Partida Rol por web

Atacad siempre en un punto débil...

Damien apenas recordaba sus lecciones de esgrima, y desde luego éstas no consistían en luchar contra colosos hechos de la substancia de Gaia, pero el cansancio físico y emocional habían hecho presa en él. Los veía los colores apagados y las voces le llegaban de lejos. Aún así se recompuso, si caía caería dando guerra hasta el final.

El estoque volvió a penetrar en el engendro, en el mismo lugar que había golpeado la esfera de Aleph. Deseando, rezando, encontrar un punto débil.

El elemental volvió embestir contra Aleph, dándole con el revés de la mano dura como el granito. Era como si le golpease un muro de piedra.

Junette aprovechó que Fiona estaba pendiente de Celeste y se levantó corriendo. Aquello tenía pinta de que iba a acabar muy mal, así que fue directa hacia el cuerpo inerte de Tristán e intentó sacarlo de las paletadas de tierra que le habían caído encima. Con esfuerzo y optimismo, intentó tirar del brazo de éste para arrastrarlo hacia donde se encontraba Celeste. Desde allí, la puerta de salida se encontraba más cerca.

Aleph sentía como su propia energía interior, su chi, se debilitaba poco a poco. No podría aguantar mucho más tiempo en esas condiciones. El golpe que acababa de recibir le había hecho estrellarse contra un muro, y a pesar de que la armadura de Celeste le protegía, la potencia de ese ser dejaba claro que, una vez el suministro de magia se cortara, la pelea se convertiría en una verdadera batalla a muerte... En la que tenía muchas probabilidades de salir perdiendo. El guardián de la tierra era demasiado fuerte, demasiado poderoso... Y Aleph comenzaba a temer por sus compañeros

¡Damien! Gritó, girándose un momento hacia el chico ¡Saca a los demás de aquí! ¡Saca a Celeste!

Acto seguido, recogió su Ram Dao, que seguía clavado en la tierra, y se plantó frente al elemental, esgrimiendo el arma con toda su fuerza

-¡¡¡Aleph!!! Resiste cariño, tengo que cortar el flujo. ¡¡¡Lo necesito para intentar otra cosa!!! Tienes sólo unos segundos más de inmunidad. ¡¡¡Úsalos bien!!!

Celeste, alimentada de nuevo por el poder de Fiona, empezó a sentir como su cuerpo se llenaba de energía sobrenatural. Tenía una cosa en mente, sólo una cosa, se lo jugaría todo a una carta. Pero... ¿Qué otra cosa podrían hacer?

Celeste cerró los ojos mientras recibía el zeón de Fiona. Sentaba realmente bien. En ese momento sí que se sentía un absoluto vórtice de magia. Mientras acumulaba la energía mística en su cuerpo para lanzar un último golpe de gracia, Fiona dejaba en su interior pequeñas gotas de sustento sobrenatural. Pero faltaba algo... iba muy despacio...

-¡Fiona¡ ¡Gracias por esto! Pero trata de forzar lo máximo que puedas el canal,¡¡¡ necesito toda la energía que puedas otorgarme!!! Espero que salga bien.

Fiona soltó un grito mientras apretaba más su mano contra la de Celeste. Las uñas de la albina se crisparon sobre su dorso, haciéndole sangre.

Por otro lado, el Guardián dejó de atacar a Aleph. Se replegó sobre sí mismo y comenzó a cargarse de energía mientras a su alrededor el suelo temblaba como si se avecinase un terremoto...

Hermano de la tierra. Espíritu de las piedras y los terremotos... Vuelve al flujo de almas. Vuelve al lugar de donde procedes

Protegería a sus compañeros. Les daría el tiempo suficiente para escapar. Luego...

Luego pasaría lo que tuviera que pasar

Por las vidas que morirían si esa criatura se mantenía libre. Por sus amigos. Por Celeste

El golpe de Aleph fue como un trueno en una noche despejada. Partió por la mitad el otro hombro de la criatura, que se desgajó como una vasija de cerámica arrojada al suelo. El elemental rugió de dolor. Sus ojos de piedras preciosas refulgieron intermitentes. Por todas partes llovía grava y una densa nube de polvo lo cubría todo. Y el temblor continuaba.

-¡No podemos irnos! -gritó Jules poniéndose frente a Celeste-. Tenemos que acabar con esto, ¡ahora!.

¡Es muy peligroso! Respondió Aleph, cabezota, sin dejar de concentrarse en la criatura

Celeste abrió los ojos repentinamente, tensando todos los músculos de su cuerpo.

-¡Aleph! ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡APARTATE!!!!!!!!!

La energía en su cuerpo vibraba. Su voz no era suya, en ese momento pertenecía al flujo de almas. Estaba hablando con la voz de miles de criaturas, entes, seres ya muertos. Que prestaban su poder al que supiera como pedirlo. Celeste estaba cargada de energía...

Solo esperaba, que el titán no fuera más rápido que ella.

Confianza

Aleph se apartó sin dudar

Los gritos de unos y de otros resonaban sobre las vibraciones provocadas por el ser, que rugía. ¿Podía rugir la tierra? El dolor de cabeza de Damien alcanzó proporciones cósmicas, escuchó al gigantón decirle que pusiera a salvo a Celeste, a los demás...

¡Fiona! ¡Junette!

Damien rodeó la mole, sus aguijonazos no le hacían el más mínimo daño, si Aleph con esos tremendos golpes no había conseguido nada no lo iba a conseguir él. Tendría que mejorar su técnica. Solo me hacen falta un año o dos. Pensó irónicamente.

Pero cuando vio a la joven del pelo azul, ella estaba agarrando a Fiona por la mano y haciendo algunas de sus brujerías, Junette hacía algo más físico y sacaba a Tristán de la tierra.

Jules se puso en medio y dijo exactamente lo contrario de Aleph quería. Damién dudó... pensó...

No puedo llevarme a Celeste, si la agarro me matará con su magia, y si no la obligo me matará Aleph, los magos, obligando a la gente a actuar como quieren. Son todos iguales.

Qué demonios, que les den a los magos. Y pensando así el joven giró y ayudó a Junette a sacar a Tristán, tirando del otro brazo.

El caos de la escena se ordenó cuando Celeste terminó de cargar su hechizo. Como si el tiempo se detuviera, como si las gotas de lluvia retrasaran su caída a su alrededor, una onda expansiva surgió de ella y barrió el suelo hasta el elemental. Un bramido rechinante llenó el patio. Lo primero que cambió fue la grava, que se transformó en relleno de algodón. Su piel pétrea fue convirtiéndose rápidamente en tela y felpa. Empezó a menguar y de pronto no era más que un peluche roto sobre una montaña de tierra de la que Damien y Junette sacaban a Tristán.

Jules corrió hacia el Guardián y lo sujetó con la mano.

-Quemarlo... hay que quemarlo... -Y echó a correr hacia la mansión.

Celeste y Aleph estaban agotados, al igual que Damien y Junette. Tristán estaba vivo, pero inconsciente. Su familia había quedado sepultada por la avalancha de grava y tierra que había inundado el patio trasero de su casa. Quizá mejor así. No tardó mucho en llegar hasta el capitán de la guardia una luz anaranjada que se introdujo en su interior como siempre ocurría cuando acababan con un Guardián. Jules apareció de nuevo en el patio.

-Hay que volver a casa. Aquí no queda nada que hacer.