Partida Rol por web

-Y aquí acaba el camino. En ese edificio abandonado. ¿Crees que puede seguir dentro?

Celeste bajó del carruaje, y, desde el suelo, miró a su hermanastro:

-Jules, ¿me acompañas al interior? No quiero ir sola, y Aleph no está.

Sí quería ir sola, pero realmente no se atrevía. Dentro podía estar el torturador... incluso pudiera ser que fuera su torturador. Le hubiera gustado entrar sola, y si se daba la suerte de que el sujeto estaba escondido, encontrarlo, sacarlo y someterlo al mismo sufrimiento.

Pero... no se atrevía. ¿Y si la descubría él? ¿Y si seguía sin poder hacerle frente? Los miedos acudieron a Celeste y Aleph no estaba allí para socorrerla, solo Jules.

-Podría estar dentro, es verdad -admitió Jules-. Dame un momento...

Ordenó al carruaje que se detuviera y levantó uno de los asientos. Debajo había una espada y herramientas varias de viaje, las que se podrían necesitar para reparar un eje roto, por ejemplo. Jules era un hombre precavido.

Después de armarse, acompañó a Celeste al edificio. La puerta estaba bloqueada, pero la arrancó del marco de un golpe seco. El interior olía a polvo y a humedad, como si nadie lo hubiese utilizado en años. Aquí y allá se oían los cuchicheos de las ratas. Casi todo se encontraba en penumbra, aunque Celeste podía ver cosas que Jules no y por ello se orientaba mucho mejor.

Había una escalera de madera que llevaba al piso donde terminaba el rastro.

-Jules... Antes de entrar... La peliazul miró a los ojos de su hermano ¿confías en mí?

Celeste pretendía entrar en la habitación con un conjuro en sus manos, como ya hizo en los jardines funerarios. A la más leve señal de actividad encantaría a Jules como lo hacía con Aleph, y el combate sería más llevadero.

Se llevó la mano a la gargantilla, si necesitaban luz, podría abrirlo para que Jules viera.

-¿Vas a...? Está bien -contestó su hermano, asintiendo.

Celeste cerró los ojos, y en aproximadamente un minuto, su pelo comenzó a ondear, mecido por un viento inexistente. La propia magia estaba alterando la realidad, modificando la percepción de la gravedad de su cuerpo. Celeste crepitaba de energía, y sus ojos estaban, ahora sí tintados de una determinación inquebrantable. Y su voz también acompañó, sonando segura y rotunda.

-Abre la puerta Jules. Y si está dentro, reza lo que sepas.

Al entrar en el piso superior descubrieron que el techo abuhardillado se había desplomado en algunas zonas, haciendo que la iluminación fuese mayor, aunque no mucho mejor. Un camastro, un armarito y pilas de madera y materiales varios era todo lo que había. No encontraron rastros de nadie, nada más que las matrices que indicaban que alguien había entrado por la ventana.

Celeste escuchó un ruido a su espalda.

Celeste se volvió rápidamente. No estaba dispuesta a que le cogieran por sorpresa, y menos en aquel momento. Sus cabellos, que aún se mantenían dispersos flotando a su lado se enroscaron a su cuello. ¿Qué es lo que había allí? ¿Jules no había visto nada?

La oscuridad había remitido, pero no lo suficiente para que Celeste no se sintiera intranquila. De nuevo oscuridad, y quizás... de nuevo ese hombre, no... esas dos cosas juntas no eran lo mejor para la mente de Celeste.

Tiene que ser él.. tiene que serlo, no puede haberme pillado desprevenida... 

otra vez.

Una rata correteaba camino a uno de los agujeros de la pared.

Antes de que perdiera el conjuro de sus manos, Celeste abrió el colgante que llevaba al cuello, para paliar su miedo a la oscuridad, y para ver si con luz intensa podía encontrar algo más en la habitación.

Tenía que estar allí, tenía que estar...

Celeste abrió el colgante y miró a su alrededor. Giró sobre sí misma, buscando, y en cuestión de un parpadeo allí estaba.

Lo siguiente que ocurrió fue que algo se cerró en torno a su muñeca. Notó de inmediato que sus energías místicas bajaban al mínimo, con el cansancio súbito que ello provocaba. Escuchó que Jules gritaba algo y vio, mientras caía al suelo de rodillas, cómo el hombre del traje negro le apuñalaba en el estómago sin tocarle. Su hermano cayó al suelo junto a ella con los ojos entrecerrados, lleno de dolor.

El hombre de negro se inclinó sobre ella. Tenía el semblante pálido y el cabello pelirrojo y muy fino. La miraba con una expresión cuasi bovina que le restaba gran parte de su humanidad... pero reconocía aquel rostro. Lo había visto por última vez durante su cautiverio. Un joven reducido a un cuerpo balbuceante que acabó pidiendo que lo matasen. Lo que ella habría sido de no haber logrado escapar.

Su compañero de celda.

-Espera -dijo-. No hagas nada.

Los caminos de su mente estaban cerrados, no podía acceder a ninguna energía sobrenatural. Tampoco consiguió establecer contacto con el lado más oscuro de sus habilidades. La muerte le había cerrado la puerta, quizá para acojerla con los brazos abiertos un poco más tarde.

Pero... entre el bloqueo hubo un recoveco. Un punto de acceso encontrado un segundo antes de ser cerrado que Celeste halló gracias a su velocidad mental. No dudó en usarlo, trasmitir un mensaje urgente... Aleph.

-Mi poder se agota, la conexión se cierra. Me han capturado. Cerca de Posada el rabo del cerd...

No hubo tiempo para más...

El viejo conocido se quedó mirándola con los ojos muy abiertos pero sin decir una palabra.

Mientras tanto, Jules se debatía en el suelo. Empezaba a gruñir mientras intentaba ponerse en pie. A esto, su captor dijo:

-No luches. Terminará enseguida.

-¡Hazlo! Cel... Celeste... -Jules arañó el suelo en un intento de gatear hacia el extraño, pero no lo logró-. ¡Utiliza tu magia!

Estoy... bloqueada.

Celeste estaba en el suelo, tumbada y sin moverse. Símplemente no sabía que hacer, su magia... su poder más preciado y el que le había sacado de tantos apuros estaba anulada. Ya no se sentía en comunión con el universo, estaba aislada, sola. La peliazul era como un pequeño niño marginado, escondido en una esquina de una habitación, aislado del resto pues no le permiten comunicarse.

No dijo más, sus ojos se quedaron mirando a su captor, no había nada que pudiera hacer... estaba a su merded, ni siquiera su oculta habilidad parecía acompañarle.

Solo sus manos... así que trató de darle una bofetada al pelirrojo.

Las yemas de los dedos rozaron el rostro de su captor. No debió de resultarle demasiado doloroso, pero sí sorprendente. Se llevó la mano a la mejilla y frunció el ceño.

-Hum.

Después de esto se alejó de ellos lo suficiente como para tenerlos a la vista sin poder ser víctima de la agresividad de Celeste.

Pasaron minutos, Celeste no supo cuantos, y la luz se volvió algo más mortecina. Un aura helada recorrió la habitación y unos pasos subieron por la escalera. Una voz dijo:

-Excelente, Vincent.

La gelidez que rodeaba al hombre recién llegado era tan asfixiante que a Celeste se le paralizó el diafragma por un momento. O quizá era el temor. La última vez que había estado en presencia de aquel hombre -Lucian, lo habían llamado- había sufrido tanto horror y dolor que no le quedaba duda alguna de que volvería a procurarle un poco... aunque fuese por los buenos tiempos.

El hombre de cabeza rasurada se acercó primero a Jules, que se debatía con un puñal alojado en el estómago. Lucian se inclinó sobre él y le arrancó el arma del cuerpo, provocándole un intenso gemido.

-¿No eres tú el sobrino de Mateo? Vaya vaya, qué interesante. Has caído tú solo en la red, no ha sido necesario empujarte. ¡Qué suerte tenemos!

Jules farfulló algo y trató de patearle, pero no tenía casi fuerzas. Lucian se rió y posó su mirada sobre Celeste.

-Y tú, querida mía... ¿Tanto me echabas de menos que has venido por tu propio pie? No ha sido necesario secuestrarte otra vez... Que sepas que estoy orgulloso de ti: invocar a uno de los guardianes y derrotar a dos... Vas a tener que contarme muchas cosas, Celeste.

¡Cabronazo!

Celeste se agitó en el suelo, pataleando y tratando de levantarse. No podía... era demasiada la fatiga mental que tenía, estaba derrotada.. y derrotada frente a él. Miedo y odio a partes iguales en su mente se debatían por salir.

¡Suéltame... suéltame y vas a ver de lo que soy capaz!¡Hijo de puta!

-No, no te me vas a escapar otra vez. Vincent, recógelos. Vamos a ir a casa.

Celeste vio que Lucian bajaba de nuevo por la escalera y que Vincent se daba prisa en hacerlos levitar. Jules fue dejando un reguero de gotas sangrientas por el suelo mientras que una fuerza invisible lo arrastraba a un metro en el aire. Celeste fue la siguiente.

Salieron a la calle. No era tan de noche como le había parecido en un primer momento, pero apenas había nadie. Un carruaje les esperaba. La puerta se abrió y un hombre moreno -el mismo que habían visto en la iglesia el día después de la invocación de Sandor- ayudó a meter a Jules y a Celeste dentro.

La hechicera, antes de que la puerta se cerrase, alcanzó a ver un niño que observaba la operación escondido entre la basura de la calle. El crío, asustado, dio media vuelta y se perdió en los callejones.

El hombre moreno les colocó ataduras en las manos y los pies y vendas en los ojos y el carruaje inició su camino.

Nadie dijo nada hasta que se detuvo, lo que pudo ocurrir minutos u horas después...

Celestes no había dicho nada hasta ahora... pero esperaba no ser una de las elejidas para las invocaciones. Al fin y al cabo, aunque sean 4 elementos, aún quedaban 2, luz y oscuridad... y ella cumplía requesitos para ambos. La peliazul había estado recluida en la oscuridad durante mucho tiempo, y dominaba la magia de la luz. Si trataban de meter a algún demonio en su interior... no sabría cómo reaccionar.

Pero... eso era una suposición extraña. Puede que símplemente quisiera retomar el control sobre Celeste. Terminar el trabajo. Al fin y al cabo, parecía que Vincent, su compañero de celda, estaba ahora con ellos. Quizá... y sólo quizá cambiar de bando no era una opción tan mala, trabajar infiltrada con los demás... eso le ahorraría dolor, sufrimiento, y quizá le acercara a un poder mayor...

No, Aleph no se lo permitiría...

¿Y si Aleph moría?

Celeste sacó de su cabeza ese pensamiento.