ofrecerles ayuda, pero también pienso que debemos juzgar con frialdad si es posible que podamos hacer más por el Imperio en la capital. En cualquier caso, mañana será el momento de debatirlo.

- Bueno, yo me quedo en este- comenta Ludwig poniéndose una manta encima, sentado cómodamente en el sillón de en frente de la chimenea- Quién hará la primera guardia?

Justo antes de que se marche el posadero, el soldado deposita sus diez peniques de cobre sobre la barra y le mira, indicando que dormirá en una habitación particular y no en la "sala común" de la taberna como lo harán sus compañeros de viaje. El hombre se toma su tiempo en acabar su estofado y aún más tiempo en acabarse la cerveza, pero al hacerlo se levanta y se queda mirando a los otros hombres. Luego de unos segundos, habla con voz rasposa y pesada.

— Sacrificar una buena noche de sueño, en especial luego de un viaje tan tortuoso, por simples rumores de mineros es una estupidez. Y, en caso tal de que realmente queráis ofrecer vuestra ayuda a los lugareños, una mala noche no os ayudará mucho a recuperar la buena forma física, que seguro necesitaréis si lo que dicen es cierto, algo que particularmente dudo. — El hombre se levanta del taburete y toma la pesada alabarda del borde de la barra para apoyársela en el hombro nuevamente, y empieza a caminar hacia su habitación mientras mira a los otros hombres de reojo — Espero que aunque sea podáis descansar decentemente, todavía queda un largo camino hacia Middenheim. Nos veremos en la mañana. — se despide de sus compañeros con un asentimiento y se mete en su habitación sin decir nada más.

Johan sonreiría tras escuchar a Magnus. Era arisco como pocos, y parecía mirar mas por el bien propio que por el de los demás. Había mucha gente así, y podía entenderlo. No sabía su historia, tampoco lo necesitaba. Seguiría el plan trazado, no quería sorpresas.

- Yo haré la primera guardia, nunca se sabe lo que una noche te puede deparar. Y no es sacrificar una noche entera, no exageres. Si nos repartimos las guardias todos dormiremos como para estar descansados mañana.

Menudo cascarrabias...

    Gerald permaneció con el resto, una vez Magnus había salido hizo un ademán con la cabeza por donde se había ido - Es un arrogante, pero tiene razón - miró al resto - entiendo que estéis preocupados por los acontecimientos pero no parece que more mal alguno en la posada. Sin embargo, nunca me perdonaría si llegara a pasaros algo en mi ausencia, por lo que pernoctaré aquí, en la sala común, con todos vosotros.

Mientras se despojaba de su armadura y colocaba sus armas prestas para ser utilizadas en caso de emergencia dijo - preferiría el último turno, así tendré tiempo de equiparme para salir al alba.

Pronto el cansancio y el comfort de la posada hace su efecto. Uno a uno los viajeros se quedan dormidos. Excepto Johan, que deambula por la sala, intentando mantenerse despierto y atento...

La noche pasa lenta para ti mientras tus compañeros duermen tranquilamente. El crepitar del fuego, todavía vivo aunque apenas ilumina la estancia, es lo único que te tranquiliza. No puedes dejar de pensar en las historias de los mineros, y aunque quizás Dieter tenga razón, o Magnus, no puedes evitar sentir cierto miedo.

Tras una hora de guardia no ha ocurrido nada, la noche está tranquila. Pese a que todavía hay nubes en el cielo, el viento las arrastra, dejando que las lunas iluminen el exterior. Mannslieb está llegando a cuarto creciente pero Morrslieb esta noche ha decidido iluminar con toda su fuerza, casi dirías que te sonríe cuando la miras fijamente.

Poco después estas caminando en dirección hacia el fuego cuando el sonido de un golpe seco te sorprende. Viene de fuera, de los muros de alrededor de la posada, frente a la puerta. Antes de que puedas acercarte a mirar por la ventana, otro golpe te sobresalta. Esta vez puedes sentir que ha sido contra los muros del propio edificio, la ventana ha temblado ante el golpe. E inmediatamente después, un gran estruendo te hace girar hacia la puerta, que ha salido volando hacia dentro de la casa, dejando pasar algo que ha chocado contra ella y rueda unos metros hasta chocar de nuevo contra una mesa y detenerse. Sobre el suelo, agitando la cabeza, puedes reconocer perfectamente lo que tantas pesadillas te causó durante la tormenta del caos... un ser humanoide, cuya cabeza tiene cuernos de cabra, con brazos enormes terminados en garras, un hombre bestia ha entrado en la posada.

Pese al estruendo, ninguno de tus compañeros en la sala parece haberse despertado.