Partida Rol por web

Un gruñido fue la única respuesta que obtuvo Black de él. No le gustaba que hubiera vuelto a mencionar a aquella bruja aborigen, pero aún menos el plan que parecía estar desarrollándose sobre cubierta; si era cierto que se iba a hacer lo que sugería su compañero, no sólo era un suicidio, sino que además, como se temía, era un grave retraso en su misión. 

Se habían mordido la lengua para ir, específicamente, en ese barco, no para actuar como piratas y saquear otros navíos. Tal vez era injusto con el capitán, pues si al final ocurría aquello sería seguramente a quien menos gracia le haría tener que desprenderse de su preciado Infierno, pero no podía evitar una pizca de remordimiento hacia la poca previsión de Harold.

– Más vale que nos atienda pronto – dijo finalmente sin quererle dar más vueltas, y dando por concluida, de momento, la conversación.

Abraham y el sargento acompañaron a Calypso a dónde estaba el Capitán y acto seguido Abe se dispuso a ayudar en cubierta para preparar todo lo necesario ante la inminente batalla.
En un momento dado, pasando cerca del camarote de Harold, vio a los Casacas que esperaban fuera para hablar con él. Les dirigió un saludo con la cabeza y llevó la vista hacia el resto de la tripulación. Aunque se avecinaba una tormenta de la que no sabían muy bien cómo iban a salir, era bueno encontrar una "distracción" para que los hombres canalizasen su ardor hacia algo ajeno al Inferno.

Revisó su pistola para que, llegado el momento, estuviese lista para escupir muerte. Una vez realizadas las comprobaciones, continuó amontonando bultos para compensar el peso de los cañones. Pese a las pequeñas diferencias que habían tenido últimamente, le gustaba trajinar junto al resto de la tripulación.

El sargento, ajeno a lo que el marino, hacía, le acompañó en todo momento, como un par de manos más para ayudar, sin separarse de él en todo momento. Incluso un rato más tarde, mientras hacía rodar un tonel con agua salada que se estaba colocando para .... por si algo salía ardiendo ... le preguntó: - ¿Podemos hablar? Miró en derredor, como temeroso. Parecía, hasta cierto punto, desconfiar de los marineros de aquella nave, y aunque trabajar con ellos, mano a mano, pudiera hacer que lo mirasen con otros ojos ... él había sido el enemigo hasta un momento atrás, y ahora, además, estaba en su terreno.

Mientras movían bultos por la cubierta, el Sargento se aproximó a Quinn con intención de charlar un rato.
Terminó de colocar el último barril y, girándose hacia él, dijo: - Claro, ¿Qué pasa?

Miró hacia todas partes.  Quería asegurarse de que nadie le pudiera escuchar. Incluso, si alguien pasaba, se callaba. - No es que tema a los marinos, ni a la batalla que se avecina. Me pegaré a ti o al capitán y listo, pero ... Dudó durante unos instantes y revisó otra vez la confidencialidad y discreción de la conversación: -¿Recuerdas tu extrema curación? fue cosa mía.

De todas maneras, no es que me preocupe demasiado por los casacas. En un momento empujón y al agua. Lo que quiero es salir de esta lo mejor posible. ¿Qué te parece que unamos fuerzas? No digo que traiciones al capitán, o que hagas nada, pero unos ojos más, vigilando con bueno ojos la espalda del otro ... puede ser ... "mejor" que con mirada aviesa.

- ¿Fuiste tú?
Ciertamente a Abraham le había sorprendido sobremanera que todas sus heridas se cerrasen tan rápidamente. En un principio lo había atribuido a un "efecto secundario" de su arranque de ira; después, con la tensión que se respiraba a bordo, no había vuelto a pensar en el asunto.

Imitando sin darse cuenta a su interlocutor, bajó el tono de su voz: - Pues es sin duda una habilidad muy útil. Gracias.

Unas horas atrás, si alguien le hubiese sugerido que estaría dando las gracias al tipo que le había encañonado mientras bebía tranquilamente, le habría roto la mandíbula en varios trozos. La vida daba muchas vueltas, ya lo decía su padre.

- Podemos mantenernos juntos, si quieres. Te he visto pelear y no se te da nada mal. - acercándose un poco más, continuó: - No sé qué relación te une a los Casacas; de hecho, creo que a los tres os interesa por igual dar caza a ese navío. El caso, es que la muerte de cualquiera de vosotros tres estando a bordo sería un contratiempo para el Capitán y por lo tanto, para mí; de modo que más nos vale que los vientos nos sean propicios...

Luego, más para convencerse a sí mismo que al Sargento, añadió: - Saldremos de esta.

- Para mi es algo personal, lo que investigo. Mataron a mi jefe. El capitán Von Fray.

Además, estos desgraciado me han "raptado" para que les ayude. Incluso han hecho alguna fechoría, como robar arcas de la policía porturaria.

- Interesante...
Que los Casacas utilizaban métodos "poco ortodoxos", era sabido por todos, pero nunca antes lo había escuchado de boca de un oficial portuario.

Lo que le estaba contando el Sargento bien podía tratarse de una exageración pero, dado que era lo único que sabía hasta el momento, decidió darle un voto de confianza. Además, ¿qué motivos tenía para no decirle la verdad? Abe no le había preguntado nada.

- No deja de ser poético que acuda a lo que fue el Revenge en busca de venganza...

- Entendido pues. Permanece con vida hoy, y quizá tengas tu revancha. - Si es que es eso lo que buscas...

Quizá se debía a que llevaba todo el día en cubierta recibiendo el calor del sol en la sesera, pero empezaba a sentir algo próximo a la simpatía por este Sargento.

Le guiñó un ojo, como agradecimiento, y también se lo hizo saber de viva voz: - Gracias.

Lo que no se es de quién me tengo que vengar ... aún. Igual estos casacas, con todas sus triquiñuelas, trampas, entresijos, mentiras y todo, sean capaces de descubrir algo, o de al menos, dejarle el camino allanado, para que pueda "HACER JUSTICIA". Aunque esta sea tomada sin juicio, y por su mano.

Bien, exclamó el capitán aliviado y recuperando las buenas formas que solía tener con la hechicera todo se está disponiendo para atacar entre los dos barcos, todo el Inferno se encargará del barco a babor, tu debes hacer que el otro sea engullido por esa criatura... confío en tu poder, no nos falles.

Tras estas palabras Harold invitó a Calypso a salir del camarote, debían preparase para la batalla cada uno a su manera, y al capitán aun le quedaba gente a la que ordenar misiones para cumplir con la brillante estratagema, al abrir la puerta la muchacha de ébano se encontró con aquellos siniestros inspectores Casacas Negras a los que sonrió con aquel perverso gesto tan típico de ella.

El ambiente empezaba a caldearse entre los inspectores, no quizás entre ellos, pero si con todo el entorno y contexto en el que se encontraban... no pasó demasiado tiempo para que la puerta del camarote se abriera y por ella saliera la muchacha de ébano con una enorme y perversa sonrisa que heló un poco más sus almas. Ahora era el turno de ellos, o de Le Noir, no estaba muy claro.

Pasen les llamó Harold siento la demora, todo debe disponerse y estar apunto para esta batalla y son muchas las cosas en las que debo pensar.

Tras ellos la puerta se cerró. el secretismo era importante en los menesteres que estaban por desvelarse.

Bien, no me andaré por las ramas, no dispongo de ese tiempo, así que les contaré lo que va a suceder y que necesito de usted Sr Le Noir y porque de usted.

Aquí y en muchos lugares soy conocido por mis brillantes estratagemas y maniobras en combate marítimo... no quiero que piensen que soy un fraude, pero parte del mérito es de Calypso, sus visiones me revelan cosas que interpreto y después replanteo sobre el terreno para que tengan el desenlace que yo necesito. Sí, ella me cuenta que me voy a encontrar y yo lo bordo con las maniobras imposibles que funcionan porque se que desenlace tendrán. 

Esta vez nos ha revelado que el combate ha de hacerse con una endemoniada maniobra suicida... y aun sabiendo la locura que supone he de hacerla, nunca hasta ahora me ha fallado su consejo. Así pues pasaremos entre los dos navíos que dispararán salvas a ambos lados del Inferno... nadie preveerá nuestra maniobra y la lógica de los capitanes será disponer los cañones tanto a estribor como a babor para tener potencia en cualquier maniobra. nosotros cargaremos con todas nuestras fuerzas a un lado y nos protegeremos solo por este, con todo. Lo que nos haga o nos deje de hacer el barco al que no le prestaremos atención dependerá de Calypso. 

Se tomó un segundo para coger aire y prosiguió Esta vez mi estimada adivina me ha cantado parte de la maniobra, pero necesito saber más sobre esos barcos a los que no vamos a dar cuartel y por lo tanto no sacaremos información si no es usando ese don que usted también posee señaló a Le Noir Calypso no debe malgastar esfuerzos y es vital saber ciertas cosas. Me ayudará inspector?

Ver salir a Calypso estuvo a punto de hacerle dar la vuelta a él; el problema era que sobre un barco a punto de entrar en batalla no había lugar al que ir, eso y que las palabras de Harold fueron una presa de hierro que le hicieron dar los pasos dentro del camarote antes de que su mente procesara lo que estaba haciendo. Sin embargo lo hizo con desgana y enfado, y quiso demostrarlo entrando con gesto taciturno y un lento caminar, como si todo aquello estuviera en contra de su voluntad, del sentido común, y de todo lo sensato y bello de aquél mundo. 

Aquella frustración no del todo fingida, se tornó de repente en sorpresa con el arranque inesperado de sinceridad del que hizo gala el capitán. No se esperaba aquello, pero por supuesto tampoco le sorprendía; _^<<los poderes como los míos seguramente estén detrás de todo gran dirigente_^>>, pensó mientras miraba de reojo a Black con una sonrisa pícara, esperando que se diera por aludido ante las palabras que no había dicho en alto pero que cualquiera que le conociera sabría que estaba pensando.

– ¿Seguro que no quieres intentar parlamentar? Aquí mi compañero podría poner a un barco en contra del otro mientras nos vamos tranquilamente, sin suicidarnos y... – dejó la frase a medias, poniendo los ojos en blanco antes siquiera de terminar de saber lo que estaba diciendo; era una broma mala, pero no parecía que allí nadie estuviera para tales cosas –. Olvídalo. Entonces quieres que use mis poderes para descubrir el verdadero potencial de esos barcos, ¿no? – asintió.

Aquello tenía sentido, pero no terminaba de gustarle. El plan era una locura, y ahora que sabía que era aquella condenada bruja quien había enaltecido la fama del Infierno, se fiaba menos aún. Siempre llegaba el día en que el don de uno fallaba, y no quería ver como la mierda salpicaba a aquél navío estando el dentro. Tal vez por eso fue que aceptó, no por querer ayudar, sino por su interés en seguir vivo otro día más. 

– Está bien, pero yo no soy como ella, no son antiguos espíritus los que me brindan sus conocimientos y me ofrecen un posible futuro. Mis visiones provienen de otras fuerzas, unas por las que yo no me dejo dominar. Las atrapo, las hilo y ellas me dan un resultado, pero para eso necesito conocimientos, y no sé nada de barcos. Necesitaré que me explique que puede decirme desde la experiencia sobre ellos, tanto lo que sabe a ciencia cierta como lo que supone, pero también lo que espera. Entonces podré hacer mi trabajo. 

Dicho esto se mantuvo callado, ladeó la cabeza hacia el capitán, y asintió. Escuchó atentamente lo que le decía, y bien cuando acabó, bien cuando creyó tener suficiente, desplegó su baraja y se concentró en aquello que se le había pedido, atrayendo hasta él de manera inevitable, junto a su poder, los restos de magia que había dejado la mujer de ébano en aquél lugar.

El poder residual de aquellos espíritus formaban parte de la misma corriente que él usaba, pero no entraban en una armonía con su cuerpo, y lo que esperaba que le diera mayores respuestas logró hacerle marear y desestabilizar su mente. Tuvo que luchar contra aquello, dejando escapar retazos de información para poder contener el resto,y cuando no pudo más simplemente se vio forzado a abrir los ojos, sintiendo como el frío sudor corría por la parte baja de su espalda. Vería si lo que había descubierto bastaba, o si tendría que volver a hacer frente a aquella fuerza que había dejado la hechicera.

Calypso salió del camarote. Debía dejar al capitán plantear la batalla y ella prepararse para la titánica empresa que tendría que abordar. La muchacha no tenía dudas de que conseguiría convocar al dios del mar, pero lo que no tenía tan claro es si sobreviviría a tal esfuerzo arcano.

La mujer de piel tostada salió al exterior y dejó que la brisa del viento la alcanzara. Los hombres se movía en pos de afianzar las cosas y dejar todo presto para el combate que se avecinaba.

Calypso inspiró profundamente y sonrió.

Sinceramente el capitán no se esperaba que el inspector fuese de aquel tipo de videntes que se asemejan más a farsantes comediantes que a adivinos certeros. Pero claro, no estaba en la caravana de una gitana que se escuda tras una bola de cristal o en una baraja de tarot como era este caso, se hallaba ante un inquisidor con poderes reales debidamente contrastados por sus superiores y compañeros.

Harold se sentó frente a Le Noir y mientras este barajaba el mazo con una extraña mirada perdida preguntó: Quien envía estos barcos y con que propósito? que potencial bélico tienen?

Tras esta preguntas el capitán espero en silencio a que el que en breve sería apodado como "Le français" (el francés) siguiera con sus juegos mágicos y diera algún tipo de respuestas

Mientras las series de cartas que Le Noir iba extrayendo de aquella baraja iban apilándose unas imagenes se formaban en la cabeza del inspector que estaba en trance. No era un trance tan espectacular como el de la bruja, pero si igual de fascinante. un ligero brillo envolvía como un aura las manos y las cartas que el casaca manipulaba y su rostro ligeramente desencajado mostraba la viva imagen de un poseso.

Un sin fin de imágenes aparecían en la mente del inspector vidente, pero entre ellas el rostro muerto del fallecido capitán Vo Breth y una figura embozada en capa y sombreo de corte italiano dándole dinero español a el intendente Sancho... tras unas turbias secuencias inexactas la mente de Le Noir viajó al futuro donde vio la batalla descrita por la bruja anteriormente, oleadas de fuego y astillas y un enorme monstruo marino haciendo añicos a uno de los barcos.

Enfadado, soltó las cartas cuando la visión acabó, tirándolas al suelo con el rostro torcido en una mueca de odio. Se sentía furioso con todo aquello, con la situación, con el plan, con aquella estúpida emboscada en la que se habían metido, pero sobre todo con él mismo. Lo que había visto, no servía de nada. O peor, servía para dar la razón a la pérfida bruja. No podía ser casualidad que los dos hubieran visto lo mismo, y eso sólo podía significar, por muy descabellado que pareciese, que de verdad algo iba a hacerles el trabajo. Algo no... _^<<Un monstruo marino_^>>, pensó, incrédulo, ante la simple idea. Era una locura, pero ya no podía negarlo.

Con un resoplido ambiguo, a caballo entre la rabia y la resignación, volvió a recoger sus naipes, los guardó, y miró al Capitán. 

– Tu hechicera tiene razón, uno de los barcos será destruido... – cogió aire, y luego lo soltó lentamente –. Por el kraken, o como quieras llamarlo. Tal vez, si veo los barcos, pueda decirte cuál de los dos será atacado, y podrás centrarte en el otro – gruñó –. Sin embargo no puedo darte datos sobre su armamento, su tripulación, ni nada por el estilo. Sólo puedo decirte que, efectivamente, están aquí para evitar que llevemos a cabo nuestro cometido. Llévame a cubierta y veré si puedo ser de más ayuda. Luego tengo que hablar con Black, en privado. 

Y con eso dio por terminada, por el momento, la conversación. Tenía cosas más urgentes que tratar con su compañero, cosas que, de momento, debían quedar entre ellos. En lo demás, al parecer, estaba fuera de su alcance poder servir de algo.

El inspector enarcó una ceja, un movimiento totalmente involuntario, cuando escuchó de boca de su colega que el Kraken hundiría uno de los navíos que tenían delante. ¿De verdad se creía todas esas cosas?¿Habría sido engatusado por aquella misteriosa mujer? No tenía respuestas a aquellas incógnitas, pero lo que tenía claro era que el Kraken, al igual que el resto de bestiario marino eran simple y mera literatura completamente alejados de la realidad.

Aún así prefirió no abrir la boca, sabía que las visiones de Le Noir solían ser acertadas, al menos el concepto. 

Tras la petición de subir a la cubierta para intentar discernir cual sería la embarcación que sufriría el ataque el coloso marino, Antoine no pudo hacer más que echarse a un lado dejando libre el paso de la puerta del camarote.

El capitán sonrió pícaramente, por un segundo volvía a encajar todo con sus planes y volvía ir un paso por delante de sus subordinados y "clienes".

Puede hablar con el Sr BLack cuando lo desee, ya tengo lo que necesitaba... que barco será engullido por el Kraken también está previsto alardeó. Tras esto hizo señal de que se podían retirar, parecía que comos si necesitara estar solo antes de la batalla por unos minutos.