Partida Rol por web

Aleph se arrepintió inmediatamente de haber lanzado a su amiga. Había confiado en Celeste sin pensar que su osadía podría llevarla a hacer alguna locura, movida por su sed de venganza. Lanzarse a luchar contra tantos enemigos simultáneamente era un suicidio, pero la peliazul estaba demasiado obcecada para darse cuenta

¿O tenía algún plan secundario?

Daba igual. Apretando los dientes, Aleph se apresuró a seguir a Damien, intentando subir cuanto antes para ayudar a su amiga

-Y supongo que sabes lo que dicen de los alumnos aventajados. Que acaban superando al maestro.

Celeste se puso en pie, estaba rodeada de cultistas. Era indiferente. Si no eran capaces de conjurar hechizos destructivos, o crear armas capaces de dañar lo que no está en este mundo, no le daban miedo. En caso contrario, tendría que empezar a preocuparse.

El ariete desapareció, así como la capa y la guadaña. Ahora solo quedaba Celeste vestida de blanco, un contrapunto muy interesante.

La energía mágica no cesó de arremolinarse en torno a la peliazul, y justo a su lado, la presencia de Lucian hacía que aún más energía girara alrededor de los dos. No en vano, su maestro era también un poderoso hechicero. Estaba rodeada, y hasta dentro de unos segundos no tendría ayuda por parte de sus compañeros...

Eso podría ser incluso mejor.

-Si quieres superarme vas a tener que hacerlo mejor que eso -dijo Lucian-. Mi maestro me forzó a ese nivel hace décadas.

Celeste percibió un cambio Lucian. Las mismas fuerzas del vacío que utilizaba ella habían pasado a proteger al hechicero. Mientras sonreía, Lucian pronunció las palabras que daban forma a un conjuro. Levantando las manos y dirigiendo las palmas en su dirección, un chorro de energía brotó destruyendo hasta los mismos átomos que componían el aire a su paso.

Mientras Aleph entraba en el edificio, Damien subía raudo las escaleras de madera...

En el aire, el dragón hundió sus dientes en la masa de viento que era el elemental.

-Entonces tendré que demostrarte lo que puedo hacer. ¿Tengo que tomarme esto como un examen?

En ese momento, sobre ellos, el dragón mordió al elemental, causando un estruendo similar a un trueno desgajando el cielo. Celeste se desequilibró, sorprendida. No esperaba tal descarga acústica a su espalda. Y se desequilibró en el peor momento. 

El rayo de energía que Lucian había convocado se precipitaba hacia ella, devorando la existencia a su paso. Era tarde para poner el escudo, sólo podría desear que no le alcanzara...

No

No era tarde del todo. La mano blanca que había protegido a la peliazul con anterioridad volvió a salir, interceptando casi la totalidad del conjuro. Las fibras mágicas de su escudo saltaron por los aires, y parte del hilo destructor acarició la ropa de Celeste, desgajando una manga de su vestido. Ella estaba intacta, pero había comprobado el poder de su rival. Le había subestimado.

La lección estaba aprendida, no volver a despistarse. Un error sería fatal.

Corre

Sus piernas parecían lentas y pesadas. Su cuerpo, torpe y tullido. Aleph era una mole moviéndose a gran velocidad, pero a pesar de estar poniendo todo su empeño en llegar cuanto antes, no le parecía suficiente. Cada segundo contaba para Celeste

Junette admiró boquiabierta al dragón. A pesar de la situación de peligro, su mente curiosa no podía evitar centrarse en la enésima aparición de los últimos días. Ante la pregunta de Damien, sus neuronas vibraron intentando encontrar alguna respuesta. Pero antes de que la pudiera proporcionar, vio como su primo salía corriendo. ¿Puedes pensar y correr a la vez? Fuera como fuera la respuesta a esa pregunta, salió corriendo detrás de Damien simplemente por no perderlo de vista.

Su mente voló por unos instantes hacia la posibilidad de perder el combate. La posibilidad de no ser lo suficientemente fuerte como para vencer a su maestro. Pensaba que sí lo era, pero por ahora no se había llevado más que disgustos.

Y precisamente ese pensamiento, fue otra distracción más en la batalla. Lucian comenzó a moverse mucho más rápido que ella, encadenando palabras arcanas, y consiguiendo crear hechizos poderosos, cuando ella sólo se limitaba a defenderse. 

Mal... lo estaba haciendo muy mal.

Todo lo que Junette podía recordar sobre los dragones orientales era que, a diferencia de los occidentales, eran criaturas fluidas y alargadas, sin alas, con bigotes largos y rostro ligeramente canino. Tal y como se mostraba la criatura que flotaba mientras peleaba contra el elemental de aire.

-Mal -dijo Lucian disparando un proyectil de magia que Celeste pudo esquivar en el último momento-. Mal, muy mal. Un hechicero no debe depender de sus piernas para defenderse, sino de su magia.

Otra de aquellas chispas alejó a Celeste un poco más del líder cultista.

-Me pregunto si no fue un espejismo lo que vi en ti. Has llegado hasta aquí ¿para qué, morir?

Damien llegó a la azotea y se encontró al otro lado de una barrera de cultistas. Celeste y su maestro peleaban lejos, y el dragón y el elemental tenían una lucha a muerte sobre sus cabezas. El dragón volvió a morder y el Cuarto Guardián se replegó sobre sí mismo, cada vez con menos fuerza.

-Un hechicero es mucho más de su magia. Y nadie mejor que tú para demostrár, lo que acabo de decir. ¿O acaso es magia lo que me enseñaste?

Celeste tenía pensado completar la estrategia que había comenzado cuando Aleph le había lanzado. Su idea original era otra, pero el tiempo de vuelo no sería suficiente para la complejidad de la operación. La idea estaba ahora muy clara en su mente, serían dos movimientos claros, seguidos de un tirón, y el nuevo conjuro. No sería realmente complicado, pero tenía que entrar. El escudo de Lucian le protegería de un ataque directo. No era solo un duelo de magia, sino de habilidades. Su especialización le obligaba a forzar al máximo las leyes de la realidad, no atacando diréctamente sino realizando tretas para alcanzar a sus enemigos.

Además, normalmente era Aleph el que luchaba, y ella la que le apoyaba con sus conjuros. El enfrentamiento directo no era su especialidad, pero esa vez lo merecía, era Lucian, su enemigo predilecto. Tenía que vencerle, tenía que callarle su puta boca. Sus brabuconerías iban a hacer que le cortara la lengua. Literalmente.

Celeste, aún sorprendida por la velocidad de Lucian, acabó sus ensalmos mágicos con las manos en el suelo. Sus dedos se crisparon y el suelo se iluminó, emitiendo un brillo cegador, un brillo que tomaba forma sólida por segundos. Eslabones de luz crecían desde Celeste brotando de sus dedos, forjando una cadena de la nada. Celeste recogió la cadena con la mano derecha, y la repasó con su mano izquierda mientras sentía la textura del metal templado, al paso de su mano, en brillo carmesí se imprimaba en el acero y un par de alas purpúreas brotaban a intervalos regulares entre los eslabones.

-Y además, de la fusión de la magia con la realidad se obtiene el verdadero poder. El poder de los dioses, el poder de la creación.

Celeste gritó, dejando sus pulmones en el grito. Realmente estaba extrayendo más poder del que debía, de nuevo. Siempre tenía que dar lo mejor de sí. A una orden de Celeste, la cadena salió de sus manos dispuesta a anudarse en el cuerpo de Lucian, como si de una serpiente enrollada se tratase.

Lucian preparaba otro conjuro entre los dedos cuando Celeste lanzó su cadena. El hechicero intentó detenerla con el escudo mágico, pero no fue posible: la cadena se le enredó alrededor de los brazos y le dejó inmovilizado. Lucian comenzó a forcejear para soltarse de ella.

-¡Acabad con ella!

El dragón envolvió con su cuerpo al elemental y apretó. Un trueno surgió de la boca del cuarto Guardián, como un estertor moribundo.

Damién contempló la barrera de cultistas, realmente el peligroso era Lucian, los cultistas eran carne sin cerebro. Gente de pobre voluntad. Pero no por ello iba a dejarlos marchar. Eran culpables de demasiadas muertes. Y de poner a  mucha gente en riesgo.

A pesar de que Damien llegó de improviso, los enemigos estaban preparándose para acatar la orden de su líder y matar a Celeste. Por ello, el cultista al que Damien lanzó una estocada sólo recibió un daño nimio en un brazo en lugar de caer muerto y atravesado.

Aleph llegó hasta la azotea, por fin.

Celeste seguía convocando el zeón a su alrededor, y dio unos pasos para acercarse a Lucian. Su mirada era fría como el hielo, es más, podría asegurarse que la temperatura había bajado un par de grados a su alrededor, aunque esto puede que fuera debido al poder que liberaba su cuerpo.

Cuando vio entrar a Damien, chilló con todas sus fuerzas.

-¡El brazalete!¡Inutiliza a Lucian!

Aleph desenfundó su Ram Dao sin pensárselo dos veces, mientras a su alrededor el aire parecía hacerse más pesado y las piedrecillas temblaban de forma casi imperceptible debido a su energía acumulada. Casi saltó de las escaleras para ponerse frente a los cultistas, apareciendo en la azotea como algún imponente gigante de cuento de hadas, armado con un arma tan grande y amenazante que casi parecía diseñada para algún ser no humano. Con los cabellos revoloteando a su alrededor, se colocó entre los cuatro enemigos que aún seguían en pie y trazó un arco de trescientos sesenta grados con su Ram Dao, levantando aire y sangre en el proceso