Partida Rol por web

Ocaso

Capítulo I: La oscuridad al final del túnel

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26/04/2012, 20:50
Narración

 

Existía la oscuridad. Al principio, lo esperabas. Habías muerto, sólo había frío y olvido.

Pero tras cierto tiempo, empiezas a notar que tienes consciencia de la oscuridad. Ella existe, te envuelve y tú puedes saberlo. Intentas pensar que existes también, intentas poner esa idea en tu cabeza, pero por alguna razón, como si fuesen palabras, aquello no llega a formarse. Sólo estás allí, en medio de la nada.

Los pensamientos flotan y te atraviesan con cierta suavidad, recuerdos y reflexiones pálidas, somnolientas que te impiden entender lo que está sucediendo. De repente, la oscuridad no es oscuridad, es una infinita gama de grisáceos que se agita frente a tus ojos. Los sonidos no existen en aquel lugar, el silencio te evoca a la calma antes del alba. No hay nada, ni siquiera los latidos de tu corazón llenan ese espacio, ni los pálpitos lentos en tu oreja. Nada, es la ausencia de sonido.

Luego, descubres que no estás... sobre nada sólido. Flotas, tu tacto se ve entumecido de manera uniforme por todo el cuerpo, una caricia viscosa y tibia que te hace sentir levitando, ni gravedad, ni suelo. Es el equivalente a estar sumergido en el agua, pero extrañamente, no existe más aquella urgencia de respirar y la ausencia de la frenética sensación de asfixia parece estremecer la letárgica consciencia de tus alrededor que posees justo ahora.

De nuevo los recuersos se extienden, tu mente vaga por reminiscencias borrosas de lo que fue tu vida, repitiéndose una y otra vez, alterándose de formas leves e imperceptibles, como jugando con tu cabeza. No hay miedo, ni dolor, ni tristeza, sólo recuerdos alegres, sólo tranquilidad en su lugar. Todo está perfecto.

Y aquello es lo más raro de aquel lugar. Por más que lo intentas, no puedes darle forma a una sola idea negativa, te es imposible interpretar el cómo llegaste allí, y aún menos, evocar tus últimos instantes...

Te preguntas cuanto tiempo habrá pasado, pero ni siquiera la cronometría tiene cabida en tu cabeza. minutos, horas, segundos, años, siglos. ¿cuánto? ¿cuánto llevas así?

¿cuánto ha pasado desde... tu muerte?

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26/04/2012, 21:42
Narración

En este estado se encontraba Rocío, hasta que la tranquilidad artificial en la que estaba sumergida se vio interrumpida intempestivamente. En medio de los insondables grises que coloreaban la nada en la que ella estaba sumida, un agujero apareció, pequeño, insignificante, negro. Este comenzó a crecer lenta y paulatinamente, más, en lugar de dejar entrar la luz, permitía la entrada de una oscuridad tóxica y densa a aquel sitio, apagando los tonos y las sombrías luces que se agitan. El miedo toma forma en su consciencia por primera vez desde que está allí.

La oscuridad toma una forma alargada, falanges delgadas se extienden y se multiplican, aferrándose al aire, como si apretaran y jalaran una tela invisible frente a ella.

En un instante, la realidad se rasgó de abajo a arriba, un desgarrón mortal que vino acompañado de un agudo zumbido, un punzante grito espectral. La oscuridad se filtra del todo y dos brazos aferran los hombros de la mujer, sacándola con fuerza de su entumecimiento. Se sentía como si ella estuviese sumergida y alguien la sacara a la superficie finalmente de un tirón. Era como tomar una bocanada de aire, sólo que  ahora... ella ya no respiraba.

-Rocío, despierta...- la voz le llega como un campanazo, sacudiendo sus aletargados sentidos. No encuentra nada familiar en esta, salvo la increíble sensación de apremio que tiene cada palabra.

Los detalles inconnexos de sus últimos momentos llegaron como latidos en su cabeza. Las manos sobre la garganta, el miedo, la sensación de estar cayendo al vacío. La argentina abrió los ojos lentamente, al tiempo que la oscuridad mortecina a su alrededor toma forma, y formas difusas empiezan a hacerse reconocibles. Y el sonido, escucha el sonido ensordecedor de una tormenta que ruge a su alrededor, el silbido satánico del viento que aulla en las alturas, mientras los bramidos de interminables relámpagos ahogan los chillidos. Podría jurar que oye voces y lamentos que le hielan la sangre en el las corrientes.

 

Al principio cree estar en la calle, al frente del edificio en el que vivía. Aquello tendría lógica, pues había caído por la ventana, pero pronto nota una serie de detalles horrorizantes.

En primer lugar, el cielo se alza oscuro y macabro, una nube enorme parece haber engullido cualquier señal del sol, cualquier brote de azul: apenas leves toques de un naranja mortecino se escapan dibujando las ondulaciones de algunos cúmulos, mientras la violencia de estos estratos piroclásticos es impresionante: explosiones de truenos y erupciones de furia preternatural, cómo si algo terrible y oscuro se escondiese allí, ahogando incluso a la luz, sumiendo a la calle en aquella atenuada oscuridad.

Su vista se alza hacia los tejados de los ciclópeos edificios antiguos que bien recuerda, sus tejados coronados por alargadas chimeneas que se extienden hacia el cielo como intentando elevarse. Lo que ve, la impacta de inmediato. En lugar de la solidez que esperaría, los gigantes de roca negra y siglos de historia parecen rasgarse al contacto con el aire. Las vigorosas y malévolas corrientes destrozan infinitamente los tejados, desintengrándolos como si se tratasen de oscuros tejidos, cientos de fragmentos se disuelven en la ácida brisa, elevándose para perderse una y otra vez. Le toma unos minutos notar que este proceso se repite una sin llegar a consumir la estructura, como si esta ondeara y se desintegrara eternamente, sin llegar a desmoronarse, aunque emitiendo sólidos crujidos estructurales que puede percibir perfectamente.

Luego, observa los muros y ventanas. Si el aire vetusto que recordaba, la antigudad vehemente de los inmuebles la encantaba, ahora parecía repugnarla y repelerla. Los muros rocosos parecían haberse agrietado de forma increíble, permaneciendo en su lugar, mientras gruesas manchas de un corrupto moho negruzco habían tomado posesión de las paredes. Las ventanas, agrietadas todas, sucias y resecas de polvo, parecen a punto de reventar en cualquier instante.

Y allí, en lo alto, toma unos instantes para observar la única ventana rota del todo. Reconoce la ventana como aquella que queda sobre la suya propia. Una cortina desgarrada y raída ondea con fuerza espectral al viento, como la capa decadente de la muerte. No soporta demasiado esta visión y baja la mirada un poco más hasta las lámparas de la calle, esos postes elegantes y relativamente modernos que ahora parecen curvarse, opacos en su cuerpo, exhiben focos cubiertos por telarañas imposibles, asfixiados en polvo y oscuridad.

Aquella pesadilla surreal pronto se vio interrumpida por las palabras de aquella silueta junto a ella, de pie. Por primera vez tuvo consciencia de estar sobre el suelo, una loza fría e indefinible, rugosa. De nuevo se fuerza por descubrir quién era aquella persona...

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26/04/2012, 22:20
Anciano

El hombre de pie junto a ella, es un anciano. O la caricatura deforme de uno. Su piel posee un color pálido, desprovisto de cualquier tonalidad que se juzgaría natural, casi pétrea. Su rostro, asímétrico completamente, ostenta varias desproporciones que si bien no son repulsivas, tienen un aspecto inquietante.

Sus ojos están hundidos, y los iris se nota apenas: con un color grisáceo casi blanquecino, que hace difícil no ver los surcos en las mismas. Las arrugas lo marcan y lo deforman con cierto aire profano, a un lado hacen que su ojo derecho apenas pueda estar entreabierto, mientras su párpado soporta el peso del mismo, y al otro una bolsa profunda se marca impunemente. Su calvicie se extiende visiblemente: varias manchas apenas más opacas que su tono general se riegan sobre su piel. El escaso cabello, blanquecino a ambos lados, no tiene ninguna forma definida.

Está vestido con lo que sería un traje elegante luego de una recepción, un traje arrugado y surcado por dobleces no deshechos, de un color blanco preternatural, completamente artificial, y acompañado con una corbata aflojada sobre el cuello descubierto y atrapado por la estrechez del cuello de la camisa.

-¿Cómo te encuentras?- dice seriamente. Aún hay un tono de urgencia en su voz, un tono de preocupación que se transmite con fuerza y comienza a contagiar a su sorprendida interlocutora.

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03/05/2012, 02:33
Rocío Felton

Nada. ¿Qué es e...? ¿Dond...? ¿Es re...? Nada.

Su existencia se relaja. ¿Existe en realidad? ¿Se puede decir que "es"? Eso, que alguna vez fue Rocío, se funde con la oscuridad que la rodea. ¿Qué es la oscuridad? ¿Como definir el estado en el que se encuentra? Su asomo de conciencia se deja llevar plácidamente por ese mar que la inunda y la relaja.

Podría pasar así la eternidad, si es que el concepto de tiempo tiene algún sentido en aquel lugar, pero algo interrumpe su paz. ¡No! ¡Oscuridad! ¡Verdadera oscuridad!

Miedo. Una única sensación, un todo. Ella es sólo esa emoción ahora. Abre los ojos. ¿Desde cuando tiene ojos? ¿Cuando los cerró? Unas manos la sujetan por los hombros... ¿Hombros? ¿Acaso es corpórea?... y la arrastran fuera de lo que la cubría, propiciándole un segundo nacimiento. Una voz.

¿Qué es esto? ¿Donde estoy? El miedo deja de ser ella para transformarse en una sensación. Poco a poco se da cuenta de que, a pesar de haber muerto, aún es. Breves recuerdos de teología llegan a ella, pero ese lugar en el que se encuentra poco se parece a lo que debe estar esperándola en esa nueva vida.

¿Donde estoy? ¿Qué es esto? Su razón reacciona y poco a poco comienza a ver lo que la rodea. Se encuentra en algún sitio similar a la realidad, pero los colores son apagados, faltos de vida. Al mirar con un poco más de atención se siente dentro de un cuadro monocromo. Negro, gris, rojo... Mientras en el suelo ¿el suelo? todo parece estático y lúgubre, en el cielo parece estar librándose una batalla campal. Nubes vertiginosas, remolinos, truenos, un terrible caos rojinegro que parece querer chuparse la realidad pero sin llegar a conseguirlo del todo. Y allí, en mitad de la altura, se encuentra la ventana rota por la que ha llegado a la calle. En un gesto inconsciente, su mano acude a su garganta, rozando la zona de estrangulamiento y la respiración le falla. O lo haría si es que aún respirara. Es difícil cortar con viejos hábitos.

Sin poder soportar más tiempo aquella visión, la mujer desvía sus ojos y se encuentra con un extraño hombre, casi una caricatura de un ser humano entrado en años, cuyo traje luce tantas arrugas y pliegues extravagantes como su mismo rostro.

¿Que...? Por alguna extraña razón ella siente que debe hablar, que con pensar no es suficiente. -Sss... sí... creo... ¿Que...? ¿Quién eres tu? ¿Qué es este lugar? Y lo más importante... ¿Qué hago yo aquí?

Notas de juego

Perdón por la demora, el puente me vació el cerebro y me cortó la inspiración >__<

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04/05/2012, 19:59
Anciano

-No... No es el momento- responde dubtativo el viejo. Rocío puede ver como, de pie, observa hacia a ambos lados, vigilante, como si esperara algo. Puede sentir, de alguna forma, su nerviosismo. Percibe, por decirlo de alguna forma, que está intranquilo. Algo se agita en el interior de ella se agita y responde fuertemente a esta emoción.

-Luego te explicaré. ¿Puedes ponerte de pie? No tenemos... No tenemos mucho tiempo- añade con aire grave. Un estallido en la volcánica nube que se cierne sobre el cielo cierra las palabras del anciano. La Argentina podría jurar que estaba lloviendo antes... -Date prisa...-

Aquellas últimas palabras eran una mezcla de súplica y orden. Ninguna respuesta y la irremediable sensación de urgencia que ahora Rocío sabía, provenía de aquel decrépito desconocido.

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05/05/2012, 01:21
Rocío Felton

El rostro de Rocío -¿tiene rostro? sí, ha sentido su mentón cuando ha llevado su mano a la garganta, ha abierto los ojos, ha hablado- se torna en una mueca de desconcierto. El hombre ignora sus preguntas, pasa de ellas y la apremia a continuar.

La argentina mira a ambos lados, imitando al anciano pero no descubre nada fuera de lo común. Mejor dicho, no descubre nada más extraño de lo que ya ha visto, sin embargo...

La lluvia... la lluvia estaba aquí hace solo unos momentos... ¿Qué es ese resplandor? ¿Y esa explosión? ¡¡¡Apúrate!!! ¡¡¡Rápido!!!

La sensación se apodera de ella. No entiende bien como pero sabe que es su interlocutor quién le transmite la urgencia, el deseo de salir corriendo de allí. Sus pensamientos son aplastados, dejados a un lado. Olvida sus preguntas, su incertidumbre. Ahora debe salir de ese lugar cuanto antes.

-Sí, vamos- dice con un dejo de temor en su voz mientras se incorpora. -Yo también quiero salir de aquí.

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06/05/2012, 00:35
Anciano

Al levantarse Rocío, la sensación de familiaridad de sus alrededor choca con el aire de decadencia que han adquirido repentinamente las estructuras. Observa que junto a ella, no lejos del sitio en el que estaba recostada, yace una especie de manto delgado, una sábana translúcida que se agita como una colección de luces viváceas y amarillentas que empieza a degradarse lentamente. Y en los alrededor, las siluetas borrosas y brillantes de... personas. Ninguna mirando en la dirección en la que se encuentra.

El anciano asiente al verla ponerse en pie y demostrar su deseo de partir, y require entonces su atención -Estaré contigo en un minuto. Debes adelantarte... regresa al edificio- dice mientras señala con un dedo huesudo y alargado el sitio que reconoces como tu hogar, a pesar de los notables signos de envejecimiento y corrupción. - Al apartamento del que caíste.- sentencia el anciano.

Una sensación de escalofrío la invade. Aún lo recuerda. El anciano continúa hablando. -En las escaleras debe haber una chica joven... que estaba como tú- dice mirando de reojo a aquella superficie que se deshace. -Sácala y espérenme allí arriba- luego hace una pausa y añade.

-No hables con nadie. Nadie te notará, a menos que intentes hablarles. No lo hagas, puede ser peligroso, no te acerques a ellos...- dice bajando la voz, mirando hacia atrás, donde estas personas, parecen congregarse alrededor de algo en particular. -Es muy importante que no lo hagas. ¿Me has entendido?- pregunta el anciano.

Rocío observa un poco de reojo para notar ahora un elemento que había pasado desapercibido hasta el momento. Primero, reconoce el camión que había visto aparcado desde su propia ventana. Aunque envejecido y víctima del óxido en sus piezas metálicos y el contenedor, así como de ralladuras y desgastes, está impávido en la misma posición que lo recuerda. Con la adicional diferencia de que esta vez hay un auto estrellado contra su parte trasera. El parabrisas y los fierros del mismo se retuercen hacia adentro, mientras varios cristales tapizan la escena, así como no pocas señales de sangre.

-¿Me has entendido?- reitera el anciano, sin ser imperativo, pero manteniendo ese temor que ha demostrado desde hace unos instantes.

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06/05/2012, 17:17
Rocío Felton

La argentina apenas se va acostumbrando a las nuevas sensaciones. Al ponerse en pie, siente la violencia del contraste entre lo que era y lo que ahora es. Está segura de sentir un escalofrío aunque duda de que en su nuevo estado aquello sea posible. Mira al anciano y por detrás de él, donde unos metros más allá de donde ella ha caído auras brillantes llaman su atención.

-Esas son... personas... vivas?- pregunta dubitativa. Más el anciano está apremiado, aún sigue transmitiéndole aquella sensación a la mujer. Sin darle tiempo a hacer algo más, le da precisas instrucciones. Tiene que volver al sitio donde todo aquello comenzó.

No! quiere gritar. El miedo vivido los últimos instantes se apodera de ella por un momento, más luego la urgencia del hombre y el saber que ya no podrán volver a dañarla la hacen contenerse. -Muy bien, iré. Pero... a ella que le digo?- No cree que sea capaz de contener a alguien que acaba de atravesar lo mismo que ella con tan poco tiempo de vuelta a esa extraña nueva vida.

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06/05/2012, 19:46
Anciano

El anciano solo asiente. "Personas vivas" resultaba ser un adjetivo curioso y chocante, para nombrar a aquellas siluetas que tenían una ineludible atracción, que parecían despertar la curiosidad y una necesidad extraña en el interior de Rocío. Luego la siguiente pregunta arranca de nuevo la voz profunda y exhausta del viejo.

-Lo mismo que yo te he dicho. No tardaré, esperadme allí arriba, y no habléis con nadie...- se reitera grave. Sea cual sea la razón, sigue siendo tan misteriosa y ajena a Rocío como las transformaciones del entorno en el que se encuentra. De nuevo las dudas, el aullido soterrado de las infaustas corrientes, el continuo y vertiginoso cambio de la percepción de su alredor, la atracción y la sintonía natural con las emociones que parecen proyectarse.

No obstante, el tiempo apremio y Rocio se ve avocada a tomar una decisión pronta.

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06/05/2012, 20:03
Rocío Felton

La mujer asiente ante la última advertencia y luego se gira para encarar la puerta. No entiende el por qué de aquello, pero siendo tan nueva en aquel mundo y sintiendo aún el apremio que el anciano parece transmitirle desde cada uno de los poros de su piel, decide que lo mejor, al menos de momento, es hacerle caso.

Mira la entrada señorial y todos los recuerdos de los momentos vividos en aquel lugar, incluso los de sus últimos minutos, se agolpan en su interior provocando una extraña mezcla de sentimientos que Rocío no tiene tiempo de analizar y procesar. Junta coraje y da los primeros pasos hacia el interior, subiendo los pocos escalones que separan la puerta de calle de la vereda exterior.

Cuando se encuentra en el umbral tiende la mano hacia el picaporte y se detiene antes de tocarlo. ¿Ocurrirá igual que en las películas? se pregunta. Escenas de fantasmas atravesando muros se cruzan en sus pensamientos pero nada de ello ayuda a saber si será así o no.

Se encoge de hombros y vuelve a levantar la mano para tomar el picaporte. Pronto averiguará si en su nuevo estado sigue respetando las leyes de la física o si un nuevo mundo de reglas se abre ante ella.

Sin embargo no llega a probar su teoría. Aunque la argentina está convencida de haberla visto cerrada, de haber percibido el picaporte y la ajada superficie de la madera, al levantar la vista hacia el umbral se percata de que la abertura está libre.

Extrañada extiende el brazo y comprueba que puede pasar sin impedimentos. Más tarde analizará el por qué de su confusión, ahora debe cumplir con el encargo del anciano que la ha hecho despertar.

Sin dilatar más su misión, Rocío cruzó el umbral y comenzó a subir los escalones a toda prisa para dar con la joven a la que tenía que despertar.

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06/05/2012, 22:41
Narración

Rocío atraviesa el umbral de la puerta y está de nuevo en la planta baja de su edificio. El aspecto tiene la reminiscencia de la entrada de una catacumba, de un calabozo oscuro y tenebroso. La argentina se adentra para encontrarse en el pasillo del interior. El suelo es una masa irregular tallada en roca en un intento de hacerla plana y transitable, y acaba abruptamente en una escalera que se adentra en una suerte de espiral cuadrada hacia arriba... no obstante, los toques oscuros de la misma parecen proyectar sombras imposibles que rasgan levemente la percepción de la misma, y se superponen sobre una imagen más estrecha. El sitio huele a arena, humedad y pobredumbre de una forma mucho más pronunciada. Hay una pequeña puerta de madera que sobresale a la derecha del pasillo, antes de las escaleras. Rocío la recuerda como una plancha en un color verde apenas notable debido al paso del tiempo. Ahora, parecía más una especie de tabique traslúcido de tonos cenizos que se alzan sólidos, pero irregulares. Una pequeña placa negra pone "Keeper"*, aunque parece haberse oxidado rápidamente.

La mujer sube las escaleras. El primer piso guarda suficiente parecido al que recuerda, pero siente un escalofrío (o lo que ella piensa es uno) al notar la siempre constante huella de la vejez y la corrupción. Entre el segundo y el primer piso, encuentra entonces lo que estaba buscando. Tres personas están de pie en la escalera, rodeando a un bulto de color claro con tonos de luz amarilláceos que le recuerda a la envoltura que vio en la calle.

Entonces, detalla a las personas, estas siluetas tan cerca, que observan hacia el suelo. Dos son oficiales de policía de la ciudad, su aspecto es una mezcla curiosa, pues a pesar de rondar los treinta años, sus rostros están visiblemene marcados con tremendas ojeras e incluso algunas arrugas, sus ojos parecen hundidos y su seriedad llega como un pálido reflejo triste, sus uniformes, parecen raídos y gastados, como si hubiesen soportado cientos de posturas. El primero es un pelirrojo de hombros anchos y ojos oscuros, su piel es pálida sobremanera, dejando entrever varias pecas de forma exagerada. El segundo es algo menos alto, rubio, de ojos claros, cruza los brazos y observa hacia donde está el extraño "capullo". El tercer personaje es una mujer, delgada sobremanera, sus huesos se marcan de forma semitransparente y la lividez de su rostro es preocupante. Una rubia de ojos azulados cuyos gestos con la boca se marcan de forma exagerada en cuanto habla. Hay lágrimas en su rostro y parece asustada, su voz tiembla.

No obstante, y a pesar de este aspecto marcado por la muerte, existe algo en estos tres personajes, algo que atrae a Rocío. Un brillo vital, una especie de luminiscencia iridiscente en su interior y se agita, al tiempo que les resalta levemente, como un aura de claridad, una chispa de vitalidad. Ella misma observa sus manos, y nota la grisácea ausencia y el vacío lascerante de cualquier señal de aquella misma cualidad de ellos.

-Era mi amiga... o... oficial. Venía a... a ver... a... a una persona... querida. No sé por qué le ha pasado esto, debí acompañarla... debí estar...aquí...- decia en inglés la chica, con un acento curioso pero no lejos de ser familiar. Sollozaba ahogando las palabras. El oficial pelirrojo asentía intercalando expresiones vanas como "no es su culpa" o "tranquilícese".

No obstante, esta demostración, esa sensación atrajo a Rocío... sentía como ella misma reaccionaba, como lo que experimentaba aquella muchacha le recordaba mucho a sus propios hijos y la empatía empezó a hacerla vibrar. La vitalidad lumínica empieza a variar en su tono, como si quisiera que Rocío la tocase, como si quisiera ser compartida en el marco de aquella potente emoción.

Notas de juego

*Conserje

Primera lección. Vigila tus pasiones. Rocío se sentirá atraída hacia las emociones que tengan cierta cercanía con las propias, entre más afines, mejor. En este caso, lo que experimenta la chica Rubia tiene su relación con la pasión "Velar por mis hijos (amor)", no es exactamente la misma, pero ella puede sentir el amor y existente en la frustración y la tristeza. Lanza la puntuación de la pasión (4) a dificultad 9, cada éxito es un punto de Pathos que ganas.

En términos interpretativos, es como si Rocío estuviese recargándose, está sintonizándose con la energía vital, avivando sus pasiones y fortaleciéndose, refrescándose. Es una sensación placentera y cargada de energía. Eres libre de interpretarla como creas que irá mejor.

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06/05/2012, 23:28
Narración

En este estado se encontraba Alexander, hasta que la tranquilidad artificial en la que estaba sumergido se vio interrumpida intempestivamente. En medio de los insondables grises que coloreaban la nada en la que ella estaba sumida, un agujero apareció, pequeño, insignificante, negro, a la altura de su rostro. Éste hoyo comenzó a crecer lenta y paulatinamente, más, en lugar de dejar entrar la luz, permitía la entrada de una oscuridad tóxica y densa a aquel sitio, apagando los tonos y las sombrías luces que se agitan. El miedo toma forma en su consciencia por primera vez desde que está allí.

La oscuridad toma una forma alargada, falanges delgadas se extienden y se multiplican, aferrándose al aire, como si apretaran y jalaran una tela invisible frente a él.

En un instante, la realidad se rasgó de abajo a arriba, un desgarrón mortal que vino acompañado de un agudo zumbido, un punzante grito espectral. La oscuridad se filtra del todo y Alexander siente como es tomado por los brazos, empujándolo lentamente, hasta quedar sobre el suelo frío. Se sentía como si alguien lo sacara del fango lentamente, aún podía sentir sus piernas sumergidas en aquella calidez sensorial. Luego la presión desapareció, sintió que podía respirar... y sin embargo, no pudo hacerlo.

-Joven... joven... despierte- la voz le llega lentamente, sacudiendo sus aletargados sentidos. No encuentra nada familiar en esta, salvo la increíble sensación de apremio que tiene cada palabra.

Los detalles inconnexos de sus últimos momentos llegaron como latidos en su cabeza. La velocidad, la lluvia inclemente, el golpe seco y la sangre, las llantas derrapando con ese chillido mortal, el camión, el parabrisas estallando... El ex-lord abrió los ojos lentamente, al tiempo que la oscuridad mortecina a su alrededor toma forma, y formas difusas empiezan a hacerse reconocibles. Y el sonido, escucha el sonido ensordecedor de una tormenta que ruge a su alrededor, el silbido satánico del viento que aulla en las alturas, mientras los bramidos de interminables relámpagos ahogan los chillidos. Podría jurar que oye voces y lamentos que le hielan la sangre en el las corrientes.

Al principio cree estar en la calle. Seguramente sacado de los fierros retorcidos de su auto, producto del accidente, no obstante, nota ciertos detalles que empiezan a contagiarlo de un terror primordial y de la sensación de estar en algún paisaje alienígena.

En primer lugar, el cielo se alza oscuro y macabro, una nube enorme parece haber engullido cualquier señal del sol, cualquier brote de azul: apenas leves toques de un naranja mortecino se escapan dibujando las ondulaciones de algunos cúmulos, mientras la violencia de estos estratos piroclásticos es impresionante: explosiones de truenos y erupciones de furia preternatural, cómo si algo terrible y oscuro se escondiese allí, ahogando incluso a la luz, sumiendo a la calle en aquella atenuada oscuridad.

Su vista se alza hacia los tejados de los ciclópeos edificios antiguos que suelen modelar la ciudad: los tejados coronados por alargadas chimeneas que se extienden hacia el cielo como intentando elevarse, mientras en su final, la solidez de los mismos se desvanece como una ilusión: En lugar de la solidez que esperaría, los gigantes de roca negra y siglos de historia parecen rasgarse al contacto con el aire. Las vigorosas y malévolas corrientes destrozan infinitamente los tejados, desintengrándolos como si se tratasen de oscuros tejidos, cientos de fragmentos se disuelven en la ácida brisa, elevándose para perderse una y otra vez. Le toma unos minutos notar que este proceso se repite una sin llegar a consumir la estructura, como si esta ondeara y se desintegrara eternamente, sin llegar a desmoronarse, aunque emitiendo sólidos crujidos estructurales que puede percibir perfectamente.

Luego, observa los muros y ventanas de las construcciones a su alrededor. La antigudad de los mismo emitía un aire repugnante y repelente. Los muros rocosos parecían haberse agrietado de forma increíble, permaneciendo en su lugar, mientras gruesas manchas de un corrupto moho negruzco habían tomado posesión de las paredes. Las ventanas, agrietadas todas, sucias y resecas de polvo, parecen a punto de reventar en cualquier instante. Baja la mirada hasta las lámparas de la calle, esos postes elegantes y relativamente modernos que ahora parecen curvarse, opacos en su cuerpo, exhiben focos cubiertos por telarañas imposibles, asfixiados en polvo y oscuridad. Luego nota el enorme vehículo, el camión contra el que se ha estrellado. Su aspecto oxidado y abandonado, pareciera indicar que llevase siglos en aquella condición inmóvil. Sus partes metálicas muestran manchas oscuras y varias grietas. No alcanza ver la parte trasera del mismo, pues hay una figura agazapada frente a él, una silueta que le habla.

Por primera vez tuvo consciencia de estar sobre el suelo, una loza fría e indefinible, rugosa, pero poco podría saborear esta desagradable sensación, al oír la voz de aquella sombra que se materializaba ante su visión.

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06/05/2012, 23:40
Anciano

El hombre agazapado frente  a él, es un anciano. O la caricatura deforme de uno. Su piel posee un color pálido, desprovisto de cualquier tonalidad que se juzgaría natural, casi pétrea. Su rostro, asímétrico completamente, ostenta varias desproporciones que si bien no son repulsivas, tienen un aspecto inquietante.

Sus ojos están hundidos, y los iris se nota apenas: con un color grisáceo casi blanquecino, que hace difícil no ver los surcos en las mismas. Las arrugas lo marcan y lo deforman con cierto aire profano, a un lado hacen que su ojo derecho apenas pueda estar entreabierto, mientras su párpado soporta el peso del mismo, y al otro una bolsa profunda se marca impunemente. Su calvicie se extiende visiblemente: varias manchas apenas más opacas que su tono general se riegan sobre su piel. El escaso cabello, blanquecino a ambos lados, no tiene ninguna forma definida.

Está vestido con lo que sería un traje elegante luego de una recepción, un traje arrugado y surcado por dobleces no deshechos, de un color blanco preternatural, completamente artificial, y acompañado con una corbata aflojada sobre el cuello descubierto y atrapado por la estrechez del cuello de la camisa.

-¿Cómo se encuentra joven? ¿Puede ponerse en pie?- dice seriamente. Aún hay un tono de urgencia en su voz, un tono de preocupación que se transmite con fuerza y comienza a contagiar al aristócrata caído en desgracia.

 

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07/05/2012, 21:40
Rocío Felton

Rocío se adentra en el edificio donde ha vivido el último tiempo pero éste poco se parece al que ella conoció en vida. Allí todo se ve desgastado, oscuro, decadente. Poco a poco, la argentina comienza a percibir los estragos que la muerte provoca en los objetos; es como si le hubieran quitado un filtro de los ojos que le impedía ver la triste realidad.

Suspira al tiempo que mira hacia la puerta del conserje, una pálida imitación de la sólida hoja de madera antigua pero resistente que se ve en el otro mundo. Debo dejar de hacer esto de una vez, se dice. Pero según cree, hace muy poco que ha muerto y sus hábitos humanos afloran espontáneamente.

Con determinación se dirige hacia la escalera. Antes de comenzar el ascenso, levanta la vista y su mirada se pierde en la espiral de escalones llenos de sombras abrumadoras provocándole una terrible sensación de vértigo. Rápidamente vuelve la vista al frente y se decide a subir.

El primer tramo del ascenso transcurre con normalidad. La mujer trepa los escalones con calma, observando todo alrededor, descubriendo nuevamente aquél lugar que tan familiar era para ella. Sin embargo, a medida que sube, la inquietud comienza a apoderarse de ella. ¿Qué encontrará más arriba? Aún falta para llegar hasta su piso; aún le queda mucho trecho y alguien a quién recoger, para seguir de largo de él y arribar al superior, aquel donde ha encontrado la muerte. Sin embargo está segura que si fuera posible, una película de sudor frío cubriría su piel y su estómago tendría un nudo considerable.

Alcanza la primera planta, mira hacia las puestas de sus vecinos y al no encontrar nada diferente continúa subiendo aquellas escaleras.

No camina demasiado más. A mitad del recorrido halla lo que supone la han mandado a buscar. Allí, en medio de las escaleras, descansa otro capullo irisado como el que ha visto por encima del hombro del anciano cerca del auto incrustado en el camión estacionado frente a la puerta de calle. Junto a él se encuentran tres figuras, todas tétricas réplicas de seres humanos en la flor de la vida, pero marcadamente afectados por aquella decadencia que invade el lugar. Sin embargo todos ellos poseen una luz cálida, un resplandor que despierta en ella un anhelo desconocido al observar que carece de esa luminosidad.

Rocío escucha las palabras de la mujer, una chica que con el filtro que da la vida seguramente sea hermosa, pero que a sus ojos se presenta como una delgada caricatura, de rasgos exagerados y piel tensa, a punto de romperse si un hueso se mueve unos milímetros de más. La escucha y la compadece. Se hace una con ella. La mujer tampoco es oriunda de Escocia, se le nota en el acento. Rocío cree conocer ese acento pero no lo ubica de momento. Sin embargo, aquella sensación de protección, aquella culpa por no haber podido evitar que sucediera algo malo a un ser querido es un imán irresistible para su nueva forma.

Tengo que alcanzarla, necesito sentirla. Por un momento, olvida todas las advertencias que le ha hecho el anciano y extiende su mano hasta la mejilla de la joven. Al hacerlo, el contraste entre la calidez que emana de la chica y su propia ausencia de vida, su pálido reflejo gris le provocan miedo y deseo, miedo de no poder gozar nunca más de aquel resplandor, deseo de apoderarse de él. Con imprudencia, roza la cara de la chica y horrorizada se da cuenta que está desobedeciendo al único ser que se ha ocupado de ella hasta el momento. Rápidamente vuelve su mano a su lugar, y sintiendo una profunda vergüenza que mitiga en gran parte ese deseo de sentir la luz vital enfoca su vista en el bulto que descansa en el suelo pues allí debe encontrarse la chica que tiene que despertar.

- Tiradas (2)

Motivo: Pasión

Tirada: 4d10

Dificultad: 9+

Resultado: 15 (Exito)

Motivo: Pasión

Tirada: 4d10

Dificultad: 9+

Resultado: 2, 10, 2, 2

Exitos: 1

Notas de juego

No vi que no estaban desglosados los dados >___< Ahí voy de nuevo.

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08/05/2012, 00:53
Alexander de Huntington

Alexander se sintió nacer de nuevo. Pero no fue agradable en absoluto. Notaba la cabeza embotada, como si se la estuvieran pensando. Tenia la impresión de haber sido obligado a pasar por un tunel muy pequeño por la fuerza. Cayó al frío suelo y emitió un sollozo. Durante unos segundos eternos, no pudo hacer otra cosa que estar ahí, tumbado sobre el frío suelo, sin saber qué hacer.

Se obligó a levantarse. En seguida se arrepintió de haberlo hecho. Notó como la cabeza le daba vueltas, y se mareaba. Cuando el efecto se pasó, vislumbró un escenario al que había muerto. Porque esa era la realidad. Había...muerto. La mera idea le resultó extraña.

Cortas secuencias de sus últimos instantes le invadían la mente. Recordaba el ruido, la lluvia, el dolor, el vacío...

Trató de apartarlas a un lado.Observó la escena. Se asemejaba mucho al mundo que de acuerdo con la creencia popular, acababa de dejar. Aún no sabía donde estaba. Ese mundo se asemejaba a Edimburgo, pero estaba... transformado. No. Estaba desfigurado, deformado. Como si alguien hubiera tomado la imagen y la hubiera retorcido para volverla más oscura y tenebrosa. La mera visión de ese cielo lo hizo sentir náuseas. Evitó mirarlo, pues lo ponia muy intranquilo.

Fue entonces cuando oyó la voz. Antes creía haberla oído. Ahora lo sabía. Se acercó a su origen. Vislumbró a aquel anciano, y  reprimió una mueca. Parecía una persona retorcida hasta ser grotesca. Nadie normal podía ser así.

El tono de preocupación lo hizo sentir miedo de sí mismo. No había notado nada raro, pero ahora examinó su cuerpo a conciencia.

No respondió a su pregunta. En su lugar, preguntó a su vez. ¿Quién es usted?

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14/05/2012, 22:49
Narración

El roce es suficiente, la cercanía hace que las luces de vitalidad vibren en una armonía, como si fuesen criaturas de luz nadando en el interior de aquella chica. Durante unos breves y cortos instantes, un poco de aquella luz de vida irradia la hueca ausencia que rodea a Rocío. Era como respirar de nuevo, durante una fracción de segundo, un torrente de emoción se regó rápidamente y el éxtasis desapareció tan rápido como apareció.

Vuelve entonces la mirada, arrepentida, hacia aquel capullo que yace en el cielo, tratando de entender y examinar. Adentro, puede ver a través de las transparencias blanquecinas el cuerpo de una chica, de cabello rubio. Sus ojos parecen estar cerrados y parece flotar sin tener consciencia alguna de sus entornos. Las sombras y las luces vibran cambiando de lugar, revelando aspectos de aquella prisionera en aquel radiante líquido amniótico. Por momentos, algunos suaves movimientos parecen agitar el cuerpo y revelan la realidad de dos realidades superpuestas, dos cuerpos ocupando el mismo espacio.

Los oficiales continúan hablando y la chica parece calmarse, intentando pensar a donde llamar para informar de lo sucedido. Las palabras llegan vagas y distantes, mientras la Argentina debe decidirse qué hacer y cómo hacerlo.

Notas de juego

Un punto de Pathos para ti.

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14/05/2012, 22:58
Narración

Las sorpresas no acababan para Alexander. Una vez hubo pronunciado sus palabras, como ecos nubosos que parecían presagiar una respuesta que no le agradaría. Ya en pie, con pasos torpes al principio y seguros, tiene una mejor vista de lo que sucede. Frente a él, y tras el desfigurado anciano, vislumbra a su auto y lo que queda de la parte delantera. Los fierros metálicos se returcen hacia adentro, al tiempo que una capa de cristales ha tapizado parte del suelo. El estado en general es aún peor del que recuerda, y los detalles de óxido y suciedad parecen indicadores de que ha pasado bastante tiempo. Luego, las manchas de sangre en los remanentes de los cristales y el bulto oscuro en el asiento del conductor, donde un pobre desgraciado parece haber perecido al volante, atravesado por el hierro y el metal, encontrando la muerte en un impacto sorpresivo.

Alrededor empieza a notar la existencia de más siluetas, personas que han estado allí y que notaba a través de una ténue neblina. Su aspecto dista mucho de ser normal, pues a pesar de mostrar rasgos reconocibles, todos parecen marcados por un terrible cansancio: Gruesas ojeras se ceban sobre los jóvenes, pómulos salientes y arrugas prematuras, incluso aspectos esqueléticos mientras sus ojos se tornan curiosos hacia el accidente, rodeando a un oficial que parece tomar notas para un informe. Incluso la indumentaria de estas apariciones está marcada de decadencia y desgaste, sucia y rota, no parecen más que la puesta en escena de vagabundos enfermizos.

Sus voces parecen distantes, y rumores se extienden por lo bajo. Al girarse un poco, ve como un segundo grupo rodea también a algún resto de la desgracia.

No obstante, si bien el aspecto grotezco es la regla, en el interior de cada uno hay cierto brillo preternatural, un fulgor suave que alcanza a extenderse como un suave halo sobre ellos y que parece cargado de vitalidad y de emoción. Una sensación que de alguna forma atrae al aristócrata caído en desgracia, quien nota la ausencia fría y desgarradora de aquella misma chispa en su cuerpo y al mismo tiempo en el deforme viejo que le observa y le habla.

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14/05/2012, 23:11
Anciano

-Un amigo- responde con un sonido ronco, mientras sus ojos se mueven oteando a lado y lado, nervioso. Se acerca y da un paso para quedar aún más cerca, haciendo que las marcas en su rostro fuesen más evidentes.

-No puedo explicarle aquí- dice mientras mira hacia atrás, en donde se encuentra un edificio con el número 12 marcado, cuya puerta está abierta. -No se acerque a ellos... no es buena idea por el momento. Venga conmigo por favor, no es buena idea permanecer mucho tiempo aquí, en la calle- dice no sin cierto temblor en la voz.

Al tiempo, Alexander nota como una capa delgada, de aspecto similar, comienza lentamente a disolverse en el suelo, como un líquido que se evapora rápidamente y se filtra entre las grietas del pavimento. Las luces soterradas y los colores que recuerda, están allí débilmente, extinguiéndose hasta desaparecer.

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16/05/2012, 20:47
Rocío Felton

Un roce, un efímero momento y una suave brisa hecha luz que la envuelve. Rocío experimenta  ese instante vívido, intenta aferrarse a él pero se escurre entre sus dedos y desaparece. ¿Qué…? ¿Cómo…? Rocío se estremece de emoción, quiere repetir la experiencia, pero las palabras del anciano vuelven como un eco. “No los toques, puede ser peligroso…” Cierto remordimiento teñido de culpa borra de una pincelada cualquier otro intento. Entonces vuelve la mirada hacia el bulto de traslucidez ambarina y contempla la silueta que yace dormida. ¿Dormida? La vida es sueño; la muerte, también. Al menos existo. ¿Por qué estoy aquí? Rocío agita la cabeza y se inclina sobre el bulto. Tiene una misión y debe darse prisa. ¿Prisa? ¿De qué tengo prisa?

La escena se le antoja un nacimiento: el capullo, esa suave consistencia acuosa y una silueta sumida en un sueño quizá eterno. ¿Y ahora qué? La argentina vacila un instante, recuerda su propio “nacimiento.” ¿Un nacimiento? ¿Una nueva vida más allá de la vida? ¿Esto es la muerte? Entonces se decide, sumerge las manos en el bulto ambarino, toma suavemente, casi con ternura, los hombros de la mujer y… ¿Cuál será su nombre? ¿Qué la arrastró hasta aquí? Recuerda sus últimos momentos, el miedo, el horror, la caída, y un escalofrío la sacude. No, no es el momento. Ella me necesita.

Rocío se inclina más aún y le susurra a la durmiente:

Despierta.

Un susurro dulce, trémulo, desesperado.

Despierta…

Y sus manos empujan hacia fuera del capullo a la durmiente.

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17/05/2012, 20:16
Narración

Rocío adentra sus manos en el bulto. Le toma algo de trabajo romper la tensión superficial, como si aquello estuviese contenido por una tela delgada y transparente. Sus manos abren un agujero y se adentran. Una sensación cálida, tranquilizadora corre por sus brazos, a medida que estos se adentran en el líquido que rodea a la mujer allí dormida. Cuando sus manos tocan  los hombros, hay movimiento, es como si el hechizo de letargo se hubiese roto de repente y aquella chica recobrara la consciencia intempestivamente. Hay terror, miedo que se dibuja en su rostro.

Los susurros hacen poco por amainar a la 'recién nacida'. Cuando Rocío hace un esfuerzo y lucha contra el peso de la misma, para lograrla levantar, el efecto es el mismo que hubiese logrado al sacar a alguien de una masa de agua. Sólo que, al tiempo que esta se levantaba, en el suelo permanecía inerte, una copia idéntica de ella, como si estuviese dormida pero con la ausencia del brillo vital de los otros. La chica, la que Rocío ha sacado, se muestra perdida, observa con atención, tal y como Rocío lo había hecho hace escasos minutos...

Notas de juego

Incluye a partir de ahora a Elisa Requena y a su sombra como destinatarios.