Partida Rol por web

Luego de que Nox patea mi espada, lo observo con suspicacia, pues no sabía si había leído entre líneas en mis acciones o si simplemente esperaba que me agachara a recogerla para atacarme desde una posición desventajosa.

Para evitar riesgos innecesarios, una vez termino de disculparme con Oswyn, coloco mi bota cerca de la empuñadura del estoque y lo elevo con un rápido movimiento de pie sujetándola por la empuñadura en pleno vuelo.

Un movimiento fluido y vistoso que había aprendido en mi época de mercenario de un habilidoso semi elfo.

Al escuchar el ofrecimiento de Samay, una gran sonrisa se dibuja en mi rostro al tiempo que recuerdo las palabras del emisario de Odin.

En verdad me encantaría viajar contigo a solas Samay, lo juro por lo más sagrado, pero Odin fue claro en sus indicaciones, debía solicitar la ayuda de Oswyn para esta tarea. - respondo fijando mi vista en el guerrero.

Claro está que si él se niega a ayudarme, bien podríamos realizar la tarea tu y yo, aunque deberemos ser más sigilosos que un ratón de iglesia.

Respecto a la ubicación de la espada, pues Odin me indico que esta yace en una montaña en medio de la floresta, es por ello que pensaba conseguir un mapa de la región para localizarla con mayor facilidad.

Y la situación volvió a tensarse. Sin duda Samay debía estar pasándoselo en grande, pero el precio de su diversión empezaba a ser demasiado alto, tal como ella misma parecía advertir. Sin embargo, habían logrado convercerlo de que era mejor viajar en grupo, y no parecía probable que cambiara de opinión una segunda vez. Dividirse en este momento tal como proponía la humana, que Nox permaneciera en Punta Arena con Kalimash siendo el primer lugar donde los cazadores buscarían... no le parecía buena idea. Nigromante y goblins aparte.

- La verdad, Kalimash, a mí tampoco me preocupa mucho lo que ocurra con esos mercenarios - respondió al semiorco, ignorando por completo el resto de la conversación. - Simplemente cuanto antes estén libres, antes avisarán a los cazadores. Por otro lado, matarlos enemistará a Punta Arena con J.R., por eso decía que los retuvieran y luego los soltaran reclamando que los he traicionado. Es la única forma que veo en la que tenemos algo de tiempo y que además no haya represalias sobre la ciudad.

Por su parte, fuera lo que fuera lo que Eladamri sintiera por Samay tras haberla conocido durante dos días, seguramente hubiera otras formas de mostrarlo aparte de cortejarla delante de un muchacho que estaba colado por ella y que lo había amenazado de muerte hacía unos minutos. Esa forma de comportarse tenía poco que ver con lo trágico que hubiera sido su camino hasta llegar a donde estaba, tal como amablemente había indicado el propio Nox.

Sin embargo el muchacho no había sido del todo justo, aunque no parecía que eso le preocupara mucho en este momento. Cualquiera perdería la calma al hablar de los momentos más difíciles de su vida, por eso él los había evitado y se había limitado a contar sólo lo relativo a J.R. Pero ahora que Eladamri lo había hecho, no podía evitar empatizar con él al menos en lo relativo a sus problemas con la comunidad élfica.

- Yo también nací en una cuna de oro, Eladamri. La que os he dicho fue mi aldea desde que tuve... quizá un par de años menos que Nox. La única diferencia es que a mí no me echaron, me fui. Opino que no te pierdes mucho, aunque en realidad eso lo sabes mejor que yo, al fin y al cabo fueron diferencias insalvables las que te alejaron de allí. Entiendo que al no haber sido una decisión tuya, es más difícil, pero por lo que cuentas aquel no era tu lugar. Cuanto antes lo aceptes y lo dejes ir, antes podrás encontrar el que sí lo sea.

En cuanto a Nox... no sabía muy bien cómo intervenir. Sin duda era un chaval impulsivo, quizá demasiado, pero Samay acababa de conceder una oportunidad. Siempre es peligroso dirigirse a alguien que parece a punto de explotar, y casi imposible de predecir cómo pueden afectarle ciertas palabras. La humana, siendo el verdadero motivo de su ira, era la única que podía cambiar su estado con esa facilidad, sin riesgo de que le explotase en la cara.

Y vaya si lo había conseguido: proponer irse con Eladamri mientras él se quedaba atrás, probablemente fuera la puñalada más dolorosa que podía encajar en ese momento, incluyendo una puñalada más tangible. Siempre es más fácil razonar con una persona dolida que con una persona furiosa, ¿pero cómo? Por supuesto jamás querría dejar solos al elfo y la humana, pero el muchacho tenía su orgullo. No iba a ser fácil retractarse de todo lo que acababa de decirle a Eladamri, por mucho que ahora se estuviera arrepintiendo de las consecuencias. Necesitaba una salida, algo a lo que agarrarse para retroceder. ¿Tal vez utilizando su honor como excusa?

- ¿No irás, Nox? ¿Incluso si Kalimash nos acompaña? Porque dijiste que irías con él.

Y sí, había dicho "nos". En realidad ya había decidido acompañar al elfo desde que lo convencieron de que era mejor viajar juntos, sólo había querido tomarse la pequeña venganza de ponerlo en un aprieto.

- Por cierto, Samay, no creo que sea posible copiar esa llave. Es mágica. Si fuera tan fácil, habrían tenido la precaución de hacerlo nada más encontrarla, antes de que alguien - yo -, pudiera robarla. Dudo que una copia pueda llegar a engañar a alguien que sepa lo que está buscando. No perdemos nada por intentarlo, aunque yo no me preocuparía demasiado por que me la roben a mí.

Emitió un, esta vez, sonoro gruñido que se mantuvo en el aire durante unos segundos. Todo aquello no le gustaba en absoluto, y en sus ojos ahora había indecisión. La tensión, la ira, la desconfianza, nada de eso había desaparecido, seguía ahí, un brillo tenue cada vez que su mirada se desviaba apenas unos centímetros hacia el elfo, pero, simplemente, ya no era una sensación tan fuerte. No, si que lo era, más bien, la duda lo era aún más, no podía evitarlo. 

La primera reacción a aquella pregunta que había formulado con delicadeza Oswyn había sido negarse rotundamente. Estuvo a punto de hacerlo, pero no lo hizo. De aquella manera podía ir, con todos, sin retractarse de sus palabras, y sin ser él quien lo propusiera. Era una oportunidad para salvar las apariencias, y aún así... Seguía sin estar seguro. Ya no es que el odio que sentía por Eladamri fuera suficiente como para no querer viajar con él ni siquiera desde el cuartel hasta la taberna en la que todos se alojaban, sino que, además, no creía que fuera la mejor idea.

Sentía rebullir las energías arcanas dentro de él, fogonazos ardientes de poder que pugnaban por escapar a su control y reducir a cenizas al petimetre, descargas eléctricas que recorrían su cuerpo, manteniendo su piel erizada como la de un gato y haciendo saltar chispas de entre sus dedos. El elfo, pese a lo que había pasado, sabiendo sin duda que es lo que estaba molestándole, seguía jugando, tentando a la suerte, tensando la cuerda. La próxima vez que lo hiciera, muy posiblemente, sufriría las consecuencias de sus actos, y nada le iba a parar entonces.

Suspiró. ¿Por qué tenía que ser tan difícil? Por supuesto, la respuesta es que así era la vida, y no le agradaba para nada. El hecho, es que no le importaba en absoluto que uno de sus rayos acabara con el mercenario, para nada. Lo único que se temía es que, al no controlarse, el necio estuviera demasiado cerca de Samay, y ella saliera herida también. Aunque pensándolo bien ella era prácticamente tan culpable como él por mantener aquél juego, no tenía ganas de hacerla daño. No así...

Un pensamiento fugaz cruzó su mente y le hizo esbozar una media sonrisa, olvidando durante un instante todo aquello. Cuando este se esfumó, pese a ello, mantuvo el gesto y se encogió de hombros. 

– Si Kalimash va, iré, tal como he dicho antes – ladeó la cabeza, cabeceó en dirección al bardo, y luego dirigió su atención de nuevo a Oswyn –. Pero no prometo ser de ninguna ayuda – rió por lo bajo –. Con suerte tras el viaje podré viajar al bosque de Fierani y dar una buena noticia al patriarca de la Casa Lorien. Tal vez hasta pueda poner mi granito de arena en los acontecimientos.

No olvides llevar mi espada y si puedes también mi mano cercenada para mi primo Eland, lo reconocerás fácilmente, ya sea por su cicatríz en el rostro o su oreja izquierda, no está completa ¿sabes? Es por eso que quiere mi mano. - digo con calma.

En fin voy a conseguir el mapa será un viaje breve, un día cuando mucho, la dichosa montaña está a penas a siete kilómetros de aquí y Oswyn si algo llegara a pasarme, la espada será tuya y de nadie más, sé que sabrás comprenderlo cuando llegue el momento.

Kalimash, te la legaría a ti, pero algo me dice que no te va a sentar nada bien poseer dicha arma. - digo sin atisbo de broma ni doble sentido en mi voz.

Y Oswyn, muchas gracias por acceder a ayudarme. Nuevamente, disculpa lo de antes. A veces puedo ser un capullo, pero es porque en el fondo sigo siendo en parte algo inmaduro. - agrego con sincera gratitud en mi voz.

¿Alguien desea acompañarme a buscar el mapa, además de Samay claro está? - pregunto a todos los presentes, dando por descontado que ella me iba a dar una mano para conseguir el mapa, pues estaba dispuesta a acompañarme en algo diez veces más peligroso que una simple visita a la biblioteca.

¿Cuántas veces iban a tener que escucharle explicar que se iba a por un mapa de la zona? Era casi tan aburrido como haberle oído contar, unas diez veces seguidas, que se tenía que ir a por una espada. Continuaba una y otra y otra vez, repetía exactamente lo mismo cada vez que tenía ocasión, siempre añadiendo algún comentario acerca de que lo haría ya, aunque fuera solo, pero siempre quedándose otro rato más, para poder aprovechar y volver a soltar el mismo cuento. Era, verdaderamente, aburrido de vivir, casi como mantenerse en un bucle continuo del que los demás no podían escapar, teniendo que mantener la atención puesta en las mismas palabras sin fin. 

Resopló. 

Sin duda alguna no iba a ser buena idea acompañarle. Los problemas del elfo iban más allá de un ligero desencuentro familiar, mucho más allá. Antes, al menos, sólo pensaba que era un engreído con ganas de que le prendieran fuego, ahora empezaba a detectar ciertos patrones... Dificultad para relacionarse de manera normal, trastornos afectivos, una grave falta de cariño que se traducía en una necesidad excesiva de atención y cierto grado de dependencia. Eran problemas serios que, seguro, alguien estaba dispuesto a tratar, pero que a Nox empezaban a resultarle irritantes. 

Durante un instante de silenciosa meditación, repasó mentalmente lo que sabía acerca de la magia, y si era capaz de curar esas cosas, pero al final llegó a la conclusión de que de él lo único que iba a conseguir para solucionar tales problemas era un rayo, un hoyo profundo, y mucha tierra por encima. Sobre todo si volvía a contarle algo de su pasado, el cual le daba exactamente lo mismo. Eso era lo peor.

Como fuera, acabó por negar con un cabeceo triste –no porque estuviera decaído, sino por lástima–, y habló sin mirar a nadie en particular, aunque omitiendo de la conversación a Eldamri, que podía hacer lo que quisiera. 

– Tal vez deberíamos decir a Belor de entrar ya. Tiene aún que contarnos más acerca de lo que tiene pensado para nosotros –señaló a Oswyn con el dedo, esbozando una sonrisa–, y tú aún debes tomar una decisión sobre los prisioneros.

- ¡Sabia decisión! - dijo dándole una palmada a Nox. - ¿Ves? No va a ser tan terrible, si Eladamri muere tú te quedas una mano y una espada, y yo otra espada que por algún motivo es mala para un bardo simpático pero no para mí - dijo frunciendo el ceño conforme terminaba la frase.

- Y respecto a los prisioneros, ya sabéis mi opinión. Un laaargo proceso, en el que al final sean declarados inocentes y liberados. Están un tiempo sin informar sobre nosotros, nadie quema Punta Arena... y todos contentos. Excepto tal vez el alguacil, por eso de que sus asesinos se van de rositas. Alguacil al que creo estar juzgando con la dureza que se merece - dijo dirigiendo la vista a Samay.

- Por mucho que desconociera los hechos, era obvio que esos señores en armadura no venían a estrecharme la mano. Y nosotros acabábamos de jugarnos el cuello por su ciudad. Dicho eso, yo no le daría una negativa inmediata a su propuesta. Creo que deberíamos dejar abiertas todas las opciones que podamos, decirle que hay algo de lo que debemos ocuparnos, que estaremos de vuelta en 2 o 3 días, y que mientras tanto lo pensaremos.

- Y después de eso, mientras ellos dos van a por el mapa, ¿os parece si vamos a por provisiones? - preguntó a Kalimash y Nox.

- Yo nunca dije que iría contigo...a solas.- Rectificó a Eladamri algo divertida.- Y ya puestos, tampoco a por el mapa. Eso es aburrido y a mí lo que me interesa es la espada. Pero si tienes miedo de que te pase algo por el camino o quieres lucir tu trofeo, te acompaño encantada.- Guiñó un ojo al joven elfo y se levantó para que no pudiera responderle ahora que ya no quería que lo acompañara y se eternizaran allí sentados.- Genial que vayamos todos juntos al final. Cuantos más mejor. Más divertido será y tendremos posibilidad de estudiarnos los unos a los otros. Al final, todavía no sabéis el poder que Balder me otorgó a mí y, quizá, y sólo quizá, tengáis oportunidad de verlo en este viaje.- Algún día se quemaría por jugar con fuego pero no podía evitarlo, le hacía sentirse viva.

- Oswyn, aunque no te parezca que merezca la pena. Déjame intentarlo. Hacer una copia aunque no sea mágica puede servirnos de algo y, pro poco que sea, pude merecer la pena. Desconozco el funcionamiento de la magia, más allá de lo básico, pero puede que un rastreo rápido de un mago sólo le indique la presencia de esta y, eso, creo que podría imbuirse en un momento dado en la copia.- Una de cal y una de arena, ahora Samay pidió la opinión de Nox, la cual valoraba mucho en aquellos temas.- ¿No es así Nox?¿Qué opinas tú? Además, si la de Oswyn es mágica, creo que eso también podría arreglarse. Déjamela, hazme un dibujo o llévala tú mismo, si no te fías.- Puso pucheros ante ésta última idea.- Pero creo que es una buena idea. No sé...intuición femenina.- Dijo golpeándose la sien con el dedo índice un par de veces. Su tío, del que Samay había aprendido algunas cosas, hacía copias de muchos objetos valiosos. Vale que no eran mágicos, que ella recordase, pero siempre ponían las cosas más difíciles a los amigos de lo ajeno.

El bardo había escuchado todo con un ceño que se fruncía mas y mas, pero sin llegar a decidirse a participar. Sólo cuando vio que finalmente Samay parecía decidida a dejar su extraño juego gruñó -exizten formaz de otorgar zemblante mágico a objetoz mundanoz. Ze dice de Golbrass que zuz iluzionez podían perforar la incredulidad de loz máz zabioz entre loz zabioz. Tanto ez azí que una vez logró intercambiar una moneda de cobre por un poderozo tomo del malvado nigromante Szass Mat engañándole ya que penzó que ze trataba de la poderoza moneda de revertir la vida y la muerte. Zin duda nozotroz no zomoz Golbrass máz podríamoz buzcar la forma de engañar a poziblez teztigoz de la copia.

Contar historias siempre le ayudaba a concentrarse, pensar en el pasado le enfocaba en el presente y quizá así sus ganas de meter algo de seso en las cabezas a golpes se le pasaría; después de todo era una actitud que los elegidos rara vez apreciaban.

Rezpecto a nozotroz, yo no zoy partidario de zepararnos, zi Eladamri tiene que ir entoncez le acompañaré- y al diablo las ganas de flirtear de unos y el ego herido de otros, el pobre semiorco ya sólo buscaba la forma de que Balder no les maldiciese a todos arrepintiéndose de haberlos elegido.

Resopló, casi más bien un gruñido extendido durante unos segundos, y se dirigió al final a la puerta por la que habían salido la elfa y Cicuta. Abrió, con gesto molesto y con tal vez demasiada fuerza y se asomó fuera. 

– Ya podéis volver – dijo a la pareja, que sin duda aguardaba a la espera de que el grupo tomara una decisión –. Ya hemos hablado que haremos a partir de ahora. Por favor, pasad, no queremos perder más tiempo – Ni pasar más de éste del necesario en compañías desagradables. 

Hecho hecho, regresó al interior, volvió a apoyarse en la pared, junto a la ventana del despacho, y esperó que algún otro, con mejor humor que él y más calma, explicara las cosas, pidiera lo que necesitaran –mapas, provisiones, información, ese tipo de cosas que a lo mejor podrían proveerles sin necesidad de andar por el pueblo como goblins sin cabeza–, y pudieran así marcharse cuanto antes. 

Miró a Samay frunciendo el ceño, con expresión divertida. Aunque quizá pudiera ser útil hacer una copia, estaba seguro de que su objetivo principal era ver y tocar la llave. Por lo que había visto hasta el momento, Samay era una chica muy curiosa; aunque realmente en esta ocasión no podía culparla, él también estaría muy intrigado por esa llave si estuviera en su lugar.

Por otro lado, estaba el asunto de lo que la chica parecía saber acerca de J.R., tema al que no había querido dar muchas vueltas principalmente porque no eran buenas noticias. No era mucha información pero era algo por donde empezar, desde luego más de lo que él había conseguido por su cuenta mientras se dedicaba a huir. Y ahora que tenía esa pista, realmente deseaba que fuera falsa, una coincidencia. Porque si tenía razón, esa ciudad se encontraba nada menos que en Cheliax, que no sólo estaba aún más lejos que Moltune, sino que era un lugar aún peor. También, estando a mayor distancia, implicaba que el radio de influencia de J.R. era aún mayor de lo que se temía.

Y mientras ponía en orden sus ideas, Nox llamó de vuelta a sus anfitriones. En un primer instante lamentó que el chaval fuera tan impaciente, la cosa se ponía interesante y ahora había que dejar la conversación. Pero tenía razón, necesitaban ponerse en marcha y podían hablar en el camino, de hecho probablemente sería más seguro.

Corona del oeste es una metropolis donde hay un 88% de población humana, los dottaris son la guardia de la ciudad. Lo más destacado para ti de esa ciudad es que justo antes del anochecer hay un toque de queda porque una bestias sombrías salen en la oscuridad de la noche matando a todo el que no esté al resguardo de una luz.

Tras vuestra deliberación Nox llama al alguacil y la elfa, estos entran de nuevo y Belor habla contadme, ¿qué habéis decidido? espero que sean buenas noticias se le nota algo preocupado. La elfa sin embargo se muestra con naturalidad ante vosotros.

Observó a Belor y Shalelu volver a entrar en la habitación, preguntándose qué clase de conversación paralela habrían mantenido. Después de todo lo que habían visto y oído mientras estaban con ellos, desde las amenazas de muerte hasta la curación instantánea de una herida, seguro que habría sido una charla interesante como mínimo.

No paraba de ver motivos para desconfiar del alguacil, quizá porque no se fiaba de él en primer lugar y todo le parecía una razón adicional; pero lo veía demasiado interesado en que permanecieran en la ciudad. Preferir que se queden porque, según él, eso ayudase a mantener alta la moral de la gente, era una cosa. Mostrar preocupación ante la perspectiva de que se marchasen... quizá era excesivo.

- Bueno, no diría que son malas noticias tampoco... aunque quizá no es exactamente lo que tenías en mente. Por resumir, hemos llegado a la conclusión de que no podemos posponer la tarea de la que hablaba Eladamri. Nos llevará un par de días, tiempo que utilizaremos para pensar si quedarnos en Punta Arena durante un tiempo.

La verdad es que dudo que la ciudad esté en peligro a corto plazo, anoche consiguieron lo que venían a buscar y no parece probable que la siguiente fase del plan de esa nigromante sea inmediata. Además, si nos vemos capaces quizá incluso podamos echar un vistazo por la madriguera que hay en la floresta.

Respecto a los prisioneros... la decisión es vuestra, pero como ya dije, acabar con ellos significaría hacer un enemigo muy molesto. Por otro lado, desde luego nos sería útil contar con unos cuantos días de ventaja... Básicamente, lo que sea que decidáis, mejor para todos que sea lento.

Esta vez observo en silencio la conversación al menos hasta que Oswyn menciona mi nombre.

Tranquilo alguacil, es un viaje corto de ida y vuelta hasta la floresta de hortiga. - digo restándole importancia al asunto. - Y puede hacerse más corto si nos prestan unos caballos para ir y volver.

_^<<Y podría hacerse más corto, si no fuéramos a ningún lado – pensó con acritud, mirando de reojo a Eladamri –. O si sólo fueras tú_^>>.

Desde su posición podía ver lo que pasaba en la calle con solo girar la cabeza, pero también lo que ocurría allí dentro, los gestos de cada uno, y sus miradas. Desde que aquellos dos habían vuelto a entrar había decidido prestar más atención al interior de la habitación que al exterior, interesado por lo que pudieran opinar, y atento a como se tomaran todo aquello. 

Sin duda, no albergaba las dudas de Oswyn –tal vez porque él no había sido perseguido por tierra y mar y no había tenido que sobrevivir a una cacería sin fin en la que era la presa–, pero como a él, tampoco le gustaba la actitud de Belor. Su preocupación porque se quedaran, cuando apenas unas horas antes había prácticamente permitido un ataque en la taberna, era sospechosa y molesta. No lo había pensado... Pero su compañero lo había hecho ver con demasiada claridad. 

La actitud de la mujer, por descontado, iba más allá. Los elfos, había decidido, no le gustaban en absoluto. Sus rasgos delicados sólo ocultaban corazones fríos y egoístas, eran rostros traicioneros que sonreían mientras apuñalaban por la espalda. Aquella naturalidad con la que los miraba, daba la sensación de que si se daban la vuelta y se atrevían a salir de los límites de Punta Arena, les clavaría a todos una flecha hasta el corazón.

Ambos, en definitiva, eran tanto un motivo para quedarse como para irse de allí lo más rápido posible. Lo entendía, lo que no soportaba era la idea de hacerlo en beneficio del necio orejas picudas y, lo peor, de un ridículo dios que parecía haber dado sus dones a unos tipos al azar sin siquiera pensar en las consecuencias, y obligando a que se unieran en contra de su voluntad. Aquello jamás saldría bien, lo tenía claro.

Como fuera, permaneció en silencio, con el gesto torcido en una mueca despectiva que le había salido sola al mirar a su "compañero", y esperando que algún otro rompiera el tenso silencio que había descendido sobre la sala ante su decisión.

Bueno, pues ya habiendo decidido lo que hacer, Samay se limitó a esperar inquieta a que se pusieran en movimiento. No era tan difícil, poner un pie tras otro y repetir la operación. Seguro que caminar les ayudaba a distender las tensiones y despejar la mente.

De acuerdo, yo igualmente iré a Magnimar a pedir ayuda para combatir a los goblins y volveré en unos días. Respecto a los prisioneros ya que no tenéis claro que hacer con ellos los ahorcaré antes de partir, la ley es evidente en este asunto. Si queréis hablar con ellos antes de iros, es el momento. Respecto a la amenaza que supone matarlos no creo que declaren una guerra por esta gente e invadir nuestro territorio sería una declaración de guerra.

Yo os puedo guiar hasta cima de cardo, es lo menos que puedo hacer por haber salvado Punta Arena. Conozco bien el terreno y puedo ser de gran ayuda.