Partida Rol por web

Mayo 12 de 1995, Refugio de Jeremías, Boston, 1:00 am

"Estimado Jem:

Me temo que nuestra correspondencia ya no es segura, y mis sospechas de que alguien ha estado espiándola cada vez están más lejos de estar infundadas, creo que esta será la última carta que pueda enviarte por este medio, hasta que descubra quien está husmeando en este asunto, y porque... ya que parece que la razón está lejos de ser mera curiosidad. No quisiera revelar más datos por aquí, pero independientemente de si un ojo ajeno a los nuestros, se enterara de estas líneas, no hacerlo ahora, podría ser demasiado tarde. He estado al tanto de quien me mencionaste en tu última carta, y su origen, el cual no he podido aclarar. Al parecer este sujeto, además de escurridizo, parece estar bajo la guía de alguien con otras intenciones, lo cual me lleva de nuevo a la misma persona, pero eso es un asunto que aún no trataré. Te puedo decir que todo indica que asistirá a una recepción en el museo de Arte de Filadelfia, el 12 de Mayo, que casualmente estará a cargo de una importante vástago local, Amanda Kingsley, me encargaré de echarle un ojo personalmente, me temo que tendrás que moverte rápido también, de cualquier forma, creo que no tardaremos en encontrarnos nuevamente.

Tuya:

Mika"
 

Las palabras de la carta resonaban en tu cabeza con una claridad que tan solo terminaba por enredar su significado confuso. El sobre decía que venían de Filadelfia, y el contenido lo ratificaba, pero el viejo, el viejo había desaparecido sin dejar rastro, tan solo un difuso desorden y la impresión de que algo no andaba bien... quien fuese "Mika", estaba ayudando a tu sire en algo, y al mismo tiempo, advirtiéndole de alguien. Filadelfia estaba a menos de 6 horas de allí... y al día siguiente se celebraría aquella recepción que  tenía algún significado para el desaparecido Jeremías.

- Mika…- Murmuró el vampiro entre tienieblas.

 Casi al mismo tiempo aceleraba un poco más su motocicleta, que se deslizaba firmemente sobre la carretera. Filadelfia no podía estar ya muy lejos.

Todo había sucedido demasiado rápido. Por un momento había creido encontrar un lugar de pertenencia y un gran mentor en Jeremias, pero todo se esfumó al cruzar el umbral de su ya abandonado refugio.

Nadie en casa, solo caos y sobres, innumerables sobres vacíos, todos excepto uno.

Por fortuna o por intención de alguien una carta sobrevivió, y esa carta lo llevó a estar en ese momento cruzando toda Pensilvania en busca de respuestas.

Jeremías, una tal “Mika “, otro vástago de apellido Kingsley, y un gran agujero negro entre todos ellos y él mismo.

Todo era terriblemente confuso, más aún para alguien que  dedicó todos los escasos años de su no-vida a servir como guardaespaldas de su sire, nunca teniendo que tomar grandes decisiones  o cualquier cosa por el estilo.

Ahora se encontraba cerca ( o al menos eso pensaba él) de desentrañar el asunto, para bien o desgracia de su existencia.

Aunque algo más inmediato lo perturbó mientras conducía: No había probado ni una gota sangre  desde su apresurada salida de su ciudad hacía varias horas. Las preocupaciones le habían mantenido absorto del ansía, pero ahora que se sentía más despejado el hambre le llamaba con más fuerza.

-           -Necesito un trago, o quizá dos.- Dijo como volviendo de una pesadilla, y apuró a fondo  su maquina que rugió como un tigre y se perdió en la oscuridad de la noche.

Mayo 12 de 1995, Ruta 95, a 10 minutos de New Haven, 1:57 am

El camino ha pasado rápido ante tus ojos y la noche está bastante iluminada, tu motor ruge en medio de la autopista, mientras el vaivén de las luces, los automotores, buses y uno que otro insulto ocasional, se deslizaba por tus oídos, mientras un torbellino de sensaciones parecía estar sobre ti, como una tormenta a punto de estallar, muchos interrogantes, y aquella oscuridad que provenía de un mundo demasiado grande y complicado para entenderlo, un mundo que aún no te alcanzabas a imaginar.

Un aviso se iluminó de repente, en medio de la Autopista y por asares del destino:

New Haven 10

New York 97

Filadelfia 175

Había un pueblo a 10 minutos de donde estabas, nunca habías pasado de noche, así que el lugar no te era conocido, y en menos de hora y media, seguro estarías rodeando New York y Filadelfia estaría a nada, el camino es largo, intermitente, y tu paciencia no tan extensa, incluso si llegaras antes del amanecer a la ciudad del Amor Fraternal, el mote cariñoso que le daban los mortales, pasaría un día antes de esa... recepción.

Al ver el cartel que anunciaba  New Haven a pocos minutos, se decidió a hacer una breve visita para recargar combustible, tanto el de su motocicleta como de su frío cuerpo.

No quería demorar demasiado su travesía, buscaría donde cargar gasolina y algún imbecíl de quién alimentarse, tratando de evitar cualquier otra distracción.

Mayo 12 de 1995, New Haven, 2:06 am

El enorme aviso se encendió. "Bienvenidos a New Haven", mientras varios avisos indicaban por donde seguir en la ciudad, uno te llamó la atención, seguir derecho te llevaría a la Universidad de Yale. No muy lejos de las sombras que anunciaban tu llegada a la primera parada, en medio de la madrugada, una gasolinera, limpia y brillante, como si diera una buena impresión, una brisa sopló de repente, dándote en el rostro, haciendo que el virtual calor, ese que eras incapaz de sentir y sufrir, pero que percibías a través de tus sentidos. El silencio era interrumpido por ecos lejanos que apenas si lograbas desentrañar.

Una de las lámparas titileaba, y el motor que gruñía anunció que habías llegado, un sujeto con un overol rojo, de algunos kilos, dormitaba de pie, apoyado en uno de los surtidores más cercanos, mientras respiraba con fuerza, en un nivel anterior a lo que sería considerado un ronquido. Ni siquiera tu bulliciosa llegada, logra sacarlo de su sopor, parece estar pasando la noche, cómodamente. A lo lejos, se oyen un par de vehículos pasar.

William detiene la motocicleta y baja rápidamente. El hambre ya esta inquietandolo.

Pero parece que hoy es su noche de suerte.

Ve al sujeto de la gasolinera indefenso, como dormido por la misma fortuna que lo trajo hasta ese maldito pueblo

Bebida y gasolina gratis. Pero si algo a aprendido de su trabajo de guardaespaldas es a ser precabido ante cualquier situación.

Mira a su alrededor en busca de posibles testigos...

... Pero antes de atinar a tomar cualquier precaución, siente como el hambre le muerde de nuevo, esta vez con mayor fuerza.

En una ocasión su sire le había advertido de ese estado de descontrol y sobre la necesidad de frenarlo cuando se presentara, pero lo cierto era que nunca llegó a imaginarse que fuera una agonía tan grande.

Intentó dominar sus deseos, pero todo fue en vano, antes de perder control sobre sí mismo maldijo a Jeremías por llevarlo hasta ese punto. Luego, su mundo se sumió en un abismo insondable, rojo sangre y negro penumbra.

Su Bestia se abalanzó sobre el indefenso hombre, terrible como un relámpago le tomó del cuello. Sus colmillos se hundieron  con una violencia inhumana que hizo brotar la preciosa sangre hasta su boca.

Bajo su mano, el aliento del hombre intentaba formar un grito en medio del estupor. Con pánico en sus ojos miraba a su atacante.

¿Era aquello un hombre o una bestia? Apenas eso llegó a preguntarse, porque la sangre lo abandonó demasiado rápido y así también su conciencia...

Todo fue opacado por el sabor ferroso y cálido, el éxtasis de aquella esencia, exitante y adictiva, tan solo en el lejano atisbo de racionalidad que la bestia parecía darte intencionalmente, aquello era simplemente delicioso, era un placer más allá de lo imaginable que combinaba la maldición de una fuerte adicción con la excitación cargada de tantas reminiscencias tan lejanas de una vida mortal sin sentir eso, la sangre, resbalando por tu boca, llenando tu garganta, con tal velocidad, salpicando tu rostro, tu ropa, pero solo importaba el poder al fin disfrutar de tan preciosa fuente de vida... y muerte, y un sabor, quizás algo insípido, pero sabroso, alimento rápido...

De tu trance despiertas, mientras en tus brazos tienes el cuerpo sin vida de aquel operario, sus ojos abiertos atisban a la nada y por primera vez puedes detallar su rostro, no tendría más de 30 años, barba mal afeitada y rostro sucio, sus ojos eran de un color marrón en vida, al igual que su cabello, y su contextura, no demasiado pesada. ahora era un títere blanquecino y demasiado frio, la vida se había escapado y ahora llenaba tu interior, mientras la sensación de satisfacción y culpa se enfrentaban ante el agitar de una bestia, que parecía complacida con tu actuar, y vitoreaba victoriosa, mientras te permitía retomar el control de tus actos, y reaparecer en esa escena, de muerte, la sangre escurriendo aún de tu rostro, y manchando parte de tu ropa.

Y a tu mente llegó un recuerdo muy reciente...

Bienvenido a New Haven

De poco la claridad regresó a William. Se creyó afortunado por un instante, ya que imaginó haber muerto definitivamente cuando las luces se apagaron. Y no estaba del todo equivocado.

Pero entonces, se miró a si mismo, cubierto de sangre. Luego bajó su vista al suelo como resignado, como presintiendo lo sucedido.

Allí estaba el hombre, más muerto que él ahora, con una expresión de terror aún patente en sus ojos.

Ahora recordaba: El hambre que lo devoraba hace poco había desaparecido.

Permaneció inmóvil unos instantes contemplado la macabra escena, luego se inclinó sobre el cadaver.

-Lo siento, hermano- Dijo en un tono desolado como si le faltara el aliento. Luego cerró con sus dedos los ojos de su víctima. - Eras tú o yo. Intentaré que haya valido la pena. Encontraré al Viejo.

Se persignó torpemente y lleno de verguenza, había perdido una batalla, no fueron suficientes sus esfuerzos.

- Ahora sí que ha llegado la noche- Murmuró al levantarse, sabiendo que tenía poco tiempo para reponerse de lo ocurrido.

En el bolsillo frontal del overol rojo, entre las sombras que arrojaba la noche y las lámparas de la estación estaba el nombre del, hasta hace unos pocos minutos, vivo operario, "Johann", su cuello, tenía una herida rodeada de sangre, con la marca inconfundible de tus dos colmillos, aún visibles en tu boca. Sus ojos parecían mirarte implorando una piedad que desoiste, una piedad de la que tu bestia se mofaba y parecía disfrutar, tu naturaleza más interna, más macabra te susurraba que eso eras ahora, un monstruo, hambriento y desalmado, o pronto lo serías, quizás nadie te lo haya dicho, ni siquiera el viejo... pero tu simplemente lo sabías.

Y en el orden invertido con que finalmente habías hecho las cosas, un rápido vistazo de tu alrededor, cerca a los dispensadores, no había nadie, y era una buena noticia, y hubiese sido un golpe completo de suerte, de no percatarte que allí, ajena y vigilante, una cámara de seguridadunos cuantos metros atrás filmando el sitio, ignoras si habría alcanzado a ver los detalles más mínimos, pero con tu error, tu impaciencia, tu sangre hirviente y tu maldición, el infortunio de ser el asesino de "Johann" solo se podía sumar...

...tenías que pensar rápido, en ese instante, no eras William Danton, en busca de Jeremías, era un homicida, por necesidad o maldición, pero tenías a tu última víctima en tus manos y un frio y objetivo testigo.

-Menuda mierda -  Dijo irritado al reconocer el ojo de la cámara vigilante.

Todo parecía una pesadilla dentro de otra, pero cada despertar sólo traía nuevos terrores.

Estaba perdido si no cegaba ese ojo y eliminaba la grabación, siempre y cuando la misma se encontrara dentro del dispositivo. Si la cámara estaba conectada a una sala de monitoreo sería una gran complicación seguramente.

Y no tenía mucho tiempo. Había que actuar de inmediato.

De un bolsillo extrajo su Glock 17 y el silenciador, no quería tentar más a la suerte haciendo un escádalo. Silenció su pistola y se dispuso a deshacerse del testigo

Se situó a unos 20 metros de su objetivo, apuntó cuidadosamente y disparó contra la cámara.

Hubiese querido huir en ese mismo instante, pero sabía que cosas no eran tan sencillas, y ahora no sería seguramente la excepción.

Parecía ser que las cosas esa noche se empecinaban en salir torcidas. Ninguna bala dió en la cámara, apenas una pareció rozarla tímidamente, quizá desviada por el nefasto clima del momento.

- ¡Hija de perra!- Exclamó desesperado. Los nervios le tracionaron, a pesar de ser un tirador diestro la cámara seguía allí intacta.

- Tengo que largarme para siempre de este lugar maldito.- Se dijo a sí mismo - A menos que el diablo se empecine en evitar eso también...

Tu puntería erró simplemente, lejos de cualquier pulso, o de esa sensación un poco vertiginosa después de salir del Frenesí, tres disparos salieron susurrantes, dos se estrellaron contra el techo y un tercero rozó una de las capas de metal, estrellándose de nuevo contra el techo, que lucía ahora tres agujeros. Y ahora, la dicotomía, la vigilante cámara, imperturbable aún ante tu naturaleza y tu violencia, los ojos sin vida de aquel operario, que parecían torturarte lentamente, y recordarte tu naturaleza... el silencio absurdo y un leve escalofrio, que recordabas no haber sentido hacía bastante. Esta noche, no era tu noche y al parecer, tampoco había sido la noche del viejo...

Y para rematar en aquel carnaval de fracasos, desde donde estabas no podías saber que tipo de cámara era exactamente, y acercarte sin estar seguro de que pudiese estar enviando tus señales, y arriesgarte a ser buscado no era una opción. Y la ruta principal, tan cerca, que una nueva perspectiva rápidamente se adueñó de tu mente: En cualquier instante quizás algún auto podría entrar a la estación y hallar la escena, tenías que actuar y rápido.