Partida Rol por web

Dieter rió ante las dispares necesidades de Ludwig, le parecía curioso pero negocios eran negocios.

-No tenemos gallinas joven pero has tenido suerte de que hoy estuviéramos desplumando unos pollos para asarlos. Te daremos un puñado sin problemas, nosotros no las necesitamos. La mantequilla, no se si llegará lejos sin que se te ponga rancia pero te la daré envuelta en unas hojas con un cordel, si no la metes en tu petate no se derretirá con el calor. Y por último el aceite, tenemos suficiente, el problema es el vial, no es que nos sobren... te lo tendré que vender por 20 peniques, espero que lo entiendas. - Dicho esto sube las escaleras en busca de todo y vuelve al rato para entregartelo.

-¿Puedo hacer algo más por tí?

- Lo entiendo lo entiendo Dieter, muchas gracias por todo.- le dice sonriendo y tendiéndole la mano tras pagarle el vial.

Tras esto, Ludwig salió tras John y Gerald para observar que ocurría.

Mientras conversáis con los guardias aparece Ludwig por la puerta de la posada, buscándoos con la mirada. Johan y Gerald hablan con los dos hombres que habían entrado por la mañana en la posada, frente a los cuerpos de los hombres bestia visibles por la manta medio levantada.

Muy poco después aparece Magnus completamente vestido y con el petate al hombro. Al veros junto a los guardias os mira con el mismo desdén y desinterés de siempre. Tras bajar lentamente las escaleras se dirige a vosotros.

-No tengo tiempo para estas tonterías, está claro que si en este lugar están ocurriendo estas cosas en la capital necesitarán mucha más ayuda y habrá asuntos mucho más graves que atender que cuatro mineros gritando cada vez que ven algo extraño. 

Sin dar pie a respuesta, asiente levemente con la cabeza a modo de despedida y sale de los muros del recinto, pasando sin fijarse en las caravanas y los guardias y desapareciendo por el camino hacia el este.

Siguiendo las huellas junto a los guardias, descubre que un tercer engendro anduvo suelto esa noche, pero evitó la posada.

Aquí hay algo que no me cuadra... primero, las bestias acostumbran a atacar en manada y sin embargo una de ellas ni siquiera entró a la posada; segundo, les he visto blandir armas en otras ocasiones, ¿por qué atacar sin ellas? - Se acerca al montículo y levanta discretamente la manta, con un gesto de asco perceptible en el rostro - Además están esas heridas, perforantes, que ninguno de nosotros le hicimos. Sinceramente sólo hay un motivo que me viene a la cabeza para este asalto: El miedo - Gerald les dió unos segundos a los guardas para que asimilaran lo que les estaba contando - Diría que o algo les azuzó para que atacaran la posada o que venían huyendo de algo y se toparon con ella. Sea como fuere, es más que probable que les causara esas heridas tan concretas.

No se que pensarán ustedes, pero todo apunta que hay algo peor que las bestias acechando en alguna parte.

El joven alborotador se giró para escuchar al escudero...

¿Realmente habría algo peor que esas bestias? ¿Tendría razón con el tema de las extrañas heridas? A saber... Pero esperaba que no fuera cierto. 

- Por si estás en lo cierto, habría que avisar a las autoridades pertinentes. Esta no es labor para la guardia, ni para nosotros. Si hay algo peor que una banda de mutantes... Tenemos que hablar con la gente del pueblo. El viaje a Middenheim puede esperar. Esto hay que solucionarlo. 

Miró con seriedad a los vigilantes. El no sabía que hacer. Su misión desde que partió había sido calentar el corazón de refugiados que huían para que volvieran a sus casas y poblaran el terreno para que su amada provincia no quedara abandonada.

Ludwig se acercó a los dos muchachos mientras hablaban, escuchando su conversación, y tímidamente, juntándose con ellos, dijo como en un murmuro:

- Sea lo que sea, creo que sale de la mina. Habría que ir a hablar con los mineros.

Los dos guardias escuchan con curiosidad los dicen los forasteros hasta que Gerald expone sus conclusiones. El rostro de ambos se tuerce en una mueca y se puede ver que realmente los afecta.

-Vaya... -Comienza uno frotándose la cara con las manos-Eso sería... nada bueno, nada bueno... ¿Peores que esas cosas? Durante toda la guerra no hubo nada que temiésemos más. Y sin embargo, ¿cómo es que todavía no ha ocurrido nada en los túneles?

El otro recupera el color y comienza a hablar de nuevo - ¿Autoridades? - contesta a lo dicho por John riendo sin ganas - Hace tiempo que no las vemos por aquí, desde luego tienen cosas más importantes que hacer. A veces nos preguntamos cómo siguen funcionando las explotaciones. Hasta ahora no había pasado nada pero nuestra responsabilidad no pasa de echar broncas y avisar a los superiores si ocurre algo más gordo y, ahora mismo, no sabemos quiénes son nuestros superiores. - Queda pensativo al decir lo último.

-No podemos ayudar mucho más - Continúa de nuevo el primero - y creed que nos jode, nos aterra pensar que pueda ser cierto lo que decís. ¿Qué nos va a ocurrir? Esas minas son lo único que da vida a esta tierra y lo único que conocen las familias de la región...

Kohn no tenía mucho mas que decir. Miró al joven hechicero y al escudero. Y levantó los hombros.

- Pues estamos solos. ¿Alguna proposición? ¿Quienes son estos tipos que acaban de llegar en carro? Parecen importantes... Quizás debieramos preguntar. ¿Sabéis quienes son guardias?

Joder... La cosa se pone cada vez peor. Estamos solos y nadie parece querer echarle huevos y hacer nada. Estamos jodidos.

- Sigo insistiendo en el tema de la mina, ahí seguro que no hay nada bueno- dice cruzándose de brazos mirando a ambos hombres.-

- No estaría de más saber quienes son los recién llegados la verdad.- y mirando a los cocheros esperó la respuesta a la pregunta de Johan.

Uno de los dos guardias se despide entrando de nuevo en la posada. El otro mira a Johan para responder a su pregunta.

-Llevan cosas a la capital, a algún culto de Shallya. Han pasado dos o tres veces más en los últimos meses siempre paran aquí. Dieter parece que tiene algún buen trato con quién sea que tenga estos carros, no le va nada mal. A los demás no nos molestan y los guardias tampoco parecen hombres de muchas palabras. -Os da la mano para despedirse -Amigos, ha sido un placer, aquí no hay mucha gente con la que charlar con frases bien formadas. Os deseo muchísima suerte, hagáis lo que hagáis. Que Ulrick os guíe.

Dicho esto vuelve a entrar en la posada.

Mirando a Ludwig y a Johan, Gerald se pone en marcha - En fin, aquí parados no averiguaremos nada, intentaré hablar con el convoy, si quereis algo más de Dieter o de la gente de la posada es buen momento - dicho esto, se dirige al otro lado del muro, para intentar establecer una conversación con quien esté al mando del convoy.

Propicios días, buen hombre - dice dirigiéndose a guarda del carro que va en cabeza - Mi nombre es Gerald Herrmingson, escudero del caballero herr Ludwig Meister y superviviente de la reciente guerra contra las fuerzas del mal. Gustaría de hablar con el mando del convoy, de unos temas de alta urgencia que seguro son de su interés pues afectan a todo Middenland. - completó con una leve reverencia que reflejaba educación y modales pero no servidumbre, pues la clase socal del guarda era similar sino inferior a la suya.

Fuera, dos guardias vigilan cada carro. Son cuatro hombres altos, enormes, enfundados en armaduras que parecen pesar más que los propios carros. Su aspecto es tosco y su expresión una mezcla de indiferencia y odio. Los carruajes huelen muy fuerte a col y otras legumbres.

Están completamente hechos de madera oscura y gruesa, llevan en las ruedas una suerte de orugas que les permiten agarrarse en el fango y arrastrarse, de forma que su movimiento es mucho más fácil. Son tirados por dos caballos cada uno. 

Cuando te acercas a uno de los guardias su expresión solo cambia para torcer su boca, aparentemente molesto por el hecho de que te acerques a él y a los carros. Alza una mano enfundada en un guantelete indicándote que te detengas, a la vez que su otra mano descansa sobre el pomo de su espada bastarda.

-Mira Harald -Dice casi escupiendo las palabras- o Gareld, Gereld, como quiera que te llames. Me importa muy poco nada de lo que tengas que decir, me pagan porque nadie se acerque a estos carros, y me pagan muy bien. -Dice dando unas palmadas en una bolsa de cuero que cuelga de su cintura. Puedes ver que junto a la bolsa, cuelga un pergamino pequeño, con un símbolo de la diosa Shallya. - No me pagan para hacer amigos y, mucho menos -Comienza a reír - para salvar a Middenland de nada. 

Ante la "broma", el resto de guardias comienzan a reír sonoramente, aunque incluso su risa es seca.

-Ahora apártate, con suerte los malditos cocheros saldrán pronto y podremos continuar.

Tras esto, vuelve a levantar su mano hacia a ti para que te alejes.

YA VEO COMO FUNCIONA LA FAMOSA MISERICORDIA DE SHALLYA - dijo elevando la voz, con un poco de suerte podría llamar la atención de alguien que anduviera por la zona - No me esperaba menos de...mercenarios - dijo con un notable desprecio en el rostro y se dirigió de vuelta a la taberna, puede que con los cocheros tuviera más suerte, o al menos los entretendría lo suficiente como para hacer esperar un poco más a ese arisco guarda.

- Te acompaño. Deberíamos pedirle alguna ración de viaje, algo que no sea perecedero, y si nadie nos puede decir nada en limpio, decidir si hacemos algo con respecto a la cueva, o nos marchamos.

Siguió al escudero en su camino hacia la posada, despidiéndose de los vigilantes levantando la barbilla de manera solemne.

- Yo me iré adelantando a hablar con los vigilantes de la mina, os espero allí. - dice Ludwig despidiéndose con un gesto con la mano, y echando a andar apoyándose en su báculo.

Johan no pudo evitar una mueca de desprecio cuando vio que aquellos hombres lo único que les preocupaba era el dinero. Miró al sujeto e intercedió por su compañero.

- ¿Acaso no os da verguenza? ¿Qué pensarán las superioras de la orden cuando se enteren que gente a la que tienen contratada no tienen sentido de responsabilidad? Me encargaré que llegue a oídos de la madre superiora el trato que estamos recibiendo, puesto que soy nativo de la capital. No os preocupéis. No querréis ayudar, pero tampoco os permitiré seguir siendo cómplices en las injusticias que ocurren a diario. Porque no hacéis nada para ayudar a los desdichados contra las fuerzas del mal, y por eso mismo sois cómplices. No será muy dificil identificaros. Aprovechad vuestra bolsa ahora que podéis, quien sabe cuando ese trozo de cuero volverá a llenarse. El vacío en vuestros corazones no lo llenará ninguna bolsa de oro.

Esperaba que los hombres rectificaran. Les habían hablado de "cosas importantes para Middenland", de "urgencia", y esos hombres no habían tenido la decencia de comunicarselo a su superior. Lo haría el mismo sino. Y se encargaría de informar al templo de la capital de la región.

Miró al escudero. Esperaba que estuviera de acuerdo.

Aún se están riendo cuando Johan comienza a hablar. Los guardias lo miran soltar toda la retaila, sin dejar de sonreír aún.

-Espero que hayas terminado - Le dice a Johan el único que ha hablado - porque para ser un chiste ¡ha sido bastante largo! -Todos rompen a reír a carcajadas de nuevo. Algunos habían hecho ademán de desenfundar su arma pero otros los han detenido negando con la cabeza.- Suerte con lo de encontrar a nuestros superiores amigo, como ha dicho aquí tu compañero Hareld, somos lo que somos y solo obedecemos al dinero. Las hermanitas de la caridad, será mejor que no digamos qué haríamos con las hermanitas. -Termina mirando a sus compañeros que continúan riendo el espectáculo. - Ahora ¡perdeos de nuestra vista!