Partida Rol por web

Mientras tanto, Anette se había quedado cerca de Caperucita y Alice. Las dos estaban todavía asustadas y confundidas con todo lo que estaba pasando, pero la cerillera las miraba con gesto tranquilizador.

—Ya veréis —dijo—. Zaina hace cosas increíbles, seguro que ella y sus amigos nos llevan a casa muy pronto...

Parecía menos convencida de que todo iría bien de lo que intentaba aparentar, pero sabía que no sería buena idea que las otras dos chicas echasen a correr otra vez.

Zaina sonrió a Anette, contenta de que la niña confiase tanto en ella, y decidió explicar de una vez por todas su plan. La niña enseñó al resto una carta que mostraba una mujer, con expresión serena y ojos sabios que estaba sentada entre dos columnas con un libro en el regazo. Una de las columnas era blanca y la otra negra.

–Ella es la Sacerdotisa– explicó– Mirza me dijo que es poderosísima y muy sabia. También me dijo que la columna blanca representa el mundo ma-te-rial. Los animales, las plantas, la tierra, las cosas...nosotros. Y la negra lo in-ma-te-rial. Lo que no se puede tocar pero existe: fantasmas, almas...y también el tiempo y el espacio. Ella lo conoce todo, y puede controlarlo porque en ese libro aprendió como hacerlo. Mi plan es invocarla, llamarla y que encuentre y traiga a Ander y John con nosotros. Puedo hacerlo, pero encerrar a la Reina Hada me costó mucho, y esto es más difícil así que necesitaré vuestra ayuda.

»Solo tenemos que ponernos en círculo y cogidos de las manos, menos a mí, que me agarraréis del hombro o del brazo porque necesitaré sujetar la carta. Lo importante es que haya contacto. Así actuaré de...Mirza lo llamaba de canal, que es como una vía pero para la energía... La verdad que podían haberlo llamado cable. Vuestra voluntad y la mía juntas hará que pueda sacarla del naipe y que nos ayude a traerlos. Ella quiere el equilibrio, así que nos ayudará. Abrirá una puerta y Ander y John podrán pasar. O nosotros...pero si esta es la casa, la salida está cerca. Y además están los baúles, como en el que encerraron a Kolda. Ahora que lo pienso, es raro que hubiese un baúl por cada uno de nosotros ¿no Kolda? 

Zaina agito sus rizos. Estaba yéndose por las ramas.

El caso es que no sé cuanto tardaré. Encerrar al hada no duró mucho tiempo ¿Verdad Anette? Pero esto es algo diferente. Solo necesito que nos concentremos en ello. Alice, Caperucita, confiad en mí, por fa. Saldrá bien.

Todos se habían quedado de una pieza al escuchar lo que Zaina pretendía hacer, pero Kolda asintió. Ya había visto de lo que la chica era capaz, y la prioridad era que pudieran reunirse antes de buscar una salida de aquella situación. Así que estaba decidida a confiar en ella para intentar cualquier idea, por descabellada que pareciese.

Siobhan fue la primera en reaccionar y colocarse junto a Zaina. Miró al resto, con expresión convencida.

—¡Vamos! —dijo—. Sé que parece raro, pero podemos hacerlo. Sólo tenemos que concentrarnos en traer de vuelta a John y Ander, y dejar que Zai haga el resto...

-Por supuesto que estoy contigo -Me situé del otro lado de Zaina, poniendo mi mano en su hombro y estirando la otra para que alguno de los demás la cogiese. Ese plan era lo más mágico que había escuchado en mi vida, y estaba emocionada y un poco asustada de formar parte de algo así.

Pero no tenía miedo, eso no. Confiaba en Zaina, sabía que su amiga era genial.

A Robert le costaba mucho creer que Zaina fuese realmente capaz de algo como lo que pretendía. Pero la verdad era que si le salía bien, podían dar un paso de gigante hacia su objetivo, que no era otro que reunirse de una vez y salir de aquella situación terrible. Se acercó dubitativo y puso una mano en el brazo de la niña.

—Supongo que no perdemos nada por intentarlo...

Asiente, sorprendida, al poder que puede tener Zaina con las cartas. La verdad es que todos tienen como poderes especiales que les ayudan en esa pesadilla, pero ella no tiene realmente ninguno. Bueno, salvo aquel momento en el que se imaginó que se salvaba de caer al vacío.

Se coloca como ha dicho Zaina y se concentra en hacer funcionar lo que se proponen.

–Kolda...Melhi... –Zaina tragó saliva. No estaba muy segura de lo que iba a ocurrir, si es que ocurría algo, y odiaba pedir aquello a las dos pequeñas hadas. No quería que sufrieran ningún daño–  Si se acerca algo... intentad despistarlo. Pero no os arriesguéis mucho. Nosotros, aunque esté aquí intentaremos aguantar. Recordad, mientras nos toquemos, da igual que sean las manos los hombros o la cabeza, pero tenemos que estar unidos.

La niña esperó a que todos, personajes de cuento y niños de verdad se pusiesen en su sitio y, cuando lo hicieron tomó aire. Miro a Anette que parecía confiar en ella por encima de todo, a Kate y a Robert, recelosos, pero aún así, dispuestos a participar. A Caperucita y a Alicia, que parecían confundidas. Y notaba las manos de sus dos amigas sobre ella, el calor de sus manos y se sintió más fuerte. Con menos miedo.

–Vamos allá– Zaina sacó la carta y la extendió con las dos manos hacia el centro. Por un segundo, y de forma instintiva se tocó los ojos, pero no tardó en volver a ponerla en el centro para comenzar el ritual. Esperaba que no fuese tan duro como la otra vez –¡¡Sacerdotisa!! ¡Necesitamos tu ayuda! Por favor, sal y ayúdanos a restaurar el equilibrio...  Eres sabia, eres justa y fuerte. Conoces todo, por favor, trae con nosotros a Ander y John. Están en nuestro mismo plano, no romperías ninguna norma, como hacen ellos. Así podremos restablecer todos los mundos.

La voz de la niña empezó fuerte, pero poco a poco, y según iba comprendiendo la magnitud de lo que se avecinaba, se fue convirtiendo en una petición. En un ruego. La Sacerdotisa era poderosa y buena y no les haría daño. Pero como ser poderoso debía mostrarla respeto.

Por favor

Haz que funcione. Haz que funcione. Haz que funcione. Haz que funcione. Haz que funcione.

En cuanto todos se colocaron en posición, Zaina empezó su ritual. No sabía muy bien lo que estaba haciendo, pero tenía fe en Mirza y además... las cartas ya habían funcionado antes, ¿no? Se concentró y, con la ayuda de sus amigos, pronunció aquella petición y esperó.

Aunque no tuvo que esperar mucho, porque a los pocos segundos de haber terminado con aquél "por favor", se desmayó.

El cuerpo inerte de Zaina cayó como un saco de patatas, mientras Jess y Siobhan lo sujetaban alarmadas. Lo depositaron en la hierba y se fijaron en que parecía como dormida, sin ningún signo de dolor ni molestia. Quizá eso era lo que tenía que pasar, pero era bastante preocupante... y más cuando comprobaron que a la gitanilla le salía un hilillo de sangre por la nariz.

Kolda ahogó un grito al ver que Zaina caía y se acercó volando inmediatamente.

—¡Zaina! —exclamó—. Oh, no... No puede ser. ¿Se suponía que tenía que pasar esto?

No hacía la pregunta a nadie en concreto, pero estaba tan nerviosa que no podía quedarse callada sin más.

Para Zaina, todo fue un poco confuso. Recordaba que acababa de terminar el conjuro a la Sacerdotisa, cuando de repente todo a su alrededor se oscureció y sus amigos desaparecieron. Ahora estaba sola, de pie en mitad de una negrura interminable.

Notó algo caliente sobre el labio superior, y comprobó que era un hilillo de sangre que le salía de la nariz. ¿Qué significaba aquello? Quizá utilizar poderes tan fuertes era demasiado para su mente o su cuerpo...

Entonces sintió que no estaba sola en aquél lugar. Había una presencia invisible, que no era amenazadora, pero sí imponente.

Más sangre...¿Dónde estoy? ¡Tenían que venir ellos, no irme yo!

Zaina estaba sola y asustada. Esta vez no tenía a ningún amigo, hada o personaje de cuento que le acompañase, y eso le hacía sentir un miedo inmenso. La extraña presencia, aunque no era incómoda, no terminaba de aliviarla, ya que no era capaz de verla en la oscuridad. Aquella angustiosa negrura era peor que tener los ojos cerrados, al menos cuando estaba con los ojos cerrados, si apretaba muy fuerte, veía lucecitas. Cuando era muy pequeñita, le habían dicho que aquellas lucecitas eran seres invisibles a los ojos y que solo dejando de ver podían verse de verdad. Fuese como fuese, unas lucecitas aleatorias eran mejor que el negro absoluto. Intentando simplemente alejarse de la oscuridad, Zaina apretó los ojos con fuerza hasta que las pequeñas estrellitas comenzaron a danzar. Cuando lo hicieron, y sabiendo que siempre que quisiera estarían allí, se atrevió por fin a hablar.

–¿Hola? ¿Eres tú?

Zai no sabía a quien se refería cuando hablaba de "tú", pero era mejor que preguntar "¿Quién eres?" Así daría la impresión de que podía saber algo. Un poquito. 

-¡¡¡NO OS SOLTÉIS!!! -grité, a pesar del miedo por Zaina. El instinto de protección hizo a todos dar un paso cuando ella se cayó, pero no debíamos hacerlo.

-Ya habéis oído a Zaina, no rompáis el círculo. Quizás ella sigue luchando en algún lado, yo la estoy tocando todavía. Necesita nuestra fuerza, ¡¡no os soltéis y sigamos así de juntos!!

Me daba un miedo horrible ver a Zaina tirada en el suelo. Yo, arrodillada junto a ella seguía con mi mano en su mano, y subí un poco ambas hasta su corazón.

-¡Vamos, Zai! -le dije-. Lucha, valiente... ¡Tienes toda nuestra fuerza!

Las luces danzarinas se movieron delante de los ojos de Zaina, que apretaba tanto los párpados que casi le dolían. Durante un momento, no escuchó nada. Pero después una leve brisa agitó sus rizos y movió los pliegues de su falda. Escuchó una voz alta y orgullosa, pero que parecía venir de más allá del infinito.

Sólo dijo una palabra.

—Sígueme.

Y entonces, la brisa cambió y pareció soplar desde algún lugar a la espalda de Zaina, como si empujase a la gitanilla a caminar hacia delante.

Anette se llevó las manos a la boca cuando Zaina se derrumbó, asustada. Pero enseguida hizo caso a Jess y volvió a tocar a la niña. No sabía si serviría de algo, pero tenían que intentarlo.

—La última vez no pasó esto... —murmuró, recordando el momento en que Zaina había encerrado a la Reina Hada en su carta—. Hay que tener cuidado con el Hada roja, está en el bolsillo de Zaina...

Pasaron unos instantes, en los que Zaina no se movió ni dijo nada. Estaba como dormida, y lo único preocupante era la sangre que le salía por la nariz. Pero no podían hacer mucho al respecto, salvo esperar...

En ese momento, todos notaron algo cerca. Había algo que se movía entre los arbustos, hacia la izquierda. Y no estaba lejos...

En silencio, Zaina obedeció. Aquella voz no daba lugar a replicas.

Caminar a oscuras era una cosa, pero caminar en la más absoluta negrura era otra. Allí no había un mínimo reflejo, no había ni una estrella, ni una luciérnaga ni un hada. Pero no todo tenía porque ser malo. Aquella ausencia total de visión también impedía que el chubasquero de tío Jacob fuese un extraño. La niña trató empezó a caminar, con una mano extendida hacia delante, ligeramente hacia la derecha y otra más cercana a su cuerpo, hacia el otro lado. Procuraba también arrastrar un poco los pies, para evitar tropezarse con algo que estuviese en el suelo, o notar algún agujero antes de seguir.

Aquello le hacía andar despacio, pero se sentía más segura.

Había dado unos pocos pasos, guiada por aquella brisa que movía su pelo, cuando el soplo de viento cambió. De pronto, parecía dirigirla hacia la izquierda. Lo siguió por instinto, girando los pies para cambiar su rumbo, pero sin poder ver nada aún. La presencia seguía allí, y Zaina la notaba por encima y delante de ella, como una pájaro que volase despacio sin perderla de vista. No podía verla, pero sabía que estaba allí, aunque no tuviera una forma física.

En cierto momento, se llevó una mano a la chaqueta para comprobar si llevaba consigo todo lo que tenía en el bosque. Se sorprendió al comprobar que no conservaba siquiera la chaqueta. Tampoco estaban las cartas, ni la escopeta, ni nada de lo que llevaba antes. Sólo tenía su vestido verde y sus pendientes, aunque en aquél abismo negro no hacía frío ni calor, y por eso no había notado antes la ausencia de la prenda de abrigo.

De pronto, la presencia se detuvo y el viento también amainó. Todo quedó en silencio por un momento... hasta que Zaina oyó una voz que sonaba a lo lejos, a su derecha.

—¿Hola...? ¿Hay alguien ahí?