Partida Rol por web

Después de que Aleph se metamorfoseara en lo que Celeste eligió para él, el Guardián de la Tierra no tardó mucho en dirigirse hacia él. Se fundía con la tierra mientras caminaba de tal modo que su peso no le hacía más lento. Sin dudar ni un momento descargó su enorme puño sobre el gigante.

Viendo la escena, casi estuvo agradecida de que Aleph le diera algo que hacer. Al menos le daría algo en lo que concentrarse y los ojos no se le irían hacia los cadáveres que intentaba evitar mirar. Se arrodilló al lado de Celeste y la mantuvo erguida, pero no la quiso levantar. Era evidente que estaba agotada y prefería que descansara unos segundos por si tenían que salir corriendo. Y en el estado en el que estaban Jules y Damien, el no huir sólo dependía de Aleph.

Aleph no se preocupó en defender el golpe. No podía dejar que ese ser llegara hasta sus compañeros. No podía dejar que llegara hasta Celeste

Se lanzó con todo su cuerpo, moviendo el Ram Dao de forma furiosa y rápida, dirigiéndolo directamente al cuerpo de su enemigo

Y entonces, chocaron

El puño derribó a Aleph y lo dejó en el suelo. Notó cómo vibraba toda su armadura magicreada absorbiendo el golpe. No era lo suficientemente fuerte, pero había estado cerca, muy cerca.

Aleph se quedó sin aire al recibir el golpe brutal de la criatura. Sin embargo, logró ponerse otra vez de pie: La armadura que rodeaba su cuerpo le había protegido. Y una voluntad de hierro puede hacer frente a cualquier titán, cuando se tiene una razón por la que luchar

Rugiendo, clavó una rodilla en el suelo, y, mientras se incorporaba, apuntó con su mano vacía a la criatura, la palma extendida de forma perpendicular al brazo. Una de las grandes esferas que había a su alrededor, desapareció. Acto seguido, Aleph cerró la mano de golpe... Y la esfera se materializó dentro del propio ser

Antes de explotar

El guardián de tierra, el demonio del infierno o lo que fuera aquella cosa hecha de tierra y piedra empezó una tosca danza de muerte con Aleph, que pudo mantener el nivel protegido por la magia de Celeste.

Aquí no hago nada. Pero...

Damien vio como los cobardes cultistas salían corriendo, y algo se rompió dentro de él.

-¡Malditos miserables! ¡Hijos de una zorra! ¡Ojalá la Inquisición se os lleve! ¡Asesinos! ¡Asesinos de niños!.- Rodeando el combate y chillando desaforadamente, Damien corrió en persecución de los sectarios mientras sacaba su arma de la vaina, con suerte podría atrapar a alguno y pasarlo por su acero, en aquel momento sólo el odio le daba fuerzas. No sentía nada más y por supuesto no sentía miedo por la magia de aquellos malditos. Aunque quizás debería hacerlo.

El estallido de la bola hizo que el monstruo pétreo rugiese de dolor. El polvo y la arena salieron despedidos en todas direcciones y algunas rocas cayeron al suelo, sepultando a medias al inconsciente Tristán. El daño había sido considerable, pero el coloso de roca aún tenía mucho que decir.

Damien alcanzó a un cultista y lo atravesó con la espada. Cayó al suelo muerto antes de poder decir ni pío, pero el resto de sus compañeros ya estaban muy lejos para poder alcanzarlos.

Aleph sentía como el poder de Celeste comenzaba a renquear. Su compañera tenía una reserva limitada de energía, y pronto el hechizo dejaría de hacer efecto. Debía concentrarse más si quería acabar con esa batalla antes de que eso ocurriera

La situación de Celeste era parecida a un embudo. Sentía como su poder concentrado tenía un escape y salía por él en dirección a Aleph, y aunque podía pararlo en cuanto quisiera, prefirió esperar. El gigante tenía que ser derrotado, por otro gigante.

Aunque... ¿y si iba a por ella? Puede que hubiera notado que el origen del descomunal poder de su contrincante estaba en ese pequeño ser con el pelo azul. ¿Qué es lo que haría?

Celeste lo sabía bien. Aunque tuviera un escudo que podría protegerle del descomunal ataque del titán, pensó otra manera. Acababa de estar con Lucien, acababa de recordar lo que sentía en aquella celda. Y allí, bajo la lluvia, madre del incesante goteo de aquella celda, liberaría por primera vez el poder que había liberado.

Muerte, vida, pierde el sentido.

Damien contempló como los cultistas se perdían en la lejanía. Retorció el estoque en el cuerpo del que acababa de atravesar y volvió junto a sus camaradas. Algo podría hacer. Algo tendría que hacer, algo podría hacer.

Y ese algo fue lanzarse contra el elemental, contra el montón de roca y piedra, tratando de hacer algo con su estoque, casi prefería morir antes que enfrentarse a la mirada de Tristán cuando descubriera lo que había pasado, lo que ellos no habían conseguido evitar.

Hay sangre en mis manos. Pensó el muchacho instantes antes de atacar. He matado a uno de ellos. Bien.

El fino acero golpeó la tierra...

Fue como rascar con la uña una montaña. El elemental no sintió demasiado el ataque, pero eso no fue malo del todo. Al menos seguía centrado en Aleph. Trató de aplastarlo con la palma de la mano pero se desequilibró enormemente en el proceso...

El golpe fue brutal. Aleph fue arrollado de nuevo por la basta potencia del guardián, pero esta vez logró recuperar el equilibrio. Parecía que el ser no había conseguido un buen ángulo, y ahora le tocaba a él. Clavó el Ram Dao en la tierra con un golpe seco, movimiento que utilizó, a su vez, para terminar de equilibrarse. Acto seguido se centró en la criatura, y alzó sus dos manos... Solo para volver a apuntarlas hacia ella, otra vez. En esta ocasión, sin embargo, eran dos palmas las que estaban abiertas, y no solo una. Al igual que eran dos esferas las que desaparecieron

Pero la suerte no estaba de su lado

La esfera salió volando y reventó la parte trasera del jardín. Algunos de los cultistas más lentos salieron volando por los aires. Los parterres de flores y los árboles fueron calcinados. Una bomba estalló detrás del Guardián... pero sin tocarlo.

¡¡Aleph!!

Como se atrevía a fallar aquel disparo. Gran parte de su energía se había ido contra la verja, sin hacer nada al gran elemental.

¡¡No voy a perdonarte otro fallo como ese!!

A través del enlace con Celeste sintió la frustración de la chica, pero no dejó que la culpabilidad le afectara. En aquellos momentos, lo único que importaba era acabar con la criatura, y los remordimientos no le harían ningún bien a la hora de concentrarse. De otra manera, Celeste estaría en peligro. Y eso no podía permitirlo

Aleph juntó las dos manos por última vez, y las apuntó hacia la criatura. Era ahora o nunca. El mundo dejó de existir, y sólo quedó la criatura

Luego, desencadenó el tremendo poder de Celeste

El segundo ataque fue todavía más potente. El hombro derecho del elemental se desgajó entre una gran polvareda, y la grava del interior cayó como si fuese su sangre. Sin embargo, semejante mastodonte tenía una resistencia demasiado grande como para que algo así le derrotase. Y el tiempo se terminaba...

Celeste respiraba pesadamente. Sintiendo las carencias de su cuerpo y su alma. Estaba casi derrotada, su boca le sabía a sangre, y eso era sólo el principio. El elemental continuaría con su demostración de terror y destrucción. Y el único que estaba en medio era Aleph. Si el golpe que el "gigante" (ahora enano) había recibido no le había hecho daño, estaba segura de que Dregar sería incapaz de matarla. Al menos con los métodos que había usado hasta ahora. 

Pero tampoco podía hacer nada Celeste contra él. Toda su magia se había ido en recuperarse del encierro. Recuperar sus barreras, y en crear en Aleph otro monstruo.

Pero no había sido suficiente, y el gigante iba a atacar de nuevo. Celeste esperó para ver el resultado de ese ataque, y de la acción de Damien. Mientras llamaba nuevas energías mágicas hacia su cuerpo. Estaba cansada, muy cansada, y temía perder el conocimiento... pero tenía que hacerlo.

-Celeste -dijo Fiona sujetándola de la mano-. ¡Aguanta!

Empezó a sentir que un flujo de poder atravesándole la mano. ¿Era acaso zeon? ¿Fiona le estaba cediendo su energía mística?