Partida Rol por web

Qué no

No podía negarlo: estaba sorprendido. Aquella respuesta de Sartael por supuesto no era válida, y el diablo lo sabía tan bien como él. Si tanto deseaba aquella llave, ¿por qué poner en peligro un trato que le permitía obtenerla, mostrando que su palabra no tenía valor? Por supuesto nunca había tenido intención de que Sartael llegase siquiera a acercarse a la llave, pero si en algún momento hubiera llegado a considerar el honrar su acuerdo, habría abandonado la idea en ese mismo instante.

Si el hamatula no mantenía su palabra en algo tan nimio como una pregunta, ¿cómo iba a hacerlo cuando llegasen ante la llave? Sin embargo parecía estar claro por qué corría el riesgo: porque aquella pregunta no era algo nimio. Si acababa de arriesgarse incluso a perder la llave, aquella respuesta debía ser algo mucho más importante de lo que él había sospechado. Durante el juego, se había dedicado a obtener toda la información que pudiera acerca de las habilidades de Sartael al margen del combate a corta distancia, para evaluar si estaba en posción de acabar con él estando a solas.

No había prestado real atención a las preguntas que le habían proporcionado sus dos victorias, de hecho la última la había improvisado completamente. En un instante, se le pasó por la cabeza que podría ser interesante saber quién más, aparte de J.R. y el Hamatula, sabía acerca de la llave. Pero no había pensado que esa información podría tener implicaciones importantes. Por desgracia esa información probablemente sería casi imposible de obtener, ya que si el Hamatula no deseaba revelarla, veía difícil tener una ocasión en la que poder permitirse interrogarlo y tener éxito en ello. No, por ahora... sólo tenía la opción de actuar como alguien que estaba preocupado por que Sartael no respetase su palabra, tal como lo estaría cualquiera que tuviese intención de cumplir su parte del trato. Empezando por poner cara de pocos amigos.

- Esa sí que no es una respuesta válida, amigo. Más vale que respondas, ¿o es que eso es lo que vale tu palabra?

Y entonces fue cuando lo olió. Humo. Se le cambió la cara al instante, y temiéndose lo peor, fue a toda velocidad hasta el límite de la arboleda en la que se encontraban. Cuando vio Punta Arena ardiendo al tiempo que aquella criatura la sobrevolaba, hizo lo único que se podía hacer en una situación así. Echarse las manos a la cabeza.

- Dioses... ¡una hora! ¡Una jodida hora! ¡Sólo tenían que entrar, tomar posición en el puerto y esperar una señal a medianoche! ¿Te parece complicado el plan? - preguntó retóricamente al hamatula. - ¡En Cima del Cardo igual! ¡Es la última vez que preparo cualquier clase de plan con estos energúmenos! ¡No si no estoy yo con ellos para recordárselo cada cinco putos minutos!

Una vez terminó de desahogarse gritando al viento, se giró a mirar de nuevo a Sartael, y retomando su tono de reproche.

- Ya hablaremos tú y yo. ¿Vienes? - preguntó con una sonrisa sarcástica, antes de echar a correr hacia el pueblo.

Ya era hora, pensó.

Tamlorm se topó con Samay y Kalimash. Este portaba el arma de Eladamri y su hoja estaba sumida en sangre, sangre que no cesaba de otorgarle al arma de todos cuanto encontraba a su paso.

Por fin os encuentro, ¿Qué andabais haciendo?.

Justo antes de que alguno pronunciase palabra alguna el rostro de Tamlorm mostró mostró una mezcla de sorpresa y preocupación dirigiendo su mirada hacia el sur del pueblo....

Así que Oswyn y el diablo se han dignado a venir... me pregunto que pasará ahora... dijo mientras agarraba con fuerza la enlutada.

Luego de que Tamlorm me deja abandonado a mi suerte, decido intentar romper la condenada cerradura a pulso.

Poniendo toda mi fuerza y peso embestí la puerta una y otra vez hasta que la condenada reja finalmente se abrió permitiéndome escapar.

Ahora sólo debía encontrar a Tamlorm y recuperar mi espada para cobrar mi venganza, ya luego asumiría las consecuencias de mis acciones ante Balder, con algo de suerte, tal vez viviría lo suficiente para lavar de mis manos la sangre que estaba por derramar.

Mientras recorro los pasadizos de la prisión, presro atención a cualquier posible cadáver de los guardias con el objeto de coseguir algún arma o en su defecto la llave de las celdas.